Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt
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sábado, 23 de noviembre de 2024

CAMBIO CLIMÁTICO Y LA DANA VALENCIANA

 


Vaya por delante que empatizo con las personas que de una manera trágica (pérdida de seres queridos), penosa (pérdida de bienes materiales: viviendas, negocios, coches, etc.) o desdichada, han vivido un suceso de «gota fría» tan terrible como el sucedido en la provincia de Valencia (29 de octubre de 2024). Vivo también en el Mediterráneo y conozco, sin haber vivido una experiencia tan límite, el miedo que causan esas tormentas ahora denominadas DANA (siglas de una Depresión Aislada en Niveles Altos).

Los sucesos de «gota fría» han sido frecuentes siempre en la costa mediterránea durante el otoño, y en Valencia los conocen bien. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de las lluvias son diferentes a lo habitual y están relacionas con el cambio climático, negado a fecha de hoy por sectores políticos influyentes.


Existe una táctica denominada mediafare que significa «guerra mediática» y que básicamente significa, entre otras tácticas, desplazar el foco de atención para que la audiencia entre en la dinámica de lo mediáticamente correcto y cambiar el marco de conversación y de debate político. Esta táctica, a mi parecer complementada por los partidos políticos, ha desplazado el foco de atención hacia la gestión (desastrosa) de la Generalitat valenciana para realizar una construcción discursiva que lejos de atender a la realidad del cambio climático, se acerca a la narrativa de la gestión política y a las luchas de poder entre el PP y el PSOE (al frente de la Generalitat y del Gobierno respectivamente) para sacar rédito político de un desastre como el ocurrido en Valencia.


Todos los medios de comunicación y los partidos políticos de cualquier signo ideológico han deglutido la tragedia rápidamente y la han convertido en un episodio más de su lucha por el poder político intentando persuadir a la población de que el culpable de todo es el otro sector político para que el debate quede centrado ahí: en las relaciones de poder.


Retirar el foco de atención de las consecuencias del cambio climático (así como de la construcción y el urbanismo descontrolado) interesa a ambos partidos con «sentido de Estado» puesto que ninguno ha realizado una política seria para detenerlo o para tomar medidas para que sus efectos sean lo menos traumáticos para la población.


En todo el guirigay que de nuevo han montado para que todo quede centrado en la mala gestión del PP valenciano de la DANA (que lo es) y en crear la ilusión de que el PSOE u otras opciones políticas lo harán mejor, ¿dónde están las propuestas para que la próxima «gota fría» no tenga las consecuencias desastrosas que ha tenido esta? ¿qué obras piensan llevar a cabo para que barrancos, ríos y rieras, no se conviertan en trampas mortales? ¿qué piensan hacer con las viviendas construidas en zonas inundables? Las alertas no son solo enviar avisos de protección civil a los móviles ¿qué otras medidas se van a poner en marcha para alertar a la población preventivamente ante un episodio de este tipo?


El ámbito libertario y anarquista debe poner el foco en la realidad que hay tras la catástrofe del 29 de octubre, no podemos entrar en su juego político y mediático que tanto condiciona la realidad política.


[Por otro lado, una vez más se ha demostrado que cuando las instituciones no llegan, se ausentan porque su maquinaria es pesada y burocrática, la autoorganización y el apoyo mutuo fluyen espontáneamente y debemos felicitarnos por ello].

 

Laura Vicente

sábado, 3 de agosto de 2024

ANARCOFEMINISMO PARA EL SIGLO XXI: PUNITIVISMO (I)

 


Resulta llamativo que muchas autoras que se inscriben dentro del feminismo antipunitivista ignoren, dentro de las trayectorias que analizan el aparato represivo del Estado, la cultura del castigo y la utilidad de las cárceles, al anarquismo.[1] No pretendo realizar una reflexión sobre cómo entiendo la anarquía y los anarquismos, pero voy a adentrarme en un tema, el del castigo de las violencias de género, especialmente a través de los dispositivos penales y coercitivos del Estado (policía, derecho penal, sistema judicial, cárcel, frontera, etc.), y quiero dejar clara la mirada desde la que lo haremos: el feminismo anarquista.

Dice Catherine Malabou[2] que el anarquismo «es ante todo un combate contra los mecanismos de dominación, que desborda la esfera estatal (…) para abarcar todos los ámbitos de la vida (…)»; la lucha contra la subordinación ha sido (y es) una constante dentro de los anarquismos, tanto históricos como actuales.  Si la dominación desborda el Estado, el anarquismo no es solo lucha contra el Estado, pero su lucha lleva implícita la resistencia al Estado, puesto que es un elemento que está presente en dicha subordinación.

El anarquismo es incompatible con el Derecho entendido al modo del positivismo legalista y estatista, así como con las leyes por ser mandatos del Estado. No confunde justicia con Derecho, puesto que las leyes son expresión de la autoridad de unas personas sobre otras y no pueden aceptarse como justas.[3] En la medida en que unas personas amenazan a otras con el castigo de la cárcel o incluso con privarlas de la vida para que lleven a cabo ciertos comportamientos y se abstengan de otros, las leyes niegan la libertad. Por lo mismo, atentan contra la igualdad al establecer una jerarquía intolerable: la desigualdad entre quienes mandan y quienes obedecen, dialéctica de la que las leyes no se pueden librar. Por mucho que se diga que defiende los intereses generales, las leyes son la protección expresa de los privilegios. Por otro lado, los dogmas del positivismo estatalista, a saber: la omnipotencia del legislador y el culto legal, significan una fe en la capacidad de las leyes para resolver todos los problemas sociales[4] que no podemos compartir.

La cultura del castigo, intrínseca al sistema penal, siempre es selectiva, por lo que uno de los objetivos del anarquismo es desmontar la naturalización del Derecho que la Modernidad ha generalizado para proteger al capitalismo.

1-Identidad femenina, sexualidad y violencia

Los feminismos de los primeros ochenta años del siglo XX se centraron en consolidar una identidad y un discurso identitario construido sobre la base de las diferencias existentes entre mujeres y hombres, lo que se denominó diferencia de género. Pero esa identidad trabaja con la lógica de la taxonomía de la Modernidad. Hemos sido subjetivadas y excluidas (mujeres, gays, trans, lesbianas, etc.) y, al mismo tiempo, hemos utilizado ese lugar para producir una forma de identidad que interpela al poder que nos subjetiva. Esa interpelación puede llevarnos a cambios que se pueden considerar positivos como es el caso de leyes nuevas, reconocimiento social, acceso a derechos antes inexistentes, etc.

