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lunes, 18 de diciembre de 2023

Un lugar / Mariana Enriquez / Oslo


El asesino, 1910
Edvard Munch


 

Mariana Enriquez

Oslo

31 de julio de 2022


Oslo en marzo. La oscuridad y el frío que cualquiera imagina no están por ningún lugar. Bueno, el frío si, pero no resulta insoportable, aunque el hielo aún se derrite en las calles y un amigo me recomienda: siempre por las piedritas, consejo que no respeté y tuve mi experiencia de culipatín. Oslo no es opulenta como Copenhague ni como Estocolmo. Tampoco es, como suelen decir ellos, “una aldea de pescadores”. O en todo caso, es la aldea de pescadores más cara y más rica del mundo.

jueves, 30 de junio de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Botero

Con Homenaje a La Tour, de Fernando Botero
Museo Botero
Bogotá, 2022



Triunfo Arciniegas
BOTERO

Esta pintura, Homenaje a La Tour, me encanta. Lo mismo la pera, las naranjas, esas guitarras que parecen de pan y otras maravillas. Pero, en realidad, su pintura no me conmueve. Botero me parece mejor como escultor. Sus mujeres, sus gatos, sus pájaros son inventos que nos hacían falta. Grandioso escultor. No es la opinión de un experto ni de un crítico sino de un simple amante del arte. Pero hay otra cosa que me emociona más: la generosidad de Botero. Veo una y otra vez las obras del Museo Botero (Picasso, Balthus, Bacon, entre otros tantos) porque el maestro le hizo este magnífico regalo al país. Me quito el sombrero.



miércoles, 29 de junio de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Tamayo y Bacon

Con Tamayo y Bacon
Museo Botero
Bogotá, 2022


Triunfo Arciniegas
TAMAYO Y BACON

Con dos grandes y amados pintores, Tamayo y Bacon. Cada vez que puedo vengo a visitar estas maravillas. Pocos tienen el dominio del color de Rufino Tamayo, que es, en mi opinión, el más grande de los pintores mexicanos. Francis Bacon, perverso y polémico, nos enseñó otra manera de ver la pintura y exploró como nadie las entrañas del ser humano. Extraordinario pintor.


Rufino Tamayo, Matrimonio, 1958
Oleo sobre lienzo

Francis Bacon, Estudio de un niño, 1960
Oleo sobre lienzo

Museo Botero, Bogotá, 26 de junio de 2022




lunes, 30 de noviembre de 2020

Una pintura / Thomas Hart Benton / Poker Night



Thomas Hart Benton
Poker Night

El 3 de diciembre de 1947 se estrenaba en Broadway, "A streetcar named Desire" (Un tranvía llamado Deseo), una obra teatral del dramaturgo estadounidense Tennessee Williams que llegaría a alcanzar un gran éxito y que le reportaría a su autor el Premio Pulitzer de teatro en 1948 convirtiéndose en una pieza mítica del teatro americano y también en un clásico del teatro mundial. La obra fue dirigida en su estreno por Elia Kazan, el que fuera cofundador del Actors Studio, y producida por Irene Selznick, una hija del todopoderoso productor Louis B. Mayer.

La obra narra un periodo en la vida de una pareja de Orleans, Stella y Stanley Kowalski, la cual ve alterada su vida por la llegada a su hogar de una hermana de Stella, una tal Blanche Dubois, una mujer con un extraño carácter entre arrogante y secretista que chocará desde el primer momento con el de Stanley, un abrupto y violento obrero aficionado al poker y al alcohol lo que se traducirá en momentos de gran tensión entre los tres habitantes de ese hogar hasta que Stanley consigue, al final, alejar definitivamente a Blanche de sus vidas.

Las representaciones contaron con la actuación de un desconocido y joven Marlon Brando en el papel de Stanley Kowalski y con la de las actrices Jessica Tandy y Kim Hunter en el de Blanche y Stella respectivamente. Se cuenta que la actuación de Marlon Brando era tan asombrosa que eclipsaba al resto de actores y el público acababa tomando parte y solidarizándose con aquel salvaje y maleducado inmigrante. Todo el elenco de actores sería el mismo que más tarde interpretaría su papel en la película de igual nombre que Elia Kazan dirigiría en 1951 a excepción del papel de Blanche Dubois que sería interpretado por la actriz Vivien Leigh. 

