Lo entendió con toda claridad. Alfredo, cura raso, párroco de barrio populoso de mi ciudad, Valladolid, oyó alto y fuerte al Maestro que le decía: «Dadles vosotros de comer».
Todo empezó aquellas Navidades con las ganas de hacer algo especial por nochebuena. Dándole vueltas al asunto, al final quedaron en que tras la misa, mesa. Y cada quien arrebañó lo que pudo en casa, y para allá que se fueron. Resultó bien. Tan bien, que decidieron repetirlo. Pero cambiando alguna cosilla. ¿Qué cambiaron? Habrá que preguntárselo a él y al resto, porque yo sólo sé esto:
En los locales de la Parroquia del Dulce Nombre de María viene funcionando desde hace casi dos años un comedor para indigentes. Indigentes o no, allá se juntan un tropel de personas a saciar el hambre de sus cuerpos y también de sus almas. La crisis, maldita sea, que se ceba en quienes menos recursos tienen, ha dado lugar a la existencia de una población invisible para el resto de la población; nadie los ve, porque parece que nadie quiere mirar. Pero aquí sí que miraron, y vieron la necesidad, y asumieron el reto, y se pusieron en marcha.
En torno a él se formó un grupo, qué sé yo, un puñado de personas. Todos voluntarios animosos. A la faena.
El resultado es que el comedor se llenó. Los domingos más de un centenar: exactamente 140 servicios.
Gentes que entran y salen. Donativos por aquí y y por allá. Salidas a hoteles y restaurantes a por las sobras. Recogida de alimentos vinieran de donde vinieran, por ejemplo, también de Banco de Alimentos. Cocina funcionando a todo gas, servicio de mesas y fregadero, acogida a propios y extraños. La puerta siempre abierta, mudo testigo de un espectáculo tan humano como cristiano.
Dos años, se dicen bien, rebuscando comida para darle a tanta gente; es mucho y duro trabajo. Pues ahí estaban Alfredo y su muchachada, tan contentos.
Y claro, salió en los papeles. Aquí está El Norte de Castilla.
No podía ser. Algo tenía que ocurrir. La ley de Murphy está vigente.
Críticas y chismorreos terminaron por aparecer.
¿Para qué abrir un comedor social en una parroquia si ya hay uno municipal que funciona bien?
¿Es una parroquia el lugar más apropiado para ofrecer este servicio?
¿Y toda esta gente rara que se ha adueñado de la parroquia, quiénes son y de dónde han venido?
Y digo yo: ¿tendrá permisos, y control sanitario, y habrá personal asegurado…?
Nada importante, simples chismes de una ciudad pequeña y provinciana. Porque los comentarios serios parece que lo apoyaban: Foro-ciudad
Hasta que llegó la noticia, publicada en la prensa: «Los usuarios temen que cierre un comedor social de Delicias por el traslado del cura»
Al cura lo trasladan. ¿Pero se va él por cansancio o le mandan a otro lugar donde será más válido? ¿Viene otro que ocupe su lugar para mantener este servicio con más capacidad y/o mejores cualidades? Él calla. Los que estaban con él preguntan… Nadie sabe nada. Sansón, el de El Norte de Castilla se pregunta si se ha acabado el hambre y ya no es necesario dar a nadie de comer: La maldita caridad
Yo voy a hacer una suposición, y mucho me temo que sea la verdad: A Alfredo le han enseñado la puerta. "Ahí la tienes". Y sin más explicaciones me lo han mandado a descansar a Salamanca, p.e., a estudiar o a pasear, es lo mismo. Las críticas malévolas de si entraban putas y marroquíes en lugar tan honorable; si los drogadictos o ex que por allá aparecían podían ser un peligro; gente tan rara en nuestro barrio, ¡ni hablar!; ¿quién es ese mierdecilla que osa competir con los servicios sociales oficiales? Esto y otras cosas, que seguro que las ha habido, preocuparon en demasía a la superioridad. Y sin dar explicaciones, carpetazo; esto se acabó. Tú te vas y esto se cierra.
El grupo de voluntarios, me dicen, están por ir y preguntar. No sé si los recibirán. Y si les reciben, no sé qué les dirán. Otras cosas también acabaron así, no es, pues, de llamarse a engaño. Uno se va acostumbrando.
Parece que hay silencio también en los compañeros. ¿Impotencia? ¿Incompetencia? ¿Mala conciencia? ¡Vaya usted a saber!
