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miércoles, 1 de febrero de 2023

Aniquilación, de Michel Houellebecq

 1.

Mmmmmh qué difícil escribir esta reseña. Primero porque leí el libro en enero y estoy escribiendo a fines de mayo. Segundo porque no sé qué me pareció. A ver, voy a hablar desde las certezas: a. Me gustó leerlo. Mucho más que Serotonina. Es más, puedo afirmar sin pruebas ni dudas que es mejor libro que Serotonina. También es más raro, más experimental en su propuesta de novela, más interesante y más entretenido. b. Lo de "más experimental" capaz es extensible a una comparación con toda su obra literaria, por lo que voy a explicar en el punto 2 haciendo mucho uso del espoiler.

2.

Houllebecq decidió, muy conscientemente me parece, jugar con los cliffhangers y la frustración de las expectativas del lector. Desde el vamos: el primer capítulo tiene un protagonista -el hacker profesional Bastien Doutremont- que te lo re vende como que va a ser el protagonista de todo el socotroco pero cuya función termina siendo únicamente presentarnos al protagonista de la novela (Paul Raison, asesor del Ministro de Economía de la República Francesa Bruno Juge) y salir por foro sin hacer ruido. Nada en ese primer capítulo nos prepara para que Bastien sea intrascendente: más bien al revés. Y lo mismo pasa con la trama principal de la novela: Bastien entra en la novela con un conflicto de terrorismo internacional bajo el brazo, un misterio planetario digno de una novela de espías tipo John Grisham (por decir uno de esos autores, en realidad no sé quién escribe cosas así) pero ese tremendo conflicto se va yendo en fade, cada vez más lejos de la trama principal y más intrascendente, hasta que queda literalmente en la nada. La escala del conflicto falso y la forma en que la "trama real" se va acomodando en el centro de la escena pero siempre atrás de otras cosas, es lo que me pareció experimental: Houellebecq encontró una manera de contarnos una historia manteniendo nuestro interés en otra que nada que ver. Y no digo que no se haya hecho, pero no lo había visto así. Porque no es un truco clásico al estilo El Mago de Oz donde mientras te distraen con el objetivo, lo importante es el proceso y al final ah resulta que el León ya se había vuelto valiente y no nos habíamos dado cuenta: es otra trama (o varias otras tramas), nada que ver, y cuando la novela termina está bien que termine y a la vez te quedas medio watafak. 

3.

Por otro lado, tiene todo el combo del mundo Houellebecq que ya conocemos: un protagonista deprimido, un Ministerio, una religión New Age inventada, problemas para cojer, name dropping de marcas comerciales, ciencia ficción ligera, terrorismo... Hay algo que sí que es novedoso, y único, y es que de alguna manera esta es la novela más feliz y luminosa de todas las que escribió. Y eso es decir mucho. Casi que podríamos hablar de un happy ending.

4.

Decidí que me gustó mucho. Aguante Houellebecq. 

jueves, 17 de octubre de 2019

Serotonina, de Michel Houellebecq

1.
Un poco parece que está aburrido de ser Houellebecq, este señor. Otra vez el mismo libro, pero con menos onda. No me acuerdo TANTO de la trama de Ampliación del campo de batalla, pero creo que éste es igual, con un protagonista quince años más viejo y mucho mejor ubicado en la jerarquía del mismo Ministerio de Agricultura, aunque con un giro interesante en determinado momento que separa una novela de la otra. Debería volver a leer Ampliación, no era muy largo y me había volado la peluca, y chequear mi impresión.

2.
Vuelvo atrás en el tiempo y leo mis reseñas de otros libros de Miguelito Houellebecq. En la reseña de El mundo como supermercado dije esto re gracioso: "Es que escribe muy bien. Al final de cada párrafo tengo ganas de soplar una cornetita de cumpleaños, aunque el tipo esté diciendo que todos vamos a morir impotentes mientras enormes estructuras de concreto se yerguen sobre la faz de la tierra".

