viernes, 7 de diciembre de 2018

En la muerte de mi amigo Manolo Garrido, reportero gráfico de CNN+


Cuando, en un mitin del PP, Javier Arenas y compañía cerraban el acto cantando el himno de Andalucía, a mi compañero Manolo Garrido, reportero gráfico, se lo llevaban los demonios:

- ¿Pero cómo se atreven?, bramaba. ¿Cómo no se les cae la cara de vergüenza cuando dicen "Andaluces, levantaos"?

CNN+ tenía por entonces pocos meses de vida y tanto él como yo estábamos recién llegados a Sevilla después de haber estado mucho tiempo lejos de tierras andaluzas. Durante siete años y medio pasé más horas con él que con mi familia. Tenía Manolo tanta mano con las chicas como faltas de ortografía, pero ni presumía de lo primero ni se avergonzaba de lo segundo. Ponía empeño en mejorar, pero siempre desde la dignidad de quien arranca de muy abajo y se abre camino a codazos, que no pisotones. Durante algunos años se ganó la vida como conductor en los coches de producción de Televisión Española y en sus horas libres aprovechó las enseñanzas de Jesús Mata, otro buen guerrero que también nos dejó demasiado pronto, para dominar como pocos la temperatura de color, habilidad que permitía reconocer la firma Garrido en las imágenes que grababa.

Cuando obtuvo el título, consiguió trabajo como cámara en EFE y paseó su curiosidad por varias de las delegaciones que la agencia tiene repartidas por el mundo. Llegó a conocerse Roma como pocos y en Moscú trabajó un tiempo junto a Ricardo Ortega, quien algunos años después encontraría la muerte en Haití durante una extraña refriega en la que acabaron interviniendo soldados estadounidenses.

De vuelta a Madrid, un buen día de 1998 vio una nota en el tablón de anuncios de Espronceda, 32 en la que se pedían voluntarios para las delegaciones de Barcelona, Bilbao y Sevilla porque la agencia había firmado un contrato con CNN+ y se iba a encargar de proporcionarnos el
servicio técnico. Eligió Sevilla y allí nos encontramos cuando, recién nombrado yo responsable de la delegación andaluza, empezaba a ponerla en marcha. Juntos recorrimos decenas de miles de kilómetros para dejar constancia de lo que sucedía en el sur durante los doce primeros años del siglo XXI. Estuvimos en las revueltas racistas de El Ejjido, en Rabat cuando murió Hassan II, a pie de playa cuando llegaban pateras, en Gibraltar cuando se montaba algún pollo, que se montaba; en Marbella una y otra vez, hasta que no hubo recoveco de los juzgados ni del ayuntamiento que nos fuera ajeno. También dando cuenta de atentados de ETA en Granada, Málaga, Sevilla...

Nos chupamos guardias por un tubo y nos hicimos amigos de los compañeros de batalla con quienes gastábamos días enteros en las puertas de la cárcel de Alhaurín, en los juzgados de Estepona, Fuengirola o Jerez de la Frontera. O en los alrededores de la base de Morón donde cierto día,
mientras él rodaba la salida de un B-52 cargado de bombas camino de Bagdad, a mí me contaban que en un hotel de esa misma ciudad acababan de matar a José Couso, que era amigo suyo. Manolo Garrido era solidario y generoso, pero cuando algo le parecía injusto no podía disimular su indignación, y eso fue lo que ocurrió cuando se enteró de la muerte de su amigo cámara de Telecinco. Se indignó, mucho, y no pudo evitar ponerse a llorar allí mismo por la muerte de su amigo.

Ahora nos toca a los que conocimos a Garrido indignarnos por la injusticia de su muerte. A los cincuenta y ocho años se ha marchado, el día después de unas elecciones andaluzas cuyo resultado, para su fortuna, no tuvo tiempo de conocer. Levanto la copa por ti, querido amigo, y en tu honor grito
 más fuerte que nunca: "¡Andaluces, levantaos!".

J.T.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Artículo hoy sobre mi libro en el el blog personal de Juan A. Hipólito


Periodistas de Juan Tortosa, de lectura obligada
14 noviembre, 2018

Anoche terminé de leer Periodistas. El arte de molestar al poder de Juan Tortosa. Toda una lección magistral para ejercer la profesión desde la más absoluta honradez. De obligada lectura para estudiantes de Periodismo y profesionales de la Información. No me lo recomendó ningún amigo ni compañero de profesión. Lo encontré por casualidad buscando entre las estanterías de una librería. Por supuesto, no estaba en la sección top reservada a los superventas. A obras como estas no conviene darle mucha publicidad, no sea que vaya a cundir el ejemplo. Si fuera médico lo prescribiría en todas mis recetas –Tómese una de estas todas las noches, ya verá que bien le sienta– Pero como no lo soy, se lo recomendaré a todos mis amigos.

Del impresionante currículum que Juan Tortosa ha ido construyendo a lo largo de los últimos 40 años de actividad profesional, así como de su recorrido paralelo desde el tardofranquismo hasta nuestros días, ya les hablarán en otras crónicas. Yo me voy a limitar a compartir las sensaciones que he experimentado leyendo este libro, y las similitudes que he encontrado con vivencias personales, pero sin entrar en muchos detalles (eso lo dejo para mis memorias, jeje).

Me he revuelto, una y otra vez, en el asiento en el que me acomodaba para leer el libro cada noche antes de irme a la cama. He asentado, y vuelto a asentar, con cada una de las experiencias en las que me he visto reflejado. También me he divertido, para que negarlo (jamás llegué a imaginar cómo un accionista de un periódico puede aparecer por la redacción con la foto de la primera comunión de la hija de un amigo para publicarla en primera página, jajaja. ¿En serio?). Lo de los periquitos de Bárbara volando a sus anchas por la redacción de Cambio 16 también tiene su gracia, jeje.

Salvando la distancia sideral que me separa del autor en el ámbito profesional, me identifico plenamente con muchas de las vivencias experimentadas en los distintos medios de comunicación por los que pasó, sobre todo en relación al contacto con el poder político. “Nunca ha habido manera de meterle en la cabeza a los políticos de este país que una televisión pública plural y equilibrada es un servicio al que tienen derecho los ciudadanos que la pagan. No lo ha querido entender nunca ningún ministro, ni ningún consejero, ni ningún presidente de comunidad autónoma. Por mucho que se les repita”, asegura el autor de Periodistas. ¡Qué gran verdad! Imagínense cuánto más hacérselo ver a un alcalde de una pequeña localidad con emisora municipal. A un concejal, ya ni les cuento. También es cierto que hay honrosas excepciones, las que menos.

En mi opinión, este sigue siendo uno de los problemas más graves a los que se enfrentan los profesionales de la información, aunque por encima de todo sobrevuele el poder económico. “Las televisiones autonómicas no supieron o no quisieron sacudirse el estigma de ser la voz de su amo, de orientar la información según el prisma del gobierno que estuviera ejerciendo el poder en cada una de las comunidades en cada momento”, afirma Tortosa. Y, de nuevo, no puedo estar más de acuerdo con este comentario. Y ¿qué hacen al respecto las asociaciones, colegios y sindicatos de periodistas? ¡Cuánto huérfano en las locales de las zonas rurales! También ocurre en el escalafón más bajo de la cadena.

Pero, ¿por qué ocurre esto? Ante esta realidad innegable, este maestro de periodistas no puede ser más claro: “Mil veces que lo repitamos serán pocas: los políticos no quieren medios de comunicación plurales porque no creen en ellos, lo que buscan son órganos de propaganda, instrumentos útiles para impartir doctrina. Les molesta la libertad de expresión, abominan de las opiniones libres y ni entienden ni quieren la crítica. De ahí su obsesión por influir o mandar en periódicos, radios y televisiones…”. Se puede decir más alto pero no más claro. Doy fe de esto. Otra vez, no puedo por menos que rendirme a la evidencia. En mis 30 años de experiencia como profesional de la información solo he encontrado a un político capaz de entender que ese no es el camino correcto. Lo cuento en mi trabajo fin de carrera sobre la Comunicación Pública Local en Zona Rural: el caso de Radio Nerva (Huelva).

