“Hay que dictaminar por ley que los bancos no puedan ser propietarios de los medios de comunicación”
El periodista almeriense Juan Tortosa ha escrito un libro a modo de memorias donde relata sus 40 años de oficio y las conexiones entre el poder político y económico y el periodismo
Raúl Solís 28 DE OCTUBRE, 2018
Juan Tortosa en la librería Espacio Caótica de Sevilla.
Juan Tortosa (Berja, Almería, 1953) es uno de esos periodistas de raza que empezó a trabajar en los medios del régimen franquista intentando democratizar un ecosistema mediático enemigo de la democracia. Su compromiso con la libertad lo llevó a acumular más de 140 causas judiciales abiertas en el tardofranquismo y los primeros años de la recuperación de la democracia. Su militacia con el libre ejercicio de la profesión periodística ha sido la causa de que haya sido despedido de muchos medios de comunicación por no agradar a los jefes que le pagaban.
En sus más de 40 años de profesión periodística ha pasado por TVE, Diario 16, Antena 3, Grupo Zeta y por Canal Sur, donde fue subdirector de informativos del equipo fundacional que puso en marcha la televisión pública de Andalucía de donde se marchó a los seis meses por discrepancias con el director general. Tortosa, que fue durante 14 años delegado de CNN+ en Andalucía, acaba de publicar el libro ‘Periodistas. El arte de molestar al poder’ donde se despacha a gusto y narra la relación tóxica que existe entre el poder político y económico y el periodismo.
¿Qué estado de salud tiene actualmente el periodismo en España?
Yo diría que si no ha entrado en la UVI está a punto de entrar. Nos toca a los periodistas evitar que entre en la UVI, sobre todo a la gente joven más que a los de mi generación. Hay que dar un puñetazo encima de la mesa. En el mundo del periodismo hay gente que no se ha dado cuenta de que la vida ha cambiado. Todo está en manos de las mismas personas que estaban manejando el cotarro hace 40 años.
¿Está queriendo decir que en el periodismo no se ha hecho el cambio generacional que sí se ha producido en otros sectores?
Ni el cambio generacional ni el cambio mental, porque hay mucha gente de 35 y de 40 años que también da vergüenza. Sólo hay que enchufar las emisoras estas que se dedican al activismo ultraderechista. El problema es que hay que cortar la inercia que parece que en el periodismo uno sólo se puede ganar la vida haciéndole la pelota a alguien. No se trata de ser servir hacia el poder. Se trata de que el poder respete la misión que tiene un periodista que es una especie de liberado de la sociedad para ser testigo privilegiado de unas circunstancias determinadas que hacen que tú puedas contarle al resto de la gente, desde tu honestidad, las cosas como las ves.
Es heroico que un periodista se pueda ganar la vida siendo totalmente libre.
Yo llevo 40 años en esto y esta misma frase se decía cuando era joven y quizás con más razón, porque era un momento muy convulso, acababa de morirse Franco y había miedo a que hubiera un golpe de Estado.
Existen ya nuevos formatos de prensa digital que están haciendo un periodismo más apegado a la ciudadanía, que recupera el sentido vocacional del oficio y de servicio público independiente.
Qué opinión le merecen estas experiencias?
Me parece que sin duda es el reto, porque el papel y la inercia anteriores están tocadas: la publicidad ha huido, la gente ya no se acerca a los quioscos a comprar periódicos y tampoco les seduce consumir información como lo hacía antes. Yo creo que aún no hemos dado con la tecla.
¿Qué periódicos lee, cómo ha cambiado su forma de relacionarse con la prensa?
Cuando tenía 30 años, los domingos compraba cinco periódicos. Los demás días, como tenía los periódicos en el trabajo, me los leía todos. Ahora, quizás por militancia y por romanticismo, por lo menos compro uno, que por lo general suele ser La Vanguardia. Desde que Soledad Gallego ha vuelto a El País, empiezo a reconciliarme con este periódico, pero a Soledad le quede mucho todavía.
¿Tendrá libertad Soledad Gallego para hacer periodismo en una empresa como El País que es propiedad de los grandes bancos y empresas de energía?
El País es un transatlántico cuyo capitán no es el mismo que tenía hace 20 o 30 años, pero qué duda cabe que se nota la presencia de Soledad Gallego.
