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¡Un abrazo!

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Adiós

RCD Mallorca 2 - At. Madrid 1

Cuando el Atlético de Madrid comenzó la liga 2011-2012 mis sensaciones no eran nada buenas. Aquí está escrito. El verano infernal que tuvimos que sufrir los atléticos y la plantilla cogida con alfileres y confeccionada en el patrón de la improvisación no dejaba sitio para el optimismo. Especialmente sabiendo que el director de orquesta sería ese farsante con gafas de colores llamado Gregorio Manzano. Pasado el primer puñado de partidos la sensación de inquietud se transformó en pavor. En miedo atroz a perder la categoría. Lo digo sin exagerar. Viendo el cariz de los acontecimientos y el talante del charlatán jienense el que escribe temía por la primera división. El cambio de entrenador fue más un alivio que una inyección de optimismo. Pensé que la hemorragia podía contenerse, era imposible hacerlo peor, pero no confiaba demasiado en el Simeone que yo conocía de Racing de Avellaneda. Pero todo cambió cuando vi lo que el argentino proponía en el campo. Tanto que me emocioné e ilusioné hasta el punto de estar convencido de que jugar la Champions el año que viene era una posibilidad casi segura. Falsa alarma. No lo es. El Atleti hoy ha dicho probablemente adiós a dicha posibilidad y aunque sigo pensando en el Cholo como una opción de futuro (si se crea un equipo decente, una plantillas compensada y se le da poder) el presente es mucho más dramático y desalentador. Adiós a la liga. Adiós a la copa, adiós a la ilusión y no sé si adiós a la idea que uno tenía en la cabeza. Lo que hoy hemos visto en Mallorca es muy difícil de defender y todavía más difícil de justificar. ¿Adiós al futuro? Veremos.

Horroroso. No se me ocurre otro adjetivo para describir la primera parte. Ritual de apareamiento. Danza de guerra. Coreografía bélica. Escenificación del sopor. Alegoría de la destrucción. Elijan lo que quieran. Cualquiera vale para describir 45 minutos de sopor. Caparrós, ese supuesto entrenador del que MA Gil dijo que algún día tendría que estar en el Atlético de Madrid, es un viejo conocido de la liga. Un tipo que a base de renegar del fútbol buscando las líneas tangentes de un deporte que suele jugarse con el balón ha conseguido labrarse una cierta reputación en nuestra liga. Ya sabemos lo que representa y ya sabemos lo que significa jugar contra él. Tremendamente difícil usar el balón con criterio sin recibir una patada y tremendamente difícil tratar de jugar sin que se destruya todo tras el primer atisbo de combinación. Ya lo sabíamos igual que ya sabíamos que un Atlético de Madrid con Gabi-Mario en el eje y sin Diego ni Arda en el campo era imposible de hacer algo digno contra este renacido Mallorca. Gabi-Mario no puede ser el eje de un equipo con aspiraciones (o sin ellas) y este partido no es más que otro buen ejemplo para refrendarlo. Parece que Simeone, en un error imperdonable, pretendía ser hoy más Caparrós que Caparrós y eso, además de ser imposible, debería estar penalizado en el código civil. El Atleti, un equipo con una plantilla corta y desequilibrada, no se puede permitir el lujo de dejar a los jugadores con criterio futbolístico en el banquillo. Arda tiene que jugar siempre por la misma razón que Salvio no debería jugar nunca. A base de pelotazos, patadas, robos, patadones y pérdidas de tiempo se consumió una primera parte lamentable en la que no se vio al Atlético de Madrid al que estábamos acostumbrados. Ni juego, ni intensidad, ni ambición ni carácter. Habrá quien lo achaque al cansancio pero yo no vi muestras de cansancio. Lo que vi fueron muestras de conformismo y de juego especulativo. Mal asunto.

La segunda parte parecía comenzar con los mismo derroteros (los dos entrenadores apostaban por el mismo esquema) pero la suerte, el único elemento que podía modificar el drama, se fue esta vez de lado balear. Un mal tiro de los mallorquines da en el pie de Godín y se mete dentro. 0-1 que dejaba cara de estúpido en la mitad de los que habían jugado a especular durante la primera parte. Los del Atleti. Pero es difícil cambiar el ritmo cuando has estado 45 minutos haciendo el canelo y cuando los que tienen que llevar las riendas del equipo son Gabi, Mario y Salvio. Difícil no, imposible. Los madrileños intentaron estirar un poco las filas pero con tan poca salud, tan poca fe y tan poco criterio que el primer contrataque de los insulares ponían el segundo con un gran gol de Pereira.

Entonces Simeone decidió poner por fin al Atlético de Madrid sobre el campo. Tarde pero significativo. Si el argentino es inteligente, que lo es, tomará buena nota de lo que ha pasado. Con Arda en el campo (y sobre todo sin Mario) el equipo pasó a ser un equipo de fútbol. La pelota pasó a ser parte del juego y la cámara de televisión se centró exclusivamente en el campo del Mallorca. Y llegaron las ocasiones. Y llegó un gol fantasma (creo que no fue) que daba con la expulsión de Ramis y penalti a favor de los madrileños. Penalti que Falcao se encargó de marrar. El colombiano no termina de acabar con ese runrún que dice que su fichaje es el enésimo error de la directiva colchonera y uno, que tiende a querer defenderlo, se queda sin argumentos para defender lo contrario. Eso si, pocos minutos después la duda volvía a torcerse cuando el mismo jugador realizaba un avance en la frontal del área que acababa en una soberbia vaselina sobre el portero rival que daba el 1-2 al marcador. Tremendo golazo de Falcao.

Quedaba tiempo y Simeone, ahora si, era valiente en los cambios poniendo jugadores ofensivos por defensivos. Grata sorpresa fue volver a ver a Fran Mérida en el terreno y encima dejando buenos detalles como el balón que lanzó al palo a los treinta segundos de estar en el campo. Pero no pudo ser. El Atleti lo intentaba con criterio, ahora si, pero enseguida llegaron la precipitación y lo que mejor se le da a los equipos de Caparrós: perder tiempo con artimañas. Mientras el tiempo pasaba el Atleti se consumía y apagaba hasta dejar claro que el partido estaba perdido. Los madrileños no merecían ganar. Los baleares tampoco.

Derrota dolorosa que deja el sueño de la Champions como un sueño prácticamente inalcanzable y que sitúa al equipo en la auténtica realidad en la que siempre se ha movido. La total mediocridad de la mitad de tabla. Una posición acorde con una plantilla corta, desequilibrada y con demasiados rotos. La plantilla que confeccionaron MA Gil y su mamporrero Caminero. La plantilla que termino de desquilibrar y destrozar el inútil de Manzano. La realidad de este equipo no pasa por buscar la Champions sino por tener alguna vez, para variar, una dirección decente y profesional que sea capaz de crear una plantilla que no de vergüenza ni bochorno ajeno.

Kevin Shields - Goodbye

Cualquier día estará bien

At. Madrid 0 - Albacete 1

Decía Charles Dickens que cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender. Yo creo que Dickens tiene razón pero alguno pensará que no es así o que si lo fuese, los dirigentes del Atlético de Madrid serían a estas alturas unos grandes genios de la dirección de un club de fútbol. Créanme, tiene una fácil explicación. Ustedes, como yo, entenderán que la humillante expulsión del Atleti de la Copa del Rey 2011/2012 es un rotundo fracaso. Ese es el problema. El actual dueño prescrito de nuestro bendito equipo, y sus floreados mamporreros, lo entienden de otra manera. Un contratiempo, mala suerte, un borrón, algo que puede pasar, cosas del fútbol,... todavía no habrán acordado la explicación pero ira por ahí. Bajar a segunda no fue un fracaso sino una búsqueda interior que reforzaba el sentimiento atlético que había ocurrido como consecuencia de una justicia justiciera que la tenía tomada con esa familia de intachable expediente como la de Gil y Gil. Quedarse otro año en segunda no fue un fracaso sino un contratiempo incomprensible. Contratar un entrenador de quinta línea y construir aquel año el equipo bajo las premisas de que en segunda se jugaba de forma diferente no fue un fracaso sino efecto de la mala suerte. Quedar el séptimo haciendo un juego horrible con Manzano en el banquillo no fue ningún fracaso sino en este caso un éxito. Un éxito rotundo ensuciado por la mala suerte de un gol en la última jornada que nos sacó de ese eufemismo de UEFA llamado Europa. Tampoco fueron fracasos los ridículos de Bianchi o Ferrando, ni la penosa eliminación contra el Bolton, ni salir de la Champions haciendo el ridículo y sin ganar un sólo partido (¿para eso la queremos jugar?), ni el no haber sido tercero en la liga desde hace décadas, ni las goleadas de Barça y Madrid, ni las ventas de Torres, o el Kun o Forlán o De Gea, o... Nada es un fracaso. Cuando no es directamente un éxito al menos todo tiene justificación y entra dentro de la cruel normalidad. Cualquier día estará bien. Hay que animar hasta reventar y divertirse sufriendo. Por eso no aprendemos. Por eso estamos igual que estábamos. Nosotros más viejos y asqueados, el club más pobre y MA Gil más rico. Piensen sobre esta última frase. Piensen quién es el único que gana con todo esto.

Pero aquí estamos. Eliminados de la Copa del Rey, con justicia, por un equipo de 2ªB (el Albacete) y hablando del entrenador o el tamaño de los genitales de los jugadores que este año han tenido la mala suerte de colocarse la casaca rojiblanca. Cientos de jugadores han pasado por ese lugar y esa situación con la misma camiseta. Docenas de entrenadores se han sentado en ese banquillo con similares resultados. Siempre acaba pasando lo mismo. Queramos verlo o no, ésta es más o menos la versión que conocemos del Atlético de Madrid desde que el heredero del patriarca Gil, un tipo apodado Calamidad, se hiciese con los mandos de la institución a finales de los 90. Ahí sigue. Ha cambiado todo menos él. Pero seguramente no tenga nada que ver y la culpa sea mía por escribir esto en lugar de irme a dormir o a escuchar las explicaciones de los gurús de la radio.

