Mostrando entradas con la etiqueta teatro. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta teatro. Mostrar todas las entradas

martes, 20 de septiembre de 2011

'Teatro completo' de Alexander Pushkin



El ‘Eugene Onegin’ de Alexander Pushkin es probablemente mi libro favorito. Lo leí hace bastantes años. Desde entonces lo he vuelto a releer en un par de ocasiones. Pero no ha sido hasta este año que me he animado a leer algo más de Pushkin. Primero fueron unos pocos cuentos, que me gustaron pero no me entusiasmaron, y ahora me he atrevido con el teatro, que me ha gustado más que los cuentos pero aún queda muy lejos del ‘Eugene Onegin’.

Del teatro de Pushkin lo mejor es el ‘Boris Godunov’, que pretende ser una adaptación a la literatura rusa de las tragedias históricas de William Shakespeare. Aunque no queda a la altura del mejor Shakespeare, sí que está muy por encima del peor Shakespeare (sí, yo estoy dispuesta a argumentar cualquier día que Shakespeare no es infalible y que escribió obras verdaderamente mediocres). Ambientada a finales del siglo XVI, narra el ascenso y caída de Boris Godunov, un tipo listo y sin escrúpulos, que supo estar en el lugar y el momento adecuados y llegó a ser zar, pero que no tuvo un muy buen fin. Las escenas se suceden con un ritmo y una eficacia impecables. Hay fragmentos bellamente escritos, como cuando el zar o el impostor que pretende ser zar, en un arrebato de spleen, sueltan monólogos llenos de quejas y lamentos, en los que se ve la influencia romántica que siempre hay en Pushkin.

El problema del ‘Boris Godunov’ es que para querer ser una tragedia no es especialmente trágica: Godunov muere enfermo en la cama y en toda la obra no hay un verdadero héroe que nos despierte empatía. Es como si Pushkin pareciera más preocupado en ser fiel a la historia que en crear grandes personajes que puedan pasar a la historia de la literatura. Aún así, la estructura de la obra es perfecta, está bellamente escrita y de fondo tiene un tema que siempre será válido: un impostor derroca otro impostor, pero no importa porque el pueblo sigue siendo mandado como siempre ha estado.

Luego están las “escenas dramáticas” o “pequeñas tragedias”, cuatro piezas muy breves que Pushkin escribió en poco más de dos semanas y, si me propusiera ser mala, diría que se nota. Hay (otra) revisión del mito de Don Juan (un mito que nunca me ha interesado especialmente), una sobre un caballero avaro que sería mejor si fuera una simple comedia y no tuviera un final trágico que no casa con el tono cómico del principio, otra algo rara sobre un banquete durante una epidemia de peste, y finalmente la mejor con diferencia: una protagonizada por Mozart y Salieri. Supongo que porque en ésta el protagonista sí que encarna una emoción con la que todos podemos empatizar. Yo creo que todos nos hemos sentido Salieri alguna vez, todos alguna vez hemos visto como nos esforzábamos por conseguir algo pero luego venía otro y, sin ningún esfuerzo, se llevaba todos los premios. Es una pieza breve pero realmente grande.

Y finalmente están las dos obras inacabadas, que apuntan maneras, te enganchan y luego te hacen lamentar que no estén terminadas. Está una obrita aventuresca sobre un burgués que quiere ser caballero, pero luego cuando ve cómo es el mundillo, decide que mejor enfrentarse a los nobles, y luego lo atrapan, y luego se termina. Aún es mejor otra sobre príncipes que seducen hijas de molineros y hadas que viven en el fondo de un río, muy del gusto romántico y realmente preciosa. Y hasta aquí llega el teatro de Pushkin, que yo recomendaría a los que tienen curiosidad por todo lo ruso, los que gustan de la literatura con influencia del romanticismo, y los que aman los escritores capaces de crear belleza con las palabras.

lunes, 4 de abril de 2011

'El teniente de Inishmore' de Martin McDonagh



La acción de ‘El teniente de Inishmore’ de Martin McDonagh empieza cuando Davey encuentra un gato negro con la cabeza destrozada en medio de la calle. Hay gente que cree que cruzarse con un gato negro trae mala suerte, pero está claro que en este caso cruzarse con este gato negro en concreto con el cerebro hecho añicos no va a llevar a nada bueno, porque este gato negro era de Padraic, el hijo de Donny, un psicópata que ni siquiera los del IRA lo quisieron porque estaba demasiado pirado. Donny y Davey están en un apuro muy chungo porque este gato era el único ser en el mundo al que Padraic amaba y cuando se entere que ha piñado querrá hacer picadillo a alguien y lo más probable es que quiera hacer picadillo a Donny y a Davey porque son los principales sospechosos del asesinato.

Conocía a Martin McDonagh, porque era el guionista y director de la película ‘In Bruges’, una comedia muy negra y muy recomendable con un final de regusto casi trágico, pero no tenía ni idea que también escribiera obras de teatro. ‘El teniente de Inishmore’ es una farsa hiperviolenta con un humor muy negro que a veces raya lo grotesco. Es como una mezcla entre la serie ‘Father Ted’ y el cine de Tarantino, aderezada con unas gotas del humor absurdo de los Monty Python. El mensaje de fondo está claro que es que la violencia es un sinsentido que no soluciona nada, pero queda algo diluido porque la obra no es nada más (ni nada menos) que una farsa y, como toda farsa, solo pretende hacer reír a través de la caricatura y el trazo grueso. Pero no es fácil hacer una farsa bien hecha, una que sea divertida de verdad sin caer en lo chusco ni lo fácil y barato.

‘El teniente de Inishmore’ tiene un ritmo trepidante, unos cuantos giros sorprendentes, unos diálogos frescos e ingeniosos, y un montón de momentos divertidísimos. Donny y Davey son un dúo cómico impagable. Son como dos clowns, pero aquí no hay un payaso listo y uno tonto, los dos son realmente tontos por más que quieran hacerse el listo. Me recuerdan un poco a Vladimir y Estragón de ‘Esperando a Godot’ pero en mucho más estúpidos. Bueno, de hecho todos los personajes destacan por las pocas luces que tienen, como consecuencia las situaciones son imprevisibles pero una ya prevé que las cosas se enmarañarán de mala manera y que no pueden acabar bien. Es una obra delirante pero que mantiene un extraño equilibro y que no deja de ser “una pieza bien hecha”.

lunes, 16 de agosto de 2010

Mini-reseñas veraniegas

“Adiós a Berlín” de Christopher Isherwood: Ambientado en el Berlín de los años 30, antes del ascenso del nazismo, relata las experiencias de un narrador, llamado también Christopher Isherwood, que vive como huésped en un piso compartido y se dedica a dar clases particulares de inglés. Aunque, en realidad, el narrador actúa como un simple observador y más que su vida nos cuenta la de una serie de personajes que también malviven como pueden en la ciudad, entre ellos una chica que sueña con ser una mantenida pero también un chico que sueña con ser un mantenido. Hay excursiones a garitos de dudosa reputación y peleas y discusiones entre huéspedes y entre familiares. Es un libro lleno de vida, fresco y encantador. Al principio, la situación política es prácticamente ignorada, pero a medida que la novela avanza va creciendo su presencia, hasta que el último capítulo se centra exclusivamente en la situación al borde de la ruina económica y la guerra civil, con los nazis y los comunistas enfrentados, y el miedo que convierte el ambiente en irrespirable.