A mí me satisface y me parece suficiente? No.
¿Soledad puede darse por satisfecha? En su fuero interino a lo mejor percibe que puede hacer más, pero yo le compro la honestidad.
¿Qué le parece la estructura de medios de comunicación en Andalucía, donde el mayor grupo está hipersubvencionado por la Junta de Andalucía, ha troceado el discurso andaluz en diez cabeceras y que básicamente se dedica a publicar notas de prensa o publirreportajes?
¿La pena sabes cuál es? Que en 40 años no ha cambiado nada. En el libro cuando cuento mi etapa como director de Diario 16 en Málaga, desde 1989 hasta 1991, resumo un poco todo esto. A mí de Diario 16 me echaron porque publiqué un reportaje que afectaba directamente a un corrupto que era accionista del periódico. Lo terminaron metiendo en prisión, se escapó de España cuando le dieron libertad condicional y no volvió nunca. Cuando yo me voy de Málaga en el 91 ya tenía el diagnóstico que creo que sigue siendo válido con respecto a la prensa de papel en Andalucía: es una ruina.
Es una ruina muy difícil de resucitar. Dime un medio de los que aparecen en los quioscos en Andalucía que no reciban subvenciones. Todos están comprados, no sólo por Susana Díaz que se ha dedicado a perfeccionar el sistema que ya la Junta tenía para tener contentos a los medios o para mantenerlos. Todo eso, lejos de cambiar, se ha convertido en algo más perverso. Sucede igual con las emisoras de radio y con los nuevos modelos digitales.
¿Debe la prensa renunciar a las ayudas institucionales?
Yo no creo que haya que renunciar a la publicidad institucional ni que en un momento de problemas de viabilidad se puedan recibir ayudas, como otros sectores productivos. Eso se puede hablar y es legítimo que exista unas ayudas que impidan que los puestos de trabajo se pongan en peligro. Hasta ahí de acuerdo, pero eso no es así. Lo que ocurre en Andalucía es que las administraciones y no sólo la Junta, también las diputaciones y las alcaldías, se dedican a comprar silencios en los medios.
¿Necesita Andalucía un nuevo periodismo que trabaje por una nueva Andalucía?
Eso era lo que yo me pensaba que iba a pasar con el nacimiento de Canal Sur. Y por eso compré la idea y acepté pertenecer al grupo fundador como subdirector de informativos. Y duré seis meses.
¿Cómo fue el comienzo de Canal Sur?
Ilusionantísimo. En aquel momento no sólo tenía el componente romántico. Yo me creí el proyecto, me creí que empezaba un nuevo tiempo, que un señor de Almería iba a saber la historia y las costumbres de Huelva, que iba a estar más relacionado con su propia tierra, que una señora de Jaén se iba a sentir concernida por las cosas que sucedían en Córdoba o en Granada. Empezaba a nacer la posibilidad de crear un tejido que aumentara la formación media del ciudadano andaluz, la capacidad de acceso a una cultura que a los pueblos de Andalucía no había llegado nunca, un entretenimiento en positivo que podía haber sido razonablemente gestionado, unos informativos que sirvieran a los intereses de los andaluces y que no siguieran contando solamente lo que pasaba en la Puerta del Sol o en Nueva York. Me parecía que todo aquello era un desafío increíble. Era mentira. Sólo querían un instrumento de propaganda para perpetuarse en el poder.
¿Cuándo se esfuma la ilusión y comienza el deterioro de Canal Sur?
A los seis meses de empezar las emisiones ya estaba la cosa regular. El detonante de que yo me marche a los pocos meses de nacer fue que el equipo directivo que estaba por encima del equipo director de informativos, el director general y el director de la televisión, en un momento dado se vieron obligados a dimitir.
Qué sucedió? Que todo el equipo directivo vinculados a esa dirección pusimos los cargos a disposición del nuevo director, que era un señor, llamado Manuel Melero, un cordobés de una familia socialista con mucho predicamento tanto en Granada como en Sevilla, que era joven y tenía muchas aspiraciones de prosperar en la vida. No tenía ni idea de televisión, ni de comunicación.
¿Con qué objetivos fue nombrado director de Canal Sur un señor que no sabía nada de medios de comunicación?