Para no terminar con un mal sabor de boca, me quedaré con este otro comentario a modo de colofón: “Si te gusta el periodismo, es muy difícil que no te guste la radio. Estoy de acuerdo con McLuhan cuando sostiene que “la radio afecta a la gente de una forma muy íntima porque ofrece todo un mundo de comunicación silenciosa entre quien habla y quien escucha”. Una comunicación mágica y cómplice, añadiría yo”. Y yo también, maestro.
http://juanantoniohipolito.com/periodistas-de-juan-tortosa-de-lectura-obligada/

martes, 13 de noviembre de 2018

Ludópatas. Tres historias cercanas



Caso Uno. Mi amiga Isabel está desesperada con su ex marido porque, aunque se separaron hace más de diez años y pocos saben por dónde se mueve, cuando menos se espera éste aparece por su antigua casa mendigando un plato de comida. En horas veinticuatro es capaz de pasar de dormir en hoteles de cinco estrellas a hacerlo en el rellano nocturno de un cajero automático. Estoy dispuesto a pagar las consecuencias de ser como soy, le dice. No me importa morir en la calle arruinado si ese es el precio que tengo que pagar por el subidón de una noche de juego. Y ella, desorientada tras años creyendo que aquello tendría solución, sobrevive entre el alivio por haber puesto el piso a su nombre antes que el marido se arruinara definitivamente y la desazón que le produce no saber hasta cuándo seguirá llamando a su puerta pidiendo socorro. No es capaz de dejarlo tirado. Una maldición, porque desde antes de separarse ya sabía que no había solución posible. No supo pararlo a tiempo, cuando los negocios aún les iban bien, y reconoce que durante años fue bonito porque llevaron una vida de lujo y fantasía. Reverencias en los mejores casinos, donde él era capaz de jugarse millones de pesetas en una sola noche, codeo con distinguidos viciosos que llegaban hasta a cerrar las salas para ellos y sus amigos en exclusiva, champán, caviar, viajes exóticos… Ahora, cerca ambos de los setenta, ella está desesperada y él prácticamente desahuciado. Los hijos, que tuvieron una buena educación, andan por la vida solos y desequilibrados.

Caso Dos. Mi vecina Ana también está desesperada. Y su marido, porque en esta segunda historia el problema es su hijo Diego, que hace un par de meses cumplió quince años. Cuando el dinero suelto que acostumbraban a dejar en un cuenco de la cocina al llegar a casa y vaciarse los bolsillos empezó a desaparecer, cada uno pensó que era cosa del otro y no le dieron mayor importancia. La cosa se puso más seria la tercera vez que ella buscó en su monedero un billete de cincuenta euros que estaba segura había puesto allí y este no aparecía por ninguna parte. Oye Miguel, ¿me has cogido tú cincuenta euros de mi cartera? No, no había sido Miguel sino el pequeño de la casa que se había fundido, apostando on line, el crédito de la tarjeta que tenía a su nombre desde que en verano se fue a estudiar al extranjero. A la tarjeta del padre también le metió mano alguna vez. Lo había perdido todo tras ganar un par de veces al principio y ahora pretendía recuperarlo jugando sin parar. La paga semanal hacía tiempo que apenas le servía ya para nada y la montaña se fue haciendo más grande cada vez. Si le gana el Celta al Barcelona pagan seis a uno, esta es la mía. Y esa vez, como tantas otras, fue la suya, sí, su ruina y la de sus padres, que ahora andan con él de sicólogos con la esperanza de haber llegado a tiempo.

Caso Tres. Las dos máquinas tragaperras del bar donde suelo desayunar no paran nunca. Cámbiame este billete de cincuenta, Nico. En pocos minutos la señora Carmen ya no tiene las monedas ni tampoco el billete de cincuenta. Rebusca, le quedan dos de veinte y uno de cinco. Los va cambiando de uno en uno porque el premio está a punto de caer, pero el premio no cae y ella se vuelve a casa, ya sin nada en el bolsillo, hasta el día siguiente. Quien toma el relevo no tiene mejor suerte, aunque en algún momento recupere tres euros cuando lleve gastados quince. Y así, a lo largo del día, mileuristas atrapados por la ilusión de un golpe de suerte, van llenando el depósito de la máquina que, en un momento dado, se vuelve generosa y decide vomitar monedas como loca. ¡Quinientos euros! ¿Ves como hay que perseverar? El perseverante acaba admitiendo luego, mientras paga una ronda a los amigos, que en el último mes lleva gastados más de mil euros, pero eso sí, ya ha recuperado la mitad.

Son historias de mi barrio, de gentes que conozco, que viven cerca y a quienes veo casi cada día. No creo ser un caso aislado, estamos rodeados de ludópatas y no queremos darnos cuenta. Crecen las casas de apuestas en los barrios más humildes, el dinero se le escapa de las manos a la gente que más lo necesita y por si faltaba algo, aparece un nuevo segmento de adictos entre los menores de edad. Demos la voz de alarma, por favor, que el asunto es grave. No lo ocultemos más, padres que tenéis ese problema, no calléis porque hay que hacer algo y hay que hacerlo ya.


Una de las cosas más urgentes es acabar cuanto antes con la invasión publicitaria que incita a jugar a todas horas y en todos sitios. ¿Qué hacen famosos como José Coronado, Carlos Sobera, o incluso Rafael Nadal, prestando su imagen para este tipo de reclamos? ¿De verdad nos parece normal? ¿Por qué pasan las semanas, los meses, los años y nadie hace nada? ¿Para cuándo una ley que acabe con esa publicidad donde caras conocidas incitan al juego y promueven la ludopatía? ¿Y la de los programas deportivos de radio en los que se tienta a los adolescentes a meterse en un mundo tan oscuro como adictivo?


J.T.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Entrevista de Susana C. Gómez publicada en los diarios del grupo Joly el 12.11.2018



JUAN TORTOSA | PERIODISTA Y ESCRITOR
"Hace falta un cambio en el mundo del periodismo"




El periodista Juan Tortosa.El periodista Juan Tortosa.
El periodista Juan Tortosa. BELÉN VARGAS



La carrera profesional de Juan Tortosa (Berja, Almería, 1953) discurre paralela a la del periodismo en España tras la muerte de Franco. Desde sus inicios en el Grupo Zeta (donde fue director sobre el papel de revistas eróticas que le granjearon 140 denuncias por escándalo público) hasta la delegación de CNN+ en Andalucía, Tortosa pasó por Informe SemanalQuién sabe dónde o La sonrisa del pelícano, formó parte del equipo fundador de Canal Sur TV y dirigió la edición malagueña de Diario16, entre otras aventuras. Acaba de publicar Periodistas, El arte de molestar al poder (Roca Editorial), un volumen que es, a un tiempo, un manual sobre periodismo, unas memorias y un recorrido por 40 años de periodismo en España.
-"No leer ni atender a entrevistas personales vinculadas a la promoción de un libro, un disco, una película o cualquier tipo de espectáculo". Es uno de los consejos que da en su libro. ¿Cómo hacer entonces esta entrevista?

-(Risas) Lo confirmo y lo planteo. Detrás de cualquier relación entre editoriales y medios hay una necesidad de promocionar un producto; la parte positiva es que a veces se puede aprovechar para lanzar mensajes. La verdad es que nunca imaginé que el libro iría a una editorial que me llevaría de promoción. Necesitaba escribirlo como reto para conmigo mismo, era algo que quería dejar por escrito y está escrito con la libertad de quien sabe que, si no lo publica, no pasa nada.
-¿Cómo planteó el libro? ¿Como unas memorias, un ensayo sobre el periodismo...?
-El libro surge a partir de un blog coral, Las carga el diablo, que escribíamos en la delegación de Andalucía de CNN+ y donde plasmábamos esas cosas que en el día a día se van perdiendo. Con el paso de los meses, me fueron dejando solo y terminé teniendo mil artículos, casi 400 sobre periodismo. Al recopilar el material y buscar una línea argumental, vi que tenía que ser yo, pero no sólo mi experiencia, también mi mirada. Hay mucho del blog en el libro, y también he añadido lecturas y notas al pie; al final, como me dicen amigos que se dedican a la enseñanza, es un libro que dentro de diez años puede ser consultado. Yo sólo he pretendido escribir algo que pueda ser útil, sobre todo para quienes quieren ser periodistas, que pueden leerlo para no quejarse de que no estaban avisados.


