A mi madre no le gustan los cambios, nunca le gustaron. Cuando papá le habló de mudarnos, cuando le dijo que se iba con la secretaria, cuando yo quise ir a la universidad de otra ciudad, o cuando mi hermana pequeña quiso teñirse el pelo. Ella se levantaba con parsimonia después de la noticia e iba a la cocina a preparar un agüita, después llegaba y decía "esto mejor lo hablamos bebiendo un té". Después de sus tés nadie se mantenía en su decisión y todo seguía como siempre, como a ella le gustaba.
"Muchas borrajas me ha costado mantener la familia unida" se oía decir a mi madre.
Hasta que mi hermano fue a la universidad. Un día comunicó a la familia que se iba de viaje no sabía cuanto tiempo y lejos, fue mi madre a levantarse a preparar su agüita y mi hermano le puso la mano en el hombro, haciendo presión para mantenerla sentada, mi hermano que medía por lo menos un metro ochenta y ocho, y dijo con mucha calma "no, mama, hoy el tecito lo preparo yo". Ese día reímos con ganas y mi hermano al día siguiente tenía la maleta hecha.
*Relato escrito en el Día Internacional del Agua de Borrajas