Ese discurso identitario que ha logrado avances en el camino de la igualdad legal con los hombres ha llevado a algunos sectores del feminismo a naturalizar la categoría «mujer» pensada como privilegio, desarrollando una política de identidad normativa y excluyente. Las identidades sexuales y de género han sido tratadas por ese sector del feminismo como elementos fijos, reforzando las divisiones binarias (hombres-mujeres, heterosexuales-homosexuales), que regulan los deseos, las prácticas sexuales y las relaciones sociales en general.

De hecho, la construcción de la identidad femenina ha estado basada en la sacralización de la sexualidad de las mujeres y del cuerpo femenino que solo se entrega en contextos de seguridad y afecto. En la misma línea, la normativa de género ha vinculado la feminidad con una emocionalidad frágil necesitada siempre de protección. Estas ideas construyen un imaginario perjudicial para las mujeres, puesto que la sacralización de la sexualidad femenina tiene como contrapartida la concepción de la sexualidad masculina como intrínsecamente violenta e irrefrenable. Desmontar la pureza de la sexualidad femenina supone desmontar en paralelo la idea de la intrínseca violencia sexual masculina. Como señala L. Macaya,[5] los efectos de la violencia sexual dependen de los significados que concedamos a la sexualidad y al cuerpo femenino y no inspira confianza precisamente el hecho de que la creación de estos significados haya estado en manos del sistema heteropatriarcal y sus normativas de género.

Nos parece de gran relevancia, para enfocar mejor las luchas del feminismo anarquista, no naturalizar la sexualidad y entender que sus pautas hegemónicas son un producto cultural derivado de una construcción de género binaria, sexista y heteronormativa.

Por otro lado, esa misma sacralización de la sexualidad femenina y, por ende, de la vagina, ha llevado aparejada la consideración de que los ataques a nuestra sexualidad tengan repercusiones gravísimas y patológicas en nuestra psique. Este planteamiento patriarcal convierte la violación en un mal tan temido que alimenta el miedo y la indefensión de las mujeres o de aquellas personas percibidas como mujeres. El miedo acaba convirtiendo la sexualidad en una fuente de peligro que puede privar a las mujeres de explorar con libertad la propia forma de existencia, de disfrutar libremente y de divertirse. El afán de seguridad y de protección puede acabar situando a las mujeres en la pasividad y la sumisión, necesitando amparo siempre por su incapacidad para tomar decisiones y enfrentarse a una situación percibida como peligrosa.

Esta manera de enfocar la violencia contra las mujeres, particularmente la violencia sexual, es fácil que nos conduzca a adoptar posturas individualizantes que sitúan a la categoría «hombre» y a los hombres bajo sospecha permanente, situándolos como enemigos y, por tanto, favoreciendo perspectivas punitivas y castigadoras. Como señala L. Macaya, culpabilizar al individuo concreto y desresponsabilizar de la violencia a las instancias e instituciones que sostienen el sistema heteropatriarcal causante de las violencias suele ser la solución que promueve el Estado (no quitamos, por ello, la responsabilidad de los comportamientos agresivos a los hombres concretos). Si no indagamos en lo que hay detrás de la violencia, será difícil buscar posibles soluciones ajenas a la lógica del castigo, que de poco sirve para acabar con dichas violencias.

[Continuación el día 13 de agosto]

Publicado en la revista Redes Libertarias, nº 1



[1] Este artículo forma parte de una serie de textos iniciada con Laura, Vicente, “Construyamos el anarcofeminismo del siglo XXI”, Libre Pensamiento 102 (primavera 2020), pp. 63-69; “A vueltas con ‘lo trans’ desde el anarcofeminismo” Acracia, (5 marzo 2022) https://acracia.org/a-vueltas-con-lo-trans-desde-el-anarcofeminismo/  y Kaos en la red, (8 de marzo 2022), https://kaosenlared.net/a-vueltas-con-lo-trans-desde-el-anarcofeminismo/ ; “Anarcofeminismo para el siglo XXI: Genealogía”, Acracia, (4 abril 2023), https://acracia.org/anarcofeminismo-para-el-siglo-xxi-genealogia/ y Kaos en la red (5 de abril 2023), https://kaosenlared.net/anarcofeminismo-para-el-siglo-xxi-genealogia/

[2] Malabou, Catherine, ¡Al ladrón! Anarquismo y filosofía. Santiago de Chile y Donostia, La Cebra, Palinodia, Kasilda, 2023, p. 28.

[3] Ribaya, Benjamín, «Anarquismo y Derecho». Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), Núm. 112, Abril-Junio 2001, p. 90.

[4] Ribaya, «Anarquismo y Derecho», p. 92.

[5]  Macaya Andrés, Laura, «Contra el feminismo punitivo: herramientas para destruir la casa del amo», 11/06/2018. https://catalunyaplural.cat/es/contra-el-feminismo-punitivo-herramientas-para-destruir-la-casa-del-amo/

 

Laura Vicente 

sábado, 13 de julio de 2024

ANTIPOLITICISMO ANARQUISTA

 

Hace pocos días intentaba distanciarme del concepto «libertario» y «anarquista» que utiliza la extrema derecha con un desparpajo cabreante. Traté de enmarcarlo en nuestra genealogía, que nos ha costado sangre y fuego (sin querer ponerme transcendente ni intensa), nunca con afán de propiedad. El anarquismo es movimiento y lejos de mí la idea de que haya conceptos o ideas inamovibles y graníticas, pero tampoco soy partidaria de la volatilidad y lo «líquido» (que decía Bauman) porque detrás nuestro existen experiencias, personas, propósitos y emociones que nos enraízan a un proyecto que continúa vivo, cambiando y adaptándose a los nuevos tiempos.

El antipoliticismo, entendido como rechazo a la política institucional, a la democracia liberal y neoliberal delegada y representativa que nos condena cada cuatro años a los que nos abstenemos sin preocuparse, o enviando a las «fuerzas del (des)orden», cuando ejercemos otros derechos de los que nunca hacen campañas publicitarias, ha sido anarquista.

