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Respeto

At. Madrid 2 - Real Zaragoza 0

Hace unos meses, cuando el inquilino del banquillo del primer equipo era, por así decirlo, de otro tipo, el Atlético de Madrid era simplemente un equipo más. Una visita del Atleti a cualquier estadio era un partido interesante por el historial del equipo madrileño pero deportivamente era una oportunidad asequible para el rival. Otra. Un rival asequible y un partido disputado. Una visita al Calderón era también una oportunidad preciosa e igualmente señalada en el calendario para sacar 3 puntos a domicilio. El discurso cobarde de esos entrenadores que arrastraban nuestro escudo por los campos de Dios era lo suficientemente ambiguo como para proteger el “buen hacer” del director técnico sin arriesgar demasiado. Sin que nadie dentro ni fuera del club reparase en esas cosas, los responsables deportivos del equipo madrileño despedazaban así el legado del club en un discurso miedoso y rastrero que trataba de equiparar al tercer equipo en títulos de este país con cualquier otro equipo de la tabla. Fuera el que fuera. Sin desmerecer a nadie, esto era tan injusto como falso. Pero ese discurso calaba en la plantilla pusilánime y acomodaticia que defendía el escudo del oso y el madroño y también, lo que es peor, calaba en el rival. Hoy el Celta de Vigo, ese equipo que maravilla a propios y extraños por su juego alegre y desenfadado, viene al Calderón y se cierra en su área cambiando su forma de jugar. Hoy el Zaragoza viene a jugar a Madrid y su entrenador reconoce que lo tiene muy difícil. Que se se enfrenta a un equipo áspero y difícil que te va a dejar pocas oportunidades. Hoy el Atlético de Madrid es un equipo que impone respeto. Un respeto que empezó a ganarse con el discurso sensato y humilde pero también valiente de su entrenador y se terminó de concretar cuando todos y cada uno de los integrantes de este equipo finalmente se lo creyó. Me alegra comprobar que aquellos inventores del fútbol que trataban de vulgarizar al Atleti no tenían razón. Me alegra que hoy estén lejos. 

El partido contra el Zaragoza podría resumirse como plácido o de trámite pero tiene más lecturas. Hoy hemos vuelto a comprobar la eficiente ambición de un equipo que se sabe poderoso y la tranquilidad con la que han aprendido a manejar los partidos. En el primer minuto el Atleti ya había tenido dos ocasiones de gol. Los rojiblancos salieron avasallando frente a un Zaragoza que se encerraba en su área tratando de achicar balones y voluntades. Los madrileños, acunados por la batuta de un Tiago que volvía hoy a ser ese mediocentro de calidad que muchos vimos años atrás (aunque me temo que sólo tiene 60 minutos por partido), abrían el campo, principalmente por la izquierda, desarbolando a los maños con velocidad y gusto por la pelota. Un magnífico pase del luso es desaprovechado por Falcao que se escora demasiado antes de rematar. El Atleti llegaba mucho y fácil pero el gol apareció a balón parado. Córner que saca Gabi y que Tiago remata a puerta no sin cierta ayuda de un Roberto, el cancerbero zaragozano, que no estuvo especialmente afortunado. El gol ponía las cosas en su sitio y amortiguaba esa tendencia natural del aficionado colchonero por aventurar la catástrofe.

Afortunadamente este renacido Atleti no da tregua. Siguió manejando el balón y el partido sin que el rival tuviese la oportunidad de tomar protagonismo. Tampoco sé si estaba preparado para ello. El Zaragoza, a imagen y semejanza de su entrenador, es un equipo entrenado para defender y rezar a los astros. Es de esa escuela de fútbol caduco que vive de espaldas al balón y que por tanto tiene problemas cuando tiene que tenerlo. Hoy ha sido así. Apenas ha inquietado a un Atleti que parecía sobrado en todas las facetas. Si quedaba alguna duda de quien ganaría el partido estas se disiparon con la enésima diablura del turco Turan, que con mucha inteligencia desbordó por la izquierda para recibir la falta dentro del área y permitir a Falcao reventar el balón desde el punto de penalti y seguir aumentando la leyenda. 

La segunda parte fue tan placentera como aburrida. El Zaragoza trató de dar un pequeño paso adelante pero fue meramente testimonial. El Atleti seguía robando y llegando con facilidad, en ocasiones incluso permitiendo cierto recreo en los jugadores que no creo que sea del agrado del Cholo Simeone. Falcao, más fallón y egoísta que otra veces, pudo aumentar el marcador al igual que pudo hacerlo Turan o un nuevamente activo Diego Costa que volvió a hacer un buen partido, pero las cosas se quedaron como estaban. 