“84, Charing Cross Road” de Helene Hanff: Hacía mucho tiempo que había oído hablar de este libro, pero no me atrevía a leerlo por miedo a que me pareciera cursi. Ahora que lo he leído me doy cuenta que quizás sea cursi, pero que esto no importa lo más mínimo cuando se trata de un libro tan adorable y delicioso. Se trata de una novela autobiográfica y epistolar, centrada en la relación, a lo largo de muchos años y exclusivamente por correspondencia, entre una norteamericana autodidacta que malvive escribiendo y un empleado de una librería inglesa de segunda mano a la que ella hace pedidos de libros que en su país no puede encontrar o que son demasiado caros. Ella es terriblemente norteamericana, bromista y vitalista, mientras que él es terriblemente británico, formal y sensato. Es un libro, de una sencillez y una modestia encantadoras, sobre cosas como el amor por los libros, la amistad, la generosidad entre extraños, y me hizo entrar unas ganas locas de pedir y comprar libros a diestro y siniestro.




“El protector” de Henry James: Después de terminar “La línea de la belleza” me entraron ganas de leer algo más de Henry James. Me decidí por “El protector” porque va de un hombre que adopta una niña para hacerla su esposa cuando se haya hecho mayor. Es la primera novela de James, aunque el estilo marca de la casa (elegante, detallista) ya está allí, pero la trama es algo previsible y demasiado convencional. Sin embargo, aunque a veces el estilo pueda ser empalagoso, lo cierto es que la mayor parte del tiempo es una delicia la minuciosidad con la que James se adentra en la psicología de sus personajes.






“Juego de azar” de Sławomir Mrożek: Se trata de una colección de cuentos que de media ocupan sólo dos páginas. Y sí, son ingeniosos y originales, pero no he encontrado ninguno brillante. Es un tipo de sentido del humor que al cabo del rato ya me cansa. Es como el tipo ese que sabe un montón de chistes y se pone a contarlos uno detrás de otro y cuando te tienes que reír se para y te mira para ver si te has reído y no deja de mirarte hasta que te ríes. Probablemente uno de cuando en cuando se me haría perfectamente digerible, pero uno detrás de otro causan indigestión. Lo acabo de terminar y, sin embargo, ahora no podría recordar ni uno; igual que me pasa con los chistes.





“Un tranvía llamado Deseo” de Tennessee Williams: El estilo de Tennessee Williams es melodramático e histriónico hasta límites cargantes. Supongo que cuando puedo identificarme mínimamente con los personajes (como en “El zoo de cristal”) lo puedo tolerar, pero cuando todos me parecen inaguantables ni modo de que me guste. Y es que “Un tranvía llamado Deseo” está protagonizado nada más ni nada menos que por una histérica presumida y autocompasiva, una pánfila adicta a una relación abusiva, y un bruto engreído y maleducado con potencial para convertirse en un violador. Y todo esto sazonado con un simbolismo chusco y patillero y una psicología freudiana de pacotilla. En un contexto normal probablemente sentiría pena por el primer personaje, porque realmente es el que se lleva la peor parte, pero el estilo de Williams es tan ridículamente lacrimógeno que se me hace todo totalmente inverosímil. Bueno, supongo que ha estado bien para leer en su contexto original la famosa cita aquella de que “siempre he dependido de la amabilidad de los extraños”.



lunes, 9 de agosto de 2010

'La visita de la vieja dama' de Friedrich Dürrenmatt



“La visita de la vieja dama” de Friedrich Dürrenmatt (escritor suizo en lengua alemana) tiene un primer acto que es el de una farsa. La acción se ambienta en Güllen, una pequeña ciudad de provincias que en el pasado había sido próspera pero que ahora está totalmente arruinada y ni siquiera los trenes se detienen en su estación. Sin embargo, puede que las cosas cambien, porque una antigua habitante del pueblo, convertida ahora en prácticamente la mujer más rica del mundo, ha anunciado su visita y todo el pueblo tiene la esperanza de que esta vieja dama del título les podrá sacar de la miseria con sus millones.


El tono de sátira y parodia no es tan distinto del de “El inspector” de Nikolái Gogol, pero con toques de Samuel Beckett, ya que la dama llega arrastrando un ataúd (por si pudiera necesitarlo más adelante) y va acompañada por dos brutos que comen chicle de forma compulsiva y no dicen nada, y dos eunucos ciegos que dicen sus frases al unísono y actúan como si fueran un único personaje. La vieja dama también tiene una larga colección de maridos (hasta nueve) que son todos idénticos y todos igual de prescindibles. Y también hay cuatro vecinos que actúan como una especie de coro moderno.

Sin embargo, al final del primer acto (que ha sido el planteamiento) hay una revelación inesperada, un giro sorpresa que lo cambia todo, y la obra se convierte en una tragedia, porque definitivamente habrá final trágico y parece que nada puede cambiarlo, pero esto no significa que se pierdan los toques de farsa. Así que probablemente sería mejor hablar de tragicomedia. La vieja dama promete que dará sus millones pero pide algo a cambio. Ella dice que quiere comprar justicia, pero en realidad lo que quiere comprar son las almas de todos los habitantes del pueblo. Estos se niegan rotundamente, incluso se escandalizan ante la propuesta, pero ella dice que esperará, porque está convencida que tarde o temprano aceptarán su oferta. El segundo acto, el planteamiento, está destinado a contarnos como los habitantes del pueblo pasan de un no rotundo a un sí imperativo. Luego, llega el tercer acto, el desenlace, ya sabemos qué va a pasar, pero aún así no resulta menos cruel cuando pasa.

La vieja dama del título es una especie de Medea, como dice el maestro del pueblo, porque ejecuta una venganza perversa, pero lo hace de una forma totalmente desapasionada. Es un personaje fascinante, que se mueve en un plano diferente al resto y que fríamente para una trampa de la que su presa no puede escapar. Pero la venganza no es el único tema, ni mucho menos. Es una obra que trata de cuestiones morales, pero sin moralizar, sin dar respuesta. Es cierto que habla de cómo el dinero lo puede comprar todo, pero aún así habla de mucho más. Es verdad que habla de culpa, de una forma que me recuerda un poco a Franz Kafka, pero en realidad habla de mucho más. Es una obra rica y compleja, con una estructura impecable que nos lleva a un clímax implacable.


domingo, 6 de junio de 2010

'Locos de amor' de Sam Shepard



El escenario es un destartalado y decadente motel de carretera situado en medio de ninguna parte en el oeste más profundo, un oeste plagado de perdedores y anacronismos como cowboys rudos que participan en rodeos intentando que ni se les caiga el sombrero. Los protagonistas son dos animales heridos y orgullosos, un hombre y una mujer. Orgullosos porque prácticamente el orgullo es lo único que les queda, con lo cual sólo dejarán ver sus heridas si esto sirve como arma arrojadiza contra el otro. Parece que algún día se quisieron, pero ahora hay entre ellos demasiados reproches como para que puedan volver a quererse. Les queda el odio y se aferran a él para sentirse menos solos.


