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jueves, 2 de noviembre de 2023

Proyecto centenario / Cómo se ve el cuerpo humano a los cien años

 


Proyecto Centenario
Cómo se ve el cuerpo humano a los 100 años

Una mujer de 101 años que quería ser fotografiada desnuda, recurrió a la fotógrafa Anastasia Pottinger, de Missouri, EE. UU.

El fotógrafo quedó fascinado con los resultados y así nació el proyecto "Centenario". Más personas de cien años, que estaban dispuestas a ser fotografiadas de la misma manera y documentar sus cuerpos ancianos con gracia y respeto.

domingo, 5 de julio de 2020

Triunfo Arciniegas / Diario / Pendejos en el parque

Pendejos en el parque
3 de julio de 2020
Foto de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
PENDEJOS EN EL PARQUE
3 de julio de 2020

Si usted no tiene nada que hacer, no salga a hacerlo en la calle: hágalo en casa, por favor. Se jode usted y nos  jode a todos.

Si observan con cuidado la fotografía, a la izquierda sorprenderán una vendedora callejera sin tapabocas contemplándose las uñas, y a la derecha, una señora embarazada o extremadamente gorda haciendo nada. Si observan bien, encontrarán tipos con tapabocas en la quijada o de corbatín, y al fondo, en el centro, sentada, una vieja que así como así dejó el tapabocas en la casa o lo escondió en el fondo de su cartera. Una cartera negra, como su destino. Su amiga, que no se ve tan mayor, trajo el tapabocas pero lo usa en el pescuezo. Por algo son amigas, al fin y al cabo. Que el Señor las acoja en su reino y mantengan esa linda amistad por los siglos de los siglos.

Amén.


martes, 5 de diciembre de 2017

Casa de citas / James Nachwey / Imágenes incómodas


Fotografía de James Nachtwey

James Nachtwey
BIOGRAFÍA
IMAGENES INCÓMODAS

Algunas de estas imágenes retan a los espectadores porque son incómodas, pero ni la más incómoda de todas ellas es capaz de reproducir el dolor que experimentan millones de personas en guerra.

James Nachtwey / “La fotografía tiene el poder de relatar la historia desde nivel del suelo”



miércoles, 27 de febrero de 2013

Diario / Tratado del olvido

Caveira
Rio de Janeiro, 2013
Foto de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
TRATADO DE OLVIDO
São Paulo, 27 de febrero de 2013


Olvidé escribir que ayer cumplí años. En realidad, lejos de casa, no sé si los cumplí. Hace un año era domingo y estaba en un hotel del centro de Ciudad de México, cerca de la plaza Garibaldi, y esa noche los marichis me festejaron gratis sin saberlo. Fue una fiesta apoteósica: todos tocaban y cantaban y bebían tequila. Acudieron todos los desconocidos. Venía entonces del carnaval de Veracruz y había pasado unas cinco horas arrastrando una maleta por las calles atestadas en busca de un bendito hotel. Hace dos años, también por razones de carnaval, sudaba como un caballo en un hotel de pobres de Barranquilla de cuyo nombre no consigo acordarme. Y ahora, "moro" en el hotel Dann de la rua Costelação, en São Paulo, Brasil. 

Salí temprano, después de leer tres cuentos de Rubem Fonseca en portugués y desayunar como un rey. Cantándome sin pudor el cumpleaños, ahora que hablo solo y me contesto, que río y lloro casi por las mismas razones, caminé por "a rua Consolação" hasta el "Cemitério da Consolação", donde ya había estado el domingo, y tomé otras fotografías, mientras buscaba en vano las tumbas de Monterio Lobato y Mário de Andrade. No sé si habían salido. Tal vez se les prolongó la parranda del fin de semana. O tal vez ni siquiera han vuelto del carnaval. Todo puede esperarse de estos señores.

Regresé al hotel y bajé las fotos. Renové la tarjeta de internet, que cuesta diez reales por día, subí cuatro blogs y me quedé trabajando en el quinto. Como aún no termino el bendito texto sobre la noche del sámbodromo que cierra el Carnaval, hice una entrada sobre el cementerio vecino que me tomó casi todo el día.

