1.
Tamara Tenenbaum no tiene ningún nombre menos judío que Tamara. Creció en un hogar ortodoxo del barrio de Once (es decir que tuvo una infancia ortodoxa, curioso paralelismo con la infancia de la escritora Marina Yuszczuk, que creció siendo testigo de Jehová y con quien Tenenbaum comparte la dirección de la editorial Rosa Iceberg junto a Emilia Erbetta), un hogar ortodoxo, decía, y uniparental: el padre de Tamara murió en el atentado al edificio de la AMIA en 1994, cuando ella tenía 5 años. Un poco sobre estos temas trata el libro de poemas Reconocimiento de terreno, publicado por Pánico el Pánico el año pasado y que yo devoré en dos días: de tener un padre muerto ("Porque a los ocho años / no tener papá / no es ni triste / ni trágico / pero te da mucha vergüenza / porque se lo tenés que explicar / a todo el mundo"), de haber vivido como una judía ortodoxa y ya no serlo (Hay uno que se llama "Puertas marcadas con sangre", acá va entero: "Todas las casas / en las que viví / siempre tuvieron / mezuzá en la puerta. / Pronto me voy a mudar / a la primera / que no va a tener. / Yo no creo en nada / y odio la creencia, fervientemente / la odio / pero estoy pensando / en poner la mezuzá. / Sólo por si acaso / por si te protege / de los hombres lobo / o de las mujeres hermosas / o de morir desangrada / cada vez que / menstruás."), de vivir por primera vez con un hombre, y de un corsé de plástico que Tamara tuvo que sufrir toda la adolescencia. Es un librazo, lástima que se lean tan rápido estas cosas.
2.
Lo otro que leí de Tamara Tenenbaum es una nota, que publicó en Anfibia y me pasó la Lercha muy fanatizada, que habla de las parejas y el amor romántico hoy, atravesado por la experiencia de Tamara como ex-judía ortodoxa (no sé si ella estará cómoda con el término ortodoxa: ¿observante? ¿religiosa?). Se llama No sos vos, es el mercado del deseo, es mucho más larga que este libro (tardé varias sentadas en leerla) y vale la pena.