Esta obra de Sam Shepard me recuerda a Harold Pinter con un toque de Tennessee Williams y Samuel Beckett, pero con un estilo totalmente personal; una obra primaria y visceral que habla de amor, odio y sexo, y también soledad. Escrita con un ritmo impecable, un ritmo al que bailan los dos protagonistas, porque más que actuar lo que hacen es acercarse y alejarse como si estuvieran ejecutando una coreografía hipnótica. No hay ningún giro innecesario en la trama, pero la revelación final atorga a toda la obra un sentido más profundo aún si cabe y claramente trágico, que parece que nos quiere decir que los humanos estamos condenados a ser víctimas de la pasión y que somos un animal que siempre tropieza con la misma piedra. Totalmente recomendable.


domingo, 18 de abril de 2010

'Salomé' de Oscar Wilde


Con ‘Salomé’ he encontrado otra obra de Oscar Wilde que me gusta genuinamente. Ya no es sólo en el ‘De profundis’ que veo verdadera pasión. Quizás sea porque Wilde las escribió sin la presión de tener que ser arrebatadoramente ingenioso y sin la necesidad de gustar y adular a cierto tipo de público. La historia la conocemos todos, pero lo importante es la forma en que es contada, como Wilde lleva a su terreno una anécdota bíblica, la intensidad dramática que le otorga. Es una tragedia con todas las letras, con toda la grandilocuencia de los clásicos, con unos personajes intensos con cuyos deseos extremos es muy fácil empatizar, porque ¿quién no ha sufrido de amor (o lujuria) no correspondida?

Está escrita con un lenguaje magnífico, con unas metáforas e imágenes que se repiten de forma obsesiva y que prácticamente producen un efecto hipnótico en el lector. El estilo impresionista y el tono decadentista ejercen una fascinación de la que uno no puede escapar. Y encima no dejan de haber algunos toques de humor (las discusiones teológicas de los judíos, el tono poético de Herodes confrontado con el tono prosaico de su mujer que le quiere hacer bajar de las nubes). Como en las mejores tragedias. Pero antes que nada, por supuesto, es una obra de pasiones, llena de sensualidad y sexualidad. Es de una intensidad magnífica.


miércoles, 7 de abril de 2010

'La casa de los corazones rotos' de George Bernard Shaw



Aviso que en cuestión de teatro soy más de dramas o tragedias que de comedias (no me pasa lo mismo con las películas o las series de televisión). Y aviso que cuando empiezo una reseña con “aviso” es que el libro en cuestión no me ha acabado de gustar. Al principio, ‘La casa de los corazones rotos’ empieza como una farsa. Y es muy divertida. Y genial. Una serie de personajes insatisfechos, aquejados de spleen en mayor o menor grado, se encuentran en una casa de campo que pertenece a una familia en bancarrota. Es como Chéjov pero en tono de farsa. ¿Y he dicho que es muy divertida? Porque lo es. Los diálogos son rápidos y brillantes, y el humor absurdo e incisivo. Es efervescente, ingenioso, intenso; hasta que ya no lo es. Y es que una vez se han puesto todas las cartas sobre la mesa, una vez todos los personajes han confesado sus verdaderos motivos y sus auténticas frustraciones, la obra se deshincha, pierde interés.

Y encima, luego, Bernard Shaw se empeña en ponerse serio. Los personajes que antes habían sido solamente títeres en un sainete ahora se les pretende dar profundidad y la cosa no funciona. Se vuelven melodramáticos y ridículos. Vale, sí, la vida no tiene sentido y es un asco y esas cosas, pero ¿cómo voy a sentir empatía por ellos si se han pasado media función haciendo el payaso? Imposible. Imposible simpatizar con unas caricaturas. Pero el problema no se termina ahí, el problema es que encima Bernard Shaw intenta convertir la casa de campo de su obra en una metáfora de la Inglaterra de la Primera Guerra Mundial, una Inglaterra a la deriva sin personas que puedan tomar las riendas. Y ciertamente se trata de una metáfora muy indigesta.

domingo, 28 de marzo de 2010

'El abanico de Lady Windermere' de Oscar Wilde


Ya aviso que ésta probablemente será otra entrega de mi larga serie de “opiniones impopulares”. No soy fan del teatro de Oscar Wilde. El mayor problema creo que está en que Oscar Wilde es uno de los autores más citados de la historia. Has oído tantas veces citas suyas fuera de contexto que cuando las ves inseridas en su contexto original te suenan forzadas, falsas, metidas con calzador, “la gente nunca ha hablado así, soltando aforismos” dices. Otro problema que me cuesta digerir es que sus altas comedias aristocráticas son terriblemente conservadoras. Los diálogos frívolos tienen apariencia de ser muy rompedores y muy críticos con la sociedad que retratan, pero el fondo es totalmente conservador: los matrimonios no se rompen porque el amor auténtico existe, los nobles en el fondo son buenos y honestos, y todo se aclara finalmente de una forma perfectamente civilizada y feliz. Y que sean unas obras tan conservadoras significa también que son unas obras terriblemente predecibles. Y creo que es en ‘El abanico de Lady Windermere’ donde estos defectos (a mi modo de ver) son más flagrantes.

No sé si vale mucho la pena contar el argumento: una joven huerfanita, bella, pura y honesta sospecha que su marido le es infiel con una mujer mayor a la que visita regularmente. También hay un soltero de oro que va de cínico por la vida pero que luego resulta que es un idealista y que está enamorado de esta joven huerfanita. A partir de ahí los enredos se suceden de forma previsible, puntuados con diálogos ingeniosos y en ocasiones brillantes. Ciertamente está bien escrita, con una estructura clásica que funciona, pero a la vez es tan poco original. Es la más melodramática de las obras de Wilde. Exageradamente melodramática. Realmente hay muy poca comedia. Todos los personajes me han parecido realmente sosos (son demasiado buenos y/o tópicos para ser interesantes). El único que se salva es Lord Darlington. Lord Darlington y los diálogos ácidos burlándose de las costumbres de la alta sociedad, por más que sea una burla inofensiva.


lunes, 28 de diciembre de 2009

'Los posesos' de Albert Camus


'Los demonios' (a veces también traducida como 'Los endemoniados' o 'Los poseídos' o 'Los posesos') es probablemente mi novela favorita de Dostoievsky (a veces también escrito Dostoyevski o Dostoievski, o Dosto para los amigos). Parece que también era la favorita de Albert Camus, tanto que se propuso el reto de adaptarla para el teatro, algo que prácticamente era un suicidio, dada la extensión de la novela, la gran cantidad de personajes y tramas (tramas que al principio están alejadas pero se van cruzando hasta desembocar todas en un final redondo), y el peso de la reflexión filosófica que hay en el original. ¿Y cuál es el resultado? Pues para mí, un aprobado, pero nada más. Era muy difícil y Camus hizo un buen resumen, sin dejarse nada importante y captando el espíritu del original, pero sin la fuerza, el humor y la esquizofrenia del original. Supongo que es una obra sólo recomendable para completistas de Camus o de Dostoyevski.