3.
Hace mucho que no me disgustaba un libro de Houellebecq, pero con este me pasó. Otra vez es la historia de un profesional deprimido e impotente, y un recuento de su vida hasta el presente de la narración, con mucho name-dropping de marcas comerciales, calles y edificios de París. Tal vez sea culpa mía, tal vez de la traducción o tal vez de Miguel, pero en cualquier caso no entendí la cronología de la narración (hay un recuento de novias y no entendí cuál viene cuándo), no me interesó demasiado nada y la cosa recién se puso buena bien entrada la novela, cuando nuestro protagonista deprimido pasa a ser testigo de otra historia, la de los agricultores en rebelión contra el Estado francés y el liberalismo. Hay un momento de verdadero interés y verdadera tensión, que no puedo espoilear pero puedo decir que leí comiéndome las uñas (figurativamente), que estaría al final del segundo acto, pero mucha meseta hasta ese punto. La ciencia ficción nunca llegó, la misoginia estuvo a la orden del día, y el final se deshilacha. Una pena de libro.

lunes, 28 de noviembre de 2016

La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq

1.
Dicen que es malo, dicen que es largo y difícil de terminar, dicen que no se entiende nada. Releo ahora el comienzo del libro, antes de que empiece la Primera parte. Hay una frase, después de tres carillas de párrafos inentendibles: "No quiero manteneros fuera de este libro; sois, vivos o muertos, lectores". La cursiva es del original. La cuestión es que Michel es capo: lo que no se entiende al comienzo se vuelve pristino cuando se tienen las claves necesarias, bastante avanzada la lectura. Hay que ponerse las botas y entrarle a La posibilidad de una isla, con confianza en que Houellebecq no te va a dejar en la estacada, que todo o casi tiene un porqué. 

2.
La posibilidad de una isla no es ni malo ni difícil de entender, es por el contrario excelente (aunque no el mejor, sin duda tampoco es el peor, que sigue siendo Lanzarote), y es largo (el más largo de M.H., 439 p.) pero si te enganchás no querés que se termine. Obvio, no es para cualquiera. Muchos pueden perder el interés y dejarlo a las cien páginas. Pero hay que saber que Michel siempre paga.

3.
Esta es quizás la novela más de ciencia ficción de todas. Igual que en Las partículas elementales, El mapa y el territorio o incluso Sumisión, la historia comienza en la Francia contemporánea, y a medida que se interna en el futuro van apareciendo los elementos de ciencia ficción. En este caso, la narración sucede en dos tiempos: el presente, narrado en primera persona por Daniel 1, y el futuro muy remoto, narrado en primera persona por Daniel 24, clon en vigésimo cuarta generación de Daniel 1. No es spoiler contar este detalle, que hace la diferencia con los otros abordajes de la sci fi que hace Houellebecq.  Daniel 24 escribe porque tiene que leer y comentar (es costumbre, obligación religiosa y forma de terapia en el futuro de Daniel 24) la "historia de vida" de su antecesor originario, Daniel 1. Lo mismo hacen en el futuro todos los clones con las historias de vida de sus antecesores respectivos. Entonces, como nuestro punto de vista como lectores es el de estos dos narradores, tenemos que esperar las pistas que se nos van ofreciendo, o el desarrollo de los acontecimientos, para entender cómo llegamos del 1 al 24. Cómo llegó la humanidad a una forma de la vida eterna. Pero al mismo tiempo, como suele suceder en Houellebecq y por eso lo amo, lo épico sublime mindblowing coexiste en el mismo grado de importancia con lo patético cotidiano, lo obsceno y lo triste. En Daniel 1 hay capítulos que son casi que sólamente pornográficos, aunque eso también tenga una función en el relato (Houellebecq, manipulador del lector). Incluso, en el relato de Daniel 1, Houellebecq se toma su tiempo y un poco más quizás para llegar a donde quiere llegar, para llegar de la novela sobre un tipo deprimido que a veces coje y a veces no (otra vez esa novela) a la novela sobre la vida eterna, y por eso digo que no me sorprende que muchos la abandonen incluso habiendo leído arriba de las cien páginas. Pero eso es también parte del encanto. En esta novela, la longitud juega como un elemento más de afección al lector. No sé simesplico.

