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martes, 23 de agosto de 2011

Teaser Tuesday: 'Humillados y ofendidos' de Fiódor Dostoyevski


En aquella época, hace exactamente un año, yo colaboraba todavía en revistas, donde publicaba artículos, y creía firmemente que llegaría a escribir algo grande y hermoso. Había empezado a trabajar en una gran novela. Pero el final de todo esto ha sido que he venido a dar con mis huesos en un hospital donde seguramente moriré muy pronto. Y quedándome tan poco tiempo de vida, me parece algo sin sentido escribir un diario.

Sin embargo, los sucesos de este último año de mi vida acuden constantemente a mi memoria a pesar mío. Y he decidido anotarlo todo, pues estoy seguro de que sin esta ocupación me moriría de tedio. Todas estas impresiones del pasado me turban con una profundidad rayana en el sufrimiento, en la tortura. Al pasar por mi pluma, cobrarán un carácter más sereno, más ordenado. Y se parecerán menos al desvarío y a la quimera, me parece a mí. El simple mecanismo de la escritura tiene para mí su valor: me calma, aplaca mis nervios, despierta mis antiguos hábitos de escritor, orienta mis recuerdos y mis ensueños dolorosos hacia el trabajo, hacia la acción… Sí, he tenido una buena idea. Además, podré legar mis papeles al enfermero que me asiste, para que los pegue alrededor de las ventanas cuando pongan en ellos los chasis de invierno.
‘Humillados y ofendidos’ de Fiódor Dostoyevski (pp. 16-17)
(Traducción de José Baeza)



martes, 26 de julio de 2011

Teaser Tuesday: 'Cuarteto' de Jean Rhys


El reloj de la mesilla hacía tanto ruido que Marya se levantó para guardarlo en un cajón. Pero seguía oyéndolo, molesto y pertinaz. Pasó un tren, lanzando un aullido largo y penetrante, y Marya suspiró, encendió la luz y se quedó mirando las flores que trepaban como arañas por las paredes de su cuarto. Su mecanismo mental se puso en marcha con una sacudida dolorosa, al ritmo del reloj.

Hizo un gran esfuerzo por detenerlo y consiguió dejar la mente en blanco más o menos diez segundos. Pero después quedó atrapada en su obsesión –árida, torturadora, gigantesca-, completamente poseída, como posee el anhelo de agua a quien se muere de sed. Se había metido en un buen lío con aquella aventura amorosa. Se había arruinado la vida. Eso le pasaba.

Claro que lo suyo no era una aventura amorosa. Era un combate. Un combate implacable, inclemente; una guerra a tres bandas. Y desde el principio, como era lógico y natural, Marya no tenía ninguna posibilidad de ganar. Porque luchaba con frenesí, con lágrimas, con fútiles arrebatos, con extravagante abandono, todo ello armas inútiles.

“¿Qué te pasa? –se preguntaba-. ¿Por qué eres así? ¿Por qué no eres más lista? ¡Domínate!” De nada servía.

Heidler, sin embargo, era muy listo. Y Lois, tan envarada y sonriente, era muy lista. ¡Sí, muy lista! Mientras que ella, Marya, era una idiota que solo sabía encerrarse en una habitación y llorar.

‘Cuarteto’ de Jean Rhys (dentro de ‘Una vida sin ti’, p.253)
(Traducción: Catalina Martínez Muñoz)

martes, 28 de junio de 2011

Teaser Tuesday: 'La familia Wapshot'