Lo dicho, es un buen resumen, pero muchas veces lo que hace grande un libro son los pequeños detalles y yo he echado de menos muchos de estos. La verdad es que da la sensación que es una obra apresurada y metida con calzador dentro de los límites de los tres actos. Mejor leer el original de Dosto, pero si leéis la obra de Camus seguro que os entrarán ganas de leer el original de Dosto. La principal diferencia a mi modo de ver es que Camus está más interesado en la parte filosófica y nos presenta unos personajes angustiados que buscan sin éxito un sentido a su existencia, mientras que se olvida por completo de la reflexión política que hay en Dostoievsky, que es lo que a mí me fascina de verdad de la novela, que en el fondo se puede leer también como una sutil sátira política avanzada a su tiempo y totalmente válida hoy en día. El eslógan es el siguiente: Dostoievsky escribió la mejor sátira (anti)soviética, muchos años antes de que existiera la Unión Soviética. Y Camus pasa olímpicamente de esta lectura. Cada cual a lo que le interesa, supongo.

¿Y de qué va todo esto? Stavroguin es el típico héroe ruso carismático, del que todas las mujeres se enamoran y al que todos los hombres admiran, algunos con el servilismo de un lameculos y otros con la envidia llena de rabia de un amargado. Pero este pobre héroe, como siempre, está triste y ¿por qué esta triste nuestro pobre héroe? Pues porque no cree en nada pero le gustaría creer. Ay, pobrecito. Sin embargo, Stavroguin es un personaje que se deja arrastrar, el auténtico catalizador de la historia es Piotr Verhovensky, manipulador maquiavélico que se aprovecha del carisma de Stavroguin y la estupidez de unos cuantos revolucionarios para conseguir lo que quiere, que no es otra cosa que poder. Un personaje, para mí, mucho más fascinante que Stavroguin.

En Dostoievsky siempre me pasa lo mismo, me cuesta ver qué hay de tan extraodinario en estos héroes rusos quejicas que caen en gracia a todo el mundo y siempre me acabo interesando más por los secundarios. En este caso, Verhovensky, del que en la obra de Camus vemos poco, pero es que también eché de menos a otros personajes secundarios como la servicial y abnegada Dasha, la rebelde y orgullosa Liza, y sobretodo el pringado de Stepan Trofimovitz y Varvara Petrovna, y la relación que hay entre ellos, porque no están casados pero son como un matrimonio de muchos años, que la mayoría del rato no se soportan pero no podrían vivir el uno sin el otro. Pues eso, una versión correcta, pero a la que he echado en falta muchas cosas.


martes, 1 de diciembre de 2009

Teaser Tuesday: 'Los posesos'


LIPUTIN:
¿Cómo que no es cierto? Me lo ha dicho Virginski en persona. Ha convertido a su mujer a nuestras ideas. Le ha demostrado que el hombre es una criatura libre, o que debe serlo. Así que su mujer se ha liberado y, después, ha notificado a Virginski que lo destituía del puesto de marido y, en su lugar, se quedaba con el capitán Lebiadkin. ¿Y sabe lo que dijo Virginski cuando su mujer le anunció la noticia? Pues le dijo: "Querida mía, hasta ahora sólo te amaba; ahora te respeto".

'Los posesos' de Albert Camus (p. 22)


miércoles, 28 de octubre de 2009

'Leonce y Lena. Woyzeck' de Georg Büchner


Georg Büchner nació el 1813, empezó estudiando lenguas modernas en el instituto, pero acabó estudiando la carrera de medicina como su padre, se metió en política, fue acusado de traición por un pamfleto revolucionario que publicó, pero tuvo suerte y pudo salir por piernas de Alemania, mientras que su compañero fue arrestado, torturado y murió en prisión. Se instaló en Estrasburgo, empezó a escribir, acabó medicina, consiguió una plaza como profesor de anatomía en la universidad de Zurich, y murió a los 23 años. Se ve que en Alemania se suele decir que si no hubiera muerto tan joven hubiera llegado a ser tan grande como Goethe, a pesar de que nos ha dejado poquísimas obras, entre las que hay 'Leonce y Lena', una comedia breve, y 'Woyzeck', un drama inacabado.

A pesar de haber muerto muy joven, soy de la opinión que Georg Büchner ya es muy grande. Es nihilista y existencialista. Ingenioso y divertido. Y su agilidad verbal me recuerda a Shakespeare y a Beckett. Sus obras parecen haber escritas ayer. En el prólogo de mi edición en catalán se cuenta que en los años 60 se representó el 'Woyzeck' de forma semi-clandestina y que prácticamente todos los espectadores que no sabían nada del autor dedujeron que se trataba de un escritor vivo. Büchner es un dramaturgo realista y filosófico, en el sentido que sus obras transmiten una determinada visión de la existencia humana. Y para quedarse aún más pasmado de lo moderno que es Büchner sólo hace falta recordar que, mientras él escribia estas obras, Schiller estaba escribiendo sus dramas románticos. Y es que las dos cosas están a años luz.

'Leonce y Lena' tiene la apariencia de una comedia ligera sobre un príncipe y una princesa, pero a mí me ha parecido una obra de lo más pesimista, mucho más oscura y grave que 'Woyzeck' que es un drama (casi trágico) con sangre, muerte y asesinatos. Leonce es un príncipe melancólico y ocioso, apático y consciente de su apatía, que se lamenta de la futilidad de la existencia y que se pasa los días haciendo ingeniosos juegos de palabras quejándose del aburrimiento que campa en este mundo. Lena es una princesita también aquejada de un síndrome de spleen muy parecido al del principito. Tal para cuál. Están comprometidos pero ninguno de ellos quiere casarse con alguien que no conoce, así que huyen, pero se encuentran y colorín colorado... Leonce y Lena son dos autómatas que van por la vida haciendo lo que se espera de ellos, que al final se casen el uno con el otro no es el triunfo del amor sino de la inercia. Se casan, pero uno sabe que tan infelices y apáticos serán casados como antes de casarse. No hay nada que pueda salvarlos del tedio, y menos que nada el amor.

Se dice de 'Woyzeck' que es el primer drama con personajes de clase trabajadora. Basado en un caso real, Franz Woyzeck es un soldado raso del ejército alemán que ha tenido un hijo ilégitimo con una mujer. Para sustentar a su familia se dedica también a hacer de conejillo de indias de los experimentos de un médico. Se dice que Woyzeck es una tragedia sobre el clásico tema de los celos o una tragedia sobre el proletariado. Y sí, pero aún es más, porque esta obra, a pesar de ser un borrador inacabado, es tan compleja que tiene incontables lecturas. No creo que sean los experimentos del doctor ni la pobreza ni los celos lo que hacen que Woyzeck empiece a tener visiones y a oir voces, se vuelva loco y cometa un asesinato. No digo que no sean importantes, pero creo que en último término lo que hace enloquecer a este Hamlet de clase baja es el sinsentido de la vida, tal como le pasa al Hamlet original. Los personajes de clase alta critican a Woyzeck porque lo consideran moralmente inferior, pero es todo lo contrario: Woyzeck ve la mezquindad y el vacío de la existencia, pero a diferencia de Leonce y Lena se rebela contra elo, es por esto que digo que 'Woyzeck' no es tan pesimista, porque hay quien aún es un idealista, aunque sea un asesino, pero quizás no había otra salida: porque los idealistas en un mundo tan mezquino e injusto tienen que acabar perdiendo la cordura inevitablemente.

lunes, 22 de junio de 2009

'Fedra' de Jean Racine


Pocas obras deben existir como la 'Fedra' de Racine que sean una defensa tan radical de la virtud (afortunadamente), pero también pocas obras deben existir como la 'Fedra' de Racine que hablen con tanta intensidad del dolor por un amor que se sabe que nunca será correspondido (desgraciadamente). Fedra está enamorada de Hipólito, el hijo de su marido, que encima resulta que no es nada más que un bravucón misógino y arrogante. Ella agoniza literalmente de amor (como pasa en toda tragedia que se precie), pero, avergonzada, no se atreve a confesar quién es la causa de su lenta agonía. Al final, presionada por su nodriza, se lo confiesa. Fedra se llama a sí misma "un monstruo incestuoso", porque en el mundo de Racine la idea de cometer un crimen es tan grave como el hecho cometer un crimen en sí mismo. Siguiendo esta misma tónica, ella nunca se hubiera atrevido a confesar su amor a Hipólito, pero como parece que Teseo (el soso de su marido) ha muerto, una vez más, convencida por su nodriza, se lo confiesa.

