domingo, 29 de septiembre de 2019

Reconocimiento de terreno, de Tamara Tenenbaum

1.
Tamara Tenenbaum no tiene ningún nombre menos judío que Tamara. Creció en un hogar ortodoxo del barrio de Once (es decir que tuvo una infancia ortodoxa, curioso paralelismo con la infancia de la escritora Marina Yuszczuk, que creció siendo testigo de Jehová y con quien Tenenbaum comparte la dirección de la editorial Rosa Iceberg  junto a Emilia Erbetta), un hogar ortodoxo, decía, y uniparental: el padre de Tamara murió en el atentado al edificio de la AMIA en 1994, cuando ella tenía 5 años. Un poco sobre estos temas trata el libro de poemas Reconocimiento de terreno, publicado por Pánico el Pánico el año pasado y que yo devoré en dos días: de tener un padre muerto ("Porque a los ocho años / no tener papá / no es ni triste / ni trágico / pero te da mucha vergüenza / porque se lo tenés que explicar / a todo el mundo"), de haber vivido como una judía ortodoxa y ya no serlo (Hay uno que se llama "Puertas marcadas con sangre", acá va entero: "Todas las casas / en las que viví / siempre tuvieron / mezuzá en la puerta. / Pronto me voy a mudar / a la primera / que no va a tener. / Yo no creo en nada / y odio la creencia, fervientemente / la odio / pero estoy pensando / en poner la mezuzá. / Sólo por si acaso / por si te protege / de los hombres lobo / o de las mujeres hermosas / o de morir desangrada / cada vez que / menstruás."), de vivir por primera vez con un hombre, y de un corsé de plástico que Tamara tuvo que sufrir toda la adolescencia. Es un librazo, lástima que se lean tan rápido estas cosas. 

2.
Lo otro que leí de Tamara Tenenbaum es una nota, que publicó en Anfibia y me pasó la Lercha muy fanatizada, que habla de las parejas y el amor romántico hoy, atravesado por la experiencia de Tamara como ex-judía ortodoxa (no sé si ella estará cómoda con el término ortodoxa: ¿observante? ¿religiosa?). Se llama No sos vos, es el mercado del deseo, es mucho más larga que este libro (tardé varias sentadas en leerla) y vale la pena.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Perfect hair, de Tommi Parrish

1.
Otro cómic cosechado en mi paso por la Feria de Editores, regalo de la Loba (y creo que con este ya leí y reseñé todos). Tommi Parrish es une chique australiane no binarie, y la editorial mantuvo el título original en inglés aunque los relatos gráficos breves que pueblan el tomito están traducidos al castellano. El trazo, los colores, las sombras y todo el asunto visual es muy hermoso, y un poco por eso lo elegí, cual urraca que junta objetos brillantes. No termino de escribir la frase anterior y ya estoy googleando si, efectivamente, las urracas se sienten atraídas por los objetos brillantes. La respuesta es: no. Incluso encontré una fuente que podríamos llamar fidedigna. Al final Hergé, además de racista, era un bully ornitológico.

A propósito del garca de Hergé que además de racista, difama a las urracas y las trata de chorras.
2.
De todos los cómics que me traje de la FED, este lo empecé primero y lo terminé último, porque cuando arrancás es medio difícil cazarle la onda: los relatos no se entienden mucho, a veces parece que no hubiera un relato. Cuando lo retome le puse más onda y encontré que los relatos están y que son muy delicados y bellos, sólo que a priori no están servidos en bandeja como OTROS EJEM EJEM nos tienen acostumbrado (ahre pesado con Hergé: en realidad me gusta Hergé, no me crean nada). Una de las vueltas más interesantes es que muchos de los personajes no parecen tener género o no es fácil determinar a cuál representan (porque no se autoperciben chicxs, son dibujos). Paradigmática me parece esta imagen en la que no se entiende (o yo no entiendo, y flasheo que es a propósito) si lo que el personaje tiene entre las piernas es un pene o una sombra.

Y de paso les estoy mostrando qué lindo que dibuja/pinta este chique australiane.
3.
Los relatos son TRISTES. Todo es de hecho un poco EMO. Hay uno muy hermoso en el que le protagoniste visita a la abuela que está internada y alucinando. No se los espoileo, pero se los recomiendo.

