Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt
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viernes, 13 de septiembre de 2024

Marina Bettaglio y Olga Albarrán Caselles (2024): Madres que cuentan. Conversaciones con 16 autoras sobre escritura y maternidad.

 


Tengo que reconocer que pese a ser madre de dos hijos, el tema de la maternidad no me atrae especialmente, así que puedo entender el desinterés de quienes no son madres. Sin embargo, diversas circunstancias me han conducido a la lectura de este libro que me ha interesado mucho.

Fui una madre atípica pero silenciosa, cosa rara en mi (digo lo de silenciosa, no lo de atípica). El mandato de la «buena madre» fue tan potente que no me convenció, pero si me silenció. Las amigas que, como yo, habían sido madres hablaban maravillas de la maternidad, de la conexión con su bebé, de la armonía de la experiencia, etc., etc. y yo escuchaba consternada porque mi experiencia era un caos: no tenía tiempo para nada, iba muerta de sueño, cansada por tener que hacerme cargo de todo porque mi compañero trabajaba jornadas partidas y a 45 Km, de donde vivíamos… yo solo me preguntaba: ¿Esto cuando acaba?

Este libro me ha recordado muchas cosas de aquella época.

El planteamiento del libro es establecer una relación entre maternidad y creación artística a través de la literatura. Partiendo de 16 entrevistas realizadas a otras tantas escritoras durante la pandemia de covid se indaga sobre las luces y sombras de la reproducción biológica y los cuidados maternales. El hecho de que desde la escritura se pueda escrutar las sombras de la maternidad da una gran libertad para ir lejos y saltarse todos los estereotipos. Pese a que la base es la ficción, la tendencia a escribir desde la primera persona conlleva la indagación en sus propias experiencias como madres.

Ser madres les limita su condición de escritoras e incluso su manera de narrar con obras cortas en extensión, el recurso al aforismo, fragmentarias, etc. Todas están de acuerdo que el tema de la maternidad en la literatura ha sido excluido de las novelas y relatos por considerarlo una temática femenina y basada en la rutina doméstica. Poco atractiva para quien pudiera leerlas (solo mujeres y no todas) y poco rentable para las editoriales. Pero todas están de acuerdo que ha habido un boom de publicaciones sobre este tema y que las cosas han cambiado. Todas concuerdan en que ha sido la potencia del feminismo en los últimos años lo que ha abierto espacio para la publicación de novelas, relatos y poesía sobre la maternidad.

Llama la atención que siendo la maternidad un hecho que afecta a todas las personas, porque todas son hijas o hijos, haya sido un tema tan invisibilizado y silenciado. Parece que mostrar la angustia, la tristeza, el malestar, etc., convertía (y convierte) a las mujeres en «malas madres». La posibilidad de acabar con esta sensación de culpabilidad es hablar y contar lo que las madres sienten y piensan. Que haya editoriales como La Tormenta que las publiquen hará posible que se hable, se comparta y se reflexione sobre este tema.

jueves, 13 de junio de 2024

Germinal. Revista de Estudios Libertarios


 

Germinal. Revista de Estudios Libertarios, nº 17, enero-junio 2024

Tras cuatro años de ausencia, la revista Germinal vuelve a aparecer. Aunque la revista es semestral solo entre 2006 y 2009 y en 2012 y en 2014 aparecieron los dos números semestrales. A partir de la última fecha mencionada solo ha salido en cinco ocasiones un número al año. Agradezco que me hayan hecho llegar el número y celebro su nueva aparición deseando que este impulso se prolongue en el tiempo.

Publicar revistas entra en la idiosincrasia del movimiento libertario dentro del cual se han publicado miles y miles de cabeceras a lo largo del tiempo. Difundir la Idea ha sido siempre una convicción plenamente asumida y formamos parte de esa genealogía con gusto. Nadie oculta las dificultades para editar revistas y, sobre todo, difundirlas, pero el ámbito libertario no se canas nunca de volver a intentarlo.

En este caso, la revista está compuesta por cuatro artículos, reseñas de libros y un DVD de «El entierro de Kropotkin. Los artículos tratan temas variados ya que van desde «Kropotkin y la revolución rusa» a unos «Apuntes sobre el pensamiento de Rudolf Rocker» o la «Correspondencia de Gaspar Sentiñón». El cuarto artículo recala en un tema interesante desde el punto de vista feminista y anarquista: «Las bodas a la libertaria bajo la mirada de Lucía Sánchez Saornil: crónica de una cobardía espiritual». Su autor, Thiago Lemos Silva, hace un recorrido interesante sobre la evidente contradicción entre rechazar las bodas se celebraran donde se celebraran y aquellas parejas que deseaban oficializar su «unión libre». A Lucía no le pasó desapercibida esta situación y cargó contra ella con mucha contundencia poniendo en evidencia las dificultades para erradicar costumbres antiguas que perjudicaban siempre a los sectores más vulnerables. Ahí está la preocupación de  Sánchez Saornil por la dificultad en suprimir estructuras de dominación tan profundamente arraigadas incluyendo a los anarco sindicalistas más próximos.

La revista concluye con una interesante filmación del entierro de Kropotkin que complementa al primer artículo escrito por Selva Varengo.

 

 

lunes, 13 de mayo de 2024

ANARQUISMO NO FUNDACIONAL [«una manera de estar en el mundo»]


Tomás Ibáñez lleva años pensando cómo el anarquismo puede «estar en el mundo» del siglo XXI. Su último libro[1] es una pieza más del puzle que tan laboriosamente está construyendo casi siempre a través de artículos en la prensa libertaria que luego une en una auténtica labor de orfebrería. En 2006 se publicó su primera compilación de artículos: ¿Por qué A? Fragmentos dispersos para un anarquismo sin dogmas; la segunda compilación fue publicada en 2017: Anarquismos a contratiempo; la tercera en 2022: Anarquismos en perspectiva; y, acaba de salir este último libro: Anarquismo no fundacional.



