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jueves, 28 de agosto de 2014

Adiós a Rouco Varela, el gran crispador


Lo peor que le ha podido pasar a la iglesia española en los últimos veinte años tiene un nombre: Antonio María Rouco Varela, el gran crispador.

Hay muchas maneras de abanderar intolerancias, pero el ahora defenestrado arzobispo de Madrid escogió durante muchos años la peor de las posibles. Rouco Varela se marcha, y lo hace dejando tanto descanso que no hay más remedio que desearle que se lleve con él una paz parecida.

Pero parece complicado, porque quien ahora se resiste como gato panza arriba a marcharse tal y como han dictaminado sus superiores (año y medio han tardado en decidirse a ponerle el cascabel) ha sido durante años en este país el promotor y artífice del aumento de la crispación en los púlpitos, en las hojas parroquiales, en la Cope, en 13tv y en todos aquellos lugares donde le ha sido posible sembrar cizaña y desparramar discordia.

No hace mucho, en la catedral de la Almudena, se permitió incluso profanar la memoria del 11-M removiendo fétidas teorías conspiratorias. Y en el funeral por la muerte de Adolfo Suárez tuvo las santas narices de insinuar la reedición de un enfrentamiento civil entre los españoles. A pesar de ser contrario a las manifestaciones públicas para reclamar derechos laborales y sociales, no dudó sin embargo en ponerse al frente, por ejemplo, de manifestaciones callejeras contra las políticas a favor de la libertad de la mujer en la época de zetapé...

Para acercarnos al perfil del personaje, no hay más que comprobar cómo, ni siquiera con Rajoy, que infestó su gobierno de opusdeístas y meapilas, ha sido capaz de hacer migas. 

Rouco Varela ha vaciado las iglesias de jóvenes y ha conseguido generar el rechazo de buena parte de la sociedad a la institución que tan torticera y sectariamente ha representado.

Como periodista no puedo menos que avergonzarme del papel desempeñado por muchos comunicadores durante años en la Cope y en 13tv al servicio de sus dictámenes, sustanciosas nóminas mediante (dinero, por cierto, procedente del 0,7% de los impuestos de aquellos que marcan la casilla de la iglesia católica).

Rouco Varela es todo lo contrario a lo que quien se tome la molestia de consultar esos evangelios por los que en teoría han de regirse los católicos, encontrará en sus páginas.Siempre fue beligerante, agresivo, retador, bronquista. Lo que se conoce como un tipo que transmite mal rollo. Nunca le importaron los pobres, algo que al menos le une a Mariano y a sus chicos y chicas a pesar de sus muchas discrepancias con un gobierno que siempre le pareció blando y melifluo. Se empeñó en mantener y ejercer un poder que ya no tenía cabida en un estado aconfesional.

Ni para marcharse está teniendo clase Antonio María Rouco Varela.  ¿Cómo me pueden estar haciendo esto a mí?, cuentan que andan gritando por las esquinas desde que el día de Santiago fue citado para acudir en 24 horas a la nunciatura, donde se le anunció sin anestesia que sería relevado en pocas semanas. No lo asimila. Tantos años subido a su pedestal le impiden entender que ya no es nadie y que quien manda sobre él ha decidido que su tiempo se ha acabado. Busca excusas para postergar el desalojo: viaje a Alemania, esperar hasta redondear veinte años en el cargo, que se cumplen en octubre... No hay manera. Los biempensantes lo atribuyen a debilidad humana; los que sostienen tesis menos amables se preguntan qué tendrá que esconder tras dos décadas de gestionar a su antojo una archidiócesis de la envergadura de la madrileña. El caso Pujol anda demasiado cerca en el tiempo.

Demasiado benévolos han sido con él quienes, con Bergoglio al frente, quieren recuperar para la institución que representa una mínima autoridad moral, la que se desprende de actuar acorde con lo que pregonan y con los principios que aseguran les mueven a actuar. Algo que a Rouco Varela nunca le importó demasiado. O al menos no lo demostró.

Lo dicho, egregio defenestrado, tanta paz lleve como descanso deja.

A ver ahora cómo se enrolla el sustituto, que esa es otra. 

J.T.

miércoles, 12 de marzo de 2014

10 admoniciones a Rouco Varela en su despedida

Rouco Varela y Ricardo Blázquez se saludan en el día del relevo

Señor Rouco Varela: 

En este tan ansiado y gozoso día de su jubilación me va usted a permitir que, a modo de despedida, le dedique las siguientes diez admoniciones: 

1. La iglesia no debe patrocinar ninguna forma ni ideología política, y si alguien utiliza su nombre para cubrir sus banderías, está usurpándolo manifiestamente. 

2. No pertenece a la misión de la iglesia presentar opciones o soluciones concretas de gobierno en los campos temporales de las ciencias sociales, económicas o políticas. 