No quiero entrar en el debate de si es uno de esos rasgos invariables del anarquismo o no lo es, entiendo que nuestro rechazo a la democracia delegada y representativa como elemento de dominación desde el Estado, es una posición que forma parte del compromiso ético de no hacer como «medio» lo que se contradice con «los fines» que pretendemos. No podemos votar y defender, a la vez, la democracia directa. Luego puede haber excepciones, parches, votar «en contra» de y no «a favor de», confiar en que se pueden «asaltar los cielos» desde las instituciones, etc. y etc. Cuando esas excepciones acaban convirtiéndose en cotidianas, hay que pensar qué se está haciendo, recapacitar…, o no, cada cual es muy libre.

Pero vamos, no estoy escribiendo estas líneas para hacer campaña por la abstención o para insistir que la política no es solo política institucional, que la política es «la cosa pública» y de esa siempre ha hecho mucha el anarquismo. Escribo estas pocas líneas para mostrar mi estupefacción porque resulta que ahora la bandera del antipoliticismo y de las posiciones antisistema la enarbola también la extrema derecha.

No pillan mal momento, el personal está hasta las narices de la política institucional que ha quedado descarnada y con las vergüenzas al aire en un momento en que casi nadie tiene mayorías absolutas y se coaligan derechas e izquierdas, supuestamente irreconciliables, por el bien de «la democracia» y la estabilidad (y puedes añadir todos los eufemismos que dicha política nos ofrece continuamente). Decir o prometer algo y hacer lo contrario es moneda de cambio frecuente, pactar con cualquiera que ofrezca los votos necesarios para gobernar también. La incomodidad y el malestar de las fieles votantes va polinizando y calando, algo que vemos en el voto creciente de la extrema derecha que se posicionan como faro orientador cuestionando el sistema y el «establishment», o sea sé, los grupos de poder profesionalizado que mangonean el sistema institucional.

Sobra decir que a la extrema derecha no le va mal con el «sistema» y que aspira a crear otro «establishment» que le asegure más aún sus privilegios y su orden tradicional sin fisuras: la masculinidad patriarcal, la blanquitud, la heteronormatividad, la familia tradicional, la sociedad de clases, el individualismo darwiniano, etc.

Al ámbito anarquista, ¿Qué le toca hacer en estos momentos? ¿Cómo enfocamos el descontento y la despolitización? ¿votando o construyendo antipoliticismo anarquista?


Laura Vicente

jueves, 13 de junio de 2024

Germinal. Revista de Estudios Libertarios


 

Germinal. Revista de Estudios Libertarios, nº 17, enero-junio 2024

Tras cuatro años de ausencia, la revista Germinal vuelve a aparecer. Aunque la revista es semestral solo entre 2006 y 2009 y en 2012 y en 2014 aparecieron los dos números semestrales. A partir de la última fecha mencionada solo ha salido en cinco ocasiones un número al año. Agradezco que me hayan hecho llegar el número y celebro su nueva aparición deseando que este impulso se prolongue en el tiempo.

Publicar revistas entra en la idiosincrasia del movimiento libertario dentro del cual se han publicado miles y miles de cabeceras a lo largo del tiempo. Difundir la Idea ha sido siempre una convicción plenamente asumida y formamos parte de esa genealogía con gusto. Nadie oculta las dificultades para editar revistas y, sobre todo, difundirlas, pero el ámbito libertario no se canas nunca de volver a intentarlo.

En este caso, la revista está compuesta por cuatro artículos, reseñas de libros y un DVD de «El entierro de Kropotkin. Los artículos tratan temas variados ya que van desde «Kropotkin y la revolución rusa» a unos «Apuntes sobre el pensamiento de Rudolf Rocker» o la «Correspondencia de Gaspar Sentiñón». El cuarto artículo recala en un tema interesante desde el punto de vista feminista y anarquista: «Las bodas a la libertaria bajo la mirada de Lucía Sánchez Saornil: crónica de una cobardía espiritual». Su autor, Thiago Lemos Silva, hace un recorrido interesante sobre la evidente contradicción entre rechazar las bodas se celebraran donde se celebraran y aquellas parejas que deseaban oficializar su «unión libre». A Lucía no le pasó desapercibida esta situación y cargó contra ella con mucha contundencia poniendo en evidencia las dificultades para erradicar costumbres antiguas que perjudicaban siempre a los sectores más vulnerables. Ahí está la preocupación de  Sánchez Saornil por la dificultad en suprimir estructuras de dominación tan profundamente arraigadas incluyendo a los anarco sindicalistas más próximos.

La revista concluye con una interesante filmación del entierro de Kropotkin que complementa al primer artículo escrito por Selva Varengo.

 

 

lunes, 3 de junio de 2024

LA DERECHA NOS ROBA LOS «MUEBLES»: ANARQUISMO Y LO LIBERTARIO

 


Hace tiempo que tengo la sensación molesta de que la derecha se apropia de términos que no les han pertenecido y que los medios de comunicación, ¡¡como no!!, ayudan en la  consolidación de dicha apropiación.

Nos ayudaremos para demostrarlo del excelente libro de Daniel Colson titulado: Pequeño léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze[1]. Digamos en primer lugar que el término Movimiento Libertario fue utilizado en España con profusión durante la década de 1930 para referirse a la vinculación y coordinación de la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias, mientras que el Partido Libertario (Libertarian Party) fue fundado en Estados Unidos en diciembre de 1971. Estoy segura de que el término «libertario» ha aparecido también con anterioridad a la década de 1930 en España y en otros países sin el contenido liberal y reaccionario del Partido Libertario yanki.


Bien, nuestra manera de entender lo libertario hace referencia a una fuerza colectiva de prácticas y opiniones enamorada de la libertad y que no tiene ninguna relación con el resentimiento tan particular que utiliza la derecha libertariana. El pensamiento libertario no tiene nada que ver con la identificación del individuo como un ser sin cualidades singulares, un ser dependiente y reducido a la pobreza mecánica y exterior que presuponen e imponen los propulsores del mercado o quienes defienden la lógica electoral. Por lo mismo, no comparte con la derecha libertariana que se reduzca el Estado a su mínima expresión, pero a la vez sea feroz y todopoderoso, soberano absoluto, vigilante del estricto juego impiadoso donde, como nuevos «robinsones», los individuos se comporten con ferocidad en la lucha por el beneficio y el éxito, siendo multitud en los supermercados, estadios y actos políticos o religiosos.