Salí al final del día a comprar Cetirizina para calmar esta alergia. Me mata el calor. Me baño tres veces al día. Sudo bajo la misma ducha. Aun no encuentro el remedio de Pedrillo, mi pobre perro viejo que se lanzó en su juventud dos veces de la azotea y que otra vez se enfermó en Pamplona: se le volvieron a enredar las patas. No se recuperó del todo de la segunda caída. Milú lo enamoró y se fue al monte con otros perros, maldita sea, y esa pena casi lo mata. Pasó la noche quejándose en la azotea. Me contó René, ahora que me llama al hotel todos los días, que Alejandra le diseñó otros zapatos para protegerle las uñas del roce del pavimento. Y a propósito de retorcimientos y de "bogotanas torcidas", ayer compré Torsilax, un remedio mágico que requiere con urgencia en Bogotá Irene Vasco de Peralta y Gato. Le tomé una foto a las "dois caxas" en la ventana, como si fueran palomas que descansan del vuelo, y se la envié para demostrarle que su encargo era un hecho. Compré un jabón de olor y un par de máquinas de afeitar. Encontré un coto de caza fabuloso, una pequeña librería de barrio, disimulada entre otras tiendas. Entré y compré diez libros (nueve en portugués y uno en español) y dos películas originales: Hamlet de Zeferelli y Lua de fel de Polanski. Es curioso, entre los diez libros viene una biografía de Polanski que me gustaría leer de inmediato pero que debe esperar su turno. Su vida y su obra me interesan. Es un pervertido y es uno de los grandes directores de nuestro tiempo, ambos asuntos me apasionan por igual. También compré agua y unos dulces. Quería una botella de vino o el licor de alguna fruta para festejar, pero no me decidí al final de cuentas. Así que pasé un día de perfecta soledad, sin amigos ni mujeres, sin vino ni cigarrillos, en otro país y en lengua ajena. Cualquiera diría que me preparo para suicidarme, que voy a meterme desnudo en la tina y me abriré las venas, y no es así. No hay tina.

Tengo planes maravillosos. Sé que voy con veinte años de atraso, pero siento que hasta ahora estoy empezando, que me quedan por escribir los mejores libros y que una deliciosa mujer me espera en algún recodo del camino para recorrer como locos las calles de París, que hasta ahora estoy haciendo los mejores viajes y que llevaré a feliz término este proyecto de carnavales: me veo en San Juan de Pasto y Rio Sucio, en Oruro y Nueva Orleáns, en Cádiz y Tenerife, en Venecia, para expresarlo de manera bella, y por lo tanto poética, como marrano estrenando lazo. "Tudo bem", como dicen por acá. Cien personas me escribieron en Facebook amorosos mensajes de cumpleaños. Me gustaría invitarlos a casa a todos y hacer una parranda, pero están regados por todo el mundo y no sé conocen entre sí. Les contesté a todos y les pedí perdón por la saudade. Aclaré que no voy  a cerrar por motivos de melancolía. A la mayoría nunca los he visto en carne y hueso. Uno de ellos dijo que no sólo tengo el privilegio de escribir sino la obligación de hacerlo, y eso me encantó. Asumo dichoso mi papel. Soy un ojo del mundo, soy una lengua, soy un testigo de mis días.

No tomé una sola foto ayer en la tarde, y luego me di cuenta que había olvidado la tarjeta de la cámara en el portátil. Las compras pesaban demasiado: agua (una botella grande y otra chiquita) y remedios, libros y películas, diez libros y dos películas, jabón y máquinas de afeitar, un jabón y dos máquinas. Se había desgastado por tanto uso la gozosa luz del día cuando decidí dejar para después la nueva estación del metro y regresé al hotel. Me sentí uno más del barrio mientras volvía al hogar dulce hogar viendo a la gente tomarse un café en una mesa de la calle y oliendo la marihuana de los muchachos en el bar de la esquina. Seguí trabajando en las fotos del cementerio. Quedan algunas buenas.