"SÓLO HE PRETENDIDO ESCRIBIR ALGO QUE PUEDA SER ÚTIL, SOBRE TODO PARA QUIENES QUIEREN SER PERIODISTAS, QUE PUEDEN LEERLO PARA NO QUEJARSE DE QUE NO ESTABAN AVISADOS"
-¿Qué consejo se puede dar a quien quiere ser periodista, aparte de tratar de disuadirle?
-Si están convencidos, no se les puede disuadir. Lo que sí hay que hacer es no engañar y tratar de desmitificar la profesión. El interesado en el oficio a lo mejor puede encontrar respuesta a algunas dudas en este libro.
-Muchas de las cosas que se cuentan en Periodistas quizás sean desconocidas para los más jóvenes, como la guerra del fútbol.
-En ese caso, como en otros, siempre el denominador común es el mismo: cómo utilizo los medios de comunicación no tanto para ganar dinero como para mantener el poder que tengo. Es la eterna lucha entre periodismo y poder; el poder no está dispuesto a que el periodismo sea libre y el periodismo lucha para conseguir serlo. Ahora vivimos una etapa regular en ese aspecto, pero creo que hay que plantar cara.
-Es difícil si no hay dinero para pagar las facturas.
-Con la irrupción de lo digital y la llegada de la crisis cambió la manera de contar historias. Antes el editor podía permitirse tener a periodistas que no publicasen a diario, que se dedicasen a investigar, pero todo eso cambió con la crisis. Administradores y gerentes tomaron el poder y empezaron a decidir cuestiones de cariz periodístico: lo importante ya no era el criterio del director o el periodista sino cuánto costaba publicar cualquier cosa.
-Los gerentes no salen muy bien parados en su libro.
-Antes quienes firmaban las notas de gasto eran los directores; ahora son los gerentes, y no tiene sentido. Los editores tenían un punto, no romántico, pero sí vocacional, que ya no existe. Desde que murieron Tomás de Salas, Antonio Asensio y Jesús de Polanco, en los consejos de administración se sientan especuladores internacionales, bancos, telefónicas, jeques árabes…
-En el libro también habla de cómo se ve Andalucía desde Madrid.
-Es curioso, sí. Por ejemplo, los madrileños no entienden las distancias, parece que no tienen mapas para ver que entre Sevilla y Almería hay 400 kilómetros y te piden cosas con plazos imposibles. Pero cuando estábamos en CNN+ eso, bien manejado, funcionaba a nuestro favor. Para los madrileños, Melilla estaba al lado de Sevilla, así que te ofrecías a ir y podías cubrir algo que merecía la pena.


Juan Tortosa, durante la entrevista.Juan Tortosa, durante la entrevista.
Juan Tortosa, durante la entrevista. BELÉN VARGAS
-¿Prensa o televisión?
-Los dos trabajos en los que he disfrutado más han sido Informe Semanal y CNN+, curiosamente los dos en televisión, pero he hecho muchas cosas en periódicos que me han gustado. A mí me gusta el reposo que aportan los periódicos impresos. Creo que eso va a sobrevivir, su capacidad de aportar sosiego a aquello que se cuenta y dotarlo de perspectiva. Escribir para televisión está muy bien, pero también te limita.
-En el libro dedica un apartado importante al cambio de modelo en la televisión, cuando se pasó de la producción propia a la externalización con productoras.
-Eso empezó con el nacimiento de las privadas, lo inventó Telecinco con Carlotti. Sabían que no tenían más remedio que tener informativos, aunque no creían en ellos, así que pensaron en cómo hacerlos sin que fuera un lastre. Así llegaron las subcontratas. Crearon primero Atlas, que luego empezó a su vez a subcontratar. Así hemos ido, depauperando los puestos de trabajo. Además, los digitales empiezan a subir cuando el papel empieza a bajar y se impone la moda de "date por contento con que te publique porque no te pienso pagar". Muchísima gente se tuvo que cambiar de oficio cuando llegó la crisis, y no hay manera de dignificar los sueldos.
-¿Queda pese a todo esperanza?
-Creo que estamos haciéndolo no del todo mal, sobre todo la gente joven. Son tantos los periodistas que salen de las facultades cada año que, si alguien persevera, es porque esto le gusta. Cuando yo terminé la carrera había tres facultades, y ahora hay decenas. Las facultades son una fábrica de frustrados y no es buena la proliferación de facultades de Periodismo, en las que muchos profesores no han trabajado nunca en una redacción. Hay privadas por ahí que expiden títulos de Periodismo que son auténticos fraudes.
-Otro de los ejes temáticos de su libro es la diferencia entre trabajar para una empresa privada o hacerlo en una pública.
-En la privada siempre hace frío, siempre rozas la precariedad. En la pública no, y aunque defiendo el derecho a la estabilidad en el empleo y a tener unos ingresos razonables, eso ha derivado en cierta desidia por parte de ciertos profesionales, que trabajan en un organismo de comunicación público pero que, en lugar de hacer periodismo, se dedican a plegarse a los deseos de quien gana las elecciones, que siempre cree que la televisión pública viene en el lote.
-Llama la atención que estos profesionales puedan ser tan serviles, cuando tienen su puesto de trabajo asegurado.
-Nunca es suficiente. No es suficiente con el sueldo que les pagan sólo por ir, que puede ser el doble que en la empresa privada. Están los pluses por los cargos, la vanidad del que no se resigna a ser una pieza más del engranaje: quieres producir programas y codearte con los poderosos. Si eso depende de que seas servil, pues lo eres, y te pones al servicio de los intereses del partido que gobierna.


"ES MUY DIFÍCIL CONVENCER A CUALQUIER POLÍTICO DE QUE NO META LAS MANOS EN UN MEDIO PÚBLICO; CREEN QUE TIENEN DERECHO A HACERLO"
-Políticos y televisiones, de nuevo.
-Es muy difícil convencer a cualquier político de que no meta las manos en un medio público. Creen que tienen derecho a hacerlo; también los sindicatos, todos los que componen los consejos de administración de los medios públicos. Sabemos lo que pasó con Canal Nou o con Telemadrid y TV3 y ETB están bien hechas, pero son sectarias. En cuanto a Canal Sur, a los ocho meses de nacer todos los que componíamos el equipo directivo fundador nos habíamos ido. Cuando llegó Manuel Melero como director general, que estaba allí para que el PSOE ganase las elecciones. Pero son todos los gobiernos, no sólo el andaluz.
-No hemos avanzado demasiado en estos años.
-Nos hace falta que el periodismo viva un cambio. En la política, con el 15-M y el "no nos representan", han cambiado muchas cosas, pero en el periodismo no. Mueve el cotarro mucha gente que lleva mucho tiempo haciéndolo. El periodismo necesita un 15-M.
-¿Cómo dignificar la profesión?
-Los periodistas no deben descuidar cuál es su sitio. Un periodista que se cree amigo de los poderosos no está haciendo bien su trabajo, porque los poderosos terminarán traicionándole y utilizándole para sus intereses. En la Transición los intereses eran comunes, pero luego se confundieron los papeles. Hoy aún hay periodistas que no se dan cuenta de que ellos no hacen política y pontifican como si lo hicieran y políticos que quieren jugar todos los días a periodistas. Eso te lo vas a encontrar siempre y tenemos que hacernos respetar, porque la dignidad del oficio está en juego. El periodismo decente es posible y me niego a tirar la toalla.

domingo, 28 de octubre de 2018

Entrevista de Raúl Solís en Lavozdelsur.es este 28.10.18


“Hay que dictaminar por ley que los bancos no puedan ser propietarios de los medios de comunicación” 

El periodista almeriense Juan Tortosa ha escrito un libro a modo de memorias donde relata sus 40 años de oficio y las conexiones entre el poder político y económico y el periodismo

Raúl Solís  28 DE OCTUBRE, 2018













Juan Tortosa en la librería Espacio Caótica de Sevilla. 

