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Alpe d´Huez

Era un ciclista de éxito consolidado. Había encarado el ascenso del Alpe d’Huez con la exigencia de volver a coronarse campeón del Tour. Estaba bien clasificado. Se daba por hecho que pelearía el título otra vez y todo era optimismo cuando muchos kilómetros atrás se dio la salida. Poco antes de comenzar el serpenteo de la mítica escalada, sus rivales se descuelgan. Él no puede seguirles y no sabe por qué. Les ve alejarse en lontananza. Intenta rectificar pero se queda clavado. Cambia de desarrollo pero es casi peor. Al principio nadie parece asumirlo pero en el siguiente paso cronometrado se observa que la distancia, lejos de acortarse, aumenta. Su cadencia no mejora. Aficionados y especialistas comienzan a debatir en caliente. Con ese equipo es imposible hacer nada. Le han dejado tirado. “Ya lo decía yo”, dice el que nunca dijo nada. Se nota la decadencia. El director se ha equivocado (y hay que matarlo). Él está mayor (y hay que matarlo). La preparación ha sido un desastre (y habrá que matar a alguien). Los avances en la bicicleta han sido un timo. El año que viene no estará y vendrá otro mejor. El año que viene cambiarán de director. El año que viene cambiarán de equipo.

Acabada la carrera el mismo ciclista es el líder del Tour. Prensa y aficionados se agolpan sorprendidos alrededor del ciclista intentando obtener sus primeras impresiones. Una masa de micrófonos se agolpa delante de su rostro congestionado. Desde el cielo cae una pregunta que es la que todos están esperando. ¿Qué hiciste? ¿Qué pasó por tu cabeza cuando estabas tan mal y veías que todo se escapaba? El ciclista contesta. No veía nada. No pensaba en nada. Lo único que tenía en la cabeza era que si dejaba de pedalear me caía. Que si quería estar mañana en la salida, aunque fuese para volver a intentarlo, no podía dejar de pedalear.

En los últimos tiempos hay cuatro preguntas en las que los aficionados y periodistas del Atleti emplean su tiempo y su energía. ¿Quién es el culpable (o a quién hay que matar)? ¿A quién hay que fichar el año que viene para arreglar el desaguisado (o a quién hay que echar/matar)? Qué está pasando? y ¿qué hacemos? En mitad del Alpe D’Huez, con la cara demacrada y los rivales alejándose, las dos primeras preguntas no me interesan en absoluto. Sé que son las que desgraciadamente consumen más energía en prensa y grada pero personalmente no pienso gastar un miserable Cuanto. Lo siento. Tienen muchas otras ventanillas a las que acudir.

Tengo muy claro también lo que hay que hacer. Seguir pedaleando. Ahora mismo es lo único que se puede hacer. Es la única opción viable para mantenerse en pie. Para poder estar el año que viene en la línea de salida. Con el maillot amarillo o perdido en el pelotón.

¿Qué está pasando? No lo sé pero hoy quizá no sea el mejor día para hablar de ello. Partamos en cualquier caso de algo obvio: el equipo no funciona. Son ya demasiados partidos en los que el rival nos gana en intensidad (nuestra mejor arma), en control del partido (nuestra poción secreta) y en juego. No es ya casualidad ni un hecho puntual que se pueda justificar en razones externas. Puede que hayamos alcanzado incluso un punto de inflexión tras el partido en Mendizorroza. El Alavés pasó por encima de un Atleti que nunca encontró el sitio y que nunca se reconoció. Nunca. Ha sido el peor partido de mi equipo que recuerdo en muchos años. El equipo parecía atenazado por una especie de melancolía que lo mojaba todo. Para mal. Los rostros, los gestos, las miradas…, nada transmitía la fuerza de antaño. Es absurdo pensar que no pasa nada. Es ridículo recurrir a la mala suerte, el árbitro, la estética o el eslogan.