Ése fue el año en que las ardillas se convirtieron en una plaga y todo el mundo andaba preocupado por el cáncer y la homosexualidad. Las ardillas volcaban los cubos de la basura, mordían a los repartidores y se metían en las casas. El cáncer era algo frecuente, pero a los hombres y mujeres que lo padecían se les decía que ese dolor era una complicación intrascendente mientras, a sus espaldas, sus hermanos y hermanas, sus maridos y sus esposas murmuraban: “Lo único que podemos esperar es que muera pronto.” Esta hipocresía absoluta y cruel tenía que volverse en contra de sus practicantes y al final nadie podía saber, ni contar con que se lo dijeran, si ese dolor que sentía en el estómago era la llamada de la muerte o unos gases sin importancia. La mayoría de las enfermedades poseen su mitología, su población, su escenario y sus chistes negros. La peste negra tenía mascaradas, canciones y bailes callejeros. La tuberculosis, en su momento culminante, era como una civilización donde un grupo de hombres y mujeres condenados, brillantes y distinguidos se enamoraban, bailaban valses y se inventaban privilegios para su enfermedad; pero aquí las garras de la muerte habían sido desinfectadas por una conspiración social y privada de toda su realidad. “Vamos, dentro de nada estará usted levantado y paseando”, le dice la enfermera al moribundo. “Querrá usted bailar en la boda de su hija, ¿verdad? ¿No quiere usted ver a su hija casada? Pues, entonces, no puede usted esperar ponerse mejor si no se anima, ¿verdad?”

'La familia Wapshot' de John Cheever (p.414)
(Traducción: Maribel de Juan)

martes, 30 de noviembre de 2010

Teaser Tuesday: 'Bullet Park' de John Cheever


"Nailles imaginaba el dolor y el sufrimiento como un principado situado en algún lugar, más allá de las fronteras legítimas de Europa occidental. El gobierno sería feudal, y el país, montañoso; pero nunca figuraría en su itinerario y sería desconocido para su agente de viajes. De vez en cuando recibía postales de ese lugar distante. Había, por ejemplo, una vista de la estatua de Esculapio en unos jardines públicos, con unas montañas nevadas a lo lejos y, en el reverso de la tarjeta, el siguiente mensaje: “Edna está sedada la mayor parte del tiempo y le quedan unas tres semanas de vida, pero le gustaría recibir una carta tuya.” Nailles escribía cartas amenas a los agonizantes y las enviaba por correo hacia esa remota y pintoresca capital donde los personajes del carillón del ayuntamiento estaban lisiados, donde las estatuas del parque eran los engendros que el dolor es capaz de arrancar a la imaginación, y donde el palacio había sido reconvertido en hospital y ríos de sangre espumaban bajo los arcos de los puentes. No tenía intención de viajar a ese lugar, por lo que le sorprendió y atemorizó despertar de un sueño en el que había visto, desde la ventana de un tren, aquella aterradora cadena montañosa."
‘Bullet Park’ de John Cheever (p.52)
(Traducción: Claudia Conde)


martes, 24 de agosto de 2010

Teaser Tuesday: 'Cita en Samarra'




A cualquier hombre que aceptara la invitación a cenar se le asignaba una mujer o una chica. La costumbre era que los solteros sin compromiso aceptaran la invitación a la cena entregando su tarjeta, y luego telefonearan a la anfitriona y le preguntaran si debían llevar pareja a la cena. Todo se concertaba de antemano de manera mucho más sutil de lo que podría imaginarse. Había algunas chicas poco agraciadas a las que había que invitar a muchas fiestas y las anfitrionas daban por sentado que ciertos hombres debían prestarse a acompañarlas durante la cena. Pero todas las anfitrionas daban también por sentado que a un hombre joven, popular y atractivo sólo debían emparejarlo con chicas populares y atractivas. Luego había otro grupo de chicas, al que pertenecía la misma Mill Ammermann, Que acudían al baile acompañadas por una pareja casada que eran amigos suyos o en compañía de un grupo de cuatro o seis. Mill, y las chicas como ella, sabían decir al milímetro cuánto bailarían cada noche y si hubieran bailado un poco más se habrían preguntado qué era lo que iba mal. Normalmente, la respuesta para las chicas como Mill era que algún marido joven se había peleado con su mujer y quería contárselo todo a Mill, que era tan buena amiga. Y tan comprensiva. Y nunca lo malinterpretaba si la achuchabas un poco. A veces, por supuesto, a Mill y las chicas como ella las achuchaban de verdad –alguien que hubiera bebido más de lo normal-. Por cruel que fuera, este sistema tenía algunas ventajas; en primer lugar, cuando una chica cumplía los veinticinco ya sabía perfectamente qué esperar de cada baile al que asistía. Sólo unas pocas chicas del tipo de Mill seguían yendo a un baile con la triste y estúpida esperanza de que aquél sería distinto de los demás. Y había otra regla no escrita ni hablada entre los hombres: si una chica de Gibbsville de éxito dudoso convencía a un hombre de fuera de la ciudad de que la acompañara a un baile del club, los hombres de Gibbsville se aseguraban de que pudiera lucirse todo lo posible. La sacaban a bailar dos veces en lugar de una; con el resultado de que todas, excepto las chicas realmente poco agraciadas, se casaban con hombres de fuera de la ciudad. Por supuesto, una vez casadas, sus días de patitos feos quedaban olvidados y perdonados y esas chicas ocupaban su lugar junto a las más populares. Pero tenían que casarse, no sólo comprometerse, daba igual que el hombre fuera un auténtico canalla, o estúpido, o mal vestido…, cualquier cosa, siempre que no fuera judío. Aunque tampoco es que ninguna chica de Gibbsville del grupo del club de campo de Lantenengo Street se hubiera casado nunca con un judío. No se habría atrevido.