Si quieren hablamos algo de fútbol aunque, la verdad, no apetece. Manzano, ese señor soberbio y cínico que no ha pasado un día como integrante del Atlético de Madrid (ahora y antes) sin que mostrase su prepotencia y su desprecio por la afición del Atlético de Madrid, que también ha demostrado por activa y por pasiva su manifiesta incapacidad para hacer algo digno con este equipo, jamás debió haber venido por segunda vez al Atleti. Ahora es fácil decirlo pero yo ya lo dije en verano (está escrito) cuando muchos se me tiraron encima, abducidos por los periodistas galácticos, principales valedores del a figura del jienense. Una vez aquí, consumado el fracaso del proyecto (que venía siendo evidente mucho antes) en el coqueto estadio del Español no debió haber seguido dirigiendo a este equipo por el bien no sólo del Atleti sino de él mismo. Como aquí no existen los fracasos y la institución tiene más trampas que deudas, el tipo siguió llevando a la institución y sus protagonistas a un estado de histeria colectiva que no tenía muy buena pinta. Se vio en el Calderón contra el Betis cuando aturdido por su propia prepotencia insultó a la grada con sus cambios mientras el marcador se desangraba. Entonces eran sólo 3 puntos. Pero se ha visto de nuevo hoy. Esta vez dando un paso en falso que ya si, no tiene solución.

El Atleti ha salido está noche perdido, sonado y con miedo. Como no queriendo estar allí. Con la figura del entrenador en forma de cadaver, la plantilla quedaba a su suerte y hoy se ha visto cual es. Sin líderes naturales ni artificiales, sin referencias, sin proyecto, sin futuro, sin identidad, sin empatía,... los jugadores han demostrado sus carencias en esa materia con la que se debe construir la elite. Escondidos, asustados y cobardes la plantilla nunca ha estado a la altura de su sueldo. No digo ya de la historia de este club. Enfrente un equipo construido alrededor del balón a pesar de estar en 2ªB (algo que no ocurre en el Atleti desde que el ínclito veterinario está al frente) y con el frasco de ilusión hasta arriba salió a comerse el mundo. Y lo hicieron. A los 20s ya iban ganando.

El Atleti intentó entonces tomar el mando del balón y del partido. Lo hizo, pero con esa pasividad marca de la casa y esa incapacidad para hacer peligro que ha hecho ya famoso al equipo. Circulación barata, espesura, lentitud y balón a la olla. Ninguna ocasión. De hecho las mejores fueron del Albacete que gracias a su desacierto de cara al gol y a Asenjo no tuvieron mejor renta al descanso.

Manzano entonces decidió morir matando. Quitó a Diego por Pirri. No busquen explicación. No la hay salvo que se recurra al rencor. En la primera parte hubo balón y dominio pero faltaron las ocasiones. En la segunda faltaron las ocasiones, el dominio y el balón. Infinitamente más espeso y superado con creces el punto en el que ya se hace el ridículo, el Atleti se dedicó a chapotear en su mediocridad mientras veía como el Alba estaba mucho más cerca que ellos de hacer gol. Fin del partido sin apenas tirar a puerta.

Según escribo esto ni he escuchado a Manzano ni a los jugadores ni a los dirigentes ni francamente me importa lo que puedan decir. Ya me lo sé. Tampoco me importa si viene Simeone (jugador que adoro pero entrenador que no me gusta nada) o su prima. Me da igual. En el mejor de los casos serán apósitos que cortarán momentáneamente la hemorragia (o no), pero nunca puede ser la solución. La solución está más arriba. En ese tipo que siempre se esconde y que nunca ve fracasos. Ese tipo intocable para la prensa y del que nunca se acuerda mayoritariamente la afición. Esa afición que dice ser la mejor del mundo pero que como su equipo está en proceso de descomposición. Una fachada opaca y pasada de moda que ya no engaña a nadie salvo a si misma.

Mojave 3 - Any day will be fine

Construir

At. Madrid 0 - R. Betis 2

Dicen que los niños pequeños son seres sin referencias. No son buenos ni malos per se, sino humanos en bruto a la búsqueda de sus límites. Si esos límites no aparecen, no se ven o se quitan para que el pobre no se lastime, el niño se transformará en un adulto indeseable que no sabe que lo es ni lo que es peor, por qué lo es. Si un niño se pasa la vida haciendo lo que le da la gana el día que le digan que eso no se puede hacer se lo tomará a chufla. Si el niño ve que su referencia (padre, madre,...) no es exigente el niño no lo será. Si ve vulgaridad criará vulgaridad. Si ve tristeza será triste. Los jugadores de un equipo de fútbol son en muchos aspectos como niños y eso explica muchas cosas. Si un jugador llega a un equipo y ve desidia entenderá que la desidia no es un problema para triunfar allí. Si ve que al acabar el partido la gente se vuelve al vestuario sin saludar hará lo mismo. Si ve que un empate fuera de casa se festeja como una victoria entenderá que es una victoria. Si ve que un séptimo puesto se califica de éxito entenderá que el objetivo es el séptimo puesto. Si ve que su presidente se descojona del nombre del Atlético de Madrid cada vez que tiene un micrófono delante entenderá que eso es lo que hay que hacer para ser coherente y si ve su entrenador dice que han jugado muy bien tras un partido soporífero entenderá que jugar así de mal es también lo que hay que hacer. Si ustedes, como yo, has estado esta mañana en el Vicente Calderón y han asistido a ese esperpento en forma de partido, habrán visto un puñado de jugadores sin ambición, que no sienten la necesidad de jugar bien, que entienden que las derrotas de este tipo están dentro de lo normal, que saben que es más importante atender los caprichos del señor con gafas que se sienta en el banquillo que tratar de ser mejor futbolista y que se sienten constreñidos en un esquema que recuerda a un futbolín. Habrán visto también a un tipo que se gana la vida como entrenador profesional, que es muy malo y que hoy ha insultado a todo un club y toda una afición con esa repugnante soberbia de la que hace gala desde que lo conocemos. Piensen que nada de eso es fruto de la casualidad ni de la suerte ni del azar. Es consecuencia de la falta de educación. De la falta de referencias. De la falta de límites.

Pero el partido tiene varios motivos para ser pesimista y no hace falta mirar al césped. El jueves pasado los “valientes” que acudimos a pasar frío asistimos a una imponente pitada en contra de entrenador y directiva. Esa noche el líder de las ondas, el señor De La Morena, se dedicó a reñir a los aficionados colchoneros por su actitud en contra de los legítimos dueños de este equipo. Como un papá nos reprendió y nos enseñó a todos el camino a seguir. En los días sucesivos de los medios salían voces autorizadas en esa línea y hoy el diario Marca invitaba a la unión rojiblanca en torno a su equipo. Misión cumplida. El Calderón hoy una balsa. Animando hasta reventar desde el primer minuto en el fondo sur, el resto del campo permanecía en un sonoro silencio que tanto recuerda a esos estadios con los que nos metemos por su frío ambiente.

Y no se crean que era por el buen juego porque allí pasaba lo de siempre. El equipo saliendo con algo más de ambición (ya saben, la leyenda esa del jugar dentro o fuera del área) y un Betis valiente que poco a poco se difuminaba hasta su campo. Falcao tuvo un par de remates que hubieran podido cambiarlo todo pero no fue así y allí se acabaron las oportunidades. El partido entre unos y otros se metió en esa espesura tan propia de Manzano y sus equipos y que tanto gusta en las oficinas del Calderón.

La segunda parte aparecía prácticamente igual pero con un Betis algo más centrado y ambicioso. Nada del otro mundo frente a un equipo normal pero si contra este Atleti desquiciado. Godín que hace de las suyas, el balón que entra en el área...y plin. Gol de los sevillanos. Si lo anterior era un equilibrio inestable a partir de ahí vimos la aparente inestabilidad. Nervios y falta de ideas. Cocktail explosivo que se tragó el once madrileño.

Pero lo más reseñable estaba por llegar. La reacción de Manzano. Saltándose todas las reglas de la lógica, la dignidad y la profesionalidad el jienense decide retirar del campo en esas circunstancias a Diego y Arda, probablemente los dos mejores peloteros sobre el campo vestidos de rojiblanco. Que uno de los que ingresase fuese Reyes es también digno de comentario (sobre incoherencia, desvergüenza,...) pero queda un un segundo plano. La acción de Manzano es un INSULTO a la afición del Atlético de Madrid. Un insulto de una bajeza lamentable. Si el Atlético de Madrid estuviese dirigido por alguien digno y/o decente en ese mismo momento lo hubiesen destituido. No por el resultado sino por insultar a la institución. Lamentablemente el equipo está dirigido por tipos sin escrúpulos con tanto cariño a la historia colchonera como el propio Manzano.

Lo que quedó del partido siguió las mismas premisas pero con música de viento a cargo de la grada que, ahora si, mostraba su enfado. Entre medias el segundo del Betis (que pudo no haber sido el último) en un gol digno de vídeos de primera.

Como rezaba Twiter pocos minutos después, el Atleti es un equipo muerto y en descomposición. Necesitamos estirpar las partes envenenadas, quedarnos con lo poco que quede y construir a partir de ahí. Será duro y estaremos muy lejos de la gloria pero es el único camino. Ahora falta que la afición quiera y los periodistas nos dejen. Casi nada. Eso si, por favor, que echen a Manzano cuanto antes.

Build - The Housemartins
(The People who grinned themselves to death/1987)

Tócame, estoy enfermo

RCD Español 4 - At. Madrid 2

Cuando alguien contrae una enfermedad lo más importante es obtener, lo antes posible, un diagnóstico acertado. Una vez dado ese paso lo normal es aceptar la realidad, ponerse en manos de un especialista adecuado y asumir un tratamiento acorde. Nadie puede asegurar un éxito y mucho menos que sea inmediato pero, salvo que vivas muchos siglos atrás o pertenezcas a algún culto religioso de dudosa catadura, es la mejor y más lógica forma de afrontar problemas de salud. Por eso, estando la lógica y el buen hacer de por medio, en el Atleti hacen todo lo contrario. El Atleti no tiene síntomas de enfermedad. El Atleti está enfermo. El Atleti está enfermo y lleva enfermo demasiado tiempo como para que todavía nos sorprendamos cuando, de repente, salen granos que tienen muy mala pinta. El Atleti convive con su enfermedad desde hace décadas pero todos, unos más que otros, se dedican a poner tiritas (y malas) en cada una de las señales que van apareciendo como ratas ávidas de comida. Tiritas en forma de entrenador barato, tiritas en forma de charlatán sin discurso. Tiritas en forma de superestrella que se siente solo o tiritas en forma de maquetas que recuerdan al Castillo de Playmobil. En lugar de asumir el diagnóstico y planificar un tratamiento el Atleti se toma un paracetamol caducado para gritar a los cuatro vientos: tócame, estoy enfermo.

