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De sueños y cagadas

At. Madrid 0 - Rubin Kazan 2

Durante toda la semana los medios de comunicación habían ignorado la Europa League ostensiblemente, aunque eso tampoco es sorprendente tratándose de los mercenarios a sueldo y esclavos del rodillo mediático que tienen que vivir de ello. Estamos acostumbrados desgraciadamente a su desprecio. Pero en el entorno del club tampoco se veía con demasiada emoción, igual que no se veía espíritu tampoco entre los aficionados. Una especie de soberbia y desprecio, que tan mal nos sienta, sobrevolaba por el imaginario colchonero. Era como esos trámites que uno tiene que hacer y de los que sabe que saldrá airoso sin demasiado esfuerzo. Y llegó el jueves. Y según bajaba por el paseo de Yeserías vi en mi teléfono que Asenjo, Cata y Cebolla eran de la partida. Y empecé a mosquearme. Y llegué al campo para observar con estupor que el estadio estaba medio vacío y que en mi zona apenas reconocía a nadie de los habituales. En su lugar había una colección de tipos extranjeros que me hacían sentir como en otro sitio. Lo mismo es que era yo el único al que esto de la Europa League le importaba. El partido había nacido raro desde hacía días y continuaba raro antes de empezar. Y claro, la cagamos.

Yo no soy un experto en fútbol, ni vivo de esto, ni desgraciadamente tengo el tiempo suficiente para ver todos los partidos que me gustaría ver, pero que quieren que les diga, conocía al Rubin Kazan. Un equipo que con Berdeyev de entrenador había ganado dos ligas rusas y una copa haciendo lo mismo: una roca en defensa, un ejército en el aspecto táctico y una verticalidad letal. También sabíamos que no era un equipo fácil y que no le suelen hacer muchos goles. Teniendo en cuenta la escasez de recursos del Atleti y la incapacidad manifiesta que tiene para crear fútbol era fundamental no encajar goles y tratar de que el rival tuviera que abrirse. A ser posible marcando primero. Pero de nuevo la volvimos a cagar. El Atlético de Madrid que nos ha llevado a vivir el sueño del que esta noche no hemos bajado, ha basado su éxito en la defensa. Es así. Un equipo inexpugnable al que apenas creaban ocasiones que se sentía seguro para buscar la portería contraria a toda velocidad. Pero cuando los periodistas se deleitaban con las rotaciones de Simeone, esas que al principio daban tan buenos frutos, no reparaban en que los cinco de atrás eran siempre los mismos. No cambiaban. En el momento que han empezado a cambiarlos se ha ido todo al traste. Veremos si no de forma definitiva.

Es tarde, estoy enfadado, estoy cansado y no me quiero repetir así que trataré de ser breve. Las rotaciones son una gran mentira. Ya lo he dicho mil veces. Asenjo no debería haber jugado un minuto más en el Atlético de Madrid desde hace años. Lo he dicho también un montón de veces y lo he vuelto a repetir hace poco en este mismo blog. Hoy alguien me llamaba “oportunista” por decir que el partido frente al Rubin se resumía con la palabra Asenjo. Es evidente que ese alguien no se pasa normalmente por aquí. Asenjo es un jugador sobre el que no entraré a debatir otra vez sobre sus capacidades o potencial pero del que tengo claro que jamás de los jamases podrá triunfar nunca en este equipo. Le asusta. Le viene enorme. Tiembla como un flan de gelatina cada vez que este escudo le frota el pecho y no puede soportar la presión de verse de corto en el Calderón. Es así y siempre será así. Hoy el Atleti ha sido un desastre en casi todo pero si Asenjo no la caga en el primer balón que toca a los cinco minutos de partido muy probablemente estaríamos hablando de otra cosa.