Dado el éxito con el que arrancó la representación teatral desde sus inicios, David Selznick, el marido de la productora Irene Selznick, decidió hacerle un regalo de felicitación para lo cual encargó a Thomas Hart Benton, un pintor estadounidense representante del llamado Regionalismo norteamericano, que les pintase un cuadro basado en alguna escena de la obra a lo que Benton accedió pintando en 1948 el cuadro que hoy traemos a estas páginas titulado "Poker Night". 

Benton tituló este cuadro como "Poker Night" en consonancia al primer título que Tennessee Williams había ideado para su obra y que luego cambiaría en base al propio argumento de la misma, la cual, se iniciaba con la llegada de Blanche Dubois en un tranvía de la linea llamada "Desire" (Deseo), una antigua línea de tranvías de Nueva Orleans que pasaba por una de las calles del barrio francés, la Elysian Fields (Campos Eliseos) en la que se ubica la casa en la que transcurrirá toda la representación. 

Para su cuadro, Benton escogió la tercera escena de la obra teatral, una escena en la que se desarrolla una partida de póker en casa de Stanley en la que participan el propio Stanley y tres de sus amigotes, Steve Hubbel, un vecino suyo que habita en el piso de arriba, Pablo Gonzales, un individuo de grandes bigotes y con aspecto de mejicano y Harold Mitchell, el amigo con mejor imagen de todos y al que ellos llaman Mitch. Durante el desarrollo de la partida, aparecerán en escena Blanche y Stella que, recién llegadas de la calle, se refugian en sus dormitorios quedándose en ropa interior mientras curiosean a través de una cortina que separa los dos ambientes en los que se desarrolla la acción. Esta, como sabrán los que hayan visto la película o conozcan la obra, acabará terminando borrascosamente con la agresión a su mujer de un Stanley tremendamente borracho y descolocado. 

Como podemos ver en el cuadro, Benton coloca a Stanley (Marlon Brando) con su inconfundible camiseta en el extremo izquierdo de la mesa mientras que, a su derecha y de pie, sitúa a Mitch (Karl Malden). Con sombrero y su inseparable puro aparece Pablo (Nick Dennis) y, reclinado sobre la mesa, su vecino Steve (Rudy Bond). Tras la cortina y con un aire muy sexy pintaría Benton a Blanche (Jessica Tandy) y a una Stella (Kim Hunter) que parece observarla con un cierto aire de preocupación.

El cuadro es una interpretación bastante fiel de la escena teatral a excepción del aire de rubia fatal a lo Jean Harlow de los años treinta con el que pintaría a Jessica Tandy, muy alejado de su imagen en la escena real y que le valdría un enfado considerable de la propia Jessica que le llegó a acusar de haberla retratado como una manipuladora sexual. La obra de Benton agradó mucho a Irene Selznick y fue colocada en el vestíbulo del teatro Ethel Barrymore donde permanecería hasta su última representación en diciembre de 1949. 

Este cuadro se conserva en el Whitney Museum de Nueva York.




lunes, 16 de noviembre de 2020

Una pintura / Lucian Freud / Benefits Supervisor Sleeping


Benefits Supervisor Sleeping
Lucian Freud


Lucian Freud
Benefits Supervisor Sleeping
1995

El pasado 21 de julio de 2011 moría en Londres, a sus ochenta y ocho años, Lucian Freud. Nieto de Sigmund Freud, era el pintor vivo más cotizado del planeta siendo gracias a su actividad pictórica, solo interrumpida por la muerte, un pintor multimillonario cuya herencia se disputarán sus numerosos hijos reconocidos y seguramente los no reconocidos, los cuales se estima que superan a los primeros.

Considerado el mejor pintor realista de la segunda mitad del siglo XX, es famoso por sus desnudos en los que, al igual que en los de su amigo Francis Bacon, la carne desborda el lienzo y parece ofertarse como género de carnicería con la diferencia de que, el carnicero Bacon nos ofrece una carne púrpura, sangrante y como diseccionada tras una autopsia y Lucian Freud nos la muestra cicatrizada, casi en proceso de regeneración o de crecimiento en placas.

