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martes, 6 de diciembre de 2011

'La balada del café triste' de Carson McCullers



Me da la sensación que de un tiempo a esta parte empiezo todas mis reseñas contando que antes había empezado un libro de cierto autor pero que no lo había terminado y tengo la sensación que esto no dice mucho a mi favor como lectora. Pero es así: no termino ni mucho menos todos los libros que empiezo. A veces porque no me dicen nada o simplemente no los soporto. Pero no siempre. A veces simplemente porque me canso de ellos. Confieso que uno de mis muchos defectos es la impaciencia, algo que como lectora se agudiza, porque muchas veces mientras leo voy pensando: “Estás leyendo esto y tardarás mucho en terminarlo, y en todo este tiempo podrías estar leyendo muchas otras cosas, otras cosas que probablemente te llegarían más”.

Pues esto me pasó con ‘El corazón es un cazador solitario’ de Carson McCullers, que empecé pero no terminé. Ahora he leído ‘La balada del café triste’ (que es notablemente más corta), la he terminado y me ha gustado, pero no me ha entusiasmado. Confieso que los escritores llamados “sureños” pocas veces me entusiasman. Sólo llegó a entusiasmarme William Faulkner, pero esto fue hace muchos años, cuando era joven e impresionable, y temo que, si ahora lo releyera, su estilo recargado me pondría de los nervios. Truman Capote la mayoría de veces me parece soso y, aún las pocas veces que me gusta (‘A sangre fría’ y ‘Desayuno con diamantes’), encuentro que está bien pero le falta algo. Luego me compré los cuentos completos de Flannery O’Connor en formato de bolsillo y sólo llegué a leer tres o cuatro. Y Tennessee Williams la mayoría de las veces me parece de lo más irritante.

En general creo que mi mayor problema con los escritores del Sur de Estados Unidos es que les gusta demasiado el feísmo por el feísmo y sus personajes son tan extremos y/o histriónicos que me cuesta creerlos. En general escriben bien pero siempre hay algo que se interpone entre la historia y yo. Por ejemplo, en ‘La balada del café triste’ me ha encantado como describe el ambiente de un pueblo en medio de ninguna parte, una realmente siente como si estuviera allí, en medio de aquellos hombres toscos y parcos en palabras, respirando ese olor a polvo y a tristeza llena de resignación. Y no niego que los dos protagonistas no sean curiosos, pero me cuesta creérmelos y más aún la historia de amor entre un jorobado y una mujer solitaria y ruda. No porque no sea posible, sino porque no se me explica.

Soy de la opinión que Carson McCullers se afana en describir un lugar y se olvida de los sentimientos de los personajes. Puede que ésta sea su intención, porque no se puede negar que el narrador adopta un punto de vista muy distanciado respecto los hechos que nos cuenta y, así, a mí me es muy difícil empatizar con ellos. Además, la forma de resolver el conflicto me ha parecido algo burda. La obra tenía que acabar de la forma en que acaba, pero no entiendo cómo se llega hasta ahí: no entiendo por qué el jorobado pasa de idolatrar a su supuesta prima, que lo ha hecho todo por él, a idolatrar un tipo que le trata a patadas. Supongo que McCullers nos quería decir que las cosas en la vida pasan así y no hay quién las entienda. Pero a mí no me vale. Me gusta que los libros sirvan para entender mejor la vida.