Para lo libertario, la persona tiene un papel clave como tal y además actuando colectivamente, las personas libertarias se intentan capacitar para pensar de forma diferente a como quieren que lo hagamos y trata de resistir la dominación por cualquier grieta que encuentre siendo relevante vivir de otra forma dejando de desear lo que nos ofrece el capitalismo. El Estado reducido a la mínima expresión en lo económico pero omnipresente en la vigilancia y el control nunca podrá contar con el apoyo de lo libertario. Libertad no es consumir, no es la servidumbre de los mercados, no es dejarnos gobernar por estos y sus dulces cantos de sirena. Esta posición implica, como señala Tomás Ibáñez en su libro: Anarquismo no fundacional. Afrontando la dominación en el siglo XXI[2], desarrollar un arte de no ser gobernado que requiere una ética de la revuelta que defina una manera de estar en el mundo, donde la persona se enfrenta constantemente al poder y se esfuerza por ser ingobernable.


Que la derecha más reaccionaria se sienta cómoda con el término «anarco capitalismo» molesta e irrita puesto que la defensa de una anarquismo de libre mercado o de propiedad privada, nada tiene que ver con el término anarquía y ni siquiera con el termino anarquismo que ha rechazado mayoritariamente la propiedad privada y el libre mercado capitalista.

Anarquía o an-arkhé es la negación del arkhé que tiene una doble cara: la del poder, que ha sido la contemplada por el anarquismo político, y la del rechazo de todo principio inicial, de toda causa primera, de toda dependencia de los seres frente a un origen único (Colson). Este significado tiene su origen en Grecia que estableció la necesidad de referir el mundo a ese principio primero que permitiese entender su constitución. Ese principio instaura de facto una cadena de mando, una jerarquía sin la cual impera el desorden (an-arkhé).


Resulta evidente que el llamado «anarco capitalismo», o neoliberalismo, ni rechaza el poder ni mucho menos ese principio primero, todo lo contrario. Como señala Amador Fernandez-Savater en su libro: Capitalismo Libidinal. Antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar[3], este capitalismo implica una forma de organizar el mundo y la vida que hace de la competencia la norma universal de los comportamientos. El «anarco capitalismo» gobierna a través de la presión ejercida sobre las personas por las situaciones de competencia que crea. Esa razón es mundial y «hace mundo», atraviesa todas las esferas de la existencia humana. Es un verdadero proyecto de sociedad y cierta fabricación del ser humano.


El anarquismo, como ya hemos dicho, ha rechazado el poder tradicionalmente (un tema que debemos revisar en el sentido de qué y cómo entendemos el poder… eso para otro día) pero debe rechazar esos principios primeros para afirmar que es la práctica la que a partir de sí misma elabora su propia justificación y construye sus propios principios que serán tan múltiples como la propia multiplicidad de las situaciones vividas (Ibáñez). La anarquía es, por tanto, la afirmación de lo múltiple, de la diversidad ilimitada de los seres y de su capacidad para componer un mundo sin jerarquías, sin dominación, sin otras dependencias que la libre asociación de fuerzas radicalmente libres y autónomas (Colson).


En conclusión, nada que ver con la dictadura del mercado, de la competencia, de la propiedad privada que atraviesa todas las esferas de la existencia humana y convierte a las personas en seres dependientes de unos deseos creados por el capital para generar más beneficios y más pobreza material y del pensar.


Proclamemos a los cuatro vientos que «su» anarquía y «su» libertarianismo es una apropiación indebida y que los «muebles» forman parte de nuestra genealogía de la que nos alimentamos siempre desde el pensamiento crítico y no desde la idea de principios inamovibles y únicos.


Laura Vicente



[1] El libro es de 2001, traducido en 2003 por la editorial Nueva Visión de Buenos Aires.

[2] El libro es de 2024 y ha sido publicado por Gedisa.

[3] El libro es de 2024 y ha sido publicado por Ned.


lunes, 13 de mayo de 2024

ANARQUISMO NO FUNDACIONAL [«una manera de estar en el mundo»]


Tomás Ibáñez lleva años pensando cómo el anarquismo puede «estar en el mundo» del siglo XXI. Su último libro[1] es una pieza más del puzle que tan laboriosamente está construyendo casi siempre a través de artículos en la prensa libertaria que luego une en una auténtica labor de orfebrería. En 2006 se publicó su primera compilación de artículos: ¿Por qué A? Fragmentos dispersos para un anarquismo sin dogmas; la segunda compilación fue publicada en 2017: Anarquismos a contratiempo; la tercera en 2022: Anarquismos en perspectiva; y, acaba de salir este último libro: Anarquismo no fundacional.



Los títulos de esta colección de textos escritos a lo largo del tiempo indican mucho de por dónde va la indagación de Tomás Ibáñez desde una «extraña fidelidad» al anarquismo que él mismo reconoce. Una de las maneras de estar en el mundo de Tomás Ibáñez es adentrándose, como decía Mercier Vega, en una auténtica selva de signos de interrogación. Haciéndose preguntas, leyendo y reflexionando, ha ido avanzando hacia un enfoque minimalista del anarquismo consistente en depurarlo de todos aquellos elementos que pudieran lastrar su compromiso con la no reproducción de la dominación.

Fue Amedeo Bertolo quien afirmo que el anarquismo del siglo XXI era obsoleto, que había que podar sus ramas conservando el núcleo duro del viejo (porque sin ese núcleo no hay anarquismo) envuelto de una pulpa de pensamiento y de acción flexible, adaptable, experimentable, discutible, absolutamente no dogmática, inventando un anarquismo cambiante y multiforme. Tomás Ibáñez ha colaborado en la poda de ese tronco y basándose en «el menos es más» plantea reducir al anarquismo a sus rasgos más básicos, aunque eso suponga algo tan arriesgado como privarle de lo que ha constituido su atractivo y su riqueza y que confieso, a mí me incomoda.

