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lunes, 22 de junio de 2015

Ala de criados, de Mauricio Kartun

1.
Hice un trabajo sobre Ala de criados. Me quedó bastante digno. Por una semana fui fana de Kartun y en plan de estudio comparado me leí todas las obras suyas que habían en casa, y también me compré otras tantas, algunas de las cuales son mencionadas entonces en esto que sigue a continuación.

Una anécdota a modo de introducción

El viernes 27 de mayo asistí como espectador a la última función, a sala llena, de la puesta de Sacco y Vanzetti: dramaturgia sumaria de documentos sobre el caso, obra escrita por Mauricio Kartun en el año 1991 y que ahora dirigía Mariano Dossena en el Teatro Nacional Cervantes. Ya puesto a la tarea de realizar el presente trabajo sobre el programa político de Ala de criados, me había propuesto leer todo lo que del autor estuviera a mi alcance y en ese mismo afán me había parecido pertinente ver esta obra de Kartun sobre el histórico juicio a los dos anarquistas italianos, ocurrido en Estados Unidos en 1920, muy cercano en el tiempo con los sucesos de la Semana Trágica que contextúan a Ala de criados.
La pieza, construida (como su título lo indica) en base a documentos históricos relacionados con el juicio –cartas, coberturas periodísticas contemporáneas del juicio, además de estudios históricos sobre el tema que Kartun consultó en la biblioteca José Ingenieros y en la biblioteca de la FORA de la calle Brasil– cuenta promediando su extensión con cuatro monólogos, que son los alegatos finales del fiscal y la defensa y las palabras de los anarquistas tras ser declarados culpables de homicidio. Tras los monólogos de los personajes del fiscal, el abogado defensor, y Nicola Sacco, llega el turno del monólogo de Bartolomeo Vanzetti, interpretado en esta puesta por el actor Fabián Vena. Parado en el proscenio, llama a los espectadores “señores del jurado”, interpelándolos directamente. El suyo es el discurso más extenso, el más “ideológico”: Vanzetti dice que se lo condena por el crimen de haber luchado contra la explotación del hombre por el hombre. Se gana un cerrado aplauso del público presente, que atesta la sala hasta el cuarto piso. Ahora bien, y ésta es la anécdota: cuando el público finaliza su ovación, una voz anónima desde una de las plateas dice fuerte y claro, para que todos puedan oírlo: “Miren que después no hay McDonald’s”.
Debo aportar otro elemento, con el fin de llegar a la que será la hipótesis de este trabajo. En la entrevista-charla realizada por Eduardo Sartelli en 2012, Kartun afirma sobre el personaje de Juan el Bautista en su obra Salomé de Chacra que las expresiones ácratas que salen de la voz de este personaje desde el aljibe son “verdades de mi [su] encuadre”, para el cual el capitalismo es “un modelo destructor, represivo, altamente inteligente, profundamente seductor y tremendamente domesticante”. Lo que el espectador anónimo estaba resaltando con su chiste era la distancia entre aplaudir las palabras de Vanzetti y consumir en el paradigmático restaurante de comidas rápidas, al cual le calzan tan bien dos de los adjetivos que Kartun utiliza para referirse al capitalismo: seducción y domesticación.
En Ala de criados, el personaje que más tiene que ver con esta definición del capitalismo es Pedro Testa, el acomodaticio cuentapropista que vive su ascenso y caída a manos de los oligarcas Tatana, Pancho y Emilito. Pedro, un representante de lo que Kartun denomina prehistoria de la clase media, ha sido seducido y domesticado por el capitalismo, reprime por el capitalismo, destruye y será destruido por el capitalismo. El programa político de Ala de criados se encuentra en esa “alianza de clases” que conforman los “bichos” y el colombaire en la Brigada Linneo de la Liga Patriótica Argentina contra los anarquistas de la biblioteca Juventud Moderna; o más bien en el resultado final de esa alianza. Si ponemos el ojo en los roles sociales de los personajes de la obra, el mensaje político que representa la muerte de Pedro a manos de sus patrones, como único premio por su comportamiento servicial (o servil: “Cruzan para allá, uno cruza para allá. Cruzan para acá, uno cruza para acá. Hay que darle a los negros, uno le da a los negros. Hay que darle a los anarquistas, uno le da a los anarquistas”, dirá Pedro en su monólogo final) no deja dudas sobre el sentido del mismo: una alianza de clases entre explotadores y explotados sólo puede redundar a favor de los primeros y en prejuicio de los últimos.