No duermo bien, trabajo mucho, la ciudad ha sido relegada ante tal ritmo de escritura. La falta de sueño me vuelve torpe. Quiebro vasos o derramo el café en los manteles, me golpeo contra las paredes o se me caen las cosas y no puedo controlar la emoción cuando converso con el portero o con el dueño de un kiosco o algún mesero. Pensarán que estoy loco o que soy un idiota. Esta mañana subí corriendo las escaleras del hotel y me caí. Me duele la mano izquierda, que asumió el impacto de la caída y protegió con asombroso arrojo los huesos de este pobre bebedor de relámpagos. Hace tres o cuatro días me hice una herida en la mano derecha: nada grave y hasta salió bonita en la foto. Pero no todo es carnaval, no todo es fiesta en la viña del Señor, puedo decir. No duermo bien pero estoy escribiendo de maravilla, como lo hacía en México en otros años. El año pasado no me funcionó la musa en los dominios del jaguar. Hice dos viajes, de mes y medio cada uno, y ambos fracasaron. Y ahora, después de un sueño intranquilo que bien pudo transformarme en un monstruoso insecto, escribo como un río a razón de un capítulo diario sobre un bar donde pasa de todo. La falta de sueño, la excitación de la escritura, el calor profundo, el mismo y melodioso idioma, me mantienen en otra dimensión, en otro cuarto que no es éste. No sé por qué el hotel me cobra una tarifa tan alta cuando ni siquiera estoy aquí.

Tampoco sé cuántos años acumulo entre pecho y espalda y, como casi todo mundo, a menos que una enfermedad haya dictado sentencia, tampoco sé cuántos me restan en esta tierra de nadie. Lo lamento: en Navidad y Año Nuevo y en estas fechas siniestras solo pienso en la muerte. No veo que sea un año más sino uno menos.




jueves, 21 de febrero de 2013

Carnaval de Rio 2013 / Verano de amor / Fotografías de Triunfo Arciniegas



CARNAVAL DE RIO 2013
VERANO DE AMOR
Rio de Janeiro, 13 de febrero de 2013
Catorce fotografías de Triunfo Arciniegas



Así recordaba la frase: “Porque estoy dentro del monstruo puedo hablar de sus entrañas”. Google la atribuye a Martí y así la matiza: "Viví en el monstruo y le conozco sus entrañas”. Pero no voy a hablar de política sino de la parranda. “Quien lo vive es quien lo goza” es la traducción currambera de la frase. Así se identifica el carnaval de Barranquilla. Y la verdad sea dicha, sólo así se entiende el carnaval: desde dentro.

Lo sé: este primer párrafo parece de un borracho. O al menos de un ebrio bebedor de relámpagos. Pero quién puede exigir coherencia y sintaxis y todas esas cosas en pleno carnaval, que sucede en todas las cosas, en toda la ciudad. Le di vueltas, le saqué las tripas de dragón y así se queda, con sus tuercas calientes.

Señores, el Carnaval de Rio no solo sucede en el sambódromo da Marquês de Sapucaí, cuyas entradas cuestan un ojo de la cara (mil quinientos dólares por persona en los privilegiados camarotes, por ejemplo) y se venden como pan caliente, con frecuencia de manera anticipada como parte de los paquetes turísticos. Allí mismo vieron a Megan Fox y Will Smith, embelesados con los lujosos y extravagantes carros alegóricos y las escuelas de samba de cuatro mil miembros: el espectáculo más grande de la tierra,  televisado para el asombro del mundo. Pero el carnaval no solo sucede en el sambódromo, a donde uno va como espectador nada más. Aunque se retuerza sudoroso y ebrio, aunque grite y cante no será parte de una escuela de samba ni lamerá el sudor de una garota ni le arrancará una sola de sus plumas de fantasía. Tal vez atrapará en el aire el "beijo" de una raihna de bateria y  eso será todo.

Entro en sustancia, señores, perdonen la embriaguez: existen los blocos que desfilan por las calles, cada vez más numerosos y cada vez más nutridos. "Podemos ver en las ruas a preciosa origem do carnaval profundo", escribe Arnaldo Jabor en O Globo. Este año se han visto en las orillas de Rio de Janeiro blocos que congregan a más de cuatrocientas mil personas, cuatro cientos mil locos que cantan y danzan en un solo y exaltado cuerpo, en una sola nota de felicidad. Y si uno va con un bloco, hace parte del mismo, va por las mismas calles y con la misma música, y otros son los que miran desde las ventanas o desde algún balcón protegido del delirio.