4.
Una cosa más. Creo que en ningún otro libro como en este Houellebecq fue más políticamente incorrecto, con respecto a las mujeres, con respecto a las religiones (en este libro sí es, inconfundiblemente, islamofóbico) y no me acuerdo con respecto a qué más. Llega a pasarse un poco de la raya, sin llegar a pegar la vuelta. En su defensa sólo puedo decir que este libro es del 2005, y que como ya comentamos en la reseña de Sumisión después como que pensó un poco más, leyó el Corán, y dejó de ser tan imbécil.

jueves, 31 de marzo de 2016

Sumisión, de Michel Houellebecq

1.
El último libro del hombre con el apellido más divertido de tipear del mundo tiene en la tapa (de la edición de Anagrama) una foto de la torre Eiffel sobre la que flota el símbolo islámico de la luna y la estrella. El libro salió el mismo día del atentando a la revista Charlie Hebdo, primer episodio de la actual serie de atentados terroristas que están teniendo lugar en Europa, y entonces el timming le jugó a favor en las ventas y estuvo primero en las listas de Amazon un montón de tiempo. También hizo que el gobierno francés le pusiera una custodia permanente. Y también hizo que la gente hablara mucho del libro sin haberlo leído, lo que produce indefectiblemente una interpretación corrida de la que resulta de la lectura, porque la gente tiende a simplificar y a exagerar. Che, estoy re en sociólogo trucho en esta reseña, me encanta.

2.
Dato curioso no casual: la edición de Charlie Hebdo anterior al atentado tiene en tapa una caricatura de Houellebecq en relación con este libro.


3.
En Sumisión, un profesor de literatura de la Sorbona (redoble de tambores...) está deprimido (¡sorpresa!). MEANWHILE, estamos en el año 2022, y en Francia la ineptitud de los partidos tradicionales hace ascender la estrella de un nuevo partido islamista moderado, como la única alternativa a la primera presidencia de Marine Le Pen. Ganan los islamistas, y como la tapa del libro lo indica, Francia se convierte en un Estado islámico. Nuestro deprimido profesor deberá enfrentarse a las nuevas condiciones societales: jubilarse o convertirse.

4.
Los medios se dedicaron a vender al libro y al autor como islamófobos, aún antes de que éste saliera. Que Houellebecq es o era islamófobo se condice con unas declaraciones suyas de 2001. Cito de Wikipedia: "afirmó que «la religión más idiota del mundo es el Islam» y que «cuando lees el Corán se te cae el alma a los pies»". Pero Sumisión, la novela, no creo que sea islamófoba en absoluto. Por el contrario, es un nuevo caso (de esos que me encantan, por extraños y por honestos) de reivindicación del pensamiento pre-Ilustrado o reaccionario o medieval, contra el pensamiento secularizado y desencantado de la Ilustración. Como también hacía muy explícitamente el escritor idishe norteamericano muerto premio Novel capo Bashevis Singer; como hace -un poco más en pose- Lars Von Trier en Anticristo y en Melancolía; como hace muy pasteurizadamente mi amigo personal M. Night Shyamalan en todas sus películas pero más especialmente en las que tienen una temática religiosa, como Praying with anger o como la más mala Señales

