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Conclusiones tras el Madrigal

Ganadores. Los más jóvenes del lugar, o los que se han destrozado el cerebro a base de periodismo deportivo caducado, no lo recordarán pero hubo un tiempo en el que el objetivo del Atleti no era quedar tercero en la liga o ganar la Champions sino “hacer un buen papel”. ¿Lo recuerdan? Lo decían jugadores, entrenador y presidente. El Atleti parecía ser un pobre verso libre cuyo desempeño en el césped no se correspondía (ni por lo visto tenía por que corresponderse) con lo que apuntaba su presupuesto y su historia. Una parte de la afición colchonera (con el apoyo cómplice de los medios de comunicación, claro) llegó a celebrar una cuarta posición, conseguida in extremis tras una temporada de asco, como un verdadero título. ¿Recuerdan? Otra parte de esa misma afición llegó incluso a ilusionarse con la segunda llegada del ínclito Gregorio Manzano, agarrándose con ardor a esa campaña de los medios (siempre en su sitio) que vendía la experiencia anterior como "fantástica" dado que sólo el gol average de la última jornada nos había dejado fuera de Europa. ¿Recuerdan? La fragilidad cerebral del aficionado al fútbol nunca ha sido prodigiosa pero parece menguar según pasan los años. Gracias a Dios todo esto ha cambiado. Para bien. El Atleti que saltó ayer al Madrigal, independientemente de su forma física, estado anímico, capacidad de juego, carencia de gol, desequilibrios tácticos, falta de verticalidad y lo que ustedes quieran, lo hizo para ganar. Sin peros. Ni buena imagen, ni un puntito, ni historias. A ganar. Como sea. Eso, señoras y señores, es lo más importante. Al menos lo es para mí, que tuve que sufrir con dolor y diarrea, esas épocas “gloriosas” en las que “todo el mundo” aceptaba que mi equipo fuese una simpática comparsa. Los mismos periodistas que nos animaban entonces a celebrar una cuarta plaza son los que ahora nos exigen ganar la liga y la Champions, catalogando de sonoro fracaso no hacerlo. Ustedes verán lo que hacen y lo que quieren pensar pero basta poner los datos sobre la mesa y abrir un poco el objetivo para darse cuenta de lo obvio. 

Cansancio. Noto al equipo cansado. Pero más por una cuestión anímica que por algo físico que, sinceramente, no veo. Es como ese tipo educado que está en una fiesta que ya no le interesa para nada pero que, estando muerto de sueño y con unas ganas terribles de irse a su casa, es capaz todavía de mantener dignamente una conversación coherente. La temporada ha sido larga (tres competiciones peleando hasta el final) y dura (8 partidos contra el Madrid, 4 contra el Barça, Supercopa, Copa, Champions,…). Jugadores y cuerpo técnico han tenido que soportar también una inusitada y desproporcionada presión adicional, externa e interna, que en algún momento deberíamos analizar para intentar no autodestruirnos. Encima, tampoco han tenido demasiada suerte en momentos puntuales. Todo eso se tiene que notar y es normal que aparezca ahora que los objetivos golosos se han disipado. Todo cuesta más. Frente al Villarreal el equipo hizo un gran esfuerzo por mantener la concentración, la pasión y su característica intensidad pero la gasolina se está agotando. Los partidos que vienen van a ser terribles en este sentido y probablemente el efecto será cada vez más evidente. Me asusta pero confío en el equipo. 

Portería y Delantera. Durante muchas fases de la temporada había llegado a estar convencido de que la gran diferencia de este equipo con el del año pasado estaba en la portería. Creo que me equivocaba. Una inoportuna lesión a principio de temporada y una mala tarde en El Pireo condicionaron el futuro de la meta colchonera, pero a estas alturas de película da la sensación de que la portería está en buenas manos. Los últimos partidos de Oblak han creado suficiente certeza como para pensar que será (es) un portero más que solvente y que tenemos motivos para soñar con que se ha solucionado un problema que parecía irresoluble. El despunte de Oblak da todavía más valor a la temporada de un Moyá cuya titularidad es más valiosa sabiendo a quién tenía detrás. Al final, el verdadero problema estaba arriba. El Atleti 2014/2015 no tiene pegada, es obvio, y fundamentalmente no la tiene porque tampoco tiene delantero centro. Nuestro máximo goleador es un segundo punta francés en estado de gracia porque no tenemos un 9 a la altura de las exigencias. Quedan 4 partidos así que yo creo que ya lo podemos decir. Mandzukic no ha estado a la altura en ningún momento (llegó sólo a estar a punto) e intuyo que ya no lo va a estar. No sé si es una cuestión de calidad personal, de tipo de juego, de estado de forma o de adaptación al sistema pero en el fondo me da igual. No funciona. Es lo que hay. Que Raúl Jiménez formase parte de esta plantilla debería entrar en la categoría de milagro o de Expediente X. No merece mayor desarrollo. Y luego está Torres, un jugador al que es muy difícil juzgar sin la enorme carga emocional que tiene para la mayoría de colchoneros. Para mí sigue sin estar bien (está mal de hecho). Es cierto que no se le puede poner un pero a su compromiso y entrega pero creo que tampoco se le puede poner a Mandzukic o a Raúl Jiménez. Dicho esto, creo que ahora mismo debe ser el titular. Es cierto que le falta desborde y que ha fallado muchos goles pero también ha demostrado que puede meterlos (el de ayer es prodigioso y además se lo fabrica él solo). Como mínimo ha generado ocasiones de gol, cosa que no se puede decir de un croata que no remata a puerta desde que el futuro Balón de Oro, Chicharito, jugaba en el Guadalajara. 

Juego. El juego del Atleti es malo. Poco brillante y carente de ideas. No creo que sea una cuestión de colocar la defensa más arriba o más abajo sino de falta de grasa. De ausencia de frescura y seguramente de escasez de talento. El lateral izquierdo es un problema, por mucho que la actuación de Gámez sea más que digna y de un mérito tremendo. Es una limitación a la hora de atacar al rival en un equipo ya de por si limitado. La lentitud de ideas en los mediocentos es un problema generacional del que ya hemos hablado pero es que además (sobre todo) Arda y Koke están muy lejos de su mejor versión. Sin ellos, el Atleti pasa a ser un equipo demasiado parecido a sus rivales y todo cuesta el doble. Aun así me gustaría destacar que el Atleti jugó contra el Villarreal en campo contrario y tuvo el balón tanto como su rival (en la primera parte bastante más, incluso). Eso no significa nada (lo sabemos bien), pero lo digo por todos esos “analistas” que solo ven al equipo cuando juega contra el Real Madrid o el Barça y asumen que esa es la forma habitual de jugar. No, queridos. Levanten la vista del ombligo y descubrirán ahí fuera un mundo nuevo y fascinante. 

