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¡Un abrazo!

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Nubes negras

Cinco minutos antes de que empezase el Atleti-Celta todo era ilusión. La batalla del Camp Nou, ese partido en el que los de Simeone habían tirado de casta y juego para sucumbir ante un mohíno gigante blaugrana (y el imaginativo arbitraje de La Mejor Liga del Mundo), había dejado las mejores sensaciones en la parroquia rojiblanca. Los jugadores eran todo espíritu y pundonor. Atrás quedaban las nubes negras del pasado. O no. Poco más de una hora después, a falta diez minutos para terminar el partido, el panorama era antagónico. La histeria volvía a reinar en el coliseo rojiblanco. Un nuevo penalti al larguero, ocasiones de libro falladas, el Celta de Vigo acababa de marcar su segundo gol, la Real Sociedad nos pasaba en la clasificación y el Sevilla se marchaba a siete puntos. Gritos e insultos volvían a decorar la noche madrileña. Los jugadores eran morralla y al parecer, porque hay que tener valor para decirlo, no tenían “cojones”. La nube negra estaba otra vez sobre la azotea del corazón colchonero. Literal y metafóricamente. O no, porque diez minutos más tarde el Atleti había remontado el marcador y ganaba el partido. 

Imbuidos por ese circo mediático que decimos no consumir pero del que asimilamos sus principios y sus modos, la afición colchonero se estruja la cabeza por encontrar un remedió mágico a sus males. Una solución rápida y homeopática que, con una simple toma y sin levantarnos del sofá, arregle todos nuestros problemas. Todo hay que simplificarlo. Todo es una cuestión de cara o cruz. De ser Dios o demonio. Nadie parece reparar en que, aparte de ser absurdo, de esa manera estamos entrando en una especie de esquizofrenia absurda que nos va a destrozar. 

El Atleti no está bien. Seamos claros. No lo estaba antes de jugar contra el Barça, ni después, ni cuando faltaban diez minutos para terminar su partido contra el Celta, ni lo está ahora mismo. Pero una cosa es que no te salgan las cosas y otra que no quieras que te salgan. El Atleti no es un desastre en la dirección ni una colección de jugadores acomodados que no ofrecen todo lo que tienen. Es más, me ofende la mera insinuación de esta última afirmación. Me ofende escuchárselo al histérico que tengo sentado detrás en la grada y a tantos otros histéricos, del mismo estilo, que pululan por el cada vez más difuso universo colchonero. 

El Atleti ha cometido errores de planificación y seguramente está pagando cara esa grieta en la coraza que le protegía de las alimañas mediáticas y por la que se han colado ciertas críticas (discutibles) al “estilo de juego” que le han hecho dudar. Es verdad también que, por las razones que sean, hay jugadores lejos de su mejor versión pero no es menos cierto que no les sale nada. Todo eso, unido a la histeria colectiva, genera que un nivel de ansiedad en la plantilla que es muy difícil de gestionar.

Pero es que insisto, no sale nada. El Atleti lleva dos años fallando con el delantero centro (pieza clave en el esquema Simeone) pero, salvo para los gurús del análisis a posteriori, era algo difícil de prever. Jackson, a mí al menos, me parecía una opción solvente que acabó siendo un fiasco. Gameiro, internacional francés, fue la revolución de la Liga pasada. Hoy parece un señor asustado al que lo han puesto a jugar sin que lo supiera. No me gustó su fichaje desde el principio pero nadie podía esperar un resultado tan pobre. El plan era jugar con Augusto en el mediocentro defensivo (pieza clave en el esquema Simeone), alternándose con Tiago en partidos clave pero ambos se lesionan. Los rivales son cada vez mejores y juegan contra el Atleti como si fuese el partido de su vida. De hecho, lo es. A Oblak se le sale el hombro en el peor momento. Giménez se lesiona también cuando parecía volver a ser el que era. Saúl se lesiona cuando mejor estaba y tampoco vuelve a su mejor versión. Carrasco tres cuartos de lo mismo. Gaitán no terminar de superar la melancolía. Se sigue llegando a puerta contraria pero no se mete un gol ni queriendo. Para colmo todo el mundo empieza a fallar penaltis. La ansiedad crece y crece mientras los colchoneros posmodernos (alguno con más años que matusalén) se dedican a remar en dirección contraria cuestionando la premisa, chillando, abrazándose a una especie de futurología tramposa e insultando a diestro y siniestro. “Exigiendo” algo que todavía no me ha quedado muy claro el qué es. 

Ayer, en una metáfora deliciosa, muchos histéricos se marcharon del estadio cuando el equipo gallego marcó su segundo gol. Lo hicieron refunfuñando y echando pestes. Quedaban diez minutos, el Atleti parecía muerto, hacía frío y la lluvia no dejaba de caer sobre la grada del Calderón. Es lo que haría el prototipo de aficionado que maneja Tebas. Irse. Todo era incómodo. Pero allí, como siempre, nos quedamos los aficionados del Atlético de Madrid. ¿Sabíamos lo que iba a pasar? No, pero teníamos que aplaudir a nuestro equipo. 

Rogaría a los aludidos en esta pequeña anécdota que, en lo que queda de temporada, sigan interpretando exactamente el mismo papel que ayer. Los histéricos marchándose a su casa cuando llueve, los aficionados apoyando a su equipo y los jugadores engrandeciendo el escudo otra vez. Como sólo ellos saben hacer. 


@enniosotanaz

PD. El Celta es un equipo fantástico. Me declaro muy fan de Berizzo.


(Foto sacada de www.colchonero.com)


Baño de azar

Woody Allen nos enseñó en Match Point la diferencia que puede existir entre un anillo que rebotando en la barandilla cae en el río o se queda en la superficie. La historia estaba ahí mucho antes de ese momento. Era una historia de amor, celos y muerte construida a base trabajo, pasión y lógica que no tenía nada que ver con el devenir de una humilde joya. Dio igual. La vida del protagonista quedó vinculada a lo que finalmente le ocurrió a ese anillo. 

Viendo las caras sonrientes de los jugadores colchoneros al acabar el partido de Vigo, con un contundente 0-4 al fondo, me acordé de esa película. Del poder que tiene el azar. De lo frágil que es a veces la condición humana. De lo mucho que se parecen la vida y el fútbol. 

Antes, durante el descanso, las sensaciones no eran muy diferentes de las de hacía pocos días. El equipo seguía siendo sólido y dinámico. Había jugado relativamente bien y había controlado el partido pero eso es lo mismo que dijimos frente a Leganés y Alavés. El problema seguía estando donde siempre. En la definición. En esa incapaz misteriosa para hacer un gol que se negaba. 

Simeone había apretado filas y confiado en su vieja guardia. Ni un solo nuevo fichaje en la alineación titular (algo que ya ocurrió el año pasado). Funcionó para ganar intensidad y contener a un buen Celta de Vigo pero también salieron costuras con las que no contábamos. Asistimos a dos errores terribles (y raros) de Juanfran y a un Fernando Torres que, sinceramente, no lo vi. Me gustó mucho ver a Carrasco en el campo. Un tipo de jugador, vertical y diferente, que se distingue del resto de la plantilla y que, quizá por eso, debería estar en el campo al principio de todos los partidos. Me gustó todavía más ver cómo Koke y Saúl dejan de parecer piezas satélites y pasar a ser protagonistas del centro del campo. Me gusto igualmente esa evolución dinámica, en pleno partido, que va desde el legendario 4-4-2 a esa especie de 4-5-1 que deja suelto a Griezmann y que funcionó tan bien. 

