Siempre me acordaré de que un día un profesor de la carrera nos plantó delante de las narices un texto breve y nos preguntó si era literatura. Era un texto en primera persona sobre unos pobres diablos que estaban a punto de piñarla y a mí me pareció que sí porque tenía la fuerza dramática y la desesperación suficiente como para formar parte de un libro. Yo me imaginé que quizás era un fragmento de una novela de aventuras, pero resultó que era el último mensaje que envió la tripulación del submarino ruso Kursk cuando ya se les estaba acabando el aire y tenían la certeza que iban a morir (esto era allá por el año 2000).
Era un texto real, por lo tanto a priori no era literatura, pero desde entonces siempre he sido de la opinión que ciertos textos puestos en un contexto determinado se pueden convertir en literatura. Por supuesto debe haber cierta calidad etérea implícita en el texto pero lo que ayuda muchas veces es el contexto. Llamadme cínica si queréis.
Todo esto me ha venido a la memoria al leer las ‘Novelas en tres líneas’ de Félix Fénéon, que son nada más ni nada menos que una serie de noticias breves de sucesos (que efectivamente no superan las tres líneas) y que el autor publicó en un periódico francés allá por 1906, pero ahora recogidas en forma de libro. Quiero decir que al leerlas en un periódico pensaríamos que son ingeniosas, bien escritas, divertidas, pero probablemente no las consideraríamos literatura. Plantificadas en un libro es otra cosa.
Son noticias de sucesos que nos dan una visión curiosa de la Francia de principios de siglo. Son noticias llenas de robos, crímenes pasionales provocados por los celos, accidentes truculentos, suicidios provocados por la desesperación, huelgas y enfrentamientos violentos entre obreros y patrones, alcaldes que se niegan a quitar los símbolos religiosos de las escuelas y son destituidos, asesinatos inquietantes e inexplicables, etc. Es sin duda, un libro curioso. Lo malo es que es poco más que una curiosidad.
Fénéon tiene una capacidad de síntesis y una habilidad para sorprendernos con un giro final realmente admirables; su lenguaje es fresco y vivo; su humor negro y afilado; pero, cuando ya llevas unas cincuenta páginas, el libro se vuelve repetitivo y te das cuenta de que aún no has leído ni una cuarta parte y empiezas a cansarte. Es un libro curioso, ingenioso, hasta cierto punto simpático, pero también hasta cierto punto cansino, y una vez lo terminé me dio la sensación que no me había aportado nada; un divertimento que no se digiere mal pero que no llena.
Otra cosa mala que tiene es que la biografía del autor es más interesante que el libro en sí. Me ha gustado más el prólogo que relata su vida que no el libro per se. Mal señal. Se ve que Félix Fénéon durante mucho tiempo llevó una triple vida: por un lado era funcionario respetable del gobierno, pero también un periodista descubridor de nuevos talentos (tanto en la literatura como en la pintura), y luego aún resulta que también era un anarquista combativo, hasta el punto que fue encarcelado durante tres meses por tirar una bomba en un concurrido café, aunque finalmente fue absuelto. Ciertamente curioso.