Comentar el partido en Sarria es un ejercicio tramposo. Hablar de fútbol es complicado estando el Atleti de Manzano de por medio. Hablar de táctica es todavía más complicado por las mismas razones pero con el añadido de ir perdiendo por dos goles cuando los jugadores del Atleti estaban todavía mirándose entre ellos para saber quiénes jugaban. Hablar de todo lo que no sea fútbol es todavía incluso más tramposo porque Manzano sería tan sólo el principio de una novela negrísima con personajes muy malos a los que es muy difícil ver a la luz del día. Centrémonos por tanto, de momento, en lo que pasó dentro del campo.

La “revolucionaria” fórmula futbolística, que el jienense nos vendía en verano, hace meses que se concretó en ese pastiche vulgar que usan todos los entrenadores vulgares. Ese sistema rupestre y miedoso construido en derredor a dos mediocentros defensivos y rodeados, por delante y por detrás, con jugadores con aptitudes para defender exclusivamente. Con esas premisas la alineación estaba clara: Mario, Gabi y Asunçao repartiéndose los dos puestos del corazón del equipo (Tiago está descartado por esa manía que tiene de intentar jugar al fútbol con el balón). Atrás la defensa que se pueda (por supuesto castigando a Domínguez sin razón aparente como le gusta hacer a Manzano) y adelante un único delantero (si pusiese dos no tendría excusa para quitar a Adrián que es lo que le pone) salvaguardado por tres futbolistas que pertenezcan a alguno de estos dos tipos de jugadores: los que saben crear fútbol pero a los que su entrenador se niega a poner en las zonas de creación (Diego, Arda, Koke,…) o pseudodelanteros que fundamentalmente sean obedientes y sepan defender (razones por las cuales Salvio es titular en detrimento de otros malos defensas como Adrián, Reyes, Pizzi,…).

Manzano dice no entender lo que le pasa fuera de casa pero es muy simple. Su forma de entender el fútbol es cobarde y rastrera. Juega siempre en función del rival y a expensas del mismo. En casa la grada no le deja hacerlo y tiene que salir a ganar los partidos (salvo que sea contra Madrid, Barça, etc… que entonces entiende que está justificado volver a sus orígenes). Fuera de casa no tiene limitaciones y plantea la verdadera esencia de su concepto de fútbol: que juegue el otro. Si a eso le unen unos jugadores desquiciados por los cambios (y probablemente hartos de las chorradas de su entrenador), una galopante falta de espíritu (probablemente provocada por una galopante falta de ambición en la institución) y un rival que también juega, es fácil entender lo que pasa. No es nuevo. La nefasta anterior etapa de Manzano fue exactamente igual. Manzano es el entrenador con peores números de entre los entrenadores que más partidos tienen en la liga española. No sólo le pasa aquí. El Atleti salió a ver qué pasaba y el Español a comerse al rival. El Atleti salió a esperar a ver que hacía el contrario juntándose atrás, sacando el balón a pelotazos y aturdido. El Español salió a presionar arriba y a jugar vertical en campo contrario. ¿Les suena todo esto? ¿Les sorprende lo que pasó?

Lo de menos casi es como llegaron los goles. El primero con un Courtois que inusualmente decidió sumarse al lamentable nivel del equipo. Regala un balón al rival sacando el balón que lógicamente aprovechan los pericos en pies de Verdú. El segundo es mucho más lamentable y provoca hilaridad. Si tienen oportunidad de verlo repetido verán como el mismo Verdú conduce el balón metros y metros ante la atenta mirada de Mario Suárez que lo jalea desde atrás y entre los dos centrales atléticos que miran con interés cuan palmeros rocieros. 2-0, minuto 8 de partido. ¿La reacción del Atleti? La misma que su entrenador en su banquillo. Impasibles. Como preocupados por sus cosas, que son otras. Diego y Arda trataba de apartar a codazos a Gabi y Mario para tener el balón y Falcao se peleaba con todo el mundo pero estaban en inferioridad numérica contra los once del español, los picapedreros del Atleti y su propio entrenador. El Español juntó filas, redujo exposición y jugó inteligentemente (que no significa, como cree Manzano, dejar de jugar) mientras el Atleti seguía con sus pelotazos y esas carreras de Gabi que recuerdan a las de los dibujos animados que mueven las piernas pero no se desplazan. Así llegó el tercero en pies de Sergio Garcia. El 3-1 de Falcao de cabeza a pase de Salvio fue un espejismo que recompensaba el derroche del colombiano. Nadie pensó sin embargo en la remontada.

Y lógicamente no ocurrió. La segunda parte fue un intento alocado, asimétrico y malo de intentar hacer algo por parte del Atleti (sin conseguir hacer nada) frente a un equipo que si es consciente de quién es, dónde está y hacia dónde va. El último gol del Español de Sergio Garcia (con suerte, todo hay que decirlo, llevándose varios rechaces) y el de Turan desde fuera del área que dejaba el definitivo 4-2 entran dentro de la categoría de anécdota. Sobre todo cuando las intervenciones de Courtois en esta segunda hicieron que el resultado no fuese de escándalo. Aun así, ojo a los movimientos de Manzano para arreglar la situación. Asunçao como baluarte para la remontada (por Mario Suaréz, supongo que para reforzar el aspecto defensivo del centro del campo y no recibir más goles que acelerarían su destitución) y Koke por Turan justo cuando acababa de meter un gol (supongo que por lo osado del turco de dejar su marca e irse al ataque “a lo loco”).

Bochorno, es lo que ofrece este Atlético de Madrid. Un bochorno, vergonzoso y repugnante que no por habitual (desgraciadamente lo es) deja de ser lamentable. Manzano debe desaparecer de la disciplina Atlética de inmediato. Jamás debió volver en realidad. Pero eso no sería más que el inicio de la solución. Arreglar el salpullido pero no la enfermedad. La enfermedad sigue ahí y ni la afición, ni la prensa ni los líderes de opinión quieren asumirlo. Esta institución necesita renunciar a su actual dinámica (lícita o ilícita no funciona ni funcionará), asumir la realidad y ponerse en manos de especialistas. Dejarse de espejismos y aires de grandeza y respetar la medicación que le receten. Por mala que sea. Por desagradable que pueda llegar a ser.


Mudhoney-Touch me I’m sick
(7”/1998)


Reemplazar todas las mentiras por verdad

At. Madrid 3 - Rayo Vallecano 1

Creo que existen pocas cosas en esta vida más deplorables que la mentira lo cual explica el demoledor efecto que produce tomar consciencia de que el Atlético de Madrid vive instalado precisamente en ella. Come mentira, respira mentira, vende mentira y sueña mentira. La mentira de un presidente que no lo es (mentira), un mandamás que dice ser el dueño legítimo (mentira), la mentira de un discurso mentiroso y cínico. El Atleti está diseñado a base de las mentiras de aquellos con intereses económicos en lo que aquí ocurra y basado en la mentira de querer hacer creer que todo responde a un plan trazado en base a la lógica y no a la especulación. La mentira de un entrenador engreído y arrogante que sin embargo fracasa sistemáticamente en cualquier equipo destinado a llevar las riendas de un partido de fútbol. Un entrenador cínico y mentiroso que encaramado a sus mentiras trata de estafar a aquellos que ya había estafado hace algunos años. Un entrenador mentiroso que trató de vender una idea ilusionante de equipo y de fútbol para acabar, en muy poco tiempo, dándonos en los morros con la patética mediocridad, miedosa y rastrera, con la que llevamos bailando desde hace décadas. La mentira de unos jugadores por los que se pagan traspasos muy por encima de su valor, para jugar en el Atleti de mentira que les han vendido. La mentira de unos resultados que no reflejan la realidad, ni para bien ni para mal. Como el de hoy. Y es que si hay un calificativo que le viene al pelo al partido de hoy es el de mentiroso. El resultado no refleja lo que ha ocurrido en el césped.

De forma totalmente contraria a lo que el que escribe entiende por lógica y orgullo, el Calderón presentaba un aspecto de gala. Sol en el cielo, la luz de los domingos por la mañana entrando por las esquinas del estadio, colorido en la grada y cariñosa recepción de la grada al equipo. Uno se pellizcaba y preguntaba alrededor si era verdad que una semana antes nos habían humillado nada menos que en el Bernabéu, pero a pesar de que confirmaban que efectivamente yo no estaba ido, al respetable le importaba más bien poco. “Animar hasta reventar” que dice algún desubicado. Que se pare el mundo que me bajo.

Habla de fútbol, dirán. Tienen razón pero es que me da mucha pereza. Antes de empezar ya sabíamos que Mario Suárez (por supuesto) y Gabi (todavía más por supuesto) ocuparían en mediocentro. Me temo que será así hasta el final. Tiago, lo más parecido a un mediocentro decente que hemos tenido en décadas (sin ser para tirar cohetes), era el descartado. Parece suficiente para cortarse las venas. El Atleti lleva más de una década naufragando en el mismo sitio por las mismas razones. Ahí seguimos, construyendo equipos millonarios en torno a medianías en los momentos clave se vuelven todavía más pequeños. Pero no sólo eso. El proscrito Koke salía al campo pero era mentira (otra mentira). Koke un mediocentro con llegada (de eso juega) era desplazado a la banda en una posición que no es la suya en la que, lógicamente, fracasó. Salió también Reyes pero no sé si para despedirse antes de su cacareada huida o para que el rencoroso de Manzano nos demostrara que el sevillano no está para jugar. Con estas premisas comenzó el partido y lo hizo con brío, pero más por la valiente apuesta de los vallecanos que por los nuestros (aunque a los vallecanos también los considero míos). Los franjirrojos, gracias a un entrenador digno de llamarse así, juegan como los equipos modernos. Presionan como fieras la salida de balón del contrario, especulan poco y tratan de tener ellos la pelota. Lo hacen porque están convencidos (como yo) de que esa es la mejor forma de jugar hoy al fútbol y lo hacen independientemente de su plantilla. Obviamente. Por eso el partido estaba rápido y divertido. El Rayo presionaba, robaba y trataba de jugar. Movilla es más jugador que cualquier de los mediocentros que ha tenido el Atleti desde que él se fue. Incluidos los que están ahora. El Atleti, un equipo que juega como se jugaba hace 20 años, daba pelotazos esperando el rechace, ese gran recurso que ya emplearon Ferrando, Sacchi, Aguirre, Abel, Quique y Manzano por dos veces. Los primeros minutos fueron de desconcierto. A partir de ahí ya se vio que había un equipo bien entrenado que sabe jugar a esto, el Rayo, y una amalgama de grandes jugadores (y medianías) que entrenados en la mediocridad se encomiendan a la suerte y la habilidad del rival. Un rival que llegaba y no remataba o lo hacía mal, el verdadero drama del Rayo y que puede ser su verdadero talón de Aquiles. Por eso cuando pasados los veinte minutos un gran pase entre líneas de Falcao (interesante partido del colombiano) dejaba solo a Gabi para que éste elevase el balón con mucha clase (al Cesar lo que es del Cesar) e hiciese el primero, uno llegaba a la conclusión de que ahí es a veces dónde se ven las diferencias de presupuesto. En la definición.