Pero seguíamos sin meter gol. 

El final de la primera parte había sido del equipo de Berizzo (excelente entrenador) pero el Atleti volvió muy bien al campo. Tan bien como había comenzado el partido, no nos confundamos. Seguramente los analistas hablarán de una segunda parte prodigiosa del cuadro de Simeone (y lo fue) pero yo prefiero centrarme en otro cosa. En el anillo. 

Chris Wilton decidió deshacerse de las joyas robadas y tirarlas al Támesis cuando no habían pasado todavía diez minutos desde la reanudación. Griezmann recogió un balón muy largo que había caído en la banda cerca de la esquina del campo. Levantó la vista y vio al genio de Koke desmarcándose en solitario a toda velocidad en el segundo palo. El pase no era fácil pero puso un gran balón a cincuenta metros. La pelota llegó bombeada, rápida y difícil. Koke venía al límite y no pudo enganchar la pelota como hubiese deseado. El remate no fue del todo limpio. Podría haber salido fuera, golpeado en el larguero o sido atajado por el guardameta sin que nadie se hubiese sorprendido demasiado. Pero no. El anillo rebotó y se quedó en tierra. La autoría del crimen se fue a uno de los lados y no al otro. La pelota entró a bote pronto en la portería y el Atleti acabó siendo el Atleti y no una caricatura de sí mismo. Acabamos viendo a un equipo poderoso con tres de los mejores jugadores jóvenes de Europa (Griezmann, Koke, Saúl). Con un lateral izquierdo entre los mejores del mundo. Con un portero cada día más solvente. Con un entrenador galáctico. Con un banquillo prometedor. Con una contundencia tal que fue capaz de hacer cuatro goles en cuarenta y cinco minutos a un equipo que en un par de días juega la Europa League. 

Y todo por un puñetero anilló que decidió quedarse en el suelo después de rebotar. 

Como enseñanza me quedo con una moraleja que en el fondo ya conocía. Podemos discutir la lógica de las historias lógicas. Podemos defender la pasión y reclamar entrega. Lo que no podemos es intentar teorizar sobre las consecuencias de darse un baño de azar. No lo intenten.

@enniosotanaz

(Foto extraída de www.colchonero.com)

Allá ellos

Las reglas básicas del fútbol son bastante sencillas: un balón esférico que hay que meter dentro de una portería con cualquier cosa que no sea la mano y sin salirse de ciertas reglas técnicas. Ya está. Está muy claro lo que hay que hacer pero no el cómo. Es decir, aunque parezca difícil de creer siguiendo la actualidad oficial, en ningún sitio pone que dar doscientos toques en el centro del campo valga más que un pase vertical al hueco, que un túnel puntúe más que un despeje  o que una manoletina mirando al tendido mientras luces torso afeitado sea mejor que un poderoso remate de córner. En ningún sitio se define tampoco lo que es moralmente mejor, más espectacular o estéticamente más digno. Por eso en fútbol, como en cualquier otro deporte o como en la vida misma, si tu rival corre más que tú intentas ganarlo con algo que no implique correr (y viceversa). No se me ocurre además nada más digno en la vida que intentar ganar limpiamente a un rival que es mejor que tú. Es tan evidente que me siento ridículo teniéndolo que explicar. 

Siempre (y cuando digo siempre es siempre) me ha parecido tramposo y bastante mentiroso el debate sobre el estilo futbolístico pero mucho más cuando se practica exactamente después de una derrota y fundamentalmente cuando se hace para justificarla. Esa suerte de sentencia petulante que desde algunos Olimpos radiofónicos se emiten para compulsar las victorias como dignas o indignas. Como buenas o malas. ¿Quiénes son esos iluminados para erigirse en jueces de la razón? Y ojo, no hablo de opiniones, hablo de sentencias.

Ayer, después de sufrir una inapelable derrota por 0-2 y tras un partido en el que su equipo no había sido capaz de tirar una sola vez a puerta, un tal Aspas decía que es imposible jugar contra un equipo, el Atlético de Madrid, que "no propone nada". ¿Qué no propone nada? Semejante pataleta, que curiosamente se parece demasiado a las portadas de los diarios “profesionales” y a las soflamas de los creadores de realidad, no debería pasar de una torpe falta de respeto o una inocente estupidez enunciada por un rabioso jugador de pocas luces y mal perder. Pero no, a fuerza de ser repetida y amplificada por los “listos” del fútbol, se erige en mantra curativo, paliativo de males "menores" como... perder. Algunos, aupados en su propia soberbia, elevan el monólogo (que no debate) a categoría de dogma e incluso, a pesar de su manifiesta subjetividad, lo sitúan por encima de evidencias tan poco discutibles como el marcador. Y ojo, me duele escribir esto porque el que suscribe nunca ha sido resultadista. En esta misma bitácora (ustedes lo saben bien) he criticado (y lo seguiré haciendo) el mal juego de mi equipo. Ganando y perdiendo. Tantas veces como haga falta. A veces con dureza y a veces con desesperación. Eso sí, cuando sea verdad. 

Porque lo más triste de todo es que no lo es. No siempre. Ayer el Atlético de Madrid ganó a un equipo excelente como el Celta (lo cortés no quita lo valiente) y lo hizo con solvencia, con poderío, con personalidad y por momentos jugando bien. Repasen el vídeo. 

Había caído la mundial en Vigo durante el fin de semana pero el terreno de juego, afortunadamente, no fue un agente más del partido. Los de Berizzo (fantástico entrenador) salieron al campo tratando de imponer su juego pero Simeone tenía la lección aprendida del año pasado y no les dejó. Esa especie de cuatrivote abierto (Gabi, Saúl, Koke y Augusto) minó el centro del campo y los celestes no pudieron practicar su juego en ningún momento. Sobre todo a partir de que, tras la amenaza de un Orellana muy activo, neutralizasen la línea de creación celeste con un cambio de sistema, colocando ese 4-1-4-1 contemporáneo. Poco a poco los colchoneros fueron teniendo más balón, llevaron el partido al campo contrario y empezaron a jugar allí. Faltó precisión en el último pase, algo de creación (Augusto estuvo tímido, errático y poco activo) y capacidad de enganche (Vietto mejora por momentos pero le sigue faltando confianza) pero el partido era suyo. La mejor ocasión de la primera parte llegó con un remate de Griezmann en la frontal que se marchó alto. 

La segunda parte fue otra cosa gracias al tempranero gol del francés. Jugada de auténtico crack (lo que es) complementada por un soberbio movimiento de Vietto. Si el argentino sigue haciendo ese tipo de cosas será titular de un equipo que no tiene 9 y que probablemente tampoco se le espera ya. El gol fue letal para un equipo gallego mermado en su plantilla (es lamentable que le puedan quitar a uno de sus mejores jugadores a mitad de liga para armar al rival) e incapaz de atacar al conjunto que mejor defiende de Europa. El Atleti se puso además en modo de equipo grande y no sólo no pasó apuros sino que cerró el partido antes y con más facilidad de lo esperado. Alejó el peligro de su área (no recuerdo una sola ocasión del Celta), trianguló el balón cuando tuvo que hacerlo para agotar al rival y aprovechó los huecos del equipo gallego para ejecutar varios contraataques definitivos. En uno de ellos Yannick Carrasco, un jugador al que siempre habría que hacerle sitio en el equipo, resolvió con maestría delante del portero para hacer el definitivo segundo gol. Dicen que Jackson jugó un rato al final pero no puedo atestiguarlo.

