Desde muy de mañana
ausencia me suena por doquier. El pinar, el barrio, la ciudad, el ambulatorio,
mi patio y mi jardín están henchidos de ausencia. Nada hay tan presente hoy en
mí como la ausencia.
Por la tarde, llena
la pequeña iglesia parroquial, es la ausencia la que nos convoca. Y en medio de
aquella muchedumbre afectada por la ausencia va y dice el Jesús de Nazaret, El
Ausente, desde san Juan: «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros
me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos dicho esto, la
tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os
conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor».
(16, 5-11)
Ante la ausencia, el
silencio. O la lectura. Lectura reflexiva. Orante. Actuante. Transformante.
Nunca anquilosante, jamás paralizante.
Ausencia
Liuba María Hevia (1964)
Hay ausencias
que son como el olvido
que empolvan madrugadas y semillas
que se fueron perdidas a esos mares
donde nunca podrán hallar la orilla.
Hay ausencias que rozan con el alba
mariposas celosas del espacio
austeras prisioneras de las flores
que te ponen su miel para los labios.
Ausencia remoto fantasma
que violas las puertas que cantas
que gritas al cielo esa voz
que has llevado contigo
que escribes tú la canción que falta
que siempre nos recuerdas la distancia.
Hay ausencias
gaviotas que te salvan
que desdeñan fronteras y estaciones
que rondan las paredes, las palabras
dibujando la fe con sus creyones.
Hay ausencias
que te hablan de un mañana
que se tornan de todos los colores
que te ponen el mundo en la ventana
y de esperanza llenas los balcones.
Ausencia
José Luis Borges (1899-1986)
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
Ausencia de Dios
Mario Benedetti (1920-2009)
Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.
Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.
Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.
Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que Dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandará siglos de ceniza.
Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.
Ausencia
Miguel Hernández (1910-1942)
Ausencia en todo veo:
tus ojos la reflejan.
Ausencia en todo escucho:
tu voz a tiempo suena.
Ausencia en todo aspiro:
tu aliento huele a hierba.
Ausencia en todo toco:
tu cuerpo se despuebla.
Ausencia en todo pruebo
tu boca me destierra.
Ausencia en todo siento:
ausencia, ausencia, ausencia.
Ausencia
Lope de Vega
(1562-1635)
Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma, y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada, sobre fe, paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.
Ausencia
Gabriela Mistral (1889-1957)
Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.
¡Se te va todo, se nos va todo!
Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban,
en lanzaderas, debajo tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.
Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.
Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese, y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche
como demencia de mares solos!