Pero no se confundan, a partir de ahí el Rayo Vallecano dio una lección de atrevimiento, clase, dignidad y criterio deportivo. De fútbol, vamos. Robó el balón, se adueñó del juego y se puso a tocar la pelota en el campo del Atleti. Los nuestros, a imagen y semejanza de su entrenador, recularon, se olvidaron de eso redondo que el rival usaba con deleite y siguieron dando pelotazos. Algún ingenuo dirá que jugaban al contrataque. Si, seguro que es eso. En el Calderón y a expensas del rival, el modesto y orgulloso Rayo. Pero da igual cuando el orgullo colchonero es algo que hace tiempo se mal vendió en algún spot publicitario de consumo fácil. El Rayo ganaba en todos los frentes menos en uno, el remate a puerta que es dónde aparecía, entonces si, un equipo vulgar.

La segunda parte siguió exactamente por los mismo términos. Con Pizzi en el campo por un Koke al que Manzano ya se ha cargado para lo que resta de temporada pero con las mismas carencias de ambición, de criterio y de juego. El Rayo a lo suyo, a jugar al fútbol. Dominaba, anulaba al Atleti, tenía todo, pero seguía perdiendo. La derrota era digna, pero como en el banquillo no sólo tienen un gran entrenador, Sandoval, sino que además tienen un entrenador valiente, decidieron entonces prescindir de un defensa e irse a por el partido a la desesperada. A diferencia del cínico de Manzano en el Bernabeu, debió pensar que da lo mismo perder por uno que por tres cuando al final pierdes. El Atleti jugando en su área, en su estadio y contra un rival de tres defensas que acaba de subir a primera. Lean dos veces la última frase y piensen sobre ello.

Pero el Rayo no tiene gol. Es así y es un drama que les puede salir caro. Aumentó la presión, siguió sin perder la cara pero un Asenjo a medio gas era suficiente para anularlo todo. Cuando en las postrimerías del partido ese gran jugador llamado Diego se sacó un excelente pase que Falcao remata a puerta anticipándose de cabeza a su defensa todos sabíamos que el partido había concluido. Buen partido el de Falcao. Mejor en el juego que otras veces, bien tácticamente y muy bien (eso lo sabíamos) en el remate de cabeza. Un gran pase de Gabi a Salvio (que había sustituido a un aplaudido, incomprensiblemente, Reyes) puso el tercero y el propio Gabi metía el balón en su propia puerta para sellar el marcador.

El Atleti 2011/12 sigue viajando en la gran mentira diseñada por su entrenador (a petición de los de siempre, los de arriba). Juego lamentable, actitud lamentable, aptitud lamentable, aburrimiento lacerante y lo que es peor...resultados mediocres. Pero aquí no pasa nada y todos sonríen con candor e histrionismo así que seré yo el equivocado. Eso si, yo lo tengo claro. Esto es mentira y este Atlético de Madrid necesita reemplazar todas las mentiras por verdad.

Eggman - Replace all your lies with truth
(First Fruits/1996)



Filosofía

R. Madrid 4 - At. Madrid 1


Antes de que MA Gil Marín fuese el mandamás del Atlético de Madrid los enfrentamientos contra el Real Madrid eran partidos especiales para los aficionados colchoneros. En verano buscábamos la fecha en el recién nacido calendario de la temporada venidera y llegado el momento, la jornada se convertía en un intenso día de fiesta. Los amigos nos juntábamos a verlo en algún sitio y allí sufríamos, sudábamos emoción, nos reíamos, gritábamos o llorábamos, bañados todos en el perfume de la emoción. Se ganaba, se perdía y se empataba pero el resultado sólo modificaba el color de la fiesta post-partido. Antes y durante era siempre muy parecido. Desde que MA Gil Marín es dueño de este club esa bonita tradición se ha difuminado en el viento. Personalmente me entero ahora de los partidos contra el madrid cuando alguien en la grada me dice algo del tipo: “pues verás tú el domingo cuando nos pille el Madrid”. Los días anteriores son algo así como un calvario y el partido también lo veo con amigos (algunos menos) si, pero ahora ya no hay emoción ni intensidad. Hablamos del pésimo entrenador que toca este año (siempre son pésimos) o de los regalitos árbitrales al rival (que siempre hay regalitos) pero apenas se nos acelera el corazón. Sabemos que ganar es una posibilidad entre un millón basada exclusivamente en un golpe de suerte. Sabemos además que si ganáramos el mundo entendería el hecho como una hazaña al estilo de la que logró el Alcorcón. Sería una anomalía, algo inédito, casi absurdo, lo que tampoco es que me haga especial gracia. Pero es difícil explicar todo esto agarrado a un resultado cuando es una cuestión de filosofía. De entender la razón de ser, el sentido, la filosofía de mi equipo. Cuando hoy, con el 4-1 en el marcador, los intelectuales de Ultra Sur han sacado una pancarta que rezaba: “se busca rival digno para el derbi, razón aquí” el dolor se ha instalado en mi médula espinal. Normalmente me dan absolutamente igual las pancartas o insultos de los Ultra Sur pero en este caso tenían razón. Según el Atlético de Madrid que yo conozco esa pancarta debería estar colgada en el Calderón sujeta por sus aficionados.

Sabiendo que los día de antes a lo que antes se llamaba Derbi son un calvario para mí, he intentado evitar el circo mediático durante esta semana pero aun así no pude evitar que me llegara el mensaje que se lanzaba desde banquillo y oficinas del club. Un mensaje bochornoso, lamentable e indigno. Mensaje más que de equipo pequeño de equipo miserable. Manzano prometía ensuciar el partido y rezar al santo de los desamparados. Diego decía que lo normal sería palmar. Así uno detrás de otro. El Atleti no salió al campo a disputar un partido con su máximo rival histórico. El Atleti tampoco salió al campo a disputar un partido de liga. El Atleti salió al campo a evitar el ridículo y sobre todo a evitar el despido procedente del inútil señor que les entrena. Algo que atenta contra la centenaria historia del equipo de mis amores y algo que no podría consentir nadie que tuviese un mínimo de cariño por este equipo. Desgraciadamente nuestros actuales dirigentes no pertenecen a esta categoría.

Y alguno pensará que el equipo salió bien y que el planteamiento fue bueno al principio. Yo no. El equipo salió entonado en lo anímico y despierto en lo físico. Cierto. También es verdad que lo hizo con cierto despliegue técnico en aquellos que tienen técnica (evidentemente Gabi no puede entrar nunca en esta categoría) pero era fruto de las circunstancias ajenas. Era el escenario soñado para un entrenador mediocre entre los mediocres. Cobarde entre los cobardes. Era ese escenario “idílico” en el que el rival tiene que ganar, tiene que tener el balón, tiene que tener la iniciativa y tú te puedes limitar a destruir y a jugar a expensas del contrario sin que nadie te pueda criticar por ello. Y salió bien. Claro que salió bien. Impidiendo jugar a un Madrid espeso y dándole balones a Adrián para que demostrara lo buen jugador que es pero la alineación era ya una declaración de intenciones. Gabi y Asunçao de doble pivote no prometía mucho fútbol precisamente. Afortunadamente por allí estaban Diego y Turan para surtir de algo de fútbol a nuestro único delantero pero dudo que esa sea una fórmula digna. Pero salió bien durante un tiempo, claro que salió. El Madrid, incómodo en esta tesitura, triangulaba en campo colchonero pero no encontraba hueco en la tupida defensa madrileña. El Atleti trataba de robar el balón y salir. Si el balón lo robaba cualquiera que no fuese Gabi el juego llegaba al área rival, a veces con cierto peligro. Si el balón pasaba por las botas de Gabi, el único jugador al que se ha fichado tres veces y tres veces ha fracasado, lógicamente acababa en los pies del rival. Pero en estas tocó la lotería. Por esas cosas que pasan cuando juegas en el área contraria y no en la tuya, Adrián nos deleitó con una excelente jugada que apoyada en un buen taconazo de Salvio acaba en un espléndido gol. El Atleti se adelantaba, como tantas otras veces, la duda era si el Atleti sería capaz de achicar agua de su área desde ese momento hasta el final, que es lo que los entrenadores que MA Gil trae a este Atleti siempre hacen llegada la ocasión. Lógicamente no salió porque eso sale bien una vez entre un millón. Llevamos solamente una década esperando a que llegue.

El Madrid aceleró un poco el pulso, Gabi y Asunçao se hicieron centrales y el balón acabó diez minutos después en Benzema delante de Courtois que lo derriba. Con el reglamento en la mano penalty y expulsión. Es así. Si la jugada hubiese sido en el área contraria no sería penalty (o sería dudoso) y como mucho tarjeta amarilla. También es así. Gol de Ronaldo y fin del partido. Hasta ese momento el Madrid no había hecho nada. Estaba lento, espeso y controlado. Tenía el balón pero no llegaba. El Atleti jugaba a no jugar pero daba la sensación de peligro cada vez que Diego, Turan o Adrián cogían el balón. Con diez el equipo se iba a echar descaradamente para atrás pero si al menos tuviésemos a alguien como Diego para lanzar el contrataque había una posibilidad. Por eso Manzano lo quito para sacar a Asenjo. Valiente Manzano. Como siempre.

A partir de ese momento el partido se convirtió en un acoso de los blancos y un puñado de jugadores aturdidos, vestidos con la elástica rojiblanca, que a base de pelotazos y patadas trataban de contener al rival. Se aguantó hasta el descanso pero nada más volver el alma blandita de Godín hacía que Ronaldo pasara el balón al lado contrario para que Di Maria (lamentable la actitud de este jugador) hiciese el segundo.

