Lo encontré, traspapelado en mi biblioteca, por
casualidad. Buscaba otro libro y me apareció este diminuto ensayo de 55
páginas, editado con pocos medios en 1982.
Agustín García Calvo (Zamora, 1926-2012). Realizó
estudios de Filología Clásica en la Universidad de Salamanca. Se doctoró en
Madrid a los 22 años con una tesis titulada Prosodia y métrica antiguas.
En 1951 ejerció como profesor catedrático de instituto. En 1953 ocupó una
cátedra de lenguas clásicas en Sevilla y en 1964 en Madrid, en la Universidad
Complutense, hasta que la dictadura franquista lo separó de la cátedra
madrileña en 1965 junto con Enrique Tierno Galván, José Luis López-Aranguren y
Santiago Montero Díaz por prestar su
apoyo a las protestas estudiantiles. A
García Calvo su exilio lo llevó durante varios años a París, donde fue profesor
en la Universidad de Lille y en el Collège de France. También trabajó como
traductor para la editorial Ruedo Ibérico. En 1976 fue restablecido en su
cátedra, en la que permaneció hasta su jubilación en 1992.
Este ensayo trata de
desvelar cómo el enamoramiento es reinterpretado, como promovido por una causa única o un destino (p. 12), y se
transfigura en Amor. El enamoramiento es una especie de síndrome de turbulencias anímicas y sensoriales (p. 9) que se
produce al entrar en contacto dos personas.
Los
síntomas o manifestaciones de ese síndrome son múltiples y regularmente
registrados en la Literatura; palpitaciones y alteración del pulso; rubor;
brillo específico de los ojos; relajación general de la propia estructura, que
se manifiesta como sonrisa inintencionada, incluso bobalicona; tendencia a
abrírsele a uno los brazos, o las piernas; aumento de la secreción salival y otras,
con facilidad también para las lágrimas; sensación de derretimiento recorriendo
la medula de abajo arriba; movimientos contradictorios de acercamiento y de
huida; (…) en fin, trastorno también, mientras dura el síndrome, de la
percepción general del mundo, en el sentido de volverse más vivaz, palpable y
palpitante, aunque al mismo tiempo más ciega y distraída para todas las partes
que no aparezcan en relación, metafórica o metonímica, con el motivo de la
alteración (p. 9-10).
Desde este síndrome turbulento
se pasa a la ideación del amor, a normativizarlo y ordenarlo; y a la dualidad de los sexos. Por tanto, dicha
dualidad no es natural sino social y se basa en dos clases sexuales, una dominante, los hombres, y otra dominada, las
mujeres. Sobre esta dualidad se producen dos errores: uno, el de considerar la relación de dominio como natural; el otro, el
de considerarla demasiado superficial en la historia humana (p. 18). De la
poca relevancia que se da, al considerarlo natural, se deriva que la voluntad individual puede eliminar o
volver del revés el sentido del dominio, y la ilusión política de que, dentro de la sociedad histórica,
patriarcal, se puede, sin modificar a fondo tal modelo de sociedad, trastocar
la relación de dominio entre los dos sexos.
MICHAEL PARKES
Puesto que el Amor se
convierte en un ente ideal ha de reunir algunas notas que le son propias como la de ‘uno’ y la de ‘eterno’ (p. 27). Ha
de ser uno porque ese Amor es la idea de ‘amor’ misma, general y absoluta y
cualquier asomo de multiplicidad lo destituiría de su condición ideal; y
eterno, es decir, coextensivo con todo el tiempo porque si fuera temporal
anularía su condición ideal.
El autor sostiene que el
Amor es una invención de los hombres o
dominantes para las mujeres o sometidas (p. 33). El Amor mayúsculo es el
mejor método para que el Señor, sin necesidad de costosas guardias ni
vigilancias, se asegure la posesión, obediencia y fidelidad de la mujer.
Cuando
la Ley de los señores ha conseguido que en el propio aparato anímico de las
mujeres se establezca la creencia en el Amor, como ligada indisolublemente a la
propia necesidad de determinación y subsistencia de ellas, parece que se ha
puesto en marcha el más perfecto procedimiento de dominación del sexo sometido,
y podrán los señores con algo más de tranquilidad dedicarse a sus trabajos y
sus guerras (p. 34).
Pero he aquí que son las
mujeres las que parecen haberse hecho cargo de la institución del Amor y son
las mayores creyentes de su unicidad y eternidad. Hay, por tanto, una némesis
implacable: con la aceptación y asunción
de su condición de esclavo, el esclavo se prepara para herir al amo con el arma
de que dispone: sus cadenas (p.35). Y por lo menos las desgracias y
espantos del Amor pesen de un modo casi equilibrado sobre los dos sexos.
MICHAEL PARKES
La creación de entes
ideales conlleva siempre definirlos con otro, negativo suyo, la creación de la
idea complementaria. Y así se instituye el Sexo, que se define por oposición al
Amor, que será verdadero si no es mero Sexo.
Se
engañaban pues los inocentes demoledores del Orden que, como el Marqués de
Sade, confiaban en las fuerzas de lo obsceno y lo libertino para combatir las
mortales instituciones de la Moral: pues no habían percibido la relación
dialéctica que rige siempre entre la Ley y el Crimen, y que, a medida que el
libertinaje se afirmara y se hiciera progresivamente abstracto, como Sexo, en
la misma había de hacer más puro y fuerte el otro término de la relación, el
Amor mayúsculo (p. 38).
El Amor es compromiso y
tiene su declaración en el TE QUIERO que implica que, una vez dicho, haya un
comportamiento de mí para ti y de ti para mí, de aquí en adelante. La Voluntad
vendrá a dominar los procesos amorosos y a anular lo que en el Amor pudiera
haber de impulsos y aspiraciones
subracionales, venidas de no se sabe dónde. Pues este Amor instituido, lejos de ser ciego, más bien propende, como
Dios, a verlo todo, y por ende someterlo a los mandatos de su imperio (p.
44).
El autor concluye con
algunas de las típicas conductas y padecimientos que se producen entre los
componentes de una Pareja de Amor, una vez que la relación de mutuo dominio y
determinación ha quedado entre ambos constituida: la concomitancia del odio con
el amor; el conocimiento y desprecio del otro a través de una idea cerrada y
fija de la pareja; los celos; la conversión de lo negativo en positivo; y otros
muchos síntomas que el autor no enumera dada la brevedad del ensayo.
La lectura de este breve
trabajo de García Calvo me ha hecho pensar en que quizás el feminismo no ha
dado suficiente valor a la fuerza de la idea de Amor en la dominación de las
mujeres al aceptarlo como algo natural y poco relevante en el modelo de
sociedad patriarcal. Por otro lado su lectura me recordó un estupendo libro de
CORAL HERRERA GÓMEZ (2010), La
construcción sociocultural del amor romántico. Fundamentos, Madrid, que
igual en otro momento me lanzó a reseñar.