Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt
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sábado, 5 de julio de 2014

BOSNIA Y VELIBOR COLIC, Los Bosnios.

Viajé a Bosnia en el verano de 2012, venía desde Croacia y encontré otro mundo. Cuando llegué a Mostar lo primero que vi fue un gran cementerio, entre edificios muy afectados por la guerra, en el que las tumbas correspondían a musulmanes jóvenes muertos en 1993. Luego paseé por el Kujundziluk, el barrio viejo, repleto de pequeñas tiendas de recuerdos y artesanía. Visité la Mezquita Koski Mehmed Pasha  y visité las casas  Muslibegovica y Biscevica de la época otomana. De esa época es también la Mezquita Karadjoz-bey, con el minarete más alto de Hercegovina. Comí a la orilla del río Neretva, viendo el puente que fue destruido durante la guerra y perfectamente reconstruido ya en los años del segundo milenio (en 2005 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO).
Pese a que el casco viejo es muy agradable, en Mostar se puede ver la parte más trágica de su historia reciente, ya que por todos lados pueden verse señales de la guerra. Casas derruidas, marcas de disparos en las paredes, las caras tristes de la gente o el gran cementerio que he mencionado antes. La zona que representa todo esto es el Bulevar, una especie de línea divisoria donde los combates fueron más encarnizados.
En Sarajevo la impresión fue muy similar a la que tuve en Mostar, pero ya estaba preparada para lo que me esperaba. Sin más demora os dejo con la reseña y, justamente, con una referencia a esta ciudad.

VELIBOR COLIC, Los Bosnios.

SARAJEVO
En Marindvor, en el centro de Sarajevo, se codeaban de forma más natural, y como de broma, Oriente y Occidente, el siglo XXI y la edad Media. En un radio de unos quinientos metros, encontrábamos una iglesia, la residencia del gobernador de Bosnia-Herzegovina, la Facultad de Letras y el Holiday Inn, (…), y todo ello cerca de la Bascarsija, antiguo zoco turco y lugar altamente turístico en tiempos felices. (…)

Hoy que Sarajevo agoniza en medio de atroces tormentos (…) ya nadie emprende este itinerario que atravesaba el centro (p. 78-79).


Esta “novela” es una obra muy breve, tan solo 120 páginas, pero certera como un estilete afilado. Su título tiene un evidente significado, entre quienes estuvieron inmersos en la última guerra de los Balcanes, ellos, los bosnios, fueron las principales víctimas.



Belibor Colic nació en Modrica (Bosnia) en 1964. Alistado en el ejército bosnio, desertó en mayo de 1992 y fue hecho prisionero. Logró huir y se refugió en Francia donde vive en la actualidad. Su casa y sus manuscritos desaparecieron quemados durante la guerra.

DOBOJ O “EL CAMPO DE LA MUERTE”
Durante toda la noche, el prisionero Adnan H. había escuchado, tumbado sobre las losas de su celda, los gritos de aquellos a quienes torturaban; llantos de hombres, amargos y cargados de sentido, que habían abierto en su agotado cuerpo la última puerta del espanto, por donde se había colado la muerte de sonrisa helada, transformando a Adnan H, en un títere impotente (p. 97).
  

MOSTAR

He entrecomillado la palabra novela, al principio, porque me parece que Colic estructura su obra con un formato que no es de novela, no es una narración alrededor de unos personajes ficticios. La obra se compone de breves textos sobre hombres (Musulmanes, Serbios, Croatas), ciudades y alambradas. La abre con una oración y la concluye con un ¿Post scriptum o Post mortem? Y así va desgranando, texto a texto, el cúmulo de horrores de una guerra impensable que se hizo realidad.

 EL ESTADIO DE SLAVONSKI BROD O “EL CAMPO DE LA DERROTA Y LA VERGÜENZA”
Pese a ser verano, todo a nuestro alrededor se teñía del gris de la vergüenza y de la derrota. Habíamos dejado atrás nuestras ciudades destruidas, nuestras tumbas cavadas a toda prisa y, en los lugares más insospechados, el miedo, la ignominia, la peste: habíamos dejado atrás todo lo que hasta entonces había constituido nuestra vida. Abatidos, nos poníamos en manos de los hombres de uniforme azul cielo para que decidieran nuestro destino (107).
 MOSTAR

Una guerra, que en la década de los noventa, pareció repetir las temidas atrocidades de otra guerra anterior, incentivadas por las diferencias nacionales asentadas en la religión.
 Allí en nuestra tierra el furor sigue desencadenándose, amigo mío. Aún dura el sangriento festín al que estábamos convidados desde hace tiempo, parece ser. Declaramos la guerra a la otra orilla, desenfundando de nuevo las espadas, los estandartes y las coronas. Nuestros santos son más santos que los suyos, la chispa que brilla en nuestros ojos es más luminosa. Tenemos más libros, más ángeles e incluso dos dioses (119).

Desde que empiezas su lectura te va encogiendo el corazón, te va arrastrando por el fango del horror, te va mostrando, sin posibilidad de mirar hacia otro lado, la guerra, el asesinato en masa, la locura colectiva, el fanatismo, la tortura. Tremendo testimonio.