Ayer entendí ese animal vivo en la muchacha casi desnuda que bailaba a cuarenta grados en mitad de la calle. Le tomé ciento veinte fotografías y no me vio, no me miró una sola vez. Bailaba para su hombre, alguien mayor y algo cansado, sentado muy cerca de mí, acabado. Lo supe porque en un momento la mujer vino a sentarse en sus piernas y besó su boca. Qué maldito hombre tan afortunado, pensé para mis adentros, y registré el beso. La mujer volvió a lanzarse al bullicio, con sus jeans recortados con un cuchillo de cocina hasta la ingle, con la bragueta abierta casi hasta el pubis, con una blusa que jugueteaba en sus senos. Nadie más la miraba, solo yo. Todos los demás seguían embelesados en su propio frenesí, y su hombre solo quería recuperar el aliento para sobrevivir al resto del día. Se retorcía la muchacha y sus brazos la seguían a todas partes, brincaba sin extraviar las sandalias, sudorosa y perdida. El calor del verano nos junta a todos en una sola sopa, nos da ese uniforme básico: sandalias, un pantalón recortado y una camiseta. Eso es todo. Lo demás queda al aire. Algunas ya se despojaron de la camiseta, quedándose con un trapo para ajustar los senos, y eso es todo. Imagino que pronto estas calles se llenarán de pezones al aire.

Es el amor. El amor del verano o el verano del amor, como reza la camiseta donde juguetea el sol de esta muchacha inagotable. Los cuerpos vienen de todas partes del mundo a buscar el amor: se tocan, se recorren, se besan, y en las noches se penetran en solo frenesí inacabable. Tantas parejas empiezan su historia en estas fechas o la dan por terminada. El año entrante vendrán preñadas o con un crío o tal vez ni se acuerden del cuerpo que las hizo tan felices.

La publicidad de una cerveza este año levantó ampollas en Brasil: “E você, tá esperando o que para ter sua primera vez?” Se ve como una invitación para perder el virgo como sea y con quien sea. Los dueños de la cerveza alegan que con la frase solo hay un vaso rebosante y una botella, pero la intención sexual es obvia. Tanto en la botella como en el vaso rebosante, por otra parte, hay una mujer en traje de baño, sentada como en una playa y con las manos juntas en la nuca. Blanco es y gallina lo pone. La publicidad inunda las calles desde enero: la he fotografiado una diez o doce veces, pero no se me da la gana reproducirla y aumentar en unos centavos las astronómicas ganancias de la “cerveja”. En todo caso, bebamos y tiremos porque mañana moriremos.

Ayer entendí ese animal vivo.  Ayer vi ese animal caliente y sudoroso deslizándose por las calles laberínticas de Santa Teresa, en Rio de Janeiro, y me hice parte de su piel y sus huesos. Uno se disfraza y entra en otro personaje, deja atrás al hombre cotidiano, ese que debe ganarse el pan de cada día y debe resolver miles de problemas, ese que se enferma y se endeuda y tarde o temprano se muere, uno deja de ser uno y se integra a los otros: el carnaval es un animal de miles o millones de cabezas y un solo cuerpo. La música y el licor hacen su parte. Las canciones de los blocos de Rio de Janeiro son breves y elementales pero muy pegajosas, manifiestan alegría pero se alimentan de cierta tristeza, de cierta melancolía que revuelca las entrañas. Son canciones eternas: pueden cantarse durante horas. No entiendo mucho de música pero advierto que estas canciones se arman con dos melodías, y pasan de una a otra de manera automática, sin principio ni fin, como una cadena. Todo el mundo las canta, todo el mundo se las sabe. Cantan y bailan a cuarenta grados, no dejan de mover los pies, los brazos, el cuerpo. El secreto está en los pies. El cuerpo puede moverse como se le antoje pero la electricidad viene de los pies, así como la belleza comienza y se sostiene en la misteriosa manera de caminar de las mujeres. Mujeres sudorosas y hombres vestidos de mujer, mujeres disfrazadas de monjas o novias, hombres dentro de muñecos gigantes y mujeres en el aire. Cantan y se mueven sin descanso mientras haya música. Los músicos vienen encaramados en los carros, mucho más cerca del sol inclemente,  asegurados con tuercas a la melodía. La gente toda se arroja papel picado y agua, se toma fotografías, grita, se abraza, hace bromas, se exhibe sin pudor, se besa con descaro. Viejos y muchachos, más muchachos que viejos, más mujeres que hombres, cantan, bailan. Cantan, bailan. Esta monotonía termina en exaltación, como puede apreciarse en los rituales de antiguas culturas. El carnaval es cuerpo, es sudor, es ruido, pero uno sale de su propio cuerpo y entra a otra dimensión. Se le dice delirio, se le dice fiesta, se le dice carnaval.