Independientemente de lo que digan los gurús del Olimpo, gran partido del conjunto colchonero que termina la primera vuelta de la liga en lo más alto de la tabla. Un dato que creo que debería de ser visto como algo positivo y alentador para el resto del equipos despreciados por la galaxia pero que lamentablemente sirve para todo lo contrario. Algunos, como anónimos siervos de la gleba, prefieren desprestigiar, vilipendiar y despreciar al equipo "intruso", haciéndolo además con las ideas y los postulados del gran señor. Allá ellos. 

@enniosotanaz

Decapitaciones



No me gustan los eufemismos y tampoco soy partidario de abrazar esa doctrina de verdulera, tan propia de los medios de comunicación de referencia, donde la derrota del equipo propio se asume siempre en modo tragedia, siempre en clave de imperdonable error propio (nunca acierto del contrario)  y en la que indefectiblemente se necesita encontrar un culpable al que decapitar para quedarnos tranquilos. El Atlético de Madrid ha perdido en Balaidos un partido que en ningún momento mereció ganar. Así de simple. Lo digo como lo siento y como lo creo, pero he visto el suficiente fútbol y he sufrido partidos suficientes del Atleti como para saber acotar la importancia de una derrota, por dolorosa que esta sea. A todo el mundo le gusta ser el rey de la galaxia pero personalmente sé de dónde vengo y a dónde voy. Plantearse un análisis en términos de cortar cabezas, teniendo encima como protagonista al equipo de Simeone, no sólo me parece de una injusticia intolerable sino que me da vergüenza escucharlo viniendo de alguien que se dice colchonero. No me parece además que sea una actitud coherente con lo que intentamos representar en este lado del mundo. Si no sabemos perder mal sabremos ganar y poco a poco acabaremos pareciéndonos peligrosamente a eso que tanto odiamos.

Aclarado lo anterior, creo que el Atleti pierde contra el Celta por tres razones fundamentales que mezcladas en una determinada proporción, que no tengo clara y que por supuesto es debatible, hacen que la escuadra colchonera pareciese por primera vez en muchos años un equipo perdido en el campo, sin rumbo, sin plan y sin alma. Todo parte para mí de un repentino ataque de entrenador que coloca en el campo un once de circunstancias con un auténtico desbarajuste en la zona de creación y ataque. Dije antes del partido (está escrito) que no me gustaba la dupla Torres-Mandzukic y el tiempo me ha dado la razón. Creo que los dos delanteros se anulan, creo que el equipo pierde equilibrio y creo que Torres no está tan bien como creemos. Los primeros 45 minutos en Vigo fueron una broma. El Atleti parecía un tipo disfrazado en una fiesta que no era de disfraces y a la que no estaba invitado. Algo insólito en un equipo que podrá jugar bien o mal pero que nunca pierde la estabilidad ni el plan trazado. Raro. Para mí es un error de Simeone (reconocido por él mismo) que trató de arreglar sobre la marcha pero sin éxito. Pero el Atleti tuvo además la mala suerte de toparse con un gran Celta de Vigo que, imitando la forma en la que el Barça nos derroto hace un par de semanas y sin perder su personalidad, entendió mejor la forma de afrontar el encuentro para terminar haciendo un gran partido. Mucho mérito el del equipo gallego a cuya victoria no pongo un pero. Pero sería un cínico si no hablase también de ese tercer factor, el desempeño arbitral, que sin duda fue influyente. El primer gol viene precedido de una mano tan evidente que duele y posteriormente el colegiado se traga un penalti también de libro. Son dos errores mayúsculos que sin duda podían haber cambiado el sino del encuentro pero yo tiendo a distinguir entre árbitros malos y árbitros “buenos” que ayudan al sistema. En este caso creo sinceramente que estamos hablando del primer caso. El árbitro es muy malo, sin más. No veo otra cosa. Mala suerte.

La derrota es un severo traspié en la trayectoria liguera del Atleti y una bofetada en el ánimo y la ilusión de una grada que, puede ser, lo mismo estaba pecando de euforia. El elogio debilita que decía aquel y quizá deberíamos ser más conscientes de la realidad. Si ganar la liga en las circunstancias actuales entra en la categoría de milagro, hacerlo dos veces seguidas podría incluso inaugurar una nueva categoría dentro de las ciencias ocultas. Tomar el objetivo de ganar la liga como referencia está bien, es lo que siempre hemos reclamado, pero frustrarnos hasta la enfermedad por no hacerlo creo sinceramente que es muy estúpido. ¿Duele perder? Duele, pero lo hemos hecho muchas veces. Tengamos perspectiva y seamos consecuentes. No podemos someter al corazón al mismo grado de disgusto sufriendo el humillante devenir de esos tiempos malditos de Manzanos, Aguirres y Ferrandos que perdiendo el quinto partido de 23. Yo al menos no pienso hacerlo.

Duende.

AT. Madrid 2 - Celta 2

Sería absurdo negar que los aficionados al fútbol tendemos a analizar las cosas que ocurren en el terreno de juego teniendo siempre la ventaja de conocer el resultado. Es trampa. La cometemos todos, yo el primero, pero es trampa. Seamos conscientes. Tom Wolfe construyó hace años una parodia de la casualidad en su Hoguera de las Vanidades y de ese libro (o esa película, como prefieran) me he acordado cuando el pésimo colegiado Martínez Munuera ha pitado el final del partido. En ese momento uno tenía ya el análisis del partido en la cabeza. Lo héroes y los culpables. Las claves, los hitos y los puntos de inflexión. Pero me ha dado por pensar que el análisis a lo mejor no hubiese sido el mismo si a los cinco minutos de empezar el partido Raúl Jiménez hubiese metido el balón en la portería en lugar de mandarlo al Frente Atlético o si a pocos minutos del final, el mismo Raúl Jiménez, no hubiese tirado el balón a las manos de Sergio en lugar de meterlo en la portería haciendo tercero. Me gustaría creer que sí, pero tiendo a pensar que no. El fútbol es complejo y muchas veces fortuito, que duda cabe. Intentaré contar lo que a mí me ha parecido el partido pero estoy completamente convencido de que el factor más relevante, la diferencia más notable entre este Atleti y el del año pasado es la falta de duende. Ese rechace que ahora sale por otro sitio, ese balón que ahora no entra. Suerte, le llaman algunos también.

El partido comenzó frío. El Celta es un equipo que juega muy bien al fútbol y conseguía mover la pelota con el criterio suficiente como para parar con la pelota el famoso ímpetu rival. El Atleti se dejaba ganar en ese aspecto gracias a una presión pobre y mala que hacía a sus jugadores llegar tarde a todos los cruces. Pero incluso en ese escenario llegó una jugada colchonera, tras error gallego, que podía haber cambiado el partido y que Raúl Jiménez desaprovechó en la frontal del área rematando como hubiese rematado un señor de Cuenca que de repente apareciese por allí. El Mexicano ha sido el gran damnificado de este partido pero en mi opinión se lo ha  ganado. Ha fracasado en la gran oportunidad que ha tenido. Frío, triste, lento y torpe. Sin velocidad, sin desmarque, sin desborde y sin gol. Lamentable partido del azteca que hace al aficionado colchonero cuestionarse su fichaje y preguntarse si cualquier delantero de la liga española (Larrivey sin ir más lejos) no es igual o mejor costando significativamente menos.