“Cita en Samarra” de John O’Hara (pp.115-116)
(Traducción: Miguel Temprano)

martes, 29 de junio de 2010

Teaser Tuesday: 'La línea de la belleza'



Nick nunca había concertado una cita con un hombre y tenía mucha menos experiencia de la que Catherine imaginaba. En el curso de sus largas conversaciones sobre hombres, él había consentido que una o dos de sus fantasías cobrasen el rango de hechos, había mentido un poco y no había desmentido ciertas suposiciones concebidas por Catherine sobre él. Las seducciones totalmente imaginarias que le había confesado adquirieron -en parte gracias al esfuerzo especial que exigía inventarlas y repetirlas de un modo coherente- calidad de recuerdos auténticos. A veces presentía, debido a un rastro de reserva en las personas con las que estaba hablando, que aunque no le creyeran veían que empezaba a creérselo él mismo. Sólo había salido plenamente del armario en el último curso en Oxford, y había utilizado su nueva libertad sobre todo para ligar con chicos heteros. Su corazón pertenecía a Toby, y flirtear con él habría sido inadecuado, casi sacrílego. No estaba preparado del todo para aceptar el hecho de que si iba a tener un amante no sería Toby ni ningún otro hetero borracho que cruzase la acera, sino un amante gay: aquella condición comprometida que él profesaría a partir de entonces. Las locas declaradas, a las que aplaudía y temía e imitaba con algunos titubeos, descubrían muchas veces algo raro en Nick, por guapo e inteligente que fuese. En cualquier caso no querían acostarse con él y él era libre de retornar, con un alivio y un desánimo inseparables, a su teatro interior de simulación sexual. Allí la función no terminaba nunca y los actores nunca se cansaban, y el único peligro era la atrofia de la repetición.

'La línea de la belleza' de Alan Hollinghurst (pp. 42-43)
(Traducción: Jaime Zulaika)

martes, 22 de junio de 2010

Teaser Tuesday: 'Diario de un ama de casa desquiciada'


"Pobre Jonathan. Piensa que estoy susceptible y despistada. Nerviosa e irritable. Lo que pasa es que estoy paralizada, y lo he estado todo el verano. Lo que pasa es que estoy paranoica. Lo que pasa es que a veces me siento tan deprimida que ni siquiera puedo hablar, tan desesperada que me encierro en el lavabo y abro todos los grifos para que no se me oiga llorar. En cambio, otras veces estoy con los nervios tan de punta que no puedo quedarme quieta en ningún sitio y todo se agita a mi alrededor, y al final no tengo más remedio que tomarme una pastilla o un trago de vodka a escondidas..., lo que tenga más a mano. Lo que pasa es que de repente siento miedo de casi todo lo imaginable"

'Diario de una ama de casa desquiciada' de Sue Kaufman (p. 11)
(Traducción: Milena Busquets)


martes, 15 de junio de 2010

Teaser Tuesday: 'Entonces llegamos al final'