Porque esa es la clave del partido. Colocarte 0-1 en tu estadio frente a un equipo que es un maestro en cerrarse y defender cuando además tienes una plantilla cortísima en la que precisamente mover el balón con rapidez y crear fútbol no es una de tus virtudes. Esa es la lectura y no hay más. El Atleti se puso por detrás en el marcador y a partir de ahí hizo lo que sabe pero es que lo que sabe, en esas tesituras, es muy poco. Ahí, con el balón y frente a un equipo cerrado, se ven todas las carencias y así el equipo parece lento y torpe y estático y falto de intensidad. Que si, que no se veía la intensidad de otros partidos ni las ganas por ganar pero yo creo que todo es consecuencia de los mismo, uniéndose además la inseguridad y depresión que contagia a la plantilla determinados jugadores que tienen las extraña habilidad de transmitir su melancolía al resto. El Atleti terminó la primera parte casi sin haber tirado una vez a puerta y teniendo un jugador más. Una jugada a balón parado bien ejecutada pero penosamente rematada por Filipe Luis impidió que el número de remates de los colchoneros fuera cero.

En la segunda los papeles se mantuvieron. El Rubin, con diez, cerrado en su área ya sin complejos tratando de llegar a la portería contraria sin fluidez, sin ritmo, sin velocidad, sin ideas, sin criterio y sin fútbol. Poco a poco el cerco se cerraba más y más pero obedecía al acoso y las ganas e hacerlo que a otra cosa. Simeone puso a Koke, que es titular en este equipo, tras el descanso y posteriormente metió a Raúl García (como si no hubiera entrado) y a Saúl para jugar con tres centrales, pero nada. Todo igual. Llegado el minuto 70 llegaron por fin un par de disparos claros que de forma poco ortodoxa sacó un portero que no parecía especialmente bueno pero al que se ha probado muy poco. La ansiedad atenazaba a jugadores y afición que veían como se pasaban los minutos y no aparecía el gol. Y llegaron otro par de ocasiones todavía más claras como un remate de cabeza de Adrián en el segundo palo que se va fuera y sobre todo una media vuelta de Falcao que da en el larguero. 

Pero faltaba lo “mejor”. Ya con el tiempo de descuento llegó la estupidez de la noche. En el último minuto de partido hay córner a favor de los rojiblancos y se mete todo el equipo en el área. Asenjo hace una amago de ir pero mira a su entrenador. Este le hace un ostensible gesto de que acuda al remate y allí va. El córner se saca mal (nunca puede ir blandito a la frontal del área con todo el equipo dentro) y el rechace lo recogen los rusos de Tartaristán. Asenjo se queda dormido, al igual que lo hacen el resto de sus compañeros que no aciertan a intuir que deberían hacer una falta. La carrera de Asenjo con el jugador del Rubin es ciertamente patética. De mucha lástima ver como en cada dos metros el ruso le saca tres. Y claro, mete gol. 0-2, final del partido. Gran cagada de Simeone que probablemente cueste decir adiós a la Europa League.

Sinceramente, para mi la eliminatoria está perdida. Meter tres goles a un equipo como el Rubin en su propio estadio se me antoja muy complicado pero todavía más complicado con el lamentable estado de forma y anímico del Atlético de Madrid actual. En apenas un mes podemos pasar de la gloria al infierno para volver a esas semanas pegajosas y espesas en las que sólo podíamos ser pesimistas. En unas semanas nos han bajado de una nube. Nos han despertado de un sueño al que nos estábamos agarrando como si fuese real. Porque esto es eso. Una quimera. Una fantasía. Simeone hoy (y algún que otro día reciéntemente) la ha cagado de pleno pero lo que ha hecho Simeone con una plantilla muy corta, tremendamente desequilibrada y muy escasa de calidad es básicamente un milagro. Un sueño. Un sueño dulce e ilusionante que irónicamente nos ha tenido mucho tiempo despiertos y viviendo en un mundo en el que hacía mucho tiempo que no vivíamos. Que toda la vida es sueño, pero que, como decía Calderón de la Barca y reza en la cabecera de esta humilde bitácora, y los sueños, sueños son.