5.
En Sumisión, la conversión francesa al Islam, o más bien la vuelta de la sociedad a la religión, cualquiera que esta sea, resulta ser una solución viable para una serie de problemas (o cosas que Houellebecq ve como problemas) de la sociedad francesa. Incluso reivindica cosas del Islam como religión de Estado que a mí me parecen espantosas pero a Houellebecq, que es bastante facho -aunque no tanto como para que no lo quiera-, no. Como por ejemplo, el espantoso rol de la mujer. Si el libro es misógino o no, hubiera sido un debate mucho más provechoso (por ejemplo esta reseña le pega -muy fuerte- por eso). Por otro lado, recién leí dos muy buenas entrevistas a Michel. Una se la hace Gonzalo Garcés para El País de España, y es linda. La otra se la hace un tal Sylvain Bourmeau, para El País, pero acá está levantada también por La Nazión, de nuestro pays. Y en ésta última, el Michel de 2015 contradice o rectifica al Michel de 2001:
al final el Corán resulta ser mucho mejor de lo que yo pensaba, ahora que lo he releído -o, más bien, leído. La conclusión más obvia es que los yihadistas son malos musulmanes. Obviamente, como con todo texto religioso, hay espacio para la interpretación, pero una lectura honesta llegará a la conclusión de que, en general, no se aprueba la guerra santa de agresión, y que solo el rezo es válido. Así que se podría decir que he cambiado de opinión.
Para aclarar, por si algún rezagado no entendió: No es Houellebecq sea islamista o pro-islámico: es que Houellebecq es anti-Ilustrado, lo dice explícitamente en las entrevistas; y también que es un crítico acérrimo del Estado francés actual.

6.
Houellebecq en parte es el mejor porque sus libros son novelas sobre personajes pero en casi todos los casos son en igual medida novelas sobre las sociedades (siempre la francesa, pero también a veces la europea o aún la global). Y son novelas con hechos, con travesía, no meros frescos posmodernos o juegos con la escritura que en este momento me parece que me tienen cansado o decepcionado o algo así. No es algo que haya sentido siempre, me está pasando ahora, seguramente influido por la materia de guión que cursé recientemente: me están pareciendo superiores las historias donde importa lo que pasa, lo narrado. Me asombra y gratifica más (y me parece más de capo) un giro sorprendente de la narración, o un encadenamiento de hechos orginales en su propuesta, que ninguna otra cosa de escritor capo. Houellebecq escribe sobre personajes y sus vidas, pero también sobre sociedades y sus (H/h)istorias, que son como las vidas de las sociedades, y lo que siempre me deja de cara son esos giros (a parte de que también hace bien todo lo demás: la prosa, el vocabulario, los conceptos vertidos constantes dentro de los diálogos y etc.). Por otra parte, también me encanta en Houellebecq que sea uno de los pocos que sitúa sus novelas en el futuro inmediato, o que las comienza en el presente de la escritura y las hace llegar hasta el futuro inmediato (nuestro futuro, el de los lectores). Lo viene haciendo desde Las partículas elementales, lo hizo en El mapa y el territorio y lo vuelve a hacer en Sumisión. Creo que también en su novela que me falta leer, La posibilidad de una isla, proximamente en Resistirse es fútil.

martes, 2 de febrero de 2016

El mapa y el territorio, de Michel Houellebecq

1.
Hace años que no leía a Michel Houellebecq, que es uno de los más capos entre los contemporáneos más capos del mundo y también es el escritor con el apellido más divertido de tipear de todos. Escribe tan bien, tan alevosamente mejor que la mayoría y aparentemente con tanta cintura económica de lenguaje y energías que bueno, que le puedo decir señora, es un placer. Es tan bueno que no importa que sea de derecha (porque tampoco es TAN de derecha, a mí me resulta tolerable). Recientemente lo vi -le dije qué hacé cómo andá- en una película: El secuestro de Michel Houellebecq, en la que actúa de sí mismo. Mucho tienen que ver las tramas de este libro y de esa película, pero de eso no quiero decir más nada porque es MUCHO MEJOR enterarte mientras la leés. La película me hizo querer más a Houellebecq. Houellebecq Houellebecq Houellebecq.


2.
Hubo un motivo por el que no leí antes El mapa y el territorio: cuando salió, mis lectores amigos y conocidos la hicieron mierda, tanto los que la habían leído y como los que no. Se decía que había empeorado, que ya no estaba bueno, casi exactamente como se dice con las bandas cuando sacan el siguiente disco al que los hizo famosos -como Babasónicos con lo que siguió a Jessico, por ejemplo, o Árbol y Guau, o Los Tipitos y ese disco que salió después de Armando Camaleón, o Bersuit y La argentinidad al palo, o la carrera solista del Indio Solari, o etc. En muchos  casos el empeore es un hecho. En este caso era sólo mala onda. El mapa y el territorio es la primera novela de Michel después de su triada de libros increíbles: Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y Plataforma. Antes salieron uno de ensayos -El mundo como supermercado-, varios de poesía, también esa novelita mala que es Lanzarote y que no sé por qué no se la mira mucho cuando se habla de la obra de Michel. Pero El mapa era la primera señora novela en mucho tiempo, y bueno, pasó eso. Si tuviera el poder de hacer un ranking diría que El mapa no es mejor que Ampliación ni que Las partículas pero sí que Plataforma