Hombre apasionado, entregado a su arte y a lo que la vida le ofreciese, participó de esta con su tremenda vitalidad, la misma que se refleja en sus cuadros. La bebida, el juego, las mujeres y la pintura fueron sus grandes pasiones a lo largo de su vida siendo la pintura la que realmente mantendría con la misma intensidad hasta el final.

"Benefits Supervisor Sleeping" fue pintado en 1995 y es tal vez su obra más famosa debido a que en una subasta de Christie’s celebrada en el 2008 en Nueva York esta obra alcanzó la cifra de 33,6 millones de dólares, cifra récord para una obra de un artista vivo.

En este cuadro se ve a una gruesa mujer llamada Sue Tilley que dormita acostada sobre un destartalado sofá de flores que parece contener a duras penas la carne desbordante que mana de su vientre y de sus pechos. Su brazo izquierdo aferrado al respaldo del sofá acrecienta esa sensación de inestabilidad produciendo una especie de intranquilidad en el espectador que presagia la inminente caída de la durmiente. 

Sue Tilley era, cuando Lucian Freud la pintó, una joven trabajadora empleada en el Departamento de Trabajo y Pensiones inglés en el West End de Londres que alternaba sus jornadas de trabajo con la diversión y la música que le ofrecían las noches de "Taboo" la famosa discoteca de Leicester Square. Allí había conocido en la década de los ochenta a Leigh Bowery un artista australiano y personaje destacado como cantante, modelo, diseñador excentrico, animador y relaciones públicas del club e individuo que se codeaba con personajes del mundo de la moda y el arte de la talla de John Galiano, Alexander Mc Quenn, Boy George y el propio Lucian Freud, que lo retrataría en una serie de desnudos entre los años 80 y 90.

Fue el propio Leigh Bowery, conocedor de los gustos de Lucian Freud por las formas rotundas, el que le presentó a Sue Tilley proponiéndole el pintor que posase para él. Sue Tilley fue modelo de Freud durante más de cuatro años en la década de los noventa quedando inmortalizada en varios retratos. En el que hoy vemos, la propia Sue cuenta que posó durante nueve meses en agotadoras sesiones diarias, varias veces a la semana. Como toda la obra de Freud la gestación fue lenta, rascando lo pintado y volviendo a repintar, añadiendo carne a la carne en una especie de proceso progresivo de trasplantes realizados a base de golpe de espátula.

Cuando en el 2008 el cuadro fue adquirido en la subasta de Christie’s por el magnate ruso Roman Abramovic, Sue comentó en una entrevista de la BBC que: "Yo nunca imaginé que un día uno de mis cuadros sería el más caro del mundo pero se ha convertido en una especie de imagen icónica. Es muy emocionante y como yo no tengo hijos es maravilloso pensar que un poco de mí va a durar para siempre".

Con motivo de la muerte de Freud, Sue decía hace unos días en otra entrevista de la BBC que "Aunque no éramos grandes amigos y no nos habíamos visto desde hace mucho tiempo, me siento como si una parte de mi vida se haya ido con él."

Sue, sigue trabajando en Londres como directora del Departamento de Trabajo y Pensiones y hace unos meses publicó una biografía de su amigo Leigh Bowery titulada "Leigh Bovery: la vida y obra de un icono".

DESDE EL OTRO LADO DEL CUADRO

domingo, 8 de noviembre de 2020

Una pintura / Juan Genovés / El abrazo


'El abrazo' (1976), de Juan Genovés.
'El abrazo' (1976), de Juan Genovés.

Juan Genovés 

El abrazo


‘El abrazo’ que fue símbolo de la Transición

El cuadro que Juan Genovés pintó en 1976 ha servido como emblema de la reconciliación, usado por Amnistía Internacional y como homenaje a los abogados de la calle Atocha



Silvia Hernando
Madrid, 15 de mayo de 2020


En la plaza de Antón Martín, en pleno centro de Madrid, se puede ver todos los días un sentido abrazo de un grupo de compañeros, de amigos, casi una auténtica familia. Vestidos con sus gabardinas, con sus pantalones ligeramente acampanados, con ese corte tan de otra época, estos hombres y mujeres llevan así, fusionados en su fraternal gesto, cerca de dos décadas. Curtidos por las caricias del sol y la lluvia. Se colocaron allí en 2003, cincelados en bronce e inspirados en el lienzo que en 1976 realizó el recién fallecido artista valenciano Juan Genovés. Como es habitual en el estilo del pintor, se trata de personas sin rostro, una multitud que representa, en su indefinición, a todos los individuos. Conservado por el Reina Sofía, el cuadro original se trasladó simbólicamente en 2016 desde los almacenes del Museo al Congreso de los Diputados. La imagen se ha convertido a lo largo de los años, y con el asentamiento de la democracia en España, en emblema de los valores que quiso abanderar la Transición: la reconciliación, la libertad, la búsqueda de un nuevo y más brillante futuro.

