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miércoles, 10 de enero de 2024

Triunfo Arciniegas / Diario / Toto

Toto, 2024
Foto de Triunfo Arciniegas


Triunfo Arciniegas
TOTO
10 de enero de 2024

Después de más o menos año y medio en La Mancha, Toto ha vuelto a casa porque mi hermano Jaime una vez más se va de viaje. Toto abandona el monte y viene a hacerle compañía a los gatos, Mío y Nino. En esta casa, no aplica el dicho “como perros y gatos”.

Somos doce hermanos, con vida independiente, y todos tenemos animales. Y todos, más de uno. Jaime, el más exagerado, recoge perros de la calle, los rehabilita, por no decir los resucita, y les busca hogar. Durante un par de años tuve uno de esos perros y hasta el momento es la compañía de Alejandra. Jaime lo encontró a la orilla de la carretera, herido, flaco y sucio. Todavía se asusta con el ruido de los autos. Ahora que viaja, sin fecha de regreso, el dolor más grande de Jaime es dejar a sus perros. Con algunos lleva diez o quince años y es posible que no vuelvan a verse.

Una de mis hermanas encontró un perro recién atropellado y al borde de la muerte, “con las tripas por fuera”, según sus propias palabras. Se lo llevó a una de las sobrinas, una de las veterinarias que tenemos en la familia (tal es la dedicación que nos caracteriza) y lo salvaron. Mi hermana terminó quedándose con “el resucitado”.

Por mi parte, me he ido alejando de los perros, y ahora prefiero los gatos. Quiero otro gato, pero no más perros.

10 de diciembre de 2023




lunes, 18 de julio de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Toto en La Mancha l


Triunfo Arciniegas
TOTO EN LA MANCHA
17 de julio de 2022

Se va Toto a pasar una larga temporada en La Mancha. Unos cuantos viajes pendientes me alejarán de casa por lo menos tres meses. Así que Toto se quedará con mi hermano Jaime y sus perros. Sé que allá estará muy feliz. Mi hermano con los animales es más dedicado y amoroso, por no decir que más sabio.

Hemos pasado el día juntos. Esta madrugada salimos a caminar por la vía a Málaga. Estaban quemando pólvora en honor a la Vírgen del Carmen, pero ni Toto ni yo practicamos esta superstición. Son los mismos que luego adornarán los autos con globos de colores y los harán bendecir por un cura de escasa reputación. Qué pendejada. Si los curas bendicen hasta los tanques de guerra, ¿qué más puede esperarse?

Caminamos un rato y en perfecta soledad, lejos de la estupidez colectiva, contemplamos el amanecer. Entonces, mientras tomaba algunas fotos, me empezó el episodio del hipo.

Luego nos fuimos en la camioneta a La Mancha, que queda a una distancia de siete rancheras de José Alfredo Jiménez. Tomé las medidas del portón y le di una mirada al sitio donde haremos el puente peatonal. Llamé a Jaime desde la orilla del río y le envié un par de mensajes, pero no funcionó ni lo uno ni lo otro a pesar de que estábamos a menos de ochocientos metros.

Me fui a desayunar a la casa de Reyes, y al rato apareció Jaime con Milena y Camilo, los sobrinos, los juiciosos hijos de Nelly. “Llegaron los castradores”, dije, bromeando. El trabajo lo hace Milena y los otros son o somos los ayudantes. Improvisamos el consultorio en el corredor, sobre un pupitre, y atrapamos el par de gatos. Uno de ellos es el padre de Nino, y ya no lo será de nadie más. Luego trajeron un perro. Es una labor que Milena realiza gratis en la vereda, donde la quieren mucho, por supuesto.

Después fuimos con Reyes a escoger y tumbar el árbol para el puente. Terminamos a las tres de la tarde. Del árbol propiamente se encargaron Reyes, Jaime y Camilo. La doctora Milena y yo, el Sapo Máster, terminamos conformando el comité del guarapo y vigilancia de la carretera. Un comité muy estudiado, modestia aparte. Tuvimos la sagrada misión de evitar que los obreros pasaran sed y que el árbol aplastara autos y peatones. Una vez derribado el árbol, de más de veinticuatro metros, y partido en dos trozos de once metros, que terminaron a la orilla de la carretera, me encargué de arrastrarlos con la camioneta hasta La Mancha, es decir, al frente. Aparte de una pierna golpeada y una uña lastimada, todo salió bien. Nos divertimos.

Me despedí de Toto, que me lamió hasta las orejas. Jaime y los sobrinos se fueron a una fiesta de cumpleaños donde Genaro y me quedé a almorzar con Reyes en su casa. Rosalba nos había preparado pollo con papas y arroz. No comí casi nada, azotado por el hipo.

Luego de siete rancheras estaba de nuevo en casa.

Con el hipo.


jueves, 13 de julio de 2017

Triunfo Arciniegas / Diario / Toto







Triunfo Arciniegas
Toto
Ciudad de México, 12 de julio de 2017

Uno viaja y los animalitos se quedan en casa. Llegaron en estos días unas fotos de Toto, feliz, revolcándose entre mis cobijas. Se escapó de la terraza y lo encontraron en mi cama. Toto del Carmen sigue conmigo, porque Aníbal Lester, el más reciente de mis perros, pasó a las manos de Alejandra, quien en este viaje lo dejó con su hermana Verónica.

Es un lío viajar tanto y mantener un animalito. Se enferman y se deprimen cuando se quedan solos. No puedo dejar de viajar. El otro día escribía que uno debería ser al menos dos: uno podría viajar mientras el otro se encargaría de los asuntos cotidianos y los afectos domésticos. 

En fin, no fui capaz de desprenderme de Toto. Le dije a Alejandra que le buscara dueño a Aníbal y, por suerte, prefirió quedárselo. Le encantan los animales, sobre todo los gatos y los perros. Pero cierta alergia le impide acercarse a los gatos. Se consuela haciéndoles fotos.

El gusto por los perros se lo heredamos todos a nuestro padre. Mamá los detestaba y ahora entiendo por qué: tenía que encargarse de su cuidado. Los llamaba chungos. No sé por qué la mirada de los perros siempre me recuerda a mi padre.