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¡Un abrazo!

Mostrando entradas con la etiqueta Jackson Martínez. Mostrar todas las entradas
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Entre todos la mataron...

En esa carrera desenfrenada y concienzuda por destrozar la competición futbolística en vigor más antigua de nuestro país, el Campeonato de España que reparte la Copa del Rey, puede que estemos colaborando todos. Encabeza la lista la propia Federación, organizadora de la Copa y que, con modos de torpe estibador, eleva la cutrez de un torneo fantástico hasta categorías nunca antes alcanzadas. Cutrez, un diseño infumable y un desprestigio constante que aparece protegido por una gruesa costra de caspa y que confina un fuerte olor a rancio digno de otros tiempos. Colaboradores necesarios en este horror son también las televisiones que, en pos de no sé qué concepto del espectáculo, desplazan los partidos a horarios absurdos, ridículos y humillantes para el aficionado al fútbol. Horarios que desnudan las gradas y matizan, todavía más, un cuadro costumbrista de tristeza incalculable. "Es lo que vende", dirán, en esa especie de mantra ocultista que, aparentemente, esconde algo que solamente conocen "ellos". 

Los aficionados, acostumbrados a la inapetencia del mediocre y siguiendo esa ley del mínimo esfuerzo que tan bien le sienta al sistema, nos dejamos llevar, esperando a que nos lo hagan todo. Convertidos en elementos pasivos que asumimos como inexistente (o falso) todo aquello que no aparece en la tele (o en la web del MARCA), evitamos complicarnos la existencia teniendo que pensar y decidimos, como forma de vida, limitarnos a comprar y llorar cuando se acaba la cerveza. Imbuidos por ese tufo a decadencia que ya no percibimos, miramos de refilón una competición considerada como “menor” (salvo que la gane el equipo del Gran Hermano) que es como se considera en las redacciones "serias" y en esas “tertulias” tabernarias, protagonizadas por tipos que interpretan personajes al borde de la salud mental, que se emiten en medios tremendamente "profesionales". En ese caldo de cultivo no es de extrañar el hecho de que los propios entrenadores utilicen los vilipendiados partidos de Copa para realizar sofisticados experimentos que, en el mejor de los casos, denominan eufemísticamente como “rotaciones”. Entre todos la mataron... 

Eran las 22:00 de la noche del día de Reyes y echaba a rodar el balón en un desolado estadio de Vallecas. Cuando la gente debería estar acostando a los niños tras un agotador día dedicado a ellos, algún iluminado, de esos que dicen saber cosas que los demás no sabemos, decidió colocar el inicio de un partido de fútbol. Un partido que, dicho sea sin acritud, me pareció un tostón. Sin medias tintas. Un aburrido correcalles en el que 22 jugadores corrían mucho, presionaban más pero jugaban poco. La alta densidad de caras nuevas en ambos conjuntos daba un cierto aire de partido de pretemporada que no ayudaba mucho a centrarse en lo que estaba pasando. En el Atleti atraía la posibilidad de ver a los nuevos, Kranevitter y Augusto, pero no creo que fuese el debut soñado para ninguno de los dos. Tengo la sensación de que son ese tipo de jugadores que necesitan que la pelota esté rodando con sentido por el césped para poder destacar. No fue el caso. El Atleti no jugó a nada. Óliver y Torres volvieron a naufragar. Thomas parecía estar de entrenamiento. Carrasco quería jugar solo contra todos y los dos nuevos asistían perplejos al despropósito. Afortunadamente la defensa cumplía con solvencia si exceptuamos, claro está, a Siqueira que sigue acrecentando esa leyenda de transferible. Me da mucha pena la trayectoria de este jugador en el Atleti. 

Enfrente, el Rayo competía al mismo nivel de intensidad que su rival pero con bastante mejor afinidad por el balón (sin que tampoco fuese nada del otro mundo). Fruto de ello, y con algo de suerte, consiguió inaugurar el marcador tras un disparo de Nacho desde lejos que, para mí, se “come” el bueno de Moyá. Un tipo que me cae de lujo y al que le deseo lo mejor pero que, por alguna razón, no me inspira demasiada confianza en la portería. 

La segunda parte fue muy parecida a la primera pero los cambios de Saúl y Vietto por Augusto, Óliver y Torres, pusieron una pizca de cordura en los rojiblancos. Verán que he omitido un jugador en el balance pero soy consciente de ello. La razón es que el otro que salió al campo fue Jackson Martínez pero como si no lo hubiese hecho. Lo más destacable de los segundos 45 minutos (lo único probablemente) fue la jugada del gol. Buen pase lateral de Kranevitter, buena recepción y mejor asistencia al área de Vietto y gran remate de Saúl, siguiendo su más puro estilo de llegador. Viendo el estado de forma de Jackson, Torres y Correa, Vietto es para mí titular en este equipo. Saúl también. 

Con todo, el resultado es quizá lo más positivo para los rojiblancos. Viendo los antecedentes en casa y los pocos goles que encaja el equipo, todo apunta a que la eliminatoria podría estar encarrilada pero es arriesgado asumir ese tipo de cosas en una competición tan cambiante y en cierto modo tan adulterada como la Copa del Rey. No sé qué equipos sacarán Jémez y Simeone la semana que viene así que puede pasar cualquier cosa. La competición sigue viva, debería rezar el titular. Lo que no sé es si verdaderamente lo está.

@enniosotanaz

Adonis

No hay cosa más absurda que ser el raro de la clase, enamorar a la chica más popular del instituto y creerte que lo has hecho por ser un Adonis. No eres un Adonis. El Atleti no es un Adonis. Sí, conseguiste, con todo merecimiento, enamorar a la chica más popular (es decir, ganar la liga) pero fue a base de encanto, personalidad, verosimilitud, humildad, autoconfianza y siendo diferente a todos los demás. Recuérdalo. Es ridículo pensar ahora que eres un Adonis y que la gente se acerca a ti por tu físico, tu coche o tu belleza estandarizada según el canon del Establishment. Y sí, es cierto que ahora hay gente que, arrastrada por la popularidad del éxito tangible, se acerca y dice estar contigo pero no son verdad. Son escenario. Ruido. Moda. Están por lo que no eres y se irán cuando dejes de regalar espectáculo fungible. 

Decía Platón que ningún asunto humano merece mucha ansiedad y tenía razón. Mucho menos un partido de fútbol y mucho menos todavía cuando, jugando al fútbol, se disfruta de ese lugar privilegiado llamado liderato. No sé si es una sensación subjetiva pero últimamente noto al Calderón cambiado. Lleno de personas (muchos extranjeros) que vienen buscando un nombre en la espalda en lugar de un escudo. Que esperan teatro en lugar de fútbol. Que sienten que lo que pasa en el terreno de juego es ajeno a ellos cuando en realidad no es así. 

El Atleti encaraba el partido contra el Levante jugándose la primera plaza y eso no sólo se palpaba en el ambiente (para mal) sino que supuso un condicionante demasiado exagerado. La ansiedad ocupaba todas las esquinas y constreñía el espíritu colchonero como una boa constrictor. El equipo de Simeone encaró bien el encuentro. Jugando rápido, buscando las bandas, dominado el tempo y mandando. El Levante presentaba una intensidad digna de la primera división y un rigor táctico propio de una liga como esta, con equipos muy bien entrenados. Los rojiblancos siempre tienen problemas contra defensas cerradas y contra el equipo valenciano no hubo excepción. El juego se topaba una y otra vez con el muro rival, provocando cierta desesperación en los locales, aunque todavía llevadera. Gabi hace lo que puede en esa función de 5 pero no se mueve del aprobado. Koke sigue en ese estado de letargo tan preocupante y Correa lo intentaba pero se perdía en esa posición de banda. Noté también como el equipo juega demasiado condicionado por la presencia de Jackson Martínez, algo que ocurre desde el principio de liga y no me gusta. El colombiano además sigue sin responder. Es bueno, no lo dudo, pero empiezo a sospechar que su adaptación a la filosofía de este equipo es un quimera. 

