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miércoles, 15 de junio de 2011

El poder de la comunicación


Me enteré de que habían abierto, por fin, la piscina municipal del pueblo en el que veraneamos, así que lo comunico.
- Niños, ¿sabéis?, ¡han abierto la piscina de Puntagorda!
El pequeño me mira mientras procesa la información y hace su pregunta
- Mamá ¿quién es Ana?
Me cuesta entender el por qué de esa pregunta, cuando lo entiendo, reacciono
- Ana soy yo
Con los ojos muy abiertos me pregunta otra vez
- Mamá ¿has abierto tú la piscina de Puntagorda?

viernes, 8 de octubre de 2010

Besos


Con toda la solemnidad de la pregunta, ella me dijo un día:
- Mamá, ¿los besos salen cuando el corazón estornuda?

miércoles, 6 de octubre de 2010

La voz III


Desde aquél lejano día en que una voz le respondió en clase de religión la pregunta formulada, no ha vuelto a tener preguntas sin respuesta. Siempre una voz le dicta las respuestas. Y sabe que Dios no es, se lo dijo Don Enrique y un cura tiene que saber de esas cosas.
Al principio cuestionaba la voz, indagaba sobre la veracidad de las respuestas, así supo que nunca se equivocaba. Hizo preguntas de todo tipo, y cada vez era más exigente, buscaba aquéllas difíciles donde no hubiera una respuesta categórica, pero siempre la voz resolvía con sencillez lo planteado.
Harta de saberlo todo, dejó de preguntarse cosas. Hasta un día en que, caminando por la calle, se preguntó por la muerte, al instante siguiente se tiró bajo las ruedas de un autobús.

viernes, 1 de octubre de 2010

La voz



A Don Enrique se le daban bien los niños, nos gustaban sus clases y la misa especial de los domingos, la más concurrida. 
Los viernes, en clase de religión, hacía juegos y concursos para motivarnos a aprender el catecismo. Aquél día las tres filas de pupitres  formaban sendos equipos y cada uno tenía que responder a sus preguntas, el que lo hacía bien seguía contestando la siguiente pregunta, y así hasta que no sabía más y pasaba al siguiente equipo. Ganaba, obviamente, quien más respuestas acertase.
Entonces, Don Enrique preguntó cuál era el nombre del apóstol San Pedro antes de ser apóstol.
Después de tres rondas nadie lo sabía... entonces yo cerré los ojos y pensé "Dios ¿cuál era?" , una voz en mi cabeza dijo "Simón". Yo misma me extrañé porque Simón no me sonaba nada y cuando la pregunta volvió a nuestro equipo yo no respondí, pero finalmente como nadie contestaba levanté tímidamente la mano y lo dije: "Simón" con poca voz y mucha vergüenza.
Don Enrique nos dio el punto, como la cosa más natural del mundo.
Yo no me lo podía creer, por eso al terminar la clase fui a hablar con él ¡quien si no me iba a entender! y le conté: "Don Enrique, verá usted, yo no sabía esa respuesta pero una voz la puso en mi cabeza y me sorprendí tanto al acertar... creo que Dios me ha hablado". Don Enrique soltó una gran carcajada y dijo "claro que lo sabías, no digas tonterías" siguió recogiendo sus cosas y se fue.
Desde entonces no me fío de los curas.

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