Cuando en el césped lo único que pasaba era el tiempo, apareció un balón bombeado en el área que Godin dejó botar (mal) y Moyá decidió dar por perdido (peor). El único que tuvo la fe de seguir la jugada (una característica que tenían antes los jugadores rojiblancos) fue Pablo Hernández que estirando la pierna de forma imposible consiguió conectar la pelota con el talón y meterla en la red. Gol estéticamente precioso que para mí es un error de la defensa colchonera. Otro. El 0-1 en el marcador puso además nervios en los muchachos de Simeone que a partir de ese momento estuvieron bastantes minutos sesteando, incapaces de quitarle el balón a los vigueses. Hasta que apareció Griezmann, el mejor del partido del largo. El francés conectó entre líneas, puso criterio al balón, aportó velocidad y tuvo la picardía que hasta entonces nadie tenía. Escudado por Arda y Koke se echó el equipo a la espalda y empezaron a llegar las ocasiones que sin embargo eran desbaratadas por un acertadísimo Sergio. Desgraciadamente el empaté (Miranda tras saque de falta de Koke) y posterior remontada (Godín tras saque de esquina) llegaron en sendos saques a balón parado pero es justo decir que podían haber llegado de cualquier otra manera. 

Parecía controlado el partido cuando se inició la segunda parte pero el Celta, con Nolito ya en el campo y un excelente Krohn-Dheli, hicieron a los gallegos jugar demasiado cerca de la portería de Moyá. En un balón metido al área Planas se quedó en solitario con un Miranda que, entrando a destiempo, lo derribó claramente en el área. Nolito convertía el penalti y hacía el empate. A partir de ese momento el partido fue un acoso constante de los colchoneros, jugando bien por momentos y llegando mucho y con criterio, pero este equipo no tiene, ni mucho menos, la pegada a la que estábamos acostumbrados. Ni duende.El balón no quería entrar pero el equipo terminó de resfriarse cuando Simeone, en la acción más incomprensible desde mi punto de vista desde que está sentado en ese banquillo, decidió quitar a Griezmann del campo. Las ocasiones siguieron llegando pero el juego fue significativamente peor. Lo único que no cambiaba eran los reflejos de Sergio que sacó balones a todos. A Griezmann, a Raúl Jiménez, a Tiago y a quién se pusiera. El árbitro se vino a sumar a la fiesta permitiendo las perdidas de tiempo, midiendo mal las tarjetas y no viendo un, para mí, clarísimo penalti a Godin.

El empate más que afectar a la clasificación (que afectará seguro) es más dañino porque deja muchas dudas en un equipo que ya las tenía y que no es capaz de viajar sin la mochila de la incertidumbre. Me sigue pareciendo un equipo ilusionante pero en construcción, que hace muchos errores propios de equipo de construcción y al que veo con dos problemas para los que no adivino pronta solución: un centro del campo pequeño, limitado y muy mayor, junto a una delantera, de momento, sin pegada. Necesitamos hilar una racha buena de resultados para que la tranquilidad sirva de bálsamo y que todos estos rotos, provocados por una gestión deportiva más que discutible, puedan ir cicatrizando poco a poco. Veremos. 

  

Oficio

RC Celta de Vigo 0 - At. Madrid 2

Durante todos esos años de hibernación y casposa mediocridad que desgraciadamente tuvimos la desgracia de sufrir no hace tanto, uno veía los partidos de los demás equipos con cierta distancia y bastante resignación. Afectado por la sombra de esa nube negra que pululaba por encima de nuestras cabezas, observaba los partidos del Real Madrid y pensaba que ese equipo tenía una suerte injusta y galáctica que hacía que ganase muchos partidos sin aparentemente merecerlo. Les veía salir a cualquier campo, plantarse como una piedra y en un momento dado meter un par de goles que acababan con todo. Uno estaba convencido en esos días de que aquello debía ser una especie de conjura por parte de los dioses antiguos para que el equipo poderoso ganara siempre. Pero recuerdo una vez, viendo un partido en un decadente bar en un pueblo de Ávila, en el que un señor mayor que estaba por allí, escuchó mi discurso y me dijo algo que se me quedó clavado. Muchacho, cuando todas las veces ocurre lo mismo deja de ser suerte y pasa a ser otra cosa. Y tenía razón. Llámenle poderío, grandeza o superioridad. Llámenle incluso, si quieren, oficio. Llámenlo como quieran llamarlo pero eso es exactamente lo que le pasa a los equipos grandes y eso es exactamente lo que tiene ahora mismo el Atlético de Madrid. Un equipo sólido, rocoso y unido, que tiene muy claro hacia dónde mirar, hacia dónde correr y hacia dónde soñar.

El partido fue malo y aburrido. Decir otra cosa, en mi opinión, sería faltar a la verdad. Aparecieron los dos equipos dando la sensación de que se habían estudiado convenientemente y los primeros minutos dejaron claro que así era. El Atleti, con las ausencias de Arda y sobre todo Diego Costa, dejaba dudas respecto a su capacidad de mantener ese juego vertical y letal que lo ha caracterizado durante toda la temporada y los primeros 45 minutos no fueron precisamente una buena prueba para contradecir que el equipo de Simeone no se desangra con los cambios. Según avanzaba el tiempo el Atleti se transformaba en un equipo plano, lento y con una terrible alergia a manejar el balón, al que pateaba sin consideración cada vez que tenía oportunidad. Enfrente aparecía un Celta con hechuras de equipo bien construido. Tratando de jugar siempre en campo contrario, adelantando la defensa, presionando, sacando el balón jugado, casi siempre muy bien y manteniendo por el camino intensidad suficiente como para molestar al Atleti. Diego, demasiado escorado en banda, no era capaz de recibir un balón en condiciones y se perdía corriendo por detrás de la pelota, algo para lo que no está dotado y que mucho iluminado confunde con falta de “huevos”. Me repugna ese discurso de la testosterona y el “echarle ganas” al que mucho rapsoda recurre con demasiada frecuencia. Me pone de muy mala leche además, cuando si algo le sobra a este equipo es precisamente “huevos” y si hay algo que le falta es precisamente fútbol, que es, también precisamente, lo que tiene Diego. Mario cumplía mal que bien en defensa pero era una tabla rasa en la construcción. Raúl García no conectaba, Koke se desfogaba en defensa y Villa se perdía entre los centrales. Afortunadamente la defensa seguía sería y sólida con un gran Alderweirdeld, del que ya podemos decir que ha sido un buen fichaje. La primera parte moría sin apenas ocasiones, con el público muerto de aburrimiento y con un Celta que, a los puntos, había sido mejor o al menos había sido el único que quiso convertir en un partido de fútbol, aquello que estaba pasando en la hierva.

Pero la segunda parte fue otra cosa. El Atleti salió adelantando filas, aumentando la presión y, lo más importante, haciendo una gestión del balón mucho más honesta e inteligente. Los centrales y mediocentros en lugar de patear el balón a la mínima, lo jugaban en corto buscando pasar por el centro del campo con lo que conseguían llegar a zona de tres cuartos con posibilidades de hacer fútbol. Lógicamente, ahí sí aparece Diego. Pidiendo el balón, abriendo, distribuyendo, pensando... Fútbol. El Atleti era ya otro cuando Sosa salió al campo por un Koke que parecía agotado, pero mejoró con el Principito en el campo. Buenos minutos del argentino, los mejores desde que se puso la elástica colchonera. Y así apareció finalmente el Atleti letal y de intenso perfume italiano que conocemos, para abrir y cerrar el partido en cinco minutos, por mediación de un renacido David Villa. La brutal e incansable presión de Gabi provocó una perdida de balón del equipo gallego que aprovechó con habilidad y esa inteligencia que no ha perdido, ni perderá el delantero asturiano, para encarar a Yoel y batirle por bajo. Gran noticia la vuelta de un Villa al que el equipo necesita como agua de mayo. No me pregunten por qué, pero me gusta el portero del Celta, Yoel. Pocos minutos después una buena jugada y pase de Sosa desde la banda de derecha, junto a un soberbio arrastre de Raúl García al primer palo, habilitó a Villa en la frontal del área para que el Guaje convirtiese su segundo gol. Fin del partido. A partir de ahí el Atleti adoptó su posición de equipo replegado y eso son palabras mayores. El Celta tocaba hasta el campo rival pero ahí morían. Ni una ocasión tuvieron de batir a Courtois mientras que los colchoneros se recreaban en contrataques que no acertaban a convertir.


