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lunes, 23 de marzo de 2015

Eterna

Ilustración de Julie Massy

Mi abuela quiso ser eterna como un lunes y por eso, seguramente, nos dejó un martes de carnaval, se puso la máscara de la muerte y se fue lo más rápido que pudo, en silencio, sin fiestas ni bailes.
Se fue sin esperar a que llegara la primavera, porque quién quiere irse en primavera, en pleno nacimiento de la vida. Morirse en primavera es caminar contra el viento, nadar contracorriente, o hacer lo contrario a lo que todo el mundo espera de ti. Por eso la gente prefiere irse en otoño o en invierno, los meses caducos.
Supongo que el día anterior, o quizás el año pasado, se miró al espejo y pensó que no le cabía ni una arruga más para seguir siendo tan bella. Y que si continuaba sentada en aquella butaca le iban a salir muchas más, de tanto reír con sus hijos, nietos y bisnietos. Dejadme ya, no riáis más, pero no lo podemos evitar, abuela, quizá tu risa nos sigue invitando a llenar de arrugas la vida. Arrugas sin planchar, como las tuyas; canas sin teñir, pintadas de azul cielo o de violeta atardecer.
Ahora, un salón siempre vacío en el que, intuyo, nadie quiere quedarse mucho tiempo, una despedida hueca de tus besos, un espacio lleno con tu ausencia. 

Y los jarrones sin flores.




jueves, 25 de abril de 2013

Despojados



Ya no hay otro nombre, los relatos ReC que no llegan, son despojados, y pronto ese nombre dará de qué hablar, tiempo al tiempo.

Estos son los míos de hace unas semanas:



Ecos

—Que se arrime un poco más al borde de la cama y se levante el camisón ¿Es que no oye, abuela?
Pero la abuela hace un rato que ni oye ni escucha. Que solo ve las hojas moverse por la brisa suave de la primavera, las estrellas brillantes sobre las balas enormes de paja y el granero donde se encuentran cuando se escapa por la ventana con la escalera de mano. Y ahí espera, mientras se quita las briznas de hierba enganchadas, hasta que aparece y le pide que se desnude para él.


En serie

Que se arrime un poco más al borde de la cama, le dice el comisario, que ahí es donde debía estar colocada cuando la apuñalaron. En ese momento ve algo en el suelo, bajo la cortina, pero no dice nada. Se queda sentada hasta que él sale de la habitación, entonces lo recoge. Es su pintalabios rojo, el que busca desde hace meses. Se acuerda de que las víctimas llevaban los labios pintados. Se da cuenta de que ella será su objetivo pronto. Su destino. Solo puede ser él. Por fin. Y decide esperar.



domingo, 31 de octubre de 2010

Cambio de hora


Una vez me dijeron que a los cambios de hora había que acostumbrarse con la cabeza, el estómago y el corazón, en ese orden.
No conocían a mi abuela.
Recuerdo los días de cambio de hora, que se repetían dos veces al año como una rutina establecida.
Durante la comida ella le preguntaba a mi padre
- Miguel, si han atrasado la hora, entonces ¿nos han quitado o nos han dado una hora?
- No, nos han dado una hora
- Ah, entonces es que la han adelantado
- No mama, la han atrasado
- Pero ¿qué hora sería ahora?
- Ayer a estas horas eran las 3.30
Ella entonces miraba el reloj, se quedaba callada, mascullando la siguiente pregunta mientras comía un bocado. Y seguía:
- No lo entiendo, si la han atrasado es porque nos han quitado una hora, porque si te fijas ahora se hace de noche antes y amanece después.
- Precisamente -decía mi padre- ahora es antes y por eso tenemos una hora más, y por eso han a-tra-sa-do la hora.
- Pues no lo comprendo, Miguel.
En este punto mi abuela me miraba
- A mi no me mires, yo tengo el mismo lío que tu, pero bueno, que son las 2.30 y ya está.
- Pero a ver, Miguel -volvía a la carga- si han atrasa..
- ¡Son las 2.30 y punto! ¡Tienes TODOS los relojes en hora desde anoche y no hace falta que lo entiendas ¡ES LA HORA QUE ES!
Entonces mi abuela callaba, miraba el plato y seguía comiendo, modosa, pensativa, miraba la tele y comía. Pasado un rato prudencial me miraba:
- Ana, entonces si han atrasado la hora...
A estas alturas mi padre se levantaba hecho una furia
- ¡¡¡HAN A-TRA-SA-DO LA HO-RA, NOS HAN DA-DO U-NA HO-RA MÁS Y TO-DOS LOS RE-LO-JES ES-TÁN EN HO-RA!!! ¡Y no quiero volver a oír hablar del tema!

Mi abuela murió hace años, pero en días como hoy la recuerdo con mucho cariño y llamo a mi padre para preguntarle qué han hecho con la hora, porque sé que la echa de menos. Aún así, nunca le he hablado del brillo especial en los ojos de la abuela aquéllos días, con una media sonrisa que borraba antes de mirarle y empezar con la primera pregunta.

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