4. 
A veces parece que me gusta todo lo que leo, ¿no? Bueno, lo que pasa es que tengo muy buen criterio para elegir. Y también pasa que tengo una pila de libros muertos en mi mesa de luz que nunca voy a terminar (aunque siguen en esa pila que se supone es de libros en estado de ser leídos) y no los voy a terminar porque no me gustaban. Si alguien me paga, los termino. De hecho sueño con el día en que alguien crea que yo leyendo mi biblioteca completa califica de perfo o algo así y me pague por hacerlo. Capaz si lo hago en una vitrina.


domingo, 22 de septiembre de 2019

Los siete años de abundancia, de Etgar Keret

1.
Hace poco dije que tenía un libro de crónicas de Keret en gatera: pues helo aquí. Lo pedí prestado en tándem con otro de cuentos que reseñé hace poquito y que ustedes encuentran en el hipervínculo ya hipervinculado, el de la oración anterior a esta, o sea el de la oración inicial de esta reseña, o sea el link que está cincuenta y cinco palabras antes que las palabras cincuenta y cinco que escribí antes de este cincuenta y cinco y del anterior a este. Y en esa reseña que les decía recién también encuentran las idioteces que digo siempre sobre los escritores: cuándo los leí primero y después y de dónde saqué el libro y qué me gusta más y hay links a películas y un montón de parafernalia. Vayan allá. Vayan dije. Vayan y vuelvan.

2.
Este, entonces, decía, es de crónicas. El título es una referencia BÍBLICA (suena un trueno, refulge un relámpago) a la profecía de los siete años de vacas gordas que estaría seguido por los siete años de vacas flacas que harían partir al pueblo hebreo en busca de mejor suerte a la tierra vecina de Egipto, para terminar esclavizados por un par de generaciones, oh Dios de Israel, por qué eres tan hijo de yuta. Las crónicas son treinta y cuatro y son breves y están bien escritas aunque muchas empiezan muy parecido y me hincha las bolas que use tanto el recurso un tanto berreta y midachiesco de presentar a su señora esposa como una ortiva, como modo humorístico de disparar un relato: que lo trata de vago, que se queja de que viaje tanto, etcétera. Como casi todo en estas crónicas, no parece que relate "hechos reales", más bien parece que Etgardo se agarra de alguito que habrá pasado en su vida para desarrollar un cuentito a su alrededor, y si bien el otro libro que leí hace poco y es de cuentos y coso no me había gustado tanto, no podemos dejar de admitir acá en los cuarteles centrales de RESISTIRSE ES FÚTIL que el Edgardinho Keret es bueno con lo de escribir cuentos. Les y me voy a ahorrar el recuento de qué crónica me gustó más y cuál me gustó menos y tal. Resumiendo: este libro me cabió más que De repente un golpe en la puerta, de hecho se lo compré a mi viejo de regalo después de haberlo leído yo prestado, tiene muchas cosas bien y lo disfruté abundantemente.

martes, 17 de septiembre de 2019

Me aburro rápido, de Alexis Moyano

1.
A la Loba le pareció malísimo que fuera un cuaderno y no una historieta. Le pareció un afano. Si estás esperando historietas, y sí, no, o sea no es eso. Me imagino que tampoco es un cuaderno, sino más bien una recopilación de bocetos, dibujos, unas pocas historietas, ideas y notas al margen de varios cuadernos de Alexis Moyano, el muchacho detrás de genialidades como Guau o todos estos videos imbéciles y brillantes. Este es increíble:



2.
La editorial Wai Comics ya había publicado hace un tiempito otro libro en el mismo orden de cosas, La vida real de Martín Garabal, que quizás tiene un poco más de humor y un poco menos de flash y que también me gustó mucho. No dejan de ser, ambos libros, un ítem para quien ya gusta de lo que hacen estos sujetos, como también pasa con el libro que sacó mi ídolo Ayar Blasco. O sea, estoy reseñando algo que nos interesa a unos pocos nerds, gastando ancho de banda para nada, pero miren qué lindo dibujito:


viernes, 13 de septiembre de 2019

Todo va a estar bien, de PowerPaola

1.
De todo mi botín de cómics de la Feria de Editores, el que más me gustó. Esta nueva colección de cuentos gráficos de la colombiana/ecuatoriana Paola Gaviria retoma el relato autobiográfico de esa novela espectacular que es Virus tropical, pero mientras en aquella hablaba de su infancia, esta recorre más bien la primera juventud, los veinti, la época de búsqueda de una identidad por el hacer y por el amor. Como siempre la descose con el lenguaje visual y las posibilidades de tamaño de plano que da la historieta, que como creo ya haber dicho en algún lado, cuenta no sólo con el superpoder del encuadre y la focalización, sino también (y a diferencia del cine) con el del juego de los tamaños de los cuadritos entre sí. Al final de la primera historia hay un golpe de efecto espectacular (y súper hot) que no les espoilearé pero me hizo decir ooooh.


martes, 10 de septiembre de 2019

Ni puedo ni quiero, de Lydia Davis

1.
En la tapa que diseñaron en los cuarteles centrales de Eterna Cadencia decidieron que lo mejor era poner uno de los textos, con una letra medio comic sans. Qué buena idea.