Grupo escultórico 'El abrazo', basado en el cuadro del mismo nombre de Juan Genovés, instalado en la plaza de Antón Martín de Madrid, en homenaje a los abogados laboralistas que fueron asesinados por la extrema derecha el 24 de enero de 1977 en la vecina calle de Atocha, en plena transición política.CRISTÓBAL MANUEL


Recordado como uno de los acontecimientos más destacados y trágicos de la historia reciente de España, la matanza de los abogados de la calle de Atocha, perpetrada por miembros de la extrema derecha en las últimas horas del 24 de enero de 1977, marcó un hito en el devenir del tránsito hacia la democracia en el que se encontraba inmerso el país. En ese despacho donde irrumpieron los pistoleros y murieron cinco personas y otras cuatro resultaron heridas, colgaba precisamente un póster de El Abrazo de Genovés que, dicen, llegó a salpicarse con la sangre de los asesinatos. El cuadro, que el valenciano empezó a pintar en 1973 en la clandestinidad, y por el que llegó a pasar una semana en el calabozo, había sido reproducido por la Junta Democrática como metáfora para exigir la liberación de los presos políticos en España tras la muerte de Franco. Ese abrazo grupal también fue usado durante años por la ONG Amnistía Internacional como imagen de sus carteles. Más tarde, partidos de la izquierda han insistido en reclamar el valor de la obra de arte como emblema de un tiempo que aún sigue estando presente en la memoria colectiva.

Juan Genovés, 2012
Foto de José Jordán

Cuando en 2016 el lienzo fue trasladado, en calidad de préstamo, al Congreso de los Diputados —donde se exhibió junto a bustos de los presidentes republicanos Manuel Azaña y Niceto Alcalá Zamora y de la feminista Clara Campoamor—, Genovés declaró que se trata de una obra que busca representar a “las miles y miles de personas que luchamos para que nuestro país no fuera diferente; este cuadro representa la reconciliación de los españoles”. El artista añadió: “Ya no hay tanta alegría, ya no se ve tanto entusiasmo”. Genovés se refería la comparación de la época de la Transición con la modernidad desbocada del siglo XXI. “Fue otro tiempo. Siempre es tiempo de los abrazos, sin duda, pero no me parece que ahora la gente esté tanto por abrazarse”. La obra cuelga desde 2018 sobre las paredes de la sala 001.01 del Museo Reina Sofía, mientras que en el Congreso se exhibe una réplica.

Juan Genovés y El abrazo

Tras viajar a Estados Unidos para una exposición, el cuadro fue adquirido a finales de los años setenta por un coleccionista de Chicago, que accedió a cambiarlo por otra pieza de Genovés al comprender el valor simbólico que tenía. Tras las gestiones promovidas por Adolfo Suárez, en 1980 la galería Marlborough, que representó a Genovés hasta el final de sus días, la vendió al Estado por medio millón de pesetas. De ahí pasó a los almacenes del entonces llamado Museo de Arte Contemporáneo, luego Reina Sofía. En 2001, el sindicato CC OO propuso dedicar plazas y calles de distintos municipios de Madrid en recuerdo de los abogados asesinados. Dos años después se levantó la estatua inspirada en la obra de Genovés, que él mismo adaptó al lenguaje escultórico y que fue colocada en la plaza de Antón Martín, a apenas unos pasos de distancia del número 55 de la calle de Atocha. La placa que hoy reposa en el pedestal de seis metros que sujeta El abrazo fue incluida aún más recientemente, en 2017, y reproduce una conmovedora cita de Paul Éluard que apuntala el sentimiento de confraternidad que quiere transmitir la escultura: “Si el eco de su voz se debilita, pereceremos”.




jueves, 5 de noviembre de 2020

Una pintura / Botticelli / Retrato de Simonetta Vespucci

 