Ala de criados y la Semana Trágica
“Yo no utilizo a la historia como fuente de material literal,
de sustancia palpable, sino como gran proveedora de mitos”
Mauricio Kartun[1]

El 7 de enero de 1919, durante el gobierno democrático del radical Hipólito Yrigoyen, comienza lo que en la historia argentina se ha dado en llamar Semana Trágica. El resumen de los hechos consta en estudios históricos sobre el tema: una huelga parcial, iniciada en diciembre de 1918 en los talleres metalúrgicos Vasena e Hijos Ltda., en lucha por una serie de reivindicaciones básicas del movimiento obrero (jornada laboral de 8 horas, aumentos de salarios, pago de horas extras, supresión del trabajo a destajo y reincorporación de los trabajadores cesanteados por actividades gremiales) deviene en una huelga general ante la represión policial que el 6 de enero cobra cuatro víctimas fatales y 40 heridos. [2]
A lo largo de la semana que va del 7 al 15 de enero, la violencia escala hasta límites insospechados. No sólo la represión policial y militar causa bajas en la clase obrera durante la represión a los piquetes, a las manifestaciones y a los cortejos fúnebres de los obreros caídos; además, la burguesía y la pequeña burguesía organizadas en la Liga Patriótica Argentina se anotan un número importante de víctimas en los ataques (pogromos) a barrios de inmigrantes, sobre todo de origen judío ruso, considerados por los reaccionarios como los causantes de la huelga y como instigadores de una revolución en ciernes. “Para el día 15 la huelga se ha extinguido; había durado una semana. (…) Cuatrocientos muertos y dos mil presos. Entre los presos hay miembros de un fantástico e inexistente ‘comité revolucionario’ que había planeado, según la policía, un ‘complot maximalista’”.[3]
Dice Edgardo Bilsky: “Todo indica que la reacción represiva del gobierno y de las fuerzas conservadoras no guarda ninguna proporción con el accionar obrero”.[4] Mientras la violencia obrera respondió a necesidades de auto-defensa, o bien estuvo dirigida contra bienes materiales como tranvías o las instalaciones de los talleres Vasena, la violencia desarrollada por la Liga Patriótica incluyó linchamientos y violaciones, especialmente a inmigrantes judíos.
Algunas de las características mencionadas por Bilsky sobre la Liga Patriótica tienen relación directa con los hechos de Ala de criados: por su composición, está fuertemente comprometida con la defensa del modelo agro-exportador, lo que la vuelve una fuerza de choque del gran capital; además de hijos de la oligarquía ganadera, cuenta entre sus miembros también con hijos de inmigrantes de la clase media, que forman una corriente pequeño burguesa destacable al interior de la organización.
Eduardo Sartelli plantea que “toda la acción de la Liga Patriótica hubiera carecido de verosimilitud de no ser por la Ley Sáenz Peña” que había consagrado la democracia burguesa en la Argentina tres años antes de la Semana Trágica.[5] Esto es así porque la Liga tenía como finalidad “eliminar todo posible desborde del marco institucional constituido por la democracia burguesa”, que incluye entre sus supuestos “el credo central de la sociedad burguesa, la igualdad política entre sus miembros”,[6] a lo que podemos agregar otro supuesto, el de la igualdad económica, que en la Argentina se expresó en el discurso del ascenso social, “que el mundo está abierto a todas las posibilidades, que el ahorro se realiza fácil y rápidamente se transforma en capital”.[7]
Ahora sí, veamos qué sucede con todos estos elementos en Ala de criados. Los acontecimientos narrados en la obra ocurren en siete escenas, una por cada día de la Semana Trágica. Los jóvenes Tatana, Emilito y Pancho Guerra, primos y parias de la oligarquía, excluidos por diversos motivos en su entorno social y familiar, son enviados por su Gran papá –el abuelo, patriarca familiar, un personaje fuera de campo que ocupa un rol central en el relato y que es hablado a través del personaje de Tatana– al exclusivo club de tiro a la paloma (el Pidgeon Club) en donde suelen veranear en Mar del Plata. La razón es alejarlos de la ciudad durante los hechos de violencia, “la atrascanada bolsheviki” según Emilito, de lo que sería la Semana Trágica. Pero el club también está paralizado por la huelga general: los colombaires catalanes se han plegado. El único trabajador que sigue haciendo funcionar el club y que atiende a los tres huéspedes es Pedro Testa, cuentapropista, quien duerme en el ala de criados del título (pero “no es que yo sea… me lo prestan…”, se afana en aclarar varias veces a lo largo de la pieza, incluido el monólogo final).
Al segundo día, llega desde Buenos Aires el mandato familiar –para los varones– de  presentarse como voluntarios en la Liga Patriótica local. Pero tras ser rechazados –por sus condiciones de parias–, los protagonistas deciden, liderados por Tatana y montados en el odio reaccionario de Pedro contra los catalanes que paralizan el club, conformar su propia célula de la organización, y atacar una biblioteca anarquista, la Juventud Moderna.
En resumen, los días/escenas que siguen cuentan los momentos previos y posteriores al ataque a la biblioteca, todos hechos que ocurren fuera de campo, así como la muerte de las palomas que Pedro Testa había comprado para el club y que son su principal preocupación, el interés económico por el que el cuentapropista se comporta de manera servil con los tres primos, haciendo de brazo armado en el ataque a los anarquistas en la biblioteca, en la venganza contra el vasco Beristaín –el personaje, también fuera de campo, que no les había permitido ingresar en la Liga Patriótica (y a quienes, para convertir en enemigo, los protagonistas judaízan con el apellido Berenstein)–, o incluso satisfaciendo sexualmente en el ala de criados. Cuando Pedro se da cuenta de que no ha ganado nada en su “alianza” con los primos oligarcas, sino que más bien lo ha perdido todo, se sale de sus casillas. En consecuencia, en la última escena, los primos deciden ponerlo en su lugar: primero lo aprisionan, y más tarde lo asesinan y desaparecen en el mar, sin ningún tipo de prurito moral. Al final de la obra se ha restablecido el orden imperante, tanto en el Pidgeon Club como en el país. La Semana Trágica ha terminado.
PANCHO: Esta tarde llamó Tata. “Llego en el tren de la noche…”. Han terminado por fin con la revuelta gracias a Dios y la Virgen santísima.
EMILITO: Les dimos un aumentito y se les fue la salvajina, dijo. Salvajina es muy de Tata… Pero como los teníamos asustados pidieron menos de lo que estábamos dispuestos a dar. Buen negocio: si no les das hoy el pan en la puerta de la fábrica mañana nos queman el trigo en el campo.

