Respeto
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Tiago,
Zaragoza
At. Madrid 2 - Real Zaragoza 0
Hace unos meses, cuando el inquilino del banquillo del primer equipo era, por así decirlo, de otro tipo, el Atlético de Madrid era simplemente un equipo más. Una visita del Atleti a cualquier estadio era un partido interesante por el historial del equipo madrileño pero deportivamente era una oportunidad asequible para el rival. Otra. Un rival asequible y un partido disputado. Una visita al Calderón era también una oportunidad preciosa e igualmente señalada en el calendario para sacar 3 puntos a domicilio. El discurso cobarde de esos entrenadores que arrastraban nuestro escudo por los campos de Dios era lo suficientemente ambiguo como para proteger el “buen hacer” del director técnico sin arriesgar demasiado. Sin que nadie dentro ni fuera del club reparase en esas cosas, los responsables deportivos del equipo madrileño despedazaban así el legado del club en un discurso miedoso y rastrero que trataba de equiparar al tercer equipo en títulos de este país con cualquier otro equipo de la tabla. Fuera el que fuera. Sin desmerecer a nadie, esto era tan injusto como falso. Pero ese discurso calaba en la plantilla pusilánime y acomodaticia que defendía el escudo del oso y el madroño y también, lo que es peor, calaba en el rival. Hoy el Celta de Vigo, ese equipo que maravilla a propios y extraños por su juego alegre y desenfadado, viene al Calderón y se cierra en su área cambiando su forma de jugar. Hoy el Zaragoza viene a jugar a Madrid y su entrenador reconoce que lo tiene muy difícil. Que se se enfrenta a un equipo áspero y difícil que te va a dejar pocas oportunidades. Hoy el Atlético de Madrid es un equipo que impone respeto. Un respeto que empezó a ganarse con el discurso sensato y humilde pero también valiente de su entrenador y se terminó de concretar cuando todos y cada uno de los integrantes de este equipo finalmente se lo creyó. Me alegra comprobar que aquellos inventores del fútbol que trataban de vulgarizar al Atleti no tenían razón. Me alegra que hoy estén lejos.
El partido contra el Zaragoza podría resumirse como plácido o de trámite pero tiene más lecturas. Hoy hemos vuelto a comprobar la eficiente ambición de un equipo que se sabe poderoso y la tranquilidad con la que han aprendido a manejar los partidos. En el primer minuto el Atleti ya había tenido dos ocasiones de gol. Los rojiblancos salieron avasallando frente a un Zaragoza que se encerraba en su área tratando de achicar balones y voluntades. Los madrileños, acunados por la batuta de un Tiago que volvía hoy a ser ese mediocentro de calidad que muchos vimos años atrás (aunque me temo que sólo tiene 60 minutos por partido), abrían el campo, principalmente por la izquierda, desarbolando a los maños con velocidad y gusto por la pelota. Un magnífico pase del luso es desaprovechado por Falcao que se escora demasiado antes de rematar. El Atleti llegaba mucho y fácil pero el gol apareció a balón parado. Córner que saca Gabi y que Tiago remata a puerta no sin cierta ayuda de un Roberto, el cancerbero zaragozano, que no estuvo especialmente afortunado.
El gol ponía las cosas en su sitio y amortiguaba esa tendencia natural del aficionado colchonero por aventurar la catástrofe.
Afortunadamente este renacido Atleti no da tregua. Siguió manejando el balón y el partido sin que el rival tuviese la oportunidad de tomar protagonismo. Tampoco sé si estaba preparado para ello. El Zaragoza, a imagen y semejanza de su entrenador, es un equipo entrenado para defender y rezar a los astros. Es de esa escuela de fútbol caduco que vive de espaldas al balón y que por tanto tiene problemas cuando tiene que tenerlo. Hoy ha sido así. Apenas ha inquietado a un Atleti que parecía sobrado en todas las facetas. Si quedaba alguna duda de quien ganaría el partido estas se disiparon con la enésima diablura del turco Turan, que con mucha inteligencia desbordó por la izquierda para recibir la falta dentro del área y permitir a Falcao reventar el balón desde el punto de penalti y seguir aumentando la leyenda.
La segunda parte fue tan placentera como aburrida. El Zaragoza trató de dar un pequeño paso adelante pero fue meramente testimonial. El Atleti seguía robando y llegando con facilidad, en ocasiones incluso permitiendo cierto recreo en los jugadores que no creo que sea del agrado del Cholo Simeone. Falcao, más fallón y egoísta que otra veces, pudo aumentar el marcador al igual que pudo hacerlo Turan o un nuevamente activo Diego Costa que volvió a hacer un buen partido, pero las cosas se quedaron como estaban.
El Atleti finaliza la primera vuelta con unos números de líder en una liga decente. La campaña de invierno que han hecho los de Simeone es para enmarcar y presiento que nos remitiremos a ella muchas veces en el futuro como un claro ejemplo de que si se quiere se puede. Enseguida comenzamos una prometedora segunda vuelta que tiene que confirmar el buen hacer y que debe servir para sellar el gran ejercicio de transformación que está construyendo el argentino, no sólo a nivel deportivo sino también espiritual. Larga vida a la solvencia.