Si había alguna posibilidad de no perder este partido esa pasaba por mover el banquillo, quitar músculo (músculo inútil porque Gabi es malo hasta defendiendo) y poner talento, pero Manzano prefirió pensar en su contrato, su rueda de prensa y su proverbial soberbia dejando todo como estaba. Y todo siguió como estaba, claro. Así Godín decidió a los 20 minutos hacer el jaimito dejando a Higuain el balón para que hiciese el tercero. El fantasma de la goleada planeaba ya para entonces pero que quieren que les diga. De dónde yo vengo 3-1 ya es goleada. Aún así, a falta de diez minutos Godín decidió coronar su gran noche haciendo un penalty de torpe, siendo expulsado y dando la oportunidad a Ronaldo de hacer su segundo gol y el cuarto de los blancos.

Las lecturas de este partido no deben hacerse en términos de goles, ni de puntos. Si me apuran ni siquiera en términos de juego. Como digo es una cuestión de filosofía. El análisis de este partido debe hacerse desde la pregunta de para qué está el Atleti en esta liga y en este mundo. Cuál es su razón de ser, su esencia, su espíritu y su motivo. Este equipo es indigno y si lo es no ocurre por tener un entrenador lamentable, mediocre y cobarde (que Manzano es todo eso y más) ni por dar cobijo a jugadores del montón que se pierden en un club de estas dimensiones (Gabi es una prueba demostrada tres veces). El problema del Atleti es de concepto. De diseño. De dirigencia. Si alguien tira un dado 20 veces y las 20 sale el mismo resultado con toda seguridad el dado está trucado. El Atleti lleva 22 derbis sin ganar y los 7 últimos perdiendo. No es mala suerte. El dado está trucado.

Philosophy - Ben Folds Five

Hacia ningún sitio

At. Madrid 3 - Levante 2


“No caminaré las estrellas contigo esta noche para ir a ningún sitio” (Elliot Smith/Going Nowhere)

El ambiente era frío. Raro. Un domingo gris, húmedo y oscuro. No apetecía nada acudir a la cita dominical en el Calderón pero habíamos pasado ya demasiados días sin fútbol. Esa era la excusa. El mono de Atleti. De algo que se pareciese a un partido de fútbol. No había mucha gente. No había ambiente y ni calor humano. No había demasiada ilusión ni demasiado que esperar. El tren de la liga se ha marchado y solamente queda la duda de averiguar a qué vagón de cola seremos capaces de subirnos. La esperanza de encontrar juego ilusionante era terreno de la ciencia ficción. El sueño de un resultado sorprendente se disipaba ante la certeza de que ya ningún resultado puede resultar sorprendente. Entre asientos vacios y mojados, cánticos aupados en el silencio, victorias anodinas que se venden como bálsamos contra la tristeza y bailes agarrados con la mediocre intrascendencia, reparé en algún momento en que este equipo, este Atleti 2011/2012, no va a ningún sitio.

Y es que como casi siempre, desde que este Atlético centenario ha pasado a ser un club “moderno” a la imagen y semejanza de su consejero delegado, el resultado del At. Madrid – Levante es engañoso. Últimamente los partidos en el Calderón ya no parecen partidos en el Calderón. El juego sigue siendo básicamente anodino pero el ambiente de las gradas tiende sospechosamente a no distinguirse del que se puede encontrar en cualquier parte del mundo al respecto de un partido cualquiera con cualquier equipo. Frío, espeso y aburrido. Aun así hay que reconocer que el Atleti salió entonado. La gastroenteritis de Gabi (única forma posible de que ese gran estratega de la era contemporánea, Manzano, prescinda de este jugador) colocaba a Tiago en el once titular y el equipo lo agradecía. El portugués está en la cuesta abajo de su carrera y apenas tiene media hora de juego en condiciones de elite pero incluso esa media hora es bastante más fructífera que lo que pueda aportar, en cuanto a fútbol me refiero, cualquier mediocentro de los que acostumbramos por estos lares. Con él, Diego y sobre todo un Arda Turán que todavía algunos no han reparado en ver lo gran jugador que es, consiguieron meter a los valencianos en su área a pasarlo mal. Pasarlo mal en esencia y apariencia porque en la realidad la capacidad de remate del Atleti, con y sin Falcao, seguía siendo nula.

El empuje inicial se diluyó con los minutos de forma preocupante dando paso al modo habitual en el que Manzano ha pasado los meses en este equipo: el de anodino aburrimiento. Nada nadismo. Peloteo en el centro del campo, estática táctica y precisión menguante. En mitad del desierto apareció uno de los penaltis más claros que he visto y veré en mi vida. Adrián era derribado sin miramientos por la defensa rival pero el trencilla, fiel a ese gremio asustado por el madridismo mourinhinsta y sus mamporreros, decidió amonestar al agredido. La sensación al descanso era de, una vez más, habernos equivocado. El espectáculo divertido estaba entones siguiendo el resultado de las elecciones generales. El retorno del vestuario no lo mejoró y de hecho pudo ser letal si en la portería del club madrileño no estuviese un jugador cedido del Chelsea, el belga Courtois, que sacó con maestría dos buenas llegadas del Levante.

Para entonces los pitos subían de nivel y la grada, con epicentro en el fondo sur, decidió tirar de ironía para musicalizar el aburrimiento. Reyes, reyes, reyes,… empezó a corear el calderón en clara referencia a las virtudes de gran psicólogo que tiene nuestro psicólogo de psicólogos, el señor Manzano. El jienense, sin entender nada (como siempre), crecido al albor de la demagogia y fajado durante años en la incoherencia y la cobardía, decidió agrandar su leyenda y puso al sevillano a calentar en la banda. Minutos después salió al campo para jugar al fútbol ganar el partido. Más que ironía sarcasmo. El primer gol fue virtualmente obra suya y una demostración a sus compañeros que lo mejor para tirar un contrataque es correr rápidamente en dirección a la portería contraria y no viceversa. Cogió el balón en la frontal de su área, se fue en vertical y habilitó con maestría a Pizzi delante del portero para que abriera el marcador.

El Levante decidió entonces quitarse el corsé táctico que tenía hasta ese momento y decidió estirarse para ir a por el partido lo que, unido a un Atleti 2011/12 que es tan blandito como predecible, hizo que casi sin despeinarse consiguiera el empate. Las caras en la grada se alargaban y los buitres empezaban a sobrevolar el río manzanares pero afortunadamente para el cuestionado entrenador colchonero para entonces estaba Diego jugando en el centro del campo y Arda Turán con energías suficientes para inventar. Así, con pocos minutos para la conclusión el turco se sacó un regate en una baldosa que lindaba con la línea de fondo y colgó un balón exquisito a la cabeza de Adrián para que este simplemente lo empujase a la red. Magnífico gol de calidad. Poco después Diego aprovechaba un error de la perdida defensa levantina para poner hueco haciendo el tercero. El 3-2 de Rubén con el tiempo concluido entraría ya en la categoría de anécdota.

La conclusión única es que se han sacado tres puntos. El resto es para llorar. El equipo más que dibujo tiene garabato. Los objetivos nunca estuvieron claros y ahora se estiran hacia abajo manteniendo la misma incertidumbre. El cerebro no existe ni dentro ni fuera del campo. El corazón hace tiempo que no se estila por estos lares. El entrenador que nunca debió haber llegado está condenado a largarse en algún momento (más pronto que tarde) y los remiendos del mercado de invierno serán despropósitos que nos harán olvidar los despropósitos del verano igual que los despropósitos del veranos nos hicieron olvidar los despropósitos anteriores, etc, etc. Lo dicho, este equipo camina hacia ninguna parte.

“Te vi moverte de un cierto modo que me hizo echarte de menos un montón. Volví a ese lugar abandonado que debería haber olvidado ya”.



Elliot Smith – Going Nowhere
(New Moon/2007)


Colapso

Getafe 3 - At. Madrid 2

“Cuando finalmente todo colapsó lo único que podías escuchar era la estática de la radio y el ondulante sonido del pájaro que se había quedado atrapado en el ático. Pero mientras barrías cuidadosamente los cristales rotos de tu cama no podías estar seguro de que aquello estaba solamente en tu cabeza” (Collapse/Clem Snide)

Mientras las luces se apagaban alrededor, los sonidos se pausaban y la gente trazaba sus planes inmediatos para derrumbarse en brazos del reparador sueño uno, al igual que un nutrido puñado de desubicados miembros de esa religión tendente a secta que todavía profesamos los que nos declaramos colchoneros, se disponía a ver al Atlético de Madrid contemporáneo. Las sensaciones eran extrañas. Toda la inquina y desesperación acumulada durante décadas, y que a estas alturas del 2011 ya se puede encontrar instalada hasta en el hipotálamo, se había quedado de algún modo congelada tras lo acontecido cuatro días antes frente a un equipo italiano con más leyenda que recursos sobre el campo. Por alguna razón, que probablemente se explicaría mejor a través de las reglas de comportamiento que se dan en las sectas fraudulentas, los atléticos estábamos expectantes ante la posibilidad de resurgimiento en forma de fútbol y sus circunstancias. Dos horas después el mismo puñado de ingenuos desubicados teníamos dificultades para conciliar el sueño al estar poseídos por una incómoda pero conocida sensación horneada con porciones equivalentes de rabia, angustia, impotencia y desesperación. Dos horas después volvimos a ser conscientes de que el club de nuestros amores se encuentra en una situación de colapso imposible de solucionar cambiando solamente una pieza.

La alineación planteada en la noche del Getafe ni siquiera era tan cuestionable como otras tantas veces. La ausencia obligada de Mario dejaba sitio a algo más de talento en los pies de Tiago. La permanente crisis en el cerebro de Reyes dejaba sitio a la consolidación de Adrián y solo la escatológica solución de colocar a A. López en el lateral derecho daba al once un cierto toque de frivolidad tan propia de Manzano. Pero los jugadores son una cosa, la disposición táctica otra y la actitud otra todavía más distinta. Mientras la alineación parece obvia, la disposición táctica sigue estando tan clara como muchas de las películas de David Lynch. Da la sensación de que todo tiene trampa. Los laterales ofensivos parecen defensivos. Los centrocampistas con criterio parecen alejarse de la zona en la que el criterio debería estar, los jugadores destinados a equilibrar tácticamente el grupo (defender, en lenguaje llano) parecen tomar los mandos de todos y es difícil saber a qué se juega o cual es la misión de cada uno en el campo. El equipo tiene el balón pero lo único que hace con él es marearlo y de camino marear al respetable. Todo lento. Todo aburrido. Todo amorfo. Todo inútil. Con un buen saco de bostezos y un remate de Godin a balón parado como único bagaje, los dos equipos madrileños se presentaron en el minuto 30. En ese momento un mal despeje de la defensa getafense es recogido por Turan que mete un balón a Diego dentro del área. Cuando el brasileño estaba armando su pierna es derribado con uno de los penaltis más penaltis que se pueden ver hoy en día en un campo de fútbol. Penalti, expulsión y gol de Falcao. En ese momento yo decía por twitter que el Atleti era su principal enemigo para perder el partido. Acerté. No soy adivino. Soy abonado de este equipo desde hace décadas.