Estábamos malhumorados y demasiado bien pagados. Nuestras mañanas carecían de alicientes. Quienes fumábamos por lo menos teníamos algo que esperar a las diez y cuarto. A la mayoría nos caía bien casi todo el mundo, unos pocos detestábamos a determinadas personas, a uno o dos les gustaba todo, querían a todos y por eso eran objeto del unánime vilipendio. Nos encantaban los bollos que, de tarde en tarde, nos daban gratis por la mañana. Nuestros privilegios eran asombrosos por su cobertura y calidad. A veces nos preguntábamos si merecían la pena. Pensábamos que quizá sería mejor marcharnos a la India, o volver al parvulario. Hacer algo con los disminuidos físicos o trabajar con las manos. Nadie se dejó llevar jamás por tales impulsos, pese a sus crispaciones cotidianas, en ocasiones constantes. En lugar de eso, nos reuníamos en salas de conferencias para hablar de los asuntos de la jornada.

En general, nos llegaban tareas que hacíamos a tiempo y de manera profesional. A veces se producían cagadas. Errores de impresión, cambios en el orden de las cifras. Nuestro negocio era la publicidad y los detalles eran muy importantes. Si el tercer número tras el segundo guión del número telefónico gratuito de un cliente era un seis en vez del ocho que aparecía impreso en la revista Time, nadie que hubiera leído el anuncio habría podido llamar y hacer su pedido. No importaba que pudieran consultar la página web, nos quedábamos sin cobrar el anuncio. ¿Te aburre ya lo que estoy contando? A nosotros nos aburría a diario. Nuestro hastío era permanente, un hastío colectivo que no moriría jamás porque nosotros no moriríamos jamás.

'Entonces llegamos al final' de Joshua Ferris (pp. 9-10)
(Traducción: Jordi Fibla)

martes, 18 de mayo de 2010

Teaser Tuesday: 'Un hombre soltero'


"El salón es oscuro, su techo bajo, y estanterías llenas de libros recubren el lienzo de pared frente a las ventanas. Los libros no han hecho a George más noble, mejor ni más sabio. Es solo que le gusta escuchar sus voces, unas u otras, según su estado de ánimo. Se aprovecha de ellos de manera impía -aunque en público habla de ellos con el mayor respeto- para inducir el sueño, para ahuyentar de su mente las agujas del reloj, para aliviar la roedura de su espasmo pilórico, para superar con sus chismes la melancolía, para liberar los reflejos condicionados de su colon."

'Un hombre soltero' de Christopher Isherwood (p. 14)
(Traducción de José Martínez de Aragón)

martes, 30 de marzo de 2010

Teaser Tuesday: 'El cielo se cae'


El papá de Zeffirino se quita el cinto cuando está enfadado y corre tras él gritando y lo azota con el cinto. También la mamá de Lea y de Pierino se lía a guantazos con ellos si no trabajan, y si corren y no se dejan atrapar, se quita los zuecos y se los tira.
¡Ah!, cómo me gustaría que el tío me azotara con el cinto y me pegara, en lugar de mirarme con ese aire de reproche y dejarme sin palabras y sin sonrisa durante días enteros.

Las camareras nos llamaron para bañarnos y mandarnos a cenar. Después de la cena nos mandaron a la cama.

Annie puede quedarse levantada diez minutos más que nosotras, porque es mayor, y luego va y se sienta en la mecedora como una reina y nos mira con conmiseración. Nosotras besamos en la mejilla al tío, a Katchen y a Marie. A los invitados les hacemos una inclinación.

A menudo, cuando he sido mala y me acerco al tío para darle el beso de buenas noches, él aleja su cara de la mía y me rechaza con aire de reproche.

Aquella noche Annie estaba sentada en la mecedora y me puso la zancadilla, entonces salté sobre ella, un poco por envidia, y otro poco por rabia, y le tiré de las trenzas. El tío, al ver aquello, me hizo rellenar diez páginas diarias de mi cuaderno de castigos con esta frase: "No hay que tirar de las trenzas".