Quedan 4 partidos. 4 finales. Dejemos a los jugadores jugarlas en paz y juguémoslas nosotros fuera como ellos. Con orgullo, con dignidad, partido a partido y olvidándonos de los cantos de sirena del ejército de la caspa que intentará acelerar la realidad y tratará de poner los focos (y el veneno) en su propia miseria y en ese partido de la penúltima jornada que pretenden jugar sin tener que hacerlo. No seamos tan mediocres de caer en el engaño.

Fútbol control

Es complicado normalmente aburrirse en el estadio Vicente Calderón pero a veces ocurre. Ayer ocurrió. Siguiendo esa estela moderna de llevar cualquier debate al enfrentamiento personal y de construir una barrera infranqueable (o conmigo o contra mí) en mitad de cualquier desacuerdo, habrá quién con malos humos y atinado criterio se me tirará a la yugular para sofocar mi atrevimiento y alertarme (como si acabase de llegar y no lo supiera) de que en breve vienen retos mayores, que no hay que gastar energía, que es absurdo forzar, que es lo que hay que hacer, etc. No seré yo, desde luego, el que se ponga a saltar la barrera discutiendo con artes de chiringuito unos argumentos de mucha profundidad, mucha lógica y mucha trascendencia pero, qué quieren que les diga, yo me aburrí y mucho. 

Tras los debates sobre cuál es el objetivo del equipo que el entrenador tiene que decir en las ruedas de prensa, las lesiones, los expedientes X en el lateral izquierdo, los pinchazos deportivos, la búsqueda infructuosa de un delantero centro, el cinematográfico pase a cuartos de la Champions y el “cortarrollos” que ha supuesto el enésimo y perezoso enfrentamiento con el equipo de toda la humanidad “libre”, el Atleti parece haber entrado en un periodo estable y de aburrida tranquilidad. Como corredores de fondo estirando detrás de la línea de salida o toreros acomodándose la ternilla antes de pisar el albero, los de Simeone parecen haber entrado en una rentable dinámica de dejar pasar el tiempo con faenas de aliño, que por el camino dejan buenos resultados y poco desgaste. Los enfrentamientos contra Getafe, Córdoba o Real Sociedad han sido todos muy parecidos en su desarrollo: salida en tromba, colchón de dos goles muy pronto y toneladas de fútbol control después. Pero de fútbol control made in Atleti de Simeone, que son palabras mayores. 

Poco más que añadir. 9 puntos a favor y cero goles en contra son tangibles más que suficientes como para no tener ganas (ni argumentos) de poner en duda si la elección ha sido la buena o no. El Atleti vuelve a la senda de los éxitos, recupera el rigor defensivo, la contundencia táctica, la precisión a la hora de definir y el respeto, público o privado, de sus rivales. Esto último lo digo porque, aunque en el campo es evidente, parece que los rivales compatriotas (y de los analistas mejor no hablar) son algo reticentes a declarar en público su admiración o respeto por el trabajo de Simeone y sus jugadores. De denunciar, aunque sea tibiamente, la injustica que se está cometiendo con ellos a la hora de escribir la historia. Hace un par de días Moyes, entrenador del equipo txuri urdin, decía que muchos jugadores del Atleti estaban infravalorados. Obvio. Pero claro, Moyes es escocés. 

De fútbol tampoco se puede hablar mucho. A los quince minutos la defensa de la Real Sociedad ya se había metido un gol en propia puerta y Griezmann, todo un talento en plena metamorfosis hacía algo que puede ser espectacular, había cerrado el partido con el segundo. A partir de ahí los rojiblancos pusieron la coraza en el campo, los vascos eran incapaces de tan siquiera provocar un rasguño (en este paréntesis dejo que el lector elija el chiste que prefiera pero siempre con Granero como protagonista) y los aficionados nos aburríamos a lo grande en las cochambrosas sillas de la grada. En mi caso con riesgo muy alto de romperme la mandíbula entre bostezo y bostezo. Con ese escenario es muy difícil reparar en esos problemas que tenemos en el lateral izquierdo (Gámez merece jugar, pero es una limitación grande tener un diestro en el lateral izquierdo dentro de un equipo en el que los laterales son parte fundamental del ataque) o en la delantera (donde tres nueves de los llamados clásicos no terminan entre todos de sumar uno), pero están ahí. Ansaldi es una metáfora. Siqueira un manojo de nervios. Mandzukic con sus problemas de esguince (que a mí me suenan a problemas de confianza) no termina de estar. Torres sin estar en forma (no sé si porque todavía no la ha cogido o porque ya la ha dejado para siempre) parece más un recambio que un jugador titular y Raúl Jiménez… pues eso, Raúl Jiménez. 

Pero llegan curvas, amigos. Me temo que los tiempos de bostezos, aburrimiento, bocadillos reposados en el descanso y alborozadas sesiones de sing-along cantando pegadizos estribillos de Los Chunguitos (obi, oblak,…) están a punto de pasar a mejor vida. En las próximas dos semanas se decide lo que va ser el Atleti 2014-2015. Si seremos toro o torero. Si musa o escritor. Si vamos a poder soñar o si tenemos que caminar hasta que se termine formalmente la temporada con botas katiuskas sobre una solar infestado de charcos. Pero lo que esta claro es que esto del fútbol control pasará a mejor vida y que entonces lo recordaremos (el que lo recuerde) como una cosa del pasado. ¿Y saben qué? Me gusta. No me da miedo. Estoy deseando que llegue.

@enniosotanaz

Un señor francés

A veces, gracias probablemente a los agentes que especulan con la información o a esa corriente contemporánea que reduce la vida a un sencillo catálogo con dos únicas opciones (supuestamente antagónicas y que en el fondo son la misma), olvidamos que el fútbol es un deporte que se juega en una superficie real. Que, en contra de lo que pueda parecer, no ocurre en un servidor virtual en la nube al que accedemos mediante tarjeta de crédito, a través de una pantalla de plasma y mientras abrazamos una cerveza industrial en el salón de casa. Ayer, después de haberse clasificado por segundo año consecutivo para disputar los cuartos de final de la Champions league, el entrenador del Atlético de Madrid decía que ellos no entrenaban una tanda de penaltis sencillamente porque es absurdo. Porque no es lo mismo disparar a puerta rodeado de un montón de sillas vacías (o de árboles, que fue exactamente la metáfora que utilizó) que hacerlo ante la atenta mirada de 55000 seres humanos que chillan y que te hacen ser consciente de que es en tus pies (en tu cabeza, realmente) donde está la posibilidad de llevarles a la felicidad o a la miseria. Lo ves. Lo sientes. Y duele. Es una sensación tan evidente que al que está allí le resulta fácil entender que se te puedan encoger los isquiotibiales y acelerar el flujo sanguíneo. 