2.
Por un tiempo, mientras leía los primeros relatos, creí que Lydia Davis era una mujer negra. Por el nombre, creo. Después googlié y es una señora rubia. Google, rápido para el chisme, lo primero que te cuenta es que fue la cónyuge de Paul Auster en los '70s. 

3.
Ni puedo ni quiero reúne una carrada de cuentos, microcuentos y cosos inclasificables de esta señora autora, algunos tan cortos como de dos líneas y unos pocos de muchas docenas de páginas, originalmente publicados en un montón de formas que aparecen reseñadas al final del tomo. A mí me lo prestó Mumu, y la historia es así: cuando Mumu, Die y su simpático can se mudaron a su casa nueva, Mumu me pidió que les ordene la biblioteca y una de las clasificaciones resultantes fue "libros que me voy a llevar prestados". Tengo una larga relación con la biblioteca Minovich, que no viene al caso. Entre los que elegí yo, Mumu insistió en incluirme este libro, que ella había leído en un viaje introspectivo y solitario a Purmamarca en 2016 y que yo desconocía. Ya dije alguna vez que no hay nada que me de más ganas de leer un libro que cuando alguien me lo presta en plan "Vos tenés que leer esto". Así que heme aquí, efectivamente muy agradecido de la recomendación.

4.
Ni puedo ni quiero me dio ganas de escribir. Qué buenos los libros que dan ganas de escribir.

5.
Los textos inclasificables en Ni puedo ni quiero se pueden clasificar de la siguiente manera: cuentos, microcuentos, poemas (el otro día debatí con unos importantes intelectuales argentinos si "poema" es sinónimo de "poesía", o sea si se puede decir "una poesía" igual que "un poema" o poesía es la categoría y poema el individuo: nos fuimos por las ramas y terminamos hablando de la época de la indisciplina), cartas de queja (a lo Iti el hermoso), sueños, "relatos de Flaubert" -que son increíbles, cuentos protagonizados por Flaubert basados en cartas del tipo: mi favorito de todo el libro fue uno de estos en el que Flaubert va a ver una exposición de africanos en un departamento de Rouen-. Y en realidad hay más: obituarios, correcciones, listas. Le gusta jugar con los formatos a la señora Davis. Es muy meta-textual la señora Davis. Le debe caber Perec a la señora Davis.

sábado, 7 de septiembre de 2019

¡Oh, diabólica ficción!, de Max

1.
El español que hizo una de las mejores novelas gráficas que YO haya leído (Vapor, magnífica y metafísica), publicó ahora también en este país por la editorial Musaraña este otro tomo, más grande, que reúne tiras de dos páginas aparecidas primero en El País Semanal. El protagonista es el Diablo Cuentacuentos, que además de un diablo es una urraca, origen de todas las ficciones, y lo que hace es revelarnos, en historias de dos páginas, los secretos de la ficción. Es muy lindo, pero mucho menos asombroso que Vapor. Medio cortamambo el formato de revista semanal, donde los cuadritos iniciales retoman cada vez la presentación del personaje para lxs lectorxs eventuales. Mantiene de todos modos la nerdeada y las pretensiones metafísicas.


domingo, 1 de septiembre de 2019

Pibas: antología de historietistas contemporáneas argentinas, de Daniela Arias (comp.)

1.
Sigo coleccionando antologías de historietas argentinas, en este desierto en el que nos dejó la muerte sin anuncio de la revista Fierro, en este mercado donde publicar un cómic es tan complicated, como decía Avril Lavigne, y las antologías aparecen como combatientes del amor. Esta se llama Pibas, y el subtítulo aclara que pibas son las que escriben y dibujan al interior de este coso de Hotel de las Ideas compilado por Daniela Arias y prologado por Maia Debowicz. Las historietistas compiladas son 23, muchas conocidas y muchas que yo no hasta ahora, y como siempre con las antologías hay de todo un poco como en la viña del Señor (o la Señora).

2.
Mi favorita una vez más es Sukermercado (que ya me había flashiado en la Antología LGBTI), "Sobre el levante y mi trasero". Lo tiene todo: sexo explícito (¿hetero-queer?), bajada de línea y un personaje que sufre una transformación: ¿el camino del héroe en cinco carillas? Sí. Ahora que lo pienso la historieta que está en la otra antología tiene la misma estructura. Voy a hacer un paper imaginario al respecto. Mi otra favorita es la de Agus Casot, a quien no conocía, que se llama "Todas historietas sin lesbianas" y es la razón por la que compré el libro después de hojearlo. 

3.
También la flashié con la flasheada de Jazmín Varela, memocioné con Sole Otero, el de Lucía Brutta me re cabe pero ya lo había leído en Un millón de bandas malas, lloré con el de Maia Debowicz, y en realidad de la mitad para adelante me gustaron todos, la corto acá. La de  los cuadritos de abajo es una tal Delfina Perez Adán que hace algo re manga que me re cabió.