El Atleti finaliza la primera vuelta con unos números de líder en una liga decente. La campaña de invierno que han hecho los de Simeone es para enmarcar y presiento que nos remitiremos a ella muchas veces en el futuro como un claro ejemplo de que si se quiere se puede. Enseguida comenzamos una prometedora segunda vuelta que tiene que confirmar el buen hacer y que debe servir para sellar el gran ejercicio de transformación que está construyendo el argentino, no sólo a nivel deportivo sino también espiritual. Larga vida a la solvencia.

De vuelta en la vieja casa

Real Zaragoza 1 - At. Madrid 0

Si ustedes van a leer un poco más abajo, hace muy pocas entradas, el que escribe dejaba claro su total alejamiento de las tesis resultadistas tan en boga en este mundo de velocidad hacía no se sabe dónde y de rabiosa actualidad. Entonces, y ahora, me posicionaba claramente a favor de una opción que abogue por un equipo con esencia. Especialmente este año echado a perder desde el principio. Me dan igual los resultados. Prefiero apostar por el futuro. Por una idea de institución que salga al campo con todo el rigor que se quiera pero con la idea de valentía y orgullo que hace tantos años desapareció del concepto Atlético de Madrid. El barrizal deportivo, emocional y de resultados en que se ha convertido esta temporada deja claro que esto no puede ser base de ningún futuro. Ni la forma en la que se diseñó el equipo, ni los Don Tancredos que actúan de director deportivo, ni los fichajes con premio y comisión, ni recuperar a entrenadores mediocres, charlatanes y engreídos sirve para intentar reconstruir una institución resquebrajada y podrida secuestrada por esa especia de proxenetas que tienen al Atlético de Madrid prostituyéndose en una esquina virtual a la que cualquiera puede acercarse y escupir. Dejando lo anterior claro, tampoco valen ejercicios de prestidigitación ni de fuegos artificiales. La opción de Simeone parecía deportivamente otra cosa. Una posibilidad de respirar en una atmósfera asfixiante. Una posibilidad para creer que al menos desde el punto de vista deportivo las cosas podían ser diferentes. Menos humillantes. Más coherentes con lo que muchos entendemos que es este equipo.

Hoy las dudas se agolpan en mi cabeza y no lo tengo tan claro. El equipo que con el agua en los talones y sintiendo el aliento de la catástrofe saltó a San Sebastián, Pamplona, Gijón o Santander era un equipo orgulloso, valiente y del que yo me sentía orgulloso. El equipo que saltó en Mallorca y ha saltado esta mañana en Zaragoza me da vergüenza y me recuerda a todas esas versiones rácanas y cobardes de Atlético de Madrid que he visto durante la última década. Si Simeone ha decidido volverse especulador, cobarde y renunciar al fútbol estando en mitad de la tabla y con una posición tan clara de colarse en Champions es que Simeone va a recurrir a esa solución tan lamentable de forma recurrente y gratuita en cuanto tenga la ocasión de perder algo. Si es así estamos dónde siempre. De vuelta en la vieja casa.

No tengo muchas ganas de hablar del partido pero es que tampoco hay nada que contar. El Atleti salió al campo como tantas veces lo hizo antes con Manzano, Ferrando, Aguirre, Abel, Quique, etc.. Más preocupado por “no perder” que por ganar. Muerto de miedo a moverse y no salir en la foto. Dudando de su propia capacidad y confiando en la suerte, el tiempo atmosférico y el error del contrario. Lo de tantas veces. Lo de siempre. Una variante de la cobardía que muchos disfrazan en retorcidas tácticas o presuntas vanguardias del mundo del fútbol. Paparruchas. Miedo. Vértigo a volar. La actitud ruin del que reniega a encontrar la felicidad por miedo a perder las migas que ha conseguido. Seguimos siendo ese cobarde que jugando al juego del pañuelo espera a que se mueva el otro aun sabiendo que uno es mucho más rápido.

Si le quitan las patadas, las circulaciones pesadas, lentas y absurdas de balón, el aburrimiento, el sopor y los patadones al campo contrario el partido se resume en dos jugadas:

La primera, llegada puntual y de elaboración confusa al área maña que aprovecha Adrián para lanzar el balón al larguero. El rechace, a escasos cinco metros de la línea de gol, lo recoge Falcao que se emborracha de balón para empotrarlo en el poste. Es el tipo de cosas por las que un delantero de 40 millones de euros que sustituye al Kun Agüero es criticado por algún impaciente en el Calderón. Eso si, los jugadores que marcan la diferencia en el fútbol son los que meten ese balón. Los que no lo hacen no pasan a la historia. Falcao tendrá que decidir.

La segunda ocurre en el último minuto del partido. Tras mucha mediocridad, nada de juego y toda las reservas del mundo para tratar de ir a por el partido el Atleti se vio a falta de quince minutos con la necesidad de intentar hacer algo. Lo que no había hecho antes. Lógicamente no salió y en el camino se perdió en un atropellado ejemplo de precipitación e incapacidad. Llegado el punto en el que el empate era la evidencia Helder Postiga se interna en el área algo forzado junto a Godín que en lugar de cerrar el tiro decide lanzarse a estirpar el páncreas del aragonés, cometiendo así uno de los penaltis más estúpidos y más claros que he visto en mi vida. Gol. Tres puntos para el necesitado Zaragoza.

