Hacia
el final de Los
detectives salvajes, novela de Roberto Bolaño, los jóvenes poetas Ulises
Lima y Arturo Belano, más dos acompañantes, atraviesan el desierto de Sonora a
bordo de un Chevrolet Impala, huyendo de un proxeneta de Ciudad de México y
siguiendo el rastro de la poeta Cesárea Tinajero. Recorren Caborca, Altar,
Sonoyta, Agua Prieta, Nogales y Santa Teresa, entre otras ciudades, bordeando
la frontera con Estados Unidos. El viaje transcurre con relativa calma a
principios de 1976. El mismo periplo, ahora, sería fatal para los jóvenes. Ese
territorio es disputado por los carteles de Sinaloa, Beltrán Leyva y Juárez. Y
por el ejército mexicano, que intenta recuperarlo.