Juan Tortosa (Berja, Almería, 1953) es uno de esos periodistas de raza que empezó a trabajar en los medios del régimen franquista intentando democratizar un ecosistema mediático enemigo de la democracia. Su compromiso con la libertad lo llevó a acumular más de 140 causas judiciales abiertas en el tardofranquismo y los primeros años de la recuperación de la democracia. Su militacia con el libre ejercicio de la profesión periodística ha sido la causa de que haya sido despedido de muchos medios de comunicación por no agradar a los jefes que le pagaban. En sus más de 40 años de profesión periodística ha pasado por TVE, Diario 16, Antena 3, Grupo Zeta y por Canal Sur, donde fue subdirector de informativos del equipo fundacional que puso en marcha la televisión pública de Andalucía de donde se marchó a los seis meses por discrepancias con el director general. Tortosa, que fue durante 14 años delegado de CNN+ en Andalucía, acaba de publicar el libro ‘Periodistas. El arte de molestar al poder’ donde se despacha a gusto y narra la relación tóxica que existe entre el poder político y económico y el periodismo.

¿Qué estado de salud tiene actualmente el periodismo en España?

Yo diría que si no ha entrado en la UVI está a punto de entrar. Nos toca a los periodistas evitar que entre en la UVI, sobre todo a la gente joven más que a los de mi generación. Hay que dar un puñetazo encima de la mesa. En el mundo del periodismo hay gente que no se ha dado cuenta de que la vida ha cambiado. Todo está en manos de las mismas personas que estaban manejando el cotarro hace 40 años.

¿Está queriendo decir que en el periodismo no se ha hecho el cambio generacional que sí se ha producido en otros sectores?

Ni el cambio generacional ni el cambio mental, porque hay mucha gente de 35 y de 40 años que también da vergüenza. Sólo hay que enchufar las emisoras estas que se dedican al activismo ultraderechista. El problema es que hay que cortar la inercia que parece que en el periodismo uno sólo se puede ganar la vida haciéndole la pelota a alguien. No se trata de ser servir hacia el poder. Se trata de que el poder respete la misión que tiene un periodista que es una especie de liberado de la sociedad para ser testigo privilegiado de unas circunstancias determinadas que hacen que tú puedas contarle al resto de la gente, desde tu honestidad, las cosas como las ves. Es heroico que un periodista se pueda ganar la vida siendo totalmente libre. Yo llevo 40 años en esto y esta misma frase se decía cuando era joven y quizás con más razón, porque era un momento muy convulso, acababa de morirse Franco y había miedo a que hubiera un golpe de Estado. Existen ya nuevos formatos de prensa digital que están haciendo un periodismo más apegado a la ciudadanía, que recupera el sentido vocacional del oficio y de servicio público independiente.

Qué opinión le merecen estas experiencias?

Me parece que sin duda es el reto, porque el papel y la inercia anteriores están tocadas: la publicidad ha huido, la gente ya no se acerca a los quioscos a comprar periódicos y tampoco les seduce consumir información como lo hacía antes. Yo creo que aún no hemos dado con la tecla.

¿Qué periódicos lee, cómo ha cambiado su forma de relacionarse con la prensa?

Cuando tenía 30 años, los domingos compraba cinco periódicos. Los demás días, como tenía los periódicos en el trabajo, me los leía todos. Ahora, quizás por militancia y por romanticismo, por lo menos compro uno, que por lo general suele ser La Vanguardia. Desde que Soledad Gallego ha vuelto a El País, empiezo a reconciliarme con este periódico, pero a Soledad le quede mucho todavía. 

¿Tendrá libertad Soledad Gallego para hacer periodismo en una empresa como El País que es propiedad de los grandes bancos y empresas de energía?

El País es un transatlántico cuyo capitán no es el mismo que tenía hace 20 o 30 años, pero qué duda cabe que se nota la presencia de Soledad Gallego.

A mí me satisface y me parece suficiente? No.

¿Soledad puede darse por satisfecha? En su fuero interino a lo mejor percibe que puede hacer más, pero yo le compro la honestidad.

¿Qué le parece la estructura de medios de comunicación en Andalucía, donde el mayor grupo está hipersubvencionado por la Junta de Andalucía, ha troceado el discurso andaluz en diez cabeceras y que básicamente se dedica a publicar notas de prensa o publirreportajes?

¿La pena sabes cuál es? Que en 40 años no ha cambiado nada. En el libro cuando cuento mi etapa como director de Diario 16 en Málaga, desde 1989 hasta 1991, resumo un poco todo esto. A mí de Diario 16 me echaron porque publiqué un reportaje que afectaba directamente a un corrupto que era accionista del periódico. Lo terminaron metiendo en prisión, se escapó de España cuando le dieron libertad condicional y no volvió nunca. Cuando yo me voy de Málaga en el 91 ya tenía el diagnóstico que creo que sigue siendo válido con respecto a la prensa de papel en Andalucía: es una ruina. Es una ruina muy difícil de resucitar. Dime un medio de los que aparecen en los quioscos en Andalucía que no reciban subvenciones. Todos están comprados, no sólo por Susana Díaz que se ha dedicado a perfeccionar el sistema que ya la Junta tenía para tener contentos a los medios o para mantenerlos. Todo eso, lejos de cambiar, se ha convertido en algo más perverso. Sucede igual con las emisoras de radio y con los nuevos modelos digitales.

¿Debe la prensa renunciar a las ayudas institucionales?

Yo no creo que haya que renunciar a la publicidad institucional ni que en un momento de problemas de viabilidad se puedan recibir ayudas, como otros sectores productivos. Eso se puede hablar y es legítimo que exista unas ayudas que impidan que los puestos de trabajo se pongan en peligro. Hasta ahí de acuerdo, pero eso no es así. Lo que ocurre en Andalucía es que las administraciones y no sólo la Junta, también las diputaciones y las alcaldías, se dedican a comprar silencios en los medios. 

¿Necesita Andalucía un nuevo periodismo que trabaje por una nueva Andalucía?

Eso era lo que yo me pensaba que iba a pasar con el nacimiento de Canal Sur. Y por eso compré la idea y acepté pertenecer al grupo fundador como subdirector de informativos. Y duré seis meses. 

¿Cómo fue el comienzo de Canal Sur?

Ilusionantísimo. En aquel momento no sólo tenía el componente romántico. Yo me creí el proyecto, me creí que empezaba un nuevo tiempo, que un señor de Almería iba a saber la historia y las costumbres de Huelva, que iba a estar más relacionado con su propia tierra, que una señora de Jaén se iba a sentir concernida por las cosas que sucedían en Córdoba o en Granada. Empezaba a nacer la posibilidad de crear un tejido que aumentara la formación media del ciudadano andaluz, la capacidad de acceso a una cultura que a los pueblos de Andalucía no había llegado nunca, un entretenimiento en positivo que podía haber sido razonablemente gestionado, unos informativos que sirvieran a los intereses de los andaluces y que no siguieran contando solamente lo que pasaba en la Puerta del Sol o en Nueva York. Me parecía que todo aquello era un desafío increíble. Era mentira. Sólo querían un instrumento de propaganda para perpetuarse en el poder.

¿Cuándo se esfuma la ilusión y comienza el deterioro de Canal Sur?

A los seis meses de empezar las emisiones ya estaba la cosa regular. El detonante de que yo me marche a los pocos meses de nacer fue que el equipo directivo que estaba por encima del equipo director de informativos, el director general y el director de la televisión, en un momento dado se vieron obligados a dimitir.

Qué sucedió? Que todo el equipo directivo vinculados a esa dirección pusimos los cargos a disposición del nuevo director, que era un señor, llamado Manuel Melero, un cordobés de una familia socialista con mucho predicamento tanto en Granada como en Sevilla, que era joven y tenía muchas aspiraciones de prosperar en la vida. No tenía ni idea de televisión, ni de comunicación.

¿Con qué objetivos fue nombrado director de Canal Sur un señor que no sabía nada de medios de comunicación?