Aunque todavía no se ha perdido nada (ojo a eso) el panorama es un Alpe D’Huez por delante que afrontamos en modo pájara. Con un esquema en cuestión, con dificultades para conectar al equipo emocionalmente, sin suerte (es así), sin gol, sin fluidez, sin juego, sin alternativas evidentes, sin Oblak, sin Giménez, sin Augusto, sin Tiago, sin Thomas, puede que sin Correa pero también sin Gameiro (un ánima en el campo), sin Torres (muy lejos de la versión del año pasado), sin Gaitán (irrelevante en ataque, un drama en defensa), sin Carrasco (perdido en no sé qué guerras imaginarias) y con varios futbolistas lejos de su mejor versión.

Pero de nada vale lamentarse porque eso sólo gasta energías. Lo único que ahora mismo se puede hacer es bajar la vista al asfalto, agarrarse al trabajo diario y seguir pedaleando como si no hubiese mañana. No hay otra. Con otro entrenador y con otros jugadores tendría dudas de que alguien pudiera bajar los brazos. Con estos no. Ni ha ocurrido ni ocurrirá. No veo desidia ni apatía. Veo frustración. Impotencia.

Y oye, lo mismo al llegar a la meta tenemos que acordarnos de éste día. De que fue eso, pedalear, lo que nos salvó y lo que nos llevó a la cima. Lo mismo entonces alguien tiene que borrar de la memoria todos sus gritos, sus histerias y sus exabruptos. Lo mismo.


@enniosotanaz

Elegir la combinación

Explicar lo que ocurre en un campo de fútbol es a veces tan fácil como intentar racionalizar el resultado de tirar un dado de seis caras. Es por ejemplo lo que ocurrió en los últimos tres minutos del Atleti-Alavés que abría la temporada 2016-2017 en el Calderón. Siempre existirá algún avezado ilusionista que creerá ser capaz de explicarlo mediante la lógica cartesiana o su infalible sabiduría (a posteriori, claro) pero no es desde luego mi caso. El equipo de Simeone gana y pierde (empatar en casa es perder) en tres minutos de locura que para mí sólo pueden explicarse desde ese concepto abstracto que entendemos como azar. 

Otra cosa es lo que ocurrió en el resto del partido y si me apuran, del verano. 

Hace tiempo que no creo en los encuentros de pretemporada así que lo que pasase en ellos (que no lo sé) personalmente me da igual. Me preocupa bastante más la planificación del equipo o lo que se ha buscado desde el club y la dirección deportiva en ese tiempo. Los expertos (y el propio Simeone) hablan de una plantilla mejor (mucho mejor, he llegado a escuchar) que la del año pasado. Yo francamente no veo diferencias muy significativas. 

Al equipo, además de claridad para mover el balón frente a defensas cerradas, le faltaba el gol y creo que seguimos teniendo las mismas carencias. En ese 4-4-2 que parece inamovible la solución al problema de la fluidez pasa por Koke, Saúl, Carrasco y Gaitán pero los dos primeros tienden cada vez más al medio centro y los otros dos son jugadores que normalmente miran a la portería en vertical. Ninguno es hoy “ese” jugador. Podrían serlo (son cuatro jugadores excelentes) pero hay que decidir construirlo. Hará falta en muchos partidos (pero sabemos que no en todos ni en los más importantes). 

El tema del gol es menos racional y más preocupante. El Atleti ha vivido muchos años gracias a un 9 de referencia que ganaba partidos marcando la diferencia pero ese 9 ya no lo tenemos y no lo vamos a tener. Diego Costa era ese jugador pero el hispano-brasileño decidió clavarnos un puñal por la espalda hace un par de años y el club jamás estuvo a la altura de su escudo para evitar la herida. Aquel traspaso nos destrozó por dentro y todavía hoy seguimos pagando las consecuencias pero toca olvidar. Hubiese sido un gran acierto recuperarlo ahora pero creo honestamente que era imposible. Los clubes de Champions no son tan pusilánimes en estas cosas como lo somos nosotros. 