La democracia es engañifa

Según Jorge Dubatti, “Pedro es una metáfora de la clase media que ‘compra’ y asume los intereses de una clase a la que no pertenece y que finalmente acaba destruyéndolo”.[8] Si bien estoy de acuerdo con este postulado, disiento con este autor en la interpretación global que hace del personaje de Pedro y del concepto de la engañifa en cuanto a lo histórico y político en la obra (no así en lo poético-teatral).
Para Dubatti, cuando en el final de sus últimas palabras Pedro dice que “el progreso es engañifa”, se refiere a que “la engañifa es instrumento del progreso” y a la vez que el progreso como valor es ilusorio.[9] Creo que esta segunda acepción se queda corta: no sólo la obra muestra la ilusoriedad del progreso como valor; también habla de la falsedad de la premisa del ascenso social mediante el trabajo duro que pregonaba la oligarquía en esas décadas, queriendo atraer mano de obra migrante pero reprimiendo como en la Semana Trágica las más básicas reivindicaciones obreras.
El personaje de Pedro representa a esa proto clase media de derecha de la que habla Dubatti, pero, en su sorpresa frente a la traición de los Guerra (“¡Suéltenme!... Uno se porta y… Lo único que sabemos es portarnos con ustedes y al final siempre fusta. ¿Nunca un terrón en la boca? Después se quejan. ¿No estamos del mismo lado? ¿Tenemos los mismos enemigos o no?”), demuestra que no es sólo por conveniencia que se pliega a los nietos del terrateniente contra los obreros en huelga, sino también por convicción, por creer en “el credo central de la sociedad burguesa, la igualdad política entre sus miembros” del que habla Sartelli, así como en “que el mundo está abierto a todas las posibilidades, que el ahorro se realiza fácil y rápidamente se transforma en capital”. Es decir, Pedro no sólo utiliza la engañifa, también es víctima de la engañifa, la engañifa del progreso a la que él mismo hace referencia (y que en realidad los Guerra nunca sostienen).