Creo que no hace falta decir nada más. Me limitaré a reproducir aquí los dos Tweets que escribí al finalizar el partido:

“Por aclarar: el gilismo es una enfermedad. Demostrado. No se puede poner en duda cada domingo ni cada temporada. Al margen de ganar o perder”

“Dicho esto, me molesta que se reduzca todo a una cuestión de cara o cruz sin matices. ¿Criticar el planteamiento Simeone es ser gilista? No.”


The Smiths - Back to the old house

La otra liga (R. Zaragoza 0 - At. Madrid 1)




Tras una semana llena de noticias, anuncios, respuestas y sobre todo emociones para los llevamos el Atlético de Madrid en la sangre, se presentaba en el césped no sólo la contundente certeza del lugar dónde hoy por hoy se encuentra este histórico equipo sino la rotunda realidad de que de haber perdido esta noche nuestro equipo el fantasma de la segunda se hubiese vuelto a presentar de forma presente. Era momento de olvidarse de otras cuestiones bastante más importantes que tres puntos pero bastante menos concretas y trascendentes, para apoyar el escudo de nuestros amores. Todo lo contrario de lo que mucho cretino teledirigido pueda pensar.

Llegados a este punto eso si el Atleti juega otra liga. La liga de la mediocridad, la de luchar en tierra de nadie por conseguir el éxito de no tener que pasar apuros. La liga en la que suelen moverse los entrenadores que vienen a sentarse en el banquillo del Calderón y al lugar por el que tienen querencia. En esa tesitura los madrileños, despojados de supuestos objetivos marcianos que ya nadie se cree, saltaron al campo con carácter dominador, colocados, sin presentar una alienación demasiado extravagante y tratando de tener el balón, algo que hizo que se me saltaran las lágrimas. Bien es verdad que una vez repuesto tomé conciencia de que enfrente estaba un equipo entrenado por Aguirre, que es algo aso como el rey de los entrenadores ladrillo. Ciertamente tiene menos mérito hacer algo así contra Aguirre (no se puede ser más Bartolo que el propio Bartolo) pero algo es algo.

El Atleti tocaba, no paraba apuros en defensa, el balón estaba en campo contrario, Reyes y Koke (buen partido del canterano) reforzaban el centro dejando la banda cada vez que tenían ocasión y el Kun haciendo del el Kun. Lamentablemente Forlán también se dedicó a hacer de Forlán Contemporáneo y apenas se le vio con el balón. Los colchoneros tuvieron varias ocasiones tímidas a lo largo de los 45 minutos pero fue en las postrimerías del descanso cuando llegaron las ocasiones más claras. Especialmente una gran jugada vertical con una soberbia pared de Koke en la frontal del área que Agüero desperdicia en el último momento por no estar más rápido en el remate. La jugada posterior de saque de esquina de nuevo es una clarísima ocasión con remate de Tiago que los aragoneses sacan en la misma línea de gol. Con la que está cayendo, buena primera parte del Atleti.

La segunda fue otra cosa. Un cambio táctico de Aguirre en el descanso ponía un Zaragoza más dinámico y ambicioso sobre el césped y sin llegar al área ni crear verdadero peligro el Zaragoza se hizo con el control del partido. El Atleti y su mítico centro del campo desapareció y las buenas sensaciones de la línea de tres cuartos con Koke y Reyes desaparecieron a la vez que el equipo perdía el balón. Los aragoneses crecían y el partido se enfriaba pero llegado el minuto 20 ocurrió la clave del partido, una clave que demuestra en una jugada muchas cosas: el corazón del jugadores del Atleti, la calidad del Kun y el factor suerte en el mundo del fútbol. Corazón porque un balón muerto en el área pequeña atlética sirve de muestra para ver como los jugadores zaragozanos entraban al balón como alimañas desesperaban mientras que los colchoneros se agarraban al factor pusilánime sin acertar a despejar el balón. El balón podía haberse colado en nuestra portería y hubiese sido el enésimo error de la defensa. Por el contrario, casi por casualidad, el balón acabó tras un rápido contrataque en los pies del Kun para que el argentino demostrase al mundo lo gran jugador que es. En apenas diez metros Agüero se va de su rival, se escora, gana hueco y mete gol. No creo que existan jugadores en el mundo mejor al Kun en esos 10m. Un minuto antes el Atleti podía ir perdiendo. Un minuto después el Atleti mandaba en el marcador. Un golpe de suerte hizo que ocurriese una cosa y no la otra.