El Atleti ganó ayer al Bayer Leverkusen en un partido feo, áspero que supongo debió ser un suplicio para el espectador medio, neutral, adoctrinado y aséptico, que lo vio desde casa haciendo zapping. Yo les aseguro que lo viví desde la grada con el corazón en el paladar y que lo disfruté como pocas cosas en la vida me hacen disfrutar. 120 minutos que se me pasaron como una exhalación y que acabaron con un golpe de alegría que me alimentará bastante más que las tres comidas reglamentarias de cualquier otro día. Eran casi las doce de la noche de un vulgar martes de un vulgar marzo y yo, a mi edad, estaba allí, saltando y gritando, con una sonrisa que desfiguraba mi cara, mientras me abrazaba espontáneamente a un señor francés, que no conocía de nada, pero que estaba sentado a mi lado. Ayer, cuando salí del Calderón, lo primero que pensé fue en toda esa pobre gente que es incapaz de disfrutar de esa manera del fútbol (y seguramente de nada). Sentí mucha lástima por ellos. Hay muy pocas cosas en la vida que le permitan a un tipo adulto, solvente y sensato, poder sonreír, gritar, cantar y abrazarse a un desconocido señor francés a las 12 de la noche de un martes de un día cualquiera. 

En partidos como este, sinceramente, creo que el análisis táctico y deportivo queda en un segundo plano. Simeone sorprendió a propios y extraños con la incursión de Cani en la alineación titular. Algo que salió radicalmente mal pero que podía haber salido bien. La idea era tener más calidad. Más fútbol. Mayor posibilidad de un pase entre líneas cuando la intención es la de jugar mucho tiempo en campo rival (defensa adelantada, presión muy arriba,…). La realidad es que el Leverkusen (que sospechosamente se parece mucho al Atleti) no dejó a los de Simeone desarrollar el plan. Arriesgó poco, presionó la salida de balón y apoyado en la connivencia del árbitro, fue capaz de frenar, por las buenas o por las malas, cualquier intento de dar dos pases seguidos. Con esas premisas el partido fue una partida de ajedrez en la que nadie quería perder una sola posición y en la que el miedo a un gol, sobre todo por parte de los colchoneros, hizo que todo lo demás estuviese atenazado. Eso y la racha de las últimas semanas, no nos engañemos. Arda no tuvo su día, Cani fue una anécdota, Griezmann no fue capaz de sacar la cabeza entre un bosque de piernas alemanas y Mandzukic, pasado de revoluciones y metidísimo en el partido, se peleaba con todos, demostrando una vez más lo injusto que es hoy meterse con su profesionalidad. Afortunadamente Koke seguía siendo Koke en el mediocentro y el eje de atrás Mario, Gimenez y Miranda, estaba fuerte y concentrado. Mario hizo un gran partido y Gimenez volvió a demostrar que es ya una realidad. 

El Atleti hizo el 1-0 en una de esas jugadas típicas de acoso, con segunda llegada y tiró desde la frontal. Podía haberlo hecho en cualquier de los miles de saques esquina que se habían derrochado pero hubiese sido más difícil a través de un juego que no conseguía aflorar. Aún así, creo que el gol hacía justicia. El equipo colchonero era el que más había expuesto y el que más había intentado jugar. También lo sería a partir de ese momento y hasta el final de los 120 minutos. Supongo que a nadie le hubiese extrañado que la eliminatoria se hubiese ganado antes, en una llegada de Mandzukic que, de forma incomprensible, se durmió a la hora de rematar o en algún latigazo de Raúl García en la segunda parte. Pero no ocurrió y tuvimos que recurrir a la épica injusta de los penaltis. Una épica que culminaba el guión de película independiente europea que había sido la lesión primero de Moyá (que hizo entrar a Oblak) y de Mandzukic después (que aceleró probablemente la presencia de Torres). Lo primero sirvió para dar la oportunidad de aparecer al portero esloveno y tener un papel protagonista (paró el primer penalti después de que Raúl García hubiese errado el suyo). Ojalá sea el principio de algo grande para el cancerbero. La segunda lesión sirvió para demostrar (otra vez) la entrega, coraje y corazón de un jugador que yo siempre querré tener en mi equipo: Mandzukic

La prorroga había dejado claro que el Leverkusen estaba físicamente muerto, pero los alemanes aguantaron con oficio y decidieron encomendarse a su portero, que por cierto es muy bueno. Pero allí estaba el nuevo Atleti. El de Simeone. El que se ríe de aquel mal sueño de “el pupas”. El que no admite la derrota en su abanico de posibilidades. El que siempre mira de cara y siempre sabe que puede ganar. El que gana. El que ganó. Teniendo la cabeza más fría y metiendo más penaltis que su rival. Y el Vicente Calderón estalló en un rugido ensordecedor que se escuchó en todos los rincones de los barrios limítrofes y que hizo vibrar las vísceras de los miles de colchoneros que, con el alma, también estaban allí sin estarlo. Y yo salté y grité y me abracé llorando a un señor francés que estaba a mi lado. 

El Atlético de Madrid vuelve a estar entre los ocho mejores de Europa. El resto me da igual. Especialmente los análisis fríos y calculados de los que ven el mundo a través de un profiláctico.

@enniosotanaz

Cortex, monstruos y hormiguitas.

Mientras los vendedores profesionales de humo tratan de meternos subrepticiamente en el cortex el mensaje tramposo de estar disfrutando de lo que, sin un átomo de rubor, denominan “la mejor liga del mundo”, la realidad es mucho más contundente. La liga española es una competición injusta, desleal, generalmente aburrida, cutre, mal organizada y peor vendida. Un engendro económico construido en torno a dos macromonstruos de los que todos los demás pretenden vivir. Un desierto feo y áspero en el que las dos galaxias se disputan una hegemonía que se dirime por detalles, un puñado de históricos tratan de sobrevivir agarrándose a Europa (siempre Europa) y el resto, la mayoría, penan por no caer bajo el influjo de la segunda división. La concepción de la liga es tan perversa que la distancia entre los tres bloques es cada vez más grande, lo que provoca a su vez que todo sea cada vez más aburrido y previsible. Una simple derrota insospechada se convierte en un acontecimiento interplanetario, inconcebible. Algo que no se puede consentir. Desde el Atlético de Madrid nos quejamos muchas veces, seguramente de forma justa, de la actitud de los equipos que enfrentándose a Real Madrid o Barcelona dan por perdido el partido antes de disputarlo. Me temo que haríamos bien en observar que en el Vicente Calderón está empezando a ocurrir lo mismo. 