Triunfo Arciniegas 
Rio de Janeiro, 13 de febrero de 2013























domingo, 17 de febrero de 2013

Carnaval de Rio 2013 / Besos robados / Fotografías de Triunfo Arciniegas

La rodilla
Ipanema, Rio de Janeiro, 2013
Foto de Triunfo Arciniegas

CARNAVAL DE RIO 2013
BESOS ROBADOS
Rio de Janeiro, 12 y 13 de febrero de 2013
Fotografías de Triunfo Arciniegas

El carnaval permite que un hombre respetable, casado, con hijos, con profesión definida y cuenta en el banco, se disfrace de mujer. Nunca falta este delirio en un carnaval. La gente se ríe feliz y el disfrazado va por el mundo sabiendo que no es cosa de risa, que el carnaval lo hace mujer por un instante, con todos sus atributos y sin censura de nadie. Otro es el payaso que lleva en su corazón. Y aquella señora es una monja descarriada o una bailarina de cabaret. "El carnaval me despierta la puta que llevo dormida todo el año", me dijo una jarocha feliz en Veracruz. ¿Y qué dirán por estas calles en la dulce lengua portuguesa?

Y a propósito de confesiones al oído, el carnaval me hace ladrón sin exponerme a la cárcel. Tengo un atado de besos ajenos en mi morral. En días comunes y corrientes no puedo acercarme con una cámara a una pareja que se besa con frenesí a registrar la producción de miel. Ni puedo entrar sin permiso a las alcobas para retratar a los amantes que se beben sus ansias. Pero en estos días de gracia al menos puedo robar besos.

Una de las fotos se llama así, Ladrón de besos. Pero el muchacho no se está robando los besos, señores y señoras: la garota se los entrega con evidente placer, y son tantos como para que se lleve unos cuantos a casa. El ladrón es el fotógrafo. No exploré este tema ni en Barranquilla ni en  Veracruz, mis carnavales anteriores. Tengo registro de parejas, por supuesto, y uno que otro beso, pero pasa y sucede que en Rio los besos se dan en abundancia, se derraman por las calles como agua de lluvia y uno antes tiene que orillarse para evitar que lo arrastren a los abismos. Y pasa y sucede que tengo un lente de más alcance que casi me permite registrar los latidos del encabritado corazón de los amantes.

La cosecha no es mala, señores. No es abundante, como quisiera, pero tampoco es mala. No renieguen. Tal vez en la próxima oportunidad que los dioses me concedan tenga más suerte, más habilidad, es decir, me haga aún más invisible.

Triunfo Arciniegas  
Rio de Janeiro, 17 de febrero de 2013


Besos gordos
Ipanema, Rio de Janeiro, 2013

Antartida
Santa Teresa, Rio de Janeiro, 2013
Beijo e chapéu
Santa Teresa, Rio de Janeiro, 2013

Beijo
Santa Teresa, Rio de Janeiro, 2013


Besos a cuarenta grados
Santa Teresa, Rio de Janeiro, 2013
Besos bajo el sombrero
Santa Teresa, Rio de Janeiro, 2013

Besos de carnaval
Santa Teresa, Rio de Janeiro, 2013

Mordisco
Santa Teresa, Rio de Janeiro, 2013

Ladrón de besos
Santa Teresa, Rio de Janeiro, 2013


sábado, 16 de febrero de 2013

Carnaval de Rio 2013 / Mujeres bellas / Fotos de Triunfo Arciniegas

El lazo rojo
CARNAVAL DE RIO 2013
MUJERES BELLAS
Rio de Janeiro, 11 y 12 de febrero de 2013
Veintidós fotografías de Triunfo Arciniegas

Es mi tercer carnaval consecutivo, después de Barranquilla, Colombia, y Veracruz, México, y estoy fascinado, rendido, con ganas de volver. Se supone que tengo otros dos carnavales pendientes para los próximos dos años: New Orleans y Venecia, pendientes y tan distintos. New Orleans, la cuna del jazz, es un jolgorio francés, para expresarlo de manera simple, y Venecia, un asunto medieval. ¿Pero quién no quiere volver a las calles de Rio de Janeiro el año que viene? 2013 sería un borrador entonces, un curso de introducción para el bendito 2014.  ¿Y qué tal que mi obra maestra sea el Carnaval de Rio 2015? Toco madera. Que la vida alcance para tanta dicha. 