Sandro Botticelli
RETRATO DE SIMONETTA VESPUCCI


Sandro Botticelli
RETRATO DE SIMONETTA VESPUCCI

El 29 de enero de 1475 se libró un famoso torneo en la plaza de la Santa Croce en la ciudad de Florencia para celebrar el acuerdo de paz entre las tres potencias italianas de Venecia, Milán y Florencia. La justa, organizada por el señor de esta última, Lorenzo "El Magnífico", no pretendía ser un torneo a la usanza de los antiguos y cruentos torneos medievales sino una demostración colorista y festiva que demostrase, a la vista de todos los presentes, la destreza en el manejo de las armas y la suntuosidad de los miembros de la familia de los Médicis pues, a este torneo, concurría Giuliano de Médicis, el hermano menor de Lorenzo. 


Cuentan las crónicas de la época que el espectáculo fue de un esplendor y magnificencia nunca visto hasta la fecha. Los Médicis habían presionado a las familias nobles de Florencia para que participasen en este espectáculo encargándose ellos de pagar gran parte de los gastos de los equipos de armas y vestuario requeridos. Entre los elementos que debía tener cada uno de los caballeros que participaban en esta competición figuraba su estandarte que, de acuerdo con las antiguas costumbres medievales, llevaría representadas unas imágenes alusivas a la mujer elegida por el caballero, la mujer dueña de su corazón, y que debería corresponder a una mujer ya casada de la corte y que se destacara especialmente por sus virtudes. Estos estandartes fueron encargados a distintos maestros pintores de Florencia como Andrea del Verrocchio o Antonio Pollaiuolo pero Giuliano de Medícis encargó el suyo a un pintor llamado Alessandro Filipepi, más conocido como Sandro Botticelli. 

La imagen que Botticelli plasmaría en el estandarte de Giuliano a instancias de este, sería la de una bellísima dama conocida en la corte de los Médicis como Simonetta Vespucci, una mujer cuyo rostro se convertiría en un icono en la obra de Botticelli, rostro que, idealizado seguramente, podemos contemplar en el cuadro que hoy traemos aquí. 

Simonetta Cattaneo di Candia, fue una joven genovesa casada con Marco Vespucci, un rico comerciante perteneciente a una prestigiosa familia florentina aliada de los Médicis. Vecino de Botticelli, este matrimonio era muy conocido en toda Florencia principalmente por la belleza de Simonetta y por su fama de mujer fiel y enamorada de su marido Marco con el que se había casado con solo 16 años. Cuando Botticelli la plasma en el estandarte de Giuliano, ella tan solo tendría 21 o 22 años y moriría un año después, en 1476, víctima de la tuberculosis. 

Se ha escrito mucho sobre un posible amor secreto entre Giuliano de Médicis y Simonetta Vespucci y se ha contado que eran amantes, pero nada de esto se ha podido probar. El hecho de que ella fuera una mujer admirada y que Giuliano la escogiese como su favorita para figurar en su estandarte no significa nada pues, este tipo de representaciones formaban parte de un juego amoroso pero público y no solo no afectaba en absoluto a la reputación de la mujer sino que la exaltaba a ella y al caballero que la había elegido. 

De Simonetta Vespucci no hay prácticamente referencias biográficas y es Botticeli el que va representando su imagen años después de muerta en muchos de sus retratos de jóvenes damas, en sus madonas y en sus ninfas o Venus mitológicas y que constituyen lo mejor de su obra. 

La imagen de Simonetta no es un vivo retrato de la modelo - ella nunca posó para Botticelli -, es el ideal de mujer que se caracteriza por la belleza perfecta y virtuosidad igualmente perfecta. Botticelli nunca pretende reflejarnos las cosas - los seres - tal y como los vemos sino tal y como son en el mundo de los símbolos. 

El cuadro que hoy vemos fue pintado sobre 1480, cuatro años después de desaparecida Simonetta, y el Museo Städel, (Frankfurt), museo en el que se puede contemplar este cuadro, - atribuido según algunos expertos a Jacopo del Sellaio - le puso el largo titulo de "Retrato idealizado (retrato de Simonetta Vespucci como una ninfa)" (Weibliches Idealbildnis (Bildnis der Simonetta Vespucci als Nymphe)), seguramente para matizar que la imagen de Simonetta está idealizada, que es un ideal. Un icono. 