3. La fe cristiana no es una ideología política ni puede ser identificada con ninguna de ellas. 

4. La iglesia nunca debe determinar qué autoridades han de gobernarnos. 

5. Hay que exigir a todos los gobernantes que trabajen al servicio de la comunidad entera, que protejan y promuevan el ejercicio de la adecuada libertad de todos y la necesaria participación común en los problemas comunes y en las decisiones de gobierno. 

6. Los gobernantes han de tener la justicia como meta y como norma, y caminar decididamente hacia una equitativa distribución de los bienes de la tierra. Todo esto los creyentes católicos han de predicarlo, y gritarlo si es necesario, si quieren ser fieles a los evangelios. 

7. La iglesia tiene una enorme responsabilidad a la hora de proyectar su influencia sobre la sociedad, especialmente cuando se trata de promover los derechos humanos, fortalecer las libertades justas o ayudar a promover las causas de la paz y de la justicia. 

8. Ya desde el Concilio Vaticano II quedó claro que la actuación de los miembros de la iglesia católica debía extenderse a quienes piensan de manera distinta, pues -se decía textualmente- “nos urge la obligación de hacernos prójimos de todo hombre”. 

9. La Iglesia, como institución, no debe pedir, ni reclamar, ningún tipo de privilegio. 

10. Sería bueno que en España reinara algún día la verdad, que la mentira no invadiera nunca nuestras instituciones, que la adulación no entrara en nuestras casas y que la hipocresía no manchara las relaciones entre los seres humanos. 

Estoy seguro que por mucho que usted, señor Rouco, no coincida con estos planteamientos, todo lo que aquí aparece le suena y mucho ¿verdad? 

Claro que sí, porque las diez frases que me he permitido dedicarle están extraídas, prácticamente de manera literal, de la homilía que su ilustre antecesor Vicente Enrique Tarancón pronunció el 27 de noviembre de 1975 -¡hace casi cuarenta años!- en la ceremonia de coronación de Juan Carlos I 

Por si acaso se le traspapeló aquel texto, aquí tiene el enlace en el que puede encontrarlo en internet. Menudo prontuario de todo lo que usted no ha practicado durante su abominable mandato ¿verdad? Si, ya sé, a buenas horas. 

De todos modos, ingenuo que es uno, aquí lo dejo por si hay suerte, su sucesor se equivoca y decide desempolvar aquel histórico discurso y recuperar aquella añorada línea de tolerancia, respeto y convivencia que preconizaba. Aunque, visto lo visto, no creo que caiga la breva. 

Adiós, monseñor y, como dicen en mi pueblo, tanta paz lleve como descanso deja. 

J.T.

martes, 6 de julio de 2010

Las amenazas de Martínez Camino

(Primera publicación: 3 de diciembre de 2009)


Juan Antonio Martínez Camino

Tocan las narices a una buena parte –yo diría la mayoría ya- de la sociedad española. Tocan las narices por activa, pasiva y hasta reflexiva: ahora te amenazo, ahora te presiono, ahora te excomulgo, ahora te obligo a humillarte en público si eres un político que yo creía de los míos pero no haces lo que a mí me gusta que hagas…

Luego se les va la fuerza por la boca, porque tengo un montón de amigos que han querido apostatar y no lo consiguen: les dan largas con trámites burocráticos mil con tal de que las cifras de católicos oficiales no disminuyan.

Las estadísticas infladas son pasta y con pasta por medio ya es que se desmelenan de manera directa, indirecta y hasta transversal: no te pago el IBI, trinco del IRPF, te obligo a concertar los colegios de mis curas y mis monjas para, con tu dinero, comerle el coco a los niños cuyos padres le tienen miedo a esos institutos que no son mejores porque el dinero que necesitan para mejorarlos ya nos lo quedamos nosotros… Y así sucesivamente.


Antonio María Rouco Varela


Retrocedemos, queridos amigos. Cuando escucho los exabruptos de Martínez Camino, Rouco y compañía -los más recientes amenazando a los políticos que voten a favor de la nueva ley del aborto- miro el calendario y me froto los ojos, porque el discurso va cambiando a peor. Hace treinta años en España los obispos no se dedicaban a este tipo de cosas.



Y la verdad es que no lo entiendo: la iglesia es el negocio que más tiempo lleva abierto: dos mil años con clientela. Se supone que son expertos en mantenerla y aumentarla. Y si optan por lo que optan últimamente, aunque a algunos nos rechine, es que sus datos deberán tener para empecinarse en continuar por ese camino, sus encuestas, sus estudios de campo, digo yo…

Porque de un suicidio no creo que se trate. Si así fuera, nos facilitarían la tarea para dejar de informar sobre sus enfervorizadas diatribas: en nuestro oficio, como se sabe, existe un pacto tácito por el que no solemos hacernos eco de los suicidios.

J.T.
3 de diciembre de 2009