Han pasado 38 Sanfermines y nunca se supo quién lo mató. Se llamaba Germán Rodríguez, tenía 27 años y era hijo de una conocida familia de Pamplona. Murió de un disparo en la frente en pleno centro de la ciudad el segundo día de las fiestas de 1978. Los turistas huyeron y los Sanfermines se acabaron ahí. Muy pocas veces en su ya larga historia se suspendieron las universales fiestas de Pamplona. Antes de aquel año solo ocurrió en 1937 y 1938, durante la guerra civil. Conviene recordarlo y repetirlo. La memoria es el principal patrimonio de una sociedad libre.
Perdonar, si; olvidar, no. Así lo proclamaban este 8 de julio en Pamplona quienes desde hace 38 años mantienen viva la memoria de aquel joven militante de la LCR con un emotivo acto que cada año celebran ese día en la confluencia de las calles Roncesvalles y Carlos III. Allí pude presenciarlo yo este viernes, en el lugarexacto donde Germán cayó herido de muerte durante aquellos trágicos Sanfermines sin que hasta hoy se sepa quién fue el autor de aquel asesinato. O sí.
¿Qué fue lo que pasó?
Aquel verano de 1978 en que faltaban pocos meses para que la Constitución se sometiera a referéndum, cuando el ministro del Interior de Adolfo Suárez se llamaba Rodolfo Martín Villa, el ambiente en el País Vasco y Navarra estaba muy caldeado. Se había iniciado un proceso de amnistía muy parcial y nada satisfactorio, y en ese ambiente tenso y crispado llegaron los Sanfermines. El día 8, al finalizar la faena del sexto toro del segundo festejo, muchos integrantes de las peñas saltaron al ruedo como es tradicional en la plaza de toros de Pamplona, donde la celebración de la fiesta tiene desde siempre una personalidad y un sabor propios. Faltaban pocos minutos para las nueve de la noche. Saltaron también a la arena un grupo de personas que desplegaron una pancarta reclamando amnistía y libertad para los presos navarros y vascos.
Hubo aplausos, silbidos y enfrentamientos en las gradas y en las andanadas. La tragedia empezó a mascarse cuando cerca de cuarenta "grises", que era como por entonces se llamaba a los miembros de la Policía Armada, irrumpieron en el ruedo con material antidisturbios para "restablecer el orden". Dispararon primero pelotas de goma y botes de humo hasta que, finalmente, recurrieron al fuego real. Hubo siete heridos de bala en la plaza. Un verdadero desastre, sobre todo si se tiene en cuenta que la plaza de toros de Pamplona es la tercera más grande del mundo y las veinte mil personas que caben dentro aún no habían podido abandonar el recinto.
Veinte mil personas de las que la mayoría entraron en pánico y huyeron despavoridas por las calles adyacentes a la plaza, pero hubo muchos que decidieron hacer frente a la tropelía de los antidisturbios y los enfrentamientos se extendieron con más policía y más ciudadanos cada vez, por muchas calles de la ciudad. Apenas una hora después de iniciarse la refriega fue cuando mataron a Germán Rodríguez, que falleció pocas horas más tarde en el Hospital Provincial de Navarra sin que los médicos pudieran salvarle la vida. Los disturbios se convirtieron en una revuelta. La batalla duró hasta la madrugada. Los manifestantes intentaron asaltar el Gobierno Civil y el palacio de la Diputación Foral. El día 9 por la mañana, el centro de Pamplona presentaba un aspecto dantesco y solitario: oficinas bancarias, tiendas y bares destrozados; decenas de coches, utilizados como barricadas –todavía no había contenedores de basuras en las calles- incendiados. Miles de turistas, aterrorizados, abandonaron la ciudad. El balance final de víctimas, además de Germán, fue de once heridos de bala y otros 150 con diferentes lesiones.
38 años después de aquellos hechos, he tenido el honor de acudir al primer acto de homenaje a Germán que se realiza sobre una plataforma colocada por el Ayuntamiento. Nunca hasta ahora el colectivo organizador había contado con apoyo oficial. Pero esta vez, por segundo año ya, allí estaba
Joseba Asiron, el alcalde. Y por primera Ana Ollo, portavoz del gobierno foral. El Ayuntamiento ha colocado una placa nueva en euskera y castellano: "En memoria de Germán Rodríguez Saiz, muerto por disparo de la Policía el 8 de julio del 78".
El lugar donde murió Germán Rodríguez suele ser visitado por las peñas antes de la corrida de toros todos los días ocho de julio por la tarde. Ya en la plaza, ese día mantienen silencio a la salida del segundo toro. Al finalizar el festejo, abandonan el coso con las pancartas plegadas y sin música. Todo lo que ocurrió en aquellos Sanfermines de 1978 está estupendamente contado en un documental elaborado por Juan Gautier y José Ángel Jiménez, que en el año 2005 se presentó en el Festival de Cine Español de Málaga. En él pueden verse imágenes inéditas tanto de los enfrentamientos en las calles como de la entrada de "los grises" en la plaza de toros. Imágenes, estas últimas, conseguidas gracias a los archivos de una televisión francesa. TVE las emitió en los informativos del nueve de julio del 78 y desde entonces nunca más se supo. Desaparecieron de los archivos y punto.
