1.- ¿Por qué escribes?
Creo que todos los autores nos hemos hecho alguna vez esa pregunta (o nos la hacen a menudo) y uno se da cuenta de que las respuestas tienden a ser muy parecidas en cuanto al fondo, y se pueden resumir en dos palabras: escribimos porque nos hace felices. A mí, además, el escribir me proporciona una especie de revulsivo contra la fugacidad; es una manera de conjurar lo que más me asusta, que es el olvido.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?
Escribo por las mañanas, cuando mi mente está más despejada, y, por tanto, resulta más creativa. Necesito mucho silencio alrededor y, sobre todo, la certeza de que no seré interrumpida en las siguientes dos, tres horas. Eso en cuanto a la escritura propiamente dicha, pero diría que un autor está siempre escribiendo en su mente, está constantemente procesando la información a su alrededor en busca de fuentes de inspiración. Por eso, suelo llevar conmigo una libreta de notas en la que voy volcando todo lo que, de una forma u otra, intuyo que me pueda servir para el proyecto en curso o para proyectos futuros. En cuanto a supersticiones, ninguna, no creo en su eficacia. A menos que llamemos superstición al hecho de ser incapaz de irme a dormir sin revisar de nuevo lo trabajado por la mañana: así como la creatividad me asalta a primera hora, es por la noche, antes de terminar la jornada, cuando desarrollo un agudo sentido crítico con el que con frecuencia elimino o modifico gran parte de lo que escribí durante el día.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
En sentido amplio, y como apuntaba al principio, me preocupa sobre todo la idea de fugacidad, de paso del tiempo: el olvido. Pero ese tema se traduce en una amplitud de posibilidades narrativas. En concreto, en mis novelas con frecuencia aparecen elementos históricos que desencadenan la narración; me interesan sobre todo los pasajes poco conocidos de la historia, y cuando escribo sobre ellos, me propongo explorar cómo esos hechos nimios del pasado, casi olvidados por el historiador, tienen la fuerza de incidir en el presente, en el destino concreto de personas concretas.
4.- ¿Algún principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?
Diría que, a la hora de escribir, me guía sobre todo el respeto hacia el lector; hacia sus capacidades, sus intereses, su predisposición a dedicar a la lectura de mi obra unos minutos o unas horas del preciosísimo tiempo de su vida, que un día terminará. Por eso, por respeto, no se lo pongo fácil, sino que presumo en él las dosis de ingenio necesarias para entablar ese diálogo en que consiste la literatura. Es algo que tengo constantemente presente, en cada frase que escribo.
5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia o de las que lo tienen todo planificado desde el principio?
Pertenezco claramente al grupo de los llamados «escritores brújula»: sé dónde quiero llegar –mi norte-, pero la ruta que seguiré la voy descubriendo mientras escribo. Aunque pienso que siempre hay una suerte de planificación que opera a nivel inconsciente. Me ocurre con frecuencia, por ejemplo, el introducir elementos, situaciones o personajes en la narración sin saber muy bien por qué lo hago, y solo más adelante, a medida que avanzo en la escritura, me doy cuenta de la absoluta idoneidad de esos elementos. Es como si mi subconsciente hubiera ido un paso por delante y supiera muy bien qué función estaban llamados a cumplir esos elementos en el conjunto de la narración.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Me gusta descubrir novedades y autores poco conocidos o poco promocionados, en los que a menudo encuentro más calidad que en los escritores «de renombre». Sin embargo, existen una serie de autores y obras de referencia a los que vuelvo una y otra vez, porque siempre aprendo algo nuevo con las relecturas. Mencionaría por ejemplo a Nabokov, no solo sus novelas, sino también sus cuentos; mencionaría también los Nueve cuentos, de Salinger. Por otra parte, el año pasado recibí el encargo por parte de una editorial de Mongolia de preparar una antología de narrativa corta española. Para realizar la selección de los textos, me reencontré con autores y cuentos a los que no había leído en años o décadas; debo decir que el reencuentro fue grato y aleccionador. Volver por ejemplo a Clarín o a Pío Baroja, y releer los que en su día fueron lecturas obligatorias en el colegio con el bagaje que hoy me acompaña constituyó una experiencia reveladora. Lo mismo que releer a la gran Rosa Chacel —injustamentente relegada— o a Francisco Ayala, cuyo deslumbrante cuento «El Hechizado» creo que fue calificado por Borges como el mejor cuento jamás escrito. O a Miguel Delibes, Ignacio Aldecoa, Medardo Fraile…
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto?
Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Este último año he publicado dos libros: una novela juvenil con la editorial Edelvives, Y serán felices, y el volumen de cuentos La mala entraña (Baile del Sol), que me ha proporcionado la inmensa alegría de ser distinguido con el Premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en España.
En la actualidad, y desde hace más de un año, estoy volcada en la escritura de un libro sobre Mongolia, fruto de los tres años que he vivido en ese país. Se trata de un libro de género incierto: lo que empezó como una novela, poco a poco ha ido deslizándose hacia un híbrido en el que se entremezclan la literatura de viajes, los relatos puntuales, la crónica y la novela propiamente dicha.
Elena Alonso Frayle (Bilbao, 1965) es Licenciada en Derecho y graduada en Administración de Empresas por la Universidad de Deusto, y ha cursado estudios de posgrado en Derecho Comunitario por la Universidad de Nancy.
Su labor como escritora ha sido reconocida con innumerables premios, tanto de cuento («Ignacio Aldecoa», «Gabriel Aresti», «Fernández Lema», «La Felguera», «Miguel de Unamuno», etc.) como de novela. Sus libros de relatos Llegados a este punto (2011) y La hora de los vencejos (2017) han obtenido en México el premio “Sor Juana Inés de la Cruz”; el libro La mala entraña ha obtenido el Premio Setenil (2019) al mejor libro de cuentos publicado en España.
Ha publicado, además, las novelas El legado de la misión Iwakura (2010), galardonada con el Premio “Gabriel Sijé”, El silencio de los siglos (2013), que obtuvo en México el Premio Internacional de Narrativa Editorial Siglo XXI, y las novelas juveniles La edad de la anestesia (2014), XIV Premio Alandar, Y serán felices (2019) y Los niños cantores (2015), XXVI Premio Ala Delta.