El Atleti ha derrotado al Almería en un partido sin historia, fundamentalmente aburrido y que se resolvió en unos pocos minutos de buen juego y negligencia arbitral. El once del cholo salió en tromba y ya en el primer minuto pudo haber sentenciado el partido. La superioridad era tan abismal que juego, jugadores y grada se enfriaron en una suerte de ejercicio de inercia, tan nefasto para la concentración de los jugadores como para las ganas de disfrute del espectador y, muchas veces, del resultado final. Pero ahí estaba Mateu Lahoz para inventarse un penalti que ni vi en el campo ni he visto después en la tele. Mandzukic abría el marcador mientras el equipo de JIM desaparecía de la riña para dejarse llevar. Bastaron unos minutos de genio de Griezmann y la ayuda de un voluntarioso y colaborador Mandzukic para resolver rápidamente el partido con dos goles más del francés. Diez minutos antes del ir al descanso ya estábamos todos bostezando. La segunda parte fue un tramite doloroso para el equipo andaluz que trató de desperezarse un poco, pero que ni así fue capaz de despeinar a un aletargado conjunto colchonero que se movía por el césped en modo stand-by.


El Atleti sigue su paso firme en la liga mientras espera enfrentare en pocos días al Bayer en Leverkusen, dentro de esa magnífica competición llamada Champions en la que todos tenemos puestas tantas esperanzas. Desgraciadamente el aparato mediático, ese que colorea la caspa de “La mejor liga del mundo”, prefiere enfocar su talento para la actualidad lejos del aspecto deportivo, centrándose en interpretaciones torticeras y malignas de la derrota en Vigo, las obligaciones "históricas" del conjunto colchonero o la llegada del representante de Simeone a las oficinas del Manzanares para hablar de renovación. Nada nuevo bajo el sol. La maquina de hacer dinero tiene una sola forma, al parecer, de funcionar y los elementos extraños sobran. Molestan. Se trata de poner en práctica esa asignatura apócrifa tan útil hoy en día para los notarios de la realidad: Desestabilización. Lejos de acercarse a los parámetros de lo que una vez se llamó periodismo, la labor de estas hormiguitas del régimen parece consistir en limpiar los espacios de seguridad que separan a los dos grandes monstruos del resto. Incluidos los que tienen la desfachatez de ganarles la liga. El Atleti no puede acercarse tanto si quiere seguir vivo. Fuera. Circulen. No creo a estás alturas que podamos cambiar con educación una tendencia tan subvencionada y poderosa pero haríamos muy mal en colaborar con ella. No me cuenten lo que ocurre en Matrix. No me interesa.

Deslumbrados

Elche 0 - At. Madrid 2

Es muy difícil enfocar la vista con un torrente de luz apuntando a los ojos. En esas circunstancia lo normal suele ser permanecer deslumbrado intentando no peder el norte, e incluso tener que soportar episodios de ceguera temporales. Los aficionados al Atlético de Madrid estamos acostumbrados a vivir en condiciones muy semejantes. El intenso e infinito haz de luz, supuestamente blanca, que como un torrente insaciable brota de la galaxia profiláctica con la que los medios de comunicación han conquistado el mundo, hace muy difícil poder ajustar la visión sobre cualquier cosa medianamente interesante y al margen de su selección de delicatessen. Pero es que además, insaciables en su cruzada por aniquilar cualquier atisbo de inteligencia entre la información deportiva, al sistema no le basta con ocupar todos y cada uno de los poros de la información sino que tiene como misión proritaria exterminar cualquier traza de disidencia que pueda existir en el único mundo posible. El de “todos”. Pero cierren los ojos por un momento y reflexionen. Intenten abstraerse de esa sensación de que las cosas no marchan en el Atleti, de que hay que resignarse a lo que tenemos y de que “ya nada es como antes”. Concéntrense en los hechos y en los datos. Después de 14 jornadas el Atleti está a 4 puntos del “mejor equipo de todos los tiempos y todos los universos pretéritos y futuros” al que además ya ha ganado en su campo. Es supercampeón de España (ganando precisamente al equipo de “todos”) y está matemáticamente clasificado para octavos de la Champions League. La última vez que perdió un partido en casa teníamos otro rey en este país. Cada vez que hay partidos internacionales Simeone tiene que entrenar con el filial. Mandzukic lleva más goles con el Atleti que Diego Costa con el Chelsea y si miras al banquillo colchonero ayer puedes ver a: Griezmann, Cerci, Miranda, Oblak, Ansaldi o al Cebolla Rodríguez, todos ellos internacionales por su país. ¿Dónde está el problema? pregunto. Es evidente que únicamente está en nuestras cabezas. En la falsa sensación de angustia provocada por el efecto deslumbrante y mentiroso del foco.

El Atleti ganó en Alicante con una solvencia y superioridad impropia de otros tiempos. De casi todos los tiempos, seamos honestos. Después de muchas décadas viendo fútbol habría que ser muy imbécil para reconocer que la temporada 2013/2014 fue excepcional en casi todos los sentidos. Está bien que nos hayamos acostumbrado a que empatar fuera de casa sea un fracaso pero seríamos muy estúpidos si olvidásemos que eso no siempre fue así. El Atleti saltó al Martínez Valero a ganar el partido que es lo que tiene que hacer en todos los campos y lo hizo, claro está, con el traje diseñado por su entrenador. Un traje que a mí no me gusta (se me abren las carnes viendo a Griezmann en el banquillo) pero un traje con el que ganamos. Y no hay más. En evidente que a Simeone no le convence el aporte táctico y defensivo del francés y es evidente que no lo considera titular en partidos que intuye exigentes a ese respecto. No lo entiendo pero él ha ganado la liga y yo no. Simplemente por eso mis opiniones (lícitas, ojo) tienen que venir pulidas por el mayor de los respetos hacia la figura que nos ha devuelto a la elite.

El juego comenzó tosco e impreciso. Los alicantinos atrás, compactos y agresivos, y los madrileños presentando una versión algo más depurada de lo mismo. Poco fútbol y mucho físico inundaron los primeros minutos hasta que los madrileños consiguieron hacerse tímidamente con el control del juego. Sin aspavientos ni mordiente pero con un punto más de ambición por llegar a la portería contraria. Corría el minuto 15 cuando llegó el primer córner a favor de los rojiblancos y ya sabemos lo que esto significa. Mientras el mundo del fútbol se sentaba a esperar el enésimo pase de Koke al primer palo que acabase en uno de esos goles que luego no les sirve a los eruditos que dominan las redacciones deportivas de la galaxia, el canterano ejecutó una maniobra imprevista que volvió a poner de manifiesto la capacidad infinita de creación que tiene Simeone para el juego parado. Sacó en corto para que tras unos milisegundos de tocar el balón en paredes cortas, Siqueira pusiese un balón a Arda y éste (en posible fuera de juego) metiese la pelota en el área, dónde estaba Giménez con algo de espacio. El joven central uruguayo se desató con un control orientado y un remate a puerta dignos de ariete de elite. Golazo del charrúa que puso la guinda a un partido soberbio. Imbatible en el corte, contundente por alto, interesante con la salida de balón y con muy buenas sensaciones en el césped. Habemus central de categoría. Con minutos y confianza podemos estar delante de un jugador muy importante.

