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lunes, 31 de mayo de 2010

'El cielo se cae' de Lorenza Mazzetti


La protagonista de “El cielo se cae” de Lorenza Mazzetti es Penny que, junto con su hermana pequeña Baby, vive con sus tíos y sus primas en una lujosa villa italiana. Sus padres han muerto y estamos en plena Segunda Guerra Mundial, pero esto no impide que ellas lleven una infancia feliz, en medio de juegos, travesuras y los castigos que éstas conllevan. El culto a Mussolini y la religión católica lo empapan todo: en la escuela la señorita les manda hacer redacciones alabando a il Duce y el cura les intenta inculcar el temor a Dios y les asegura que su tío irá al infierno porque es judío. Así que las dos hermanas, con la ayuda de sus amigos, decidirán hacer todo lo posible para salvar al tío Wilhelm, cosas como montar un altar dedicado a la Virgen o hacer penitencia de las formas más estrafalarias.

El mayor acierto de la novela es la voz narrativa. Narrada en primera persona por una niña, realmente lo hace en la forma peculiar en la que todos articulamos nuestro pensamiento cuando somos niños (pero luego muchas veces olvidamos) y no en la forma en la que creen los adultos que los niños piensan, que es lo que suele ocurrir la mayoría de veces en este tipo de libros que intentan retratar la infancia de forma fidedigna. “El cielo se cae” también habla del choque entre el mundo de los niños y el mundo de los adultos. Como lectores, Lorenza Mazzetti nos vuelve a poner del lado de los niños y es por esta razón que este libro es tan exquisito: es como revivir con nostalgia nuestra infancia feliz. Es un libro extremamente feliz y extremamente divertido, en el que la mayor parte de la comicidad nace de los choques entre la forma de ver el mundo que tienen los que aún no son adultos y la que tienen los que han dejado de ser niños. Lo que para los primeros es algo perfectamente lógico, para los segundos es una burrada para llevarse las manos a la cabeza.

Pero toda felicidad tiene su final. Una mañana empiezan a llegar soldados alemanes a la villa y cada día que pasa los cañonazos se oyen más cerca. “El cielo se cae” es una novela autobiográfica y Lorenza Mazzetti plasma los recuerdos que guarda de cuando vivió en casa de su tío Robert Einstein, primo del famoso físico alemán. En la Nota de la Autora, Mazzetti confiesa, con el (prácticamente) inevitable sentimiento de culpa del superviviente, que esta novela está escrita en agradecimiento a “la alegría y el gozo” que le proporcionó la familia de su tío Robert durante la infancia. Divertida, fresca y llena de vida, “El cielo se cae” en un principio hace reír y luego puede hacerte llorar, pero de forma honesta, ya que el final está contado con el lenguaje simple y sincero de la niñez, cosa que hace que el desenlace parezca aún más terrible.


martes, 30 de marzo de 2010

Teaser Tuesday: 'El cielo se cae'


El papá de Zeffirino se quita el cinto cuando está enfadado y corre tras él gritando y lo azota con el cinto. También la mamá de Lea y de Pierino se lía a guantazos con ellos si no trabajan, y si corren y no se dejan atrapar, se quita los zuecos y se los tira.
¡Ah!, cómo me gustaría que el tío me azotara con el cinto y me pegara, en lugar de mirarme con ese aire de reproche y dejarme sin palabras y sin sonrisa durante días enteros.

Las camareras nos llamaron para bañarnos y mandarnos a cenar. Después de la cena nos mandaron a la cama.

Annie puede quedarse levantada diez minutos más que nosotras, porque es mayor, y luego va y se sienta en la mecedora como una reina y nos mira con conmiseración. Nosotras besamos en la mejilla al tío, a Katchen y a Marie. A los invitados les hacemos una inclinación.

A menudo, cuando he sido mala y me acerco al tío para darle el beso de buenas noches, él aleja su cara de la mía y me rechaza con aire de reproche.

Aquella noche Annie estaba sentada en la mecedora y me puso la zancadilla, entonces salté sobre ella, un poco por envidia, y otro poco por rabia, y le tiré de las trenzas. El tío, al ver aquello, me hizo rellenar diez páginas diarias de mi cuaderno de castigos con esta frase: "No hay que tirar de las trenzas".

Hojeé el cuaderno. Estaba casi acabado. Estaba lleno de frases como éstas: "No debo decir mentiras", "No debo tirar tazas ni platos a la cabeza de nadie", "No debo cortar con las tijeras los vestidos que no me gustan", "Debo ser amable, obediente y respetuosa", "No debo contestar cuando me regañan", "No se habla en la mesa con la boca llena", "No se mira por el ojo de la cerradura", "No se les pone la zancadilla a las criadas", "No se pisotea el trigo en los campos", "No se ensucian las paredes con dibujos y con las manos sucias", "No se rompen los cristales de las ventanas tirando piedras", "No se vive encima de los árboles", "No se habla en voz alta", "No se cantan himnos fascistas cuando el tío duerme", "No se juega con los hijos de los campesinos", "No se le da confianza a la servidumbre, "No se acuesta uno vestido".

'El cielo se cae' de Lorenza Mazzetti (pp. 37-39)
(traducción: Francisco de Julio Carrobles)