Los títulos de esta colección de textos escritos a lo largo del tiempo indican mucho de por dónde va la indagación de Tomás Ibáñez desde una «extraña fidelidad» al anarquismo que él mismo reconoce. Una de las maneras de estar en el mundo de Tomás Ibáñez es adentrándose, como decía Mercier Vega, en una auténtica selva de signos de interrogación. Haciéndose preguntas, leyendo y reflexionando, ha ido avanzando hacia un enfoque minimalista del anarquismo consistente en depurarlo de todos aquellos elementos que pudieran lastrar su compromiso con la no reproducción de la dominación.

Fue Amedeo Bertolo quien afirmo que el anarquismo del siglo XXI era obsoleto, que había que podar sus ramas conservando el núcleo duro del viejo (porque sin ese núcleo no hay anarquismo) envuelto de una pulpa de pensamiento y de acción flexible, adaptable, experimentable, discutible, absolutamente no dogmática, inventando un anarquismo cambiante y multiforme. Tomás Ibáñez ha colaborado en la poda de ese tronco y basándose en «el menos es más» plantea reducir al anarquismo a sus rasgos más básicos, aunque eso suponga algo tan arriesgado como privarle de lo que ha constituido su atractivo y su riqueza y que confieso, a mí me incomoda.

¿Qué ramas quiere podar el autor en su propuesta de anarquismo no fundacional? En palabras suyas, aquellas imperfecciones capaces de suscitar deseos que conllevan trazas de dominación: expulsar las utopías, el sueño de una sociedad libertaria, la ilusión de multitudes en las organizaciones libertarias, la fraternidad de una identidad común, erradicar el poder, etc. Sin embargo, la necesidad de cambio es impotente sin deseo de cambio. Las imperfecciones son claves para prestar atención a las posiciones de deseo, los cambios de ánimo, los estados anímicos. El capitalismo lo sabe muy bien cuando fabrica a un ser humano con vínculos con los demás y con el mundo, por lo que podemos considerarlo como un capitalismo existencial que produce formas de vida deseables.

Pero Tomás Ibáñez tiene razones de peso cuando propone un anarquismo no fundacional y nos centraremos en ellas. No quiero alargarme en exceso en esta reseña, tiempo habrá para debatir, resolver dudas, incluso hacer propuestas que arropen el minimalismo de este anarquismo. Los puntos 1 y 2 los voy a pasar casi por alto porque son puntos que tienen importancia, pero son periféricos y me centraré en los puntos 3 y 4 que es donde establece el autor las condiciones de posibilidad de la emergencia de este anarquismo no fundacional en las esferas simbólica y material.

Antes que nada, quiero señalar la capacidad de Tomás Ibáñez  sintetizando su planteamiento y hacerlo accesible a cualquier persona que desee (de nuevo los deseos) leerlo con calma y meditar sus propuestas (el libro tiene 106 páginas más la bibliografía).


Los puntos 1 y 2 los dedica a clarificar las características de la etapa de formación del anarquismo refiriéndose a las condiciones históricas en las que nace y se desarrolla (aproximadamente, desde finales del siglo XVIII hasta ­mediados del siglo XX). El autor demuestra cómo el anarquismo quedó impregnado por postulados ideológicos que conformaron la ideología de la Modernidad. Son justamente los cambios que se producen a partir de la segunda mitad del siglo XX (punto 2) lo que provoca el agotamiento de la onda expansiva de la Revolución Francesa y la extinción del llamado «siglo obrero», con una nueva vuelta de tuerca en lo que va del siglo XXI en la que el proletariado tiene menos relevancia transformadora y el anarquismo pierde su base obrera.

El acierto de las críticas a la Modernidad desde el postestructuralismo las agrupa el autor en tres grandes bloques: en el primero, los valores relacionados con la centralidad del sujeto, la perspectiva de la emancipación, la naturaleza humana, los procesos de subjetivación y el esencialismo. El segundo bloque se centra en la crítica de la perspectiva totalizante que subyace en el concepto de revolución. Y, por último, la crítica a la esencialización del poder.

Centrándonos ya en el punto 3: «Aproximaciones al concepto de anarquismo no fundacional» (esfera simbólica) y 4: «La inserción del anarquismo no fundacional en la sociedad del siglo XXI» (esfera material), el autor señala que este anarquismo está en fase de gestación, es «uno de los muchos riachuelos de donde puede beber el pensamiento anarquista». Con este matiz importante, veamos cuál es la propuesta.

En primer lugar, el autor se centra en clarificar en qué consisten las «fundaciones», de dónde provienen y cuáles son sus efectos. Para ello parte del concepto de arkhé que el anarquismo político contempló como poder, pero que tenía otra cara que ignoró y que hace referencia al principio fundacional del mundo cuyo origen se sitúa en Grecia que estableció, sobre todo con Aristóteles, la necesidad de referir el mundo a un principio primero que permitiese entender su constitución. Ese principio instaura de facto una cadena de mando, una jerarquía sin la cual imperaría el desorden o anarkhé (anarquía). Al ignorar este segundo aspecto el anarquismo político sustituyó el principio soberano por el principio de razón, dejando intacta la exigencia de que siempre debe haber un principio rector. No alteró, por tanto, la lógica propia del arkhé y se limitó a sustituir un principio por otro que consideró más adecuado.

¿Qué sentido puede tener un anarquismo carente de fundaciones y de principios que lo guíen?, se pregunta el autor. Para ello se adentra en dos aspectos muy relevantes: el concepto del a priori práctico a partir del cual afirma la importancia de la práctica sobre la teoría y el énfasis puesto sobre la resistencia frente a cualquier forma de poder. El anarquismo debería ser incompatible con cualquier participación en lo que representa su antítesis, es decir, constituirse a sí mismo como una modalidad de poder opuesta al poder vigente.