Tres nuevos puntos que nos sitúan ahora mismo como líderes de la liga, a falta de lo que el Real Madrid haga mañana. Jornada 27 y 64 puntos. Números que hablan por si mismos. Cada uno es muy libre de enfadarse o alegrarse de lo que quiera, criticar o admirar lo que le de la gana, pero cuestionar la labor de este equipo (al descanso leía cosas en twitter que me ponían los pelos de punta) es tan injusto como falto de perspectiva. Hasta osado, diría yo.




PD. Aunque no siempre lo ponga por escrito agradezco mucho los comentarios y las entradas anónimas a este blog. Tengo la sensación de que esta temporada será la última en la que escriba crónicas de todos los partidos. Tengo algunas razones para ello y está última semana ha sido especialmente reveladora pero les aseguro que ustedes no son ninguna de ellas. Todo lo contrario. Muchas gracias.

Insolación


At. Madrid 2 - Celta de Vigo 1

La primera vez en mi vida que asistí al Vicente Calderón, siendo consciente, fue un Atlético de Madrid-Hercules. El partido, como casi todos, se disputaba un domingo a las cinco de la tarde. No era un día especial, ni un día de fiesta, ni hacía un tiempo espectacular, ni mi padre tuvo que señalarlo en el calendario con meses de antelación, como la única posibilidad en el trimestre de poder llevar a su hijo a ver al Atleti. En esta carrera imparable por convertir el mundo del fútbol en una suerte de pastel elitista cocinado para los ricos de los países emergentes, me parece que uno de los grandes damnificados pueden ser los niños de esta generación. Ese puñado de menores que incapaces de, como yo, absorber el fútbol a través de la piel tienen que conformarse con recibirlo traducido, filtrado e interpretado por elementos que no me inspiran ninguna confianza. Yo me enamoré de unos colores, de un equipo, de un ente abstracto y complejo, que representaba un puñado de cosas tan intensas que sólo a través de muchas tardes en el Calderón rodeado de bufandas, cánticos y almohadillas pude entender. Los niños de hoy, lamentablemente tienen que conformarse con interpretar las centenarias instituciones futbolísticas a partir de píldoras de simpleza, representadas en un estúpido nombre galáctico. En algún muchacho de mirada soberbia y horas de gimnasio, el que sea, que con desdén se señala los músculos cuando mete un gol. Me da mucho asco pero me da todavía mucha más pena. Para mí ha sido hoy una delicia ver un Vicente Calderón plagado de “enanos” ataviados con su elástica rojiblanca, pero no he podido evitar suspirar por la mala suerte que tienen. Es una desgracia el que eso, ir al campo a ver a su equipo, tenga que ser algo excepcional.

Pero han podido ver un partido interesante y bonito, que muestra con crudeza las sutilezas del fútbol. Unas sutilezas que pasan por acercar o retrasar la gloria simplemente por el resultado fortuito en determinados lances del encuentro. El Atleti saltó bien al campo. En una mañana espléndida, con un sol de justicia por encima de las banderas que decoran la parte alta del coliseo colchonero, los de Simeone iniciaban el partido como acostumbran, con intensidad, velocidad, concentración y poderío. Mejor todavía. Jugando muy bien al fútbol. De hecho, la primera parte del partido ha podido ser la mejor primera parte de toda la temporada en cuanto a movilidad de balón y creación de juego. Con los dos laterales muy profundos (normal en Filipe Luis pero no en un Juanfrán que estaba de dulce), el Atleti jugaba en campo contrario al ritmo que marcaban Turan y Koke, protegidos por la guardia pretoriana de Gabi y Mario y espoleados por el trabajo incansable de Diego Costa. Villa ni está ni se le espera. Y me duele escribirlo, pero es así. Está lento, sin chispa, sin suerte y juega demasiado estático y demasiado cerca del todopoderoso Costa. Ahora mismo sobra en el once titular. 

El Atleti robaba siempre en campo contrario a un Celta que era incapaz no sólo de combinar dos pases seguidos sino de tan siquiera salir de su propio campo. Con ese panorama, que como digo duró 45 minutos, el primer tiempo fue un carrusel de triangulaciones, pases a la banda, desmarques  y llegadas. El Atleti debió haber sentenciado entonces y oportunidades tuvo para ello. Villa se quedó solo delante de Yoel para fallar un gol cantando rematando como lo podría hacer un central en esa tesitura y no uno de los mejores delanteros del mundo. Poco después Diego Costa fallaba un claro penalti cometido sobre Filipe Luis que sacaba bien Yoel y cuyo rechace, otra vez, es marrado por David Villa. El héroe del partido era el portero gallego, que además de lo descrito había parado poco antes del descanso todo lo que llegó al área celtiña. El Atleti lo hacía todo bien pero se veía tan superior, se sentía tan dueño del partido, que probablemente cometían el error de recrearse en el tramo final. Afortunadamente parar los del cholo y los miles de niños que lo estaban esperando, llegó el gol antes del descanso. Una jugada seguida por las izquierda por Filipe Luis que mete un balón al segundo palo para que de forma poco ortodoxa, entre Godín y Diego Costa metan el balón en la red.

El segundo tiempo siguió por los mismos derroteros. Por eso, cuando pasados algo más de diez minutos Diego Costa hizo el segundo, todos pensábamos que el partido se había acabado. El gol fue un nuevo derroche y demostración del hispano-brasileño. Pase muy largo de Gabi al hueco que permite a Costa demostrar varias de sus muchas virtudes. Para magistralmente el balón en carrera, lo orienta al gol todavía mejor, aguanta al defensa con el cuerpo como nadie lo sabe hacer y define con precisión de gran delantero. Golazo que lo sitúa en lo alto de la clasificación de goleadores. Poco antes del gol, el mismo jugador que ahora mismo es la mitad de este Atleti, dejaba a Villa otro balón de esos que sólo se necesita empujar para que sea gol pero que el asturiano de nuevo lo lanzó fuera. En una jugada además en la que terminaría lesionado.

