1.- ¿Por qué escribes?
Escribo porque no sé hacer otra
cosa. No solo no soy buena para más nada, sino que no puedo evitar pensar en el
mundo como algo para ser comprendido a partir de las palabras y aprehendido
desde la ficción.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
Escribo en lápiz y no se me ha
quitado la costumbre del colegio de subrayar (en pluma roja o rosada) cada vez
que anoto un título o encuentro una idea que me gustaría desarrollar. Siempre
que tengo un proyecto nuevo, comienzo un cuaderno, así que tengo un montón de
cuadernos, cuadernitos y libretas dando vueltas por casa. Siempre es una
pequeña tragedia cuando no encuentro el correspondiente a un proyecto
específico.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
En líneas generales, me interesa
el poder y cómo afecta a la gente que no lo ostenta. Me interesa en especial la
manera en que el género femenino ha sido sojuzgado por el patriarcado a partir
de herramientas culturales (como los mitos de lo cotidiano o el status quo) y por qué algunas mujeres
han sido cómplices de las idiosincrasias que las mantienen en una posición
secundaria con respecto a los hombres.
4.- ¿Algún principio o consejo que tengas muy presente a la hora de
escribir?
La honestidad. Un texto malo
siempre se puede arreglar, uno deshonesto no.
5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia o de las que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Ambas cosas. El primer borrador
es fundamental, allí escribo todo lo que quiero decir sobre un tema. Luego, con
el segundo borrador, me ocupo de organizar y crear una estructura. Sin
estructura no hay discurso literario —artículo o libro, da igual—. Tendemos a
subestimar la importancia de esta herramienta, pero de una buena estructura
resulta un trabajo bien hecho. El tercer borrador es para reconocer y quitar lo
superfluo. Por supuesto, entre cada uno de estos tres borradores hay varias
versiones de un mismo texto e incontables “libreticas” para tomar en cuenta
cada uno de los problemas presentados por la escritura.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Son muchos, pero los que tengo
más frescos porque los he releído varias veces en los últimos dos años son
estos:
Internacionales: Margaret Atwood,
Edgar Allan Poe, Julio Cortázar, Víctor Hugo, Virginia Woolf y Simone de
Beauvoir (ella es la maestra de la honestidad en la escritura, por cierto).
Venezolanos y venezolanas: Teresa
de la Parra, Ana Teresa Torres, Yolanda Pantin (poeta), Salvador Garmendia,
Eugenio Montejo (poeta) y José Rafael Pocaterra.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
El 27 de enero de 2020 sale a la
venta mi primera novela, Malasangre.
Se trata de un proyecto que he pasado una década escribiendo. En la novela,
Diana Gutiérrez descubre su inclinación al vampirismo a los 14 años cuando
ataca a un amigo de su madre. Aunque antes ya había notado su interés por la
sangre, hasta ese momento solo vivía para agradar a su familia y ansiaba
convertirse en maestra, no por gustarle los niños sino para ocultar su pasión
omnívora por la lectura, mal vista entre las venezolanas de 1921. Pero todo
cambia esa tarde. Su madre la reprende prohibiéndole seguir con los estudios.
La beata Cecilia no se atreve a llamarla vampira, pero sí «hematófaga» y
«malasangre»: más que solo concupiscente, le parece de moral torcida. En esa
década, la palabra «vampira» tiene connotaciones sexuales. El movimiento
sufragista tiene poca repercusión en la sociedad aún colonial que habitan,
inmersa en la dictadura con pretensiones dinásticas del general Juan Vicente
Gómez, pero el miedo a las mujeres «fatales» ya existía. Malasangre relata la lucha de Diana contra sus instintos
criminales, el control que ejerce sobre ella su familia y la sociedad patriarcal
y militarista en la que vive, la misma que a partir de los años veinte se
estrenó en el rentismo petrolero que marca al país hasta la fecha. Creo que de
la relación vampírica con el petróleo que tiene el país y de su atávico
militarismo se pueden sacar algunas alegorías con la presente tragedia de mi
país.
Michelle Roche Rodríguez escribe narrativa, ensayo, periodismo y crítica. Le
interesan los mitos cotidianos, la literatura y el feminismo. Con la colección
de cuentos Gente decente (Musa a las
9) ganó el Premio de Narrativa Francisco Ayala en 2017. Su ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex) se publicó en España en 2016. Su primer
libro fue la colección de entrevistas Álbum
de familia: Conversaciones sobre la identidad cultural en Venezuela y lo
publicó en su país Editorial Alfa. Ha colaborado con las revistas españolas Zenda, Buensalvaje, Frontera D, Quimera, Qué leer y la estadounidense Literal.
Latin American Voices, así como también con los medios culturales
venezolanos Prodavinci y «Papel
Literario», suplemento del periódico venezolano El Nacional, donde trabajó varios años. En 2014 fundó el magazine en-línea Colofón Revista Literaria (www.colofonrevistaliteraria.com).
Nació
en Caracas y desde 2015 vive en Madrid.
Su
página web es www.michellerocherodriguez.com