El 4-3-3 no funcionó y Simeone cambió al clásico 4-4-2 con Griezmann arriba. Llegó alguna ocasión más clara y un penalti clamoroso. Penalti que por supuesto el señor colegiado obvio. Si esa mentira llamada Madrid/Barça no existiera uno podría pensar que simplemente fue un error. No lo pienso así que no voy a ser tan hipócrita como para decir otra cosa. Desatascar un partido a la media hora nos hubiese llevado a un escenario bien distinto, lo sabemos bien porque es lo que les ocurre a los “grandes”, pero no fue así y pasamos al siguiente estadio, el de la ansiedad extrema. 

La segunda parte fue eso. Un mazacote de ansiedad que se podía respirar y hasta masticar en cada rincón del Vicente Calderón. El equipo se precipitaba en cada pase, en cada carrera y en cada protesta. El Levante tiró además de eso que los cronistas llaman oficio cuando quieren decir falta de FairPlay. El Atleti llegaba de forma desordenada pero llegaba. Nada, no había forma de hacer gol. Simeone, poseído también por la ansiedad, hizo un cambio raro, poniendo a Correa, Jackson y Carrasco en el tridente de ataque (ninguno especialmente recuperador) y casi se carga el partido. El equipo se rompió y el Levante tuvo dos o tres llegadas con mucho peligro. El Cholo arregló enseguida el entuerto quitando a un inoperante Jackson y poniendo a Thomas. La entrada del africano tenía la misión de volver a equilibrar el equipo, cosa que hizo, pero acabó siendo la salvación. Cogió un balón al borde del área, tuvo la personalidad de encarar la portería contraria con él, tiró a puerta y el balón consiguió traspasar llorando la línea de gol. Extasis en el coliseo rojiblanco. Ya lo dije el otro día y lo repito hoy: Thomas es un valor en alza. Un jugador distinto de esos que no tenemos. Ojo a los próximos días. 

El Atleti espera a los Reyes Magos en la primera posición de la tabla. Así de simple. Hay que ser muy estúpido para buscarse argumentos con los que sufrir en estas circunstancias pero allá cada uno. Yo pienso disfrutar y me da igual el runrún de tanto cenizo que me rodea, a un lado y a otro de los medios de comunicación. Insisto, allá cada uno. Sólo una cosa, recuerden que no son Adonis. Son (somos) el Atlético de Madrid y francamente no debería hacer falta nada más. 

@enniosotanaz

Gol de Vietto.

Quedaba poco tiempo para que finalizara el partido y aunque el Atleti llevaba un buen rato intentando igualar la contienda, tirando de corazón (más que de fútbol), la situación no era nada halagüeña. En ese momento el Real Madrid se marchaba 5 puntos, el Barcelona tres cuartos de lo mismo y el Celta (o el Villarreal) no sólo se separaban también en la clasificación sino que su desempeño en el campo era muy superior al que practicaban los colchoneros. Por si eso fuera poco, el once inicial de Simeone no incluía a ninguno de los flamantes fichajes estivales. Las dudas respecto a todos los jugadores y todos los sistemas se sucedían con demasiada continuidad. Las aves de rapiña, licenciadas en Ciencias de la Información, desplegaban sus poderosas alas para volar en círculos sobre el Calderón y el runrún impaciente de una grada cada vez más impaciente, perfumaba el ambiente de un hedor pesimista y desagradable. La pendiente hacia los infiernos se empinaba de forma imparable hasta que de repente, casi sin querer, apareció el gol de Vietto que empataba el partido contra el Real Madrid. 

Acabada la batalla, aprovechando el parón de selecciones, llegó el tiempo de inventariar las bajas y la situación. Fue entonces cuando tomamos conciencia de que, con un calendario infernal, jugadores cuestionados, dirección deportiva en formación, sensaciones contradictorias y un juego para olvidar, resultaba que, administrativamente, no estábamos tan mal. Ni mucho menos. Apenas unas semanas después, el equipo está, administrativamente, igual o mejor, pero además la dinámica es otra. Jackson empieza a meter goles, Tiago se quita años de encima con cada quincena, Koke ya no es un recuerdo del pasado, Correa llama a la puerta con fuerza, Griezmann está donde estaba y, ay amigos, ha aparecido un tal Yannick Ferreira Carrasco para levantarnos del asiento. Bendito gol de Vietto. 

El Atleti acaba de ganar al Valencia haciendo un gran partido de fútbol. Es cierto que ha terminado pidiendo la hora, pero es igual de cierto que los de Simeone han pasado por encima del conjunto Che de forma más que significativa. Firmo desde ya que el juego del Atleti 2015-2016 se parezca a la primera parte de hoy. Dos laterales incisivos y de calidad que abren mucho el campo para asociarse con los interiores, dos mediocentros despiertos, muy activos en la presión e inteligentes en lo táctico (especialmente Tiago que es un escándalo de jugador), dos delanteros letales (la resurrección de Jackson viene más lenta de lo que a mí gustaría pero parece que el colombiano empieza a entonarse) y dos falsos interiores que dan el espíritu y el juego al equipo. Koke, a base de inteligencia y talento, ligando centro del campo con delantera. Yannick poniendo velocidad, descaro y picante. Soberbia primera mitad frente a un Valencia timorato y sin personalidad que sin poder remediarlo perdieron la pelota, el ritmo, el juego y el centro del campo. Mucho peor cuando Rodrigo, el mejor de los blancos hasta entonces, cayó lesionado. Las ocasiones se sucedieron por izquierda y derecha. Los valencianos no encontraban su sitio y sólo Jaume en la portería conseguía mantener el cero en su marcador. 

Antes del descanso llegaron dos goles pero podía haber llegado alguno más y hubiese seguido igual de justo. El primero cayó tras error garrafal de los dos centrales levantinos (lamentables todo el partido, especialmente Santos) que aprovechó Jackson para desviar bien el balón cuando encaraba en solitario la portería. El segundo fue de Yannick, tras cabalgada por la izquierda, recorte al centro y fuerte disparo desde lejos que entró lamiendo el poste derecho. Golazo. Lo lógico hubiese sido que hubiese pasado el balón a Jackson, que le estaba tirando la diagonal, pero bienvenidos sean, por una vez, los jugadores ilógicos. Gran partido del belga que mezcló a partes iguales calidad y ganas de comerse el mundo. El Calderón se lo agradeció como corresponde. 

La segunda parte no varió mucho en los primeros instantes hasta que Simeone, yo creo que viendo el partido ganado, decidió sacar a Torres y a Óliver al campo. Error. La dinámica cambió radicalmente. Ya no había chispa ni novedad. Sobre el terreno de juego aterrizó de repente la mediocridad y ese ritmo lento y titubeante tan típico de esta temporada. Torres aporta todo lo que tiene (ni un pero a eso) pero da la sensación de apagarse futbolísticamente. Óliver sigue teniendo un problema de cabeza. Mientras Yannick o Correa saltan al campo pidiendo el balón con la idea de echarse el equipo a la espalda, jugársela y meter el gol de su vida, Óliver salta al campo con la idea de… no cagarla. Con esa actitud nunca podrá ser un jugador verdaderamente relevante. Un drama, teniendo en cuenta que es muy bueno pero que se le acortan los plazos y las oportunidades. 

El Valencia consiguió aparecer al final de encuentro gracias a un error de Godin (no fue su mejor partido) que salió como un toro a defender a un central rival que estaba con el balón en el área. Lo arroyó, claro. Penalti estúpido pero penalti. La transformación de Alcacer hizo que viésemos por primera vez las camisetas blancas en el campo. A ello contribuyó también un colegiado que, en un partido que no hacía falta, decidió formar parte de los resúmenes televisivos. Pero afortunadamente estaba el carácter colchonero y ese Tiago que día tras día se consolida como el mejor mediocentro colchonero que haya vestido la elástica rojiblanca en las dos últimas décadas. 