Hojeé el cuaderno. Estaba casi acabado. Estaba lleno de frases como éstas: "No debo decir mentiras", "No debo tirar tazas ni platos a la cabeza de nadie", "No debo cortar con las tijeras los vestidos que no me gustan", "Debo ser amable, obediente y respetuosa", "No debo contestar cuando me regañan", "No se habla en la mesa con la boca llena", "No se mira por el ojo de la cerradura", "No se les pone la zancadilla a las criadas", "No se pisotea el trigo en los campos", "No se ensucian las paredes con dibujos y con las manos sucias", "No se rompen los cristales de las ventanas tirando piedras", "No se vive encima de los árboles", "No se habla en voz alta", "No se cantan himnos fascistas cuando el tío duerme", "No se juega con los hijos de los campesinos", "No se le da confianza a la servidumbre, "No se acuesta uno vestido".

'El cielo se cae' de Lorenza Mazzetti (pp. 37-39)
(traducción: Francisco de Julio Carrobles)


martes, 23 de marzo de 2010

Teaser Tuesday: 'El gran mundo'



Mac dormía al lado del porche, en una habitación que había hecho con la ayuda de un colega de los tranvías. Estaba recubierta de libros desde el suelo hasta el techo y había más libros apilados bajo el somier de alambre y a ambos lados del pasillo. Mac no los había leído, o al menos no todos: estaba guardándolos para su jubilación. Sin embargo, le había echado un vistazo a la mayoría. ¿Cómo resistir la tentación? Los viernes por la noche, cuando volvía a casa, justo después de comprar un nuevo lote, se quedaba largo rato examinándolos, pero se conformaba luego con guardarlos hasta que fuera el momento.

Tenía manuales técnicos sobre todos los temas, desde encuadernación hasta telegrafía, novelas, diarios, libros de viaje, de psicología, de historia: ésos eran sus gustos. Desde niño había sido buen lector, como Digger. Leía todo lo que caía en sus manos: Shakespeare, Shaw, Dickens, Jack London, Victor Hugo. Digger y él se contaban sus personajes preferidos y relataban pasajes en medio de risas y, un buen día, Digger, con cierta timidez, recitó de memoria algunos fragmentos de Hamlet y de Enrique V. Eran los preferidos de Mac.

'El gran mundo' de David Malouf (p. 146)
(traducción: Juan Tafur)


martes, 9 de marzo de 2010

Teaser Tuesday: 'El hombre del traje gris'



Mientras conducía el viejo Ford de regreso a Westport, Tom se decía que él había vivido en cuatro mundos completamente separados. Uno era el mundo loco, poblado de fantasmas, de su abuela y de sus difuntos padres; otro, el mundo aislado en el que había actuado de paracaidista, del cual era mejor no acordarse; otro, el mundo pragmático de edificios con tabiques de cristal opaco como la United Broadcasting Corporation y la gundación Schanenhauser. Y por último un mundo completamente independiente, el de Betsy y Janey y Barbara y Pete, el único de los cuatro que valía la pena. Tom se dijo que había de existir alguna conexión entre aquellos cuatro mundos; pero era mucho más fácil pensar en ellos como si estuvieran enteramente separados.

'El hombre del traje gris' (p. 33) de Sloan Wilson
(traducción: Baldomero Porta)



martes, 19 de enero de 2010

Teaser Tuesday : 'Chéri'


Léa se estremeció, corrió hasta el umbral y se detuvo. Tenía delante de ella a la vieja Lili y a su amante adolescente, el príncipe Ceste, que acababan de llegar. Mujer de unos setenta años, con una gordura de eunuco encorsetado, la gente solía decir de la vieja Lili que "se pasaba de la raya", pero sin concretar de qué raya se trataba. Una eterna alegría infantil iluminaba su rostro, redondo, rosado, muy maquillado, donde unos ojos muy grandes y una boca muy pequeña coqueteaban sin el menor reparo. La vieja Lili seguía escandalosamente la moda. Una falda a rayas, azul revolución y blanco, contenía la parte baja de su cuerpo; un justillo azul, muy escotado, permitía ver la piel acanalada de su pechuga de pavo coriáceo; un zorro plateado no ocultaba el cuello desnudo, en forma de maceta, un cuello ancho como un vientre, y que había aspirado la barbilla.
'Chéri' de Colette (pp. 67-68)
(traducción: Ramón Hernández y E. Piñas)

martes, 5 de enero de 2010

Teaser Tuesday: 'La novela del adolescente miope'


