Por fin lo he hecho. Por fin he empezado ‘Anna Karenina’ después de tanto tiempo diciendo que lo tenía/quería hacer. Durante varios años entre mis propósitos de año nuevo siempre estaba el de leerme este libraco. Pero no soy tan ingenua como para creerme que ya está todo hecho. De hecho, se admiten apuestas sobre cuánto tardaré en desanimarme y dejarlo aparcado, sobre en qué página me quedaré encallada y lo abandonaré. No es ningún secreto que me cuesta mucho leer libros gordos. En lo que va de año la mayoría de libros que he leído no han llegado ni a las 300 páginas.
De momento me he leído sólo la primera parte del novelón de Tolstoi. Voy sólo por la página 131 y hay 875. Mi propósito es ir comentando mis impresiones en este blog. Aviso que inevitablemente habrá spoilers. Así que si alguien no lo ha leído y no quiere enterarse de aspectos importantes de la trama y llegar virgen al libro (o al menos todo lo virgen que se puede llegar a un libro del que todo el mundo sabe el final) será mejor que no me lea.
Pues bien, Anna Karenina tarda 70 páginas en aparecer y, una vez aparece, sólo le hacen falta cuatro páginas para que ya la odie a muerte. Es que es tan buena y perfecta y todo el mundo la quiere y la admira tanto. Y la verdad, llamadme envidiosa o egocéntrica, pero si yo leo no es para leer sobre personajes perfectos con una vida fácil, sino sobre personajes como yo, con defectos y con una vida chunga.
Al principio odiaba muy mucho a Karenina y no tenía ninguna esperanza de acabar el libro. Me molestaba que fuera santa Anna Karenina, pero me molestaba aún más que pareciera que Tolstoi se había encoñado con el personaje que había creado. Es una impresión que ya tuve con la Natascha de ‘Guerra y paz’; me parecía que Tolstoi estaba ridículamente enamorado de Natascha y no se molestaba en esconderlo, y esto me daba mucha rabia y fue una de las principales razones por las que creo que no acabé disfrutando ‘Guerra y paz’ tanto como se suponía que tenía que disfrutarla.
Pero luego hay la escena del baile en que Anna se pone a flirtear con Vronsky delante de las narices de Kitty, a pesar de que Anna sabe perfectamente que a Kitty le mola Vronsky y se quiere casar con él, y a pesar de que antes Anna ha disfrutado como una perra haciéndose pasar por la amiga del alma de Kitty. Entonces Kitty (que hasta ahora tampoco me caía nada bien, porque me parecía una pava, pero al verla sufrir me enterneció y la acabé perdonando porque al fin y al cabo es una cría y es normal que sea pava y vanidosa y todas estas cosas), es entonces cuando Kitty (y los lectores, entre los que me incluyo) vemos que Karenina era una falsa y una hipócrita.
A partir de ahí me dije que no debía preocuparme tanto analizando qué era lo que sentía Tolstoi por los personajes que había creado sino lo que yo sentía por ellos. Ya saben, olvidarse de intentar esclarecer cuál era la intención del autor y centrarme en sacar yo una lectura personal. Así que de momento he decidido que ‘Anna Karenina’ va de que hay de tener cuidado con las que van de super guays y caen tope bien a todo el mundo, porque no suelen ser trigo limpio. Y en consecuencia también va de cómo la gente es tonta y se deja engañar por las apariencias. De momento me quedo con esto. Luego quizás cambio de opinión.
Y es que hay algo que me dejó muy mal cuerpo de esta primera parte. Karenina va a Moscú para intentar convencer a su cuñada Dolly que se reconcilié con su marido, que le ha puesto unos cuernos descomunales. El principal argumento de Karenina es que el marido (que es su hermano) se arrepiente mucho, el pobre. ¡Pero es que esto es una mentira como una catedral! Y me niego a creer que Anna sea tan tonta como para no ver que, a la mínima oportunidad que tenga, el marido volverá a pegársela a su mujer. Y le voy dando vueltas a esto y me pregunto por qué lo ha hecho Anna. Y mi única conclusión posible es que lo ha hecho para quedar bien con todo el mundo, porque es una vanidosa y quiere ser vista como la que ha conseguido una gran reconciliación y que todo el mundo le esté agradecido eternamente por su buena obra.
Como veis, mi odio por la protagonista no tiene límites. Y es que encima, cuando vuelve con su marido, va y se da cuenta que no le gustan sus orejas, y venga a darle vueltas a lo feas que son las orejas del hombre con el que está casada, como si no las hubiera tenido siempre igual las dichosas orejas. Sin embargo, voy aprendiendo a disfrutar de este odio. Suerte que luego está Levin, que es un amor de personaje y de hombre y de todo. Y (aunque me temo que será muy secundaria) también me gusta mucho la condesa Nordston, porque de momento es la única mujer que no se preocupa por quedar bien con todo el mundo y es capaz de ser sarcástica y lanzar pullas, pero también es capaz de ser buena gente, porque cuando Kitty se ha llevado las calabazas de su vida en el baile es capaz de ayudarla y consolarla.