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jueves, 7 de agosto de 2014

Podemos y el pinchazo de la burbuja política

El estallido de la "burbuja" política, certificada estos días por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ha dejado al aire las vergüenzas de los partidos tradicionales. Demasiado tiempo ya oliendo todo a podrido. Hasta que ha reventado con la estruendosa aparición en el escenario de una fuerza política que, con solo siete meses de vida, es ahora la principal causa de insomnio en tantos hogares bipartidistas y/o pactistas de toda la vida. 

Que Podemos sea un partido, una formación, una plataforma, una iniciativa... de momento parece que a la gente eso le da igual... siempre que se le pueda votar. Funciona como un símbolo, como la marca blanca de todos los cabreos, de todas las indignaciones. Había mercado para algo así y daba igual quiénes fueran y cómo se llamaran. Hacía falta algo, alguien, álguienes, que se batieran el cobre haciéndose eco de lo que tanta gente siente, piensa y sufre. Y han aparecido. Lo que las encuestas reflejan es esa alegría, ese júbilo, esa necesidad de que lo que cuentan estos chicos -que otra forma de hacer política es posible- sea verdad.Mucha gente que buscaba una manera práctica y útil de manifestar su descontento ha creído encontrar con ellos algo parecido a su bandera. 

En ocasiones he podido comprobar -viendo la tele con amigos o con familiares, por ejemplo- cómo cuando atacan a Podemos hay quien se siente atacado como si se estuvieran metiendo personalmente con él. Lo interpretan como un ataque a ellos, no a la formación política recién nacida. Algo parecido a cuando en el recreo de nuestros colegios de infancia, el niño malo te quería quitar y destrozar el juguete que con tanta ilusión le habías pedido a los reyes magos. 

Que no se rompa el juguete, parecen pensar, que no me lo destrocen, que esto no sea solo un sueño, que no se desanimen, que no los aburran ni los asusten, que no se vuelvan como los demás, que no se peleen entre ellos, que no nos defrauden...

¿Gobernarán algún día? Siendo lo más importante, parece como si eso ahora diera igual, como si bastara con su existencia, con que el fenómeno haya cristalizado y sea palpable. Esa imagen del primer día en que los cinco diputados electos de Podemos entraron juntos al parlamento europeo tiene una fuerza extraordinaria. Es muy potente. Demasiado potente como para que los partidos de toda la vida se quedaran a verlas venir sin reaccionar. Y reaccionaron 

- Bolivarianos, proetarras, estalinistas, goebellianos, populistas,comunistas,les gritaron y les gritan por activa, pasiva y reflexiva. 

No se han quedado sin adjudicarles ni una sola de las etiquetas de manual.Y la consecuencia, como certifica el CIS, es que la ciudadanía parece que no quiere que insulten a quienes representan sus esperanzas y manifiesta a quien le sondea que sí, que piensa votarlos por muy verdes y poco organizados que todavía estén. Como quien se hace hincha de un equipo de fútbol, mucha gente ha decidido que este es su equipo y quiere que gane. Les da igual si lo consigue de penalty injusto y en el último minuto. Lo que no quieren es que vuelvan a ganar, una vez más, los mismos de siempre. 

La burbuja no ha explotado solo por los resultados electorales del 25-M, sino por el pánico que esa misma noche asaltó a los que no habían visto nunca en peligro sus poltronas, lo que les llevó desde entonces a cometer esos continuados y pertinaces errores que han acabado colocando a Podemos en todos los mapas. 

-¿Pactarían ustedes con el PSOE, les preguntan una y otra vez?

Los periodistas de carril, de ese carril que dura ya casi cuarenta años, tampoco parecen acabar de captar el mensaje: que lo importante es lo que está pasando ya, y no solo lo que puede llegar a pasar; que lo importante es esa secreta alegría de tanto puteado que ha recuperado la sonrisa y que lleva semanas yéndose a la cama soñando con el día que se tomará la revancha en las urnas. Y que en política, dos y dos no siempre suman cuatro. 

Tienen muy poco que perder y todo por ganar. Por muy en mantillas que todavía estén, y lo están, esa es la gran fuerza de Podemos y de movimientos como Guanyem o Municipalia, dispuestos a cambiar las reglas del juego y a modificar tanto los sistemas de funcionamiento como la manera de elegir a sus representantes... y de echarlos. 

En el PP quieren parar esta especie de huracán cambiando la ley electoral para que gobierne la lista más votada. Y no se dan cuenta que hacerlo podría volverse contra sus intereses como un boomerang. Primero porque la lista más votada puede acabar siendo justo la que no desean, en cuyo caso se quedarían colgados de la brocha y sin escalera. Y en segundo lugar, porque si el PP es la lista más votada pero no tiene mayoría absoluta, habrá de vérselas en los plenos con una serie de concejales o diputados cuyo idioma será muy distinto al que hasta ahora están acostumbrados a escuchar. Incluso con mayoría absoluta del PP, la geografía de los plenos será muy distinta una vez que tomen posesión de los escaños los representantes de estas fuerzas emergentes. Como ha ocurrido en Estrasburgo. 

Por muchas trampas, presiones y amenazas de las que echen mano, el PP puede perder en bastantes plazas estas próximas municipales y autonómicas... y lo saben. Es perfectamente factible que muchas mayorías de gobierno sean para Podemos, Guanyem, Ganemos... 