Esta mañana he salido, con aire melancólico, camino del liceo. Todos los castaños habían florecido, el día estaba despejado y yo no había hecho los deberes. Iba pensando que lo que debería hacer era escaparme a Cismigiu. Pero mi cartera habría resultado humillante. Y además me daba miedo que me viera algún profesor. Me entristecía pensar en lo débil, lo tímido y lo frágil que soy todavía. Me habría encantado tener una voluntad tempestuosa y huir, buscar un empleo en los puertos, dormir en barcas y recorrer otros países. Pero luego pensé que me conformaba con soñar una victoria tardía y con terminar algún día los cuadernos de mi Diario. Me encaminaba así, meditabundo, hacia el colegio, cuando Dinu me ha alcanzado desde atrás y me ha gritado: ¡doctor! Y eso porque soy miope y leo libros de portadas cenicientas.
'La novela del adolescente miope' de Mircea Eliade (pp.22-23)
(traducción: Marian Ochoa de Eribe)


martes, 29 de diciembre de 2009

Teaser tuesday: 'Pastoralia'


Aunque, ciertamente, recrearse en los problemas no los resuelve. Aunque, por otro lado pensar en ellos con actitud positiva tampoco los resuelve. Pero al menos te sientes positivo, lo cual es, o debería ser, ya se sabe, fortalecedor. Y la fuerza es buena. La fuerza me es necesaria en este momento. Me es necesario en este momento ser como una roca. Lo que necesito recordar ahora es que no tengo que resolver los problemas del mundo. No entra dentro de mis capacidades poder curar a Nelson, lo único que es necesario que haga es hacer lo que puedo hacer, que es que siga entrando el dinero, y para hacer que siga entrando el dinero es necesario que no pierda el ánimo, de manera que pueda seguir haciendo un buen trabajo. Es decir, que es necesario que evite recrearme con actitud negativa en los problemas en la oscuridad nocturna de mi Zona Separada, porque si lo hago, estaré cansado por la mañana y entonces podría hacer un mal trabajo, lo cual pondría en peligro mi capacidad para hacer que siga entrando el dinero, sobre todo si hay una Inspección Sorpresa, por ejemplo.

'Pastoralia'
de George Saunders
(pp. 40-41)
(traducción: Juan Gabriel López Guix)


martes, 22 de diciembre de 2009

Teaser Tuesday: 'Suite inglesa'


A esta primera impresión de melancolía se añadía una segunda más particular y que no anotaría si no fuera tan fuerte: Johnson se vestía con una negligencia extraordinaria. Su peluca, gris por completo y arrugada enl o alto de su cabeza, jamás estaba empolvada, y el lazo que retenía la coleta estaba sucio; además, esa peluca era demasiado pequeña. Es sorprendente que no dañase la gravedad del rostro que coronaba, porque nada en el mundo es más ridículo que una cara grande bajo un tocado que no lo es lo bastante. Un viejo ropaje marrón, que con el tiempo tomaba los tonos del orín y se surcaba de arrugas, recorría un torso enorme y golpeaba las pantorrillas de Johnson con sus pliegues interminables. Y por último, medias de lana negra, que este escritor distraído jamás se le había ocurrido estirar, resbalaban completamente arrugadas por las piernas macizas.

Tal y como se le apareció a Boswell, resultaba sin duda monstruoso, pero cuando abrió la boca para charlar, Boswell no vio ya nada más. La palabra de Johnson obró sobre él como los gestos de un mago; cautivó en seguida a esta alma adoradora y servil que buscaba un altra en el que quemar su incienso.

