Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt
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sábado, 13 de abril de 2019

EL TERROR SEXUAL Y EL CRIMEN DE ALCÀSSER


Microfísica sexista del poder, de  Nerea Barjola *, es un ensayo, cuya base está en la Tesis Doctoral de la autora, un ejemplo de reinterpretación feminista de un suceso como el crimen de Alcàsser que fue objeto de una gran atención mediática. Para las mujeres, su lectura puede ser un ejercicio de comprensión, de reinterpretación y de in-corporación, desde otra perspectiva que la prevista, de las agresiones sexuales que hemos sufrido a lo largo de la vida. ¿Hay alguna mujer que se haya librado de ellas? A la vez, este estudio es una posibilidad de construir saber y verdad no sexista que pueden acabar con la violencia sexual en el futuro.


La tesis que plantea Barjola es que la desaparición forzosa de las tres adolescentes de Alcàsser fue una consecuencia política, una reacción, un castigo a la transgresión. Y con ella, una advertencia terrorífica a todas las mujeres. El relato sexista que se re-construyó con el crimen pretendía contrarrestar el avance del Movimiento Feminista de la Transición y la década de 1980. De hecho, el feminismo no pudo dar una respuesta lo suficientemente poderosa al relato sexista del terror sexual.
La autora parte de la certeza, que hace explícita en la introducción, de que las narraciones, significados y discursos sobre el peligro sexual funcionan como un proyecto político. Partiendo de esta certeza, diseña en su libro dos objetivos: analizar la influencia que tienen las representaciones sobre el peligro sexual en la cotidianeidad de las mujeres y cómo las narrativas son encarnadas por las mujeres.
Desentrañar la narración sobre el crimen es la mejor manera de ver las dinámicas de poder y la forma en que se ejercen. El relato Alcàsser está construido sobre una base de producción de saber y verdad sexista, quedando oculto su auténtico significado político. La autora se plantea como reto traspasar lo que el relato muestra, es decir, el terror, para acercarse a lo invisible, lo no mostrado: la estrategia que se busca con el relato. Todas las narrativas y representaciones sobre el peligro sexual son un sistema que usa la violencia y la tortura sexual contra las mujeres como un sistema de comunicación que les habla, las interroga y las alecciona.
Este crimen se caracteriza por lograr trasladar al cuerpo las agresiones sufridas por las adolescentes, que es lo que la autora denomina con el término in-corporar. El terror es de tal dimensión e impacta de tal manera que no deja espacio a la comprensión y permite la in-corporación de los límites. Barjola considera que la construcción del relato tiene una estrategia que desvelar. Por ello, se propuso diseccionar el cuerpo social y no el cuerpo de las mujeres, que es lo que hizo el relato de Alcàsser.
La autora se reapropia, desde la perspectiva feminista, de conceptos elaborados por  autores y autoras como Michel Foucault, Judith Butler y Giorgio Agamben. Esta reapropiación la hace explícita en el primer capítulo, «Una (re)apropiación feminista de conceptos». Aunque no niego que estos conceptos sean útiles para el análisis del crimen, me parece que están excesivamente presentes y, en algunos casos, me ha parecido que ha llevado a cabo un uso forzado de ellos.
En el siguiente capítulo compara el crimen de Alcàsser con el personaje de Jack el Destripador en 1888 y cómo ambos casos pretendieron resituar a las mujeres en sus casas y bajo la protección de los hombres. Otra coincidencia entre ambos hechos fue la atención de la prensa en la divulgación del terror sexual. Es muy interesante el concepto «mujer pública» como metáfora que le permite a la autora habilitar una «tierra de nadie» que significa los espacios que el sistema habilita, y dentro de los cuales las mujeres no son de nadie, o, lo que es lo mismo, son de «todos». En este sentido el capítulo sexto, «La casa de La Romana y la nuda vida», inspirado en conceptos muy interesantes que elaboró Agamben sobre las personas en los campos de concentración nazis, resulta muy sugerente pese a su brevedad.
El capítulo tercero se centra en cómo se construye el mencionado relato sexista sobre el peligro sexual y el protagonismo que tuvieron los programas conducidos por Paco Lobatón o Nieves Herrero y cómo estos dos periodistas focalizaron su trabajo en las emociones más que en los hechos. Centrar el tratamiento del crimen en el sufrimiento, en el dolor y la indignación es algo a lo que hoy ya nos hemos acostumbrado. Poco a poco el relato se va enfocando a que el crimen sirviera de escarmiento para que las jóvenes rectificaran el uso de las libertades individuales e iniciaran una vuelta a la familia. Se impidió a través de dicho relato que emergiera el hecho de que el asesinato era el producto de una sociedad que permite la violencia cotidiana contra las mujeres.
Especialmente interesante es el capítulo cuarto: «Microfísica sexista del poder». Partiendo del concepto foucaultiano de microfísica del poder, la autora entiende el relato sobre el peligro sexual de Alcàsser como el producto resultante de un poder difuso. La microfísica del poder sería el instrumento que pone en funcionamiento todo el sistema de producción de saber. La estructura en la que habita la microfísica del poder es el conjunto de la sociedad. La necesidad de identificar el origen del poder lleva a la autora, siguiendo la estela de Silvia Federici, a introducir en el término foucaultiano la variable del sexismo colocándolo en el centro mismo del concepto y no al final.
El capítulo cinco se centra en el proceso penal y en el juicio paralelo que se produce por los programas de televisión que condujeron al fenómeno fan y al best seller con la reivindicación novelada de la verdad sexista. El capítulo siete, que se centra en la cultura de la violación y que se desarrolla, en parte, a través de entrevistas de historias de vida, deja claro que el crimen es una narración corporal y, por ello, la autora entiende el relato sobre el peligro sexual como dispositivo que se inscribe en los cuerpos.
El último capítulo abre esperanzas y temores. Esperanzas porque el crimen de Alcàsser tiene también una lectura de resistencia corporal, las mujeres han resistido, desde sus cuerpos, reelaborando nuevos mapas de transgresión al resignificar el relato sobre el peligro sexual y salir solas por la noche, hacer dedo, viajar solas, etc., debilitando los argumentos sexistas. Sabemos que la violencia sexual está ahí, recordándonos que se sigue considerando los cuerpos de las mujeres como cuerpos públicos. También conocemos cómo el tratamiento de los medios de comunicación o la justicia banalizan la violencia sexual y hacen de ella un espectáculo, pero la resignificación de Alcàsser nos puede proporcionar una guía de comprensión de la estructura sexista y de los mecanismos del adoctrinamiento corporal.
Hoy el movimiento feminista es poderoso, pero debemos estar preparadas para una reacción del sexismo contra dicha fuerza y construir contra-discursos que debiliten la violencia sexual. Sin duda, este libro es un  instrumento para afirmar que todos los asesinatos sexistas son asesinatos políticos y la respuesta tiene que situarse en el mismo campo, el de la política cotidiana y próxima, no el de la política institucional.
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*NEREA BARJOLA (2018): Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual. Barcelona, Virus.