Victoria balsámica y elocuente de un Atleti en crecimiento que continúa abriendo ventanas por las que, de momento, se cuela la ilusión. Seguimos con la sensación de que lo mejor está por llegar y eso es muy bueno. Insisto, bendito gol de Vietto.

@enniosotanaz

Cosas de la edad

Es curioso, pero cuando veo que se acercan partidos frente a rivales desconocidos y de nombre exótico a mí no me da por pensar en goleadas ni en records absurdos sino en nombres, igualmente exóticos, como los de Groningen, Victoria de Guimaraes o Politécnica de Timisoara. Deben ser cosas de la edad. Los más jóvenes del lugar y algunos adultos (como mis compañeros de grada) con esa capacidad inédita para olvidarlo todo con cada bocadillo de panceta, no sabrán de lo que les estoy hablando pero otros muchos sé que sí. Hubo un amplio periodo de nuestra historia en el que no todo era de color de rosa y que tener un equipo "exótico" enfrente era sinónimo de aventura de terror. En estos tiempos contemporáneos, repletos de inmediatez y saturados de egoísmo, en estos momentos en los que, arengados desde las ondas hertzianas y dirigidos por las plumas digitales, se organizan ejércitos de orcos en busca de la caza mayor que supone Simeone, conviene recordar, otra vez, de dónde venimos. Desde la llegada del argentino los únicos equipos que eliminan al Atleti en las competiciones del KO son Madrid o Barcelona. O eso o ganamos la competición. A ver quién puede decir lo mismo. 

Deben ser cosas de la edad como digo, pero me parece repugnante que el community manager del Atlético de Madrid apele a las goleadas históricas minutos antes de empezar un partido de Champions frente a un equipo desconocido y en apariencia inferior. Repugnante, gratuito e insultante. Me consta que una gran cohorte de tuiteros de avatares rojiblancos (y estilo faunístico) estaban en la misma línea (o peor), la del desprecio gratuito por el rival, pero no me vale como excusa. El representante oficial de una institución debe respetar y defender los valores de la misma y no caer en la complacencia barata, como un vulgar reality show que vive de esparcir carnaza y enseñar las tetas. Una cuenta que represente al Atlético de Madrid en las redes sociales no puede ser tan gañán ni parecerse tanto a los gañanes que tanto decimos detestar. Si no es así, no tiene sentido que exista nuestro equipo. ¿Qué el Astana despreció también la competición llevando un equipo de circunstancias? ¿Y qué? Es su problema y no el mío.

¿El partido? Poca historia. El conjunto kazajo, de forma voluntaria o no, fue uno de los más flojos que han pasado por el Vicente Calderón en los últimos años. Ninguna individualidad reseñable, un cierto rigor táctico que, hoy en día, es lo mínimo exigible para un equipo profesional y poca capacidad de mordedura. Quitando un par de tiros lejanos en la primera parte, un par de patadas al tobillo al comenzar la segunda y un par de paradas de Oblak cuando ya estaba todo resuelto, poco más podemos decir del equipo “asiático”. 

¿El Atleti? Salió serio, a pesar de la dificultad de encarar partidos así, y las minúsculas dudas iniciales se disiparon cuando Saúl hizo el primer gol. Apenas habían pasado veinte minutos pero todos sabíamos que el partido había concluido. Desde ahí hasta el final los dos equipos se pusieron a medio gas y dejaron pasar el tiempo sin hacerse demasiado daño. Hubo tres goles más (Jackson, Óliver y un tal Dedechko en propia puerta), pero les aseguro que pueden considerarse un mal menor para los kazajos. 

Tres cosas positivas con las que me quedo. La primera, sin duda, la ilusión que genera Yannick Carrasco. Más allá del halo de excentricidad que pudiera rodear su figura hasta este momento, creo que estamos en condiciones de afirmar que tenemos jugador. Un gran jugador. Rápido, interesante técnicamente, valiente, dinámico y con unas ganas por comerse el mundo que no veo en algunos de sus compañeros. Me gusta Yannick. Creo que puede dar muchas tardes de gloria a los colchoneros y creo también que ahora mismo es titular en este equipo. Segunda, Correa. Aquí sí que no tengo átomo alguno de duda. Jugadorazo. Un tipo de apariencia frágil que tiene un talento muy por encima de la media, unido a una personalidad impropia de alguien tan joven. Combinación ganadora. Quiero verlo siempre en el campo y no me importaría nada una delantera con Griezmann por delante y él por detrás. Tercera, la celebración del gol de Jackson Martínez. Un tanto feo y con algo de suerte, que quizá sirva para poner punto y final a una racha desoladora, pero que sin duda ha servido para comprobar cómo el colombiano es un tipo querido en el vestuario y cómo la plantilla, unida y compacta, está con él. No dio la sensación de que fuese una pose y eso me gusta. Creo que los grandes hitos deportivos se construyen sobre cosas tan efímeras y aparentemente irrelevantes como esa. 

Deben ser cosas de la edad, pero sigo sin lanzar las campanas al vuelo. Sigo inquieto por cómo evoluciona el equipo de esta temporada y sigo en guardia por ver cómo se despejan las incógnitas de una ecuación que continúa muy viva. Pero es indiscutible que los números nos respaldan (volvemos a encabezar el grupo de Champions) y eso es una gran notica. La mejor. Al final, como siempre, lo más razonable es recurrir a los clásicos: partido a partido. 

@enniosotanaz

Sensaciones

Existen dos formas de encarar una reflexión creíble sobre el Real Sociedad-Atleti que acaba de terminar en Anoeta: una desde la realidad quirúrgica de los números, otra desde la subjetividad, siempre opinable, de las emociones. Ambas supongo que valen, pero no se parecen en nada. Desde la frialdad de las cifras, puras y duras, el Atlético de Madrid ha sacado tres puntos importantes en un campo complicado y después de un parón de selecciones que le afectaba más que a su rival. La Real Sociedad apenas ha tenido ocasiones de peligro, la portería ha vuelto a quedar a cero y los dos goles colchoneros han llegado de los pies de dos figuras al alza como Griezmann y Yannick Carrasco. Pero uno, que es un creyente radical de las leyes de Newton y de intentar explicar las cosas a través de la lógica, tiene también una fuerte querencia a vestirse con emociones y sentimientos y este Atleti, hoy, no me transmite nada. Nada bueno, quiero decir. Sin ánimo de abrirme las venas ni de que esto signifique falta de fe (en absoluto), faltaría a la verdad si dijese otra cosa. Sigo teniendo la esperanza de que, como dicen ciertas personas que dicen tener criterio, estemos todavía en un periodo de adaptación pero las semanas pasan, los partidos se suceden… y yo sigo viendo lo mismo. 

El encuentro comenzó bien, con el Atleti presionando en campo rival y dominando el partido. No había pasado un cuarto de hora cuando Griezmann recogió un balón inocente en la medular para, desde ahí, marcharse en vertical hacía la portería contraria sin que nadie pudiera pararlo, plantarse delante del portero rival y clavarle una vaselina que abría el marcador. No descubro nada nuevo si digo que el francés es un fuera de serie pero la información está en manos de los que está, así que hay que decirlo más. Como otras tantas veces el gol sirvió para que el Atleti dejase de jugar al fútbol. No para compactar líneas, jugar más vertical y ceder espacio al rival que luego puedes aprovechar. No. El Atleti dejó de jugar al fútbol. Bajó el ritmo y dejó pasar el tiempo a base de pelotazos y gilipases. La Real era en ese momento un equipo vulnerable que pedía a gritos recibir el golpe de gracia pero los de Simeone dejaron pasar el mensaje y decidieron jugar a no jugar. ¿Consigna o Incapacidad? No lo sé, pero tampoco sé cuál de las dos opciones me parece más terrorífica. 