La gente ha sido tan dulce y querida. La gente toda se rinde a esa criatura tan viva y palpitante que es el carnaval con los ojos cerrados, como en un beso de enamorados, o como quien se lanza al abismo con los brazos abiertos. Unos se disfrazan de cualquier modo, con un bigote, un sombrero, un corbatín o un velo, un vestido de mujer y unas sandalias, otros se esmeran con delirio hasta los territorios de la magia, y todos entran con igual entusiasmo al frenesí. Llevan la música por dentro. El despliegue de los medios es impresionante. La televisión hace un cubrimiento de tiempo completo y una sección de los periódicos se dedica por entero a los distintos y a veces complejos aspectos de la fiesta. El Sambódromo de Marquês de Sapucaí, el escenario al aire libre más importante del mundo, diseñado por Oscar Niemeyer, funciona con la debida eficiencia desde 1984 (la manera más fácil y económica de llegar es tomando el metro hasta la estación Praça Onze) y en las calles los blocos anda como locos, cada más crecidos y numerosos, frentes de diversión impresionantes que de una u otra forma deben encajar en la dinámica colectiva. No más la recogida de las basuras es una tarea de titanes, nunca de hormigas, señores. La ciudad se organiza en torno a la fiesta y cumple la cita con una precisión moldeada por la experiencia. Un millón de turistas anda por sus calles como Pedro por su casa, y la ciudad da abasto. Hembra de infinitos secretos, los sacia en todos los sentidos y los deja con unas infinitas ansias de volver.

No hay mejor coto de caza para un fotógrafo callejero que un carnaval. A la gente no le importa un tipo con una cámara: a la policía no le parezco sospechoso y no me piden documentos como en México: Atenango del Rio y Tlacotepec,  dos pueblos polvorientos, calientes y aburridos, con unos nueve meses de diferencia, fueron las dos experiencias más lamentables del 2012. La policía me sorprendió en una esquina en ambos casos y me rodeó como si yo, un hombre solo, Triunfo Arciniegas, fuera toda una banda criminal. Se desplegaron estratégicamente como si fuese a usar mi arsenal de bandolero y el mandamás, en ambos casos el mandamás, me pidió explicaciones. Los otros uniformados permanecieron inmóviles en sus puestos, y no movieron un solo músculo, no reaccionaron a ninguna de mis frases, por más ridícula que fuese. Dije que andaba por las calles, en territorio público, que no me había metido a ninguna casa ni había violado la intimidad de nadie, y dijeron que les había dado aviso: lo ven a uno con mil ojos y lo delatan de manera anónima y uno jamás advierte su presencia. No voy a inventar un maltrato ni mucho menos. Fueron amables, virtud rara en los policías, y dijeron que podía continuar con lo mío y buenas tardes, pero en ambos casos me jodieron el día: me manosearon la magia y no pude hacer una toma más. Más que furioso o asustado, me quedé triste.

En Rio, señoras y señores, antes quieren que uno les tire (ese es el verbo) una foto. Me tocan el hombro para llamar la atención, qué maravilla. Algunos piden un correo aunque sé que nunca escribirán, y a otros no les importa: registran su felicidad y siguen de parranda. El carnaval rompe los límites y uno dispara a diestra y siniestra, presa tras presa, con la boca hecha agua.

Delirio y belleza, embriaguez y mujeres, amor y deseo. La última cosecha de mujeres de Rio está de maravilla. Presento una muestra muy breve para sustentar una verdad que pocos pondrán en duda.

Triunfo Arciniegas
Rio de Janeiro, 16 de febrero de 2012


Que coisa mais linda

Alegria
Bella boquita, grandes tus ojos

Perfil con sombrero

Garota

La hermana rubia

Niña paulista

Pulsera rosa

Ojos café

Zona de abrazos

Verano de amor

Zona de peligro

Bella

Boca

La capa roja

La novia

La rubia

Linda boquita

Mirada

Muchacha

Carnaval de Rio de Janeiro 2013