¿Qué ramas quiere podar el autor en su propuesta de anarquismo no fundacional? En palabras suyas, aquellas imperfecciones capaces de suscitar deseos que conllevan trazas de dominación: expulsar las utopías, el sueño de una sociedad libertaria, la ilusión de multitudes en las organizaciones libertarias, la fraternidad de una identidad común, erradicar el poder, etc. Sin embargo, la necesidad de cambio es impotente sin deseo de cambio. Las imperfecciones son claves para prestar atención a las posiciones de deseo, los cambios de ánimo, los estados anímicos. El capitalismo lo sabe muy bien cuando fabrica a un ser humano con vínculos con los demás y con el mundo, por lo que podemos considerarlo como un capitalismo existencial que produce formas de vida deseables.

Pero Tomás Ibáñez tiene razones de peso cuando propone un anarquismo no fundacional y nos centraremos en ellas. No quiero alargarme en exceso en esta reseña, tiempo habrá para debatir, resolver dudas, incluso hacer propuestas que arropen el minimalismo de este anarquismo. Los puntos 1 y 2 los voy a pasar casi por alto porque son puntos que tienen importancia, pero son periféricos y me centraré en los puntos 3 y 4 que es donde establece el autor las condiciones de posibilidad de la emergencia de este anarquismo no fundacional en las esferas simbólica y material.

Antes que nada, quiero señalar la capacidad de Tomás Ibáñez  sintetizando su planteamiento y hacerlo accesible a cualquier persona que desee (de nuevo los deseos) leerlo con calma y meditar sus propuestas (el libro tiene 106 páginas más la bibliografía).


Los puntos 1 y 2 los dedica a clarificar las características de la etapa de formación del anarquismo refiriéndose a las condiciones históricas en las que nace y se desarrolla (aproximadamente, desde finales del siglo XVIII hasta ­mediados del siglo XX). El autor demuestra cómo el anarquismo quedó impregnado por postulados ideológicos que conformaron la ideología de la Modernidad. Son justamente los cambios que se producen a partir de la segunda mitad del siglo XX (punto 2) lo que provoca el agotamiento de la onda expansiva de la Revolución Francesa y la extinción del llamado «siglo obrero», con una nueva vuelta de tuerca en lo que va del siglo XXI en la que el proletariado tiene menos relevancia transformadora y el anarquismo pierde su base obrera.

El acierto de las críticas a la Modernidad desde el postestructuralismo las agrupa el autor en tres grandes bloques: en el primero, los valores relacionados con la centralidad del sujeto, la perspectiva de la emancipación, la naturaleza humana, los procesos de subjetivación y el esencialismo. El segundo bloque se centra en la crítica de la perspectiva totalizante que subyace en el concepto de revolución. Y, por último, la crítica a la esencialización del poder.

Centrándonos ya en el punto 3: «Aproximaciones al concepto de anarquismo no fundacional» (esfera simbólica) y 4: «La inserción del anarquismo no fundacional en la sociedad del siglo XXI» (esfera material), el autor señala que este anarquismo está en fase de gestación, es «uno de los muchos riachuelos de donde puede beber el pensamiento anarquista». Con este matiz importante, veamos cuál es la propuesta.

En primer lugar, el autor se centra en clarificar en qué consisten las «fundaciones», de dónde provienen y cuáles son sus efectos. Para ello parte del concepto de arkhé que el anarquismo político contempló como poder, pero que tenía otra cara que ignoró y que hace referencia al principio fundacional del mundo cuyo origen se sitúa en Grecia que estableció, sobre todo con Aristóteles, la necesidad de referir el mundo a un principio primero que permitiese entender su constitución. Ese principio instaura de facto una cadena de mando, una jerarquía sin la cual imperaría el desorden o anarkhé (anarquía). Al ignorar este segundo aspecto el anarquismo político sustituyó el principio soberano por el principio de razón, dejando intacta la exigencia de que siempre debe haber un principio rector. No alteró, por tanto, la lógica propia del arkhé y se limitó a sustituir un principio por otro que consideró más adecuado.

¿Qué sentido puede tener un anarquismo carente de fundaciones y de principios que lo guíen?, se pregunta el autor. Para ello se adentra en dos aspectos muy relevantes: el concepto del a priori práctico a partir del cual afirma la importancia de la práctica sobre la teoría y el énfasis puesto sobre la resistencia frente a cualquier forma de poder. El anarquismo debería ser incompatible con cualquier participación en lo que representa su antítesis, es decir, constituirse a sí mismo como una modalidad de poder opuesta al poder vigente.

Si se arranca desde las prácticas de las luchas para extraer principios y concepciones teóricas (que el autor no niega que puedan intervenir en las prácticas), estas están desprovistas de los principios primeros porque no se aplican desde fuera de las prácticas, sino que nacen de forma contingente en su seno. Si el anarquismo rehúye constituirse como una modalidad de poder, promoverá la condición de ingobernabilidad y de mantener la resistencia en el seno de cualquier modelo de sociedad impulsando una ética de la revuelta más que una épica de la revolución.

Algo que me inquieta sobremanera es que parece que los análisis y planteamientos suelen corresponder con las características materiales y culturales de la sociedad en la que vivimos. Por un lado, parece lógico que así sea, pero, por otro lado, ¿podemos escapar a quedar impregnadas de los postulados ideológicos que conforman la ideología del poder de la sociedad en la que vivimos? He aquí la selva de signos de interrogación en la que nos adentramos de la mano del autor.

En el punto 4, la esfera material, Tomás Ibáñez se pregunta por el «ser de la técnica», por la propia naturaleza de la técnica que busca asegurar al ser humano el pleno dominio de su entorno. El problema no está tanto en las técnicas concretas sino en el tipo de relación entre el hombre y el mundo instaurada por la esencia de la técnica. El «ser de la técnica» encuentra el terreno más favorable en el capitalismo, por lo que debilitar a este es debilitar el «ser de la técnica». Una de las formas más eficaces de debilitar al capitalismo es renunciar al modo de vida que nos ofrece viviendo de otra forma, dejando de desear (de nuevo el deseo) lo que nos ofrece, algo que se va complicando cada vez más.