El partido siguió unos minutos sometido al aburrimiento previo pero con la tranquilidad en el marcador. Cualquier que haya estado en un vestuario de fútbol sabe que las premisas para jugar contra uno menos es mover el balón rápido buscando el hueco libre (para que ellos corran), minimizar los riesgos de pérdida de balón evitando el contrataque (único recurso del rival) y sobre todo evitar las faltas cerca del área. El Atleti ayer grabó totalmente gratis un video gratuito para las escuelas de fútbol en el que se ve perfectamente lo que no hay que hacer en esas circunstancias. Movía poco y lentamente el balón, jugaba en horizontal favoreciendo el contrataque del rival mientras que un tipo como Tiago, que dentro de nada peinará canas, se dedicaba a jugar a Bruce Lee en la frontal del área a pocos minutos de llegar al descanso. Barrada convertía la falta por la escuadra castigando a los rojiblancos por su negligente estupidez.

En el descanso Manzano en lugar de recordar las premisas del juego frente a un equipo en inferioridad entiendo que prefirió recordar a los presentes que la forma más fácil y más rápida de que el balón llegue al campo contrario es darle una patada con la uña. Para ello realizó un cambio arriesgadísimo (Miranda por Godin) y propuso ese sistema como principal opción para la segunda parte. A los dos minutos ya estábamos otra vez haciendo faltas a dos metros de nuestra área (en este caso desde el lateral). A los tres minutos, después de sacar la falta, ya íbamos palmando. Michel de cabeza.

A partir de ahí la nada. El ridículo. Un equipo incapaz dando un espectáculo bochornoso frente a diez. Sin jugadores, sin juego, sin esquema, sin cabeza, sin pies, sin corazón y sin sangre. Un espantapájaros mal diseñado que ni siquiera es capaz de engañar a los pájaros. El reflejo de una institución colapsada. Domínguez consiguió empatar a base de pequeñas dosis de vergüenza torera y tirando a puerta desde Coslada, como único recurso futbolístico, pero con la suerte de que el balón rebotase en el cuerpo del bueno de Valera y desviara la trayectoria. Un empate efímero. Poco después el trencilla se inventaba un penalti en el área colchonera que sellaba la derrota. No era penalti pero como colchonero me daría vergüenza que un colega mío se escudara en el error arbitral para explicar lo que había pasado en el césped.

Manzano es pésimo (lo sabíamos antes de que lo ficharan en verano) y no es de extrañar que tarde o temprano salga por la puerta que nunca debería haber usado para entrar pero que nadie se lleve a engaño. Manzano es sólo una de las partes que explica esta monumental tragedia. Ni siquiera estoy seguro de que sea una parte verdaderamente importante. El Atleti, como entidad, está desposeída desde hace demasiado tiempo de los valores esenciales que deben acompañar una institución como la nuestra. Esos valores sobre los que los Atléticos hablamos alrededor de una mesa sacando pecho sin ser conscientes de que estamos probablemente hablando de algo que no existe.


“Cuando todo colapsó finalmente los actores protestaron acaloradamente. La gente a la que se supone tenían que representar estaba un poco deprimida así que se empezó a producir una iniciativa totalmente nueva basada en la confianza y en compartir para aprovechar el poder del polvo.” (Collapse/Clem Snide)


Collapse – Clem Snide
(The End of Love/2005)

Día triste

At. Madrid 3 - R. Zaragoza 1



“Entonces sentí que había tenido un sueño, recordé las cosas que había visto. Puedo escuchar todavía las cosas que dijiste con aquel mal sueño en mi cabeza. Fue un día triste. Un mal día”.

Hace más diez años que las temporadas del Atlético de Madrid tienen en común un rasgo verdaderamente triste. Desde hace más de una década, los aficionados esperamos consciente o inconscientemente la fecha de la temporada en la que nuestra ilusión exhala definitivamente su último suspiro. La fecha en la que la desesperación se hace roca, los sueños arena y todo el mundo toma conciencia de que lo que queda por delante será una aburrida carrera hacía una miserable orilla, sobre una canoa que hace agua por todos los sitios y en la que pasaremos malos ratos intentando achicar agua. Me temo que esa fecha ya ha llegado para el Atlético de Madrid. La temporada 2011/2012 tiene la misma pinta que cualquier temporada anterior. Cualquiera en la que lo crítico de la clasificación justifica las medidas desesperadas. Cualquiera en la que siempre y de antemano se sale con el cartel de víctima sobre los hombros. Cualquiera en la que para navidades el equipo ya es irremediablemente una pena sin futuro, sin esquema, sin ambición sin jugadores y sin entrenador.

Uno trataba de pensar sobre el tipo de sensaciones que podría encontrarse esta tarde en el Vicente Calderón pero ya antes de llegar al estadio tomaba conciencia de la inutilidad de estos pensamientos. La tremenda inutilidad tanto del partido por ver como de partidos venideros. Ganar era prolongar la agonía de un proyecto muerto y caduco del que sólo me preocupa el estado de fermentación y putrefacción al que puede llegar el equipo hacia el final de la temporada si nadie pone remedio. Perder era desgarrar la herida letal que ya ha matado ese equipo que en la actualidad viste con la equipación del Atlético de Madrid. Evidentemente uno siempre espera la victoria de su equipo pero evidentemente también uno sabe lo que viene después. Espesura en casa, cobardía fuera. Sopor en el Calderón y empates que se transforman en patéticas derrotas más allá del Manzanares. Alguna que otra derrota humillante con algún que otro histórica rival entre medias. Al final hoy se ganó, pero en un día triste que solamente valdrá para estirar el mal sueño.

El Calderón presentaba esta tarde una imagen bastante triste también. A pesar de las cantidad de caras desconocidas, gente perdida y con entrada que impedía la entrada en los vomitorios, la grada presentaba una entrada pobre y silenciosa. El Atleti se presentaba en el césped con algo de timidez y una disposición algo más coherente que otras veces aunque con la inevitable apuesta medular del psicólogo de psicólogos, ese tándem Mario-Gabi que tantas pesadillas promete a la sufrida parroquia colchonera. Lo bueno para nosotros es que Turán estaba por allí y sobre todo que enfrente teníamos una escuadra diseñada por otro estratega de valentía y criterio incuestionable: Aguirre. El Mejicano, genio y figura, planteó un encuentro con cinco centrales y dos medio centros defensivos que también fueron o serán centrales algún día. ¡Viva el fútbol! Los colchoneros, atenazados, tocaban el balón en horizontal mientras los maños, constreñidos, esperaban en su área. Fútbol moderno. El esquema duró apenas 20 minutos. El tiempo que tardó Turán en poner un centro al interior del área que Adrián, completamente solo, remató a gol de cabeza. Los que sufrimos al bueno de Aguirre durante temporadas que parecieron lustros ya sabemos del “buen hacer” del mister. Da igual que pongas siete defensas cuando tus conceptos defensivos son tan pésimos. Por cierto, buen partido de Adrián, batallador y generoso, haciendo lo que lleva haciendo desde que empezó la temporada y que solamente la incomprensible necedad de su entrenador ha hecho que estuviese apartado de la titularidad en un equipo con poquísimos titulares indiscutibles. Con el 1-0 en el marcador, entonces si, el valiente de Manzano se atrevió por fin a salir del banquillo y plantarse de pie en el campo.

Con el marcador favorable y un rival aturdido al perder el objetivo marcado en el vestuario, el cero-cero, el partido entró en una fase intrascendente que paradójicamente fue lo menos malo del partido. Los madrileños tocando sin mordiente pero defendiéndose con el balón mientras el Zaragoza corría detrás de la pelota encerrados en su campo sin saber que más hacer. Diez minutos después una falta sacada por Gabi es, de nuevo, penosamente defendida por el Zaragoza y Domínguez en el segundo palo aprovecha para cabezear a la red. 2-0 y partido finiquitado.

La segunda parte comenzó con la entrada de Lafita y Micael por un par de entre los miles de centrales que tenía Aguirre en el campo y el partido se igualó. Se igualó en el sopor pero se igualó. Los aragoneses se decidieron entonces a intentar jugar al fútbol por primera vez en el partido y en el camino el encuentro se transformó en un intrascendente y soporífero intercambio de incapacidad. Una grada fría y apagada en un ambiente cada vez más gélido. En el césped la nada. Un monólogo de centrocampismo infertil y terriblemente feo que se rompió mediada la segunda parte con una gran jugada por la izquierda, probablemente la mejor del partido, que provoca un pase de la muerte de Luis Filipe para Adrián que éste aprovecha y marca por segunda vez haciendo el tercero. La brecha en el marcador era tan fuerte para entonces que la defensa atlética decidió recordar los tiempos de Aguirre (que tan bien imita Manzano cuando quiere) y en su homenaje defender con absoluta negligencia un córner que permitía a Postiga a marcar el definitivo 3-1.

A partir de ahí la sesión de cánticos populares. Comenzando con el merecidísimo: "Manzano vete ya" (significativo con el marcador a favor) y acabando con el todavía más merecido: "Gil, cabrón, fuera del Calderón". Ambos iniciados desde el frente pero sólo el primero de ellos secundado mayoritariamente por el resto de la grada. Lo mismo tiene que ver el que en todos los periódicos, todas las emisoras y todas las televisiones el único debate en el Atleti es siempre el del entrenador. Nada más.Tristísima victoria la cosechada por los colchoneros esta tarde. Una victoria que probablemente únicamente sirva para prolongar la agonía.