3.
No hay forma de hacer una breve sinopsis sin spoilers por el modo en que está escrita la novela, así que renuncio a hacerlo. Sólo diré que la cronología de la historia cubre la vida entera de su protagonista, el artista Jed Martin, desde su nacimiento, a fines del siglo XX, hasta su muerte, bien entrado el siglo XXI, es decir lo que por ahora para nosotros es el futuro. Como en Las partículas (y también en Las constelaciones oscuras de Pola Oloixarac) esto hace que poco a poco una novela en principio realista -como los cuadros de Jed Martin- se convierta en una de ciencia ficción, algo que me había maravillado de Las partículas y que encuentro que Houellebecq hace muy bien. Houellebecq -les dije que me gusta tipear su apellido- usa este recurso para bajar línea, dar su opinión sobre a dónde vamos a ir a parar si tal o cual cosa sigue así en nuestro mundo real, y si tengo razón, entonces el futuro bastante bueno de El mapa -en el que Francia se reacomoda exitosamente en la economía mundial cambiando sus producciones en consonancia con "lo que dicta el mercado"- subraya el caracter derechista de Michel, o capitalista, o de espíritu capitalista muy a la Max Weber. Por ahí leí que El mapa y el territorio es una crítica al capitalismo: me pareció lo contrario. El capitalismo funciona marcadamente bien en la novela, en la que de hecho está casi excluido el conflicto social. De todos modos, el capitalismo no es el único tema de la novela, que también baja línea sobre "el arte", claro está, y que también pone en juego prácticas manieristas que son aquellas de las que creo no debemos hablar para no espoilearle nada a La Gente.

4.
Ahora al toque, cuando termine la Campaña de Conquista Brasilera voy a leer Sumisión, en la que parece que Michel hace nuevamente uso del recurso de ir del presente al futuro próximo mediante el seguimiento de una historia de vida, esta vez para ser de derecha en otro sentido, mostrando los males de una Francia islamista. Estoy seguro de que estará bueno.

miércoles, 5 de enero de 2011

El mundo como supermercado, de Michel Houellebecq



1.
Sabrá tu novia que leemos Houellebecq
que dejaste mis llaves en el auto de ella
Sabrá tu novia que leemos Houellebecq
con quién estabas la vez que te llamábamos

2.
Houellebecq Houellebecq Houellebecq
Houellebecq Houellebecq Houellebecq

3.
El mundo como supermercado compila artículos publicados en revistas, entrevistas que le hicieron y también algo de poesía que el muchacho escribió para una performance de otro chabón, y alguna cosa más. Hace poco mi papá leyó Las partículas elementales y me decía que disfrutó mucho leyéndolo, cada vez que se sentaba a leer. A mí me pasa lo mismo con Michu. Es que escribe muy bien. Al final de cada párrafo tengo ganas de soplar una cornetita de cumpleaños, aunque el tipo esté diciendo que todos vamos a morir impotentes mientras enormes estructuras de concreto se yerguen sobre la faz de la tierra. En El mundo como supermercado lo más disfrutable es la prosa, sobretodo cuando el tema del que trata es muy ajeno a uno.

