En el silencio de pronto se oye, estridente, el sonido del teléfono. Lo oigo diferente, como si detrás de ese aparato fueran a decirme algo que no quiero escuchar. Me acerco y me quedo parada delante, con miedo, no quiero cogerlo, son malas noticias, lo presiento. Suena y suena, minando mi ánimo, hasta que por fin se corta la llamada. Respiro largamente. Un miedo extraño me invade.
Vuelve a sonar y sé que no puedo dejarlo otra vez, así que descuelgo con temor. Una voz nerviosa al otro lado pregunta por qué no cogí al teléfono, no me ha dado tiempo. Entonces hablamos un poco y cuelgo, respiro, tranquila y pausada esta vez. No era para mi, se habían equivocado.