Castillo con cimientos

Real Betis 2 - At. Madrid 4

Decía George Bernard Shaw que si has construido un castillo en el aire no has perdido el tiempo. Es allí donde debería estar pero ahora debes construir los cimientos debajo de él. Tras un verano dubitativo, un equipo apenas reforzado y bajas significativas, el aficionado colchonero despertó de golpe de una pesadilla recurrente cuando en Mónaco el Atleti daba una exhibición que puso una legítima semilla en los corazones rojiblancos. La semilla de un sueño, también recurrente, que nunca llegaba. El sueño de un equipo sólido y orgulloso que alimentado de carácter y ambición se codease sin complejos con los mejores. Pero mientras todos decorábamos los muros de ese castillo imaginario un tal cholo Simeone se dedicaba a construir los cimientos. Y ahí están los resultados. Un señor equipo. Pepe Mel, sin duda, tiene hoy razones para quejarse de los árbitros pero no creo que nadie ponga en duda que el Atlético de Madrid ha merecido ganar el partido. 

 El Atleti podrá tener carencias, capacidad de mejora o un estilo cuestionable pero sin lugar a dudas es un equipo áspero, incómodo y difícil de doblegar. Un rival difícil, que es lo que muchos reclamábamos desde hace muchos años. Un equipo que sale a ganar y lo hace con una idea, buena o mala, en la que todos creen. Una idea transmitida desde el banquillo y que aparece tan sólida como el equipo en el campo. Luego los partidos son ecuaciones con miles de variables en juego que varían en función de ponderables e imponderables y que al final definen el resultado, pero la parte que no depende de la suerte este año no tiene fisuras. El partido comenzó con ritmo, tensión, concentración y poco fútbol. Más enchufados los andaluces en un principio pero sin verdadera profundidad. El Betis del gran Pepe Mel trataba de dominar con el balón pero no podía gracias a la brutal presión del gran Simeone. Dos conceptos lícitos de fútbol que se peleaban con nobleza en el terreno de juego. Con muy pocas ocasiones de gol (disparos lejanos sin trascendencia) el partido se debatía en un centro del campo que Beñat trataba de diseñar y la dupla Gabi/Mario de destruir. A estas alturas de partido queda claro que el Atleti no es ni será un equipo de elaboración sofisticada pero que cuando tiene el balón en la zona de tres cuartos cualquier cosa maravillosa puede pasar y que casi siempre pasará con el turco Turán de invitado. Personalmente no me gusta que Arda esté flanqueado por el Cebolla y sobre todo Raúl García pero no puedo decir que hicieran hoy un mal partido. Especialmente el navarro. 

La cosa hubiese seguido igual de no ser por una de las grandes revelaciones de la noche: Asenjo ni es ni será portero para el Atlético de Madrid. Me duele mucho decir esto porque tengo gran simpatía por un jugador que ha tenido muy mala suerte, pero creo que sería mejor para todos que buscase fortuna lejos del Calderón. Demasiado pasado en esa cabeza como para superar la adversidad. Hoy se ha visto. Disparo inocente desde la izquierda que el cancerbero se come ante el estupor de una zaga que hasta entonces había estado perfecta. Pero el gol, contra pronóstico, espoleo a un Atleti que a partir de entonces tuvo sus mejores momentos y fue un señor equipo. Primero con un remate desde fuera de Raúl García que el de siempre, Falcao, recoge en boca de gol para hacer el empate. Después con un pequeño aumento en la intensidad de la presión que supone un dominio absoluto del campo y del juego, que provocó varias ocasiones claras del Atleti. Especialmente claras una de Raúl García que remata una volea desde el área pequeña y un remate de Falcao en boca de gol, casi desde la misma posición, que en ambos casos el portero bético resuelve con la parada de su vida. Pero el fútbol, que para el que no lo recuerde a veces es injusto, mostró su cara más cruel cuando en el tiempo de descuento se produce un avance verdiblanco por la izquierda que hace que el balón rebote en la pierna de Juanfrán y viaje por encima de Asenjo hasta la portería. Creo que el portero colchonero podría haber hecho más pero explicar este punto sería repetirme. 