Aun cuando los artefactos técnicos sumados al «ser de la técnica» desestabilizan y quiebran las fundaciones, la informatización del mundo está creando las condiciones para un totalitarismo de nuevo tipo temible por su capacidad de control que se pueden completar con técnicas de intervención respecto a transgresiones y disfuncionamientos. Esto hace cada vez más difícil el enfrentamiento con el Estado que acostumbra además a contar con la aceptación social. Un ejemplo a tener en cuenta es el paradigma de la prevención basada en los riesgos globales o locales que implican la vigilancia permanente y la intervención preventiva [iba leyendo y pensando que en el punitivismo asimilado por una parte importante de los feminismos hay algo de este trasfondo ideológico].

¿Hay cierta posibilidad de oponerle resistencia a este nuevo totalitarismo, que me atrevo a afirmar no es un proyecto exclusivo de la derecha sino también de la izquierda institucional? ¿Hay posibilidades de ser ingobernables, de no hacer lo que el poder quiere que se haga? ¿Podemos inmunizarnos contra los discursos del poder y distanciarnos de su lógica? Y de nuevo la selva de signos de interrogación.

La respuesta solo puede emerger de las propias prácticas de resistencia, nunca de una teoría que nos indique cómo resistir. No hay más fórmula que las prácticas de lucha y las formas de vivir diferentes, solo de ahí saldrán nuevas formas de resistencia.

Para concluir, el autor en el Epílogo trata de deshacer entuertos que quizás no quedan claros en el desarrollo del libro. Interesantes entuertos que he pensado leyendo el libro y que son elementos de debate para quienes quieran adentrarse en el anarquismo no fundacional. Tras el Epílogo, una Adenda que más que apéndice me parece una buena síntesis de lo tratado en el libro.

Y no me queda más que recomendaros la lectura del libro de Tomás Ibáñez si deseáis adentraros en una selva de signos de interrogación, en una propuesta innovadora para concebir «una manera de estar en el mundo» frente a la manera que nos cautiva del capitalismo del siglo XXI, acompañado por el nuevo totalitarismo, que ni siquiera nos deja desobedecer porque no requiere la obediencia para realizar sus designios.


Laura Vicente

 


[1][1] Ibáñez, Tomás, Anarquismo no fundacional. Afrontando la dominación en el siglo XXI, España, Gedisa, 2024.

domingo, 24 de marzo de 2024

MUJERES LIBRES: DE LA EDICIÓN A LA REVOLUCIÓN

 



La edición de Mujeres libres y su proyecto

  • Redactar y editar una revista forma parte de un plan a largo plazo

En la década de 1930 existía, en la subjetividad de las mujeres libertarias y anarquistas, la necesidad de organizarse juntas y separadas de los hombres del movimiento libertario. Desde la I Internacional se habían llevado a cabo numerosos intentos de constituir organizaciones de mujeres (Teresa Claramunt sobresale en este aspecto). Tres mujeres, apoyadas en muchas otras, conocedoras de aquellos intentos y de aquellas mujeres, trataron de avivar aquellas brasas para intentarlo de nuevo: Mercedes Comaposada Guillén, Amparo Poch Gascón y Lucía Sánchez Saornil.

Tenían un plan a largo plazo: crear una organización de mujeres de clase y feminista que luchara por su emancipación dentro del proyecto libertario.

Para cumplimentar el plan, la edición de la revista tenía unos objetivos más inmediatos:

  1. La revista debía tejer una RED DE CORDIALIDAD entre las mujeres que formaban parte del proyecto (son palabras de Lucía a Josefa Tena de Mérida el 10 de julio de 1936). RED: núcleos de mujeres colaboradoras alrededor de la revista y CORDIALIDAD entendida en clave política, era una apuesta por el entendimiento como punto de partida para una vivencia corporal cercana y amable entre las componentes del proyecto.
  2. La revista debía CAPTAR y CAPACITAR a las mujeres obreras a quienes iba dirigida. Por eso la revista se inicia como revista de formación y cultura.

 Así salieron los tres primeros números (mayo, junio y julio) con una redacción formada por las tres mujeres mencionadas y unas secciones que definían sus intereses: Trabajo y sindicalismo (Lucía), Salud, sexualidad, maternidad e infancia (Amparo); Cultura (Mercedes); Educación (pretendían que fuera Antonia Maymón, pero debió negarse); Conflictos Internacionales (con posiciones antimilitaristas y a favor de la paz, alguien con seudónimo paz firmó dos de los tres artículos de los tres primeros números.

Solo escribieron mujeres.

En estos números anteriores a la Guerra Civil la mayoría de los artículos los escribieron las tres redactoras, pero fueron creando red y dando lugar a un amplio grupo de colaboradoras (40 mujeres firmaron textos en los trece números).

Entre las colaboradoras destacan 9 mujeres que firmaron 3 o más artículos acreditados en los trece números: las tres redactoras + Consuelo Berges Rábago (no es libertaria ni (A), no forma parte de MMLL), que no escribió y se dedicó a tareas de edición durante la guerra ayudando a Mercedes.

Las 5 colaboradoras restantes fueron: Carmen Conde (no es libertaria ni (A), no forma parte de MMLL), Lola Iturbe (anarquista de CNT y de la FAI, no forma parte de MMLL), Áurea Cuadrado, Pilar Granjel y Etta Federn (MMLL y otras organizaciones del Movimiento Libertario).

Si tenemos en cuenta las 9 mujeres más involucradas en la revista, observamos una alianza entre mujeres con títulos académicos (5 mujeres; de ellas 4 eran maestras: Carmen Conde, Pilar Granjel, Consuelo Berges y Amparo, esta con doble titulación Magisterio y Medicina; y Etta Federn Lenguas Germánicas y Filosofía) y 4 mujeres sin títulos académicos: 3 obreras Lola Iturbe, Áurea Cuadrado (Sindicato del Vestido) y Lucía (telefonista) y Mercedes; bastante formadas las 4 a través del autodidactismo.

Además, están las colaboradoras que no escriben y que se dedican a tareas de administración, distribución, venta, etc.

  • Acceso a la palabra con voz propia y en el espacio público ¿es revolucionario?

Las mujeres estaban (y aún están) excluidas de las palabras en el espacio público, pero no poder hablar no significa no tener voz. Su mundo fue el de la oralidad en el que el nivel de representación del mundo no está separado de la existencia, o vivencias personales de este mundo. En la oralidad apenas existe el pensamiento abstracto. El mundo de la oralidad era propio de las clases populares (no solo de las mujeres), pero mientras los hombres tenían acceso al espacio público (incluso los iletrados a través de las consignas en las manifestaciones y huelgas, su asistencia a mítines y conferencias, su presencia en reuniones sindicales, etc.), las mujeres tenían un acceso muy limitado.