Si se arranca desde las prácticas de las luchas para extraer principios y concepciones teóricas (que el autor no niega que puedan intervenir en las prácticas), estas están desprovistas de los principios primeros porque no se aplican desde fuera de las prácticas, sino que nacen de forma contingente en su seno. Si el anarquismo rehúye constituirse como una modalidad de poder, promoverá la condición de ingobernabilidad y de mantener la resistencia en el seno de cualquier modelo de sociedad impulsando una ética de la revuelta más que una épica de la revolución.

Algo que me inquieta sobremanera es que parece que los análisis y planteamientos suelen corresponder con las características materiales y culturales de la sociedad en la que vivimos. Por un lado, parece lógico que así sea, pero, por otro lado, ¿podemos escapar a quedar impregnadas de los postulados ideológicos que conforman la ideología del poder de la sociedad en la que vivimos? He aquí la selva de signos de interrogación en la que nos adentramos de la mano del autor.

En el punto 4, la esfera material, Tomás Ibáñez se pregunta por el «ser de la técnica», por la propia naturaleza de la técnica que busca asegurar al ser humano el pleno dominio de su entorno. El problema no está tanto en las técnicas concretas sino en el tipo de relación entre el hombre y el mundo instaurada por la esencia de la técnica. El «ser de la técnica» encuentra el terreno más favorable en el capitalismo, por lo que debilitar a este es debilitar el «ser de la técnica». Una de las formas más eficaces de debilitar al capitalismo es renunciar al modo de vida que nos ofrece viviendo de otra forma, dejando de desear (de nuevo el deseo) lo que nos ofrece, algo que se va complicando cada vez más.

Aun cuando los artefactos técnicos sumados al «ser de la técnica» desestabilizan y quiebran las fundaciones, la informatización del mundo está creando las condiciones para un totalitarismo de nuevo tipo temible por su capacidad de control que se pueden completar con técnicas de intervención respecto a transgresiones y disfuncionamientos. Esto hace cada vez más difícil el enfrentamiento con el Estado que acostumbra además a contar con la aceptación social. Un ejemplo a tener en cuenta es el paradigma de la prevención basada en los riesgos globales o locales que implican la vigilancia permanente y la intervención preventiva [iba leyendo y pensando que en el punitivismo asimilado por una parte importante de los feminismos hay algo de este trasfondo ideológico].

¿Hay cierta posibilidad de oponerle resistencia a este nuevo totalitarismo, que me atrevo a afirmar no es un proyecto exclusivo de la derecha sino también de la izquierda institucional? ¿Hay posibilidades de ser ingobernables, de no hacer lo que el poder quiere que se haga? ¿Podemos inmunizarnos contra los discursos del poder y distanciarnos de su lógica? Y de nuevo la selva de signos de interrogación.

La respuesta solo puede emerger de las propias prácticas de resistencia, nunca de una teoría que nos indique cómo resistir. No hay más fórmula que las prácticas de lucha y las formas de vivir diferentes, solo de ahí saldrán nuevas formas de resistencia.

Para concluir, el autor en el Epílogo trata de deshacer entuertos que quizás no quedan claros en el desarrollo del libro. Interesantes entuertos que he pensado leyendo el libro y que son elementos de debate para quienes quieran adentrarse en el anarquismo no fundacional. Tras el Epílogo, una Adenda que más que apéndice me parece una buena síntesis de lo tratado en el libro.

Y no me queda más que recomendaros la lectura del libro de Tomás Ibáñez si deseáis adentraros en una selva de signos de interrogación, en una propuesta innovadora para concebir «una manera de estar en el mundo» frente a la manera que nos cautiva del capitalismo del siglo XXI, acompañado por el nuevo totalitarismo, que ni siquiera nos deja desobedecer porque no requiere la obediencia para realizar sus designios.


Laura Vicente

 


[1][1] Ibáñez, Tomás, Anarquismo no fundacional. Afrontando la dominación en el siglo XXI, España, Gedisa, 2024.

miércoles, 3 de abril de 2024

Otra historia, otra memoria A través del temblor. Cuerpo, visiones y política de Carlota Fuentevilla

 




Un libro tiene casi tantas lecturas como personas que lo leen. Es inevitable que mi lectura se sitúe en el ámbito de la historia y de la memoria, de ahí el título. Hace tiempo que pienso que la historia es más discontinua y contradictoria que lineal, continua y coherente como suele plantear la Historia con mayúscula. La labor de la historia (de la genealogía) es recoger las historias discontinuas, sorprendentes e inesperadas y llevar a cabo un registro retrospectivo de los conflictos, de los accidentes, de los desórdenes, pero también de los afectos y de los saberes que no encajan en esa Historia ordenada a la que estamos acostumbradas.

Estas historias poco visibles, descartadas y olvidadas pueden converger y pueden hacernos conservar, como dice Carlota Fuentevilla, la memoria viva y la complejidad de la memoria colectiva, con sus zonas oscuras y los puntos ciegos, que también funcionan como marcos y coordenadas donde establecer aquello que sucedió. Estas historias son una especie de transmisión subterránea y lateral, una especie de contrabando cultural y bastardo, como dice Paul B. Preciado, de lo descartado por no tener cabida en la Historia convencional e institucional.

En A través del temblor. Cuerpo, visiones y política[1], la autora cuenta las historias de Conchita González y Leonora Carrington que no pertenecen a los grandes relatos de la Historia. Conchita y Leonora son personas comunes, individualidades que personalizan el potencial de la inteligencia colectiva y que muestran sus capacidades. Las conexiones que realiza la autora pretenden buscar una «gran constelación» que puede revelar «otra historia» que permanece oculta. Para descubrirla es necesario realizar una especie de trabajo geológico en el que el peso de la historia funciona a través de una acumulación espacial de «capas» heterogéneas, no a través de la linealidad homogénea.

