1.- ¿Por qué escribes?
Lo fácil sería decir que al ser hijo
de un escritor y periodista heredé los genes literarios. Sin embargo, debo resaltar que no es hasta
casi los 30 años cuando me decido a escribir relatos. Toda mi infancia y adolescencia estuve
rodeado de una amplia biblioteca y el “estar” en contacto con ellos era para mí
lo normal. ¿En qué momento decidí
emborronar un folio en blanco y porqué?
Pasaba una mala época y tal vez necesitaba extraer todo aquello que me
corroía en el interior. Una especie de
auto terapia que sigo practicando en la actualidad. No sé si se corresponde con los demás, pero
suelo escribir más cuando paso una mala racha.
Como si cuando algo me duele y me desangro, escribiendo duele menos.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
No tengo apenas. Si acaso acudir a un bar con una libreta de
arandelas y escribir a mano borradores, posibles diálogos y escenas muy
cotidianas mientras me pimplo unas cervezas.
Cosas que me podrían suceder yendo, por ejemplo, por la calle. Como caerme haciendo el “espagat” porque la
acera está mojada por la lluvia.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
No tengo ninguna
preferencia. Trato de escribir varias
cosas distintas, desde el humor, astracanada autobiográfica, hasta el género
policial más clásico, pasando por el denominado realismo sucio pleno de
sarcasmo.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
Leer muchísimo más y escribir
muchísimo menos. Si el leer me ocupa un
90 o 95 por ciento me parece bien, el resto escribir. Si empiezo a escribir más de lo que toca,
equiparándolo al tiempo de leer, me causa una confusa sensación. Me parece que estoy torciendo mi línea. Romper y romper folios sin reparo, sin
tapujos, es otra cosa que sigo al pie de la letra. Y limitarme a narrar, a contar una historia,
describir una situación, y no perder tiempo en mensajes subliminales o sociales
o como diablos quieran denominarlos. Que
sea el posible lector que lo juzgue.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Trato de planificar la historia
de antemano. Me voy a un bar y escribo a
mano lo que deseo trasladar al ordenador a base de teclear. Luego nunca sale como preveo. La historia, algún personaje, cobra vida
propia y se distancia de mi “historia”.
Incluso de mí mismo. Eso me
parece bien. Un orgasmo simultaneo entre
ambos: La historia y yo.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Podría destacar a muchos pero me
limitaré a centrarme en los que más evasión me han causado y que casualmente
pertenecen al género criminal: Ross MacDonald, Walter Mosley, Juan Madrid,
Robert B. Parker, Chester Himes o Patricia Higshmith. A John Fante, Knut Hamsum, Irving Welsh o
Charles Bukowski también podría incluirlos aunque no pertenezcan a dicho
género.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Bueno, curiosamente son dos cosas
diferentes. Lo último publicado es una
novela titulada “Sabor a proteína humana” cuyo, curiosamente, primer borrador
lo escribí hace 15 años. A lo largo de
estos años la he ido corrigiendo, cortando, puliendo, ampliando y, sobre todo,
“sobando”. No creí que me la fueran a
publicar nunca hasta que hace unos meses la editorial Sloper accedió a
ello. Este febrero acaba de salir a la
venta al público. Es una novela con un
contenido altamente sexual y muy violenta.
La idea de los protagonistas se basa en la siguiente premisa: sacia tus
instintos y no te preocupes del prójimo.
Ya digo: “sólo es una novela”. Y
lo último que he escrito es una especie de novela de auto-ficción titulada “Vagando
mentalmente”, donde un tipo de 45 años deja de beber y acude a un psicólogo, ha
caído en una depresión de caballo en pleno verano, porque quiere salvar una
relación sentimental que de la noche a la mañana ha pasado de la más completa
felicidad a estar a punto de quebrarse definitivamente. Su adicción a la bebida y, sobre todo, el
“pasado” son la base del problema. El
pasado cercano identificado en una ex que lo abandonó porque le tocó la lotería
primitiva, aunque no lo dejó en la estacada y le pasa una especie de pensión
para que pueda vivir sin trabajar, y el pasado lejano representado por la
violenta y trágica muerte de su hermano cuando no contaba con más de veinte
años de edad. Ambos formaban parte de un
grupo punk y el protagonista lo tenía idolatrado. A lo largo de la novela, se ve envuelto en
muchas peripecias rocambolescas mientras contempla con desazón, en la
distancia, cómo paulatinamente pierde a su chica por la cual había decidido
ponerse en tratamiento. Una historia
agridulce donde existe una base de realidad de un 30 por ciento más o menos; lo
demás es todo invención o como se dice: cualquier parecido con la realidad es
pura coincidencia.
Carlos Meneses Nebot: Nací en Palma de Mallorca el 20-9-69. Trabajo en un cine: la Sala Augusta , y colaboro con el
periódico Última Hora. He publicado: 7
novelas y 4 libros de relatos. La novela
“Sabor a proteína humana”, editorial Sloper (febrero 2015), se ha convertido en
mi libro número 11.