Griezmann desapareció por inanición de balones y Jackson tiró de indolencia para hacer otro partido irrelevante. Entró algo más en juego que otras veces pero nada del otro mundo. Su concurso sigue siendo fundamentalmente mediocre y mi sutil preocupación inicial se está transformando en preocupación sin ambigüedades. Este equipo necesita un 9 de nivel y Jackson, hoy, no lo es. Torres tampoco. Correa se perdió en una banda que lo fundió físicamente y lo anuló deportivamente. Gabi volvía a realizar un partido horroroso con perdidas absurdas y lentitud a mansalva. El Atleti es un equipo con jugadores muy rápidos arriba que buscan un ritmo alto pero que tiene que recibir balones de dos mediocentros limitados que se sienten más cómodos con el ritmo lento. Mala combinación, pero no voy a entretenerme otra vez en lo de siempre. 

La segunda parte fue todavía peor. Horrible. Soporífera. La incapacidad del Atleti para crear fútbol era tan desesperante que reconozco que se me fue la vista al Australia-Escocia del mundial de Rugby que tenía puesto en el ordenador (luego le robarían el partido a los escoceses). La Real seguía en su particular calvario pero el desempeño colchonero era tan lamentable que acabó por meter al equipo txuri-urdin en el partido. Los cambios de Simeone aliviaron algo el panorama. Yannick salió con ganas y no hizo mal partido. Creo, de hecho, que se ha ganado la titularidad. Generoso en defensa, con chispa en el juego y participativo en ataque. Suyo fue el segundo gol tras asistencia de Torres y cabalgada prodigiosa del belga. Torres superó con creces al Jackson por el que salió. De eso no hay duda. De él digo lo de siempre: físicamente muy fuerte, tácticamente muy comprometido y con espacios muy aprovechable, pero no lo veo como 9 titular de este equipo. El final del partido se pasó sufriendo, como era de esperar. Hasta el punto de que los donostiarras reclamaron un penalti de Giménez que en directo a mí me lo pareció y en la repetición también. Cosas del fútbol, a la jugada siguiente Carrasco hacía el segundo y se acababa el partido. 

Vienen curvas peligrosas y entramos en un tramo de la temporada que servirá para determinar el camino que seguiremos hasta final de temporada. Por nombres el Atleti debería hacer otra cosa. No sé si más pero sí mejor. Los partidos espesos se repiten, las dudas de ciertos jugadores se estancan, la alineación titular no termina de mostrar la cara y el tiempo corre. En este caso para bien. Los números los tenemos pero falta modificar la dinámica y sobre todo falta jugar al fútbol. Seguro que con eso volverán también las buenas sensaciones.

@enniosotanaz

A punto de comenzar

Pasaban las diez de la noche y ni la lluvia ni el frío, que habían estado amenazando todo el día, hicieron finalmente acto presencia. Hacía calor, de hecho. En parte por ese otoño que no termina de arrancar en Madrid y en parte por el efecto multitud de una grada que rugía celebrando el gol que acababa de subir al marcador. Después de un partido incierto, plagado de dudas, sin mucho fútbol, en el que el Real Madrid se había puesto por delante muy pronto (y muy fácil), en el que los blancos habían dominado el ritmo sin desgastarse, en el que los colchoneros mostraban sus costuras y que sólo a base de corazón habían conseguido igualar la contienda, el marcador señalaba de repente un suculento empate. Por mi cabeza pasó entonces, como una exhalación, una sucesión de fotogramas de la película del pasado. Los años de derbis humillantes, los planteamientos de Aguirre, los canticos ofensivos de la grada madridista, los árbitros agradecidos de antaño, los Maniches, Richales y Musampas, los años de jugar juntitos y esperanzados. Los años de soñar con una derrota digna contra "los grandes". 

A medida que me sentaba otra vez en mi asiento volvía también a la realidad actual. Con ella reparé en el terrible calendario que la divina providencia nos ha ofrecido este año, los fichajes en rodaje, la lesión de Koke, las dudas de Jackson, de Óliver, de Vietto, la alineación que no termina de cuajar y que con todo ello, en ese momento, a falta de diez minutos para terminar el partido y habiendo prácticamente jugado frente a todos los grandes, estábamos a sólo tres puntos de la cabeza de la liga. Un frío helador recorrió mi espina dorsal cuando vi que, una vez reanudado el juego, el equipo obviaba ese dato tan interesante y se marchaba a tumba abierta a la búsqueda de otro gol. Como si no hubiese mañana. Sin importar el contrataque letal de los blancos. Sin pensar en la verticalidad de Cristiano o de Bale o la precisión de Modric. Sin echar mano de la especulación ni las cuentas de la vieja. El equipo quería ganar porque esa es ahora nuestra religión, por mucho que tanto histérico recién llegado a la fiesta no lo quiera entender. No se consiguió, porque el bendecido Keylor Navas no lo quiso, pero estuvo ahí y en el fondo es un tema menor. Es mucho más importante saber que el carácter no se ha ido. Que quizá tengamos que adaptarlo y refinarlo pero que está ahí. 

Había sido un partido feo. En la primera parte el Madrid se había impuesto a su rival sin muchos aspavientos pero con solvencia. Gracias a una defensa blanda y desajustada que favoreció el inicial gol de Benzema y a la dificultad de Gabi (y con él del equipo) para jugar y hacer jugar rápido. También ayudaron la recurrente incapacidad de Óliver para ser trascendente en el juego y el concurso de un Torres que saca sobresaliente en la teoría pero suspende la práctica. La segunda parte fue distinta. El Atleti acabó siendo mejor por empeño, por empuje y por corazón. Nada más. Ilusionó la entrada de Yannick, no estuvo mal Jackson y volvió a decepcionar Vietto pese a marcar el empate. 

El árbitro pitó el final y mientras camino de la salida comentaba todo esto con los compañeros de grada, seguí otra vez con la misma película de antes. Así, en un trazo rápido, pasé de los tiempos no tan pretéritos hasta el día de hoy. Desde esos días en los que el equipo salía con miedo al Coliseum Alfonso Pérez hasta jugarle de tú a tú al Real Madrid. Desde esos tiempos en los que celebrábamos un sexto puesto que a lo mejor nos daba opciones a jugar la intertoto hasta lo que veía en ese momento a mi lado. Gente refunfuñando y cabreada porque estábamos a tres puntos de Madrid y Barça y se había empatado con el equipo merengue. Me sentí un afortunado pese al hedor a ingratitud.

Así que volví a la grada y miré al césped. Estaba vacío y no creo que nadie pudiera escucharme pero tenía que hacerlo igualmente. Por mí mismo. Grite gracias. Gracias Cholo. 

Los derbis nunca son buenos momentos para sacar lecturas deportivas. Son partidos y circunstancias demasiado especiales como para que puedan ser extrapolables a cualquier otro escenario. Los analistas de cámara y los gurús de chiringuito hablaran a partir de ahora de “juego del Atleti” para referirse exclusivamente a lo que ha hecho el equipo frente a Madrid y Barça. En parte porque son los únicos partidos del Atleti que han visto (y que verán) y en parte porque, como buenos payasos y/o trapecistas que son, tienen que dar espectáculo. Allá ellos. No caigan en la tentación de alimentarse de ese alpiste tóxico cocinado para otros. El Atleti es justo TODO lo que pasa fuera de esos dos partidos. 

Salimos vivos del envite y queda todo por delante. Hay errores básicos, falta mucho por acoplar y mucho por decidir pero seguimos en la batalla. Todo el mundo sabe lo que ocurre cuando no rematas a tu enemigo teniendo la oportunidad y a nosotros no nos han rematado. Me temo que el espectáculo está a punto de comenzar.