El 0-1 asentaba el modo de juego del Atleti que ahora, sin necesidad de arriesgar, se encontraba más cómodo tocando la pelota. El Elche entendió que su única posibilidad frente al vigente campeó de liga pasaba por no recibir goles pero cuando un cuarto de hora después de comenzar el partido vio que aquello no era posible, tomo conciencia de que tampoco tenía plan B. Y así pasaron los minutos, sin pena ni gloria, con la sensación de que los levantinos no pensaban salir de su campo y que los madrileños podrían haber sentenciado el partido con un poco más de ambición.

La segunda parte siguió por los mismo derroteros. El Atleti se gustaba, con un Tiago mandón y equilibrando el equipo y el resto de la plantilla reencontrándose con ellos mismos. Mandzukic jugando para el equipo en lo que probablemente haya sido su mejor partido de rojiblanco, Siquiera demostrando que si olvidamos sus episodios Fringe cuando actúa en defensa es un jugador muy interesante, Gabi recuperando poco a poco su estado de forma y Arda Turan siendo Arda Turan. El puto amo. El 0-2 llegaría apenas diez minutos después de la reanudación tras un excelente pase de Gabi al hueco que Mandzukic parece primero no controlar bien pero que después remata como el delantero de clase mundial que es (aunque creo que Tyton, portero del Elche, no está muy afortunado tampoco). No va más. El resto del partido fue un calvario para los de Escribá y una sesión de SPA para los colchoneros.


El martes nos jugamos la primera plaza del grupo en Turín y el domingo refrendar el buen momento en liga frente al Villarreal. La realidad avanza a tal velocidad que es prácticamente imposible recrearse en los buenos momentos pero una cosa es no poder prolongar la fiesta y otra olvidarse de los buenos tiempos. Cometeríamos un error tremendo haciéndolo. Por mucho que la estupidez humana, como la galaxia “blanca”, sea infinita. 

Toro o torero

Real Sociedad 2 - At. Madrid 1

No suelo parafrasear a Jorge Valdano, Dios me libre, pero viendo el partido del Atleti en Anoeta me ha venido a la cabeza una frase que le escuché hace tiempo (y que probablemente vendría a su vez de otro sitio): el equipo no sabe si ser toro o torero. Viendo a los de Simeone perderse en San Sebastián en batallas de ardor guerrero, frío ajustes tácticos o balonazos hacia el eter, sabiendo además que esporádicamente son capaces de demostrar a propios y extraños que también saben sacar el balón combinado y con criterio para llegar al área contraria, me hace pensar que este nuevo Atleti se está equivocando de camino. Y no me confundan con esos rapsodas de la demagogia que abogan por el fantasioso juego de Play Station y que confunden el fútbol con un concurso de malabarismo. No es eso, pero al fútbol se juega con una pelota y eso es algo que últimamente el equipo parece olvidar de forma voluntaria. ¿Por qué? Sinceramente creo que el Atleti necesita adaptarse al momento, olvidarse del pasado, tirar de personalidad y  utiliar todos los recursos que tiene al alcance para llegar a su máxima expresión.

Podemos seguir llorando toda la vida la marcha de Costa, Courtois o Filipe Luis pero no servirá de nada. Podemos analizar la desgracia (y el por qué) de tener que vender a los mejores jugadores año tras año pero haciendo eso la realidad nos pasará mientras tanto por encima. Ya no están y no van a estar. El año pasado Diego Costa condicionaba la forma de jugar. El año pasado poner al equipo a 10 metros del área no era un problema pero ya no podemos contar con ninguna de las dos cosas. El hispanobrasileño era capaz de bajar melones del cielo, parar el balón, combinar y sobre todo encarar la puerta contraria con muchos metros por delante. Hoy no tenemos a nadie que pueda hacer eso y no lo vamos a tener. Entre otras cosas porque Costa es el mejor del mundo haciendo eso y el resto serán todos peores. El equipo sigue insistiendo en ello pero lo único que obtenemos es frustración. Durante quince años hemos tenido delanteros que ganaban partidos. Jugadores independientes que se buscaban la vida. Mandzukic no lo es. Es un rematador dependiente de sus compañeros y con poco más que ofrecer. ¿Es malo? No lo creo. Es seguramente mejor que las otras opciones que se barajaban en verano. El problema, el gran problema, es que es inferior a todos los que hemos tenido.

El Atlético de Madrid de Simeone ha demostrado al mundo que a base de fuerza, intensidad y rigor táctico se pueden reducir las distancias con equipos muy superiores técnicamente. Así hemos ganado copas y ligas que recordaremos toda la vida pero también ha servido para que el resto de equipos lo tomen como referencia. Ahora ocurre al contrario. Todos y cada uno de los equipos a los que nos hemos enfrentado desde que ha empezado la liga (excepto el Madrid) ha intentado jugarnos con esa idea en la cabeza y la Real Sociedad no iba a ser menos. Es algo lógico y eso hace que, paradojas de la vida, la distancia entre los equipos se reduzca. Por eso creo que el Atleti se equivoca enrocándose únicamente en esa tesitura de la testosterona sin acumular nuevos registros a su fútbol. Especialmente cuando tiene recursos para hacerlo. Especialmente cuando luego te ganan por fútbol equipos que en esa faceta no son superiores. 

El partido comenzó como comienzan todos los partidos del Atleti últimamente. Choques, faltas, piques, velocidad y poco fútbol. Los rivales, aupados por medios de comunicación mezquinos y árbitros mediocres, siguen confundiendo intensidad con violencia. En ese pastiche salió mejor parado el equipo vasco, con un Vela demostrando lo gran jugador que es y que ponía sentido y criterio al ataque txuri urdin. El Atleti aparecía bien colocado pero frío e impreciso. No veíamos a Koke y salvo que Arda recibiese un balón de casualidad, nadie en el centro del campo colchonero era capaz de dar dos pases. Pero el drama llegaba al corazón colchonero cuando veía (como ocurrió antes y después de los goles, en Malmö y en tantos otros sitios) que si lograba tener el balón cinco segundos y combinarlo, salían cosas y parecían otro equipo.

A los diez minutos la falta de originalidad de los colchoneros tuvo sin embargo reconpensa. Enésimo balón que sacó Moyá a la cabeza de Raúl García para peinársela a Juanfran y que el lateral le devolvió para que el navarro metiera un buen balón al área que remató Mandzukic llegando por el segundo palo. El 0-1 podría haber puesto la tranquilidad y la pausa en el partido (como también ocurría el año pasado) pero no sucedió así. Cinco minutos después, tras el clásico pasito atrás de los madrileños y las ganas de jugar de los donostiarras, el mejicanco Vela, que para entonces ya era el mejor del partido, enganchó un buen balón con la zurda desde fuera del área que se coló en la red. Leí por ahí criticas a Moyá por encajar el gol pero pero yo no creo que sea error suyo. Que Courtois hacía paradas milagro como esa es cierto, pero ahora tenemos un portero terrenal. El nuevo cancerbero colchonero genera muchas dudas en las salidas y quizá no tenga ese registro que lo lleve a la escelencia pero está realizando una buena campaña. Sería injusto decir otra cosa.

