1.
Muchos de ustedes deben conocer los dos discos que Vinicius de Moraes (Rio de Janeiro, 1913-1980, diplomático, poeta, cronista, compositor, cantante, borracho, mujeriego, cuatro veces marido, varias veces padre (abandónico), guionista, dramaturgo, amigo de medio mundo, maniaco-depresivo, no necesariamente en ese orden) grabó en Buenos Aires:
En la Fusa con María Creuza y Toquinho (1970) y
Vinicius + Betanhia + Toquinho - En La Fusa (1971)
. Lo que probablemente no sepan es la circunstancia de existencia de esos discos. La relación de Vinicius con Buenos Aires en realidad fue mucho menos ocasional y más extensa que lo que dos discos de dos años consecutivos nos harían suponer: el tipo vivió casi diez años (con sus idas y vueltas) por estos lares, primero forzado, autoexiliado tras su expulsión de la diplomacia brasileña por parte de una dictadura militar, después voluntariamente, cuando se casó con una chica argentina varias décadas más joven. En esos años -que llegan prácticamente hasta el momento de su muerte-, su vida, obra y personalidad se inmiscuyeron en la noche cultural porteña (barrionorteña, en realidad). Lo sorprendente de
Nuestro Vinicius, que en Brasil se publicó como
Vinicius portenho, es que muestra en qué medida el tipo se relacionó con (y presuntamente influyó en) mucha (MUCHA) gente que al día de hoy sigue trabajando en la "industria" cultural de acá (y del Uruguay). Es así, vas leyendo el libro y cada vez que das vuelta la página exclamás (para adentro) "¿¡Este también!?". Gente que tocó con Vinicius, o compartió el escenario, o un programa de TV, o lo fue a ver a La Fusa, o trabajó con él, o vivió con él, o se escabió con él: montones. Desde Pirí Lugones hasta una niña Juana Molina, pasando por Antonio Gasalla o Eduardo Galeano o el topo Gigio. Es un libro muy cholulo en ese sentido.
2.
La relación de Vinicius con Buenos Aires (que se extiende geográficamente a Mar del Plata y Punta del Este) es poco conocida porque, bueno, los brasileños no son propensos a compartir a sus padres de la bossa nova, obviamente. Los discos que grabó en La Fusa (que en realidad fueron grabados en estudio, con público acarreado especialmente entre los conocidos del productor, pero que reproducen el repertorio y "el espíritu" de los espectáculos diarios (!) que daba Vinicius en el boliche de Barrio Norte que se trasladaba a la costa en verano) son poco conocidos y para nada importantes en Brasil. Otro motivo del ninguneo de la etapa porteña es que la propia familia la rechaza: fueron los años en que el tipo estuvo más alejado de sus hijos, además de que acá se casó con una chica de la edad de la hija mayor a la que conocieron cuando ya estaba todo concretado. Hay una muy linda película (la recomiendo mucho) sobre la vida de Vinicius, en la que aparecen todas las superestrellas de la música brasileña (Caetano, María Betanhia, Chico Buarque, Gilberto Gil, y un largo etcétera); fue producida por la hija mayor y dirigida por el ex yerno de Vinicius y omite olímpicamente el período del que estamos hablando. La película es hermosa, repito, y la pueden ver entera en vimeo
haciendo clic acá.
3.
El libro de la Wenner está muy bien: sobre todo la investigación. Y está lleno de grandes momentos como éste:
Una tarde tocaron el timbre en Alem. Toquinho dormía. Como era su costumbre, Vinicius estaba escribiendo en la bañera. Se trataba del productor Ben Molar, que venía con las Trillizas de Oro, la mamá de las Trillizas de Oro, el papá de las Trillizas de Oro, la abuela de las Trillizas de Oro, el tío del las Trillizas de Oro...
-¡Vinimos para que Vinicius vea cómo las Trillizas cantan "A tonga da mironga do kabuletê"! Necesitamos una guitarra -dijo Ben Molar dirigiéndose a Helena Goñi, como si los estuvieran esperando.
Helena subió hasta la bañera de Vinicius, que la miraba intrigado. Le contó lo que pasaba.
-Heleninha, despertalo a Toquinho y decile que venga con la guitarra... -susurró Vinicius sin moverse de la bañera.
Al rato, por lo menos diez personas se amontonaron en el baño. Las Trillizas de Oro, acompañadas por Toquinho, cantaron la versión que les hizo a medida Ben Molar de "A tonga da mironga do kabuletê", que decía así: "Me gusta la rosa / me gusta el clavel / la vida es hermosa / el mundo también / a tonga da mironga / do kabuleté".
Cuando se fueron, Vinicius se puso serio. No le hizo gracia la actuación de las Trillizas y dijo:
-Coitadinho, ¡esas meninas parecen monitos amaestrados!
Lo único que aquella versión respetaba de la canción eran la música y el estribillo.
Vinicius tomó el nombre de una maldición en un dialecto africano que le enseñó Gesse, que, traducida al español, diría: "Los pelos de la entrepierna de tu madre". La canción, lejos de ser un canto a la alegría de vivir, dice que todo está mal y que sólo se puede salir del pozo maldiciendo: Eu saio da fossa / xingando em nagô.
Se nota que logró tener muchas y muy buenas fuentes. También me gustó mucho la estructura narrativa, aunque al ser cronológica a lo mejor el mérito es de la vida del propio Vinicius. El final de su relación con Argentina es increíble a nivel narrativo, aunque sea terrible a nivel real. En marzo de 1976 Vinicius ya no vive de manera permanente en Buenos Aires, aunque sigue viniendo muy seguido, y llega a la ciudad junto con una banda en la que está también Toquinho, para dar un concierto en el Gran Rex. La noche del 27 de marzo, el pianista de la banda, Francisco Tenorio Cerqueira Junior, sale a comprar algo y lo chupan los milicos. Lo mataron en la ESMA unos días después. Según concluye Wenner, lo habrían chupado por su aspecto, portación de cara de hippie. También se sospecha que lo confundieron con otro. Vinicius, que tal vez era un poco ingenuo -lean sino sus poemas- no sólo presenta
habeas corpus y acude a la embajada brasileña (donde le dicen que no saben nada, aunque por el Plan Condor años después se supo que sí) sino que además saca una solicitada en el diario. En la puerta del hotel donde pasaron la noche del 27 de marzo hay
una placa que lo recuerda. Es en Rodríguez Peña y Corrientes.
4.
Si les gustan los discos de La Fusa, o la obra de Vinicius, el libro va muy bien. Además, es un muy interesante y bien logrado fresco de lo que fue la vida nocturna de (un sector social de) la Buenos Aires de principios de los '70s, donde se podía cantar a Xangó de traje y corbata.