@enniosotanaz 

Carácter y personalidad

Decía Schopenhauer que la personalidad determina por anticipado la medida de la posible fortuna. El Atlético de Madrid probablemente tuviese mala fortuna en su partido de Champions frente al Benfica lisboeta pero sobre todo careció de personalidad. Seguro que ambas cosas están relacionadas. Si alguien me preguntase alguna vez cuál ha sido durante todos los años de Simeone la característica básica del equipo colchonero, creo que nunca diría los títulos, ni la defensa rocosa, ni el rigor táctico, ni la pegada, ni la verticalidad, ni tan siquiera la competitividad. Diría la personalidad. El carácter. Puede que, viniendo de donde veníamos, sea lo que más me llame la atención pero sinceramente creo que esa característica, lejos de ser una anécdota, es lo que ha hecho al equipo grande. 

Durante todos estos años hemos presenciado partidos espectaculares y soporíferos. Lo hemos pasado bien y muy mal. Hemos jugado plácidamente pero muchas veces también acorralados por equipos que nos quintuplican el presupuesto. Nunca, en ninguno de los casos, el equipo careció de personalidad. Ganando y perdiendo. Por encima y por debajo en el marcador. Podíamos tener a los once jugadores colgados del larguero en un estadio con ochenta mil personas queriendo nuestra decapitación, que cuando las cámaras enfocaban las caras de esos jugadores veíamos siempre a tipos convencidos de lo que estaban haciendo. Tipos que, con un gesto, nos convencían de que sabían lo que hacían. Valientes. Incansables al desaliento o a cualquier error que pudieran haber cometido. Convencidos de ser los mejores y de estar en la trinchera correcta. 

Ayer, por primera vez en muchos años, no vi nada de eso. 

Alguno dirá que el partido comenzó bien, con un Benfica replegado y expectante y un Atleti mandando en el terreno y el balón. Es cierto. Sin que el juego fuese especialmente fluido ni espectacular, los de Simeone dominaban la pelota y el centro del campo y se jugaba fundamentalmente en campo portugués. El ritmo era bueno, la tensión adecuada y las sensaciones positivas. De hecho todo mejoró todavía más cuando Correa, el único, con permiso de Griezmann, capaz ahora mismo de aportar algo diferente en esa plantilla, inauguró el marcador con un gol que desde el campo me pareció al borde del fuera de juego. El equipo se gustaba. Con la ola a favor apareció incluso Óliver. Vimos alguna jugada por banda y hasta la cohorte insoportable de histéricos que ahora se sientan en la grada junto a mí, perdonaron los errores en el remate de Jackson y Correa. Todo parecía tan fácil que el equipo, síntoma de falta de personalidad, se dejó llevar. En ese estado de latencia, un error de ajuste provocó un contrataque en superioridad del equipo luso que, con un pase al segundo palo, puso el balón en los pies de un excelente jugador llamado Gaitán para que éste perforara la portería local de gran zurdazo. 

En circunstancias normales el gol no supondría más que un contratiempo. No era justo y no reflejaba lo que estaba pasando en el terreno de juego. En el Atleti actual, supuso un drama y un cambio de paradigma. El equipo colchonero se deshizo como un azucarillo en una taza te, dando la sensación de tener la robustez de esas flores que soplas en el campo para pedir deseos. Ni en lo que quedaba de primera parte ni en toda la segunda, el equipo de Simeone fue capa de reponerse. Ni fútbol, ni ideas, ni futbolistas ni personalidad. Por el camino, eso sí, apareció una segunda puñalada letal del Benfica para cerrar el partido. Los portugueses estaban demostrando más oficio que sus rivales. Los colchoneros se escondían. Remataron alguna vez, sí. Tuvimos alguna ocasión clara, sí, pero nada respondía a un plan creíble. El equipo no era capaz de sacar rápido la pelota, de meter miedo o de tan siquiera encarar al árbitro por las pérdidas descaradas de tiempo. Los cambios, lejos de ayudar, estropearon el panorama. Los jugadores no hablaban entre ellos. Nadie colocaba. Nadie gritaba. Las caras reflejaban miedo. 

Pienso en Jackson, Vietto, Óliver o cualquiera de los nuevos y me acuerdo de Goethe cuando decía que el talento se desarrolla en lugares tranquilos pero el carácter se hace en el tumultuoso curso de la vida. Parece claro que van a tener complicado tener esa tranquilidad en la que desarrollar su talento (que lo tienen y alguno mucho) pero es que quizá les falta personalidad para jugar a un nivel tumultuoso. Quiero creer que no es así no pero empiezo a desfallecer en mi fe. 

El Atleti se complica la Champions, pero más allá de resultado (o de la inminente visita del equipo de Arbeloa, ese iluminado), me preocupan las sensaciones que transmite el equipo… y la grada. En el equipo no puedo hacer nada y confiaré en Simeone (¡estaría bueno!) pero en la grada deberíamos empezar por quitarnos ese complejo impuesto por los medios de que tenemos “la mejor plantilla de los últimos años”. No es verdad. En el mejor de los casos está por ver. La descompensación en el centro del campo es evidente y falta por determinar en qué queda ese galimatías de la delantera. Es lo que hay y probablemente todo parta de un error de planificación, de acuerdo, pero no juguemos a ser lo que no somos porque entonces lo pasaremos mal. Muy mal. Winter is coming, o no, pero estemos preparados. Tranquilidad, amplitud de foco y partido a partido.

@enniosotanaz

Se busca

Sé que acaba de comenzar el otoño y que ni siquiera hemos tenido que desempolvar las chaquetas del armario. Es cierto que esto no ha hecho más que comenzar y que los motivos para ilusionarse con el Atleti 2015/2016 están intactos, pero sería ingenuo no asumir que desgraciadamente el verano hace semanas que ha terminado. Que ya no queda tiempo para estar probando y que necesitamos dejar de soñar con lo que pasará, porque, entre otras cosas, ya está pasando. La Champions es una exigente realidad y la liga empieza a ser ese certero tamiz que clasifica a sus equipos en zonas concretas de las que luego será muy difícil salir. El Atlético de Madrid acaba de perder justamente en el Madrigal y aunque seguimos a una distancia prudente de la cabeza y una derrota concreta, frente a un excelente equipo en horas altas, no debería suponer nada, la forma en la que ocurre, como última etapa de una tendencia que viene de lejos, me resulta inquietante. 

El equipo de Simeone ha perdido en Villarreal sencillamente porque ha sido peor. Porque entró peor en el partido, porque no supo contrarrestar la presión ni el juego de los castellonenses y porque el equipo colchonero no fluye. Pelea, defiende, se sacrifica y corre como el que más pero no fluye. El centro del campo, lejos de ser clave, parece ser un mal menor y el resto del líneas no son capaces de conectar cuando el equipo rival presiona y/o juega cerrado. Nada nuevo bajo el sol. El resumen de partido es muy sencillo. Los dos equipos salen a tumba abierta pero el Villarreal se impone por la simple razón de que su trato del balón es mucho mejor. Lo es porque Bruno (¡qué jugador!) y Trigueros defienden tanto como sus rivales pero además juegan y hacen jugar. Enfrente, Gabi y Tiago cumplen con creces la tarea defensiva pero se ahogan en la faceta creativa. Especialmente el capitán, que es quién debería asumir ese papel (Tiago, entre centrales, es más stopper). Nadie ayuda en esa tarea. Óliver sigue tímido y su poca valentía para tomar responsabilidad en el juego le hace parecer un jugador mediocre. Saúl se pierde en banda (mucho mejor luego en el mediocentro). La superioridad en la medular y ciertos desajustes entre líneas (para mí motivados por tanta rotación) hicieron que los levantinos se pusieran por delante en el marcador (buen gol de Baptistao) y ahí se acabó el partido. Como tantas veces ha ocurrido con los protagonistas cambiados. El Villarreal cerró filas y cedió el balón para que el Atleti, sudando tristeza y desazón en cada pase, no supiese que hacer con él. La segunda parte fue un canto a la melancolía en el que pudimos observar la peor cara de un equipo sin ideas, sin recursos, sin ánimo, sin duende y lo que es mucho peor: sin fútbol. 