Alfredo Velasco, cura en vacaciones a partir de ahora, descansa si puedes, pero no desfallezcas. ¡Ya volverá la primavera!
Todo empezó aquellas Navidades con las ganas de hacer algo especial por nochebuena. Dándole vueltas al asunto, al final quedaron en que tras la misa, mesa. Y cada quien arrebañó lo que pudo en casa, y para allá que se fueron. Resultó bien. Tan bien, que decidieron repetirlo. Pero cambiando alguna cosilla. ¿Qué cambiaron? Habrá que preguntárselo a él y al resto, porque yo sólo sé esto:
En los locales de la Parroquia del Dulce Nombre de María viene funcionando desde hace casi dos años un comedor para indigentes. Indigentes o no, allá se juntan un tropel de personas a saciar el hambre de sus cuerpos y también de sus almas. La crisis, maldita sea, que se ceba en quienes menos recursos tienen, ha dado lugar a la existencia de una población invisible para el resto de la población; nadie los ve, porque parece que nadie quiere mirar. Pero aquí sí que miraron, y vieron la necesidad, y asumieron el reto, y se pusieron en marcha.
En torno a él se formó un grupo, qué sé yo, un puñado de personas. Todos voluntarios animosos. A la faena.
El resultado es que el comedor se llenó. Los domingos más de un centenar: exactamente 140 servicios.
Gentes que entran y salen. Donativos por aquí y y por allá. Salidas a hoteles y restaurantes a por las sobras. Recogida de alimentos vinieran de donde vinieran, por ejemplo, también de Banco de Alimentos. Cocina funcionando a todo gas, servicio de mesas y fregadero, acogida a propios y extraños. La puerta siempre abierta, mudo testigo de un espectáculo tan humano como cristiano.
Dos años, se dicen bien, rebuscando comida para darle a tanta gente; es mucho y duro trabajo. Pues ahí estaban Alfredo y su muchachada, tan contentos.
Y claro, salió en los papeles. Aquí está El Norte de Castilla.
No podía ser. Algo tenía que ocurrir. La ley de Murphy está vigente.
Críticas y chismorreos terminaron por aparecer.
¿Para qué abrir un comedor social en una parroquia si ya hay uno municipal que funciona bien?
¿Es una parroquia el lugar más apropiado para ofrecer este servicio?
¿Y toda esta gente rara que se ha adueñado de la parroquia, quiénes son y de dónde han venido?
Y digo yo: ¿tendrá permisos, y control sanitario, y habrá personal asegurado…?
Nada importante, simples chismes de una ciudad pequeña y provinciana. Porque los comentarios serios parece que lo apoyaban: Foro-ciudad
Hasta que llegó la noticia, publicada en la prensa: «Los usuarios temen que cierre un comedor social de Delicias por el traslado del cura»
Al cura lo trasladan. ¿Pero se va él por cansancio o le mandan a otro lugar donde será más válido? ¿Viene otro que ocupe su lugar para mantener este servicio con más capacidad y/o mejores cualidades? Él calla. Los que estaban con él preguntan… Nadie sabe nada. Sansón, el de El Norte de Castilla se pregunta si se ha acabado el hambre y ya no es necesario dar a nadie de comer: La maldita caridad
Yo voy a hacer una suposición, y mucho me temo que sea la verdad: A Alfredo le han enseñado la puerta. "Ahí la tienes". Y sin más explicaciones me lo han mandado a descansar a Salamanca, p.e., a estudiar o a pasear, es lo mismo. Las críticas malévolas de si entraban putas y marroquíes en lugar tan honorable; si los drogadictos o ex que por allá aparecían podían ser un peligro; gente tan rara en nuestro barrio, ¡ni hablar!; ¿quién es ese mierdecilla que osa competir con los servicios sociales oficiales? Esto y otras cosas, que seguro que las ha habido, preocuparon en demasía a la superioridad. Y sin dar explicaciones, carpetazo; esto se acabó. Tú te vas y esto se cierra.
El grupo de voluntarios, me dicen, están por ir y preguntar. No sé si los recibirán. Y si les reciben, no sé qué les dirán. Otras cosas también acabaron así, no es, pues, de llamarse a engaño. Uno se va acostumbrando.
Parece que hay silencio también en los compañeros. ¿Impotencia? ¿Incompetencia? ¿Mala conciencia? ¡Vaya usted a saber!
Alfredo Velasco, cura en vacaciones a partir de ahora, descansa si puedes, pero no desfallezcas. ¡Ya volverá la primavera!