Simonetta, o el icono Simonetta, aparece aquí representada de perfil, pero no rígida sino con una cierta sensación de movilidad que produce su busto diagonalizado. Sus cabellos rubios, con largas trenzas y algo azotados por el viento serán los que nos vuelva a mostrar cuando Boticelli la represente en "La primavera", en "Venus y Marte" o en "El nacimiento de Venus" unos años después. El camafeo que luce al cuello es un colgante que pertenecía a los Medicis, grandes coleccionistas de este tipo de joyas, y que se conserva y ha sido expuesto en alguna ocasión. Este camafeo representa al dios Apolo y al sátiro Marsias, el sátiro que según la mitología griega desafiaría a Apolo en un concurso musical. En el tocado de plumas de garza y en el broche y las perlas que adornan la cabeza de Simonetta algunos han querido ver una alusión al apellido Vespucci (avispa). 

Simonetta fue llamada "La mujer más bella del Renacimiento". Yo pienso que su belleza es no solo del Renacimiento sino que es una belleza siempre actual, moderna. Botticelli descubrió tal vez el modelo ideal de belleza femenina. El actor, escritor y director de cine Peter Ustinov escribió en algún sitio que: "Si Botticelli viviera, trabajaría para Vogue."

DESDE EL OTRO LADO DEL CUADRO

lunes, 5 de octubre de 2020

Casa de citas / Whistler / Modestia

La madre del pintor, 1871
James Abbott McNeill Whistler



James Abbott McNeill Whistler
MODESTIA


No puedo decirte si el genio es hereditario, porque el cielo no me ha concedido descendencia.




sábado, 3 de octubre de 2020

viernes, 15 de mayo de 2020

Obras maestras / El mundo de Cristina, de Andrew Wyeth




El mundo de Cristina
Andrew Wyeth
The Museum of Modern Art_NY 2012
Foto de Triunfo Arciniegas

OBRAS MAESTRAS DE LA PINTURA
Christina’s World  by Andrew Wyeth


Si se visita New York por primera vez, hay tres cosas que está uno casi obligado a ver antes de nada: la Estatua de la Libertad, la vista desde el último piso del Empire State Building y el cuadro de Andrew Wyeth en las paredes del Museo de Arte Moderno (MOMA), El mundo de Cristina.

Este cuadro, un icono dentro de la cultura popular estadounidense, solo es comparable en popularidad al Gótico americano, de Grant Wood. Baste decir que, en 2006, una retrospectiva de la obra de Andrew Wyeth en el Museo de Arte de Pensilvania, fue visitada por más de 175 mil personas en un período de menos de cuatro meses lo que representa un récord jamás igualado en la obra de un pintor vivo.



El mundo de Cristina fue pintado por el pintor de Pensilvania, Andrew Wyeth, en el año 1948 en los alrededores de su residencia de verano en Cushing, en el estado de Maine. En este cuadro, Wyeth retrata de espaldas a una mujer vestida de rosa y que parece arrastrarse por una pradera en dirección a una misteriosa casa que aparece lejana, allí en el horizonte. De la simple observación del cuadro no se puede definir la edad de la mujer ni tampoco averiguar si se encuentra en una situación de incapacidad que la impida llegar hasta la casa que ella parece contemplar. Solo destacan, la tremenda soledad de su entorno y la fragilidad aparente de sus delgados brazos en los que descarga el peso de su torso erguido.

Que hace esta mujer y que nos quería contar el pintor con este misterioso cuadro. Eso, lo explicó al mundo el propio Andrew Wyeth.

En este cuadro, él había querido representar a Christina Olson, una vecina a la que había conocido a través de su mujer y que vivía sola con su hermano Álvaro en la casa que aparece en el cuadro. Christina, era una mujer con una incapacidad motora producida por una poliomielitis que la había afectado en su juventud y que no se resignaba a permanecer sentada todo el día ni a usar una silla de ruedas para sus desplazamientos prefiriendo arrastrarse por el campo de donde recogía pequeños ramilletes de flores para adornar su casa.

Andrew Wyeth

Realmente, la mujer que aparece en el cuadro no es la propia Christina Olson. En esas fechas, ella tenía ya 55 años y para el detalle de su torso Andrew Wyeth usó a su esposa Betsy como modelo queriendo mostrar con este cuadro el sentimiento de admiración que él había llegado a sentir por aquella mujer.

