Que había sido un accidente, dijeron todos, que te despistó un movimiento de caderas y por eso nos empotramos contra un muro. Un muro de hormigón que nos destrozó, que partió la casa por la mitad y dejó a cada uno en un lado. Tú te quedaste el salón, la cocina, y el cuarto de invitados; yo, el dormitorio y el baño. Ahora te oigo reír con los que fueron mis amigos, y prepararles comidas. Yo me encierro en la acústica hueca del baño y me tapo bajo las mantas de la cama.
martes, 21 de enero de 2014
miércoles, 15 de enero de 2014
Azar
Foto: David Rice
El destino nos encontró en aquella escalera, pero no fue él quien miró tus ojos verdes o la mata de pelo negro que caía por mi espalda, ni fue él quien sonrió al pasar, quien se giró al tercer peldaño, quien sugirió el café, los besos y las tardes de sofá y manta. No fue el destino, tampoco, quien desconfió y quien dio pie a los gritos. No lloró el destino. No cerró la puerta.
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