Su acceso a la palabra era en el espacio doméstico, privado, pero ahí las palabras eran menospreciadas y desvalorizadas: hablaban de «cosas de mujeres», consideradas intrascendentes pese a que se referían a un área fundamental para la vida: los cuidados (sin embargo, eran consideradas: cotorreos, parloteos, cotilleos, chismorreo).

La revista fue para las mujeres de este proyecto un acceso a las palabras hablando con voz propia, sin interferencias masculinas, fue encender las palabras de las mujeres. Las mujeres que impulsaron la revista quisieron tomar, usar y escribir palabras para crear vínculos entre ellas y pronto se dieron cuenta de que la fuerza de las palabras se producía cuando prolongaban un cuerpo y lo enunciaban. Rechazaron las palabras separadas del cuerpo y por eso es una revista con ideas, pero escasamente ideologizada.

Las editoras y redactoras de la revista Mujeres Libres, podemos considerarlas como donadoras de palabras, nombradoras, como señala Rita Segato. Levantaron un maremoto de palabras a través de la revista abandonando el silencio. Romper una genealogía de mujeres silenciadas no era nada fácil.

¿Podemos hablar de una revolución de las palabras?

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Esta es un parte de mi intervención en el Congreso Internacional: Editoras y traductoras más allá de las fronteras: mujeres en la cultura impresa transnacional anarquista (1890-1939)

domingo, 3 de marzo de 2024

CONGRESO INTERNACIONAL

 

Editoras y traductoras más allá de las fronteras: mujeres en la cultura impresa transnacional anarquista (1890-1939)

Universidad Carlos III de Madrid - Universitat Oberta de Catalunya 

Lugar: Campus UC3M, Madrid - Puerta de Toledo (Madrid) 

20 - 21 de marzo de 2024


En el marco del importante desarrollo académico de los estudios anarquistas a nivel global, ha surgido un interés renovado por la cultura impresa libertaria (Madrid y Soriano 2012; Souza Cunha 2018; Yeoman 2022; Ferguson 2023), base sobre la cual se desarrolló de manera impensada el que es considerado como primer movimiento político transnacional (Moya, 2009). La cultura impresa anarquista fue masiva y enciclopédica y, en su afán por educar al humilde, tuvo la capacidad de circular textos de muy diversa índole: literarios, científicos, técnicos y, por supuesto, ideológicos, entre tantos otros. Con esta agitada actividad impresora y traductora, los anarquistas y las anarquistas fueron agentes pioneros y muy activos en la transferencia de saberes transnacionales. Participaron en redes de intercambio y producción de impresos que “globalizaron el anarquismo” (Prichard, 2022; Eitel 2022) en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX.

Paralelamente, y a pesar de que el rol que las mujeres jugaron en el movimiento anarquista ha sido revisitado en los últimos cincuenta años (Nash 1975; Rowbotham 1992; Enckell 2010; Pezzica 2013), hay aún mucho territorio por ser explorado en lo que respecta a la manera en la que las mujeres anarquistas o cercanas al movimiento participaron en esa cultura impresa. El movimiento anarquista abordó, desde sus primeros escritos, temáticas ligadas a la relación entre los sexos, a la familia y a la sexualidad. Muchas editoras y traductoras realizaron estas tareas con las miras puestas en ahondar en la igualdad práctica y teórica al interior y al exterior del movimiento, reclamando para las mujeres una misma educación y oportunidades de participación, reivindicando una idéntica pasión por la libertad y pregonando que las mujeres poseen ellas también condiciones y motivos para la lucha contra el estado. Este activismo impresor puede ser considerado «feminista», con todas las discusiones que acarrea la utilización del término en contextos anarquistas (Barrancos 1990 y 1996).

La labor en tanto que editoras y/o traductoras de figuras femeninas clave del anarquismo internacionalista como Louise Michel, Emma Goldman, Lucy Parsons, Soledad Gustavo o Virginia Bolten así lo sugiere. Permite intuir la importancia de los vínculos entre mujeres, movimiento anarquista y cultura impresa. Junto a ellas, una pléyade de mujeres anarquistas, o cercanas a los medios anarquistas, destacaron en las tareas de editar, imprimir y traducir textos, libertarios y no libertarios.

El encuentro que proponemos pretende continuar recuperando el papel que le cupo a las mujeres anarquistas en la edición y traducción de textos, volviendo a aquellas más conocidas y sacando del olvido a otras muchas. Abarcando y poniendo en diálogo por primera vez en torno a este tema a un amplio abanico de disciplinas, desde la historia política, intelectual y de la edición, hasta los estudios de traducción y de prensa periódica, entre otras, este encuentro se propone dar respuesta a las siguientes preguntas:

¿Cómo intervinieron las mujeres en la circulación de textos esenciales para la difusión de las ideas anarquistas en diversas lenguas y territorios? ¿De qué manera tejieron redes entre personas y publicaciones para construir o desarrollar sus proyectos editoriales o traductivos? ¿Quiénes entre ellas editaron libros, panfletos, folletos o prensa? ¿o bien pusieron a trabajar sus habilidades lingüísticas para dar a conocer un poema o una proclama en otra lengua? ¿Qué dificultades encontraron y cómo lidiaron con ellas? ¿Cómo investigar el lugar de las mujeres en actividades, a menudo subalternas e invisibilizadas, de producción editorial y traducción? ¿De qué manera rescatar sus figuras en una cultura impresa donde a veces primaba el anonimato o el uso de seudónimos? ¿Cómo pueden asistirnos nuevas metodologías y herramientas, como las humanidades digitales, en esta tarea?

Estamos convencidas de que en la convergencia de especialistas de diferentes ámbitos universitarios será posible la producción de nuevos conocimientos sobre la agencia de las mujeres en el contexto de la cultura impresa anarquista.

Participo en la mesa titulada Mujeres Libres. 

El 20 de marzo, 11:30- 13 h. 

