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Propia medicina

Villarreal 1 - At. Madrid 1

El Atlético de Madrid ha conseguido hoy un punto que no mereció en un mal partido, probablemente el peor de lo que va de liga, frente al mejor rival con el que se ha enfrentado desde que empezó a rodar el balón allá por el verano. Esa es al menos mi humilde opinión. Ahora podemos ponernos a buscar fisuras, descosidos, problemas y errores en nuestro equipo. Los hay, sin duda, pero creo que todo lo que podamos decir tendrá bastante que ver con el rival. Y es que a veces olvidamos que no estamos solos en esto. Se nos va de la cabeza el equipo que somos, de dónde venimos y también cómo hemos llegado hasta aquí. Construyendo un equipo de la nada y a base de trabajo, inteligencia y hacer las cosas bien hechas. El Villarreal ha empatado hoy un partido que mereció ganar haciendo precisamente eso. Superando las dificultades con ingenio, fútbol y entrega generosa. Haciendo un gran partido y jugando muy bien al fútbol. Eso que tantas veces nos ha servido a nosotros. Hemos tenido que beber de nuestra propia medicina y quizá eso sea algo a lo que no estemos acostumbrados pero que nos puede venir bien.

Pero el partido tiene más lecturas. Comenzó de forma inmejorable para los de Simeone. Un gran desborde por la banda de Juanfran (de los mejores del equipo colchonero) consigue colocar un buen balón en el centro del área que Koke intenta rematar y Mario mete en propia puerta. Todo se ponía de cara para los rojiblancos pero en los minutos siguientes ocurrieron varias cosas que fueron claves para el partido. En primer lugar la ambición del Villarreal. Un equipo por el que siempre he tenido simpatía. Por su forma de construirse como club, por su forma de plantear el fútbol y por su desempeño dentro del campo. A pesar de una afición que quizá este demasiado empapada con ese desagradable síndrome del “nuevo rico” que no le sienta nada bien, el Submario Amarillo es un ejemplo en muchos aspectos. A base de balón, coraje y fútbol, aupados sobre todo en ese mediocentro excelente que se llama Bruno, los jugadores de Marcelino se fueron a por el partido y se lo quedaron. Enfrente el Atleti aparentaba mostrar su habitual cara en estas ocasiones pero  era un espejismo. La tradicional presión brutal de los madrileños no era tal. En parte por el buen manejo de balón y la intensidad local, en parte por la falta de intensidad y desequilibrio visitante. El Atleti empezó entonces a mostrar ciertas inseguridades atrás, con un Insúa nulo en ataque y flojo en defensa y un Alderweireld aparentando solvencia pero mostrando dudas. Tiago, mucho mejor cuando el equipo domina los partidos que cuando tiene que defender, se veía desbordado y Gabi tampoco daba a basto. Koke trataba de echar un cable en defensa pero se le veía especialmente espeso. Como perdido. Eso le penalizaba la fase creativa y aparecía muy lejos del balón, lo que acrecentaba el problema. Al Atleti no le duraba nada el balón en los pies. Con Koke perdido, Raúl García volvió a recordar al eterno Raúl García. Ese jugador incapaz de sacudirse la presión y dar un pase en condiciones en el momento adecuado. Arriba Diego Costa, perdido en el juego, volvió a mostrar su cara más desagradable. Villa, otra vez, ni está ni se le espera. No entiendo ese empeño de Simeone en seguir jugando con dos puntas en los partidos de fuera, sobre todo con un Villa en ese estado. No aporta nada en ataque y con él perdido arriba el centro del campo se resiente. La primera parte fue todo un acoso del equipo castellonés frente a un Atleti absolutamente carente de fútbol, de juego y de creatividad. Justo lo que era necesario para quitarse la buena presión y el empuje del rival. Aún así el 0-2 podría haber llegado perfectamente antes del descanso si el árbitro ve un claro penalti a Villa cuando estaba a punto de rematar de cabeza otro pase excelente de Juanfrán. 

Uno, que está mal acostumbrado a la magia del Cholo Simeone, estaba convencido de que el descanso sentaría bien al equipo madrileño y que la segunda parte presentaría una cara muy diferente. Nada más lejos de la realidad. El partido siguió exactamente por los mismos derroteros o incluso peores. El Villarreal asentado en su empeño por llevarse el partido y el Atleti hundido en esa versión tristemente especulativa y carente de recursos. Cualquiera podía ver que el gol del equipo de Marcelino estaba a punto de caer pero el Atleti aguantó, achicando agua y generando poquísimo fútbol, bastante más de lo esperado. Por un momento llegó a pasar por las mentes colchoneras el espejismo de que se podían acumular tres puntos más, pero por una vez hubo justicia en el fútbol y el Villarreal empató en la enésima llegada que tuvo. Perbet entró al área tapado muy mal por Tiago, Alderweireld que se lo come (acrecentando esa leyenda que dice que defender en Holanda no es defender en España) y el pase de la muerte que dio a Uche es metido en propia puerta por Juanfrán.

La salida al campo de Arda puso un poco más de claridad al juego colchonero y a mí me surgió la duda de por qué el turco no había salido antes. Un gran pase suyo a un Villa que se quedaba sólo es desbaratado por un Insúa, que la primera vez que se suma al ataque es para molestar. Pero la realidad es que el Villarreal seguía llegando y queriendo ganar mientras que el Atleti había despertado demasiado tarde. El partido terminó en empate y creo que los colchoneros podemos darnos con un canto en los dientes.


Simeone, ante una pregunta impertinente de uno de esos periodistas que equivoca su lugar en este negocio, dijo que al equipo no le había faltado ambición hoy, sino que lo que le había faltado había sido creatividad y calidad para contrarrestar el juego del Villarreal. No puedo estar más de acuerdo. Me temo que una vez más el discurso de los huevos y la testiculina no funciona en este caso. Lo que hoy ha faltado es fútbol. Pero prefiero terminar repitiendo lo que acabo de colgar en Twitter: seguimos segundo en la liga. Crítica constructiva, sí. Cenizos catastrofistas, no.