The Rolling Stones - Sad day



No me importa

At. Madrid 1 - Mallorca 1


“No me importa dónde vamos porque estaré allí y tú también”

Me preguntaban hace un rato si de verdad compensa esto de pasar dos horas bajo el frío y la lluvia aguantando el soporífero sucedáneo de un deporte llamado fútbol que nos tenemos que tragar en el Calderón desde hace décadas y la verdad es que no sabía que contestar. La respuesta obvia es que no, pero sería muy cruel admitirlo con tanta rotundidad y seguir asistiendo al campo. Uno apela a razones sentimentales mientras se agarra a la épica para darle algo de sentido a todo esto pero lo cierto es que cada vez es más difícil y cada vez uno se siente más ridículo. Partidos como el de hoy contra el Mallorca son desde luego la evidencia que da la razón a todos aquellos que ya han decidido abandonar el barco pero lo verdaderamente triste, al menos para mí, es comprobar ahora, mientras estoy escribiendo esto, que antes de empezar el partido ya me daba igual lo que pasase. He perdido la fe y la ilusión y no creo que este “proyecto” de equipo con el señor Manzano al frente puede hacer nada con la dignidad mínima del nombre Atlético de Madrid. He visto esta película tantas veces (una de ellas con el mismo protagonista, por cierto) que ya sé como acaba. Hoy hemos empatado pero podíamos haber ganado o perdido y todo hubiese seguido siendo igual. En cuatro días saldríamos a empatar dónde quiera que fuese y perderíamos. Y volveríamos a perder en casa contra los equipos que están arriba. Y arañaremos puntos fuera con más pena que gloria mientras vamos sacando partidos en casa sin ninguna brillantez. Pelearíamos por las sobras, asistiríamos a la fiesta por la puerta de atrás y sin hacer ruido,... ¿es eso lo que queremos?. Cuando me he sentado en mi carcomido asiento del Calderón era ya consciente de que me daba igual lo que pasase en el campo. No es eso lo que quiero.
Pero lo que no puedo soportar es el aburrimiento. El aburrimiento extremo que me provoca este equipo desde hace décadas y que me hace que se me quiten las ganas de ver fútbol. Lo único que recuerdo de la anterior etapa de Manzano en el Atleti es que era algo soporífero de aguantar y sopor es lo que ofrece el nuevo y prometedor Atleti. La tradicional demagogia del entrenado más demagogo de entre los más demagogos de un demagogo mundo como el del fútbol, Manzano, había ladrado en los micrófonos amigos una alineación que suponía una vuelta a intentar ganar el partido desde el principio jugando la pelota pero eso no era una novedad. Un partido en casa y contra el Mallorca entra dentro de las veces en las que Manzano no entiende que hay que salir al campo a ver que pasa (un valiente el psicólogo de psicólogos). Eso si, el inútil del árbitro (lamentable el trencilla de esta tarde) no permitió demasiado ver como tenía pensado salir el Atleti porque pasado un minuto se inventó un penalti inexistente en el área colchonera. Algún erudito de los muchos que pueblan las redacciones deportivas patrias, de esos que salvo que este el Madrid de por medio siempre se la coge con papel de fumar, dirá que eso es penalti. Bien, eso no es penalti.

Dudo mucho que el Mallorca de ese otro fino estratega y amante del fútbol llamado Caparrós hubiese planteado el partido de otra manera, incluso con empate a cero, pero estando por encima el planteamiento estaba claro: once en al área, patadas a diestro y siniestro y perder tiempo de la forma más desquiciante posible. Ya saben, Caparrós en estado puro. Ese entrenador que tanto gusta a MA GIl y que está deseando traer a terminar de vulgarizar el club. Por el lado del Mallorca estaba claro lo que veríamos. Por el otro también. El Atleti tenía el balón regalado, llegaba con cierta soltura a campo contrario (a pesar que el Mallorca presionaba con cierta diligencia) pero allí aparecía la mano de nuestro entrenador. Es decir, ninguna. Los jugadores se colocaban como supongo que el jienense les había dicho en el vestuario y ahí se quedaban. Ni una idea, ni un mecanismo, ni una chispa. El balón llegaba a Diego o Turán o Tiago y no sabían que hacer con él más allá que desplazarlo en horizontal. Si el balón llegaba a Mario las dudas se disipaban antes y directamente se lo enviaba al contrario. Falcao y Adrián se peleaban con todos arriba pero estaban a tal distancia y su trabajo era tan inútil en esta especie de 4-1-3-2 que se ha sacado Manzano de la manga, que era imposible adentrar en el catenaccio de Caparrós. ¿Daba la sensación de que el equipo tenía entrenado como jugarle a un Mallorca que, ¡oh sorpresa!, estaba encerrado en su área? No. De hecho la sensación era justo la contraria, que no tenía ni idea de que hacer. Las aportaciones del entrenador eran sin embargo más sutiles y profundas como eso de sacar los córners en corto, innovación táctica que sólo sirvió para facilitar el contrataque balear. Esa fue la primera parte: pases de balonmano lentísimos e inútiles alrededor de una defensa cerrada. Un equipo con la idea Caparrós tatuada en la frente y otro sin una sola idea. Falcao consiguió realizar poco antes del descanso un trabado eslalon que lo mete dentro del área dónde es derribado. El propio colombiano se encarga de transformar el empate, que a la postre sería definitivo.

Quedaban 45 minutos para ganar el partido pero podríamos habernos tirado 450 con el mismo resultado. El Mallorca volvió al campo con el mismo guión. Achicar agua y castigar el tobillo de cualquier que prentendiese irse en velocidad o dar un pase con sentido. El resto también. El árbitro mirándose en el espejo. El Atleti mareando el balón sin profundidad, ni velocidad, ni sentido. Decían que el problema del equipo era la falta de acierto pero es muy difícil acertar cuando ni siquiera tienes ocasiones de hacerlo. En Italia no hubo. Hoy tampoco. Manzano terminó de arreglar su desaguisado quitando a Adrián para poner a Salvio en un cambio cobarde, rastrero y sin sentido. Salvio, fuera de sitio, no hizo nada. También saltaron Reyes y Pizzi con el mismo resultado. Apenas un tiro lejano de Reyes y un remate de cabeza de Falcao al final del partido fueron las ocasiones de ese ilusionante equipo que se ha sacado este año de la manga MA Gil.

El Atleti 2011/2012 está ya muerto. Luchará por las posiciones de siempre, con las armas de siempre, las penurias de siempre y las carencias de siempre así que me da igual lo que pase a partir de ahora. No es el equipo que yo quiero y no me despierta ninguna ilusión. Me da igual si ganamos en Bilbao o si perdemos porque no cambiara nada. Esto es una estafa. Un ídolo con pies de barro. Un pollo sin cabeza. Una excusa triste para que otros realicen sus negocios. Una nueva bofetada al muy abofeteado Atlético de Madrid. Mientras no vea algo que me permita levantar la cabeza, todo esto, me da igual. No me importa.

“No me importa el estúpido conocimiento. Ahora soy consciente de lo que es verdad”


Teenage Fanclub - I don’t care
(Songs from Nothern Britain/1997)

Causa perdida

Udinese 2 - At. Madrid 0


No recuerdo la de veces que año tras año, verano tras verano, me he armado de esperanza e ilusión respecto a la temporada venidera del Atleti. En contra de la lógica, apelando al pasado, buscando entre mis sentimientos más profundos uno intentaba encontrar razones para poner la pasión de siempre en el equipo de mis amores. A veces pensaba que era cuestión de arreglar la defensa, otras de arreglar la delantera. En los últimos años estaba convencido de que la solución estaba en equilibrar al equipo y de una vez por todas darle la plantilla a un entrenador con criterio. No hace falta que fuese una Vedette tipo Mourinho sino que bastaba con un tipo normal, sensato, acorde con el fútbol moderno, valiente, con personalidad y sobre todo con ganas de llevar al Atleti al lugar que le corresponde. Es una causa perdida. Este equipo, o lo que queda de él, no tiene solución mientras estén al frente los que están. Nunca tendremos un equipo equilibrado, nunca tendremos el espíritu y la ambición que nos corresponde y nunca tendremos un entrenador coherente con todo eso. No interesa. No puede ser que año tras año se cometan los mismos errores. Esto tiene que ser premeditado y por lo tanto es una causa perdida.

Permitanme, antes de que se me olvide, reservar antes que nada unas palabras para manifestar el absoluto desprecio que me produce la propuesta futbolística del Udinese. Fiel heredero de la tradición italiana más rastrera los italianos han ganado un partido de libro según el código transalpino. Catenaccio todo el partido en su propio campo esperando una jugada fortuita o un error del rival. Anti-fútbol en estado puro. Me repugna cuando lo veo en mi equipo así que se me escapa el calificativo cuando lo veo en el rival. Que mis críticas al Atleti no se interpreten como elogios a un equipo, el Udinese, que no merece ningún éxito jugando así.

Ahora bien, el Atleti tiene lo suyo. Al acabar la primera parte los “simpáticos” locutores de Cuatro y el timeline de mi twitter parecían estar de acuerdo en que los madrileños estaban haciendo un buen partido. Yo mismo tenía esa sensación aunque siempre con el resquemor de que faltaba algo. Era obvio. Bastaba pararse a pensar. No habíamos tirado una sola vez a puerta en los 45 minutos. Entonces es cuando empiezan a encajar las piezas. Enfrente teníamos unos italianos con diez tipos en la frontal sin ningún interés por el balón, artefacto que cuando caía en sus pies enviaban lo más lejos posible. No parece muy meritorio ni justo presentar el dominio del balón y del juego como el gran bastión del poderío colchonero. Sobraba Gabi y faltaba fútbol. ¡Qué casualidad! La primera parte fue eso: circulación lenta y etérea, juego horizontal, intentos esporádicos de Pizzi de desbordar (siempre lejos de la portería), Diego tratando de entrar en el patatal de centro del campo que habían montado Gabi, Asunçao y los italianos y muy poco más. Algo visto una y mil veces. El ilusionante 4-3-3 que el trilero de Manzano vendía en las redacciones deportivas de este país a principio de temporada se ha transformado en un 4-2-3-1 de toda la vida que pasa a 4-5-1 cuando le entra el canguelo al profesor, que es prácticamente siempre. Un sistema, que como todos los sistemas, es bueno o malo dependiendo básicamente de los jugadores y la misión que se les asigne en esa posición. Manzano, como ya hizo en su primera versión, decide construir su equipo alrededor de un doble pivote de picapedreros con discutibles aptitudes físicas pero indiscutible incapacidad para crear fútbol y mucho menos para hacer que el resto del equipo lo cree. Lo de siempre, un planteamiento destructivo en el centro del campo que deja la posible elaboración siempre al libre albedrío y siempre lejos del centro del campo. Antiguamente por lo menos teníamos jugadores que eran capaces de hacerse las jugadas ellos solos y de eso hemos vivido muchos años. Torres, Forlán, Agüero,...Ahora no tenemos nada de eso. Diego es un gran jugador que juega fuera de sitio y nada arropado. Es como jugar a la Play Station y poner a Messi de lateral derecho. Falcao no sabemos si tiene lo que dicen que tiene (se supone que si) pero sabemos fehacientemente que no tiene lo que le pide su entrenador. No lo tiene y no lo va a tener. Los que salen en las bandas son irrelevantes y lo son porque ni ellos mismos saben que es lo que tienen que hacer más allá de tapar a su rival. El Atleti de Manzano dicen que quiere el balón pero no es verdad. El balón se lo dan y al igual que siempre no sabemos que hacer con él. Gabi y Asunçao y Mario y Costinha y De los Santos y Raúl García y...no saben que hacer con él.