Coherencia ideológica en la obra de Kartun

            Sin entrar en detalles, me parece importante mencionar algunos elementos que relacionan el programa político de Ala de criados con otras obras del autor.
            En primer lugar, hay una intertextualidad explícita entre Ala de criados y la obra anterior de Kartun, El Niño Argentino, a quien Tatana cita –mencionándolo como otro de sus primos- en la escena III. En esa obra, el mito de la vaca atada en la bodega de un paquebote rumbo a Europa con su respectivo peón para ordeñarla da origen a la tragedia del Niño Argentino, hijo de la aristocracia más opulenta de la Argentina de principios del siglo XX, y el Muchacho, un gaucho que no ve la luz del sol. La lucha de clases también se pone en escena en esa obra, en la que el Muchacho ve cómo el Niño se va aprovechando de él mediante un simulacro de amistad, hasta que el abuso (la explotación) llega a su punto de saturación y el gaucho degüella al patrón.
            En Salomé de chacra, Kartun desarrolla una obra teatral a partir de una anécdota que también se menciona en Ala de criados, en la cual el Gran Papá de los Guerra habría encerrado en un aljibe seco a dos anarquistas: “Dos linyeras catalanes le soliviantaban la peonada a Tata. Ácratas. De campo en campo en vagones de carga. Se los cazó a lazo un capataz en el apeadero de la estancia. Tata los bajó con una noria al pozo de un aljibe seco. Un farol, aceite y la Constitución nacional.(…) Y les tomaba el texto de memoria. Esto se llama democracia, les decía desde el brocal”. En Salomé, los dos anarquistas son reemplazados por Bautista, y Tata por Herodes. Pero permanece la idea del encierro y la memorización de la Constitución como método de tortura por parte de un terrateniente “democrático”. Todo esto abona la hipótesis de la democracia burguesa como engañifa, por lo menos en el mundo de estas obras en el periodo en el que transcurren.
            A diferencia de El Niño Argentino y Ala de criados, en Salomé de chacra aparece un personaje positivo, en el sentido de que representa las ideas políticas defendidas por el autor, que es el anarquista en el aljibe, Bautista, al que hacíamos referencia en la introducción del presente trabajo. Para Bautista, “a la propiedad hay que abolirla”, “te cuidarás del burgués armado, pero más del que te invite a comer”, “Dios es enfermedad”, y “la herencia es el artilugio funesto con que perpetúa la familia el capital”. Si además consideramos en sistema también la obra Sacco y Vanzetti, donde el recurso narrativo de los héroes y los villanos es manifiesto, podemos aducir que las ideas políticas positivas en Ala de criados están fuera de campo, en los trabajadores catalanes en huelga que son atacados por la Brigada Linneo.

Conclusión

Ala de criados refleja en su narrativa la desigualdad fundamental que existe en el nacimiento de la democracia burguesa en la Argentina y que se manifestó en toda su violencia en la Semana Trágica de enero de 1919. A través de Pedro Testa, personaje engañado por el discurso de ascenso social del capitalismo opulento de comienzos del XX, Kartun escenifica la ideología que dio lugar a la participación de la clase media en la represión a la clase obrera desde la Liga Patriótica, así como los límites de la alianza de clases que esa organización decía representar en la defensa de la Argentina de los intereses maximalistas. Como dice Kartun, de la Semana Trágica no toma los hechos concretos sino el mito, las posibilidades significantes de ese acontecimiento, puesto que las conclusiones del posible lector o espectador no se limitan a lo acontecido en esos días, ni a los valores de la Liga Patriótica, sino que son extensibles a muchos otros hechos de la historia de nuestro país en los cuales los valores de la clase dominante tuvieron un consenso en sectores pequeño burgueses o medios.