Evidencias y bailes regionales
Etiquetas:
Cebolla,
Copa del Rey 2013/2014,
Insúa,
Manquillo,
Mario Suárez,
Raúl García,
real madrid,
Sosa
At. Madrid 0 - R. Madrid 2
Cuando hace un
semana el señor que iba vestido de colegiado pitó en final del partido con un
reluciente 3-0 en el marcador para delicia de periodistas, empresarios y todas
esas personas que glosan las estadísticas fundamentales de este país, servidor,
que no pertenece a ninguna de las categorías anteriores, olvidó por completo el
Campeonato de España (Copa del Rey) de la temporada 2013-2014. Ipso facto. Sin
posibilidad de recuperación. Pasaba a ser un torneo, como el resto de torneos
futbolísticos en los que está Barça o Madrid pero no está el Atleti, que no me merece el menor
interés. Por razones obvias, además. Pero el rodillo mediático compuesto por
horas y horas de televisión, de radio, millones de megas en internet y toneladas
de ese papel que se estropea para describir estupideces, siempre alrededor del Real
Madrid, necesitaba que la llama no se apagase. Que siguiese viva hasta el
siguiente partido del siglo para que su producción diaria de alfalfa no se
viese mermada. Pero un servidor hace lustros que no comulga con todo ese mundo
imaginario. Me da
absolutamente igual lo que digan. Sus cuitas y demonios. La eliminatoria estaba resuelta y el Real Madrid había sido mejor. Lo sabíamos
todos. Desde Simeone a los periodistas. Desde el colegio de árbitros (que por
fin podían relajarse) hasta ese ser divino con poderes de protagonista de cómic
de la DC llamado Florentino Pérez. Desde el Mono Burgos hasta el que esto
escribe.
Lo siento por
todos aquellos colchoneros que cayeron burdamente en la trampa de la remontada
y ese pastiche prefabricado por el mercado sobre leyendas y momentos
espectaculares. Era todo mentira. Más falso que una tertulia de TikiTaka o una columna de Manolete. Y no
seré yo quien reniegue del romanticismo en el fútbol o de las empresas
imposibles, Dios me libre, pero hay cosas que se caen sobre su propio peso. Esta era una de ellas. Meterle cuatro goles al Madrid sin que además el rival marque es una empresa imposible para casi cualquier equipo del mundo.
Mucho más para un equipo con la décima parte de presupuesto como el Atlético de
Madrid, incluso en su mejor momento. Mucho más para el Atlético de Madrid sin
estar en su mejor momento. Y mucho más para el Atlético de Madrid jugando con
los reservas. Decía ya en la previa que si de mí dependiese no hubiese gastado una
sola partícula de energía en el partido de vuelta de la copa y muchos
colchoneros, por los que siento admiración, no lo entendieron. Apelaban a la
épica y al socorrido “dejarse los huevos en el campo”. Lo entiendo, pero a mí
no me salía. Me parecía un esfuerzo vano y artificial que podría traer muchas
desventajas y ningún beneficio. Me temo que a Simeone, que ya hizo algo
parecido el año pasado en la Europa League, le pasaba lo mismo. Y fíjate,
mientras lo del año pasado no lo entendí, lo este año lo entiendo perfectamente.
Cuando camino del
Calderón vi la alineación que saltaba al césped, me quede más tranquilo. Las
posibilidades de pasarlo mal en el campo, por estar a punto de conseguir lo
imposible, se reducían con cada nombre:
Aranzubía, Insúa, Cebolla, Sosa, Raúl García,… Pero es que cuando el balón echó
a rodar se disiparon por completo. El Madrid, dispuesto a no sufrir, se colocó
bien en el campo y se puso a marear el balón mientras el Atleti se estrechaba
cerca de su área corriendo detrás de la pelota sin demasiada fe. Tardando mucho
en robar el balón (por falta de intensidad y por mala colocación) pero haciendo
el ridículo cada vez que ocurría. Y es que meter tres goles sin delanteros es
francamente complicado. Porque Raúl García es rematador (y poco más) pero no es
delantero. Ni tiene movimientos, ni tiene picardía, ni tiene velocidad. Si
encima el balón se lo tiene que dar Cebolla o Sosa (cada día más indolente y
menos jugador) la misión se antoja imposible. Diego como si no hubiese salido.
A los pocos minutos Mario Suárez, un jugador muy interesante cuando está en
forma pero muy peligroso cuando no lo está (y no suele estarlo), perdió el
balón de forma infantil en la zona crítica lo que provoca que Cristiano Ronaldo
coja el balón en su lugar favorito y en las mejores condiciones posibles. El
pobre Manquillo, que todo lo que tiene de superlativo en ataque lo tiene de
déficit en defensa, intentó parar al portugués corriendo como el mercancías, con tan poco tino, que arroyó al morador de la galaxia por el camino. Él propio
astro de todos los astros convirtió el 0-1, deleitándonos posteriormente con
una de esas celebraciones tan plásticas y que tan bien concuerdan con el
señorío de la institución a la que representa. Minutos después, con un
lanzamiento al palo de Raúl García entre medias en el único lance decente del
equipo en toda la primera parte, el encargado de hacer una demostración de cómo
no se defiende fue el otro lateral, Insúa, que decidió zancadillear a Bale y
sus millones, cometiendo otro penalti igual de claro y absurdo que el anterior. El astro
de todos los astros volvió a marcar y a ofrecernos al planeta tierra otro de
sus bailes regionales. 0-2. No habían pasado ni quince minutos.
El roto podría
haber sido de escándalo pero el Real Madrid decidió tirar de pragmatismo, no
entrar en guerrillas, bajar el ritmo y dejar correr el tiempo. Yo,
sinceramente, lo agradecí desde la grada. El Atleti aparecía inofensivo e
incapaz ni siquiera de conseguir tirar a puerta. La segunda parte tuvo otro
color, con un Atleti con algo más de mordiente y mucho más incisivo pero
tampoco consiguió despeinar a los de blanco, que se dedicaban simplemente a
pasarse el balón en zonas libres de peligro. Hubo alguna llegada (especialmente
destacable la mano que Casillas saca para sacar un tiro de Sosa en lo que fue
la mejor jugada del partido) pero todo cae fundamentalmente en la zona de la
anécdota.
No quiero acabar
esta crónica con un sentimiento pesimista. No lo tengo. Igual que hace dos
meses, sigo pensando que es un puto milagro que el Atleti esté donde está.
Compitiendo en la élite, tocando las narices a los que antes ni nos dirigían la
mirada y llamando a puertas que normalmente veíamos por televisión. Nos elimina
el Real Madrid en semifinales y no el Albacete en primera ronda. No perdamos la
perspectiva. No caigamos en la trampa del rodillo mediático y apliquemos a los
de Simeone las reglas que se utilizan para equipos, como el Real Madrid, que
con lo que han costado dos de los jugadores que normalmente están en su
banquillo se puede arreglar el presupuesto anual del Atleti. Seamos honestos a
diferencia de “nuestros” periodistas. Seamos humildes a diferencia de nuestros
rivales. Miremos adelante y por supuesto, nunca dejemos de soñar, porque no
tenemos razones para dejar de hacerlo.
PD. El
lanzamiento del puñetero mechero es lamentable. Cualquier multa o sanción que
le apliquen al autor de esa cobardía me parecerá poca. Cualquier intento de asociación
de ese hecho concreto con la afición del Atlético de Madrid me parecerá torticero
y repugnante.