Carlota Fuentevilla parte de las apariciones y visiones para indagar en qué dicen de la sociedad de la que forman parte, así como de la religiosidad en la que están inmersas.

Pero la autora pretende ir más lejos y establecer esa «gran constelación» de la que habla y que abarca las relaciones de poder, lugar desde el que se han perpetrado de forma asidua distintos tipos de violencias para seguir perpetuándose. La autora rastrea cómo, dentro de esa trama, se han creado organizaciones, fuera y dentro de la Iglesia para regular, controlar, dialogar, canalizar o directamente para acabar con las heterodoxias.

Las relaciones sociales son relaciones de poder y este, en la línea de Foucault, se legitima a través del discurso y el saber: el conocimiento que deriva de ese discurso cristaliza a través de las instituciones y de ciertos aparatos de dominación que lo transforman en verdad acerca de la realidad y el propio individuo. La enfermedad mental ha ocupado siempre un lugar relevante en esas relaciones de poder

En la España franquista, la psiquiatría nacional estableció la «prevención» que se centró en el orden público y en la eliminación de la enfermedad mental instrumentalizando las premisas de la higiene mental. Se trataba de establecer, como señala la autora, la normalidad dentro del nuevo orden y el estrecho camino del que nadie debía salirse (y que vino marcado por la Iglesia y el poder autoritario).

Partiendo de estas bases, Carlota Fuentevilla nos presenta las historias de Leonora Carrington y Conchita González, se detiene en sus biografías y en cómo se patologizó la desobediencia y el desafío femenino. Algo que no era una novedad, ya que excavando en las «capas geológicas» del pasado se pueden encontrar ejemplos de abuso hacia las mujeres visionarias, médiums, creadoras o que tienen relación con prácticas consideradas sobrenaturales o con comportamientos susceptibles de asimilarse al campo de la locura. Y la autora logra mostrar la relación entre género, pobreza y locura que resulta evidente en los psiquiátricos.

Las vidas de Conchita y Leanora nunca se cruzaron personalmente, existía la conexión a través del doctor Morales Noriega (psiquiatra que tuvo una estrecha relación con el nacionalcatolicismo), y a través de la escritura de sus diarios en los que narraron sus propias experiencias. Experiencias que no encajan de ninguna manera con lo hegemónico y, por tanto, se relegan a una escritura a escondidas y a solas, un género literario menor.

Ambas tienen influencias de la tradición oral. Las clases populares, especialmente las mujeres, han pertenecido al mundo de la oralidad en el que no existe el pensamiento abstracto. El nivel de representación del mundo no está separado de la existencia, es decir, de la vivencia personal del mundo. En la tradición oral hay una voluntad profundamente política de situarse. Las historias eran suyas, pero a la vez hablaban de todo un pueblo y de las transformaciones que se producían.

Mientras Leanora es considerada como una mujer loca por su afán por escribir y salir del mundo exclusivamente oral, Conchita se mantiene dentro de la religiosidad popular que forma parte de la oralidad y que tiene un valor dentro de la vida comunitaria.

Desde lo psicológico la autora plantea que en los dos casos hay una imagen y contraimagen de la mujer. Conchita González era una niña creyente de un pueblo de montaña dedicada a las labores del campo que encarnaría la inocencia. En el reverso estaría Leonora, mujer con formación artística y creadora alejada de las prácticas católicas a quien se le atribuiría el arquetipo de una Lilith maliciosa, oscura y culpable por su comportamiento provocativo. Lilith representa la parte oscura y rebelde, el peligro, las mujeres esencializadas en una naturaleza traicionera y tentación descontrolada que se ha de reprimir.

En esta «gran constelación» que la autora construye en su libro, tiene una gran importancia el cuerpo. Contrapone el cuerpo del trabajo y de la reproducción que tiene dolor, que sufre, frente al cuerpo del éxtasis, liberado del dolor y de todos sus pecados. Carlota Fuentevilla se posiciona con claridad cuando afirma que negar desde el secularismo las formas de adaptación y emancipación de las mujeres dentro de la religiosidad popular es hacer la vista gorda, corriendo el riesgo de caer en restar agencia a muchas trabajadoras como nuestras antepasadas. Por medio está el proyecto burgués del nuevo hombre de la modernidad que se conforma en el rechazo y miedo al cuerpo no solo individual, sino también social. Un planteamiento que no deja de ser polémico, más si tenemos en cuenta la larga tradición anarquista y libertaria que potenció un proceso de secularización con la intención de acabar con la institución religiosa, pero también con la religiosidad popular femenina, desde el anticlericalismo.

 

Laura Vicente



[1] El libro fue publicado en 2023 por la editorial Levanta Fuego.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Annie Ernaux, Los años

 


 Dice Ernaux, al final de Los años, que es difícil apreciar un «yo» en esta «autobiografía impersonal» y es muy cierto. La forma de abarcar su vida es captar la duración que constituye su paso por la tierra en una época determinada, ese tiempo que la ha atravesado, ese mundo que ella ha grabado, solo con vivir (nace en 1940 y esta obra se publica en 2008).

La forma de su libro surge, por tanto, «de una inmersión en las imágenes de su memoria para detallar los signos específicos de la época», se trata, dice la autora, de «un relato resbaladizo» en un continuo en el que apenas da referencias cronológicas. De esta forma Ernaux refleja de manera magistral la dimensión vivida de la Historia a través de la memoria individual y colectiva.

Los años es un viaje en el tiempo en el que vemos cambiar las costumbres, la cultura, las relaciones personales y familiares, al compás de los cambios económicos, de los hábitos de consumo, del ámbito laboral y de cuidados, de la propia sociedad francesa, de las decepciones políticas (la reelección del socialista Mitterrand nos devolvía la tranquilidad, «más valía vivir con la izquierda sin esperar nada que ponerse nerviosos todo el tiempo con la derecha», de Mayo del 68, etc.