4.
Vale la pena aclarar, dado que este libro ahora salió con la colección de Página 12, que no es un buen libro para que sea el primero que leés de Houellebecq. Más bien hay que leerlo después de ya ser fan, me parece. Para formar parte del club de fans de Houllebecq en Argentina podés escribirme a lamujerqueamaelprotagonista@siempremuere.com

jueves, 1 de enero de 2009

Las partículas elementales de Michel Houellebecq

1. Con algunas frases de este párrafo me siento ampliamente identificado:
"-No sirvo para nada -dijo Bruno con resignación-. Soy incapaz hasta de criar cerdos. No tengo ni idea de cómo se hacen las salchichas, los tenedores o los teléfonos portátiles. Soy incapaz de producir cualquiera de los objetos que me rodean, los que uso o los que me como; ni siquiera soy capaz de entender su proceso de producción. Si la industria se bloqueara, si desaparecieran los ingenieros y los técnicos especializados, yo sería incapaz de volver a poner en marcha una sola rueda. Estoy fuera del complejo económico-industrial, y ni siquiera podría asegurar mi propia supervivencia: no sabría alimentarme, vestirme o protegerme de la intemperie; mis competencias técnicas son ligeramente inferiores a las del hombre de Neardenthal. Dependo por completo de la sociedad que me rodea, pero yo soy para ella poco menos que inútil; todo lo que sé hacer es producir dudosos comentarios sobre objetos culturales anticuados. Sin embargo gano un sueldo, incluso un buen sueldo, muy superior a la media. La mayor parte de la gente que me rodea está en el misma caso."

2. “La carrera hacia la apostasía parece ahora imparable: en la terna del esnobismo, ya está cabeza a cabeza con leer a Michel Houellebecq o no tener televisor en casa”, Hernán Casciari, en La Nación.

3. Mi psicólogo me recomendó este libro hace un montón. Yo no trabajaba así que ni pensé en comprármelo, aunque me hubiera gustado leerlo. Un día nos íbamos a Rosario con Darío y con Iae y en la biblioteca de María Rosa encontré Plataforma. La novela me duró tres días: no podía parar de leerla. Y ese fue mi primer acercamiento a Michel Houellebecq. A lo largo de su lectura tuve muchas erecciones.
Este verano me fui de viaje y en la galería Tienda Inglesa de Barcelona me encontré muchos libros de Anagrama muy lindos y entre ellos, Lanzarote, de Houellebecq (que me lo robé, relato hecho acá). El libro no me gustó tanto como Plataforma, hasta me pareció un poco malo. Está bueno que venga con fotos sacadas por él.
Unos meses más tarde trabajé en la feria del libro y me encontré, debajo de una pila de otros libros, Ampliación del campo de batalla. Fue buenísimo porque por un lado estaba fallado (tiene una mancha de nada en la tapa) y me salió la mitad, y por el otro los que atendían ahí no sabían que lo tenían: a la gente que preguntaba por Houellebecq le contestaban que se había agotado. Fue antes de que se reedite. Ampliación del campo de batalla es un libro es increíble. Y me parece completamente válida la comparación con Kafka. Y la tesis del título, lo que significa la ampliación del campo de batalla, brillante. Aguante Houellebecq, muerte a los humanos.

4. Finalmente empecé a ver Las partículas elementales en las librerías y tenía trabajo, así que me le compré. Justo al tiempito lo leyó Maia y me cagó el pionerismo. Yo leí otras cosas y lo dejé ahí, priorizando siempre los libros de la Biblioteca Minovich que algún día voy a tener que devolver, pero el verano llegó (que vivan las vacaciones) y me lo llevé a Mar Azul, para empezarlo en cuanto se terminara Kerouac. Hice bien. Buen enganche además, Kerouac con Houellebecq, son como lo contrario esos dos libros. De hecho Houellebecq habla mucho de lo boludos-conchudos-hijosdeputa-caca-mierda que son las/los conceptos-lugares-personas-creencias New Age, y Kerouac casi que es Osho. Houellebecq es el más misántropo y Kerouac es el más filántropo. The thing is: en este duelo que se creó porque yo hube leído el uno a continuación del otro, Houellebecq le pasa el trapo.