El Atleti no fluye. Las malditas rotaciones han hecho que Simeone no haya repetido equipo en lo que va de temporada lo que, para mí, es un error. Los jugadores que hacen buen papel vuelven rápidamente al banquillo y los que no han hecho nada siguen ocupando incomprensiblemente la titularidad. Supongo que todo obedece a una plan estructurado para barajar los egos y mantener alto el espíritu pero no lo veo y a mí, desde fuera, no me gusta. El equipo debería pivotar sobre una forma de jugar y el mejor once posible (¿quién no recuerda el once titular de las dos últimas ligas?). Ese once no está. No lo veo. Todos tenemos o intuimos uno en la cabeza pero ese no vale. El que vale es el de Simeone, pero en la puerta del vestuario parece existir un cartel virtual que reza: “se busca once titular”. 

No creo que sea justo ni sensato tampoco cargar las tintas en los nuevos fichajes pero reconozco que lo están poniendo difícil. La totalidad de ellos, a excepción de Correa, se sitúan, de momento, entre la anécdota y la decepción. Carrasco y Savic son todavía nombres por descubrir. Vietto está siendo absolutamente irrelevante. Jackson, además de irrelevante, transmite unas sensaciones pésimas. 

Pero yo vuelvo a lo mío. La última entrada en este mismo blog antes de las vacaciones hablaba de la ilusión que representaba escuchar a Simeone hablar de bajar a Koke al mediocentro. Lo entendía como una metáfora de una cambio en la forma de jugar, incluso en el sistema, que renovase una línea cargada de años y escasa de recursos. Falsa alarma. Varios meses después estamos donde estábamos. Peor, en realidad. Más años en las piernas, un efectivo menos (Mario Suárez) y la promesa de algo que está por ver lo que será. Cualquier opción de modificar el mediocentro ahora mismo (Saúl, Koke o Kranevitter cuando venga) será improvisada y eso siempre es un problema en un equipo tan mecánico y trabajado como el Atleti. 

Insisto, de momento son sólo tres puntos. Toca reflexionar, sacar conclusiones, aprender, adaptarse, apretar los dientes y remar. Somos el Atleti y Simeone (tiene narices tener que repetirlo) tiene crédito más que suficiente. No soy pesimista pero estoy preocupado. Viene el Madrid, sí pero eso me da igual. Ni eso ni lo que ocurrió contra el Barça es (ni será) significativo para mí. Se gane o se pierda. Son partidos especiales que se juegan de otra forma y con otras componentes. La realidad cotidiana, la que te hace ser campeón, está en otro sitio y sigue con el cartel de “Se busca” colgado en la pechera.

@enniosotanaz

Adaptación.

El primer partido de Simeone al frente del Atlético de Madrid fue en tierras malagueñas. Lo recuerdo bien. Fue un aburrido 0-0 con apenas ocasiones, en el que los colchoneros no pasaron del medio campo hasta los diez minutos finales. Las sensaciones fueron buenas, sin embargo. Los colchoneros, en bloque, dormimos ese día esperanzados. Eran otros tiempos en los que no recibir goles suponía una bendición y conseguir un punto fuera de casa se acercaba al milagro. Eran otros tiempos, digo, que no tienen nada que ver con los actuales, en los que ceder la posesión provoca caras de asco en una parte de la afición, se debate acaloradamente en torno al concepto de “jugar bien”, las malas rachas ya no se entienden y perder tres puntos, dentro o fuera de casa y sea contra quién sea, es imperdonable. Lo miro en perspectiva y puede que todo haya ido demasiado rápido. La capacidad de adaptación es un concepto líquido y difícil de definir que afecta a Jackson o a Vietto pero que también, por narices, nos tiene que afectar a nosotros, pobres espectadores de pasión desbordante y sentimientos a flor de piel. 

Cuando acabó la primera parte del encuentro del Atleti en Ipurúa, ese campo en el que juega el Eibar y que huele a fútbol por los cuatro costados, usé los 120 caracteres de mi cuenta de twitter para decir que me estaba gustando el Atleti. Mi valiente declaración recibió alguna muestra tímida de apoyo pero lo que recibí mayoritariamente fueron reproches entre los que destacaban un amplio surtido de mensajes que se preocupaban por mi salud mental o mi, aparentemente mermada, capacidad para ver fútbol. En esas estamos. ¿Por qué dije eso? Pues porque de verdad lo pensaba. Así de simple. 

Los primeros 30 minutos fueron imposibles de jugar. El ritmo endiablado, la velocidad supersónica y el nivel de presión resultaron exagerados. Por parte de los dos equipos. Un infierno para el Atleti y para cualquiera. Algo que tiene mucho mérito por parte de un equipo, el guipuzcoano, que consciente de lo que había, entendió que su éxito pasaba únicamente por anular físicamente al rival. Es francamente difícil jugar en esas condiciones y más en un campo de dimensiones reducidas pero el Atleti dio la cara también en ese escenario hostil y acabó imponiendo su superioridad. Igualando el derroche físico primero y tirando de balón después. Con una defensa portentosa y un doble pivote eficaz, Griezmann trataba de crear magia. Koke también lo intentaba pero no lo conseguía. Aunque tuvo mejores momentos que en los últimos partidos, sigue sin ser Koke. Y se nota. Con todo, el punto flaco estaba realmente arriba. Faltaba pegada. Vietto trataba de combinar y de aparecer pero sigue sin ser un jugador determinante, sin presencia y timorato. Le falta soltar la pierna. Jugar sin miedo. Llegará ese día. Seguro. Me preocupa más el caso de Jackson porque creo que pasa básicamente lo mismo pero, en este caso, en un jugador de categoría contrastada. No debería costar tanto. El colombiano trata de entrar en la dinámica de juego pero no se le ve cómodo. Frente al Eibar ha estado además muy mediocre de cara a la portería. Tengo paciencia, pero desgraciadamente para él ha llegado a un Atleti con más alternativas. 

Simeone quitó a los dos nuevos delanteros en la segunda parte para poner a Óliver y Fernando Torres. Parecía lógico, pero el equipo se descompuso momentáneamente. Tardó unos minutos en adaptarse, abrió las líneas y el equipo armero rebaño en su lata de energía para soltar todas las naves que le quedaban. No tuvieron ocasiones claras pero daba la sensación de que el partido podía romperse en cualquier momento y eso sí que hubiese sido una pendiente cuesta arriba para los de Simeone. Pero por desgracia para los vascos ocurrió todo lo contrario. Gracias al duende de uno de esos jugadores diferentes que de vez en cuando pisan los terrenos de fútbol: Ángel Correa. En la primera pelota que tocó aprovechó una excelente jugada de Torres por la izquierda para hacer un amago a-la-Agüero (sí, todos tuvimos ese Dejà Vu) y abrir la portería contraria. Tiene magia el argentino. Siempre que toca el balón parece que pasa algo. 

El partido pasó entonces a la tradicional fase de control colchonera. Se cierran las filas, se desespera al rival, con y sin balón, y se espera el latigazo letal. Y llegó, con los mismos protagonistas: Correa habilitando al “niño” para que esté, rememorando también aquella final de la Eurocopa, hiciese el segundo. Me paró aquí para decir que el inicio de temporada de Torres está siendo espectacular. Dentro y fuera del campo. Y lo digo yo, porque no decirlo sería de necios. 

Tres puntos que no valorarán las huestes del nuevo Atleti pero tres puntos de mucho mérito en un campo difícil, contra un rival motivado que estaba invicto y con un Atleti que sigue buscando con pausa su once de referencia. Efectivamente son otros tiempos y efectivamente todos seguimos todavía adaptándonos. 