Pero la mala suerte mudó de vestido y todo cambió nada más reanudarse el encuentro. A veces uno tiene el temor (o la esperanza) de que la charla del vestuario modifique por completo lo que hasta ese momento se estaba viendo en el campo. En este caso el Atleti tenía mucho que perder pero gracias a Dios (o a Simeone) no fue así. El equipo salió enrabietado y con la misma intensidad con la que había abandonado del campo. En apenas cinco minutos, Falcao recoge un balón en el área y encara la portería rival pero Perquis, que en ningún momento pudo con el colombiano, lo agarra derribándolo en el área en lo que a mi me parece un claro penalty. Lo que no tengo tan claro es la expulsión posterior. El reglamento dice que basta con que la ocasión de gol sea manifiesta para que el culpable de la infracción sea expulsado. Cogiéndolo con pinzas será así pero a mí me queda la sensación de que es demasiado. A todo esto Falcao, a lo suyo, transforma el penalty y se convierte en máximo goleador. 

Simeone, dando otra lección a tanto entrenador cobarde que se sentó antes en el mismo sitio, decide dar entonces descanso al Tigre después de haber marcador dos goles y ocupar el sitio con Diego Costa. El brasileño, haciendo las delicias de los que creemos en él, decidió seguir su racha ascendente y enseguida completó la remontada tras prolongación de Mario y remate de volea en el segundo palo. A partir de ahí el partido no tiene historia. El Atleti especuló con el resultado (a veces en exceso) y el Betis se vio incapaz de jugar, todavía con mayor evidencia de lo que ya había ocurrido con los once jugadores. El drama andaluz se completó cuando el colegiado se inventa una nueva expulsión, esta vez de Campbell, tras una mano que me parece tan involuntaria con la de Luis Filipe que le antecede. 

Señoras, señores, el Atlético de Madrid está el segundo de la clasificación a dos puntos del líder, el todo poderoso FC Barcelona. ¿Cuánto hace que no nos veíamos igual a estas alturas? No lo sé, pero lo que tengo claro es que después de tantos años de ver un Atleti imperfecto, desdibujado y sin entrenar da gusto ver un Atleti bien entrenado. Sigamos surfeando sobre este precioso sueño el tiempo que podamos.

Buenas sensaciones... mal asunto.

Hubo un tiempo, cuando la dirección del Atlético de Madrid se regalaba a deslumbrantes trileros de la palabra de verbo fácil y dudoso talento, en el que al campo saltaba un puñado de jugadores (algunos muy buenos) vestidos con la camiseta rojiblanca. A veces ganaban y a veces perdían en una normalmente aburrida suerte de ruleta rusa donde la única bala siempre estaba en las botas de alguno de esos jugadores llamados a marcar la diferencia en el colectivo. Hoy, en el mediático infierno heleno, lo que hemos visto es algo bastante parecido a un equipo de fútbol y esa es la mejor noticia para este que escribe sobre lo que se ha visto. Con carencias, errores, cosas malas y defectos pero un equipo de fútbol con una idea en la cabeza, unos conceptos por asimilar, un espíritu del que empaparse y una forma concreta y precisa con la que encarar los partidos. Abel podrá tener suerte o no, más o menos talento pero es un entrenador de fútbol y yo tenía muchas ganas de ver un entrenador de fútbol sentado en el banquillo colchonero.