A partir de ahí la Real Sociedad se hizo con el control del partido y el Atleti, dando la sensación de hacerlo voluntariamente, dejo de existir. Con los txuri urdin teniendo el balón y los rojiblancos parapetados en su campo la salida de los de Simeone se antojaba imposible. Mario Suárez era incapaz de sumar en la construcción (lo normal). Gabi (otra vez) perdido. Koke anulado por la responsabilidad de tener que hacerlo todo. Arda jugando a un deporte distinto que sus compañeros. Raúl García constantemente protestando al árbitro como principal aportación y Mandzukic esparando a la luna de Valencia. Llegado a este punto es cuando ni entiendo ni puedo entender la ausencia en la titularidad de uno de nuestros mejores jugadores: Griezmann. Y me dan igual las razones, si es que existen. No me valen. Los mejores jugadores tienes que estar en el campo y punto. No entiendo el fútbol de otra forma. Puntualmente, partidos clave, rivales importantes, momentos concretos, me pueden valer otras fórmulas pero no como recurso habitual en la jornada 11 de Liga frente a un equipo en posiciones de descenso. 

Antes del descanso el equipo vasco ya pudo ponerse por delante si el árbitro hubiese pitado un penalti de Godin a Vela o hubiesen acertado a meter un error tremendo de Miranda (no fue el único del brasileño) que permitió a Aguirretxe regatear a Moyá y lanzar a puerta vacía pero el donostiarra no tuvo en cuenta que por ahí venía Godin disfrazado de su mejor versión para sacar el balón en la línea de gol. Dio igual. Era cuestión de esperar. La segunda parte fue más de lo mismo, con el añadido de la estupidez del lateral Siqueira que en apenas cinco minutos se expulsó del campo (bien es verdad que el árbitro había perdonado segundos antes la segunda amarilla a Vela por mano descarada). Un jugador profesional no puede hacer la entrada que hace Siqueira teniendo amarilla, jugando en el centro del campo y estando el partido como está. La tarjeta ni siquiera me parece rigurosa. Error grave que dejó a los colchoneros todavía más aturdidos de lo que estaban y a la Real con motivos para creer en la victoria. Aun así, el Atleti pudo haber reventado el partido con una gran jugada por la izquierda en la que Ansaldi (había salido tras la expulsión) colgó un gran balón al área que dejaba solo a Mandzukic en el segundo palo pero el croata... digamos que no es Agüero ni Forlán, ni Falcao ni Diego Costa. Fue un espejismo. Una jugada de calidad en mitad de un ponche de fútbol horrible. Un ponche que tampoco supo arreglar un Simeone que, paralizado en la banda, no acertó con los cambios. La victoria local llegó finalmente de cabeza, tras un nuevo error de Miranda que defiende muy lejos a Aguirretxe. El gol hacía justicia a lo que había pasado en el campo.


Victoria justa de la Real Sociedad que provoca un contratiempo en el devenir colchonero y que básicamente debería servir como aliciente para la reflexión. Estamos en una buena posición en todos los frentes y en todas las competiciones así que no creo que debamos rasgar las vestiduras ni cortarnos las venas pero no podemos tampoco engañarnos: el equipo no funciona. Se empeña en ciertos latiguillos del año pasado que ya no sirven y que desgraciadamente, porque no tenemos mimbres para ello, no van a volver a servir. El equipo tiene margen de mejora, sí, pero para ello necesitamos tirar de personalidad. Eliminar complejos. Poner a nuestros mejores hombres y adaptarnos a ellos. Decidir efectivamente si queremos ser toro o torero.

@enniosotanaz

Dr Jekyll en Mr. Hyde

Getafe 0 - At. Madrid 1

Se me hace difícil entender que un jugador de fútbol tenga en la cabeza no ir hacia la portería si tiene la oportunidad de hacerlo. No correr a por el balón si todavía tiene fuerzas para ello. No poner intensidad si no hay ninguna razón para no hacerlo. Soy de los que creen que la labor del entrenador en el fútbol moderno es mucho más importante de lo que otros muchos fans de las individualidades creen, pero a veces el excesivo control del partido desde el banquillo provoca efectos secundarios que pueden llegar a paralizar al conjunto. Transformar al Dr Jekyll en Mr. Hyde. El Atleti casi tropieza en Getafe después de realizar una segunda parte ultra especulativa y mala, que tiene más delito todavía tendiendo en cuenta que viene después de realizar una de las mejores primeras partes fuera de casa que yo recuerdo en mucho tiempo. Puede que sea el cansancio (Champions el miércoles, gran exceso en los primeros 45 minutos) pero he notados ciertos tics que no me han gustado nada y que nos han podido contar un disgusto.

El partido comenzó con un ritmo trepidante y el clásico nivel de intensidad que plantean los jugadores de Simeone. En apenas cinco minutos ya vimos cuales serían las reglas del juego y que éstas estaban definidas por los rojiblancos. Parecían no estar dispuestos a ceder ni una sola de las fases del juego y a ello se pusieron. Dominando el balón, el juego, el tempo y el campo. Entrando por la izquierda, con un Siqueira algo más inspirado de lo que acostumbra y que ha tenido un par de detalles muy interesantes, y haciéndolo por la derecha con Juanfran que sigue en estado de gracia, como tocado por alguna divinidad. Koke era el mariscal del centro del campo mientras que Arda y Griezmann conectaban bien entre líneas. Excelentes minutos de los rojiblancos que jugaron muy bien al fútbol y cuyo único pero, otra vez, fue no encontrar puerta. Con muchos córners, varios balones colgados, algunos tiros desde fuera (Griezmann, Raúl García,...) pero siembre con falta de precisión a la hora de encarar la puerta. El Getafe no existía pero tuvo dos claras ocasiones que Moyá desbarató con mucha solvencia. Al final el gol llegó, como no, tras un saque de esquina botado por Koke y tras un lío en el área que aprovechó el más listo en ese ambiente: Mario Mandzukic.