Hasta aquí bien: Fedra es un personaje consumido y debilitado a partes iguales por el amor y la culpabilidad; en este contexto se entiende que ella no se atreva a hacer nada hasta que no es empujada por un personaje externo. Lo que me mosqueó es que en el mundo de Racine los personajes de alta cuna sean tan nobles que no sean capaces de una calumnia y que por tanto no sea Fedra quién calumnie a Hipólito después de su rechazo, sino su nodriza (que es una criada y que por tanto, en el mundo de Racine, sí que es lógico que sea capaz de calumniar a quién se le ponga por delante sin remordimientos; una vez más la calumnia se refiere sólo al hecho de tener deseos incestuosos, no a una violación como era hasta entonces la tradición, Diós nos libre). Es por esto que la Fedra de Racine nunca será una de mis heroínas favoritas. Aún así es una heroína bastante guay, tiene unos grandes discursos, que te encogen el corazón, y una salida de escena épica (aunque una vez más me mosqueó que las últimas palabras de la obra no fueran las suyas; Racine, en serio, tío, ¿darle las últimas palabras a Teseo que es un muermo de personaje? ¿cómo habíamos quedado que se titulaba la obra?)

Así, el mayor pero que le encuentro a la obra es el personaje de la nodriza, maniqueista a más no poder, un mero instrumento a las manos del autor para hacer su heroína más noble y recatada. Y el mayor acierto, para mí, es que es una obra en que poco ocurre, que la acción se ve empujada por las palabras de los personajes, por la revelación de sus sentimientos (¡ésta es mi definición del teatro, señores, apuntárosla!) Personalmente también me gusta que haya un montón de muertes pero ningún asesinato. Me gusta (en esta ocasión) el uso recurso del deus ex machina: Poseidón envía un monstruo del mar que acojona los caballos que tiraban el carro de Hipólito y éste es arrastrado hasta que queda hecho una piltrafa. Toma ya, esto sí que es una muerte. Toma ya, le está bien empleado al chuleras de Hipólito.

Pero, aunque Hipólito, me caiga mal, es un buen personaje. Uno de los aciertos de Racine fue hacerlo enamorado, una novedad en la tradición, y se tiene que tener en cuenta que en el mundo de Racine, estar enamorado es una flaqueza de carácter, pero en el caso de Hipólito es aún más grave, porque Hipólito es hijo de una amazona y siempre ha mirado con desprecio y aires de superioridad a los que se enamoran, pobres diablos, hasta que él se enamora y se enamora nada más ni nada menos que de la hija de los enemigos de su padre, lo cual hace de Hipólito un auténtico hipócrita, porque es víctima de un amor que debería ser tan condenable como el que siente Fedra por él. Racine ignora este aspecto (como ignora también que los errores que Teseo ha cometido fuera de cámara sean también de la misma calaña), pero nosotros lectores del siglo XXI no podemos hacerlo. Evidentemente, las lecturas implícitas que contiene este olvido me encantan (ya sabéis, a los hombres se les perdonan errores que las mujeres no se pueden permitir cometer y tal).

martes, 26 de mayo de 2009

'Las Troyanas' de Eurípides



'Las Troyanas' de Eurípides empieza cuando ya todo ha acabado, cuando la guerra de Troya se ha perdido y las mujeres de Troya esperan que se las repartan los griegos para servirles como esclavas. Me encanta que sean las mujeres las que hablen sobre el sufrimiento que repercute en ellas (y sobre todo un pueblo) por culpa de la guerra de los hombres. Me encanta que las protagonistas sean mujeres fuertes, que se quieren vengar o que aceptan su destino con resignación o que (eliminada ya toda esperanza) sólo desean morir.

Eurípides es modernísimo, por atreverse a hacer una obra sin argumento, por su combativo antibelicismo, pero también por la denúncia implícita que hay sobre el papel de las mujeres: se ven envueltas en guerras que no les van ni les vienen y, muertos sus maridos, ya no son nadie y los enemigos se las reparten como una parte más del botín, como meras propiedades.

La obra es un largo lamento. Pero esto tiene contrapartidas; no siempre se puede mantener la intensidad deseada, los personajes no evolucionan, y se hace algo repetitiva. Pero hay momentos auténticamente brillantes y estremecedores, como el loco y autodestructivo deseo de venganza de Casandra y el dolor sordo de Hécuba.


lunes, 13 de abril de 2009

'El inspector' de Nikolái Gógol


'El inspector' puede que sea la obra más divertida que he leído nunca, la comedia más perfecta que me he encontrado nunca, hilarante y seria a la vez, grotesca pero equilibrada, una sátira implacable pero también una reflexión moral de lo más pesimista.

En un pequeño pueblo ruso de provincias, delante del anuncio de la llegada de un inspector general de Moscou con instrucciones secretas, las autoridades locales (el director del hospital, la directora del colegio, el jefe de correos, el juez, el jefe de policia y sobre todo el alcalde) se acojonan de lo lindo porque todos alguna vez u otra han recibido un soborno o han cometido alguna que otra irregularidad en su oficio, nada que no sea algo habitual, pecados de nada, minucias como mandar azotar una viuda.

La obra tiene un timing cómico que es impecable y un humor absurdo de lo más inteligente. Mezcla gags clásicos y físicos con un humor inteligente basado en juegos de palabras y mordacidades incisivas. Es como un episodio del Monty Python's Flying Circus decimonónico. A ver si algún día encuentro el momento para leerme 'Las almas muertas'.

Gógol era un escritor satírico immejorable, el mejor que he conocido, pero se ve que el pobre quería ser un moralista. Se ve que no le gustó ninguna representación de 'El inspector' que tuvo la oportunidad de ver, porque todas la representaban como si fuera una sátira y no un cuento moral. Se ve que quemó dos veces la segunda parte de 'Las almas muertas' porque era muy bueno escribiendo sátira pero cuando quería ser un escritor moralista era malísimo.