El partido no fue bueno especialmente en la primera parte donde el nerviosismo inicial dio paso a una guerra de guerrillas en el centro del campo con mucho músculo, demasiada precipitación y muy poco sosiego. La buena noticia es que ese caos, a diferencia de otros tiempos desgraciadamente cercanos, ni era provocado por nosotros ni nos beneficiaba. Poco a poco el equipo fue cogiendo su sitio y se vio lo que quiere Abel como concepto defensivo: un equipo muy junto con una defensa en línea adelantada y presión en campo contrario. Puedes no estar de acuerdo con el esquema pero es evidente y claro. Todos saben donde tienen que estar y lo que tienen que hacer lo que es de agradecer. Forlán se mete en el centro, Asunçao es un valladar y la defensa parece mejor cuando el equipo está junto y no se ve desasistida. No hubo grandes sustos en esa primera mitad a pesar de la tosca verticalidad de los griegos precisamente porque el equipo estaba bien plantado y lo poco que había lo resolvía con mucha solvencia el único acierto de este equipo durante el verano: Asenjo. Asusta ver la personalidad de este muchacho y las buenas maneras que presenta. Espero que se confirme lo mucho que promete.

Pero el problema de este equipo sigue siendo el de siempre: la creación. La propuesta de Abel para el ataque es velocidad con el balón, triangulación rápida, posesión, amplitud de campo, jugar con interiores y no con extremos, así como movimientos horizontales de los puntas. Tiene buena pinta pero no tenemos jugadores capaces de mover la máquina y no hace falta una presión muy elaborada para que el equipo se atasque. Raúl García ni está ni se le espera. Cléber Santana es demasiado lento para jugar en esta liga. No hay más.

Eso si, la tradicional pegada rojiblanca que no se resiete, con un Maxi redimido que ha sido uno de los mejores, puso las cosas en su sitio quitando nervios de la cabeza y poniendo juicio en el campo. Lástima que uno de los pocos despistes defensivos pusiese el empate en el marcador nada más volver del banquillo (seguramente en fuera de juego). Nos meterán muchos goles de estos este año (balón a la espalda de la defensa adelantada) pero no siempre será culpa de la defensa. Jugando así la labor principal la tiene la presión del centro del campo para que no puedan pasar con comodidad. Ese fue el error. Pero en lo que es otra de las notas positivas de la noche el equipo lejos de venirse abajo se hizo dueño de la pelota, esta vez si, para desarrollar los mejores momentos de fútbol del partido con posesión, velocidad, criterio y peligro. Así llegaron el gol de Forlán (al que noto un poco bajo de forma) y esa deslumbrante obra de arte que fabrico el Kun Agüero. Desgraciadamente por culpa de la mala suerte (y un desajuste de Juanito, un tipo que sigo sin saber porque se viste de rojiblanco) uno de los descartes del Liverpool, el argentino Leto, nos hacia otro soberbio golazo con zurdazo desde la izquierda.

El 2-3 final es un buen resultado que podría haber sido mejor y que deja una buena sensación muchas lecturas positivas como el rigor táctico, el portero, los buenos momentos con el balón, la pegada que no se atrofia, el protagonismo en el juego de Maxi, la cercanía de líneas pero también algunos malos como el desequilibrio en el lateral derecho, la escasez y mediocridad del banquillo y la galopante falta de calidad y capacidad de creación en el medio campo.

Una lástima que la voluntaria estupidez de los ilegítimos dueños del barco y la vergonzosa negligencia del caradura que dice ser el director deportivo hagan de ese equipo un esqueleto roto, una silla coja, un coche sin volante un ajedrecista sin cerebro. Es tan lamentable como evidente. Este equipo no tiene creación, no tiene lateral derecho y no tiene banquillo lo cual es algo que ni el Kun, ni Forlán, ni Abel ni el mago Merlín pueden solucionar. Podrán enmascararlo o intentar compensarlo de otra forma pero triunfen o no seguiremos rotos, cojos, sin dirección y sin cerebro. En estos tiempos donde el entrenador del mejor equipo del mundo sale enfadado en televisión porque dice que su equipo necesita “dos o tres” retoques duele ver como ese iletrado entertainer que pasa por ser nuestro presidente se ríe hasta de su sombra mientras sigue dando patadas al diccionario.