Fue nombrado para dejar claro el papel de comisario político que un director general tenía que jugar en Canal Sur. Ese momento fue clave, cuando Manuel Melero quita a todos los delegados provinciales de Canal Sur y sitúa a gente de su confianza. Teníamos comisarios políticos por arriba y por abajo. Nos mandaban una información que no tenía nada que ver con lo que nosotros queríamos. Nos mandaban las bondades del consejero que visitaba una obra para ver no sé qué y el comienzo de la noticia era siempre el consejero ha visitado…Yo me hartaba de decir: esto me lo redactas de nuevo que ha visitado no es noticia, dime qué ha hecho. Era horrible. Entonces, a partir de ahí fui sustituido por gente mucho más dócil.

¿De quién es responsabilidad el fracaso absoluto de Canal Sur como proyecto vertebrador de Andalucía y también desde el punto de vista democrático? No creo que se salve ningún gobierno de los que ha habido en Andalucía, ni tampoco los sindicatos, ni por supuesto los comités de empresa que son los primeros que son sectarios y también todos los compañeros, aunque los disculpo, que aplicaron mentalidad práctica y dijeron tengo una hipoteca, tengo tres hijos que criar y me la envaino.

¿Qué complicidad tienen los colegios de periodistas y las asociaciones de la prensa en esta deriva de las televisiones públicas y de un periodismo apegado al poder político y económico?

Yo diferenciaría. La Asociación de la Prensa de Sevilla (APS), comparada con la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), a mí me parece muy digna. A lo mejor hay que hacer mucho más aquí, no lo sé, pero a mí la APS no me despide el efluvio APM o la Federación de Asociaciones de la Prensa (FAPE), que son verdaderas instituciones casposas y decimonónicas. Tú entras en la Asociación de la Prensa de Madrid y parece que entras en el siglo XIX, por los usos y costumbres, el tipo de premios que se orientan, por qué se preocupan y qué tipo de declaraciones hacen.

¿Cuáles han sido esas declaraciones?

Recordemos que en un momento dado, la Asociación de la Prensa de Madrid decidió guerrear contra Podemos, haciéndose portavoz de algunos periodistas que decían que eran intimidados por gente de Podemos, cosa de la que El País se hizo eco inmediatamente. La APM se hizo portavoz de unos periodistas supuestamente agraviados por una formación política sin poder, cuando en realidad ellos conocen a miles de periodistas intimidados por políticos que ejercen el poder a los que nunca han defendido, empezando por los propios trabajadores de RTVE. La APM no ha sacado una sola nota de prensa a favor de los trabajadores de RTVE durante el tiempo que el PP ha manipulado descaradamente en estos últimos seis años. El periodista almeriense en un momento de la entrevista. 

¿Necesita el periodismo un 15M?

Hay que poner nerviosos a los de siempre. Pedro J. Ramírez no puede seguir estando ahí, a pesar de que El Español no lo lea ni Dios. No pongo en duda su olfato periodístico; sí su condición como ser humano, porque es un señor amoral. Esa amoralidad que practica Pedro J. Ramírez la practica un gran porcentaje de periodistas que todavía están en activo en este país a pesar de que tienen más de 70 años. Hay periodistas jóvenes que no pueden seguir viendo pasar los trenes sin subirse a ellos.

¿Ha cambiado algo el ecosistema de la comunicación con llegada de Podemos?

En el terreno político, sí, en el mediático tengo serias discrepancias con ellos que me han llevado a debates serios. Escribo cosas que me consta que la cúpula de Podemos difiere y me lo hacen notar. Ellos han pegado un meneo al mundo político y eso pasará a la historia como una de las cosas más higiénicas y más indispensables que había que hacer y se han hecho. Me quito el sombrero, pero en materia de comunicación adolecen de los mismos defectos que todos los políticos. Quieren regular y yo cada vez que oigo la palabra regular saco la recortada.

¿Sería posible que la propiedad de los medios de comunicación fuera más democrática, que esté menos concentrada en unas cuantas grandes empresas que a su vez tienen vínculos entre ellas?

En Ecuador lo hicieron. El planteamiento de Ecuador me parece una posibilidad de camino. ¿Cuál es ese camino?: dictaminar por ley que los bancos no pueden ser propietarios de los medios de comunicación.

viernes, 26 de octubre de 2018

Artículos de Carlos Santos y Juan Carlos Laviana donde hablan de mi libro


Aquí seguimos, para contarlo

CARLOS SANTOS 17.10.2018

Acabo de terminar un libro muy recomendable que lleva la palabra 'periodistas' en el título (lo firma Juan Tortosa, cuarenta años de oficio y autocrítica) y este miércoles hincaré el diente a otro, en el que participo, que también lleva esa palabra en la cubierta: lo publica Fernando Jáuregui con ciento cincuenta colegas que empezamos a trabajar cuando la democracia estaba en construcción y, como dice el subtítulo, "estábamos allí para contarlo". Por la parte que me toca, estoy contándolo a diario desde octubre de 1978, cuando escribí mi primera crónica para Mundo Diario, en el congreso fundacional de UCD; antes había pasado por las redacciones de El Imparcial, La Voz de Almería, El Ideal y RNE. Los libros de Jáuregui y Tortosa tienen una cosa en común: en este oficio, entroncado con elementos esenciales de nuestro sistema de convivencia, toca hacer un alto en el camino y pensar en voz alta: ¿de dónde venimos, qué pintamos, a dónde vamos?

ace unos días nos hicimos esas preguntas en un foro de la Complutense, dirigido por Antonio Rubio. La respuesta es inquietante: es obvio que los periodistas españoles hemos vivido tiempos mejores, lo que permite colegir que el derecho a la información no está viviendo su mejor momento. PUBLICIDAD inRead invented by Teads La sumisión del sector al poder político y económico, la aprobación de leyes regresivas y la lumpenización (hace tiempo dejó de ser simple proletarización) de un oficio donde incluso a los más afortunados nos llevan a las tertulias como los capataces a los braceros ("tú y tú, a la furgoneta") son síntomas de una enfermedad del sistema cuyas víctimas no somos solo nosotros sino todos los demás, los ciudadanos. Por nuestra parte, aquí seguimos. Para contarlo. (Publicado en 20 minutos)

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Memoria de periodista 

Juan Carlos Laviana

Publicado: 26/10/2018

Abundan mucho, muchísimo, las memorias de los periodistas. Como si en este oficio tuviéramos muchas más cosas que contar, aparte de las que ya contamos todos los días. Como si en esta profesión hubiéramos dejado de contar muchas cosas en su momento. Como si hubiéramos guardado los secretos -y esto sería gravísimo- para la venganza final que tantas veces es la autobiografía. La leyenda dice que somos testigos de la historia, lo que nos proporciona sabrosa información para los anales. Pero es sólo leyenda.

La mayor parte de las veces, los periodistas dedican su alegato final a un nostálgico ejercicio de justificación y complacencia son sus carreras, y, de paso, saldar cuentas pendientes con quienes no se lo pusieron fácil en su vida profesional. Dos periodistas españoles acaban de publicar sus memorias. Juan Tortosa, destacado miembro del clan almeriense, trabajó al menos bajo una docena de cabeceras, lo que hace sus recuerdos especialmente interesantes, ya que dan una visión muy amplia de la historia del periodismo español. La narración abarca desde los 70 -donde fue testaferro de las primeras revistas eróticas del Grupo Z- hasta el presente, con su contribución al digital de izquierdas Público, una de las escisiones del diario en papel de Jaume Roures. Tortosa ha titulado su libro Periodistas. El arte de molestar al poder (Roca Editorial), dando ya fe desde el principio de su carácter contestatario.

Por su parte, el histórico, aunque presente, Miguel Ángel Aguilar (Madrid, 1943) ha llevado a las librerías En silla de pista. El retrato de una vida interrogando la actualidad (Planeta). El título ya da idea de la gran peculiaridad de Aguilar -desde el dinamitado diario Madrid hasta su proyecto más personal, Ahora-, al ser uno de los pocos que siempre han ocupado una localidad preferente para ejercer su profesión. Estuvo en El Pardo de la luz encendida, en la agonía de La Paz, en El Aaiún de la Marcha Verde, en el Congreso el 23-F y en el juicio posterior apoyando a su íntimo enemigo. Pero lo mejor de Aguilar es sin duda su retranca, un desconcertante sentido del humor que crea adicción. Tortosa y Aguilar rinden homenaje -¿inevitable?- a aquella prensa que se fue para no volver, se sorprenden ante estas redacciones asépticas convertidas en oficinas silenciosas y sin humos.