Con el marcador por encima y un Zaragoza perdido en el campo las cosas pintaban bien para un conjunto colchonero que en contra de lo que ocurre tradicionalmente no renegó del baló e incluso a su manera continuó dominando el partido. El problema es que no consiguió matarlo a pesar de las múltiples ocasiones que tuvo, todas de ellas por contrataques bien tirados pero muy mal definidos. Los cambios de Quique sacando a Elias y Diego Costa terminaron de estropear el asunto dando pie a la postrera reacción de los maños que acabando el partido remataron dos veces seguidas al larguero ante el impasible estupor de De Gea.

Tres puntos importantísimos para huir de la zona peligrosa de la clasificación y perdernos en la mediocridad de la zona media. Espero conseguir la tranquilidad que espante el fantasma de la segunda definitivamente para así poder concentrarnos en cosas más interesantes.

¿Quién decidió que ganar tiene que ser aburrido? (At. Madrid 1 - Zaragoza 0)



No recuerdo quien dijo eso de que el aburrimiento es la enfermedad las personas afortunadas ya que los desgraciados, al tener tantas cosas que hacer, no se aburren nunca pero sobre esa frase reflexionaba uno al abandonar el Calderón tras derrotar al Zaragoza. Entre bostezo y bostezo el comentario generalizado era el de que ese tipo de partidos se perdían en otros tiempos no muy lejanos y lo cierto es que yo pensaba lo mismo. El nuevo Atleti de Quique es un equipo serio que normalmente parece un equipo lo cual es un gran paso adelante. Podremos criticar las formas, la disposición, el concepto,… pero efectivamente eso son síntomas de tipos afortunados porque la realidad es que los partidos que llevamos de temporada se ha podido ver un equipo trabajado, que sabe colocarse muy bien en el campo, que concede pocas o ninguna facilidad al rival, que apenas nos hacen ocasiones y que impone respeto a sus rivales. También gana partidos. Ahora bien, permítanme la licencia elitista de tipo afortunado: el partido fue un verdadero tostón y este equipo me aburre.

El comienzo constató lo que he apuntado más arriba: solidez, rigor táctico y buen planteamiento a la hora de ocupar el terreno que anulaba al rival. Tiago daba bastante más claridad a la salida de balón, Reyes y Simao parecían entrar más en juego (es lo que tiene usar el balón con criterio en lugar de despreciarlo), Asunçao se multiplicaba en tareas defensivas (partidazo del mediocentro que domingo tras domingo se confirma como un puntal del equipo), mientras arriba un torpón y tosco Diego Costa le echaba muchas ganas (a veces es suficiente) tapando la salida, recibiendo de espaldas, tirando diagonales, abriendo huecos y disimulando la falta de acierto de su compañero en la delantera, el uruguayo Forlán. Diego Costa no es un jugador que tienda a la excelencia, comete errores, tiene carencias técnicas significativas y falta de gol pero me gusta mucho su actitud. Generosa, disciplinada y con mucho ánimo. Creo que Quique acertó dejándolo en detrimento de ese castillo en el aire que era Salvio. El partido estuvo totalmente controlado frente a un Zaragoza muy corto en absolutamente todas las facetas del fútbol. Lo único visible de los aragoneses en la primera parte fue un derroche de agresividad en su pelea por aplacar el contrario que no se veía acompañada con nada que tenga que ver con el fútbol. Mala pinta tiene este Zaragoza donde Leo Franco, Gabi o Sinama no destacan ni por arriba ni por abajo, lo cual es bastante significativo.

Al Atleti sin embargo le faltó agresividad y un puntito de tensión para llevarse el partido. Demasiado cómodo en el campo se limitaba a mantener el guión sin demasiado riesgo esperando la ocasión que tarde o temprano llegaría. Y llegó. Llego además reafirmando la mejor noticia de la noche que no fue otra que la resurrección de Filipe Luis. El brasileño realizó un partido sobrio en defensa y muy prometedor en ataque apuntando las posibilidades y la amplitud de recursos que puede aportar un jugador de sus características en esta plantilla. Doblando su banda izquierda hasta el fondo en una gran jugada de lateral puso el pase de la muerte a un Diego Costa que aparecía forzado en el lugar natural del delantero centro para meter el balón dentro de la red. Doble premio al trabajo.

Con el uno cero, como me temo que ocurrió lo que ocurrirá tantas y tantas veces este año estando Quique al frente del equipo, se acabo el partido, las emociones y el fútbol en su vertiente estética. El Atleti se aferró aun más en su posición del terreno, asumió todavía menos riesgos, renunció a la elaboración como primera opción a favor del rigor táctico y la contundencia defensiva y cedió los “trastos de matar” a un Zaragoza inoperante, romo, espeso y falto de profundidad. Lo digo ganando y perdiendo: no me gusta esa decisión de entrenador de cambiar la forma de jugar del equipo después de meter un gol. Me parece cobarde y mezquina. Se gane o se pierda. Admito y respeto todas las elucubraciones al respecto de lo positivo de hacerlo pero no lo veo. Admito que si Diego Costa y luego Simao hubiesen sido menos egoístas a la hora de definir se hubiese matado el partido pero nada de eso cambia mi opinión. No me parece opción de un equipo que se dice grande lo haga el Chelsea, el Madrid o María la Cantaora.