Hace una descripción magnífica de cómo se rompió el tiempo «normal» de la existencia en Mayo del 68 y se desencadenó un tiempo huracanado, un tiempo cualitativo, gozoso, no mesurable, no utilitario (Walter Benjamin):

«Una noche escuchamos (…) [que] había barricadas en el barrio Latino (…). Ahora nos dábamos cuenta de que pasaba algo y ya no teníamos ganas de de hacer vida normal al día siguiente. Nos cruzábamos, indecisos, nos reuníamos. Dejábamos de trabajar sin razón precisa ni reivindicación, por contagio, porque es imposible hacer algo cuando surge lo inesperado, salvo esperar. Lo que sucediera al día siguiente, no lo sabíamos y no buscábamos saberlo. Era un tiempo aparte».

El transcurso de su vida personal (tomando como referencia fotografías y la memoria) se entremezcla, como es evidente en esta cita, con los sucesos de la época conformando una autobiografía colectiva en el que el habitual «yo» deja paso al «nosotros» para construir un caleidoscopio de hechos, acontecimientos, pequeños y grandes cambios y su viaje de la infancia a la adolescencia, la madurez y la vejez.

Quizás, la llegada a la vejez desliza sentimientos de nostalgia al ver el pasado como parte de sí misma y sentir cierta frustración por el fracaso de la confianza en que el progreso significaría una mejora que, ni siquiera en Francia, se ha realizado, mucho menos en el conjunto del planeta.  

Ernaux utiliza un estilo rápido, directo, conciso, con cambios de ritmo continuos, combinando explicaciones más largas con pequeños fragmentos de pocas líneas que inicia en minúscula. Un estilo que te impregna mientras lees porque resulta cercano y poco intelectualizado.

 

sábado, 13 de mayo de 2023

CUERPOS VIVOS REBELDES

 



El libro de Paul B. Preciado, Dysphoria mundi[1] es un libro imposible de reseñar sin simplificar. Estamos ante un texto que se comporta como un río que recoge manantiales, pequeños y briosos cursos de montaña, ríos afluentes y, de este modo, el río cada vez recoge más y más agua hasta desbordar en el mar.

Esta reflexión no es una reseña, son consideraciones sobre aquellos planteamientos que me han aclarado ideas, me han hecho pensar en otras, me han generado dudas o me han confirmado intuiciones que ya tenía. Estamos ante un libro de filosofía que, a la vez, es un ensayo y una autobiografía. Un libro que abre una puerta que te conduce a otras puertas y estas a otras muchas y así sucesivamente.

Preciado escribe muy bien, entremezcla sabiamente un pensamiento filosófico complejo pero comprensible (con conceptos propios) con sus experiencias
personales, especialmente relacionadas con el covid que sufrió mientras estaba escribiendo este libro. La mezcla de lo filosófico, lo político y lo personal desprende potencia, supone poner el cuerpo, y no solo las ideas, en la escritura de esta obra monumental.

Él mismo aclara muy pronto que no habla del cuerpo como objeto anatómico o como propiedad privada del sujeto individual sino de lo que llama, para diferenciarlo del cuerpo de la modernidad, la somateca[2], es decir, el cuerpo vivo como lugar de la acción política y del pensamiento filosófico. La somateca es un archivo político vivo en el que se instituyen y destituyen formas de poder y de soberanía. El género, el sexo, la sexualidad, la raza, la discapacidad… no son simplemente conceptos o ideologías, son tecnologías de poder que producen la somateca que somos (pp. 61-62).

Durante mucho tiempo la ideología (ideas que acaban convertidas en un dogma, en una doctrina que se aplica a todo y que todo lo soluciona), que es tan propia de la masculinidad, ha dominado el pensamiento, la concepción de la vida, el diseño de la revolución y de la utopía. La propuesta de que el cuerpo vivo sea entendido no como algo natural sino como un archivo político vivo, resultado de las tecnologías de poder nos abre algunas posibilidades emancipadoras en las que indagar.

 

El libro de Preciado es sencillo en su planteamiento, aunque complejo y múltiple en su manera de exponerlo: pretende una crítica profunda del modo de organización social dominante y de sus tecnologías de gobierno y de poder para justificar la necesidad de revolución.

Crítica de la organización social dominante

Denomina «petrosexorracial» a aquel modo de organización social y a aquel conjunto de tecnologías de gobierno y de la representación que surgieron a partir del siglo XVI con la expansión del capitalismo colonial y de las epistemologías raciales y sexuales desde Europa a la totalidad del planeta. En términos energéticos el modo de producción depende de la combustión de energías fósiles altamente contaminantes y generadoras de calentamiento climático. La infraestructura epistémica de esas tecnologías de gobierno es la clasificación social de los seres vivos de acuerdo con las taxonomías científicas modernas de especie, raza, sexo y sexualidad (p. 40). El capitalismo «petrosexorracial» ha construido durante estos cinco últimos siglos una estética: «un gusto por lo tóxico y un placer inherente a la destrucción» (p. 41).

Hoy estamos pasando a una nueva configuración política en la que la gestión y producción de la subjetividad sexual es denominada por Preciado como «capitalismo farmacopornográfico» que desarrolla en otros textos[3]. Según el autor tras la etapa del «fordismo» se desarrolla una etapa en la que el negocio es la gestión política y técnica del cuerpo, del sexo y de la sexualidad. Por eso es pertinente llevar a cabo un análisis sexopolítico de la economía mundial[4].