La segunda parte fue lo mismo pero peor. Más deslavazado, más feo, más lento, más impreciso y mucho más aburrido. Godín mandó el balón a las nubes a cinco metros de la portería pero también Courtois tuvo que emplearse para marrar una estirada de los italianos. Ahí se acabaron las oportunidades hasta el minuto 88 en que un rechace en el área acaba en los pies de Benatia (y en los de Perea) y así, de rebote, marca el primer gol. Más italiano no podía ser. El ulterior intento a la desesperada del Atleti por intentar equilibrar el marcador obtuvo como premio todo lo contrario, el segundo del Udinese tras un contrataque culminado por Floro Flores.

¿Injusto resultado? Probablemente. ¿Merecía ganar o tan siquiera empatar el equipo italiano? Por nada del mundo. ¿Merecía ganar el Atleti?...no lo tengo nada claro. Si hacemos las cuentas de otra forma el Udinese sabía perfectamente a lo que jugaba. El Atleti no. Ambos tuvieron casi las mismas oportunidades que fueron casi ninguna.

El Atleti es una vez más un fraude que además no tiene visos de mejorar. La prensa del régimen insiste en decir que el problema es la falta de gol. No. El problema es la falta de juego. La falta de creación de ocasiones de gol. La falta de fútbol. Pero es difícil jugar al fútbol con un equipo que sitúa los pilares de su esencia en Gabi, un jugador que nunca debió haber vuelto por segunda vez al Atleti pero que ya va por su tercera resurrección. Mientras Gabi y Asunçao/Mario sean el eje del centro del campo en este o cualquier otro equipo, este o cualquier equipo no pasará de dónde se encuentra ahora mismo:la más absoluta mediocridad. De la misma manera me temo que mientras este Manzano en ese banquillo no veremos otra cosa y de la misma forma entiendo que mientras esté MA Gil dando vueltas a la M-30 y teóricamente dirigiendo el Atlético de Madrid seguiremos teniendo Manzanos en el banquillo y Gabis llevando la manija del equipo. Lo dicho, una causa perdida.

Beck - Lost Cause
(Sea Change/2002)

Me lo sé muy bien

Granada 0 - At. Madrid 0


“Conozco ese sentimiento escrito en tu cara en el que no pareces mucho tú mismo y estás fuera de sitio. Me lo sé muy bien”

La primera vez que el señor Manzano entrenó al Atlético de Madrid, algo que ahora muchos medios de comunicación han decidido obviar, manipular o distorsionar, fuimos un equipo muy aburrido, muy mediocre y muy rastrero. Entre docenas de records negativos y comportamientos tan lamentables que retaban al idioma castellano por no poder encontrar una palabra lo suficientemente negativa para definirlos, fuimos también uno de los peores equipos fuera del Vicente Calderón. Hablo de cabeza pero creo recordar que solamente se ganó una vez en toda la temporada. Bien, parece que este año volveremos a vivir la misma pesadilla horrible. En tres partidos no hemos sido capaces de hacer un gol. Es una realidad. Gracias a la voluntad sátrapa de los ilegítimos dueños de nuestro club y su incapacidad voluntaria de intentar dotar a la parte deportiva de este club con algo de cordura, el tal Manzano vuelve a ocupar un banquillo que nunca debió ocupar y mucho menos repetir. Con él llega su cavernario concepto del fútbol, el empalague tóxico de su prosopopeya y el efecto laxante de su miedo enfermizo. Gracias al heredero mimado de Jesús Gil, volvemos este año a tener un asustado pero engreído “profesional” que henchido de miedo y saturado de incapacidad plantea la misma versión de Atlético de Madrid que hemos tenido durante la última década, pero que tiene además la caradura de vender como algo nuevo y revolucionario. Mentira. Es la misma bazofia acomplejada, cobarde, especulativa y mediocre que hemos visto tantas veces. Me lo sé muy bien.

Quince minutos antes de empezar el partido, al ver la alineación, ya supe lo que iba a ocurrir. ¿Soy adivino? No. Soy abonado del Atlético de Madrid. Han pasado un número suficiente de partidos como para saber lo que son probaturas o experimentos y lo que son crueles realidades. Manzano tiene claro que los jugadores creativos no pueden ocupar el mediocentro, ese espacio del campo que para unos es el sitio dónde se empieza a crear el juego y para otros, entre los que se encuentra nuestro querido “entrenador”, el sitio dónde no debe estar el balón para nadie. Esa zona del campo no está fabricada para jugadores como Tiago y mucho menos para Diego. Allí, para Manzano, sólo pueden estar Gabi, Mario, Asunçao, De los Santos, Simeone, Costinha,...Ayer era Ibagaza el que se iba a la banda y Movilla al banquillo. Hoy son Tiago, Diego o cualquier que pretenda parar el balón y levantar la cabeza. Me lo sé muy bien.

Manzano no es que sacara hoy su revolucionario y “exitoso” trivote. No. Hoy a falta de 3 hemos salido con 4 mediocentros. Eso si, Diego haciendo de una especie de Reyes que lo hacía desaparecer (igual que en Barcelona y recordando que en Valencia no jugo por decisión del entrenador) y con Tiago escorado también a una banda no sea que molestase a esa especie de Tercer central fallón que tenemos llamado Mario y ese otro portento del correr a lo loco y el cerocerismo que es Gabi. Un mediocentro defensivo (cada vez más defensivo) en baja forma y un monumento a la intrascendencia son los pilares irrenunciables sobre los que se construye el Manzanismo de este año. Por delante de ese trivote anti-creacción un Reyes desesperado, aislado y en plan llanero solitario, un Diego perdido y desperdiciado en una zona que sólo potencia la mediocridad de un jugador nada mediocre y todavía mucho más apartado, más aislado y más mediocre un Falcao que al no ser, como Agüero o Forlán, un tipo capaz de bajar a recoger el balón y llevarlo él solito hasta la portería contraria, aparece como un tronco romo y fallón que se dedica exclusivamente a pelearse con los centrales. Con ese panorama comentar la estúpida frivolidad de colocar a Juanfran de lateral da hasta pereza. ¿Para qué pone Manzano a Juanfran ahí? ¿Para no subir una sola vez por la banda? ¿Cómo pretendía Manzano hacer jugar a Juanfran en modo ofensivo si el equipo está construido en derredor del doble pivote tarugo y no tiene la intención de jugar e ir a por el partido?

El Atleti apenas engañó 5 minutos. A partir de ahí el Granada demostró que en el campo sólo había un equipo entrenado con criterio que salía a por el partido con todo lo que tenía. Ellos mismos. Usche estuvo a punto de romper el empate mandando el balón al palo tras un pase desde la banda de los granadinos defendido como un equipo de Teddy Bears por los madrileños. Después de esa llegaron otras ocasiones durante 40 minutos que ponían a prueba al bueno de Courtois. Esa fue la primera parte. Un Granada que si no iba por delante en el marcador era por su pobre efectividad, probablemente causada por lo ajustado de su presupuesto, que jugaba contra un Atleti sobrado de presupuesto pero carente de ideas, de criterio, de objetivo, de esquema, de ambición, de valentía, de físico, de capacidad de creación y sobre todo de fútbol.

El panorama no cambió nada tras el descanso hasta que el presunto profesor, el señor que hace las funciones de nuestro entrenador, decidió colocar a Asunçao por Mario (todo un alarde de criterio y valentía) y a Tiago por Adrian. Con algo tan estúpido sin embargo cambió el partido. Adrián supuso que su entrenador lo había puesto de delantero y se fue a incordiar a la parte de arriba con lo que Falcao renació. Ambos hicieron un partido pésimo (mejor Adrián en el juego pero fallando de forma estrepitosa en el remate) pero al menos se empezó a ver la delantera del equipo. Con Tiago fuera y viendo que lo que quedaba era Gabi y Asunçao, Diego decidió tocar un poco más el balón y oye, la cosa empezó a fluir. El Granada dejó de tener el balón y el Atleti empezó a jugar en campo contrario. Llegaban con dificultad y sin armonía las ocasiones, pero llegaban. El problema es que nadie remataba bien. Falcao siempre tarde. Adrián siempre mal. El colombiano dejó su sitio por Pizzi (me lo expliquen) pero el portugués apenas pudo entrar en juego (aunque no desentonó cuando lo hizo). Para entonces era evidente que los jugadores del Atleti querían ganar el partido. Lo que no estaba claro es que lo quisiese su entrenador. Un entrenador que evidentemente no había preparado el partido para ganarlo y que a esas alturas, con el equipo volcado, podía perderse. Así que se empató. Se empató además con la humillación de ver a un recién llegado, Miranda, perdiendo tiempo al sacar de puerta en la última jugada del partido. Un entrenador que supiese algo del Atleti lo sentaría en el banquillo unos cuantos domingos. Manzano, que no es esa persona, le habrá pegado un abrazo en el vestuario. Un presidente de verdad pondría a los dos, jugador y entrenador, en la puta calle.

La duda este año es la misma de siempre: comprobar si la mediocridad creciente de la liga nos acoge por debajo y los equipos que pelean por la UEFA son también este año lo suficientemente malos como para que nos dejen entrar dentro. Aspirar a otra cosa con esta actitud, entendiendo que jugar fuera de casa significa renunciar a ganar, acumulando músculo sin músculo en el centro del campo, apartando a los jugadores creativos de la zona de creación y en definitiva con ese vendedor de crecepelo en el banquillo, es una ingenuidad.

“Espero que mañana todo esté más claro que hoy aunque en tu casa siempre merodea la tristeza al final nunca se queda. Me lo sé muy bien.”

Ron Sexsmith - I Know it well
(Retriever/2004)