Aunque cambien la ley electoral, puede que el PP pierda más municipios y autonomías de los que ellos mismos se piensan.Que le pregunten si no al PP madrileño, por ejemplo. Que le pregunten a Cristina Cifuentes, quien tras analizar todo tipo de sondeos estos días, anda llorando por las esquinas mientras repite una y otra vez a todo el que quiera escucharla: "Perdemos Madrid, que te lo digo yo. Perdemos Madrid". 

La burbuja se ha pinchado, el tinglado ha explotado y, como decíamos ayer, el CIS lo ha certificado.

J.T.

miércoles, 6 de agosto de 2014

El CIS certifica el estallido de la "burbuja" política

Los datos les explotan en la cara pero ellos siguen a lo suyo. Como si oyeran llover. Se entienden muy poco, más bien nada, pero se parecen mucho.Ya sea en catalán, ya en castellano, el idioma de Mariano Rajoy y Artur Mas en cuanto a su relación con los ciudadanos es el mismo: comparecen en público y lo único que les preocupa es hablar de su libro. A piñón. Como si no pasara nada y todo eso de la corrupción no fuera más que una mosca molesta a la que uno aparta de un manotazo cuando se pone demasiado pesada. Son los máximos responsables de dos formaciones políticas que han partido mucho bacalao en la España de los últimos treinta y bastantes años y que ahora están enfangadas en una ciénaga corrupta tan escandalosa y estridente como difícil de digerir... Pero ellos, a lo suyo.

Las comparecencias de "fin de curso político" de Mas y Rajoy, tras su diálogo de sordos del día 30, han sido tan engoladas y distantes en sus contenidos como patéticas en la búsqueda de una añeja solemnidad que ya nadie valora ni respeta. El día 1 de Agosto Rajoy, y el día 5 Mas, el tono, la puesta en escena y los tics de ambos fueron parecidos: entre nosotros no nos entendemos pero somos los mejores, lo hacemos de puta madre, nos esperan tiempos mejores todavía y hemos llegado hasta donde hemos podido, así que... nos vamos de vacaciones a la playa para celebrarlo. En septiembre, más. ¡Ea! El mundo derrumbándose y ellos vestidos de azul.

Nada les perturba, nada les inquieta, nada les amilana: ¿Consulta el 9-N? El uno que sí, el otro que no pero... ya llegará septiembre para seguir peleándonos ¿Corrupción? ¿qué coño es eso? Nosotros comparecemos para hablar de nuestro libro. Para contar lo bien que les va a ir a los ciudadanos apenas pasen unos meses...Y claro, mientras constatas la enorme dimensión de la cara dura que gastan, al final acabas pensando que tal dislate solo se puede entender si admites que tanto pp como CiU viven en otro mundo, que de tanto andar subidos al carro han acabado perdiendo la perspectiva y no tienen ni puñetera idea de lo que realmente pasa en la calle.

¿Solo pp y CiU? No sé porque Sánchez, el flamante líder del psoe, se ha lucido dibujando líneas rojas en sus primeras entrevistas a los periódicos: que si la soberanía nacional reside en el pueblo español, que si hay que garantizar el principio de igualdad de los españoles vivan donde vivan, reconocer la rica diversidad del país... Se ha herniado anunciando novedades el muchacho. Si es eso lo que vende el partido recién regenerado, menuda ruina tenemos encima.

Parece inútil esperar que cambien. Continúan enrocados en sus viejos planteamientos y en sus lujosas sedes,en sus complicados aparatos burocráticos y sus costosos mecanismos de funcionamiento... Durante lustros, el andamiaje de los partidos creció sin parar. El de todos, sin excepción. Ampliaron gastos, puestos, cometidos, liturgias y parafernalias varias. Una insostenible burbuja, otra más, que al final acabó estallando. Eso es lo que les ha pasado, que les ha estallado la burbuja política entre las manos, que ha saltado por los aires una manera caduca e ineficaz de entender y gestionar la cosa pública.

Durante casi cuarenta años han gobernado, o han ejercido la oposición, por encima de sus posibilidades. Así ha sido en el gobierno del Estado, en las autonomías, las diputaciones, los ayuntamientos... Y para equilibrar cuentas trincaban a mansalva, fueran del color o del partido que fueran. A ver, ¿quién se libra? Alguien tiene que haber, digo yo. Venga, que quien esté libre de culpa levante la mano o tire la primera piedra, lo que prefiera...

Me pregunto qué fueron antes, si incompetentes o ladrones. El caso es que ahora, con el panorama hecho unos auténticos zorros, nos toca a la ciudadanía, como sucede siempre, acudir al rescate. Con nuestra decepción, nuestro hastío, nuestra indignación... y nuestras esperanzas. La más reciente encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) creo que es eso lo que refleja: El 86 por ciento de los ciudadanos españoles no confía en Rajoy; el 82 por ciento cree que la situación económica es mala y el 83 por ciento no cree en los políticos. Los de Podemos, sencillamente, pasaban con el cesto por ahí. Por el sitio justo en el momento exacto. A quienes promueven esta emergente formación tan mimada en las encuestas, ahora solo les falta definir qué quieren ser de mayores.

J.T.