@enniosotanaz

Inmediatez

Por mucho que uno intente engañarse refugiándose en esquinas proscritas, vivimos en un mundo sometido por la inmediatez. Ocurre en la sociedad, ocurre en la política, ocurre en los negocios y ocurre en el fútbol. La lícita búsqueda de la sencillez ha terminado acabando en una aceptación estúpida de la simpleza. Todo tiene que poderse explicar con discursos reconocibles, tópicos, baratos y, a ser posible, antagónicos. Hasta los juegos de azar, los sorteos y la divina providencia. Lo que no es éxito es fracaso. Lo que no es maravilloso es una mierda. Si Neymar hubiese tirado la falta a la grada y a la jugada siguiente Jackson hubiese empalado bien el balón (como se supone que suele hacer), el Atleti sería hoy un equipo maravilloso, un grande de Europa, aspirante a todo y que jugó de manera "inteligente". Como el balón de Neymar fue a la escuadra y minutos más tarde el mejor jugador del mundo aprovechó una serie de malos despejes (y la suerte de los rechaces) para meter gol, resulta que el Atleti genera dudas, fue cobarde, timorato, sus flamantes nuevas figuras una gran mentira y “todo” tiene el tufo del fracaso. 

La afición a un equipo de fútbol se está convirtiendo irremediablemente en un egoísta ejercicio de onanismo. Después de mí el diluvio, como decía Luis XV. Dócilmente adoctrinados por las fuerzas mediáticas que reparten el dinero de la tarta, el aficionado estándar adopta los esquemas binarios propuestos por los gurús y analiza la vida mirándose un ombligo, el suyo, sobre el que supuestamente gira el universo. Como decía Cicerón, el egoísta se ama a sí mismo sin rivales. El resto no cuenta. Sea el campeón de Europa o el tercer equipo de Almendralejo. Da lo mismo. Es un esquema que funciona mediática (y comercialmente) para los protagonista de esa historia de fantasía (Madrid y Barça, claro) pero que dudo lo haga en equipos felizmente anclados a la realidad terrenal. Los aficionados Atleti parecen ahora querer adoptar esos mismos esquemas de inmediatez e intolerancia en los que no existe una forma lógica de explicar una derrota sin culpables. Nuevas formas de entender la afición en las que uno ya no busca encontrar la felicidad sino el placer inmediato. Creo que se equivocan. 

El Atleti ha perdido frente al FC Barcelona (¿o deberíamos decir que el FC Barcelona ha derrotado al Atleti?) porque primero el equipo blaugrana es, objetiva y subjetivamente, mejor y segundo porque los de Luis Enrique han tenido suerte (o claridad o chispa) en momentos críticos y puntuales del partido. La primera parte fue el típico Atleti-Barça contemporáneo. Los unos con el balón en la frontal del área rival, los otros corriendo detrás y cerrando espacios. 0-0. ¿Planteamiento cobarde del Cholo? No lo creo. Cuando Ter Stegen sacaba desde su portería la defensa rojiblanca estaba 40 metros fuera de su área y el Atleti presionaba en campo contrario como si le fuese la vida en ello (yo estaba en el campo y lo vi con estos sacáis). Valiente. El problema es que el Barça es el mejor equipo del mundo manejando el balón y si le funciona no hay mucho que hacer. Acaba encerrando al Atleti (y a cualquiera) en su propia área. No es voluntario sino una consecuencia. La única opción a la que puede agarrarse el equipo de Simeone en esas circunstancias es ser inteligente con el balón y salir muy rápido cuando recupera la pelota pero el Barça también lo sabe (son ya muchos años) y para ello ejerce una presión excelente sobre el primer jugador (punto flaco de los madrileños). Si el Atleti fuese capaz de superar esa primera línea de presión tendría muchas posibilidades de éxito pero la realidad es que no puede. No pudo. ¿Por qué? Pues porque Gabi no es ese jugador (aunque este año está mucho mejor), Tiago está demasiado atrás, Óliver sigue jugando constreñido y Koke está en un momento de forma muy bajo. Tampoco podía Arda el año pasado así que no no debe ser tan fácil. 

Independientemente de esa gran mentira de la posesión, la primera parte fue igualada y las oportunidades se repartieron. Tres clarísimas para el Barça (larguero, paradón de Oblak y rectificación de Giménez tras contraataque con suerte al recoger un rechace) dos para Torres (remata mal en los primeros minutos y encara mal al portero después). De las manos en el área no hablo porque en el campo nunca las veo bien. Me decepcionó la titularidad de Torres pero a toro pasado, para mí, fue el mejor de la primera parte y uno de los mejores del partido. Dio todo lo que tiene y eso le bastó para estar mejor que sus compañeros. 

La segunda parte empezó mejor para los de Simeone. Más intensos, con Griezmann en el partido, con Gabi muy fuerte… y con más balón. Y llegó el gol de Torres. Llorando. Por fe y coraje. Pero apenas unos segundos después empató Neymar. Clave. Letal. El plan se desmonta. Tiago se funde. Koke va a peor, los cambios no suman (ilusionante Carrasco, aunque fue de más a menos, inquietante lo de Jackson que salió demasiado frío, preocupante lo de Vietto)… y encima sale Messi. Si además le acompaña la suerte en los rechaces al argentino, no hay nada más que hacer. 

Me duele perder, pero no estoy preocupado. Veo los mismos problemas y las mismas virtudes en el equipo que antes de enfrentarnos al Barça. Me preocupa bastante más la ola de histerismo y ansiedad que observo en la grada o en las redes sociales, que cualquier aspecto táctico. La falta de memoria y el exceso de soberbia no son buenos compañeros de fatigas. Especialmente para nosotros. Un equipo como el Atleti, con esa larga tradición de ciclotimia e inestabilidad, debería agarrarse como una lapa a esta edad dorada del buen juicio. Con orgullo, con ilusión, con memoria y con paciencia. También con fe. Dejemos la inmediatez y el discurso del fracaso para los habitantes de las galaxias. Ciñámonos al plan. Caminemos felices por el suelo. Es más sano. Partido a partido. Les recuerdo además que así ganamos la liga.

@enniosotanaz

Paciencia

El domingo amaneció raro. A esa sensación, generalmente extraña, la que recorre el cuerpo los últimos días de verano, se le sumó de buena mañana el visionado del presunto once inicial del Atleti frente al Sevilla. Una alineación que, con inquietante coincidencia, intuían varios medios de comunicación. Gámez entraba por Filipe (tocado durante la semana y finalmente fuera de la convocatoria), Torres sustituía a Jackson y Raúl García ocupaba el lugar de Óliver Torres. Mentiría si no dijese que ese once suponía un contratiempo para mí. Parecía (era) la alineación que podría haber presentado el equipo la temporada pasada cuando no estaban los titulares que este año se han marchado (Mandzukic, Arda, Miranda y “Siqueira”). La malévola (y traicionera) sensación de incertidumbre, típica también de los principios de liga, se apoderó entonces de mi consciencia. Se dispararon las alarmas y se despertaron antiguos miedos olvidados. No fui el único, me consta. ¿Después del gran esfuerzo económico realizado por el Atleti (no tanto en realidad, si atendemos al balance ingresos-gastos) el equipo de este año iba a ser el reserva del año pasado? 

Una hora antes del partido una nueva e inesperada variable vino a sumarse a la ecuación: Raúl García, para muchos titular indiscutible en Sevilla (no era mi caso), no sólo estaba fuera de la partida inicial sino que se quedaba en la grada como descarte. Los rumores más pausados y fiables apuntaban a una salida inminente del número 8 hacia Bilbao. Tragedia. Los pastores de esa nutrida corriente de fieles seguidores del navarro se echaban las manos a la cabeza y dejaban mostrar su enfado. También su pesimismo. Algunos de ellos, los aficionados del insulto fácil y el código binario, ese grupo de intolerantes que crece de forma imparable en todas las familias, lanzaban incluso exabruptos tóxicos, sin preocuparse en matizar el motivo ni la dirección. Yo no entendía nada. 

