Probablemente ‘Justo antes de la guerra con los esquimales’ es mi cuento favorito de Salinger. Me cuesta saber decir por qué. Supongo que podría decir que es porque es auténtico, real, vivo, y algunos otros adjetivos parecidos, pero en el fondo esto no quiere decir nada. Debe ser el cuento más divertido de Salinger, más que nada porque por él desfilan un par de excéntricos deliciosos (el hermano de Selena Graff y el amigo del hermano de Selena Graff). Y aún así, puede que también sea uno de los cuentos más melancólicos de Salinger, porque habla de lo doloroso que es hacerse mayor, un tema típico en Salinger pero que creo que en este relato es en uno de los que funciona mejor. Me gusta que sea prácticamente todo diálogo, que sea prácticamente una obra de teatro, con sus entradas y salidas y poquísimas acotaciones, y que, una vez más, en apariencia hable de “nada”, pero en realidad diga mucho. Me parece brillante el detalle de que la quinceañera Ginnie Maddox crezca después de entrar en contacto con dos jóvenes mayores que ella pero que se niegan a crecer y que probablemente sean aún más inmaduros que ella. Sin embargo, estos dos chicos, por edad, se han visto obligados a salir al mundo exterior y han visto que puede ser una auténtica mierda y es eso lo que Ginnie entrevé en su conversación con los dos tipos y le permite crecer, aunque duela, y dejar atrás las niñerías, como la tirria que le tiene a Selena, pero sin dejar tampoco de ser del todo una niña sentimental que se apega demasiado a cosas absurdas pero que tienen un significado especial, como el medio bocadillo que el hermano de Selena le deja en el bolsillo del abrigo.
Por el contrario, ‘El hombre que ríe’ probablemente sea uno de los relatos de Salinger que me dejan más fría. La supuesta gracia está en que intercala dos narraciones que en apariencia no tienen nada que ver la una con la otra, pero que en teoría sirven para complementarse mutuamente. Una es la historia de un niño que recuerda los tiempos en que formaba parte de un grupo de escoltas. La otra es la historia que les contaba a los escoltas el monitor (al que llamaban el Jefe): las extraordinarias aventuras del hombre que ríe del título, que vive en un mundo de fantasía y que no queda claro si es un héroe o un criminal. Mi problema con este cuento es que las aventuras del hombre que ríe son tan folletinescas y están escritas en un estilo tan manido que no son para nada el estilo innovador de Salinger y el resultado es chirriante. Además, hablando sin tapujos, la aventuras del hombre que ríe me aburren. Me interesa infinitamente más la relación que los niños establecen con la novia del Jefe (primero no la soportan y luego la idolatran) que no las aventuras del hombre que ríe, que por desgracia ocupan más líneas. Sin embargo, es otra historia sobre lo doloroso que es crecer, sobre el final de la infancia entendida como una época en la que se desconoce el significado de la palabra “decepción”, y esto está bien, muy Salinger todo.
Por el contrario, ‘El hombre que ríe’ probablemente sea uno de los relatos de Salinger que me dejan más fría. La supuesta gracia está en que intercala dos narraciones que en apariencia no tienen nada que ver la una con la otra, pero que en teoría sirven para complementarse mutuamente. Una es la historia de un niño que recuerda los tiempos en que formaba parte de un grupo de escoltas. La otra es la historia que les contaba a los escoltas el monitor (al que llamaban el Jefe): las extraordinarias aventuras del hombre que ríe del título, que vive en un mundo de fantasía y que no queda claro si es un héroe o un criminal. Mi problema con este cuento es que las aventuras del hombre que ríe son tan folletinescas y están escritas en un estilo tan manido que no son para nada el estilo innovador de Salinger y el resultado es chirriante. Además, hablando sin tapujos, la aventuras del hombre que ríe me aburren. Me interesa infinitamente más la relación que los niños establecen con la novia del Jefe (primero no la soportan y luego la idolatran) que no las aventuras del hombre que ríe, que por desgracia ocupan más líneas. Sin embargo, es otra historia sobre lo doloroso que es crecer, sobre el final de la infancia entendida como una época en la que se desconoce el significado de la palabra “decepción”, y esto está bien, muy Salinger todo.
3 comentarios:
Hay un corto español que es una adaptación de "El hombre que ríe". Lo echaron por televisión hace un tiempo:
http://www.youtube.com/watch?v=XFYlD_sFgVA&feature=player_embedded
http://www.youtube.com/watch?v=XNttd3fhmuY&feature=player_embedded
Leyendo tus comentarios, a mí también me dan ganas de releer a Salinger. Aunque en un estilo muy distinto, son como los cuentos de Carver, capaces de dejarte el corazón encogido y algunas imágenes imborrables. Me costaría elegir mi favorito, pero soy más bien de los que se inclinan por "Un día perfecto para el pez plátano" (quién puede resistir, además, un título tan estupendo).
La mujer Quijote, muchas gracias por los enlaces; a ver si encuentro tiempo para verlo.
Elena, yo te animaría a que no te resistieras y que releyeras a Salinger. Coincido en que sus cuentos, aunque hablan de cosas muy distintas, son muy parecidos a los de Carver, porque los dos parece que no hablan de nada pero acaban contando tanto y pueden llegar a ser tan tristes.
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