Pero cuando todos estábamos preparados para la fiesta, llegaron los cambios. Y la relajación. Y los problemas. El Celta ponía en el campo a Nolito (que a la postre sería el mejor de los suyos) y el Atleti ponía a Óliver en lo que se antojaba una gran oportunidad para el canterano. No fue así. Las carencias tácticas y defensivas del jugador son todavía muy notables y este equipo no se puede permitir tener a un jugador liberado de tareas físicas. Que se lo pregunten a un Arda Turan que termina todos los partidos muerto. Óliver se sitúo en tres cuartos caído a la banda derecha pero aquella banda precisamente se convirtió en un coladero para los gallegos, que más por fe que por juego, consiguieron irse para arriba. La cosa seguía sin ser preocupante hasta que Juanfran, impecable hasta ese momento, se equivocó en un despeje haciendo que Nolito, el más listo de la clase, acortase distancias. Llegaron los nervios. El Atleti, agotado y roto de medio campo para arriba, se echó demasiado atrás y se descompuso en la presión. Cebolla se cambió de banda con Óliver para cerrar la sangría, algo que momentáneamente se consiguió, pero las fuerzas ya no respondían en un equipo muy castigado. El Atleti se había cebado de fútbol. Tenía insolación. Courtois salvaba tres puntos con una excelente parada tras libre directo de los de Vigo poco antes de que el árbitro pitara el final. Quedaba la sensación de que con diez minutos más de partido hubiésemos empatado. Y quedaba la mala noticia de la lesión de Gabi. Algo que en el campo ha tenido muy mala pinta y que según pasan las horas parece que el panorama es todavía peor. Espero que no sea lo que se intuye.

Pero seguimos ahí, en la cabeza. Ocho de ocho, medio equipo en la selección, máximos goleadores, reinando en Europa,... por eso no me apetece centrarme en los defectos. Prefiero disfrutar de las virtudes. Abrazarme a esta época gloriosa y preciosa que saca lo mejor del equipo de mis amores. Prefiero, como dice mi entrenador, pensar ya en el próximo partido.


Espíritu alemán

Celta de Vigo 1 - At. Madrid 3

Un amigo mío escocés, muy aficionado al fútbol también, me hizo una vez darme cuenta de una cosa. Él tenía la teoría de que el espíritu ganador es una cosa global, colectiva y no individual. Algo que tiene un equipo o una entidad independientemente de los jugadores que estén y me ponía como ejemplo de ello a la selección alemana. Para demostrarlo me mostró un vídeo de las semifinales de uno de los mundiales que ganó Alemania. No recuerdo que año fue ni contra qué rival jugaba pero eso es algo irrelevante. Lo que mi amigo quería enseñarme es lo que hicieron los jugadores nada más terminar el partido y clasificarse para la final de un campeonato del mundo. Unos jugadores que no tenían el nombre de otras veces y que no eran favoritos. No hicieron nada. Saludaron al rival, se bajaron las medias a los tobillos, se abrazaron con frialdad, aplaudieron a la grada y se fueron al vestuario. En sus cabezas eran conscientes de haber hecho nada más que lo que tenían que hacer. Ser campeones del mundo es lo que había que celebrar. Y lo fueron. Y lo celebraron. Hoy, cuando al acabar el partido han enfocado a Simeone he visto un tipo serio, que saludaba a sus rivales y sus pupilos, que se bajaba las medias a los tobillos y que, satisfecho por la labor cumplida, se marchaba a los vestuarios sin aspavientos. Acababa de sellar la mejor clasificación del equipo en 20 años. Hace muy pocas temporadas, cuando un mejicano de verbo florido y beligerantes conceptos del fútbol ocupaba el baratísimo banquillo colchonero, recuerdo con desgana como un puñado de desinformados aficionados colchoneros tenían la osadía de ir a celebrar a Neptuno un cuarto puesto que tras una desastrosa temporada el equipo había conseguido. Aquello me provocó un bochorno inmediato, pero el bochorno se transformó en indignación cuando también observé como desde el club, probablemente uno de los sitios dónde peor se conoce y se trata la historia del Atlético de Madrid, no sólo no se denunciaba tamaño despropósito sino que incluso se alentaba. La indignación se hizo directamente ira cuando además comprobé que los medios de comunicación, ese infalible Ministerio de la desinformación que nos bombardea a diario con su visión binaria del mundo, seguía en la misma línea. Hoy, algunos años después y exclusivamente gracias a un señor argentino llamado Diego Pablo Simeone, todo eso suena simplemente a un mal recuerdo. Hoy todo esto se parece bastante más al Atlético de Madrid de siempre. Al de verdad. Hoy, después de veinte años, el tercer presupuesto de la liga ha quedado matemáticamente tercero en la clasificación. Con brillantez y poderío. Tres jornadas antes del final. Sin épica. Sin sufrir. Bajándonos las medias y volviendo al vestuario con el deber cumplido. Sin invocar celebraciones que no proceden. Sin aspavientos. Recuperando el espíritu alemán. El espíritu ganador. 

El partido además dejó un gran sabor de boca. Si hace unos días me quejaba amargamente de una mediapunta compuesta por Raúl García y Cebolla que se perdía en el barro, hoy Simeone me consolaba colocando a Diego Costa y Koke es esa posición. Fue pasar de un cielo completamente cerrado y tormentoso a uno de un azul cristalino. El Atleti, como casi siempre es rutina, se hizo dueño del partido nada más pitar el árbitro pero esta vez a su dosis habitual de entrega e intensidad se le sumo un cariño por el balón y la circulación del mismo desconocidos por estos lares. El juego pasaba siempre por un Koke que cada vez se hace más vital en este equipo y llegaba con fluidez a la parte de arriba, sobre todo a la banda izquierda en la que habitaban Costa y un excelente Filipe Luis. Enfrente el Celta de Abel. Un equipo atenazado por la presión que obsesionado por los puntos trataba de jugar muy juntos cerrando todos los espacios. El Atleti dominaba pero no tenía ocasiones. Aquella efectividad que sorprendió a propios y extraños a principio de liga parece haberse perdido por el camino y al equipo le cuesta mucho más ahora hacer ocasiones de gol. Las pocas de las que dispone además no se resuelven con la solvencia con las que se resolvían entonces. Una gran parte de la responsabilidad debe recaer, lógicamente, en un Falcao que no termina de coger la forma y al que se le sigue viendo ansioso y algo desubicado pero también en sus compañeros de vanguardia y retaguardia que no están finos tampoco en la finalización. La mejor ocasión del Atleti estuvo en las botas de Adrián, flojo y apático otra vez el asturiano, que con toda la portería a favor tras buena dejada de Falcao, marró el tiro a las nubes. Irónicamente la oportunidad más clara fue sin embargo del Celta con un tiro alejado que Cortois, poco después de batir otro mítico récord de imbatibilidad de Abel, despejaba de forma poco ortodoxa. 

El Atleti se iba al descanso con un empate a cero que se antojaba algo injusto pero tuvimos poco tiempo para lamentarlo. Nada más volver de la caseta, la enésima jugada de estrategia de Simeone que sale bien ponía el 0-1 en el marcador. Saque de esquina de Koke, peinada de Miranda y remate de cabeza de Diego Costa que se anticipa a su defensor ganando de forma magistral la posición. El gol sirvió para aumentar el nivel de nervios del equipo gallego que no tuvo ya más remedio que irse a por el partido con más fe que criterio. El encuentro se ponía franco para los de Simeone que enlazaban fácilmente un contrataque tras otro pero que, como ocurre últimamente, no conseguían rematar, a veces con demasiada candidez a la hora de terminar la jugada. Eso provocó que el partido se rompiese convirtiéndose por momentos en un ejercicio de ida y vuelta que no le convenía nada a los madrileños. La tesitura fue aprovechada por los celtiñas que consiguieron llegar alguna que otra vez con peligro pero que unas veces por la falta de acierto y otras por Courtois, hacían que el partido siguiese con el mismo marcador. Hasta que en uno de tantos contrataques tirados por los madrileños el balón llegó de rebote a Juanfran que disparando desde la frontal del área y dando el balón en un defensa rival, conseguía hacer el 0-2. 

