En la contraportada se presenta como investigación
histórica y no lo es puesto que no utiliza nunca fuentes directas. Se trata más
bien de un ensayo, desde mi punto de vista irregular, con momentos brillantes
como cuando caracteriza el amor romántico y con generalizaciones que no se
molesta en documentar o en argumentar como cuando establece la relación de
monogamia e implantación del sistema capitalista allá por la p. 113. Claro que
ella misma defiende el tomarse licencias cuando se escribe como forma de
disidencia, es decir, afirmar algo no demostrable para disentir del pensamiento
académico (p. 98). Flipante. Inventemos o afirmemos intuiciones y
justifiquémoslo bajo el manto de la disidencia…
La vinculación de la monogamia con el MAL: opresión,
heteronormatividad, jerarquía, violencia, necesidad reproductiva, etc., etc.
lleva a la autora a afirmar la necesidad de destruirla. Sin embargo parece que
las relaciones poliamorosas no son capaces de escapar de la dinámica de la
monogamia aunque la autora las mira con simpatía, incluida la poligamia que sin
embargo, que yo sepa desde mi ignorancia no ha logrado desarrollar relaciones
más igualitarias, libres, de apoyo, etc. Flipante la afirmación, sin explicación,
de “la posibilidad, por ejemplo, de emancipación a través del velo islámico”
(seguro que ya me he ganado el ser islamofóbica).
Pero si alguien puede desmontar “la casa del amo”
son las mujeres porque están hechas “de otra pasta” (¿Por qué será que me suena
a esencialismo?). No he sido capaz de apreciar cuáles son esas herramientas más
allá de la solidaridad, el apoyo mutuo, los afectos, los cuidados, el respeto,
etc.; herramientas no exclusivas de las mujeres y que no todas las mujeres
utilizan.
Me ha molestado especialmente que mezcle poliamor, que se emplea como término paraguas para representar
todas las prácticas que no exigen exclusividad afectiva y/o sexual, con anarquismo relacional (p. 73).
Una explicación muy básica sobre el anarquismo
relacional que la autora no se molesta en explicar:
La Anarquía Relacional o Anarquismo Relacional (AR) es
la práctica de formar relaciones que no estén sometidas a un conjunto
preexistente de categorías. Se basa en las ideas y principios del Anarquismo (rechazo
a las prácticas autoritarias y jerárquicas, y fomento de la autogestión)
aplicándolos y adaptándolos a los vínculos personales.
Se diferencia claramente del poliamor por la
crítica a la necesidad de establecer una distinción formal entre los diferentes
tipos de relaciones. Las personas anarquistas relacionales ven cada relación
(sexo-afectiva o no) como un vínculo particular y no como un elemento dentro de
una categoría establecida por las normas sociales como por ejemplo "sólo
amigos", "en una relación" o "en una relación abierta",
etc.
Las personas Anarquistas Relacionales prefieren no
diferenciar las relaciones en dos conjuntos: las consideradas "de
pareja" y las que no. En lugar de eso, se sigue una aproximación más
flexible en la que las características de las relaciones no están fijadas y
pueden variar a lo largo del tiempo. Las relaciones no monógamas, con el
Poliamor como movimiento destacado entre ellas, se consideran una posibilidad
y, en todo caso, un efecto secundario de la práctica de la Anarquía Relacional
en tanto muchas personas Anarquistas Relacionales mantienen múltiples vínculos
sexo-afectivos, pero con la salvedad de no diferenciar unas relaciones de otras
con etiquetas. Consideran que tal
categorización es contraproducente para disfrutar, mantener y expresar el amor en
sus relaciones, pero eso no implica que todos los vínculos han de ser iguales
en términos de intensidad, pasión, entrega, tiempo, etc. Los rasgos de cada
relación son diferentes, pero no están sometidos a las expectativas asociadas a
una categoría concreta. No hay obligaciones y expectativas como las que se
asocian al amor romántico por un lado o a la amistad por otro, sino que las
prácticas se van adaptando al caso específico y al momento concreto. Se
cuestiona, eso sí, la hegemonía del modelo monógamo, tradicional en muchas
culturas.
El ensayo de
Vasallo tiene, desde mi punto de vista, aspectos endebles, intuiciones brillantes, y
con muchos guiños a un público que está convencido de lo que le va a contar
antes de leer el libro.