Personalmente pensaba que lo que quedaba del partido sería tranquilo. El Getafe no había enseñado nada y el Atleti es un maestro a la hora de controlar partidos. Nada hacía pensar que pasaríamos los nervios que luego pasamos pero desgraciadamente hoy se le fue la mano al equipo a la hora de especular y controlar el juego. No sólo es que reculase en su posicionamiento en el campo, que también, sino que mató el ritmo, eliminó la intensidad y lo que es peor, parecía como si no quisieran ir a buscar la portería contraria. Eso metió al Getafe en el partido que aprovechando el parón y tirando de violencia. Casi si querer se adueñó del encuentro y lo hizo independientemente de la estupidez de Alexis y su deriva macarra que acabó sacándolo del campo y dejando a su equipo con 10. El getafense perdió un balón en banda, se cabreó y le soltó un codazo a Mandzukic tan evidente como estúpido. Es muy probable que los medios de comunicación tengan bastante que ver en lo que voy a decir pero mi sensación es que los equipos que se enfrentan al Atleti confunden intensidad con violencia. El equipo de Simeone es un equipo intenso, muy intenso, pero eso no se puede contrarrestar a base de patadas, codazos a destiempo y marrullería de baja estofa. Es de hecho un error que ya han cometido varios equipos. Debemos hacer especial mención en esta crónica del terror a un tal Juan Rodríguez, un jugador mediocre y sucio que se ha pasado el partido pisando por la espalda a sus rivales. Un tipo tan cerdo dentro del campo como miserable fuera de él, a la hora de justificar su acción de forma lamentable en los micrófonos de Canal +. Una de esas anomalías que salpican de vez en cuando el fútbol pero que afortunadamente nadie recordará nunca como futbolista y si como autor de lamentables sucesos. 

En la feria del despropósito acabó ganando el Getafe que con más corazón que fútbol (y gracias sobre todo a esa extraña indolencia de los colchoneros que unían a su mala gestión del balón) metió al Atleti en su campo y se lo hizo pasar mal. No hubiese extrañado a nadie que los azulones hubieran conseguido al final el empate en cualquier rechace o jugada desafortunada. 

Pero los tres puntos se quedan en el bolsillo de Simeone, que como bien acaba de decir en rueda de prensa, prefiere sacar pecho diciendo que su equipo ha ganado los tres partidos que ha disputado en la semana. Y tiene razón. El equipo sigue en la pomada de la liga. A dos puntos del primero. Luchando con los grandes. Partido a partido. Seguimos.

  

Resurrección

At. Madrid 5 - Malmö 0

El fútbol es un deporte de apariencia muy sencilla pero de fondo muy complicado. Es tan evidente que no descubro nada. Salvo para los excelsos analistas de este país en el que vivimos, todo el mundo del balompié reconoce que lo que hizo Simeone en el Atlético de Madrid es básicamente un milagro. Un fabuloso trabajo difícil de repetir. Montar una estructura deportiva tan bien encajada, tan potente y tan exitosa es tremendamente complicado y tiene mucho mérito. Por eso cometeríamos un error, que además sería muy injusto, si planteamos el año pasado como referencia de todo lo que le pase al Atleti a partir de ahora. La nueva temporada ha comenzado rara y con un equipo sin varias de las piezas que eran básicas en aquel equipo milagro. Tenemos un conjunto diferente que está en fase de construcción y eso tenemos que asumirlo cuanto antes. Lo que tenga que venir vendrá, pero nunca será lo mismo. 

Hoy el Atleti ha goleado al Malmö sueco justo cuando se alcanza el meridiano de la Liga de Campeones y lo ha hecho con una brillantez que tiene truco. Empatando a cero en la primera parte y metiendo cinco en la segunda. ¿Existió realmente tanta diferencia entre ambos tiempos? Yo no lo creo. La gran diferencia fue probablemente la distinta intensidad con la que se jugó pero sobre todo la capacidad para hacer gol. Mientras en los primeros 45 minutos el equipo colchonero estaba gafado y parecía incapaz de traspasar la red en los 45 segundos la pelota llegó siempre a la red. Los tiros entraban, la pierna de Mandzukic llegaba primero y los balones mordidos de Griezmann caían entre los tres palos. ¿Por qué ocurren estas cosas? Si lo supiese sería entrenador y me ganaría la vida con ello. No creo que nadie lo sepa, pero es parte indisoluble del fútbol.

El partido comenzó frío, más de lo que corresponde a un encuentro de Champions. La culpa no fue precisamente del carácter escandinavo ya que al Calderón acudieron varios miles de suecos de Escania que aportaron color, tuvieron un comportamiento ejemplar (además de envidiable) y que durante muchas fases hicieron notar su presencia por encima de la nuestra. El Atleti salía con una alineación que personalmente me encantaba, con Griezmann y Arda acompañando a Manduzukic, más Koke y Saúl por delante de Mario Suárez. Con esta combinación consiguieron hacerse dueños del balón y llegar con facilidad al área pero faltaba el ritmo y la intensidad de otras veces. Los suecos tuvieron excesiva facilidad para enfriar el partido y aprovechando un Atleti totalmente volcado por momentos, tuvo ocasión de probar a Moyá un par de veces antes de irse al descanso. En el Atleti destacaba (aparte de Arda que con su mero trote tan poco ortodoxo es suficiente para destacar) un Saúl que estaba bien asentado en el mediocentro y era el que mejor conectaba en ataque. La mejor jugada llegó sin embargo, como no podía ser de otra forma, de la mano del otomano que de pase magistral habilitó a Griezmann delante de la portería para que el francés, henchido de ansiedad, empotrase el balón en el larguero y Manduzkic, henchido de ansiedad también, no fuese capaz de rematar después en boca de gol.

Pero la segunda parte fue muy diferente. En cuanto rodó el balón parecimos ver mayor brío entre los jugadores rojiblancos pero lo que si que apareció, sin ninguna duda, fue mucho fútbol. Y mucha calidad. Cuando el Atleti fichó en verano a Griezmann imaginaba lo que sería verlo combinar con Arda y Koke. Hoy he podido hacer realidad ese sueño. A base de combinación, paciencia y calidad, el cuadro de Simeone metió al equipo sueco en su área y le hizo cinco goles. El primero de excelente combinación por la derecha entre Griezmann y Arda en la que, tras un millón de pases, Koke recogió el balón dentro del área grande para meterlo en la portería. Un jarro de agua fría para agoreros, cenizos y seguidores de esa canción del verano que dice que el Atleti sólo sabe jugar directo o a balón parado. El segundo vino por el mismo sitio pero tras pase de Koke al centro del área que Mandzukic aprovechó para ganar en la anticipación a su central y conectar con el balón. Enseguida Griezmann recogió un balón en la línea de tres cuartos para, de jugada individual, encarar la portería y aprovechando la suerte que antes no había tenido, meter el balón en la portería de parábola tras golpear el balón en el portero. Significativo, me parece a mí, el que el francés celebrara su gol a la carrera lanzándose a los brazos de Simeone que lo esperaba en la banda. Buen feeling. Con el 3-o el partido era ya una fiesta pero, como no, faltaba el gol a balón parado. Un gol que he escrito ya un millón de veces: saque de córner de Koke y remate de cabeza de Godin. El quinto llegó en las postrimerías del partido y lo hizo un Cerci que llevaba pocos minutos en el campo y que recogía el rechace de su primer disparo a puerta (un excelente tiro de efecto que se estrelló en el poste) para repetir el mismo tiro, menos plástico y con menos parábola, pero certero esta vez.