El primero evoca aquellas reuniones de madrugada con copas tras el cierre, en las que tanto se aprendía y se enseñaba. El segundo defiende cómo el alcohol, con frecuencia, ayudaba a ser mejores periodistas. Hoy suena a herejía de la corrección imperante, pero entonces -doy fe- era tal cual y funcionaba. Resulta curiosa la coincidencia en la evocación del alcohol -muestra de que fue importante- con otras memorias, las de Les Hinton, mano derecha del magnate Rupert Murcoch. "Había muchos borrachos entre nosotros", recuerda, "y algunos genios. A veces ambas cualidades estaban presentes en una sola persona". Y lo precisa con datos fidedignos: "Ningún periodista de Fleet Street -la calle donde históricamente se concentraba la prensa en Londres- trabajaba a más de 50 metros de un pub". El maestro Juan Antonio Giner -uno de los gurús del "periodismo caviar"- ha tenido la gentileza de resumir las memorias de Hinton en un hilo de Twitter. En la cadena, queda de manifiesto cómo los anglosajones parecen más descarnados a la hora de rendir cuentas. Baste como muestra la forma en que el ejecutivo y periodista describe al director de The Sun: "Es un hombre muy brillante..., pero el problema es que sus pelotas son más grandes que sus neuronas".

Para alcanzar esa sinceridad tan cruda, en España hemos de seguir esperando a unas memorias a tumba abierta de verdad. ¿Serán las de Luis María Anson tan reclamadas por Arcadi Espada? ¿O tal vez las del indómito Pedro J. Ramírez? Perdida la oportunidad con Juan Luis Cebrián con su amable Primera página: Vida de un periodista (Debate), ya no quedan muchas oportunidades para conocer la historia jamás contada de la prensa en España entre la dictadura y la democracia. Debemos tener en cuenta, como solía repetir García Márquez, que la ironía de las memorias es que uno las escribe cuando ya no se acuerda de nada.

(Publicado en Prensa Ibérica)


jueves, 25 de octubre de 2018

Rato entra en la cárcel y los informativos de TVE se acojonan


Doce minutos mareando la perdiz con Cataluña y yo, que había apostado por el TD1 de TVE para conocer la secuencia de Rodrigo Rato entrando en prisión y escuchar sus declaraciones completas a las puertas de Soto del Real, me he tenido que ir para verlas a Antena Tres y a Telecinco que, por supuesto, le han otorgado la prioridad que la noticia merecía.

Los telediarios de Televisión Española transmiten un cierto acojono de sus responsables. La desvergonzada política de acoso y derribo con la que presiona el PP parece que consigue surtir efecto y, ante la duda, los populares acaban beneficiándose de una consideración que no merecen. Pero es que los espectadores, queridos responsables de informativos en TVE, tampoco se merecen esos miedos. La cara dura del PP no puede redundar en un plus añadido a su favor y un claro perjuicio a los intereses de la ciudadanía.

Llevábamos años esperando lo que ha ocurrido el mediodía de este 25 de octubre, eran/éramos muchos los que nos temíamos que nunca sucediera, que el todopoderoso Rodrigo Rato encontraría al final el camino de escaquearse de la cárcel, y cuando por fin llega el momento largamente esperado que certifica que quien la hace la paga, cuando el altivo Rato pide perdón públicamente por primera vez en su vida, en el TD1 van y emiten el total completo cuando el informativo había consumido ya casi un cuarto de hora.

Dirán ustedes, no sea usted así, hombre, que a lo mejor lo que han colocado por delante era muy importante. Pues claro que lo era, pero no más. Que el Supremo abra juicio oral contra Junqueras y otros 17 líderes soberanistas catalanes es noticia de categoría uno, pero el bloque que le han dedicado ha durado más que un reportaje de Informe Semanal.

Cabe la posibilidad –ingenuo que es uno- de que lo hayan hecho para generar expectativa y mantener fiel a la audiencia, ansiosa ésta de ver a Rato entrar por fin en chirona. Pero si ha sido por eso se han equivocado porque lo que hecho yo, y no creo que haya sido el único, ha sido migrar a ver las imágenes en las otras televisiones, donde han satisfecho solícitos mi curiosidad situando la noticia en el lugar de la escaleta que le correspondía. Zapeaba una y otra vez hacia nuestra querida televisión pública, deseando en mi fuero interno que no quedaran por más tiempo en evidencia, pero los minutos iban pasando y la tesis doctoral sobre Cataluña continuaba en antena.

Había aún más noticias jugosas para ofrecer este miércoles, es verdad, como la encuesta del CIS o la petición de perdón (qué bueno que los responsables de altas instancias se decidan a adquirir esta sana costumbre) del presidente del Tribunal Supremo por el chapucero episodio de las hipotecas. Sí, ha sido una jornada fértil pero, aplicando criterio periodístico puro y duro, sobre la noticia con la que había que abrir no podía existir duda alguna. Y no ha existido en ningún sitio… salvo en Televisión Española, donde quienes se afanan por dignificar unos telediarios que los esbirros peperos dejaron maltrechos, esfuerzo que se aprecia, no acaban de quitarse de encima los miedos a la amoralidad que caracteriza a los inquilinos de la madrileña calle Génova ni a sus ataques.

Por no darles argumentos, parece como si en la redacción del telediario prefirieran relegar uno de los principios más claros del oficio periodístico, que es preguntarse qué asunto ocurrido en el día es el que más interesa al ciudadano medio y empezar por ahí. En las oficinas, bares y sobremesas de todo el país, queridos amigos de TVE, no se habla hoy en primer lugar del asunto catalán, no: se habla de Rodrigo Rato en la cárcel, y se hace además añadiendo un buen toque de escepticismo porque ni con la evidencia de las imágenes acabamos de creernos que quien fuera vicepresidente del gobierno vaya a pagar como corresponde por los desafueros cometidos.

Esas imágenes vitales, clave, y yo diría que históricas, significan mucho para los pringaos de siempre que asisten impotentes al trato impune del que tanto disfrutan en España los privilegiados como Rato cuando cometen algún delito. Esa imágenes deben, y tienen que, abrir los informativos de hoy. Así se caiga el mundo.

J.T.

domingo, 21 de octubre de 2018

El escalofriante decálogo que define a la ultraderecha


Por si hay alguien por ahí con tal despiste que le quiere quitar importancia a la salida del armario de la ultraderecha en España, quizás convenga recordar los principales aspectos que, según dejó escrito Umberto Eco, retratan al fascismo, esos inquietantes síntomas que obligan a los demócratas a no bajar nunca la guardia ni un solo segundo, y que me permito resumir y parafrasear a continuación:

1. La ultraderecha rinde culto a la tradición y a las raíces. Y el tradicionalismo es más antiguo aún que el fascismo, que asume sus postulados.

2. Promueve el miedo al diferente. Los fascistas son racistas por definición. Alientan la xenofobia porque consideran a los extranjeros un peligro, y rechazan a las minorías, a los pobres, a los desheredados…

3. Utilizan sin pudor los problemas sociales para sumar adeptos, y se valen para ello de la demagogia y de la necesidad que los frustrados tienen de creer en cualquier promesa, aunque esta sea falsa.

4. Popularizan eslóganes simples y seductores (como “Nosotros primero”, el “American first” de Trump).

5. Generan y expanden sin pudor noticias que son mentira (los “fake news”) para perjudicar al adversario político y reforzar los miedos de aquellos ciudadanos que, desesperados por la adversidad, temen perder lo que ellos creen privilegios y que, en la mayor parte de los casos, suele ser mera calderilla.

6. Los fascistas, conspiradores por naturaleza, viven obsesionados con las intrigas y tienden a ver enemigos y complots por todas partes.