El segundo tiempo empezó y siguió exactamente igual y así hubiese sido hasta el final del partido si el trencilla no reclamase su cuota de protagonismo en un partido televisado. De repente se inventó una cesión que no existía (sólo veo que piten estas cosas contra el Atleti) y no contento con ello lo mando repetir. Eso encrespo al público y a los jugadores. Segundos después Reyes, un tipo con grandes problemas de inteligencia emocional y autocontrol (entre otras cosas), va a toda velocidad hacia un balón metido al hueco en un contrataque. El defensor zaragocista se coloca en medio en clara falta de obstrucción pero el de Utrera en lugar de exagerar la caída y reclamar la falta decide exagerar el choque con los brazos en alto. Expulsión. La jugada no es expulsión y el árbitro (culpable del estado de adrenalina desatada) es pésimo pero Reyes nunca puede hacer algo así en ese momento de partido.

A partir de ahí vuelta a los tiempos oscuros de achicar agua. Esta vez, lógicamente al estar con diez, no quedaba otra opción que no fuese suicida. Afortunadamente el Zaragoza es un equipo inoperante, sin calidad individual ni colectiva pero Quique decidió facilitar la labor quitando del campo a Tiago (cansado pero el único que trataba de tener el balón) y poniendo a un tal Mario Suarez que es algo así como un Raúl García bajo de forma y peor. La labor del canterano fue más negativa que positiva abriendo un hueco tremendo en el centro del campo y achicando un equipo que menguaba por momentos. Afortunadamente estaba el Zaragoza delante para no sufrir la primera desgracia de verdad en casa.

Tres puntos muy importantes para ganar en estabilidad y tranquilidad pero las dudas, las incertidumbres y las certezas siguen estando donde estaban. Al menos para el que escribe.

Full Contact


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R. Zaragoza 1 - At. Madrid 1

Debe ser que me estoy haciendo mayor pero me molestan mucho las cosas molestas que aparecen cuando no deben hacerlo. Me molestan mucho los imbéciles que se cuelan en las salidas de la M-30, que supuran los listos que fuman en sitios donde está prohibido y me molestan sobre manera los equipos que tratan de “sacar algo positivo” en un campo de fútbol a través de patadas y desconcertando con violencia al rival. El Zaragoza hoy ha practicado una suerte de bloqueo al fútbol a base de golpes y tarascadas que para mi incluso eclipsa la torrija con la que ha salido el Atlético de Madrid a la Romareda en un partido espeso y plano de los madrileños que frena su trayectoria ascendente.

El inicio del encuentro formó un inesperado pero definitivo cocktail que le sentó francamente mal al equipo madrileño mezclándose en el mismo sitio y a la misma hora la tradicional pájara del Atlético de Madrid a la hora de encarar esos partidos que al parecer no le motivan demasiado a una frágil plantilla, la falta de claridad de otras veces, la falta de tensión de siempre y un Zaragoza pasado de revoluciones, insistente en la presión y constante en la ejecución de una agresividad que entonces todavía se mantenía dentro de los parámetros de la declaración de los derechos humanos. Los primeros cinco minutos fueron literalmente un acoso constante de los aragoneses que como suele ocurrir en estos casos se tradujo en el primer gol de la noche tras un córner que Jarosik remata a la red.

Con el mazazo inicial en la espalda el Atleti trató de quitarse el polvo con el que había salido pero el ambiente estaba mucho más espeso que otras veces. Con Tiago muy marcado y cerrado en la línea de pase los colchoneros trataron de llevar el balón a las bandas y especialmente al hijo pródigo de Reyes pero entonces apareció la violencia zaragozana. La deportiva agresividad con la que el equipo maño había aterrizado en el campo se transformo en violencia gratuita que casi siempre rayaba por el lado de fuera la legalidad y de esa manera se dedicaron a dar patadas con bastante más rigor táctico que furia de forma que consiguieron desarmar el hoy parsimonioso juego de ataque colchonero. Kun, Reyes, Simao, Tiago,… todos los buenos caían en las patadas de los de blanco. Ante la permisividad del colegiado los aragoneses aprovechaban la falta de justicia para robar y armar el contrataque y aunque se crearon algunas llegadas las ocasiones de gol no fueron realmente importantes en toda la primera parte. Eso si, los madrileños no llegaron una sola vez a puerta. Nerviosos atrás y estancados en el centro, arriba las pelotas no llegaban ni con claridad ni sin claridad. Agüero, Simao o Reyes intentaba bajar a la zona de creación pero de forma inútil. Observaran que no he mencionado al bueno de Forlán pero casi mejor no hacerlo. Indolente como acostumbra esta temporada, fallón en la entrega, torpe en el pase y ausente en el juego el uruguayo ha completado una de sus peores primeras partes con esa camiseta. Así que así, con dolor en las espinillas y un panorama sombrío se llegó al descanso.