Magnífico resultado que eleva al equipo a encabezar la clasificación y que alisa algo más la pista de una fase de grupos que se había complicado mucho tras el primer partido. El Atleti sigue vivo y la vuelta de los delanteros puede servir de partido resurrección. Permanezcan atentos. 

La pirámide de Maslow

Rayo Vallecano 0 - At. Madrid 0

La teoría psicológica de la jerarquía de las necesidades humanas (Pirámide de Maslow) viene a decir que el ser humano no es capaz de desarrollar necesidades elevadas a menos que no tenga satisfechas las más básicas. Es decir, sería francamente complicado preocuparse por la creatividad o la belleza sin tener nada para comer y sin poder calentarte.

El año pasado el Atleti acabo en el cenit de su historia. Culminando una temporada de ensueño y con la sensación de que por fin se había elegido la vía correcta. Que las semillas habían agarrado, que los brotes eran ya fuertes y que el prometedor futuro estaba trazado. Sabíamos dónde estaban las virtudes y se habían conseguido aislar los puntos débiles. Era fácil construir a partir de ahí. El equipo era corto, limitado y había terminado roto pero todos sabíamos lo que fallaba y lo que había que hacer para mejorarlo. Pero sólo quince minutos después del pitido final de la temporada pasada comenzó la diáspora que dio origen al enésimo verano de incertidumbre y pesadilla. Esos meses agónicos, que ya son tradición, en los que los sueños se deshacen y en los que, algo aturdidos, tenemos que improvisar a toda prisa nuevos métodos para renovar la fe. Cuando siguiendo la pirámide de Maslow uno estaba ya pensando en subir al siguiente escalón (mayor juego creativo, mejor banquillo, mayores alternativas) aparecen de sopetón un puñado de grietas en la base que nos coloca otra vez en la línea de salida. Grietas que no afectan a elementos ornamentales precisamente sino que lo hacen a los propios pilares del edificio. Courtois, Diego Costa y Filipe Luis eran pilares de este sueño creado por Simeone. Queramos verlo o no.

Comienza la liga con un equipo sin desprecintar que aunque se parece a lo que teníamos antes del verano no lo es y huele a nuevo que tira para atrás. Prefiero esperar a que se cierre el periodo de fichajes para sacar conclusiones sobre la nueva plantilla, pero ya podemos avanzar, sin riesgo a equivocarnos, que tenemos demasiadas piezas por encajar y que gran parte del trabajo del año pasado se ha marchado por el desagüe. Tiempo habrá también de analizar las razones de que este drama tenga que repetirse periódicamente así que vayamos mejor al fútbol.

Con el dulce sabor de la supercopa en el paladar, el Atleti iniciaba su andadura en el peculiar feudo del Rayo Vallecano. Lo hacía con una alineación sorprendente que colocaba a Griezmann en una banda, dejando la segunda plaza de delantero a otro de los nuevos. Esa incógnita mexicana llamada Raúl Jiménez. El partido comenzó con ritmo pero sin juego. Las reducidas dimensiones del campo, unido a la presión constante de los protagonistas, hacían muy complicada la circulación de balón. El encuentro se movía entre el pelotazo, los balones de cabeza, las faltas y la imprecisión. No es un terreno en el que el Atleti de Simeone se mueva mal pero se echaba en falta algo de sentido y pausa en el juego. El balón no era de nadie, aunque pareciese que era del Rayo, y ninguno de los dos equipos parecía controlar el partido. Pasada la mitad de la primera parte apareció tímidamente esa pausa que provocó un par de buenas jugadas colchoneras y que dejaron entrever ciertos detalles buenos del equipo. Así aparecieron también las dos ocasiones más claras del partido. Un remate pasado desde la derecha de Mandzukic (a pase de Ansaldi desde la izquierda) y otra todavía más clara del Croata, que desperdició un mano a mano tras error en la salida de balón de los de Paco Jémez y robo en la frontal de los rojiblancos. Si hubiese entrado alguno de esos dos goles (que es lo que se espera del ex del Bayern) estaríamos hablando de otra cosa. Pero no ocurrió y sin pena ni gloría llegamos al descanso con la sensación de que en la reanudación el equipo colchonero se soltaría definitivamente para meter ese gol que pudiera encarrilar el partido.

Ocurrió todo lo contrario. La segunda parte de los rojiblancos fue atroz. Acusando probablemente el esfuerzo físico de la semana pasada en la supercopa el equipo se deshizo con una facilidad inquietante. El Rayo tomó el balón y no sólo fue mejor haciendo fútbol sino que también fue más intenso. Preocupante. Buenas sensaciones las del equipo vallecano que sin embargo debe tener los pies en el suelo y pensar que en que esa segunda parte no tuvo rival. El Atleti era una caricatura que se limitaba a dar pelotazos y defender. El año pasado eran evidentes las carencias en la creación pero ahora mismo ni siquiera estamos en ese punto. Faltan referencias, mecanismos y mucho fútbol. El drama se hizo aún más presente cuando buscando soluciones en el banquillo nos dimos cuenta de que no las había. Saúl, al que Simeone ha decidido no utilizar como mediocentro, sustituía a un Raúl Jiménez peleón y voluntarioso pero impreciso y algo perdido. Sigue siendo una incógnita. Agua. Poco después Hector (¿mensaje cifrado a M. A. Gil?) sustituía a un Mandzukic que había pasado desapercibido y que ni siquiera había sido el jugador de pundonor que vimos en la supercopa.  Agua. A falta de cinco minutos el Cebolla sustituía a Griezmann (que también había desaparecido) para demostrar que hoy por hoy no tiene sitio en este equipo ni lo va a tener. Nada. Ni un remate a puerta de nadie. Sin tener ocasiones claras de gol el Rayo Vallecano fue mejor y no hubiese sorprendido a nadie que se hubiese llevado los tres puntos.


El punto es mal resultado, por mucho que el bueno de Moyà dijese en el túnel de vestuarios que era “muy valioso”. Prefiero achacar esa frase tan desafortunada al poco tiempo que lleva con el escudo del Atleti en el pecho pero tampoco me gustaron sus pérdidas de tiempo con empate a cero. Lo mismo alguien debería decirle a este muchacho, que por otro lado me cae bien y me ha sorprendido, en qué tipo de equipo está jugando. Tampoco me gusta ver a Simeone tan nervioso y enfadado. No sé si lo está con el mundo, con la liga, con los periodistas o con M. A. Gil pero tengo la intuición de algo que no sabemos le está molestando. Veremos. Esto acaba de comenzar, obvio, pero ya no para. Fe e ilusión toda, pero la realidad es que con la primera jornada disputada seguimos con la plantilla abierta para entradas y salidas y tratando de arreglar grietas importantes en la base de la pirámide. En esas circunstancias me parece ingenuo hablar de objetivos o retos mayores. Es decir, hoy más que nunca, partido a partido.