Gameiro (al que le deseo todo lo mejor) es seguramente un buen jugador pero no es ese jugador. Su debut contra el Alavés ha sido desolador pero sería injusto juzgar su concurso por un único partido y dos semanas de preparación. Cruzando presupuestos y opciones reales su fichaje muy probablemente es el más lógico que estaba al alcance pero para mí dista bastante de ser el deseado. Con todo, el problema del gol no es exclusivo del delantero centro. Hubo años en los que el Atleti hacía gol cada vez que llegaba a puerta pero frente al Alavés (y así llevamos dos años) hubo dos postes, fallos clamorosos cara a puerta, resbalones en el momento más inoportuno y todo un catálogo de infortunios. ¿De verdad es sólo mala suerte? 

Los mentideros que rodeaban el Calderón eran ayer muy optimistas antes de comenzar el encuentro pero a la vez era fácil detectar en el ambiente esos ramalazos de cierto espíritu ansioso, intransigente, quejoso e impaciente (y un poco soberbio también) que parece existir últimamente en parte de la afición rojiblanca. Un sector peligrosamente optimista, de actitud altiva, que brinda con testosterona y que exige un discurso triunfalista y vehemente de la entidad y su entorno. No me gusta un pelo. 

Ayer escuché en la grada como se “exigía” de muy malos modos un cambio de sistema, olvidando que eso no ha ocurrido en cinco años y que los experimentos previos no han salido demasiado bien. Noté como se criticaba enfurecidamente a Simeone por “tirar” la primera parte con la alineación que puso, olvidando que era prácticamente la misma alineación de siempre. La misma que nos ha llevado donde estamos. Vi como se le insultaba por dejar a Gaitán en el banquillo olvidando lo escrupuloso que es el Cholo con las jerarquías y lo bien que esa política ha funcionado hasta ahora. Escuché como se le culpaba de salir al campo a contemporizar el partido olvidando que el Alavés no pasó del medio campo y que el porcentaje de posesión a favor debió ser de esos que utilizan los rapsodas de las ondas para practicar onanismo. Incluso llegué a escuchar la queja amarga de no poner a Correa de mediocentro (juro que lo escuché). En un alarde de sofisticación los hubo incluso que entre esputos confesaban directamente estar “hartos” de Simeone. 

No estoy en absoluto de acuerdo con nada de lo anterior (y mucho menos con las formas) pero no tengo claro que mi opinión sea mayoritaria en estos momentos entre la parroquia rojiblanca. Con la inteligentzia esperando de uñas al argentino, la sobredosis de detritus mediático cayendo todos los días en cascada y la avidez del graderío colchonero por devorar unos medios de información de los que luego no hacen más que quejarse, me da miedo pensar en lo que puede venir. 

Es decir, que el Atleti empieza muy mal la Liga (el resultado es pésimo, lo mires por donde lo mires), existen varias dudas planeando sobre la estructura del equipo y parte de la grada se ha disfrazado de aficionado fast food al fútbol moderno. No es desde luego el inicio soñado pero es lo que hay. 

Pensando con algo de raciocinio no deja de ser sólo eso, un inicio. Todo está todavía por escribir y creo que hay motivos para ser optimistas pero en un mundo de opiniones líquidas y geometrías variables me temo que el raciocinio no es algo que funcione. Tampoco la paciencia. Deberíamos quizá ayudar a perfilar el guión desde la grada plantando los pies en el suelo, delimitando claramente dónde está el enemigo, ampliando el foco, haciendo piña y siendo generosos en la fe pero quién soy yo para recomendar nada. Como decía Kant la impaciencia es la debilidad del fuerte y la paciencia la fortaleza del débil. Es cuestión de elegir la combinación. 

@enniosotanaz

(Foto extraída de El Confidencial)