Universidad Carlos III, Campus Puerta de Toledo, Ronda de Toledo 1, Aula 1. A. 08

martes, 13 de febrero de 2024

LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA

 



Ya habréis adivinado por el título que voy a hacer referencia al texto de Étienne de La Boétie[1], un texto que he leído muchas veces, la última hace un par de semanas. Volví a leerlo porque me asombra ver a partidos políticos que dicen que la política es negociación y pacto y que eso justifica el decir sí a lo que ayer dije que no, haciendo de «la necesidad virtud». No importan las promesas hechas en campaña electoral, se dicen muchas cosas para atraer el voto y todo el mundo lo sabe y lo comprende.

Pero por encima de todo, me llama la atención que quienes votan, personas que se consideran de «izquierdas», acepten la mentira tranquilamente y comprendan que hay necesidades superiores (por ejemplo, amnistiar a malversadores de dinero público que no invirtieron en sanidad o en enseñanza o en afrontar la sequía o tantas otras necesidades de la mayoría de la población) que justifican el engaño. Que se haga desde la derecha no es sorprendente, pero que personas que se consideran de izquierdas justifiquen la mentira para olvidar lo que hizo un partido de derechas en su tarea de gobierno resulta pasmoso.

No confío en la clase política, mucho menos en el Estado y sus aparatos de control, dominación y castigo, por eso no voto. Aunque procuro mantenerme ajena a la política institucional, no puedo evitar el asombro ante la confianza de quienes votan mostrando un comportamiento sumiso y dócil ante un sistema político cada vez más degradado.

Pero pasemos a hablar de un opúsculo inspirador que no es de extrañar que resultara atractivo a las mentes despiertas de los y las anarquistas de finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX y que era habitual en las pequeñas, pero bien nutridas, bibliotecas de los obreros y obreras.

En el siglo XIX, cuando arraigó el anarquismo en España, la escritura marcaba una diferencia de clase: se abría una brecha entre hablantes y escribientes, iletrados y letrados. No dominar la lectura y la escritura era percibido por las clases trabajadoras como una carencia, el anarquismo batalló para llenar ese vacío partiendo, muchas veces, del autodidactismo. No es raro, por tanto, la proliferación de escritores y escritoras dentro del mundo ácrata, así como la fundación de periódicos y revistas. Donde había anarquistas había periódicos y, por tanto, obreros y obreras «ilustradas».

¿Qué les pudo resultar atractivo, a anarquistas españoles, de un texto escrito en el siglo XVI? Hay un aspecto crucial que puede dar una explicación a esta pregunta, la lucha de emancipación la entendía el anarquismo también como autoemancipación de los dispositivos de poder, de los prejuicios, de la ignorancia, de las trabas que oprimían potencialidades y que se expresaban en actos comunes y cotidianos. La anarquía no era un lugar donde llegar gracias a una consecuencia lógica o científicamente deducible, sino una búsqueda a través de la lucha colectiva, pero también de una lucha en la construcción cotidiana para acercar lo máximo posible la brecha entre fines y medios.

En ese contexto, era normal el interés por La Boétie que reflexionaba acerca de las motivaciones de la dominación y de la tiranía. Este autor señaló tres causas de la servidumbre voluntaria, antítesis del deseo de autoemancipación ácrata: en primer lugar, la costumbre y la educación, en segundo lugar, la corrupción, y por fin, la violencia. El centro de la reflexión era la libertad, (…) un bien tan grande y placentero, que el perderlo es causa de todos los males (…). La libertad era entendida como un elemento natural, al que muchos seres humanos renunciaban sometiéndose al poder. El tirano era astuto y sabía cómo embrutecer a sus súbditos para lograr esa renuncia a la libertad.

La pregunta que se hacía La Boétie es plenamente actual y tiene que ver con el estupor que le causaba que la mayoría obedeciera a uno solo y quisiera servirle. La renuncia a la libertad se producía según La Boétie, muchas veces, sin necesidad y siempre suponía una degradación y la pérdida de humanidad de la persona. Si las personas no podían afrontar el hecho de su propia libertad siempre creerían y confiarían en redenciones venidas desde fuera y la humanidad permanecería alienada si no encontraría el camino para vivir en libertad.

Hay alguna luz para rechazar la servidumbre. Según La Boétie, la amistad, que siempre era igualitaria, era clave para desarrollar el amor mutuo. Los libros y la ciencia eran también claves puesto que daban al ser humano el sentimiento de sus derechos y el odio a la tiranía. Por tanto, era fundamental mantener la mente despejada y el espíritu clarividente, tomándose la molestia de pulirla por el estudio y el saber.

No creo que hayamos avanzado mucho, sino retrocedido, en esa búsqueda de la clarividencia manteniendo la mente despejada que proponía La Boétie. El estudio y el saber se ven sobrepasados en la actualidad por una masa no filtrada de informaciones que embotan por completo la percepción provocando, incluso, perturbaciones psíquicas.

El ruido del «enjambre digital», como señala Byung-Chul Han[2] es constante y se refleja en individuos aislados que no desarrollan ningún «nosotros», que no marchan en una misma dirección, no se manifiestan en una sola voz, son fugaces y por ello no desarrollan energías políticas ni cuestionan las relaciones de poder dominantes.

Los representantes del pueblo no se perciben como peones del «pueblo» sino del sistema (de ahí las revueltas reaccionarias antisistema). Caminamos a una democracia desideologizada (por eso da igual decir hoy lo contrario de lo que se dijo ayer, las ideas son irrelevantes) en la que los políticos son sustituidos por expertos que administran y optimizan el sistema. Ese es el motivo por el que los representantes y los propios partidos políticos se hacen superfluos abriendo el camino a individualidades que los sustituyen (tipo Trump, Milei, Putin, Bukele y tantos otros).

Volviendo al inicio, cada cual que piense sobre la relevancia de la mentira y del engaño de la clase política, de la desideologización y de los motivos por los que sobra la pregunta del por qué, ante el es así. ¿Nos dirigimos a una tiranía cotidiana y de baja intensidad que presenta la servidumbre voluntaria bajo los ropajes de la seducción en medio del ruido del enjambre que Le Boétie no pudo ni imaginar?

 Laura Vicente



[1] La última edición que conozco es la siguiente: La Boétie, Étienne de, Discurso de la servidumbre voluntaria. Barcelona, Virus, 2016.

[2] Han, Byung-Chul, En el enjambre, Barcelona, Herder.