La segunda parte comenzó exactamente igual, con un atleti que supuestamente quería ganar pero con una espesura y escasez de ideas impropia de la reciente versión rojiblanca pero quizás todo ello tenía que ver con el combate de Full Contact que proponía un Zaragoza pasado definitivamente de vueltas que repartía patadas y golpes diestro y siniestro como uno recurso para… ¿jugar? Aferrándose a ese gol que campeaba en el marcador los aragoneses se dedicaron a jugar todas sus apuestas en torno a eso que algunos llaman “el otro fútbol” pero que no es más que otro de los muchos sucedáneos que hay para anti-fútbol. Sin querer disculpar el mal juego del Atleti me parece vergonzosa la forma en la que los maños han decidido jugar prácticamente todo el partido. Cualquier cosa mala que les ocurra a equipos de esta catadura sinceramente será bienvenida. Después de que prácticamente cada equipo modesto que juega contra el Atleti nos da una lección de encarar los partidos en torno al balón y al juego ahora aparece este Zaragoza, un equipo histórico, haciendo este tipo de historias. Lamentable. Pero claro, nada de esto sería posible si el señor que imparte justicia, el árbitro, hiciese lo que tiene que hacer.

Con ese panorama poco se vio tampoco en la segunda mitad. El banquillo colchonero decidió esta vez no esperar a que faltasen cinco minutos para mover el banquillo y decidió poner a Jurado por Forlán, cambio que sirvió para ver el enésimo feo gesto del uruguayo marchándose al banquillo andando mientras se perdía el partido, especialmente cuando había hecho un partido atroz. Jurado trató de aportar algo más circulación al balón pero no lo hizo y lo que si que provocó fueron algunas pérdidas de balón que supusieron contraataques del rival. El que si que dejó muy buenas sensaciones fue Salvio que hoy, con más minutos por delante, dejó muestras de lo que puede ser. Muy móvil, comprometido en defensa, buen toque, buen pase, buena pegada a balón parado… espero que goce de más minutos. Desgraciadamente la entrada del argentino coincidió con la lamentable expulsión de Reyes. En un partido en la que el utrerano ha podido recibir veinte patadas fácilmente la mayoría de las cuales impunes, resulta que acaba expulsado por un brazo al aire y el brío del respetable. Si esto es fútbol a mi que me lo expliquen.

El Atleti con diez se fue entonces a la desesperada y en el último tramo Quique prescindió del doble pivote para dar entrada al canterazo Ibra y en qué hora. Cuando el tiempo ya pasaba el minuto 90 un gran pase de Jurado al área pequeña es rematado a gol por un Ibra que entra a por el balón como deben entrar los jugadores que juegan con esa camiseta, con todo. Golazo del chaval que pone un merecido empate (el Zaragoza no hizo nada desde que metió el gol) en un mal partido de los colchoneros.

¡Qué pena! (o como mentir con la verdad)



At. Madrid 2 - Zaragoza 1


Ennio periodista serio (es decir asalariado del sistema y deudor de sus palabras):

Lo que hoy publicarán los periódicos será algo así: por un fin una victoria colchonera que injustamente se le venían negando al sufrido equipo madrileño. La noche prometía emoción y fútbol con la pasión desmedida de una afición que como siempre está con su equipo en los momentos que hace falta.

El partido no fue una maravilla pero se observó una significativa mejoría de los colchoneros. El encuentro entró tras el tempranero gol de Jurado en una fase de toma y daca constante hasta que en un desajuste de la defensa madrileña dejó a Jorge López delante de David De Gea que llegó tarde al dribling y cometió penalty como paso previo a convertirse en el héroe de la noche parando la pena máxima a Babic y provocando el parto prematuro del nuevo ídolo del Calderón. La segunda parte se gestó con los mismo parámetros de lucha, juego y entrega que la primera con un Zaragoza más ambicioso y un equipo colchonero contenido para salir a la contra. La reaparición de Reyes fue aplaudida a rabiar por la grada y casi queda en anécdota lo que pasó después: un gol de Antonio López de saque de falta magistral en la frontal del área y el posterior penalty justito de Ufjalusi, el flamante nuevo lateral derecho del equipo, transformado Everthon. Lo que no fue una anécdota fue la excelente parada de De Gea en las postrimerías del partido a saque de falta peligroso de los aragoneses. En definitiva tres puntos que invitan a soñar con la incipiente recuperación de un equipo que volvió a recuperar su identidad.

Ennio aficionado (y por tanto dueño de sus palabras):

Primera victoria del Atleti en un cada vez más desconocido Calderón que parecía un sucedáneo barato de lo que ha sido ese campo no hace muchos años y que no hace más que enmascarar la realidad de un equipo sin alma y sin cuerpo, sin volante y sin ruedas. Un equipo que llegará donde tenga que llegar en base a la suerte puntual, al impredecible efecto mariposa o al efecto telúrico de la alineación de los planetas en la vía Láctea pero jamás por el talento rupestre de sus mimbres, por la inexistente dirección o por la empatía que se le supone a cualquier deporte de equipo.