La mutación del capitalismo se caracteriza no solo por la transformación del sexo en objeto de gestión política de la vida sino porque esta gestión se lleva a cabo a través de las nuevas dinámicas del tecnocapitalismo avanzado. El nuevo tipo de capitalismo se basa en la articulación de un conjunto de nuevos dispositivos microprostéticos de control de la subjetividad con nuevas plataformas técnicas biomoleculares y mediáticas. Se trata de un régimen posindustrial, global y mediático; su origen está en el siglo XIX, pero sus vectores económicos no se hacen visibles hasta el final de la II GM (p. 31). Las industrias líderes son la empresa global de la guerra, la industria farmacéutica y la industria pornográfica. El verdadero motor del capitalismo actual es el control farmacopornográfico de la subjetividad[5] a través de dispositivos de biocontrol que funcionan a través de la incitación al consumo y a la producción constante de representaciones de la sexualidad y de un placer regulado y cuantificable (p. 156).

Preciado recoge diversos planteamientos sobre el cuerpo vivo (o somateca). Por un lado, parte de los planteamientos de Foucault que señala que el cuerpo no es un organismo biológico sobre el que después actúa el poder, sino que la acción política lo que hace es fabricar un cuerpo, ponerlo a trabajar, definir sus modos de reproducción, prefigurar las modalidades del discurso a través de las que ese cuerpo se ficcionaliza hasta ser capaz de decir «yo». El trabajo de Foucault puede entenderse como un análisis histórico de las distintas técnicas a través de las que el poder gestiona la vida y la muerte de los cuerpos vivos (pp.108-109). Esas técnicas gubernamentales biopolíticas se extienden como una red de poder que desbordaba el ámbito legal o la esfera punitiva, convirtiéndose en una fuerza «somatopolítica», una forma de poder espacializado que atraviesa la totalidad del territorio hasta penetrar cada cuerpo individual (p. 109).

Roberto Esposito añadió, según Preciado, que toda biopolítica es inmunológica: supone una definición de la comunidad y el establecimiento de una jerarquía entre aquellos cuerpos que están exentos de tributos (los considerados inmunes) y aquellos que la comunidad percibe como potencialmente peligrosos y que serán excluidos en un acto de protección inmunológica. Esta es la paradoja de la biopolítica: todo acto de protección implica una definición inmunitaria de la comunidad según la cual esta se dará a sí misma la autoridad de sacrificar otras vidas, en beneficio de una idea de su propia soberanía (p. 111).

Achile Mbembe activó la noción necropolítica para señalar que las tecnologías de poder de la modernidad colonial habían funcionado como auténticas tecnologías de muerte. Si la biopolítica era la gestión de la vida de las poblaciones con el objetivo de maximizar el beneficio capitalista y la pureza nacional, la necropolítica era su funcionamiento negativo: los procesos de captura, extracción y destrucción que se llevan a cabo durante la modernidad colonial sobre un conjunto de cuerpos considerados como subalternos ya no tienen como objetivo la maximización de la vida, sino que, produciendo jerarquías en el orden de la vida, buscan en realidad la extracción máxima de plusvalía, de poder o de placer, hasta la muerte (p. 117).

La clave de este capitalismo petrosexorracial no es solo, como pensó Marx, la producción y extracción de plusvalía económica, sino también la fabricación de una subjetividad adicta cuyos deseos se amoldan al proceso de producción de capital y de consumo, así como de reproducción sexual y colonial. Y todo ello a través de la combustión fósil y la destrucción de la biosfera. El proceso de explotación es cuestión de plusvalía y de adicción y de naturalización de la percepción. Aquel que es explotado no desea su liberación, sino que aspira a acceder al reconocimiento social a través del consumo y de la identificación normativa. La violencia opera fabricando un deseo normativo que toma posesión del cuerpo y de la conciencia. Lo primero que el poder extrae, modifica y destruye es nuestra capacidad de desear el cambio.

Es posible la revolución

Pese a la contundencia del modo de organización social dominante y de sus tecnologías de gobierno y de poder, Preciado considera posible un cambio profundo, una revolución. Y esto tiene más valor siendo consciente de que movimientos de emancipación surgidos de procesos de descolonización y despatriarcalización, movimientos de minorías subalternas han acabado cristalizando en políticas de identidad. Estas políticas han acabado por renaturalizar e incluso intensificar las diferencias. El contemporáneo lenguaje de la «interseccionalidad» con su insistencia en establecer relaciones entre identidades previamente segmentadas no es sino un espejismo metodológico frente a la imposibilidad de articular una filosofía política no esencialista capaz de pensar la transversalidad sistemática con la que las relaciones de poder producen y oponen diferencias (p. 208).

Rechaza, por tanto, las identidades que en realidad no existen pese a que hacen irrupción en el terreno de lo tangible y se vuelven visibles. Si descartamos las identidades, el nuevo sujeto de la revolución planetaria serán los cuerpos vivos vulnerables (y abyectos) donde las formas de opresión raciales, sexuales, de clase o de discapacidad no se oponen entre sí, sino que se entrelazan y amplifican.

La nueva revolución debe acabar con la fragmentación de las luchas que se han estructurado de acuerdo con la lógica de la identidad. La revolución que viene sitúa la emancipación del cuerpo vivo vulnerable en el centro del proceso de producción y reproducción social y económico.

En lo que respecta al feminismo se debe acabar con la categoría «mujer», que es el efecto de la reducción de un cuerpo a su potencial reproductivo. Sería posible distinguir la noción de cuerpo con útero potencialmente reproductivo de la de mujer para reconocer los estatutos de los cuerpos femeninos que o bien no poseen útero o bien han decidido no hacer un uso reproductivo de dicho órgano. Eso es pretender reducir a «las mujeres» a sus funciones reproductoras. Es preciso, por tanto, desidentificarse de la categoría naturalizada y hegemónica de mujer y de las relaciones (reproductivas, sexuales, sociales, económicas…) normativas que religan el útero a la reproducción heterosexual para reivindicar nuestra condición de cuerpos vivos (pp. 391-392). Cualquier identidad debe recorrer el mismo camino para romper las diferencias y actuar simplemente como cuerpos vivos vulnerables y considerados por ello abyectos.