Se ve que murió medio loco por no poder aceptar que era un escritor satírico. Una pena porque la sátira cuando está bien hecha, trasciende las situaciones concretas y se acaba convirtiendo en una reflexión sobre la naturaleza humana tan profunda como cualquier otro subgénero con mayor prestigio. Pero Gógol murió medio loco por no poder aceptar lo que era. Pidió que dejaran su cuerpo sin enterrar hasta que empezara a mostrar signos de descomposición porque tenía miedo a ser enterrado vivo. Evidentemente no le hicieron caso y dice la leyenda que cuando durante el centenario de su muerte exumaron su tumba encontraron dentro del ataúd evidentes signos de lucha. No quiero intentar averiguar si esto es cierto o sólo una leyenda, porque quizás sea com Nikolái Vasílievitx y no me guste aceptar la realidad. Eso sí, espero no acabar como él.


Enlaces: una página con algunos de los cuentos de Gógol traducidos al español.

domingo, 22 de marzo de 2009

'Medea' de Eurípides



Medea es una mujer que lo dejó todo por el hombre del que se enamoró. Medea cometió actos de violencia escalofriantes para ayudar al hombre que quería. Pero luego este hombre se lo agradeció dejándola tirada y liándose con una mujer a la que ni si quiera quiere tampoco, pero que tiene la ventaja de ser la hija de un rey. Como abandonó a su padre y su marido la ha abandonado a ella, se ha quedado sola y una mujer sola no existe. Lo único que le queda es vengarse.

Para vengarse Medea se atreve a hacer lo que antes sólo podían hacer los hombres: matar a sus propios hijos. Sí, es un acto de crueldad terrible, pero aún así Medea no es una simple bruja malvada, Eurípides, a pesar de todos los pesares, consigue humanizarla. Sí, Medea es un ser humano, complejo y creíble. Nunca cae en la irracionalidad ni la locura. Sabe que lo que se propone es un acto horrible que le reportará dolor; en algún momento duda, pero en el fondo sabe que lo va a hacer porque el deseo de hacer daño a quién le ha hecho daño a ella es aún más fuerte.

'Medea' es una obra modernísima, por el tema que propone, por la complejidad psicológica de la protagonista, porque son los actos de los personajes lo que los llevan a la tragedia (el destino no tiene ningún papel en esta obra), porque no hay castigo final lleno de moralina para Medea. Y es una obra tan terrible, tan intensa, tan dolorosa, tan perfecta. Una maravilla.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

'Novela de ajedrez' y 'Cuento de invierno'

'Novela de ajedrez' de Stefan Zweig

Tiendo a desconfiar de las obras que gustan a todo el mundo. Siempre me va a atraer más una obra que a unos les apasiona con locura y otros aborrecen con un odio ciego, que no una obra que gusta con locura a todo el mundo. Es un hecho establecido que 'Novela de ajedrez' es una novelita que gusta a todo el mundo. Sin embargo, yo me acerqué con las mejores intenciones, lo juro, pero por más que lo intento, no veo qué tiene de especial esta obra. Está bien, entretenida, bien hecha y con algunos puntos interesantes, pero no le veo nada más. Ciertamente se lee bien. Si no fuera por el final, para mí entraría directamente en la categoría de obras de dos estrellas, las que yo llamo "ni fu ni fa". Pero el giro final me gustó mucho, todo el rollo de que todos tenemos nuestras regiones oscuras a las que en cualquier momento podemos descender. El giro final es realmente memorable. Y es por este giro final que acabo concediendo a la novelita las tres estrellitas, unas tres estrellas que para mí siempre significan un neutro "está bien". Y es que si tuviera que definir esta novelita con un adjetivo, sin duda optaría por "neutra". En ningún momento consigue agarrarme. En todo momento la he leído desde la distancia. Entiendo que la estructura es perfecta y que no sobra ni falta nada, pero yo necesito algo más que una "pieza bien hecha", necesito algo que me llegue. En un barco, que hace el trayecto de Nueva York a Buenos Aires, se enfrentan en una partida de ajedrez un campeón de ajedrez, un ser huraño, arrogante y egoísta, y un hombre que fue capturado por los nazis y que es el prototipo de humanista con inquietudes intelectuales. Por supuesto la partida es una metáfora de muchas otras cosas, en último término de la lucha entre el bien y el mal. Es tanto una reivindicación de la dignidad humana como un lamento pesimista sobre lo fácilmente que se puede romper esta dignidad. Está bien, pero aún así, cuando se termina me pregunto ¿me ha hecho sentir menos sola? En realidad no.

.

'Cuento de invierno' de William Shakespeare

A veces me da la sensación que con Shakespeare soy muy dura. Que una obra que en otros autores consideraría buena, si viene firmada por el tío Bill seguramente la consideraré regular (leed decepcionante), porque una parte de mí quiere que todas las obras de Shakespeare sean tan grandes como sus tragedias más grandes. Sin embargo, hay otra parte de mí que sabe que esto no es posible e intenta apreciar cada obra de Shakespeare por lo que es, por lo que pretende ser, sin ponerla en contraposición con sus otras obras. Aún así, no hay manera que pueda dar al 'Cuento de invierno' un adjetivo más halagador que pasable. 'Cuento de invierno' es una de las últimas obras de Shakespeare, es la obra en la que sale un oso, y no es ni tragedia ni comedia. Yo diría que tiene una primera parte de tragedia y una segunda parte de comedia. Evidentemente a mí me gusta más la primera, donde el rey de Sicilia se convence que su mujer le está poniendo los cuernos, se le va la olla y se convierte en un tirano, sólo para arrepentirse después. Hay una hija que se pierde y se da por muerta pero consigue una identidad falsa y no es nada difícil adivinar cómo va a terminar todo desde el principio. En la segunda parte se arregla todo el barullo y todos acabas felices y comiendo perdices. Hay unas cuantas cosas buenas. Me gusta el aire fatídico de la primera parte, como el rey está tan ofuscado por los celos que él mismo se ha creado que no atiende a razones. Me gusta que en la primera parte sean sólo las mujeres las que los tienen bien puestos. La dignidad y la resignación valiente de la reina, que tiene que afrontar un juicio amañado, me recuerda a la Catalina de Aragón de 'Enrique VIII', uno de los mejores personajes femeninos shakesperianos. Pero también me encanta el personaje de Paulina que es la única que se atreve a enfrentarse al rey para intentar hacerlo entrar en razón. Me gusta que haya una elipsis de 16 años, que sea como el purgatorio de soledad y arrepentimiento que tiene que pasar el rey para volver a ser feliz. No me gustan los enamorados jóvenes de la segunda parte que se tienen que enfrentar a la oposición del padre de él. Son ñoños. No me gusta el final feliz forzado. Es ñoño. Entiendo que la única intención de Shakespeare era hacer una obra entretenida y para pasar el rato. Pero del mismo modo que con otros autores para mí no es suficiente que me entretengan y me hagan pasar el rato, con el tío Bill tampoco.

.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Zadie, John, Will y Gordon

Desde que terminé 'Los Maia', es decir, desde hace ya prácticamente 15 días, que estoy leyendo 'Sobre la belleza' de Zadie Smith, y tengo la sensación que hace incluso más tiempo que estoy leyendo este libro y que no avanzo, no hay manera de avanzar, y que quizás no lo termine nunca, y si intento terminarlo es sólo por orgullo. Vamos que no hay manera de que me enganche. No es malo pero lo que me cuenta no consigue interesarme lo más mínimo. Sin embargo me obligo a continuar leyendo. Sólo por orgullo. Pero como es demasiado agotador, por el camino, estas casi dos semanas, he ido leyendo otros libros más cortitos y que se me han hecho mucho más apetecibles.


