(...) Otra vez las Befanas, con la confusión de la partida -recuerdos, recomendaciones, accesos de tos, lagrimitas- confuden los sacos. La Befana de Domodossola coge el saco de Massalombarda, la Befana de Sarajevo el de Friburgo de Brisgovia. Terminada la distribución, se dan cuenta de que se han equivocado en todo. Se produce un buen barullo: la culpa es tuya, la culpa es suya, yo ya lo había dicho, se lo habrías dicho a tu abuela, etcétera.
-No perdamos tiempo llorando por la leche derramada -dice la Befana de Roma.
-Yo no lloro -replica una Befanilla rubia con ojos negros-, sólo faltaría que me estropease el maquillaje...
-Quería decir que no hay más que un remedio: volar sobre nuestros pasos, recoger los regalos y entregarlos de nuevo, sin confusiones, en la dirección correcta.
-Ni se me ocurre -dice la Befanilla tan mona-, tengo una cita con mi novio para ir a comer una pizza, y me importan un pimiento las direcciones correctas y las equivocadas.
Y se van sin volverse. Pero las otras, suspira que te suspirarás, se ponen en camino. Por desgracia ya es tarde. En todas partes los niños se han levantado ya para ver los regalos de la Befana.
-¡Dios mío, qué desastre!
Nada, nada de desastres. Los niños están contentísimos así, no hay ni uno que se queje del juguete que le ha tocado. Los niños de Viena han tenido los regalos de los niños de Nápoles y se divierten lo mismo.
-Ya entiendo -dice la Befana de Roma-, los niños de todo el mundo son iguales y les gustan los mismos juguetes. Esa es la explicación del misterio.
-Quita allá -le dice un poco después su hermana, sirviéndose dos dedos de Oporto-, eres la idealista de siempre. No comprendes que en todo el mundo, ya, los niños están acostumbrados a los mismos juguetes porque quienes los fabrican son las mismas grandes industrias. Los niños creen escoger... y escogen todos lo mismo... lo que los fabricantes ya han escogido para ellos.
No se sabe bien, de las dos hermanas, cuál tiene razón.
2. Este libro me lo prestó Iae, en Montevideo. Ella vive en Israel. Pero ahora viene de visita a Buenos Aires así que la voy a ver y se lo voy a devolver: lo leí ahora porque se lo tenía que dar. Qué bárbaro esto de los préstamos internacionales.
3. Es re Iae este libro.
4. Un día lo estaba leyendo en el bondi cuando venía al trabajo, a las 7 de la mañana, y me pasé. Fue con el cuento "Marco y Mirko contra la banda de los polvos de talco". Mis cuentos favoritos fueron los dos de Marco y Mirko (éste y "Marco y Mirko, el diablo y la señora De Magistris"), "El profesor Terribilis o La muerte de Julio César", "El cocodrilo sabio" y "Patrono y contable o El automóvil, el violín y el tranvía de carreras", pero me gustaron todos en realidad. Me gustaron menos los más explícitos, como "La muñeca de transistores", donde la muñeca desprogramada le cuestiona a la niña los prejuicios machistas sobre la feminidad, pero no por la moraleja en sí sino porque hubiera una y estuviera tan ahí en tu carota.