¿Qué hago leyendo el Ulises de James Joyce?
Resulta tan complicado explicar esta extraña
elección como complicada es la lectura de la obra. Fue la lectura de una reseña
de la obra en el mundo virtual la que provoco que me fuera hacia los estantes
de mi biblioteca a buscar los dos tomos de Bruguera-Lumen y decidir que volvería a
intentar su lectura. Y digo “volvería” porque me consta por una anotación que
lo había intentado siendo veinteañera.
En la reseña que leí se proponía que la mejor manera
de acercarse al Ulises era leer
primero la Odisea de Homero y Retrato del artista adolescente
del propio Joyce y así lo hice a principios de este año. A principios del mes
de marzo aterricé en el Ulises.
La primera sorpresa, y
barrera, de la obra es que me encontré con una continua asociación de ideas,
sensaciones y emociones interiores sin orden ni concierto. Joyce denominaba a
este divagar del pensamiento como palabra
interior. ¿Cómo podemos seguir el
pensamiento en deriva libre de una persona que publicó su obra hace 92
años? Además, sus asociaciones de ideas y pensamientos están referidas a
referencias literarias, artísticas, religiosas, políticas humorísticas, etc,
muy dublinesas y desconocidas para cualquier lector europeo del siglo XXI.
Cuando se sobrepasa esa
barrera inicial y se abandona la idea de querer entender todo lo que se lee, la
narración empieza a fluir y se va entrando en el mundo de la clase media
dublinesa: periodistas, estudiantes, pequeños tenderos, actores y actrices,
músicos, etc. Un mundo, con estrecheces económicas y de mente, que se evade a
través del alcohol y las mujeres. Un mundo vulgar y dominado por el sexo, el
catolicismo y el nacionalismo irlandés.
La novela relata un día en la vida de un hombre, Leopold Bloom, que tiene una extraña relación con su mujer Molly que le hace sufrir, obsesionado por lo que sabe que ocurre (sus infidelidades) y su actitud de mirar hacia otro lado. Bloom es extranjero, masón y judío y tras su fachada de hombre corriente se esconde una persona que reflexiona y piensa desmintiendo su vulgaridad.
La novela relata un día en la vida de un hombre, Leopold Bloom, que tiene una extraña relación con su mujer Molly que le hace sufrir, obsesionado por lo que sabe que ocurre (sus infidelidades) y su actitud de mirar hacia otro lado. Bloom es extranjero, masón y judío y tras su fachada de hombre corriente se esconde una persona que reflexiona y piensa desmintiendo su vulgaridad.
Enfrascada en la lectura de la novela me llegó
el nº 93 de la revista Ayer cuyo
dossier se titula “Los retos de la biografía” y, entre sus artículos, uno
escrito por Roy Foster titulado: “Biografía de una generación revolucionaria”
referido a Irlanda. El artículo propone que para analizar y esclarecer las
revoluciones, en concreto la irlandesa, resulta muy
relevante el estudio de las vidas individuales y la biografía de los grupos, ya
que pueden aportar tanto como sus teorías y sus ideas. Respecto a las teorías
generales sobre la revolución, Foster plantea que en la actualidad interesa a los historiadores/as igual lo que no cambia que lo que
cambia en las revoluciones. Por otro lado, plantea que en la actualidad la
mayoría de los estudios intentan aislar lo que se ha dado en llamar “el punto
de inflexión”: el momento en el que se hace posible un cambio sustancial.
Resulta que Ulises
fue publicado el mismo año en que concluye la revolución irlandesa (1916-1922).
Señala Foster que durante aquellos años:
(…) a una insurrección, fallida pero inspiradora, de los rebeldes nacionalistas durante la Semana Santa de 1916, le siguió una guerra de guerrillas contra las fuerzas de policía y del gobierno que culminó con el Tratado de 1921, que concedía la independencia a todos los efectos dentro de la Commonwealth británica) a tres cuartas partes de Irlanda (…) (p. 123).
Resulta significativo que Joyce sea cínicamente
crítico en el Ulises con el
nacionalismo irlandés que estaba en su apogeo máximo al lograr desalojar al
gobierno británico establecido. Pero también es cierto, y esto explicaría el
desdén de Joyce por lo que ocurría en su país, que las nuevas autoridades
sustituyeron el orden británico con valores social, y políticamente, conservadores al construir el Estado Libre Irlandés Autónomo. Así lo comentaba Kevin
O’Higgins, uno de los líderes más influyentes del nuevo Estado:
Fuimos los revolucionarios de mentalidad más conservadora que jamás haya culminado con éxito una revolución (p. 123).
En esta revolución tuvieron mucha importancia
los colegios y las aulas de la Universidad. Los estudiantes universitarios
irlandeses formaban parte de una clase media creada por las estructuras de la
Irlanda victoriana que unidos a la pequeña aristocracia y a los grupos religiosos
disidentes de clase media, sobre todo cuáqueros, fueron la base del
nacionalismo irlandés. Maestros y bajo funcionariado desempeñaron un importante
papel a la hora de radicalizar la experiencia de la clase media irlandesa. La
religión, como en tantas otras áreas de la vida de Irlanda, lo impregnaba todo,
incluido el pensamiento de los revolucionarios-conservadores que llevaron a
cabo la construcción del nuevo Estado.
Su rechazo al nacionalismo lo resumió en una
célebre frase del capítulo 16 que dice: No
podemos cambiar de país: cambiemos de tema. Su ataque al nacionalismo se
hace muy presente en el capítulo 12 en el que inventa a un Ciudadano que se define por su exaltación de lo
irlandés, en contraste con Bloom, judío, masón, extranjero (húngaro) y
desarraigado, un auténtico apátrida como se debió sentir Joyce cuando, a pesar
de su desmedido amor por Dublín, decidió autoexiliarse en 1904. Su relación con
la iglesia católica fue también muy problemática y se reflejó a través de los conflictos
interiores de su alter ego en la
ficción Stephen Dedalus.
Una amiga me contó que un sobrino-nieto
de Joyce, que llevaba a un grupo de turistas haciendo un recorrido por el Dublín
de Joyce, le explicó que de pequeño su madre le decía que no explicara a nadie
que era familia de Joyce por lo mal visto que estaba en Irlanda debido a su
anticatolicismo y antinacionalismo. Quizás ese rechazo explica también las
dificultades que encontró para publicar Ulises
en Irlanda y en la propia Inglaterra.
La lectura del Ulises me ha abierto tantos interrogantes que buscaré una buena biografía que me ayude a entender su época a través de su vida.