7. El control y la represión están en el adn del fascismo. Por eso sus partidarios combaten la libertad sexual, por eso son machistas y militaristas; por eso infravaloran a las mujeres y combaten la homosexualidad.

8. Son violentos, les gusta serlo y no lo disimulan. Para los fascistas, la acción suele anteponerse al uso de la razón. Utilizan la democracia para llegar al poder y acto seguido se ponen a la tarea para intentar acabar con ella cuanto antes.

9. Cultura no tienen mucha en términos generales los hooligans de los movimientos ultraderechistas, pero sus líderes sí saben cómo utilizar los eslóganes, cómo usar frases que calen y cómo repetir una falsedad mil veces hasta conseguir que parezca verdad.

10. Lo moderno casa mal con la intransigencia de los defensores de las tradiciones. Por eso los fascistas suelen plantearle al progreso y a las ideas de vanguardia una guerra sin cuartel, unas veces con desenfadada grosería y otras con la agresividad y la soltura propias solo de aquellos que se creen impunes (¿quizá con razón en según qué ocasiones?) y no temen demasiado a las consecuencias de sus transgresiones.

En estos diez puntos se resume la mayor parte de los usos y costumbres que definen a la ultraderecha europea, a Trump en Estados Unidos, a Bolsonaro en Brasil y ahora, en España, a Vox. ¡Que los hados nos sean propicios!

J.T.

viernes, 19 de octubre de 2018

Crónica en "El País", el 9.10.18, sobre la presentación de mi libro en Madrid el día anterior


Juan Tortosa: “El periodismo también necesita un 15-M”

El periodista presenta su obra 'Periodistas. Arte de molestar al Poder', un repaso de la profesión desde la Transición a la actualidad

VICENTE G. OLAYA

Madrid 9 OCT 2018 - 00:21

Periodistas. Arte de molestar al poder es un álbum de fotos que comienza en blanco y negro en 1977 en las viejas redacciones del centro de la ciudad llenas de humo, alcohol, máquinas de escribir que repiqueteaban y gritos y acaba a día de hoy en unas naves industriales impolutas en las que los redactores son mudos, sus teclados no suenan y solo escuchan, con los cascos puestos, música de Spotify. Juan Tortosa (Berja, Almería, 1953) ha plasmado en 315 páginas su radiografía del periodismo español, sin venganzas –“no es un ajuste de cuentas, dice”, aunque a continuación deja claro que el 80% de los profesionales “no representa al periodismo decente”. Lo dijo en la librería Alberti donde presentó su “deconstrucción” personal de la profesión rodeado de amigos y compañeros de los numerosos medios de comunicación por los que ha transcurrido su vida profesional.

Tortosa -que inició su carrera en el grupo Zeta y ha trabajado en TVE, Servimedia, Antena 3, CNN+ o Público, entre otros- realiza una “autocrítica tremenda del periodismo, pero a la vez lo ensalza”, según el periodista de RTVE Fran Llorente. “Es un secundario de la vida del periodismo que se convierte en protagonista con esta obra”, añadió.

Tortosa considera que no ha escrito “un libro de batallitas, sino un manifiesto de lo vivido”. Considera que “hay que dar un puñetazo encima de la mesa para que los periodistas seamos lo decentes que debemos ser”, porque el autor está convencido que la mayoría de la profesión no lo es. “El periodismo en España necesita un 15-M. Quiero que mi familia no se avergüence del periodismo, por lo que hago un llamamiento a que seamos más respetables. No me representan los tertulianos, los que llenan los medios”.

Para Tortosa, las empresas periodísticas y los políticos presionan a los profesionales para que se plieguen a sus deseos. "El becario no quiere molestar a su jefe, el jefe al director, este solo quiere mantener su bueno sueldo y, a su vez, no enfrentarse con el dueño, que busca conseguir los créditos que necesita", describe. Quizás, por ello, en sus páginas no muestra mucha piedad hacia políticos y periodistas, si bien hace excepciones con los empresarios Jesús Polanco (Prisa), Antonio Asensio (Zeta) y Juan Tomás de Salas (Grupo 16). “Y todos están muertos”, recuerda melancólico.

Igual de crítico –menciona en el libro a casi 800 profesionales, empresarios y políticos- se muestra con los medios públicos. “Cuando yo trabajaba allí, dedicaba el 80% del tiempo a defenderme de mis compañeros. Y ahora no es mejor por encanallamiento de las redes sociales”, si bien se muestra optimista al señalar: “Pero vamos consiguiendo que los malos no ganen una guerra”. Y remacha: “Deben entender que lo público no pertenece a quien ha ganado unas elecciones”.

Asegura que las críticas que aparecen en su libro “no son personales, sino globales”. “Yo soy el primero que no me tomo en serio a mí mismo. No intento provocar, sino relatar. Es un punto de partida”. Sin ajustes de cuentas.

lunes, 15 de octubre de 2018

¿De verdad no les produce vergüenza ajena verse representados por tamaños iletrados?

Tengo amigos de derechas que acreditan una sólida formación universitaria. Algunos son bibliófilos empedernidos, de esos capaces de gastar mañanas enteras de domingo rastreando incunables en la madrileña Cuesta de Moyano, o de peregrinar incansables de exposición en exposición hasta tenerlas vistas todas. Otros han publicado libros imprescindibles, y también suelo frecuentar viejos profesores de quienes aprendí a trabajar con solidez y seriedad y a no dar un dato por bueno hasta tenerlo completamente verificado. Por lo general son intelectuales solventes y rigurosos, a menudo insatisfechos con su nivel de conocimientos y cuya aspiración, a lo largo de su carrera, ha sido esforzarse duro, con rigurosos y acreditados trabajos, para hacerse respetar en el ambiente intelectual al que pertenecen. Investigadores exigentes con los demás, pero también consigo mismos, que votan al PP desde que los conozco, antes a Alianza Popular o a UCD, pero cuya insatisfacción intelectual y ganas de contribuir a avanzar en las materias en las que se especializaron marcaron siempre sus ocupaciones diarias. Algunos, en tiempos, llegaron a dedicarse a la política y siempre hemos discutido y discrepado con firmeza, pero jamás de una manera estridente ni superficial.

A muchos de ellos, la vida te va dispersando, hace tiempo que no los veo pero a otros, con quienes aún coincido les pregunto, con el respeto que me merecen y sin ninguna intención de hacer demasiada sangre, cómo han podido permitir que las cosas en su partido hayan degenerado tanto, cómo es posible que quienes ahora parecen llevar la batuta apuesten por el encanallamiento analfabeto y no tengan ningún pudor en subirse a las tribunas para soltar auténticas barbaridades que luego los telediarios magnifican para mayor vergüenza y oprobio de la derecha civilizada y culta de toda la vida.

No tienen respuesta para esto, mis amigos de derechas. Ellos también están avergonzados, y algunos entienden que es un mal menor del momento que nos toca vivir y parecen aceptarlo resignados. El PP de los gestores con currícula solventes, que los hubo, la derecha de intelectuales como Calvo Sotelo, Alfonso Osorio, Ruiz Gallardón, Luis Alberto de Cuenca, Areilza, Antonio de Senillosa, incluso el mismísimo Manuel Fraga, políticos con reconocida y sólida formación, se ha transmutado en el PP de Egea, Casado o Levy,  jovenzuelos desprejuiciados resueltos a moverse sin vergüenza en el mundo de las barbaridades, las mentiras, las frases hechas, los chistes fáciles y las inexactitudes históricas.

Las cosas que dice y hace Pablo Casado desde que fue ungido líder del PP solo son comparables a las monstruosidades que profiere Albert Rivera, ambos mediocres universitarios cuyos pobres y cuestionados curricula devalúan el prestigio de las universidades donde presuntamente estudiaron. Tales comportamientos deprecian la dignidad de las instituciones que albergaron a alumnos, ahora líderes políticos, que no parecen tener ningún interés en respetar la dignidad y la importancia de los puestos que ocupan.