'Suite inglesa' de Julien Green (pp. 10-11)
(traducción: Jesús Aguirre)


martes, 15 de diciembre de 2009

Teaser Tuesday: 'Sueños de Bunker Hill'


Iba a la biblioteca. Miraba las revistas, las fotos que traían. Un día me acerqué a los libros y saqué uno del estante. Era 'Winesburg, Ohio'. Me senté a una larga mesa de caoba y me puse a leer. De repente se me transformó el mundo. El cielo se me vino encima. El libro me conquistó. Me saltaron las lágrimas. El corazón me latía con fuerza. Leí hasta que me picaron los ojos. Me llevé el libro a casa. Leí más cosas de Anderson. Leí sin parar, y me sentí tocado en lo más hondo, y solo, y prendado de un libro, de muchos libros, hasta que el fenómeno se produjo con naturalidad, y me instalé con lápiz y papel y me puse a escribir, hasta que supe que no podía continuar porque las palabras no fluían como en Anderson, sino que se limitaban a caer como gotas de sangre de mi corazón.
'Sueños de Bunker Hill' de John Fante (pp. 59-60)

martes, 8 de diciembre de 2009

Teaser Tuesday: 'En Grand Central Station me senté y lloré'


Hace años, yo deambulaba melancólica por calles mal iluminadas, anhelando dolorosamente algo, no sabía qué, intentando pasar inadvertida, con mi ropa sin gracia y mis tacones torcidos: subrepticia y sigilosa, esperaba atrapar ese algo por sorpresa. Pero era entonces tímida y asustadiza, y aunque esperaba, no hallaba la fe. Imaginaba un pájaro en la mano, no este mar salvaje que me sacude como a los restos de un naufragio. (pp. 45-46)

Si camino deprisa por la calle, no es que esté jugando, con los transeúntes, a un jego que sólo existe en mi cabeza: es timidez, la misma que empuja a las modistillas a mirar nerviosamente afuera, medio escondidas entre los tristones visillos de encaje de sus habitaciones mal iluminadas, prefireiendo soñar junto a sus hornillos de gas y beber té aguado antes que someterse al brutal descubrimiento del mundo. Existen, sabes, mujeres así, y te diré que tratan los objetos con cuidado, como si fueran niños o animales. Pero no creas que el cielo las desdeña. Miles de ángeles suspiran tiernamente por ellas: y ahora mismo les están bordando faldas, y se preparan a enseñarles la rumba. (p. 80)

'En Grand Central Station me senté y lloré' de Elizabeth Smart
(traducción: Laura Freixas)

martes, 1 de diciembre de 2009

Teaser Tuesday: 'Los posesos'


LIPUTIN:
¿Cómo que no es cierto? Me lo ha dicho Virginski en persona. Ha convertido a su mujer a nuestras ideas. Le ha demostrado que el hombre es una criatura libre, o que debe serlo. Así que su mujer se ha liberado y, después, ha notificado a Virginski que lo destituía del puesto de marido y, en su lugar, se quedaba con el capitán Lebiadkin. ¿Y sabe lo que dijo Virginski cuando su mujer le anunció la noticia? Pues le dijo: "Querida mía, hasta ahora sólo te amaba; ahora te respeto".

'Los posesos' de Albert Camus (p. 22)


martes, 24 de noviembre de 2009

Teaser Tuesday: 'Una sonrisa, por favor'

Teaser Tuesdays is a weekly bookish meme, hosted by MizB of Should Be Reading. Anyone can play along! Just do the following:

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"Gussie, como yo, tenía el cabello rubio y liso, y los ojos también se parecían a los míos, solo que los suyos eran negros. Quiso hacerse amiga mía, acaso con la idea de que los marginados debían unirse, pero yo prefería marginarme sola y no quería saber nada de ella, aunque me producía un placer malsano intentar superarla en desaliño. Me soltaba el lazo y llegaba a casa con el cabello alborotado sobre la cara y los dedos manchados de tinta. Si el lunes me ponía un vestido limpio, el martes lo tenía arrugado y lleno de lamparones. La verdad es que lo pasaba muy mal, pero mi orgullo me desafiaba a presentar un aspecto peor cada día. Pese a todo, cuando llegaba a casa me adecentaba un poco antes de que me viese mi madre. Le tenía mucho miedo." (p.11)

'Una sonrisa, por favor' de Jean Rhys
(traducción:
Catalina Martínez Muñoz)