En versión completa, "Lucri bonus est odor ex re qualibet", el olor a ganancia es bueno provenga de donde provenga. Esto según Vespasiano, el emperador que mandó edificar el Coliseo, y que según Juvenal (Sátiras, V, 14, 202), habría respondido a quienes le reprocharon haber cobrado impuestos a las letrinas públicas. Lo cual deja a uno pensando. ¿Es que esta supuesta verdad también vale para la regenta de una casa pública? O, no será que no existe el lucro que no sea un poco pestilente.
Me temo que históricamente nadie habla bien del lucro. De la tradición que parte de la patrística y termina con los democratacristianos, no hay nadie que no maldiga el "sucio" lucro (San Pablo). El derecho apenas reconoce su existencia. En general lo pena, y cuando lo admite, como con el "lucro cesante", es para indemnizar, recompensar, por no haberse hecho efectivo. Suele además olvidarse, pero durante millones de años no hubo bancos ni cajeros automáticos (¡qué tiempos!) y, aunque siempre ha existido el crédito, su historia, más que nada literaria de acreedores y prestamistas, es sórdida. Por último, si después burgueses algo beatos dieron entender que el lucro era un fast track al cielo es porque eran herejes canutos.