'Llenos de vida' de John Fante

Cada vez que escribo una reseña de un libro nuevo de John Fante me da la sensación que acabo escribiendo la misma reseña que he escrito para todos los libros previos de Fante. ¿Del mismo modo que Fante siempre escribe la misma novela? Quizás. Lo repetitivo de mis reseñas es inexcusable, pero en lo que respeta a Fante ¿qué importa que escriba una y otra vez la misma novela si cada vez consigue hacernos reír y emocionarnos?! De todos modos creo que decir que Fante escribe una y otra vez la misma novela es algo inexacto. Yo más bien tengo la sensación de que cada una de sus novelas forma parte de una saga que recorre toda la vida de un personaje, el mismo personaje, por más que algunas veces se llame Arturo Bandini, otras Nick Molise, o John Fante como en el caso que nos ocupa. Es más bien como si cada una de sus novelas formara parte de una novela mayor, de ahí la unidad temática y estilística y todo eso.

El protagonista y narrador de 'Llenos de vida' es John Fante, un guionista de Hollywood a punto de ser padre. Un día el suelo de la cocina se hunde por culpa de las termitas y decide pedirle a su padre, albañil retirado, que arregle su casa. Mientras tanto su mujer se convertirá al catolicismo e intentará que su marido lo haga también. Y ahora es cuando empiezo a enumerar las cualidades del estilo de Fante y esta reseña se vuelve idéntica a todas las que he escrito antes. Es una novela fresca, directa y con un sentido del humor sin complejos, desenfadado y algo sarcástico, pero es también una novela tierna sin caer en el sentimentalismo. La comicidad viene sobre todo de la oposición del protagonista con su padre y los tira y afloja que mantienen, porque su padre es un hombre tozudo y estrafalario, que quiere que las cosas se hagan a su manera o no se hagan, y al que le encanta hacerse la víctima y que lo compadezcan. Y también de las discusiones con su mujer. Pero llega el final y llega la reconciliación y la aceptación, y es un final de lo más bonito sin llegar a ser cursi. ¿Qué ha pasado durante la novela? Pues que John Fante ha entrado por fin en la vida adulta y ha aprendido que las relaciones con su mujer y su padre no serán siempre idílicas pero que, pese a sus diferencias, tienen que llegar a entenderse porque forman parte de la misma familia.

Y ahora es la otra ocasión en la que me pongo repetitiva, porque tengo que deciros que me hagáis caso de una vez y que leéis a Fante. Me lo agradeceréis.

.

'Macbeth' de William Shakespeare

Como ya he leído casi todas las obras de Shakespeare que hay en la Biblioteca de mi pueblo toca empezar a releerlas. Aunque suene a tópico vomitivo, lo bueno de leer Shakespeare es que a medida que vas madurando (con todas las reservas con las que este verbo se puede aplicar a mi persona), sus obras maduran contigo. A cada relectura ves una lectura nueva. Lo he dicho: un tópico vomitivo, pero esto no lo hace menos cierto. No me acordaba de la importancia que tenían las brujas en 'Macbeth'. Han pasado muchos años desde que la leí por primera vez y no sé por qué recordaba que la aparición de las brujas era algo marginal al principio de la obra, como una especie de coro, cuando en realidad son las catalizadoras de la historia. Ahora no creo que 'Macbeth' trate de la ambición. Macbeth no es ambicioso. Lady Macbeth lo puede ser, pero él no, a él no se le ha pasado por la cabeza lo de ser rey hasta que las brujas profetizan que lo será. Él empieza un baño de sangre impulsado por las brujas y su mujer. Y una vez ha empezado ya no puede volver a atrás. No hay salida. Tendrá que seguir matando hasta que lo maten. Y durante todo el tiempo Macbeth no deja de tener la conciencia de lo que está haciendo está mal. Debe ser el único villano de Shakespeare al que le pasa esto. Es por esto que es tan grande.

'Macbeth' es más bien una obra sobre el mal. El mal como fuerza que lo arrastra todo. Sobre como el mal puede apoderarse de una persona de cualquiera en cualquier momento. La obra termina y el mal es vencido, pero ya ha hecho su trabajo y sabemos que en cualquier momento puede volver a aparecer. Es una obra que me recuerda a una película de terror pero también a una de David Lynch. Pero además del mal, para mí la obra también trata (sobre todo) del libre albedrío o de la libertad de elección. Todas las vidas están limitadas por sus circunstancias y por las expectativas que los otros han puesto en ellas. Todas las decisiones que toma Macbeth son fruto de las circunstancias y de las expectativas que lo rodean. Él no tiene poder para (re)conducir su vida. Se ve arrastrado y no puede hacer nada para impedirlo. Lo que le pasa, le pasa y no podría haber pasado de otra forma. Era inevitable.

.

'This can't be happening at Macdonald Hall' de Gordon Korman

Una novela juvenil es algo bastante 'out of character' en mi persona, lo reconozco. Pero lo cierto es que con ésta me lo he pasado muy bien. Bruno y Boots residen en un internado en Canadá y su principal pasatiempo consiste en hacer bromas al director de la institución. Bromas que nunca son demasiado pesadas o demasiado crueles, algo que agradezco. Es por esto que el director decide separarlos. Están castigados y a partir de ahora ya no compartirán nunca más habitación. A Bruno le ponen con un empollón y a Boots con un pijo millonetis. Los dos amigos no soportan esta separación así que deciden poner en práctica una serie de planes para poder volver a compartir habitación, de manera que como manda la regla se suceden una serie de peripecias divertidas. El autor escribió la obra cuando tenía sólo 15 años y no creo que se note. Es sencilla, pero es una obra de una simplicidad efectiva. Fresca, directa, divertida, tierna y agradable. Los dos protagonistas caen muy bien porque no son unos sabelotodos, los planes casi nunca les salen como esperaban, y sus bromas nunca son de mal gusto. Y me encanta el detalle de que el director sea estricto pero no un tirano estúpido y que al final Bruno y Boots acaben apreciando al niño empollón. Me lo he pasado genial leyendo esta novela y sin duda voy a seguir con la saga.

jueves, 21 de agosto de 2008

'Arcadia', 'La sala de los reptiles', 'Ciudad de cristal' y 'El zoo de cristal'

Estos són los libros que he leído esta última semana. Se trata en mayor o menos medida lo que yo llamo "literatura de descompresión", es decir, obras relativamente fáciles de leer por su extensión y/o tema y/o estilo y que me sirven para relajarme de la tensión que supone leer obras de más envergadura por su extensión y/o complejidad, como 'La Broma Infinita' que tardé 30 días en leer.


'Arcadia' de Tom Stoppard

Si me pedís que puntue esta obra tendré que dar tres estrellas para la obra en sí y una estrellita entera sólo para el personaje de Septimus Hodge. Lo siento, pero es que ha sido imposible que no me enamorara de Septimus.

La obra sucede en dos épocas distintas (principios del siglo XIX y finales del siglo XX), pero un mismo espacio (la mansión que tienen los Coverly en el campo). Es una obra sobre sexo y literatura, sobre sentimiento y pensamiento intelectual. En las dos épocas el personaje central es una mujer que se refugia en el conocimiento y rehúye la vida, pero al final resulta que no podemos huir de los sentimientos. Es una obra divertidísima. La parte del pasado tiene un humor más vodevilesco y la parte del presente un humor que nace de la lucha de sexos (y la tensión sexual no resuelta). Yo prefiero el humor de la parte del pasado. En todo caso se trata de Tom Stoppard y en los dos casos los diálogos són rápidos y están llenos de inteligencia e ingenio.

