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10 ene 2012

Irse por las ramas | Leonardo Sanhueza

Los eufemismos tienen una mala fama que me parece injusta. Actualmente se les considera un defecto retórico, un error impresentable. Por el solo hecho de usarlos, alguien puede figurar como pusilánime, latero, simplón e incluso siniestro; nada bueno, en todo caso. Se ha instalado el lugar común de que decir una cosa por otra, suavizando el efecto de las palabras, es sinónimo de ocultar intenciones o no tener coraje para expresar ideas peliagudas. En contrapartida, las lenguas directas y francas son acreedoras de todos los aplausos. Recuérdese el caso de Gladys Marín, cuyo discurso, que era transparente y cortante como un vidrio quebrado, fue celebrado y admirado póstumamente incluso por quienes, en otro tiempo, desearon para ella la persecución y aun la muerte.

5 ene 2012

Dictadura: sentido y contexto de un concepto político | Nicolás Ocaranza

En La Condición Humana, Hanna Arendt plantea que solo a través del lenguaje podemos estar en el mundo: ‹‹Desde que la función del lenguaje está en juego, el problema se torna político por definición, puesto que es el lenguaje lo que hace del hombre un animal político››. Si la realidad del mundo político se vuelve tangible a través de las palabras, el lenguaje es el fundamento a través del cual se funda y construye lo político.

Para J.G.A. Pocock, por su parte, la enunciación de los conceptos en la historia también deviene en acto político desde el momento mismo en que en una palabra o concepto se convierte en una imagen cuya potencia y sensibilidad remiten inmediatamente a un sentido contemporáneo que la vuelve siempre actual. Es por eso que difícilmente cuando hablamos de política los conceptos puedan reflejar el falso atributo de la neutralidad, aunque un buen manejo de la retórica pueda hacerlos parecer como tal. Sea de manera consciente o inconsciente, el lenguaje nunca está desprendido de su propia capacidad para construir sentidos sobre la realidad de la que habla. Esto es lo que Pierre Manent define como la fuerza política de la palabra.

4 ene 2012

Las cosas por su nombre | Alfredo Jocelyn-Holt

Los gobiernos tienen la torpe costumbre de querer imponer su "visión" histórica. Tanto el ceremonial público (los homenajes y otras pérdidas de tiempo y recursos) como el currículo nacional son los principales instrumentos de ese accionar oficialista del cual los historiadores, con prudente razón, desconfiamos. Hace un año, fue tal el repudio de moros y cristianos que produjo el intento de rebajar las horas de historia en la programación curricular, que el Mineduc tuvo que echar pie atrás. Pero todo triunfo tiene sus costos, y ello desvió la atención de otras propuestas más discutibles que se han ido introduciendo. El ex ministro Bulnes, lo hemos visto, ha estado dedicado a parar ese otro extremismo: la marea estudiantil.