Fundamental recordar, fundamental no olvidar, reivindicar la memoria y mantener siempre vivo algo que explica unos años de nuestra historia tan convulsos como mal resueltos. Nunca es tarde. El acto de homenaje en Pamplona, este ocho de julio, a Germán Rodríguez, ha sido uno de los episodios más emotivos que he vivido en estos Sanfermines de 2016. Los primeros, por cierto, a los que acudo en mi vida.
J.T.
Perdonar, si; olvidar, no. Así lo proclamaban este 8 de julio en Pamplona quienes desde hace 38 años mantienen viva la memoria de aquel joven militante de la LCR con un emotivo acto que cada año celebran ese día en la confluencia de las calles Roncesvalles y Carlos III. Allí pude presenciarlo yo este viernes, en el lugarexacto donde Germán cayó herido de muerte durante aquellos trágicos Sanfermines sin que hasta hoy se sepa quién fue el autor de aquel asesinato. O sí.
¿Qué fue lo que pasó?
Aquel verano de 1978 en que faltaban pocos meses para que la Constitución se sometiera a referéndum, cuando el ministro del Interior de Adolfo Suárez se llamaba Rodolfo Martín Villa, el ambiente en el País Vasco y Navarra estaba muy caldeado. Se había iniciado un proceso de amnistía muy parcial y nada satisfactorio, y en ese ambiente tenso y crispado llegaron los Sanfermines. El día 8, al finalizar la faena del sexto toro del segundo festejo, muchos integrantes de las peñas saltaron al ruedo como es tradicional en la plaza de toros de Pamplona, donde la celebración de la fiesta tiene desde siempre una personalidad y un sabor propios. Faltaban pocos minutos para las nueve de la noche. Saltaron también a la arena un grupo de personas que desplegaron una pancarta reclamando amnistía y libertad para los presos navarros y vascos.
Hubo aplausos, silbidos y enfrentamientos en las gradas y en las andanadas. La tragedia empezó a mascarse cuando cerca de cuarenta "grises", que era como por entonces se llamaba a los miembros de la Policía Armada, irrumpieron en el ruedo con material antidisturbios para "restablecer el orden". Dispararon primero pelotas de goma y botes de humo hasta que, finalmente, recurrieron al fuego real. Hubo siete heridos de bala en la plaza. Un verdadero desastre, sobre todo si se tiene en cuenta que la plaza de toros de Pamplona es la tercera más grande del mundo y las veinte mil personas que caben dentro aún no habían podido abandonar el recinto.
Veinte mil personas de las que la mayoría entraron en pánico y huyeron despavoridas por las calles adyacentes a la plaza, pero hubo muchos que decidieron hacer frente a la tropelía de los antidisturbios y los enfrentamientos se extendieron con más policía y más ciudadanos cada vez, por muchas calles de la ciudad. Apenas una hora después de iniciarse la refriega fue cuando mataron a Germán Rodríguez, que falleció pocas horas más tarde en el Hospital Provincial de Navarra sin que los médicos pudieran salvarle la vida. Los disturbios se convirtieron en una revuelta. La batalla duró hasta la madrugada. Los manifestantes intentaron asaltar el Gobierno Civil y el palacio de la Diputación Foral. El día 9 por la mañana, el centro de Pamplona presentaba un aspecto dantesco y solitario: oficinas bancarias, tiendas y bares destrozados; decenas de coches, utilizados como barricadas –todavía no había contenedores de basuras en las calles- incendiados. Miles de turistas, aterrorizados, abandonaron la ciudad. El balance final de víctimas, además de Germán, fue de once heridos de bala y otros 150 con diferentes lesiones.
38 años después de aquellos hechos, he tenido el honor de acudir al primer acto de homenaje a Germán que se realiza sobre una plataforma colocada por el Ayuntamiento. Nunca hasta ahora el colectivo organizador había contado con apoyo oficial. Pero esta vez, por segundo año ya, allí estaba
Joseba Asiron, el alcalde. Y por primera Ana Ollo, portavoz del gobierno foral. El Ayuntamiento ha colocado una placa nueva en euskera y castellano: "En memoria de Germán Rodríguez Saiz, muerto por disparo de la Policía el 8 de julio del 78".
El lugar donde murió Germán Rodríguez suele ser visitado por las peñas antes de la corrida de toros todos los días ocho de julio por la tarde. Ya en la plaza, ese día mantienen silencio a la salida del segundo toro. Al finalizar el festejo, abandonan el coso con las pancartas plegadas y sin música. Todo lo que ocurrió en aquellos Sanfermines de 1978 está estupendamente contado en un documental elaborado por Juan Gautier y José Ángel Jiménez, que en el año 2005 se presentó en el Festival de Cine Español de Málaga. En él pueden verse imágenes inéditas tanto de los enfrentamientos en las calles como de la entrada de "los grises" en la plaza de toros. Imágenes, estas últimas, conseguidas gracias a los archivos de una televisión francesa. TVE las emitió en los informativos del nueve de julio del 78 y desde entonces nunca más se supo. Desaparecieron de los archivos y punto.
Fundamental recordar, fundamental no olvidar, reivindicar la memoria y mantener siempre vivo algo que explica unos años de nuestra historia tan convulsos como mal resueltos. Nunca es tarde. El acto de homenaje en Pamplona, este ocho de julio, a Germán Rodríguez, ha sido uno de los episodios más emotivos que he vivido en estos Sanfermines de 2016. Los primeros, por cierto, a los que acudo en mi vida.
J.T.