Pero que nadie piense que la acción de las dos épocas está desconectada. Todo lo contrario. Los personajes del presente están investigando a los personajes del pasado. Y cada acción de los personajes del pasado tiene una consecuencia en los personajes del presente. Cada descubrimiento nuevo sobre los personajes del pasado tiene una consecuencia en los personajes del presente. Es una obra de personajes, de relaciones entre personajes, de como las relaciones entre hombres y mujeres no han cambiado en 200 años. Pero en realidad se trata de una comedia altamente compleja que también habla de orden y caos, determinismo y libre albedrío, azar y destino, racionalismo y romanticismo, matemáticas y literatura, etc.

Septimus Hodge es el tutor de la hija de los Coverly en el siglo XIX y si ha sido inevitalbe que me enamorara de él es porque es un seductor despistado, inteligente, ingenioso, divertido, con un humor irónico que hace que no se tome nada en serio y que le da un aire de estar de vuelta de todo. He dicho que toda una estrellita es para él sólo porque es un personaje genial. Pero si la obra no tuviera a Septimus Hodge igualmente le daría cuatro estrellitas porque es una obra ambiciosa y compleja, pero muy bien trabada, a la que no se le notan las costuras. Una obra que tiene un concepto de la vida como aventura sentimental y aventura intelectual.

.

'La sala de los reptiles' de Lemony Snicket

Las desafortunadas aventuras de los hermanos Baudelaire siguen entreteniéndome. Me parecen libros muy dignos tanto para niños como para adultos. Argumentalmente no me ha parecido tan redondo como el primero (el primero tenía una trama más trabada y con más tensión y suspense) pero me ha dado la sensación que era más divertido. O quizás sólo sea que me estoy acostumbrando al sentido del humor de Lemony Snicket. Por ahora seguiré leyendo la saga. Con curiosidad pero sin urgencia. Son libros agradables que sirven bien para intercalar como literatura de descompresión después de terminar huesos más duros de roer.

.

'Ciudad de cristal' de Paul Karasik, David Mazzucchelli y Paul Auster

'La ciudad de cristal' es mi favorita de todas las cosas que ha escrito Paul Auster. Es también lo primero que leí de este escritor. Es la primera parte de la 'Trilogía de Nueva York' que a día de hoy me sigue pareciendo la única obra de Auster realmente conseguida. Es por esto que me animé a leer esta adaptación en forma de cómic (o novela gráfica, lo que ustedes prefieran). Una parte de mí no era muy optimista. Una parte de mí sólo quería leerlo para ver como este noble intento fracasaba. Sin embargo, no ha sido así. A pesar de que es una historia muy poco visual y bastante abstracta, el cómic se sale airoso, encuentra una serie de soluciones visuales realmente originales y que plasman perfectamente el tono de la obra original de Auster sin dejar de dar un punto de vista personal, algo que no era nada pero nada fácil. La recomendaría para curiosos que disfrutaron de la 'Trilogía de Nueva York'.

.

'El zoo de cristal' de Tennessee Williams

Da toda la impresión que Tennessee Williams tenía que ser una persona muy pesada y muy cursi. Toda mi impresión proviene de las acotaciones de 'El zoo de cristal' que me han parecido las peores que he leído en mi vida, por plastas y por cursis. Yo estaba todo el rato en plan "¡Cállate ya y deja hablar a los personajes!" Si tantas ganas tienes de divagar, dedícate a la narrativa a tiempo completo (por cierto, después de esto no creo que nunca tenga ganas de acercarme a la narrativa del bueno de Tennessee Williams). Y si tantas ganas tienes de dejarlo todo explicado de una forma irritantemente detallada dedícate a ser director teatral y/o escenógrafo. Las acotaciones cuando más breves, mejor. Creo que cuánto más margen de libertad se deja a los que tienen que montar la representación mejor.

Servidora no deja de ser algo friki, así que siempre que leo una obra de teatro me imagino como la montaría yo y si tuviera que montar 'El zoo de cristal' me olvidaría de todas las cursiladas de usar una pantalla, y de las birguerías con la música y la luz, y del recurso de tener un narrador que hable directamente al público, porque son detalles que no sirven para nada al texto, sólo sirvieron en su época para darle un aire moderno e innovador a la obrita. (Por supuesto siempre se podrá decir que lo que me pasa es que soy una naturalista retrógada.) Cuando en realidad si la obra es moderna e innovadora es por el texto, por el retrato que hace de una familia disfuncional regida sutilmente con mano de hierro por una madre dominante de una forma pasivo-agresiva, por el ambiente cerrado y claustrofóbico que recrea, y por el pesimismo y sentimiento de culpa que desprende. Con esto quiero decir que me ha gustado. No tanto como me esperaba, pero me ha gustado.

Como en todas las buenas obras de teatro da la sensación que no ha pasado nada. Los personajes son Amanda (la madre), Tom (el hijo), Laura (la hija) y el pretendiente. A Amanda su marido la dejó, vive en el pasado (un pasado que probablemente se ha ido inventando y se lo ha creído: ¡17 pretendientes dice que tuvo, anda ya!) y quiere que su hijo sea un hombre de provecho y que su hija encuentre un marido que la mantenga, sin tener en cuenta lo que quieren sus hijos o cómo son realmente. Tom es un aspirante a escritor que trabaja en un almacén de zapatos que se refugia en el alcohol y la evasión que le proporciona el cine. Laura es una chica patológicamente tímida e insegura que sólo quiere quedarse en casa cuidando de su colección de figuritas del cristal y aún sueña con el chico popular que le gustaba cuando iba en el instituto.

Laura y el pretendiente me han parecido demasiado Mary-Sues, demasiado buenos y demasiado perfectos y que cuando tienen defectos incluso se trata de defectos hechos para que los queramos o compadezcamos más. Demasiado planos. (Menos mal que al menos no ha habido happy end para estos dos.) Amanda es un personaje mucho más interesante, a veces parece una bruja y a veces una pobre mujer ridícula. Pero quién me ha gustado más ha sido Tom. Creía que me iba a identificar irremisiblemente con Laura, pero es con Tom con quien me siento más identificada, con Tom y su deseo de huir y su sentido de la responsabilidad y sobre todo su sentimiento de culpabilidad. Oh, Tom.

Y si yo montara esta obra también cambiaría el final. No haría que Tom huyera finalmente, dejaría a los espectadores que creyeran que viviría toda la vida amargado sin atreverse a hacer el paso. Este cambio es sólo porque me siento tan identificada con Tom y supongo que querría usar la obra de una forma catártica y expiatoria. Tennessee Williams hizo lo mismo pero a su manera. Él se sentía culpable por haber abandonado a su hermana a la que acabaron practicando una lobotomía cuando él no estaba en casa (y luego dicen que los personajes de Tennessee Williams sólo existen en las obras de Tennessee Williams...) Así que dejó que Tom cargara también con la culpa de abandonar a su hermana y la obra se convirtió en un acto de contricción público.

.