El partido pareció morir en ese momento. Aunque la fiel afición celeste siguió animando incansable al desánimo, el equipo no era capaz de responder al entusiasmo y se perdía amargamente en el césped. Tampoco ayudaba mucho la red defensiva tejida por los colchoneros y el provocado ritmo pausado que tenían. El Atleti seguía dominando el encuentro pero esta vez sin balón. El Cholo cambiaba jugadores con vistas a los partidos del futuro y todos pensábamos que no ocurriría nada más hasta que una jugada aparentemente intrascendente acabó con un remate desde la derecha que sacó Courtois en primera instancia pero cuyo posterior remate por parte de Augusto se pasaba por debajo del cuerpo, en una acción que se puede considerar como fallo del portero. Uno de los pocos que tiene. 1-2. Los más agoreros tiraron entonces de recuerdos fantasmas y dramones de última hora pero a este equipo no le sientan nada bien esos estereotipos cinematográficos. Los colchoneros volvieron a situar el grado de intensidad al nivel que lo habían dejado desde hacía tiempo y en apenas unos segundos ya estaban con superioridad numérica dentro del área contraria. Tras una jugada algo accidentada el balón acaba en los pies de Falcao que esta vez se saca un soberbio recorte en una baldosa dentro del área para elevar el balón por encima del portero y clavarlo en la red. 1-3 que ya si era definitivo. Aunque pudo no serlo por la cantidad de ocasiones que llegaron después por parte de los colchoneros, con un Celta ya totalmente volcado y absolutamente desarbolado. La más evidente de ellas una llegada clara de Arda Turan que delante del portero envió el balón a la base del poste. 

El Atlético de Madrid sella así y antes de tiempo una magnífica competición liguera y una magnífica temporada. Independientemente de lo que ocurra en esa señalada final de Copa del Rey que todos tenemos señaladas en el calendario y en la cabeza. Tiempo habrá de hacer análisis, sacar conclusiones y pensar en los vicisitudes del futuro pero ahora es tiempo de disfrutar. De disfrutar primero de la tranquilidad de poder jugar la liga siendo un espectador únicamente con ganas de divertirse y después de ese partido frente al máximo rival que tendrá que ser una fiesta. Independientemente del resultado pero conscientes de que el destino nos debe una alegría como esa.

Sueños, otra vez

At. Madrid 1 - Celta de Vigo 0

Ayer, cerca de la media noche, cuando Simeone elevaba sus brazos al aire buscando el rugir de una grada que lo adora y apenas uno segundos antes de volver a ganar en el Calderón sumando tres puntos más, me acordé de aquello que decía Aristóteles de que la esperanza es el sueño de un hombre despierto. Esperanza. Sueños. De eso trata al fin al cabo todo este universo del fútbol pero hace ahora un año precisamente en que a muchos nos costaba enfocar el alma en algo que no fuese la cruda realidad. Hace un año el Atleti era una broma. Una sombra distorsionada de una historia superlativa. Un ánima enclenque que se desangraba por las esquinas con indolencia y aburrimiento extremo. Cuando en esas circunstancias tan sumamente penosas apareció Simeone en rueda de prensa como nuevo entrenador del Atlético de Madrid, la esperanza estaba fundamentada sólo en el convencimiento absoluto de un entrenador y en la ilusión indomable de una afición que una vez se hizo famosa por no rendirse nunca. El sueño de creer en que a pesar de lo que marcaba la realidad, del pasado reciente, de “dueños” venenosos, de las caras de unos jugadores que saltaban con miedo al campo, de la insolencia de unos medios de comunicación que dejaron atrás el proverbial desprecio por el escudo con el oso y el madroño para pasar directamente a la diaria humillación, de alguna manera la esencia del histórico Atleti podría volver a brotar, no sé sabe bien cómo, de la mano del argentino. Y aquí estamos. Doce meses después en los que como una chaqueta reversible la situación se ha tornado al contrario. Resulta complicado pensar en que aquella eliminación de Copa frente al Albacete o aquella humillante derrota en casa contra el Betis son cosas que acontecieron hace apenas un año. Simeone, y creo que tiene todavía más mérito del que le damos, ha sido capaz de no sólo de devolvernos las ganas de ir al Vicente Calderon, de darnos dos sabrosos títulos europeos o de hacernos sentir orgullos mirando al histórico rival ahí abajo en la tabla sino que, mucho más importante, ha sido capaz de plantar los cimientos sólidos de algo que puede llegar a ser, otra vez, el Club Atlético de Madrid. El Cholo pedía estabilidad para el 2013 que se avecina y sinceramente, creo que es lo que más falta hace para que despertemos y resulte que todo ha sido verdad. 

El partido contra el Celta comenzó a horas intempestivas (lamentable) pero con igual actitud por parte de los madrileños. Incluso algo pasado de revoluciones, la tradicional verticalidad con la que los del Cholo enfocan los partidos se perfilaba muchas veces en exceso lo que impedía la creación en el centro del campo. Aún así el primer Atleti fue un vendaval que los gallegos, metidos en su área, intentaba contener como podían. Un acertadísimo Arda, otra vez, se transformaba en un puñal por la banda izquierda en la que el debutante Cisma iniciaba lo que sería a la postre un partido más que correcto. El Atleti debió haberse puesto por encima en el marcador en ese impetuoso arranque pero no fue así. La ocasión más clara vino con la enésima buena jugada del turco que tras pasar el balón por la frontal del área en combinación, éste acabe en la derecha por la que entraba Koke que ajusta demasiado el disparo y da en el poste. La igualdad en el marcador permitió pasados los minutos que los de celeste se asentaran es su planteamiento ultradefensivo (por mucho que su entrenador diga que no) y consiguieran realizar su principal cometido táctico al saltar al césped: anular a Falcao. La buena labor de la pareja de centrales y las ayudas defensivas de los mediocentros hacían que el colombiano tuviese que jugar muy alejado del área. El Atleti acusó el borrón en su idea de fútbol y nos fuimos al descanso con la sensación de que el Celta se había estirado y de que el Atleti se estaba apagando no sólo en su juego (que lo era) sino también en su intensidad. 

A todo esto tampoco ayudó demasiado el frío ambiente provocado por esa huelga de animar que decidieron hacer los miembros del Frente Atlético. Al parecer, es lo que me contaron, los miembros de la peña ultra estaban enfadados por una sanción interpuesta por el club tras sus lamentables insultos contra el Deportivo. De confirmarse esta versión aplaudo la decisión del club y no me duele en prendas reconocerlo. La deriva que había tomado el fondo no sólo era repugnante sino que superaba lo tolerable. El Calderón necesita al Frente, no nos engañemos, pero no a la versión hostil y desagradable de los últimos tiempos. Esa que basa la mayoría de sus cánticos en el insulto gratuito y soez al rival. A todos los rivales. Esa que se olvida del fútbol, lo que nos une a los colchoneros, para reivindicar ideas ajenas al deporte en las que los aficionados dudo que coincidamos. 