5. El año pasado creo que era (2007) a mi me parecía importante (y divertido) saber (o decidir) quiénes son Los Contemporáneos, es decir, quiénes de los que están produciendo arte o teoría en este momento del mundo, o sea desde que yo existo, van a ser después reconocidos como los más grosos "de fines del siglo XX" o "de comienzos del tercer milenio" (nota al margen: la palabra milenio cada vez va teniendo menos su sentido original para mí, y se va conviertiendo progresivamente en una radio de taxi); quiénes son los actuales Cortázar, Borges*, Arlt, Marechal, Pizarnik, Kafka, Camus, Bukowski, Steinbeck, etc., Marx, Stevenson**, etc., etc., (sólo por mencionar el plano de la literatura. En los planos del cine y la música me resulta igual de divertido jugar, y además con Darío teníamos una jerarquía máxima que se saltaba las diferencias disciplinarias). Cuestión que Houellebecq es seguro uno de nuestros mentados contemporáneos.

* Borges me la chupa
** Stevenson te amo

6. Hay un problema muy serio con la lectura de Houellebecq y es que me pone muy malo. Muy misántropo. No es exactamente un problema en realidad; es más bien algo a tener en cuenta. No es para leer en cualquier momento. A mí me sirve para potenciar algunas de mis peores características cuando me siento con ganas de ser un aparato. Por ejemplo en Mar Azul. Estaba con un grupo grande de desconocidos que entre sí eran conocidos de hace mucho, un grupo muy unido y con muchos códigos internos y todo eso (ex madrijim de una misma tnuá), además de un grupo de intereses aparentemente homogéneos, heterogéneos de los míos (con salvedades de personas y de pequeñas cosas que parecí compratir con los demás, como los juegos que hicimos) y yo desde el vamos noté que no me iba a integrar -bien hice en llevar este libro. En mi tercera jornada de estadía (y de lectura) y luego de un día muy agitado y plácido durante el cual no me había visto con nadie (de ellos), me encontraba en la playa, de noche, parado al lado de la ronda en la que todos, sentados, hablaban y bebían tragos salidos de una heladerita (a contraluz; desde mi perspectiva eran siluetas). Houellebecq no fue el único propiciante, ni tampoco el principal, pero ayudó a que yo entrara en un juego MUY DIVERTIDO en el cual todo lo que pasaba me era tan ajeno como en una película (la palabra juego no es exacta: tiene poco contenido de realidad) que yo estaba mirando. Amplío: yo jugaba a que yo felicitaba a la vida por su guión, por la brillantez de sus directores de sonido y de fotografía, a partir de la aparición de un nudo de tensión en la forma de dos chicos muy raros y encapotados (relato más cuidado, proximamente algún día quizás en aubemina). Cuando lo escriba, voy a poner esta cita (que no es de Houellebecq, sino de otro potencial -menos certero- contemporáneo Paul Auster): "Contra todo pronóstico, aquella sensación no desapareció. Si acaso, fue creciendo a medida que avanzaba la noche (...) yo ya estaba instalándome en lo que habría podido denominarse (a falta de un término más preciso) un estado de doble conciencia. Por un lado formaba parte de lo que estaba pasando a mi alrededor, y por otro me sentía aislado del entorno, dejaba que mi imaginación vagara con toda libertad (...) No es insólito que una persona esté abstraída hasta el punto de parecer ausente, pero el caso era que yo no estaba ausente. Me encontraba en aquel espacio, plenamente inmerso en lo que estaba sucediendo; y al mismo tiempo no me hayaba allí, porque aquel sitio ya no pertenecía al mundo real. Era un ámbito ilusorio que existía en mi imaginación, y también el lugar donde yo estaba. En los dos sitios al mismo tiempo."

7. El final, el final final digo, es asombroso. Es uno de los mejores finales del mundo. Tiene mucho de lo que yo decía sobre la ciencia ficción el otro día en este espacio, en la reseña de Ciudad de Clifford Simak en el punto 6 (y eso que el libro no es ciencia ficción, o no se presenta así en ningún momento; a lo mejor sí es ciencia ficción y la jodita es que uno no se da cuenta).

8.
Ponga huevo Houellebecq
Ponga huevo y corazón
que esta hinchada
se merece
se merece rock and roll