'Me llamo Aram' es el segundo libro de William Saroyan que leo. Cuando me lo recomendaron por primera vez, me dijeron que si me gustaba John Fante (como efectivamente me gusta) Saroyan también me gustaría. Y ha resultado cierto. No es tanto que los dos escritores escriban sobre lo mismo sino que escriben de una forma parecida, con un estilo directo y eficaz, tienen un sentido del humor parecido, tierno pero a la vez irónico, y los dos hacen muestra de una pasión por la vida que se contagia al lector. 'Me llamo Aram' está formado por catorce relatos que son como viñetas de la infancia y primera adolescencia del propio Saroyan, así que el hecho de tener un personaje que unifica todas las historias le dan a este libro la unidad y la regularidad que eché un poco de menos en el anterior libro de Saroyan que leí, 'El joven audaz sobre el trapecio volante'.
Los cuentos de 'Me llamo Aram' son como pequeñas viñetas en forma de comedia que están llenas de vida. Aram es un niño de familia armenia que vive en Fresno, un lugar de mala muerte en el valle de San Francisco. Aram es como cualquier otro niño: no le gusta ir a la escuela, le encanta hacer pequeñas trastadas, quiere mostrarse más valiente de lo que realmente es delante de sus amigos, espera todo el año que llegue el circo a la ciudad y sueña con unirse a él cuando sea un poco más mayor, y por su aire distraído y su capacidad de soñar la maestra de escuela lo considera "uno de nuestros futuros poetas". Y también hay grandes secundarios. El narrador parece que tiene debilidad para describir a los excéntricos de la familia, los que son considerados medio locos, pero en el fondo nos damos cuenta que probablemente sean los más lúcidos. Aunque de todos los secundarios el que siempre roba todas las escenas es el abuelo Garoghlanian, que tras su fachada de cínico abuelo cascarrabias esconde un viejecito sensible y tierno. Es un libro adorable, pero ni mucho menos cursi o empalagoso.
'Me llamo Aram' es un libro tierno y divertido, pero no creáis que es sólo esto. Hay cuentos realmente preciosos, como 'Los Granados', sobre los intentos del tío soñador y excéntrico y de Aram de construir un jardin en medio del desierto. O también 'Los tres nadadores y el tendero de Yale' que en el fondo nos acaba contando que los más locos en esta vida son los más cuerdos, porque sólo los locos se lo pasan bien en esta vida. Y luego todo termina con dos cuentos no menos maravillosos, como 'Sabios consejos para el viajero norteamericano' y 'Un consejo para los descreídos' que nos dicen que, a pesar de las dificultades y la soledad, tenemos que encontrar formas de disfrutar de todas las cosas buenas que hay en la vida. Es un libro optimista, precioso, reconfortante. Una delicia.
Los cuentos de 'Me llamo Aram' son como pequeñas viñetas en forma de comedia que están llenas de vida. Aram es un niño de familia armenia que vive en Fresno, un lugar de mala muerte en el valle de San Francisco. Aram es como cualquier otro niño: no le gusta ir a la escuela, le encanta hacer pequeñas trastadas, quiere mostrarse más valiente de lo que realmente es delante de sus amigos, espera todo el año que llegue el circo a la ciudad y sueña con unirse a él cuando sea un poco más mayor, y por su aire distraído y su capacidad de soñar la maestra de escuela lo considera "uno de nuestros futuros poetas". Y también hay grandes secundarios. El narrador parece que tiene debilidad para describir a los excéntricos de la familia, los que son considerados medio locos, pero en el fondo nos damos cuenta que probablemente sean los más lúcidos. Aunque de todos los secundarios el que siempre roba todas las escenas es el abuelo Garoghlanian, que tras su fachada de cínico abuelo cascarrabias esconde un viejecito sensible y tierno. Es un libro adorable, pero ni mucho menos cursi o empalagoso.
'Me llamo Aram' es un libro tierno y divertido, pero no creáis que es sólo esto. Hay cuentos realmente preciosos, como 'Los Granados', sobre los intentos del tío soñador y excéntrico y de Aram de construir un jardin en medio del desierto. O también 'Los tres nadadores y el tendero de Yale' que en el fondo nos acaba contando que los más locos en esta vida son los más cuerdos, porque sólo los locos se lo pasan bien en esta vida. Y luego todo termina con dos cuentos no menos maravillosos, como 'Sabios consejos para el viajero norteamericano' y 'Un consejo para los descreídos' que nos dicen que, a pesar de las dificultades y la soledad, tenemos que encontrar formas de disfrutar de todas las cosas buenas que hay en la vida. Es un libro optimista, precioso, reconfortante. Una delicia.