Preciado intenta desplazar y resignificar la noción de disforia para comprender la situación del mundo contemporáneo en su conjunto, la brecha epistemológica y política, la tensión entre las fuerzas emancipadoras y las resistencias conservadoras que caracterizan nuestro presente. Y de ahí el título de este libro: Dysphoria Mundi, que se entiende como la resistencia de una gran parte de los cuerpos vivos del planeta a ser subalternizados dentro de un régimen de conocimiento y poder petrosexorracial. Busca entender aquellas condiciones que son descritas como disfóricas, no como patologías psiquiátricas sino como formas de vida que anuncian un nuevo régimen de saber (p. 22).

La revolución ya ha empezado, hay muchos síntomas que lo indican vistos desde el optimismo (desde mi parecer excesivo) que para Preciado es una metodología (p. 534).  Existen síntomas de que el proceso de emancipación colectivo ya se ha iniciado puesto que se puede sentir la vibración que produce en los cuerpos que son atravesados por dicho proceso. La prueba es que da lugar a una energía de resistencia y de lucha acumulada.

Y desde ese optimismo exagerado, Preciado detecta que:

·       Es nuestra relación con el espacio y el tiempo, con el cuerpo vivo de los otros y con nuestros propios cuerpos la que está siendo profundamente modificada (el covid ha ayudado) puesto que se ha producido: una ruptura en el régimen de la sensibilidad petrosexorracial, introduciendo un proceso tan abrupto como profundo de deshabituación; la interrupción del tiempo de la producción; la cancelación del afuera o su designación como potencialmente contaminante; la toma de conciencia brutal de nuestra condición mortal; el repliegue de todas las funciones institucionales sobre lo doméstico; y la discontinuidad de los rituales de socialización que ha provocado un proceso de desnaturalización del mundo sensorial (p. 255).

·       Se ha producido un descentramiento del ojo petrosexorracial y de sus relaciones binarias, la invención de otro marco de inteligibilidad que excede la mirada normativa (p. 258).

·       Cambios micropolíticos ya que son las formaciones del deseo en el campo social las que están mutando. La triple crisis -de la percepción, de la sensibilidad y del sentido- podría haber generado las condiciones de posibilidad para un cambio de las políticas del deseo (p. 261).

Eso sí, llama la atención sobre la necesidad imperativa de cambiar la relación de nuestros cuerpos con las máquinas de biovigilancia y biocontrol: tener muy claro que estas no son simplemente dispositivos de comunicación (p. 521). Es necesario participar en una multiplicidad de prácticas disidentes que están inventando otra epistemología desde la que producir lo social. Señala algunas de estas estrategias que ya están en marcha (indico algunas de las que señala y otras solo su enunciado en las pp. 527 a 530):

·       Desidentificación : rechazo de las normas de producción de identidad de acuerdo con las taxonomías petrosexorraciales. Dar prioridad a la invención de prácticas de libertad antes que a la producción de identidad.

·       Desnormalización: cuestionar la definición normativa de la enfermedad.

·       Emancipación cognitiva: crear redes de producción de conocimiento y de representaciones alternativas a las producidas por los discursos médicos, farmacéuticos, psicoanalíticos, psicológicos, gubernamentales y mediáticos.

·       P.A.I.N. (Prescription Addiction Intervention Now): el consumo (todo tipo de consumo, no únicamente el de estupefacientes) es adicción. No consumas pasivamente. La comunicación es adicción. No comuniques pasivamente. Interviene. Actúa. Ahora.

·       Colectivización de la somateca: crear, fuera del control tanto estatal como corporativo, redes de intercambio de cuidados y afectos, pero también de gestos, de saberes corporales, de técnicas de supervivencia, de células, de fluidos, etc., necesarios para la producción y la reproducción de formas de vida descarbonizadas, despatriarcalizadas y descolonizadas.

·       Desmercantilización de las relaciones sociales.

·       Destitución de prácticas institucionalizadas de violencia

·       Restitución de lo expropiado, reparación de lo destruido.

·       Acción por deserción.

·       Secesión.

·       Creación de supercuerdas.

·       Hibridación antidisciplinaria.

·       Politización de la relación con las prótesis energéticas de subjetivación.

·       Autobiohackearse.

Hace un llamamiento a utilizar la propia disforia como plataforma revolucionaria, ya que la revolución no es abstracta ni para el futuro. La revolución es ahora, aquí, está sucediendo.

Conclusión

La lectura de este libro es apasionante, adictiva (Preciado me echaría la bronca). El caudal de vida que corre por sus venas de papel es un torrente que atrapa. Sin embargo, ¿es posible ser, sin más, cuerpos vivos con dos «cualidades»: abyectos y vulnerables? ¿Es posible desidentidarse sin crear otra identidad? ¿No es una identidad la de «cuerpo vivo»? ¿«Ser mujer» (igual que ser racializada, ser discapacitada, ser pobre)  es una identidad que se puede olvidar pese a que quienes nos subalternizan tienen muy claro nuestro «ser mujer»?

Y luego está la metodología del optimismo que practica Preciado que ve rupturas y transformaciones que yo no aprecio y que me retraen de aceptar su relato.

Comparto sus propuestas de prácticas disidentes (y libertarias) pero veo muchos obstáculos para realizarlas, aunque estoy dispuesta a apostar por ellas. Comparto la idea de que la revolución es de la existencia y que hay que llevarla a cabo ahora, en este momento (es lo que el anarquismo denomina agencia prefigurativa).

El entusiasmo y el gozo que me ha proporcionado su lectura (en la que a veces he tropezado y otras he fluido con suavidad) lo sitúa por encima de sus defectos. Un libro lleno de vida, de ideas, de agencia, de lucidez, de creatividad, de consecuencia.