El segundo tiempo tuvo unos minutos muy parecidos a los del final de la primera parte pero a partir de la salida del Cebolla el Atleti tomó definitivamente las riendas del partido y metió al Celta en su campo a base de toque, anticipación, ganas y juego. Los gallegos eran incapaces de salir de allí y el gol rojiblanco amenazaba constantemente pero las ocasiones no eran claras y los minutos seguían pasando. La peligrosa duda se instalaba en la cabeza de todos cuando apareció el bueno de Adrián, por fin. Un jugador que no está teniendo una temporada ni mucho menos buena pero sobre el que Simeone nunca ha perdido la esperanza. Mérito y apuesta del argentino que ayer le devolvió el asturiano con una gran volea con la zurda en la frontal del área (tras pared fallida) que se coló por la escuadra rival. A partir del gol el partido de rompió un poco, provocado por la necesidad del Celta de irse arriba y de cierto desajuste táctico en el Atleti tras los cambios (no teníamos por ejemplo lateral izquierdo tras el cambio ofensivo del Cisma por Raúl García). Se vivieron algunos momentos de tensión que en realidad no llegaron a ser significativos salvo la jugada que expulsó a Miranda por doble amarilla. Contrataque gallego que el brasileño se ve obligado a cortar con la mano en la frontal del área. La falta era muy peligrosa pero el jugador del Celta encargado de llevar a su equipo a la gloria tuvo la mala suerte de resbalarse justo al ir a golpear. Fin del partido. 

40 puntos antes de terminar la primera vuelta son muchos puntos. Como para pensar en el liderato en otras ligas más igualadas. Un registro soberbio e histórico que nos da a los Atléticos la oportunidad de enfrentar el año que viene cargados de fuerza, esperanza e ilusión. De soñar, al fin y al cabo. John Lennon decía que un sueño que sueñas solo es solamente un sueño pero que un sueño que sueñas con alguien es una realidad. Sé que no estoy solo. Sé que nuestra realidad se llama hoy, por fin, Atlético de Madrid. Que tengan una feliz navidad.

Dicen que el fin justifica los medios




Celta de Vigo 0 - At. Madrid 1

Dicen que el fin justifica los medios y aunque todo sea relativo y muchas veces es cierto que una frase así puede ser verdad en ocasiones especiales a mí sinceramente me deja un mal sabor de boca que fracasen las propuestas nobles, honestas y valientes en detrimento de otras propuestas infames, rupestres, incoherentes y cobardes. Por si no lo han adivinado los rupestres somos nosotros. El Atleti se ha presentado en semifinales de la copa del rey sin jugar un pimiento y con mucha suerte. A falta de tres partidos, dos de ellos contra el Racing de Santander, parece lógico ilusionarse con ganar un trofeo después de tanto tiempo pero viendo de verdad lo que ofrece este colectivo de tipos extraños que dicen jugar al fútbol se me hace ciertamente complicado.... aunque estamos tan cerca.

Es verdad que hay partido que se tienen que ganar como sea y que lo del juego es lo de menos pero es que para el Atleti todos los partidos son así y parece que siempre lo del juego es lo de menos. El partido comenzó con mucho furor sobre el campo, mucho pundonor, mucha energía y mucha lucha pero nada de fútbol. Lo normal por parte del equipo colchonero pero algo raro en los gallegos que son de los equipos que suelen respetar este deporte. Poco a poco eso si, las cosas fueron volviendo a su cauce y a la ilógica lógica que ha marcado esta eliminatoria. A saber, un equipo de segunda con presupuesto ajustado que se hace con el balón y el control del juego, que trata de profundizar a base de hilar juego frente a un equipo de primera de presupuesto generoso que se cierra en su propio campo, que se desentiende del balón y que trata de llegar al campo contrario por la vía más rápida aunque atente contra los códigos mínimos del deporte y la estética.

La única noticia buena era la presencia de Tiago que por fin volvía a equilibrar el número en el campo y hacía que el Atleti jugase con 11. Comparar la labor del juego del del portugués con La Perla del Tajonar es como comparar a Frank Sinatra con Tony Genil. No creo que Tiago sea ninguna maravilla espectacular a tenor de su trayectoria y como ha acabado en este equipo pero comparado con el navarro invisible parece una bendición del cielo. Eso si, incrustado en el equipo ramplón que viste de rojiblanco poco puede destacar pero al menos aportaba tanto en ataque como en defensa y en el minuto 12 consiguió caer a banda y dar un pase a la derecha en profundidad que acabó en oportunidad clara del Kun. Pero fue un espejismo porque el partido era del Celta y los madrileños lejos de dar miedo lo que daban básicamente era pena. Si, si,.. serios, ordenados, más concentrados... pero daban pena. Yo exijo a este equipo no que se vista como el Atlético de Madrid sino que lo sea. Llevamos mucho tiempo pareciendo un equipo modesto sin serlo y a mi me da vergüenza.

Pero por las cosas de este deporte cuando el equipo estaba encerrado en su área y dejaba todo a la suerte resultó que la suerte llegó en forma de error garrafal de la defensa gallega (digna de Perea) que dio con un robo de Forlán al último hombre vestido de celeste y como no podía ser de otra forma en el primer gol de los madrileños. A partir de ahí el cielo se abrió, el Celta acusó el golpe y aunque la brillantez siguió sin aparecer por ningún lado tampoco lo hizo en sufrimiento colchonero para dar paso a repetidos fallos de los celtiñas que ni Forlán ni Agúero ni el resto de delanteros consiguieron aprovechar antes del descanso.

La segunda parte fue una locura típica de copa del rey con un Celta que fue a por todo y por un Atleti agazapado y reservón pero que tuvo un sin fin de oportunidades. A los 3 minutos ya Ufjalusi está lento en el pase al Kun que se mete en fuera de juego y anulan su gol. Fue la primera de muchas oportunidades. Los minutos se sucedían y como entradas del Twitter se repetía una y otra vez el guión: dominio aplastante del Celta, jugada por la banda (más izquierda que derecha) o por el centro, contrataque colchonero y ocasión clara fallada. Eso si, pasado el cuarto de hora el árbitro anula un gol al Celta que es legal. Los gallegos están listos en sacar una falta para la que no piden barrera y los madrileños se despistan mientras el más listo de la clase, trashorras, saca ajustado al poste. Gran error del colegiado que pudo resultar vital en el resultado final.

El guión se repetía según lo descrito pero ahora se sumaba a la fiesta el egoísmo del Kun a la hora de soltar el balón en el área contraria que desparramó varias oportunidades aunque la más clara vino por la derecha con un Simao que prefirió tirar con vehemencia al muñeco un balón que le llega desde la banda contraria. A estas alturas del partido el balón y el juego tenía un protagonista y un dueño que no es otro que Trashorras ese jugador de infinita mala suerte e ilimitada calidad. El gallego lo hizo bien todo siendo el mejor del partido y de la eliminatoria. Parece increíble que jugadores así acaben en segunda división y Raúl García fuese titular en el Atleti. Hablando de La Perla del Tajonar se me olvidó decir que salió en algún momento al campo sustituyendo a un gran Tiago que sin embargo tenía demasiadas papeletas para la expulsión. La aportación del navarro al partido estuvo a la altura de ese chicho desde que está en la disciplina del club madrileño: como sin no hubiese salido a jugar. Antes de sufrir en los minutos finales, como no podía ser de otra forma también, tuvimos oportunidad de ver nuevas ocasiones marradas aunque esta vez monopolizadas por el bueno de Forlán.

En fin, por lo civil o por lo criminal, pero estamos en semifinales. Es injusto, porque el Celta fue mejor en el conjunto de la eliminatoria y sobre todo porque la apuesta de fútbol que hace mi equipo no es digna de llegar a las semifinales de ninguna competición, pero especialmente si enfrente tienes la filosofía, la honestidad y la elegancia que ha demostrado el Celta en toda la eliminatoria. Mi más sincera enhorabuena para los gallegos. Me da una envidia enfermiza ver equipos como este y luego ver lo que hace el mío.