Fue nombrado para dejar claro el papel de comisario político que un director general tenía que jugar en Canal Sur. Ese momento fue clave, cuando Manuel Melero quita a todos los delegados provinciales de Canal Sur y sitúa a gente de su confianza. Teníamos comisarios políticos por arriba y por abajo. Nos mandaban una información que no tenía nada que ver con lo que nosotros queríamos. Nos mandaban las bondades del consejero que visitaba una obra para ver no sé qué y el comienzo de la noticia era siempre el consejero ha visitado…Yo me hartaba de decir: esto me lo redactas de nuevo que ha visitado no es noticia, dime qué ha hecho. Era horrible. Entonces, a partir de ahí fui sustituido por gente mucho más dócil.
¿De quién es responsabilidad el fracaso absoluto de Canal Sur como proyecto vertebrador de Andalucía y también desde el punto de vista democrático?
No creo que se salve ningún gobierno de los que ha habido en Andalucía, ni tampoco los sindicatos, ni por supuesto los comités de empresa que son los primeros que son sectarios y también todos los compañeros, aunque los disculpo, que aplicaron mentalidad práctica y dijeron tengo una hipoteca, tengo tres hijos que criar y me la envaino.
¿Qué complicidad tienen los colegios de periodistas y las asociaciones de la prensa en esta deriva de las televisiones públicas y de un periodismo apegado al poder político y económico?
Yo diferenciaría. La Asociación de la Prensa de Sevilla (APS), comparada con la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), a mí me parece muy digna. A lo mejor hay que hacer mucho más aquí, no lo sé, pero a mí la APS no me despide el efluvio APM o la Federación de Asociaciones de la Prensa (FAPE), que son verdaderas instituciones casposas y decimonónicas. Tú entras en la Asociación de la Prensa de Madrid y parece que entras en el siglo XIX, por los usos y costumbres, el tipo de premios que se orientan, por qué se preocupan y qué tipo de declaraciones hacen.
¿Cuáles han sido esas declaraciones?
Recordemos que en un momento dado, la Asociación de la Prensa de Madrid decidió guerrear contra Podemos, haciéndose portavoz de algunos periodistas que decían que eran intimidados por gente de Podemos, cosa de la que El País se hizo eco inmediatamente. La APM se hizo portavoz de unos periodistas supuestamente agraviados por una formación política sin poder, cuando en realidad ellos conocen a miles de periodistas intimidados por políticos que ejercen el poder a los que nunca han defendido, empezando por los propios trabajadores de RTVE. La APM no ha sacado una sola nota de prensa a favor de los trabajadores de RTVE durante el tiempo que el PP ha manipulado descaradamente en estos últimos seis años.
El periodista almeriense en un momento de la entrevista.
¿Necesita el periodismo un 15M?
Hay que poner nerviosos a los de siempre. Pedro J. Ramírez no puede seguir estando ahí, a pesar de que El Español no lo lea ni Dios. No pongo en duda su olfato periodístico; sí su condición como ser humano, porque es un señor amoral. Esa amoralidad que practica Pedro J. Ramírez la practica un gran porcentaje de periodistas que todavía están en activo en este país a pesar de que tienen más de 70 años. Hay periodistas jóvenes que no pueden seguir viendo pasar los trenes sin subirse a ellos.
¿Ha cambiado algo el ecosistema de la comunicación con llegada de Podemos?
En el terreno político, sí, en el mediático tengo serias discrepancias con ellos que me han llevado a debates serios. Escribo cosas que me consta que la cúpula de Podemos difiere y me lo hacen notar. Ellos han pegado un meneo al mundo político y eso pasará a la historia como una de las cosas más higiénicas y más indispensables que había que hacer y se han hecho. Me quito el sombrero, pero en materia de comunicación adolecen de los mismos defectos que todos los políticos. Quieren regular y yo cada vez que oigo la palabra regular saco la recortada.
¿Sería posible que la propiedad de los medios de comunicación fuera más democrática, que esté menos concentrada en unas cuantas grandes empresas que a su vez tienen vínculos entre ellas?
En Ecuador lo hicieron. El planteamiento de Ecuador me parece una posibilidad de camino. ¿Cuál es ese camino?: dictaminar por ley que los bancos no pueden ser propietarios de los medios de comunicación.