 Laura Vicente



[1] Paul B. Preciado (2022): Dysphoria mundi. Barcelona, Anagrama. Las páginas señaladas en el texto corresponden todas a este libro, cuando no sea así las indicaré en las notas a pie de página.

[2] Somato significa: «del cuerpo»

[3] Paul B. Preciado (2022, 3ª ed.): Testo yonqui. Sexo, drogas y biopolítica. Barcelona, Anagrama.

[5] Paul B. Preciado: Testo yonqui, pp. 26-30, 31, 35.

viernes, 13 de mayo de 2022

ECONOMÍA FEMINISTA. ALGUNAS REFLEXIONES

 

Hay libros que me cuesta muy poco comprender que serán libros importantes para mí, que me ayudaran a organizar mi mirada de forma diferente, que me orientaran por nuevos caminos, seguramente difíciles de transitar. Porque cuando un libro rompe ideas preconcebidas te das cuenta hasta que punto se te hacía difícil pensar de otra manera. Este es el caso del libro de Amaia Pérez Orozco, Subversión feminista de la economía[1].

Leer obras que no son de Historia me está ayudando a enfocar la investigación desde otra perspectiva que me está ayudando mucho a dar valor y visibilidad a acontecimientos invisibles o silenciados. No resulta fácil introducir esa nueva mirada en el campo de la historia, pero no pienso desistir de intentarlo.

Se dice en la Introducción que crear pensamiento es un proceso multidimensional que escapa de la disyuntiva pensar/actuar y que va más allá de la labor de rata de biblioteca. Para poder actuar sobre el mundo necesitamos pensarlo y esto requiere conocer y nombrar las cosas. Crear pensamiento implica también compartir lo nombrado (Subversión feminista p. 43). Pensar el mundo aplicado a la disciplina histórica es tan factible como pensar el mundo hoy, desde la economía, como hace Pérez Orozco.

Ha sido una constante en la historia social reducir toda dimensión de la vida, toda relación social y todo proceso económico a la relación salarial, desde la percepción de la existencia de un profundo conflicto entre el capital y el trabajo (asalariado), poniendo en consecuencia la potencia de la lucha en la relación salarial (Subversión feminista pp. 51-52). Este planteamiento ha dado, en la investigación histórica, un lugar privilegiado desde el que mirar los conflictos sociales al ámbito mercantilizado y masculinizado de la producción: el trabajo asalariado ha sido el que ha dado identidad de clase, el que ha articulado el sujeto de la lucha y el proyecto de revolución modelizada que se ha considerado hegemónico y que ha descartado otros proyectos, otros sujetos y otras identidades. No se ha observado el conflicto, por ejemplo, desde las esferas económicas invisibilizadas y feminizadas, por ello es escasa y atípica la presencia de las mujeres allí donde sí se articula, en la lucha obrera y los sindicatos. Este hecho puede explicar la menor presencia de las mujeres en el sindicalismo e incluso que las mujeres más sindicalistas suelen ser más refractarias a incluir el feminismo como campo de lucha tan fundamental como la lucha obrera.

Y Pérez Orozco se centra, sobre todo, aunque no exclusivamente, en las esferas económicas, pero hay otros muchos espacios sobre los que indagar y que se han tomado poco en consideración en la disciplina histórica debido a la visión heteropatriarcal que ha articulado el discurso histórico hegemónico.

La autora afirma que fuera de los mercados se generan recursos, hay ejes de dominación no reductibles al conflicto capital-trabajo y el sistema ha de evaluarse según su impacto entre el bien-estar/mal-estar entendido de forma amplia (Subversión feminista p. 65). Desde este planteamiento hay que romper con la construcción dicotómica y sexuada de la historia, que nombra solo la parte mercantil masculinizada del mundo, pero la plantea como universal. Hay que investigar los conflictos sociales desde las esferas invisibilizadas de la historia y desde las experiencias de los diversos sujetos.

La autora propone, y aplica en los cinco capítulos y el epilogo, EL desplazamiento del eje analítico desde los procesos de valorización de capital hacia los procesos de sostenibilidad de la vida, entendiendo la socioeconomía como un circuito integrado producción-reproducción, trabajo remunerado-trabajo no remunerado, mercado-Estados-hogares; valorando en qué medida genera condiciones para una vida que merezca ser vivida (Subversión feminista p. 61).

En todos los capítulos sigue el mismo esquema, un apartado sobre las lecturas de la crisis y un segundo sobre las herramientas para el análisis y la política. El primer capítulo se centra en las crisis que (no) son y que se entiende por sostenibilidad de la vida (vida, sostenibilidad, cuidados). El segundo capítulo se centra en el ataque del capital a la vida (características de dicho ataque y el conflicto entre acumulación de capital y sostenibilidad de la vida, el papel del Estado del bienestar, etc.). El tercer capítulo hace referencia a cómo la economía se resuelve más acá del mercado (el trabajador «champiñón», la privatización y feminización de la responsabilidad de sostener la vida a través de los hogares). El cuarto capítulo se pregunta si hay que crecer para salir de la crisis de reproducción social (las críticas ecologista, feminista, desde los cuidados y los límites de la estrategia de emancipación a través del empleo). Y el quinto capítulo que se titula de forma muy clara: decrecimiento ecofeminista o barbarie. El Epílogo son breves apuntes sobre el Estado del bienestar, la deuda, el trabajo y el binarismo heteronormativo.

Resulta imposible hacer un resumen de todos los temas tratados en este libro. He elegido algunas cuestiones que me han interesado especialmente en mi tarea como historiadora, hay más, muchas más, pero eso tendréis que descubrirlo quienes leáis el libro. Un libro muy denso pero muy pedagógico y ordenado que se lee con papel y lápiz para trabajar sobre el caudal de pensamiento que anida en él.

 

[1] Amaia Pérez Orozco (2019, 4ª ed.): Subversión feminista de la economía. Sobre el conflicto capital-vida. Madrid, Traficantes de sueños.