Mis amigos ilustrados de derechas comparten conmigo estos análisis y reconocen el bochorno que sufren de un tiempo a esta parte viéndose representados por tamaños indocumentados. Pero como la guerra es la guerra, negarán siempre haberme admitido lo que yo ahora cuento que les tiene avergonzados. ¡Pena!

J.T.



domingo, 14 de octubre de 2018

Making off de 'Periodistas. El arte de molestar al poder'. Publicado el 8.10.18 en "Huffpost"


"Hace ya algunos años que mi amigo Fernando Valls, crítico literario y profesor universitario de Lengua y Literatura, me lo venía diciendo: la colección de experiencias acumuladas a lo largo de mis décadas de trabajo como periodista bien podían convertirse en un libro. La primera vez que me lo sugirió empezaba a ser común disponer de un blog en internet. Allá por 2008 mi compañera Salomé Machío llegó una mañana a la delegación de CNN+ en Andalucía dispuesta a que todos nos abriéramos una cuenta en Facebook y un blog. Con lo de Facebook tuvo suerte, pero en cuanto al blog el acuerdo al que llegamos fue abrir uno conjunto que podríamos actualizar de manera alterna cuatro compañeros de la redacción: ella, Ana García Benítez, Alberto Navarro y yo.
Al blog lo llamamos Las carga el diablo y nuestra intención inicial fue dejar constancia por escrito del funcionamiento de la delegación andaluza de CNN+ y Cuatro, de nuestros avatares durante las coberturas de actualidad recorriendo de punta a punta Andalucía, el norte de África y el sur de Portugal y Extremadura. Pero al cabo de varios meses, el único que actualizaba el blog era yo, así que cuando mis entradas en solitario cumplieron el primer año, mis compañeros me cedieron el blog en herencia y yo decidí añadirle un subtítulo: "Periodismo y otras hierbas".
¿Podría ser ese el libro, una selección de los artículos que yo había escrito sobre el oficio de contar historias?
De vez en cuando, mi amigo Fernando me preguntaba por el libro y yo no sabía qué contestarle porque no acababa de animarme. Pero tras el cierre de CNN+ y mi marcha de Cuatro, cuando Las carga el diablo pasó a publicarse en el diario Público y los pinchazos se dispararon, volví a darle vueltas a la sugerencia de mi amigo. De los centenares de entradas que acumulaba ya, un considerable porcentaje estaba dedicado al periodismo y a los periodistas. ¿Podría ser ese el libro, una selección de los artículos que yo había escrito sobre el oficio de contar historias?


ROCA EDITORIAL

Decidí agruparlos por temas y elaborar un índice: la manipulación, la propiedad de los medios, la dificultad de los profesionales para escribir en libertad, la precariedad laboral, la pesadez de los políticos metiendo siempre las manos en las televisiones públicas, el futuro del periodismo digital, la decadencia de la prensa de papel... la siempre difícil relación, en definitiva, entre los periodistas que quieren hacer bien su trabajo y los poderosos que hacen todo lo posible por impedirlo.
Todo eso podía ser la columna vertebral del libro definitivo, pero en una primera selección llegué a reunir casi seiscientas páginas, así que me dispuse a cribar, mientras el tiempo continuaba transcurriendo y yo escribía y retocaba sin acabar de dar con el enfoque adecuado. Pensé en titularlo El oficio más canalla del mundo y, tras una concienzuda elaboración en la que más de tres cuartas parte del nuevo manuscrito nada tenían que ver con los textos del blog, imprimí para corregir sobre papel unas cuatrocientas páginas cuyo contenido no me desagradaba. Pero faltaba el gancho.
Al tiempo yo continuaba actualizando el blog, y muchos de los artículos nuevos que escribía también encajaban en el proyecto que me traía entre manos. Más páginas, pues, que venían a engordar el tocho sin que yo acabara de dar con la tecla. Aquello crecía pero había algo que me echaba para atrás a la hora de dar por bueno el trabajo acumulado. Para Fernando, lo interesante era que, durante los últimos cuarenta años, yo había trabajado en redacciones de muy distintos medios (periódicos, revistas, radio y televisión) y desde esa posición había sido testigo privilegiado de lo que había ocurrido en España desde que comenzó la Transición hasta que el fenómeno Podemos irrumpió en el escenario político.
¿Unas memorias, entonces? ¿Un manual de periodismo, quizás? Igual podía funcionar como ensayo, dado el volumen de citas bibliográficas que iba incluyendo. Entre citas y notas a pie de página volví a superar las doscientas mil palabras. Y con ellas, ya jubilado, me dispuse a viajar por Europa tomando como cuartel general en un primer momento la casa en Berlín de mi hija Patricia. Fue allí, durante un día de trabajo en la cercana biblioteca pública de Brunnenstrasse, donde recordé cómo en su libro La orgía perpetua, Vargas Llosa nos cuenta la crueldad de los amigos de Flaubert con algunos de sus escritos y cómo estos le decían que, tomadas una a una, las historias que contaba estaban muy bien, pero les faltaba un hilo que las uniera para poder componer el collar.
A mi presunto libro le faltaba un hilo para contar la historia. Y entonces fue cuando decidí que el hilo sería yo.
El hilo. Esa era la cuestión. A mi presunto libro le faltaba un hilo para contar la historia. Y entonces fue cuando decidí que el hilo sería yo. Por un lado reescribía a toda velocidad y por otro enhebraba, y tras ese proceso llegó el de adelgazamiento. En esas estaba cuando, en febrero del 2017, coincidí con Fernando Valls en Berlín y le enseñé el borrador.
Sin perder un minuto, al tiempo que lo leía, Valls inició una labor de edición con el manuscrito que pensé duraría dos o tres jornadas como mucho. No sabía lo equivocado que estaba. Su trabajo era tan minucioso y preciso que, cuando llegó el día en que yo tenía previsto iniciar un viaje por distintos países de Europa del Este, aún íbamos por la página cuarenta de un original cada vez menos voluminoso. Fernando me dijo que el viaje no suponía ningún problema: me iría enviando sus correcciones y sugerencias por correo electrónico y yo podría ir incorporándolas al texto allá donde estuviera.
Así que un viaje en el que tenía pensado dedicarme a tomar notas de mis experiencias para ir contándolas en el blog cambió por completo de enfoque. A mis caminatas por cada ciudad que visitaba se sumaba el trabajo de corrección de mi libro a medida que recibía los envíos de mi amigo Fernando. Y a la necesidad de encontrar dónde realizar este trabajo en condiciones óptimas tengo que agradecer gozosas experiencias en los institutos Cervantes de Praga y Belgrado, la biblioteca universitaria de Budapest o la Gazi Husrec-bey's Library de Sarajevo en el barrio turco, un lujoso edificio financiado por el emirato de Qatar donde daba gusto trabajar.
Llegaban las revisiones de Fernando y yo percibía cómo, gracias a sus sugerencias, sus análisis y sus criticas, el libro se enriquecía e iba tomando más cuerpo. Del borrador inicial al que ya por entonces nos ocupaba, habíamos dejado en el camino cerca de ochenta mil palabras. En octubre del año pasado quedamos citados en su despacho de la Universidad Autónoma de Barcelona para llevar a cabo el penúltimo repaso. Con unas ciento cuarenta mil palabras dimos el libro por terminado mientras me proporcionaba un último consejo: dejar reposar el texto unas seis semanas, leerlo entonces una vez más, y si el resultado no me desagradaba, habría llegado el momento de ponerme a buscar editorial.
Sobre que la empresa ideal para publicar el resultado de mi trabajo era Roca Editorial existía cierta unanimidad entre los compañeros y amigos, expertos en la materia, que consultamos Alicia Gómez Montano y yo. No se equivocaron. Blanca Rosa Roca, su directora, a quien conocía desde mis tiempos en el Grupo Zeta, mostró su interés desde el primer momento. Lo leyó y me comunicó su decisión de publicarlo. El texto final llegaría tras la edición realizada por Enrique Murillo. A pesar de las quince mil palabras más que me hizo quitar, conocer a Enrique ha sido otro regalo más para esta aventura en la que ahora debuto".
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'Periodistas. El arte de molestar al poder' (Roca Editorial) se presenta este lunes 8 de octubre en la librería Rafael Alberti de Madrid.