Fue su último mensaje: “Tumbado aquí, puedo sentir claramente la presencia del ángel de la muerte”. El 22 de noviembre de 2006, un día antes de entrar en coma y morir envenenado en un hospital londinense producto de una sustancia radiactiva llamada polonio 210 (sólo fabricada en Rusia), el disidente ruso y ex agente del KGB Alexánder Litvinenko –calvo, cadavérico e inmovilizado– acusó a quien consideraba responsable de su situación: “Puede que consiga callar a un hombre, pero el rumor de las protestas en todo el mundo reverberará en sus oídos, señor Putin, hasta el final de su vida. Que Dios le perdone lo que ha hecho, no sólo a mí sino a mi querida Rusia y a su pueblo”.