A Christina la pintó en numerosos cuadros y también a su limitado mundo formado este por su hermano, por aquellas praderas y por esa grande y destartalada casa en la que los dos hermanos le llegaron a habilitar un estudio y desde el que Wyeth pintaría con ojos de voyeur el mundo que se filtraba a través de aquellas ventanas a las que él definió como unos gigantescos ojos, ojos como pedazos del alma, casi.

Christina Olson murió en 1969, algunos años después que su hermano Álvaro y está enterrada junto a él en el cementerio que existe a espaldas de la casa y en el que también descansa Andrew Wyeth por expreso deseo del mismo. La casa, construida en 1700 y reformada con su aspecto actual en 1871 por un antepasado de los Olson, está declarada desde junio de 2011 Monumento Histórico Nacional y forma parte actualmente del Farnsworth Art Museum, un museo con una de las colecciones más grandes de pintura de la familia Wyeth, toda una saga de artistas.

Puedes ver más obra del pintor realista Andrew Wyeth en este video o visitando su página Web.

DESDE EL OTRO LADO DEL CUADRO


Obras maestras / Picasso / Guernica


Pablo Picasso (Pablo Ruiz Picasso) - Guernica
Guernica
Pablo Picasso


OBRAS MAESTRAS DE LA PINTURAPicasso y el terror de las víctimas

Los museos cierran sus puertas, pero la contemplación del arte sigue abierta. Cada día, destacamos una obra visitable en la red y surgida del diálogo entre dos creadores. Hoy: el 'Guernica', que el malagueño pintó bajo el poderoso influjo de Rubens


Peio H. Riaño
17 de marzo ded 2020

“En Roma está el Papa, pero en Nápoles está Dios”. Y así Jean Cocteau sacó a Pablo Picasso de la capital italiana. En febrero de 1917, el escritor y el pintor montaron un viaje relámpago en el que el malagueño conoció a su futura mujer, la bailarina de los Ballets Rusos Olga Khokhlova, y también el impresionante Los horrores de la guerra (1640), de Rubens, en el Palazzo Pitti (Florencia). El devorador de imágenes, que convirtió a la tradición en su mejor colaborador, partió de ese inmenso lienzo donde la destrucción, la barbarie y el dolor habían quedado tan bien fijadas que se bebió al maestro barroco y levantó Guernica veinte años después. El cuadro se conserva y exhibe en el Reina Sofía de Madrid y puede visitarse virtualmente y en alta definición en la web del museo durante el cierre provocado por la cuarentena.
El Gran Duque Fernando II de Toscana quería una alegoría de la Guerra de los Treinta Años, el conflicto bélico más grande del siglo XVII, que involucró desde Suecia hasta España, entre 1618 y 1648. Un encargo similar llega a Picasso del Gobierno de la República Española para dar a conocer al mundo la miseria de la Guerra Civil española en la Exposición Internacional de París, en 1937. Picasso decide invertir la composición –como si fuera un espejo– y desplaza el movimiento de derecha a izquierda, con el mismo número de personajes (sin los cuatro amorcillos), la misma tensión dramática, las mismas expresiones de terror y con la culminación de dos mujeres que, desgarradas ante la subversión del orden social, levantan los brazos al cielo.
Picasso también incluye el espanto de la madre con su hijo, pero prefiere dar un paso más allá en el drama y representarlo fallecido. Alecto, el personaje mitológico que porta la antorcha (vive en el mundo tenebroso), tiene su acto reflejo en la lámpara que aparece en la parte alta de Guernica. Ahí está igualmente la figura del arquitecto muerto, que Rubens presenta con un compás en una mano y un escoplo en la otra. Y, por supuesto, la paz: el pintor barroco la muestra convertida en una rama de olivo. En la versión picassiana es una flor que resiste a la guerra.
A este evidente reflejo, la historiografía ha preferido denominarlo calco topológico, en lugar de fotocopia apocalíptica –demasiado peyorativo, dada la variedad monocromática con la que actuó Picasso– o incluso apropiación cultural, porque hace propia la idea de Rubens para tomar posición en el mundo. El otro día, un buen amigo me preguntó si imaginaba la violencia de la pintura flamenca en la tradición española. Y la pregunta quedó sin resolver hasta hoy.