La afición, esa masa impersonal que otrora era la envidia del mundo, ese grupo compacto y homogéneo que era orgulloso y ambicioso a la vez que fiel y generoso con quien lo merecía, ayer fue el fiel reflejo de en lo que se ha convertido. Un heterogéneo puñado de compra-periódicos que interioriza todos y cada un de los mensajes que llegan desde los medios oficiales pero que son incapaces de mirar alrededor con los anteojos de un verdadero aficionado atlético. Ajenos a la crisis institucional y deportiva que sufre de forma severa este club la afición se dedicó a ocupar religiosamente y a la hora precisa su puesto en la comedia. Aplaudiendo a los profesionales que tanto respeto tienen por la camiseta que les paga, ignorando las voces críticas (y me refiero a ignorar y despreciar, no a cuestionar o refutar que podría tener sentido), ignorando el insultante vodevil que se sufría en el césped y conviviendo de forma animosa y divertida con los personajes que ocupan el palco. La afición se dedicó a aplaudir todo lo que pudiese ser aplaudible (y a lo que no), a intentar animar hasta a los banderines del córner, a aplaudir a los "chiquillos descarriados", a sonreír después de cada bostezo y a deglutir los tres puntos como si se tratase el delicioso maná que todo lo cura. La afición se comportó de forma patética en un fiel reflejo de cual es la situación de este club, de este equipo y de esta masa social.

¿Y el fútbol? Dirán ustedes. ¿Qué fútbol? Diría yo. El partido de ayer fue el enésimo bodrio que tenemos que tragarnos en el Calderón. No es que espere disfrutar de una excelsa versión de este deporte echando un vistazo los nombres que conforman domingo tras domingo el once colchonero pero lo mínimo que reclamo es ver un partido de algo parecido al balompié y no a esta especie de engrudo entre el fútbol australiano y la lucha greco-romana en que se han convertido los partidos del Atleti. Tuvimos la suerte de marcar un gol en el minuto 2 (tras un millón de rechaces, no piensen que de jugada elaborada) y eso fue todo. A partir de la ahí el equipo cobarde y reservón que plantea el cobarde y reservón de Abel en el campo se dedicó a rezar de rodillas para que el partido acabase cuanto antes y el Zaragoza dejara de sacar faltas y córners colgados al área. Un desastre lo mires por donde lo mires. La defensa no merece la pena más comentarios pues salga quien salga y se ponga donde se ponga es un coladero sin contundencia, si arte y sin fe. Perea, probablemente el jugador peor dotado técnicamente de la primera plantilla, fue el encargado de crear la mayor parte del juego (como en tiempos de Aguirre) así que se pueden imaginar el resto. El centro del campo otro despropósito. Mientras Simao se dedicaba todo el partido a comentar las entrevistas de Belén Esteban con las primeras filas de la grada y Asunsao a repartir leña a diestro y siniestro (debería haber sido expulsado dos veces), Jurado le decía a Cléber: “anda vete tú a la banda que a mi me da la risa”. Abel, por supuesto, había marginado a Jurado (insisto, el único que está medianamente en forma en esta tropa) a la sempiterna banda dejando la zona noble del campo al hormonado dicen que centrocampista brasileño, pero su inoperancia era tan patética que decidieron de motu propio cambiarse los papeles por el bien de la humanidad. El centro del campo colchonero es como un capítulo repuesto en blanco y negro de los chiripitiflauticos, una locura sin pies ni cabeza. Pero es que lo poco que teníamos bueno, la delantera, es otro desastre. Esa estupidez del valiente de Abel de marginar a Forlán a jugar en el centro del campo hace que el pobre uruguayo se desgaste en tareas defensivas, haga el ridículo en la presunta creación y esté siempre 30 metros lejos del lugar donde debería estar si jugase en la posición que lo ha hecho famoso. Pero claro, Abel no puede renunciar a su “innovador” 4-2-3-1 en una muestra más de lo inflexibles que son con el sistema los malos entrenadores. De eso sabemos bastante en el Calderón. Los muy malos entrenadores que incluso con una plantilla sin jugadores suficientes (no ya buenos) para jugar así se emplea en insistir en ello como la única alternativa. Agüero en este equipo y en este bochornoso esquema del, dicen que entrenador toledano, es como el señor que lleva la pandereta en la tuna, un tipo que lo pone todo para llamar la atención pero a quien el resto de la tuna mira como diciendo ¿Quién es este?

Me da por pensar últimamente con bastante frecuencia que con este equipo a veces las derrotas podrían tener un efecto más positivo que las victorias. ¡Qué triste!