Pero mientras el caos se desparramaba por las redes colchoneras, en la rivera del Nervión comenzaba el partido. ¡Y qué partido! Frente al cuadro colchonero aparecía el Sevilla de Emery, un equipo renacido y consolidado que, como siempre, ha fichado muy bien. Si el once inicial parecía más que solvente, el banquillo asustaba: Krohn-Dehli, Gameiro, Konoplyanka,… El encuentro comenzó con un nivel de intensidad altísimo, tal y como corresponde a dos equipos muy parecidos, pero la novedad aparecía en forma de actitud. Lejos de propuestas timoratas, para decepción de los cenizos que auguraban cerrojazo (“saldrá a empatar”, decían) y deleite de los soñadores, los del Cholo adelantaron la línea de presión hasta el mismo área pequeña del rival. Liderados por un renacido Gabi y conducidos por un cada vez más joven Tiago, el Atleti impuso su ritmo en todo momento, consiguiendo que el partido se jugase justo donde ellos querían. 

Pero eso no era todo. El injustamente cuestionado Óliver Torres conseguía demostrar, en una plaza muy difícil, que es un jugador más hecho que el que conocíamos pero también que está implicado como el que más. Gran primera parte del canterano, incrustado tácticamente en el equipo, solidario en el derroche y, ay amigos, siendo un gran jugador de fútbol. Cuando el equipo hispalense cerraba los espacios y agobiaba la salida, aparecía de repente el genio del extremeño para, con un giro de cintura o un simple pase al primer toque, romper la línea y permitir al equipo salir jugando. Exactamente lo que necesita el Atleti de Simeone. Mira que si estaba en casa… 

Si al genio incipiente de Óliver se le suma además el talento consolidado de Griezmann (y Koke) ocurre lo que ocurrió en la primera parte: un Atleti dominando el partido en uno de los campos más difíciles de primera división. El 1-0 al descanso (de Koke tras jugada de habilidad y picardía del francés) simplemente ponía justicia al marcador. 

La segunda parte comenzó parecida, pero a los 10 minutos los de Emery empezaron a asumir riesgos, a jugar por la derecha con un gran Reyes y a encerrar a los colchoneros en su área. Fueron 20 minutos de angustia en los que los del Cholo apretaron los dientes y tiraron de galones para cerrar su portería sin que el Sevilla fuese capaz de crear ocasiones claras de gol. 20 minutos que se acabaron cuando Gabi, de zapatazo lejano con algo de suerte, ponía el 0-2 en el marcador. Letal para los sevillanos. El resto del partido sirvió para soñar con Yannick Carrasco (buenos minutos) y disfrutar del primer gol oficial de Jackson de gran zurdazo (y algo de ayuda también de Beto), que provocó la imagen de la noche: un Simeone elevando 8 dedos al cielo, tal y como antes habían hecho Koke y Gabi y cualquiera en esa plantilla, como símbolo purificador que recordaba a ese capitán que se marchaba. 

Enorme resultado del Atleti que da un golpe rotundo en la mesa de la liga, que mata muchos fantasmas de un plumazo y que alisa un terrorífico comienzo de campaña. Tres puntos que ilustran una simple y clara moraleja, la que se desprende de toda esta pequeña historia. Un concepto que es también la enseñanza que rezuma toda la trayectoria de un jugador luchador, honesto, profesional y carismático como Raúl García, que hoy se va. Una idea que sirve también para encarar el inició de esta nueva aventura colchonera bajo la batuta de Simeone: paciencia. 

@enniosotanaz

Decíamos ayer

Quince minutos después de comenzado el partido en el tramposamente remozado Vicente Calderón (todo fachada), tras esos primeros cinco minutos fulgurantes (había ganas de fútbol en el ambiente), cuatro tipos que se sentaban detrás de mí en la grada ya estaban diciendo que Jackson Martínez era una mentira. Que no corría, que no hacía nada, que sobraba. “Una mezcla entre Mandzukic y Raúl Jiménez”, llegó a decir uno de los aventajados analistas. Podría pasar por una anécdota pero no lo es. Me consta que escenas parecidas se repitieron por todo el estadio. Son los nuevos tiempos. Es el resultado de esa especie de inmediatez insolente, promovida desde los canales oficiales de comunicación, que tapona los poros de respiración del aficionado al fútbol. El estilo chiringuito. Los gritos. El “y tú más”. Los equipos siempre por detrás del repeinado jugador. Las frases hechas. El depurado código binario que cada año es más aterrador. Enterrar la tradicional búsqueda de la alegría de los colchoneros para concentrarse desesperadamente en la necesidad artificial del placer inmediato. Intuyo que eso es con lo que tendremos que lidiar de aquí en adelante los que no estemos infectados. Estén preparados. Sean fuertes. 

Decíamos ayer que el Atlético de Madrid es un equipo compacto. Sólido en defensa, solidario tácticamente. rocoso y muy competitivo en cualquier situación y en cualquier circunstancia. Decíamos ayer también, varias semanas antes de la bochornosa parade de titulares y mermelada de caspa en la que se han convertido los veranos mediáticos, que el Atleti necesitaba una vuelta de tuerca en la zona de creación. Hasta el propio Simeone lo dijo. Parece que fueron relatos de verano. Lectura ligera. Amores estivales que nacen y mueren como un suspiro. Afortunada o desgraciadamente, nunca se sabe, me temo que hoy, recién comenzada la temporada 2015/2016 con una tranquilizante victoria balsámica frente a la Unión Deportiva Las Palmas, podemos seguir diciendo básicamente lo mismo. 

El inicio de liga no ha sido más que un partido típicamente veraniego pero con puntos de por medio. Equipos estáticos, faltos de ritmo, todavía sin referentes emocionales, con jugadores recién llegados y aturdidos y probablemente también con carencias físicas. Los futbolistas ocupando su posición en el campo como muñecos de futbolín y jugando con un ritmo acorde a la temperatura de agosto. El Atleti era muy superior, y lo sabía, mientras que Las Palmas se frotaba los ojos viéndose en la máxima categoría y manteniéndose 90 minutos metidos en el partido, con la posibilidad incluso de aguar la fiesta a los colchoneros en cualquier momento. Bastó un gol de Griezmann (otra vez) de falta directa para sellar un pacto de no agresión que parecía beneficiar a todas las partes. 

Principal conclusión personal: el Atleti, ahora mismo, es el mismo equipo que la temporada pasada. Jackson juega de Mandzukic, Óliver Torres juega de Arda Turan (¡puaj!), Giménez juega de Miranda y Filipe Luis (¡gracias a Dios!) juega de Siqueira. Son jugadores diferentes que, evidentemente, aportaran características diferentes al juego pero el sistema es el mismo. Aquello de retrasar la línea de creación un poco más atrás con Koke ha terminado siendo un brindis al sol. Dejando al margen la significativa mejora que supone jugar con Filipe Luis, hasta que Óliver destape el tarro de las esencias, Jackson coja tono, Yannick Carrasco aparezca en escena y Vietto se quite la presión de encima, lo que tenemos es un prolongación de lo que teníamos. Ojo, no es una frase pesimista sino todo lo contrario. Lo que teníamos estaba bien pero tenía líneas de mejora. La simiente está plantada. Demos tiempo al tiempo. 

Dato para la ilusión: Correa. Basta verlo 5 minutos en el campo para notar que es un jugador diferente. Capaz incluso de hacer jugar a Simone con un emocionante 4-3-3 durante algunos minutos. Más allá de la calidad (ese recorte nada más salir…), la intuición o el desparpajo, es de esos jugadores que cambian el partido. De los que contiene el aliento de la grada sólo por si acaso. Tiene ángel. Y es del Atleti. 

Principal duda: ¿Adivinan? Efectivamente: el mediocentro. Pero esto, como decíamos ayer, es recurrente. 

Bienvenidos a todos. 

Un placer estar de vuelta. 

 @enniosotanaz