Más Platón y menos alfalfa (Zaragoza - At. Madrid)

Decía Baudelaire que el más irreprochable de los vicios es hacer el mal por pura necedad. Javier Aguirre ha demostrado ya reiteradamente en el Atlético de Madrid que como entrenador de fútbol es sumamente malo. Malo de solemnidad. Penoso. Tan malo que ha transformado su natural soberbia y prepotencia en necedad y con esa necedad capciosa y demagógica está haciendo también mucho mal. Soy aficionado del atlético de Madrid desde que con horas de vida mi abuelo me hizo socio de este equipo. No creo que sea por tanto dudoso de infidelidad después de más de 30 años de vicisitudes. Por eso, si la única posibilidad para que Aguirre se marche bien lejos a hacer daño en otro sitio es que no quedemos entre los seis primeros (habría que decapitar a quien pusiese un objetivo tan lamentable, por cierto) rezaré para que a partir de ahora perdamos los partidos suficientes como para quedar séptimos. A veces hay que perder para ganar así que haciendo de tripas corazón agradeceré nuestras derrotas. Ni quiero seguir viviendo este esperpento, ni quiero seguir haciendo el ridículo y mucho menos lo quiero hacer en Europa.

Y el caso es que el partido empezó bien. Con poco más que ganas, presión, algo de velocidad, evitar pasar el balón a Cléber y una pizca del talento que (a pesar de nuestro entrenador) atesora nuestro equipo, se hizo una buena primera media hora en la que teníamos el partido. Sin mucho más, el Zaragoza parecía un equipo nervioso que está peleando por el descenso (lo que es) y el atlético un equipo que debería estar más arriba (lo que no es gracias al vértigo crónico de su entrenador). Todo iba bien hasta que se dieron tres detalles que lo cambiaron todo. Uno: se lesiona Valera y Aguirre, haciendo gala una vez más de su estulticia superlativa, cambia a Antonio López, zurdo cerrado, de banda para dar salida a un mal jugador en peor forma. Otra vez. Dos: ese jugador de efímero y babeante pasado madridista, que insultó a nuestro equipo y a su afición con la misma cara de pan duro con la que sale al campo, volvió a demostrar por enésima vez esta temporada su falta de concentración y natural torpeza metiendo gol en su propia portería. Tres: lo peor. Tras el empate pero una primera parte decente Aguirre tiene que aportar su toque “de la casa”. Aparte de enquistar a los jugadores en su posición y dar protagonismo a ese sucedáneo de jugador de fútbol llamado Cléber, consultando el código de su galopante mediocridad que dice que un empate fuera "no está mal" hizo lo que hace siempre, independientemente de que siempre le da mal resultado, que es dar seis pasos hacia atrás y colocar a nueve futbolistas en el borde del área. Tener a Forlán, Maxí o Simao permanentemente achicando balones en su propia área teniendo que recorrer 100 metros en solitario para tirar un contraataque debería estar penado en el código civil.

La segunda parte, paradójicamente hasta el segundo gol rival, fue un monólogo gratuito del Zaragoza donde ellos eran dueño de todos y nosotros volvíamos a agarrar con fuerza la bandera de la mediocridad, el miedo y la estupidez. Por supuesto llegó el segundo gol. El como es anecdótico. Hubiera llegado de cualquier otra manera.

Aun así podríamos haber ganado si Forlán o Agüero hubiesen estado ligeramente más acertados pero si se hubiese dado el caso, como tantas otras veces, simplemente hubiese sido la confirmación de los magníficos jugadores tan lamentablemente entrenados que tenemos.

Mención especial tiene ese tipejo vestido de negro que se levanta un suculento sobresueldo por vibrar sus lorzas por el césped mientras toca el pito a destiempo y hace una perfecta demostración, ¡en tan solo 90 minutos!, de vergonzosa parcialidad, incapacidad para aplicar el reglamento, apología de la violencia y soberbia estupidez. Independientemente de los miles de errores que ha tenido a lo largo del partido dejar indemne la patada que recibe Agüero es como para que pruebe los efectos de un puntapié similar en su aparato testicular cada vez que se vista de corto. Podría irse de la mano con Aguirre a buscarse un futuro como estibador en la isla de Martinica aunque lo siento por los pobre Martinicos que tendrían que soportar a dos tipos tan arrogantes como incompetentes.

Estoy harto de tener que vivir esta ópera absurda cada siete días. Estoy harto de tener que poner cara de póquer como si no pasase nada porque los “periolistos” siguen vendiendo todos los días alfalfa para ovejas mientras se niegan a describir la verdadera situación de mi equipo guardando silencio pero riendo las gracias de Cerezo y del compatriota de Cantinflas. Estoy harto de Aguirre y sobre todo estoy harto de la burla constante en la que se ha convertido mi equipo y de hacer el ridículo. Los atléticos deberíamos fiarnos más de los clásicos y hacer caso a Platón cuando dice que la burla y el ridículo son, entre todas las injurias, las que menos se perdonan.